Pregón de Exaltación a
Nuestra Madre y Señora de las Nieves,
Patrona de Dílar
Jamás se vio
mejor arquitectura
ni fe que a
más altura te sostiene
ni acaso se
supiera de hermosura
que ángeles
nevados nos trajeren
colmados de
la fe siempre segura
que Dílar le
tendría y que le tiene .
Envuelta en
una luz que casi abruma
ardiendo en
amoríos y en deshielos
qué claro
aclararse de la bruma
qué milagro
el tuyo en nuestro suelo,
respondido
con pregones que a la suma
en el cielo
no cabe tanto cielo.
Henchidos de
milagro hoy asistimos
en los suelos
de Granada a esta riada
que nos traen
los cielos que perdimos.
Dílar con
agosto reencontrada
te presenta
en sus santos los hinojos
y la cubre la
luz de tu mirada.
Nos guardas
bajo el celo de un cerrojo,
blanqueas nuestra vida con tu nieve,
y limpias
pecados con tus ojos.
La vida en
tus manos nos la ofreces
El Fruto de
tu vientre se nos muestra
y es gracia
en tu regazo permanente.
Tu talle,
señal de nuestra diestra,
tus dedos,
caminos que señala,
tu nombre
significa Reina Nuestra.
y das el
ejemplo que regala
los cauces
estofados de tu manto
que el arte
en estos siglos ya no iguala
y así quedo
tu Dílar medio santo.
*Dignísima Autoridad Eclesiástica,
padre y pastor de la grey de Dílar.
*Excelentísima Autoridad Municipal.
*Cabildo de Oficiales de la Hermandad
de Nuestra Señora de las Nieves, Reina de Sierra Nevada.
*Hermanos todos:
“que la medida del
amor, sea amar sin medida”. (Santo
Padre Agustín, Doctor y Guía).
No puedo pronunciar nada que no se contenga en las siete
letras de las gracias más sonoras
que debo a quienes me han llamado a esta exaltación, porque me han descubierto
la delicada impronta de vuestra Patrona,
me han revelado la categórica prestancia de vuestra Señora y me han manifestado
el vigor devocional de tan excelsa Talla que enamora y subyuga a simple vista.
No puedo, no quiero y tal vez ni deba seguir si no es con el manifiesto devoto
del que os hago partícipes:
En el alma
traigo escrito
cuanto escribiros
deseo...
vos
escribisteis, yo leo
en mi pecho
el manuscrito.
Sea
triplemente bendito
vuestro
nombre en este día:
que escritor
y escribanía,
pluma, papel
y recado
vosotras me
habéis prestado:
la fe, Dílar y María.
No existe arbitrio ni ventaja en mis palabras. No son de
balde ni gratuitas; pocas veces éste que se gana la vida inmerso en el arte se
ha sometido tan pronto y tan de momento a la perfecta armonía de una Talla
Mariana. La vuestra, que espero me dejaréis desde hoy, sea también un poco mía,
encandila. Guarda el pose de la Madre de la Iglesia del Carmen de Lucena, con
todo lo edulcorado que el maestro Diego de Mora expresaba y en la segura conciencia
de hacer una obra de arte inconmensurable que despierte a la devoción. Y ya
está: casi tres siglos de historia, jalonada en oraciones, en suspiros, en
demandas y en esperanzas puestas sobre la agradable cara de una Madre que es el
mejor escabel para Cristo.
Roma y el Monte Esquilino
París ofrece y conviene
Sevilla, Madrid, Granada...
pero ninguna te tiene.
Y aunque en la corte renueven
los tapices gibelinos
y la Puerta de Alcalá
con su porte nos conmueve
y aunque Barcelona llene
de modernismos sus calles,
alguna ciudad no tiene
lo que tú en tus Altares.
Tiembla el museo vienés
y en desazón se descubre
y palidece y se aburre
el tardogótico inglés.
Gimotea la imponente
molicie del Escorial
porque sabe sin igual
tanta gracia recurrente.
