LUZ DEL DOMINGO
DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR
CICLO "A"
CICLO "A"
Primera
lectura: Isaías 50, 4-7
Salmo responsorial: Salmo 21
Segunda lectura: Filipenses 2, 6-11
Salmo responsorial: Salmo 21
Segunda lectura: Filipenses 2, 6-11
EVANGELIO
Mateo 26, 14-28
Mateo 26, 14-28
14Entonces uno de los
Doce, Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes 15y les
propuso:
-¿Cuánto estáis dispuestos a darme si os
lo entrego? Ellos quedaron en darle treinta monedas de plata (Zac 11,12).16Desde
entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
17El primer día de los Ázimos se acercaron
los discípulos a Jesús y le preguntaron:
-¿Dónde quieres que te preparemos la cena
de Pascua?
18-Él contestó:
-Id a la ciudad, a casa de Fulano, y dadle
este recado: «El Maestro dice que su momento está cerca y que va a celebrar la
Pascua en tu casa con sus discípulos».
19Los discípulos cumplieron las
instrucciones de Jesús y prepararon la cena de Pascua.
20Caída la tarde se puso a la mesa con los
Doce.
21Mientras comían, dijo:
-Os aseguro que uno de vosotros me va a
entregar.
22Ellos, consternados, empezaron a
replicarle uno tras otro:
-¿Acaso soy yo, Señor?
23Respondió él:
-Uno que ha mojado en la misma fuente que
yo me va a entregar. 24El Hijo del hombre se va, como está
escrito de él; pero ¡ay de ese hombre que va a entregar al Hijo del hombre! Más
le valdría a ese hombre no haber nacido.
25Entonces reaccionó Judas, el que lo iba a
entregar, diciéndole:
-¿Acaso soy yo, Rabbí?
Respondió:
-Tú lo has dicho.
26Mientras comían, Jesús cogió un pan,
pronunció una bendición y lo partió; luego lo dio a sus discípulos, diciendo:
-Tomad, comed: esto es mi cuerpo.
27Y cogiendo una copa, pronunció una acción
de gracias y se la pasó, diciendo:
-Bebed todos de
ella, 28pues esto es la sangre de la alianza mía, que se
derrama por todos para el perdón de los pecados.
COMENTARIOS
I
Y POR ESO LO MATARON
Dios no es
un sádico, sino un Padre. Por eso no podemos decir que la muerte de Jesús fue
una exigencia de Dios para expiar los pecados de la humanidad. No fue Dios,
sino la humanidad, la que exigió tal sacrificio: la torpeza de una humanidad
que necesita ver morir a alguien para tomar conciencia de sus miserias, que
necesitó ver morir al Hijo de Dios para descubrir el camino de su salvación.
DIOS NO ES UN SÁDICO
No. Dios no
es un sádico a quien le guste el sufrimiento de los hombres. No. La pasión y
muerte de Jesús no es la satisfacción que Dios exige para conceder el perdón a
la humanidad pecadora. La muerte de Jesús no es el castigo que
se merecía la humanidad y que Jesús sufre en nombre de todos los hombres, sus
hermanos. Dios no necesita ni exige que nadie sufra para perdonar. Dios
perdona gratuitamente, no porque nosotros nos lo merezcamos ni porque haya
tenido que merecérnoslo nadie. Dios perdona porque es Padre, porque es amor,
porque nos quiere y desea nuestra felicidad. Y eso sí que se manifiesta en la
cruz de Jesús: el amor de Dios en el amor de Jesús, su hijo, quien, al
enseñarnos a amar, se dejó la piel en el empeño.
Y POR ESO LO MATARON
«Es que sabía que se lo habían
entregado por envidia».
¿Cuál fue,
entonces, la causa de la muerte de Jesús?
Está claro,
desde el principio del evangelio, que Jesús no se lleva bien con determinados
grupos de la sociedad judía ni con los representantes de determinadas
instituciones.
