jueves, 25 de mayo de 2023

Mariana Pineda catedral Granada tumba

 

José Antonio Espejo Zamora

Mariana Pineda entre bufones





Los restos mortales de Mariana reposan en una cripta de la Catedral de Granada; no estaría de más que se trasladaran sus restos desde dicho lugar hasta una capilla lateral del mismo templo, donde los granadinos pudiésemos verla sin tener que esperar un año para refrescar la memoria y actualizar el pensamiento con la leyenda que bordó en la bandera: “Ley, Libertad, Igualdad”.


Partida bautismo de Mariana Pineda



En 1929, el Deán de la Catedral, Luis López-Dóriga, planteó una importante reforma de la catedral; de ello dará cuenta el periódico El Defensor de Granada: “La reforma proyectada consiste en llevar el coro al presbiterio y solicitar el traslado de la hermosa sillería de coro que existe en el templo de San Jerónimo -debida a Diego de Siloé- a la Catedral … Según nuestras noticias, la idea de la reforma es debida al deán de la Catedral, don Luis López Dóriga, y ha sido muy bien acogida por el cardenal arzobispo don Vicente Casanova y Marzol… Bajo el coro se encuentran los enterramientos de arzobispos y personalidades ilustres de Granada; allí está enterrado Alonso Cano…, y también en 1854 fueron trasladados allí los restos de Mariana Pineda…; a iniciativa del deán señor López Dóriga, nos referimos a la instauración en la antigua Sala Capitular de un valioso museo diocesano donde se admiren los tesoros que tiene la Catedral granadina…”


Tumba de Mariana Pineda Catedral de Granada

(D.O.M. Deo Optimo Maximo) Para Dios, el Mejor y más Grande// A la memoria perpetua// Restos mortales de Mariana de Pineda//qué brutal muerte// golpe de los tiranos// Granada el día siete de las kalendas de junio de mil ochocientos treinta y uno (26 - mayo-1831)// descanse en paz// su patria agradece su memoria// año 1856.






López Dóriga, en 1931, dará una conferencia sobre Mariana, invitado por el Ayuntamiento de Granada; el tema: “Mariana Pineda como cristiana y como granadina”. 



El Defensor de Granada dará cuenta de dicha conferencia: “…a más de una mujer granadina, fue una mujer cristiana porque nació en el seno de la Iglesia de Cristo, recibió una esmerada educación cristiana, hizo una vida ejemplar impregnada de cristianismo y murió en el seno de la religión católica, llena de fe en Dios y de fe en la Libertad…El señor López-Dóriga se extiende en hermosas consideraciones sobre el lema de la bandera bordada por Mariana Pineda: <<Ley, Libertad, Igualdad>>; …La sociedad tiene que estar regida por la Ley, por la Libertad y por la Igualdad, los tres principios que constituyen la raíz de la sociología cristiana… Habla a continuación del bien público que degenera en tiranía del Estado y del bien particular que degenera en tiranía de los particulares, por lo que debe tenderse al bien común”.



López Dóriga morirá exiliado en México gracias a las acciones del Fernando VII del siglo XX y sus bufones; con su exilio, cayó en el olvido su obra y su persona, sobre todo en el ámbito eclesiástico; qué menos que hubiese en la Catedral un retrato suyo, al igual que están grabados sobre mármol los nombres que cayeron por defender la fe católica; no sé qué defendía López Dóriga si no un catolicismo realmente anclado en la tradición. Algunos entregaron al general Franco todos los méritos: los de Isabel y Fernando, los de Carlos V y Felipe II. Gran error; el curriculum del general fue otro; pero puede ser que para algunos la tradición de la Iglesia Católica comience en el 36; pues parece como si en la Iglesia no hubiese existido un fray Luis de León, ni un San Juan de la Cruz, ni una Santa Teresa de Jesús, todos perseguidos por ser y actuar con libertad y, menos ella, todos probaron la cárcel; pues la Libertad forma parte de la tradición de la Iglesia Católica; en Granada, no sólo López-Dóriga sino también el granadino Nicolás Alonso Marcelau, párroco en Alomartes donde moriría en 1882, tras haber representado a los anarquistas españoles en Francia, donde entraría en contacto con Bakunin; por no recorrer los años 50 y 60 cuando un grupo de sacerdotes cuestionaron abiertamente al régimen; hoy, en pleno siglo XXI, parece que se ha apoderado de algunos la condición de bufones.




Mariana Pineda se topó con Fernando VII y sus bufones; entre ellos, Ramón Pedrosa, alcalde del crimen de Granada. El bufón es el encargado de hacer reír al jefe, de hacerlo entrar en el olvido de su responsabilidad, incluso de su autoridad. Recordemos las palabras de Hannah Arendt sobre la banalidad del mal; el mal, aunque sea terrible, no lo hacen grandes hombres sino los mediocres; para revestirse de autoridad, tienen que ponerse un uniforme, pues el poder ya lo tienen, pero exigen además autoridad; ésta se la concede la propaganda pero nunca la historia.



Pongamos por caso que un secretario-canciller recibe una llamada de teléfono, su interlocutor le habla con educación, pero él simula que le están gritando, pues tiene ante él gente que le servirá de testigos, aunque no hayan escuchado nada, para después poder acusarlo ante su jefe de no ser tratado con el respeto que merece un canciller; estos bufones son tan peligrosos como Fernando VII; el mal para ellos es banal, es más, siempre van a exigir, primero el olvido y el silencio por parte de sus víctimas y por otro, siendo éste imposible, el perdón.



Los generalísimos y sus bufones siempre han existido y existirán; no sólo en el ámbito público, sino también en la vida cotidiana, familiar y profesional.



Terminaremos citando al poeta Valente: “El uniforme del general se quita y pone como otro igual. …Sacó del bolsillo un lápiz que le habían dado por si quería dejar alguna despedida escrita para su madre o para alguien o para quién y dibujó despacio en la pared los entorchados, el fajín, los ribetes, los oros del uniforme del general. Después se puso en pie y meó largamente sobre el traje glorioso hasta quedar en paz”