Y los umbríos neveros
ven en agosto fundir
su manto sin porvenir
sin poder quedar enteros
que Tú si sigues igual
tan humana y celestial
como te nombra tu pueblo.
Ni el pincel de Alonso Cano
ni el cincel del escultor
imitan todo el fulgor
de tu venero mariano.
el Arte, historia y tesoro
que va engrandeciendo a Dílar
por Nieves yo ya lo nombro
Es cierto y que nadie ponga en duda que los pueblos de España
han depositado buena parte de sus excelencias en las devociones del pasado que
han sabido transmitir los mayores y conservar los presentes. Podéis apuntar en
las pretenciosas guías turísticas y dejar constancia en los altivos folletos
vacacionales jalones históricos que citen a Alfonso I el Batallador, a las
huestes de Isabel la Católica, al marquesado de vuestro nombre o a la tradición
del esparto y el cereal. No faltarán documentos que expliquen el porte soberbio
y protobarroco de esta Iglesia de la Concepción, los que ensalcen los follajes
vegetales de sus centenarios frescos, los que prediquen la blancura sin igual
del entramado urbano y los que enseñoreen papeles con los blasones y escudos domésticos
de casas solariegas. Habrá quienes quieran presumir de la Casa de Pilatos, de
la disposición de las arterias, del esplendor del cereal, de la tradición del
esparto, las bondades del agua y la opulencia natural de las alamedas y
acequias que lamen las fronteras de la población. Serán muchos los que apunten
la magnificencia del Parque Nacional y quienes hallen en lo gastronómico el
poso de la historia y la cultura, o en la fiesta del libro tan típica y medida,
o en las noches de San Sebastián y en los días de costumbre y solera. Y no seré
yo el que lo niegue, ni el que lo desmienta, pero sí que puntualice que nunca
olvidéis vuestro mejor tesoro, vuestro mejor patrimonio, vuestra mejor embajada
y vuestra segura carta de presentación. Porque los palacios se desvencijan, las
cubiertas se dañan y los frescos se desmoronan, pero mientras la fe siga
encontrando cobijo en el talle de esa Virgen agosteña y encuentre protección en
los pliegues de su manto el pueblo y nunca acabe ni cese las virtudes que sin hablar
va diciendo la primera cristiana y modelo de la humanidad, no dejaré de estar
convencido que los bienes sin mengua de Dílar, se guardan en la bendecida caja
fuerte de un camarín:
Es tan guapa
y tan humana,
que si los
labios abriera
una palabra
saliera
de su boca
soberana.
Lleva la
noche gitana
en su pelo y
ademán.
Y suspira el
corazón
por esa
hechura divina,
que parece
una vecina
del su barrio
del Hondón.
En sus Tajos
milenarios
de los
priscos legendario
su homónima
hermana habita
y su fe se
precipita
del Veleta
hasta los llanos,
haciéndose escapulario
con cuatro
casas distintas.
Todo lo para
y lo mueve,
a todos llama
y concita
que mientras exista Dílar
seguirá
reinando en la Ermita
esta Reina de
las Nieves.
Cuatro
varales tan solo,
porque en su
Templete cabe
la que es la
aldaba y la llave
del celestial
protocolo.
Y del envés a
su haz
no hay otra
moza más fina
ni la hubo en
todo Dílar
con aspecto
sin igual,
que deja
indeleble huella
esa sublime
Doncella
sin pecado
original.
Toda historia tiene su inicio y todo inicio su crónica y así
pasó, así se perpetuó y así se fraguó hace casi trescientos años para que ni al
pueblo se le olvidara ni dejara por un solo instante de invocar a la segura y
magnánima protección de María sus desvelos. Así pasó y así os lo traigo:
Partía don Martín de Mérida
con paso firme a Granada
y en ciernes Martín de Soto
abriendo la expuesta marcha
desde los altos de Válor
hacia la Sierra Nevada.