El gobierno
autónomo judío estaba formado por tres grupos, con los que repetidamente había
chocado Jesús: los sumos sacerdotes, responsables últimos del
aparato religioso; los senadores, miembros de las grandes
familias de terratenientes de Palestina, y los letrados, los teólogos
oficiales del régimen, casi todos del partido fariseo.
Jesús se
había enfrentado con todos estos grupos diciéndoles cosas como éstas: que
habían convertido -los sumos sacerdotes- la religión en un negocio y que ellos
eran unos bandidos (Mt 21,13); que era más fácil que un camello
pasara por el ojo de una aguja que un rico entrara en el reino de Dios (Mt
19,23-24); que eran -los fariseos- unos hipócritas que, con el
pretexto de la religiosidad, se aprovechaban de la gente (Mt 23,1-36)... Y
no se lo perdonaron.
«ESTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOS»
En el juicio
que le hicieron los dirigentes de su pueblo lo acusaron de delitos
religiosos. Para ellos tenían más importancia y, además, en su
predicación Jesús había arremetido con fuerza contra aquella religión opresora
que se habían montado. Pero como ellos no podían matarlo -los que allí mandaban
de verdad eran los romanos (Roma era la superpotencia de
entonces, lo llevaron al tribunal del gobernador y allí lo acusaron de delitos
políticos: que pretendía hacerse rey (lo que no era verdad) y que
defendía que no se debían pagar impuestos a los invasores (y en
esto se quedaron cortos).
A Jesús lo
mataron porque estorbaba: a los religiosos, que se habían apropiado de Dios, y
Jesús se lo devolvió al pueblo; a los ricos, que agradecían a
Dios sus riquezas, cuando en realidad Dios, según Jesús, estaba de parte de los
pobres, víctimas de la injusticia de la riqueza; a los teólogos
oficiales, que hablaban de un Dios amo, dueño, mientras
que Jesús mostró que Dios es Padre y Liberador; a los poderosos, que
también ellos ponían a Dios en el origen de su poder, y Jesús, en cambio,
decía que era el demonio el que ofrecía todos los reinos y todo su
esplendor...
Les
estorbaba. Y por eso lo mataron.
Y POR ESO SE DEJÓ MATAR
Jesús sabía
que, desde el principio, le tenían ganas todos los que hemos citado antes. Pero
no se echó para atrás. El había asumido un compromiso de lealtad para con Dios
y de solidaridad con la humanidad y estaba dispuesto a llevarlo hasta el
final, hasta la muerte si era preciso.
Porque su
enfrentamiento con los ricos y poderosos de este mundo no se debía a su deseo
de conseguir él los puestos que ellos ocupaban, como casi siempre ocurre, sino,
muy al contrario, a su propósito de ofrecer a los hombres un modo alternativo
de vivir, un modo de organizar la sociedad humana en el que no cabe ni la
injusticia, ni la explotación de los pobres, ni la opresión de los humildes,
ni la alienación (alienación comedura de coco) de
los sencillos. El venía a revelar el verdadero rostro de Dios: dador de vida y
amor, Padre que no puede soportar el sufrimiento de sus hijos y que quiere que
los hombres sean verdaderamente libres, que sean dichosos y que construyan su
felicidad compartiendo el amor y viviendo como hermanos.
Jesús tenía
que enseñar a los hombres que lo que puede salvar al mundo de éstos no es ni el
poder, ni el dinero, ni la violencia, ni la sabiduría que justifica todo esto;
que lo único que puede salvar a la humanidad es el amor.
Y por eso se
dejó matar: por amor. Para ser fiel a su compromiso de amor y para enseñarnos
cómo es posible amar hasta la muerte.
«... Y EXHALÓ EL ESPÍRITU»
Por eso, al
exhalar su último suspiro, entregó su Espíritu
-el Espíritu
de Dios, que el poseía en plenitud-, como el último y definitivo acto de su
compromiso de amor con sus hermanos los hombres. Era parte esencial de su
misión: tenía que ofrecer el Espíritu a los hombres para que, con la fuerza de
ese Espíritu, fueran capaces de amar a los demás más que a sí mismos, para que,
amando de ese modo, fueran haciéndose hijos de Dios y hermanos unos de otros. Y
así, de su amor, llevado hasta la exageración en la cruz, nace la posibilidad
para cada hombre de llegar a ser hijo de Dios y de vivir como hermanos de los
hombres.
Así, lo que parecía su derrota se
convirtió en la manifestación de su gloria: «Verdaderamente éste era Hijo de
Dios».
II
Al contrario que en Mc, es
Judas quien pide dinero por entregar a Jesús (v. 14). Judas es el hombre que
no ha hecho la opción por la pobreza (5,3), y el afán de dinero lo ha llevado
a traicionar el mensaje (13,22). El precio que los sumos sacerdotes ponen a
Jesús se encuentra en Zac 11,12 (LXX). Las treinta monedas de plata eran el
precio de un esclavo (Ex 21,32).
La escena tiene lugar "el
primer día de los Azimos" (fiesta de los panes sin levadura), la tarde de
la víspera de Pascua. Son los discípulos los que recuerdan a Jesús que ha de
ser preparada la cena. Jesús, consciente de que "su momento" -el de
su muerte- está cerca, manda a todos los discípulos a dar el recado a un
desconocido.
"Caída
la tarde se puso a la mesa con los Doce" (v. 20). "Los Doce" se
identifican con "sus discípulos"; se ve el valor simbólico del
número, que designa al grupo como el Israel mesiánico. Jesús anuncia la
traición, provocando la tristeza y la inseguridad de ellos (v. 21); "mojar
en la misma fuente" era gesto de amistad e intimidad.
Y añade:
"El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero ¡ay de ese hombre
que va a entregar al Hijo del hombre! Más le valdría a ese hombre no haber
nacido". Hay una clara oposición entre "el Hijo del
Hombre" y "ese hombre", es decir, entre el portador del Espíritu
de Dios (3,16) y el que carece de él. Al entregar al Hijo del hombre a la
muerte, Judas elimina de sí mismo todos los valores propios del Hijo del hombre
y pretende acabar definitivamente con ellos. Renuncia para siempre a su
plenitud humana. Prefiere el dinero a su propio ser. La vida del hombre es un
camino hacia la plenitud; quien renuncia a ella se condena él mismo al fracaso;
más le valdría no haber nacido.
"Entonces
reaccionó Judas, el que lo iba a entregar, diciendo: -¿Acaso soy yo, Rabbí?
Jesús respondió: -Tú lo has dicho (v. 25). Jesús va estrechando el circulo de
los posibles traidores (v. 21: «uno de vosotros»; v. 23: "Uno que ha
mojado en la misma fuente que yo"). A la primera denuncia todos
reaccionan, excepto Judas: "Ellos, consternados, empezaron a replicarle
uno tras otro: ¿Acaso soy yo, Señor?" (v. 22).
A la
segunda, Jesús se ve forzado a reaccionar: "Tú lo has
dicho" (v. 25).
Sin reproche alguno, Jesús
identifica al traidor, aunque no necesariamente a los oídos de todos. Es su
último esfuerzo para que Judas tome conciencia de lo que va a hacer y
recapacite.
“Cuerpo” significaba la persona en
cuanto identificable y activa; “sangre” (símbolo de la muerte violenta)
denotaba también a la persona en cuanto entregada a la muerte.
El
sentido inmediato del pan es el de alimento, y como tal indispensable para la vida.