Parecía agosto propicio
propiciando unas jornadas
que se antojaban tranquilas
hacia el trono de la Alhambra
y quiso el Beneficiado
cura de aquella Alpujarra
convencerse del estío
para el viaje y la marcha.
El año es mil setecientos
diecisiete, fecha exacta.
El lugar las altas cumbres
y el escenario, embarga.
Una traílla de mulas
un sacerdote y dos cántaras
las alforjas de un criado
y la fe por esperanza
y un camino complicado
por delante. ¡Ahí es nada!
Los dos Martín van y vienen
en las acémilas pardas
contando el tiempo que llevan
y los días que les faltan
para distinguir las piedras
de la ciudad de Granada
saliendo de los peligros
y las ciertas amenazas
a pesar de ser agosto
que tiene la alta montaña.
Los ariscos animales
soplan de miedo, se paran,
se cuidan de pasos falsos
en zonas intransitadas
mientras la nieve salpica
con su manto la algarada
de las cumbres más solemnes
que continúan nevadas.
Asusta el desfiladero
que es en Válor balconada,
y en la Fuente del Espino
el monte es una navaja
que se hunde en el granito
de las piedras milenarias.
El buen cura y su criado
hacen noche. Se preparan
campo abierto ante la luna.
Un vendaval atenaza
los sorprende, los asusta,
los coge desprevenidos
y con copos los apuntan
y nuestros hombres ya creen
que Veleta será tumba.
Martín de Mérida cae
en oraciones nevadas.
Su criado lo flanquea
y musita mil plegarias.
La nieve arrecia y el frío
congela sayos y capas.
La muerte ronda en espasmos.
¡Pero surge la esperanza!
y nuestros hombres invocan
a la que nunca nos falla
y diciendo avemarías
la fe calienta sus almas
mientras cesa el temporal
y se va haciendo la calma.
Alguien en la Carihuela
brilla entre celeste y plata.
Una mujer del Collado
del Veleta los aguarda.
Es María, ¡ya no hay duda!
la que en la nieve reinara,
la que amainó el temporal,
María quién los salvara
y sacerdote y criado
piedra a piedra, le levantan
aquella primera ermita
y primera de sus casas.
Fue María hace tres siglos
la que con Cristo en volandas
porque nunca nadie ha visto
que de nadie se olvidara
fue quién detuvo las nieves
y gobernó las nevadas
y coronó con su gloria
a los picos de Granada
como cada día hace
en su feudo y en su casa.
Que nadie jamás ha dicho
que Nieves le abandonara
ni Dílar puede decir
que su consuelo le falta,
ni le falta su amorío,
ni le sobra ni le basta
su candor y su hermosura
su gloria, su porte y su gracia
ni Dílar ya desde entonces
ni le falta ni le falla
que es tanto el amor filial
que el pueblo manifestara
de María al dilareño
que desde entonces la llama
Excelsa Madre, Patrona
valedora y gobernanta
y Reina de devociones
milagrera y abogada
y la Reina de las Nieves
y de Dïlar Soberana.
¿Pero quién es María y qué es el marianismo? La mayoría de
las veces se nos olvida que el pueblo suele equivocarse pocas veces y que en lo
popular se guarda la quintaesencia de la verdad, pero tampoco es mentira que lo
folclórico y populista hace que perdamos de vista la pureza y la naturaleza de
todo. Gracias al desparpajo y al carácter del español, forjado en milenios, no
hay un solo meandro fértil de suelo patrio que no confíe en la abogacía de la
Virgen y en sus cuidados y cuitas. Pero la figura de la Madre de Dios supera y
va más allá de lo que la tradición
desvirtúa.