Al mismo tiempo, era símbolo de la Ley. Al identificar Jesús el pan con “su
cuerpo” sustituye el código de la alianza antigua por el de la suya: la norma
de vida para el discípulo es él mismo, su persona y su actividad. Invita a los
discípulos a comer el pan, es decir, a asimilarse a su persona; es una
expresión del seguimiento. La bendición que pronuncia Jesús pone este relato en
relación con el primer episodio de los panes (14,19). La entrega de los
discípulos a la gente, simbolizada por el reparto del pan, se hace posible por
esta entrega de Jesús a ellos y la identificación de ellos con Jesús.
Al
darles este pan, simboliza Jesús su entrega a ellos por amor; ellos, a su vez,
deberán entregarse a todos en el pan que repartan. Mt no constata que los
discípulos comiesen el pan.
La
copa es símbolo de pasión y de muerte. La acción de gracias pone el relato en
relación con el segundo episodio de los panes (15, 35s).
III
Pedimos disculpas a quienes
buscarán un comentario «normal» -que esperamos podrán encontrar fácilmente en
la red-. Esta vez nosotros vamos a tratar de hacer un comentario pensando en
aquellas personas que -como también nosotros ante el comentario que teníamos ya
redactado- se sienten mal ante ese ámbito de conceptos bíblicos que se repiten
y enlazan indefinidamente sin salir de un ambiente en el que muchos de nosotros
-que pensamos como personas seculares, de la calle, con las preocupaciones
diarias de la vida- sentimos que casi nos asfixiamos.
En efecto, muchos de nuestros
comentarios bíblicos al uso pareciera que se mueven en «otro mundo», un mundo
propio de referencias bíblicas intrasistémicas, que funcionan con una lógica
particular diferente, y que están de antemano inmunizados contra toda crítica,
porque, en ese ambiente bíblico-litúrgico al que están destinados, en las
homilías, todo debe ser recibido sin discusión, sin espíritu crítico y «con
mucha fe». Los que tenemos una fe más o menos crítica, una fe que no quiere
dejar de ser de personas de hoy y de la calle, nos preguntamos: ¿es posible
celebrar la semana santa de otra manera? ¿Así como buscamos «otra forma de
creer», hay «otra forma de celebrar y acoger la semana santa»?
Veamos. Comencemos preguntándonos:
¿qué sienten, qué sentimos, ante la semana santa, muchas personas creyentes de
hoy?
Muchos creyentes adultos
(trabajadores, profesionales de las más variadas ramas, y también
intelectuales, o simples personas cultas) se sienten mal cuando, en semana
santa, por la especial significación de tales días, o por acompañar a la
familia -y con el recuerdo de una infancia y juventud tal vez religiosa-,
entran en una iglesia, captan el ambiente, y escuchan la predicación. Se
sienten de pronto sumergidos de nuevo en aquel mundo de conceptos, símbolos,
referencias bíblicas... que elaboran un mensaje sobre la base de una creencia
central que fuera del templo uno nunca se encuentra en ningún otro dominio de
la vida: la «Redención». Estamos en semana santa, y lo que celebramos -así
perciben en el templo- es el gran misterio de todos los tiempos, lo más
importante que ha ocurrido desde que el mundo es mundo: la «Redención»... El
«hombre» fue creado por Dios (sólo en segundo término la mujer, según la
Biblia), pero ésta, la mujer, convenció al varón para que comieran juntos una
fruta prohibida por Dios. Aquello fue la debacle del plan de Dios, que se vino
abajo, se interrumpió, y hubo de ser sustituido por un nuevo plan, el plan de
la Redención, para redimir al ser humano que está en «desgracia de Dios» desde
la comisión de aquel «pecado original», debido a la infinita ofensa que dicho
«pecado» le infligió a Dios.
Ese nuevo plan, de Redención, exigió
la «venida de Dios al mundo», mediante su encarnación en Jesús, para asumir así
nuestra representación jurídica ante Dios y «pagar» por nosotros a Dios una
reparación adecuada por semejante ofensa infinita. Y es por eso por lo que
Jesús sufrió indecibles tormentos en su Pasión y Muerte, para «reparar» la
ofensa, redimiendo de esa forma a la Humanidad, y consiguiéndole el perdón de Dios
y rescatándola del poder del demonio bajo el que permanecía cautiva.
Ésta es la interpretación, la
teología sobre la que se construyen y giran la mayor parte de las
interpretaciones en curso durante la semana santa. Y éste es el ambiente ante
el que muchos creyentes de hoy se sienten mal, muy mal. Sienten que se
asfixian. Se ven trasladados a un mundo, que nada tiene que ver ni con el mundo
real de cada día, ni con el de la ciencia, el de la información, o el del
sentido más profundo de su vida. Por este malestar, otros muchos cristianos no
sólo se han marchado de la semana santa tradicional, sino de la Iglesia.
¿Hay otra forma de entender la
Semana Santa, que no nos obligue a transitar por el mundo manido de esa
teología en la que tantos ya no creemos?
¿«No creemos», hemos dicho? Ante
todo hay que decir -para alivio de muchos- que efectivamente, se puede no creer
en tal teología. No se trata de ningún «dogma de fe» (aunque lo fuera, tampoco
ello la haría creíble). Se trata de una maravillosa construcción interpretativa
del misterio de Cristo, debida a la genialidad medieval de san Anselmo de
Canterbury, que desde su visión del derecho romano, construyó, «imaginó» una
forma de explicarse a sí mismo, en aquel contexto cultural, el sentido de la
muerte de Jesús. Estaba condicionado por muchas creencias propias de la Edad
Media, e hizo lo que pudo, y lo hizo bien: elaboró una fantástica
interpretación que cautivó las mentes de sus coetáneos tanto, que perduró hasta
el siglo XX. Habría que felicitar a san Anselmo, sin duda.
El Concilio Vaticano II es el primer
momento eclesial que supone un cierto abandono de la hipótesis de la Redención,
o una interpretación de la significación de Jesús más allá de la Redención. Por
supuesto que en los documentos conciliares aparece la materialidad del
concepto, numerosas veces incluso, pero la estructura del pensamiento y de la
espiritualidad conciliar van ya mucho más allá. El significado de Jesús para la
Iglesia posconciliar -no digamos para la Iglesia con espiritualidad de la
liberación- deja de pasar por la redención, por el pecado original, por los
terribles sufrimientos expiatorios de Jesús y por la genial «sustitución penal
satisfactoria» ideada por Anselmo de Canterbury... Desaparecen estas
referencias, y cuando sorpresivamente se oyen, suenan extrañas,
incomprensibles, o incluso suscitan rechazo. Es el caso de la película de Mel
Gibson, que fue rechazada por tantos espectadores creyentes, no por otra cosa
que por la imagen del «Dios cruel y vengador» que daba por supuesta, imagen
que, evidentemente, hoy no sólo ya no es creíble, sino que invita
vehementemente al rechazo.
¿Cómo celebrar la semana santa
cuando se es un cristiano que ya no comulga con esas creencias? Uno se siente
profundamente cristiano, admirador de Jesús, discípulo suyo, seguidor de su
Causa, luchador por su misma Utopía... pero se siente mal en ese otro ambiente
asfixiante de las representaciones de la pasión al nuevo y viejo estilo de Mel
Gibson, de los viacrucis, los pasos de semana santa, las meditaciones las siete
palabras, las horas santas que retoman repetitivamente las mismas categorías
teológicas del san Anselmo del siglo XI... estando como estamos en un siglo
XXI...