Va más allá de los ornamentos y el esplendor de las artes en
bordados y orfebrerías, y más y más allá que sonoras y melódicas músicas
compuestas con primor para el trabajo efímero pero incontestable de los
costaleros. Va más allá del boato y protocolo y de las galas y composturas de
los asistentes. María ha de ser el prototipo de ciudadano, el ejemplo para los
seguidores de su hijo, el espejo en el que mirarnos cuando las cosas no nos son
favorables y el original para cuándo sí nos vienen de cara. Es como el molde de
donde nació el cristiano, la horma de la devoción auténtica y la matriz de
donde nacen los sentimientos sencillos y desinteresados, ofrendados a los
demás. Es, a consecuencia de esto, plantilla y maqueta, mas por encima de todo,
ideal de cristiandad. Sólo el día que nos acerquemos a su icono, que nos
postremos ante la Soberbia belleza de la Virgen de las Nieves sabedores que su
madera primorosa engloba todo esto, podremos estar seguros de ser verdaderos
hermanos, auténticos cofrades, ciertos cristianos:
Yo aprendí la
teología
en el cristal
de tus ojos,
mientras
postrado de hinojos
musitaba
avemarías.
En mayo, tu
mes lo hacía
y lo aprendí
bien en casa
que me enseñó
al mediodía
decir
bienaventuranzas.
Aprendí que
en ti se asienta
nuestra mayor
confianza
pero además
tuve claro
una lección
sin imprenta
pero de
visible trazo:
¡que eres espejo de lo que
debe ser un cristiano!
En las letras
de tu Nombre
Nieves, hay
siete gracias
nadando con
las virtudes
de los claros
de tus aguas,
de los purísimos
hielos
que se funden
en plegarias
y en la
plétora de vida
en la que
Dílar se empapa
y en la que
todos los días
madrugan sus
alabanzas.
Y que
madrugue en los niños
La inocencia
en tu regazo.
Y madruguen
los jazmines
su blanco
amor perfumado
y en las
fincas que bordean
los límites
de tus pagos
y en los
trinares de agosto
quizás cuando
se oye más claro
la adoración
que te tienen
tus hijos,
enamorados,
que
despiertan cada cinco
de agosto,
con fieles cantos.
Madrugue Sierra
Nevada
en el furor
de sus lagos
y descubra
que Dios Mismo
es la Aurora
de sus campos.
Madrugue todo
y madrugue
hasta flores
en tu manto
y tu sonrisa
de Madre
madrugue amor
en mis labios.
Que madrugue
mi esperanza
en las flores
de tu paso
y madrugue mi
creencia
sin hallar
jamás cansancio.
Que madrugue
mi tristeza
sabiéndome consolado;
y si madrugan
heridas
ese niño de
tus brazos,
sabrá
curarlas con tino
y mi dolor
mitigarlo
que no
madruga el dolor
si es dolor
amarte tanto,
tanto que
guías mi vida
cuando me
cojo a tu mano.
Cabe el mundo
en su peana,
Mundo bajo su
corona,
y la luna se
le agencia
porque este
Reina y Patrona
nació para
dilareña.
Y hasta las
flores se empeñan
en festonear
su impronta
que el Mundo
empezó con Ella
pero se quedó
en Granada,
Ella es
Nieves, por mas seña
Reina de
Sierra Nevada.
Hace dos años que impulsasteis un acto que desde luego no
pasa desapercibido y deja constancia de la devoción que en todos los pueblos
pendientes y dependientes del macizo de la Sierra, se le tiene a la Señora de
las Nieves. Es algo parecido a traducir en acentos granadinos la devoción que
se inició con el Papa Liberio la
friolera de hace diecisiete siglos y conjugar la fe del Monte Esquilino, la altivez y significado de la Basílica de Santa María la Mayor, la
tradición infalible del Papado y si mi apuráis, hasta los frescos de Giotto y los lienzos de Murillo. Es una síntesis, un compendio
perfecto del granadino milagro de 1717 y del romano prodigio del siglo IV. Y
vosotros lo habéis sabido conjugar en la peregrinación que une a los fieles y
vecinos del “Círculo de la Campana” y
que suelda y sindica a cuantos se despiertan con el vocablo bendito de Nieves
en los labios y descansan su fe en la almohada de cada noche no sin antes
acordarse de Ella. Me estoy refiriendo a la Peregrinación que busca y consigue
la unión y fraternidad, que se sirve y basta de “simpecados” y de los gestos de
los devotos para proclamar el crédito y solvencia que a su Virgen de las Nieves
tiene Dílar y Gabias, como dos pretendientes disputándose los favores de la primera cristiana.
La gloria tiene camino
y el Cielo su
vía marca
cuando de
Dílar a Gojar
por Otura y
Alhendín
nos conduce
hasta las Gabias.
Y Virgen hay,
loa a Dios
como brocal
de Granada
con coronas
de ventiscas
y mantos
hechos de agua
y Niñas con
Niño en brazos
que en madera
se gubiaran.
Es un
gobierno bendito
de la vega a
la Alpujarra
con Válor
como testigo
y el Veleta
en lontananza
jalonado de
“dehesas”
y “cumbres
verdes” en alza
que son una
misma voz
con una sola
palabra.
Y se escribe
con seis letras
que no se
funde ni acaba
cuando el
Cielo nos parece
trozos de
Sierra Nevada
con las
herencias de Dílar
y de Gójar
pinceladas
dirigiéndose
derechas
en
cristianísimas tramas
por Otura y
Alhendín
hasta el
pueblo de Las Gabias.
La gloria
tiene camino
y el Cielo su
vía marca
cuando la fe
peregrina
con la
Patrona Divina
de las Nieves
Soberana.
El arte, aunque a muchos les pese, ha hecho milagros, tantos
como la sentida y sincera aplicación de la doctrina católica. Es cierto, las
artes llevan siglos, milenios, mandándoles mensajes al pueblo, subyugándolo, conmocionándolo,
enseñándole y sirviendo al dicho españolísimo que asegura que “una imagen vale
más que mil palabras”. Por la estética y el arte puede que hayan entrado por
las verjas del Cielo más cristianos de los que pensamos y se hace imposible que
no asociemos arte con decoro y con dignidad cuando nos fijamos en una Hermandad
mariana. No será este pregonero el que eche piedras sobre el tejado de sus
pasiones y profesiones ni declare contumaz, una crítica al arte que ha enseñado
y ha leído sin página alguna, los misterios de la fe al pueblo de Cristo. Pero
hermanos, el decoro, la estética y la buena fe tienden a pervertir el verdadero
sentido del empleo de lo artístico y hacen que perdamos el sentido de su uso.
De la estimación a la opulencia la línea se estrecha y se confunde. De la
belleza al concurso, a la contienda tan propia del cofrade, hay estrechos
caminos y puertas abiertas que no deben hacernos creer que María, es figura donde probar mantos y modelo en el que
ensayar estilos y bordados. Por eso la Virgen de las Nieves me sigue pareciendo
el paradigma de la singularidad, sin necesidad de vestimentas, sin el acopio de
andas, sin el afán más que de aumentar la devoción que le profesan los suyos...
Pasan, se van y nos vienen
como cada primavera
bajo sus pasos de palio
y sus jardines de cera.
Todo aquello que no tienes
tienen y siempre les falta
lo que te sobra con ciernes:
la gloria de tu mirada.
Pasan, caudales de arte
pasan en andas de bienes
y así como te lo digo,
Virgencita de las Nieves
palidecen a tu lado,
se marchan sin dejar huella
sin el pozo de tu gracia
y tus fulgores de estrella.
Yo he visto pasos de palio
que van y nunca se quedan
y te miro en la simpleza
de tu dosel, el que alberga
bajo destellos plateados
los beneficios y herencias
de todo el pueblo de Dílar
porque eres Tú su riqueza.
Pasan llorando los llantos
de sus muchas pertenencias
abatidas en los cauces
del lagrimal de su penas
y por tener, están faltas
de esa fe que son tus rentas
y el milagroso donaire
de tu barroca silueta.
Otras pasan, rodeadas
por la gracia de un varal.
faltándoles el cristal
de tu Ermita blanqueada.
Otras cruzan los secretos
que luces en tu esbeltez,
tendrán mantos y escabel
pero tu pueblo está preso
de tu enorme sencillez.
Las hay que vienen gloriosas
enmarcadas en el marco
de arquitecturas hermosas
sin esa unción religiosa
que te sobra a ti en cambio.
Ni achares, sospechas, celos,
ni sana envidia, inquietud
que es más grande lo pequeño
y luce más la virtud
con la que siembras anhelos.
Y para sueños, tu sueño.
Y para palios, el cielo
de tu Parque Nacional
que estás sobrada de empeños
con los que cada mañana
saludan a tu ventana
tus devotos dilareños.
Dejadme que sueñe con una fecha que para mí es alfa y omega
de mis días. No. No podrá el pregonero acompañaros en la vela y vigilia con la
que el 14 de agosto cumplimentáis en devociones la madrugada. No podrá seguir
vuestros pasos hacia la Concepción desde la Ermita, ni observar tembloroso la
explosión en algarabía de fe del regreso triunfal a Casa de la que tiene casa
en cada vecino del pueblo. No podrá porque su Madre Cabeza también sale a
conquistar calles e hijos un 15 de agosto y uno siempre se debe a su Madre.
¡Qué os voy a contar! Pero ayudadme a que lo vivamos, a que empecemos a
soñarlo, a que comencemos a gestar los días grandes de la historia, de la
cultura, de la idiosincrasia y más que nada de la fe. ¿No es así, Madre de las
Nieves, como sucede?
Todo es ya
quince de agosto
en la misma
madrugada
con el faro de
la Luna
a quién rumbo
hasta tu casa,
sueña velar
en tu Ermita
la tibia
espera nocturna,
rezando hasta
la mañana.
Todo es ya
quince de agosto,
de Sulayr a
sus faldas.
Te nombra los
pueblos del
“círculo de
la Campana”
y es fiesta
asunta tu día
que se
tremola en la plaza,
ferviente se arremolina
y tu pueblo
es quién te aguarda
quién te
intuye e imagina
si todo un año se para
a las
vísperas del 15
que nace por
madrugada.
Qué fiesta
cuando por fin
te places
salir de Casa,
y eres Tú los
blancos bienes
que enseñorea
la heráldica
entre manojos
de esparto
y el Veleta
hecho en plata
y la alegría
contenida
que del
campanario estalla,
lo pregonan ya
los bronces
con que
tiemblan las campanas.
Por la Calle
de la Iglesia
tiembla de
gozo tus andas
perfumadas
con las flores
que tú las
haces más blancas,
mientras la
luna en creciente
se va
postrando a tus plantas.
Y ni con
marchas solemnes
quiebra el
fervor una banda.
Y Gobiernas
poblaciones,
de la Vega a
la Alpujarra,
que del
Veleta hasta Dúrcal
te veneran y
te aclaman.
¡Vas reinando
en nuestra historia,
como la
historia anunciaba!
Las campanas
que repican
nos campanean
el alma
y los cohetes
se suman
a la fiesta
más mariana
que tiñe los
calendarios
de la
católica España.
Termina el
quince de agosto
o empieza,
que nunca acaba
tu eterno y blanco
reinado
con el que
Dílar se jacta,
que eres
Reina del Veleta,
que reinas en
su plegaria,
Señora de los
Collados
con historias
de esperanza,
Soberana de
los Tajos,
sobre el tiempo
y la nostalgia,
Zarina de
nuestra fe
blanqueando
nuestras Almas
y el modelo del
cristiano
etérea, alba
y nevada
y bendita y
venerable
Virgencita
inmaculada
que en
centenario gobierno
se te dice y
se te llama
<Madre,
Emperatriz, Consorte
Divina,
dichosa dama,
causa de
nuestra alegría,
nuestra
ilusión y esperanza
y sobre los
níveos cielos
de los feudos
de Granada,
la más
sacrosanta Nieve
que
concibieran sin mancha>.
HE DICHO.
David
Rodríguez Jiménez-Muriel.
Granada,
Festividad de Pedro, Príncipe de la Iglesia.
MMXIII
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