Debajo de la semana santa que
celebramos no dejan de estar, allá, lejos, bien al fondo de sus raíces
ancestrales, las fiestas que los indígenas originarios ya celebraban sobre la
base cierta del equinoccio astronómico. Se trata de una fiesta que ha
evolucionado muy creativamente al ser heredada de un pueblo a otro, de una a
otra cultura, de una religión a otra. Una fiesta que fue heredada y recreada
también por los nómadas israelitas como la fiesta del cordero pascual, y
después transformada por los israelitas sedentarios como la fiesta de los panes
ácimos, en recuerdo y como reactualización de la Pascua, piedra angular de la
identidad israelita... Fiesta que los cristianos luego cristianizaron como la
fiesta de la Resurrección de Cristo, y que sólo más tarde, con el devenir de
los siglos, en la oscura Edad Media, quedó opacada bajo la interpretación
jurídica de la redención, por obra del genial san Anselmo de Canterbury..
¿Por qué quedarse, pues, prendidos
de una interpretación medieval, cautivos de una teología y una interpretación
que no es nuestra, que ya no nos dice nada, y que podríamos abandonar porque ya
cumplió su papel? ¿Por qué no sentirse parte de esta procesión tan humana y tan
festiva de interpretaciones y hermenéuticas, de mitos y «grandes relatos»
incesantemente renovados y recreados, y aportar nosotros también a esta trabajada
historia nuestra propia parte, lo que nos corresponde hoy, con creatividad,
responsabilidad y libertad? No podemos dejar de pensar que «Otra semana santa
es posible»... ¡y urgente!
No vamos a desarrollar aquí, ahora,
una nueva interpretación de estas fiestas. Bástenos por hoy cumplir una
pretensión doble: aliviar a los que se sentían culpables del deseo de que «otra
semana santa es posible», por una parte, y, por otra, de invitar a todos a la
creatividad, libre, consciente, responsable y gozosa. No en todas partes o en
cualquier contexto será posible, pero sí lo será en muchas comunidades
concretas. Si no lo es en la mía, podría serlo en alguna otra comunidad más
libre y creativa que tal vez no esté muy lejos de la mía... ¿por qué no
preguntar, por qué no buscarla?
Aunque los señalaremos concretamente
en los próximos días, recordamos que los temas de la Pasión de Jesús están
recogidos ampliamente en la serie «Un tal Jesús», principalmente en los
episodios 106 a 126. Los audios y los guiones de estos episodios pueden
recogerse libremente de http://www.untaljesus.net Por su carácter dramatizado, y
por la mentalidad crítica con la que ya pudo ser escrita hace casi treinta
años, la serie «Un tal Jesús» representa, de un modo sumamente pedagógico, la
visión de la vida de Jesús desde la perspectiva de la teología de la
liberación.
- La serie «Otro Dios es posible»,
de los mismos autores, tiene un capítulo, el 85, titulado «¿Los judíos mataron
a Cristo?», que puede ser útil para suscitar un diálogo-debate sobre el tema.
Su guión y su audio puede recogerse enhttp://www.emisoraslatinas.net/entrevista.php?id=180085
Para el simple estudio de la
continua sucesión de interpretaciones de las fiestas a lo largo de la historia
de Israel, se puede recurrir a Fiesta en honor de Yavé, de Thierry Maertens
(disponible en la biblioteca de Koinonía: servicioskoinonia.org/biblioteca).
Como bibliografía para recuperar,
desde la perspectiva de la liberación, lo mejor de la visión clásica de la
teología respecto a la pasión y muerte de Jesús, recomendamos el excelente
libro de BOFF Pasión de Cristo, Pasión del mundo (Sal Terrae en España,
Indoamerican Press en Colombia, Vozes en Brasil...). Del mismo autor, el
artículo 217 en la RELaT (http://servicioskoinonia.org/relat): Cómo anunciar hoy la Cruz de
nuestro señor Jesucristo.
No obstante, la recuperación que la
teología de la liberación (TL) hizo de esta temática se queda corta hoy. La TL
releyó la visión tradicional cristiana desde la perspectiva histórica y
reinocentrista y desde la opción por los pobres, sí, pero dejó simplemente a un
lado lo que no creyó recuperable, y no sometió a crítica los supuestos
profundos de la visión clásica; simplemente los ignoró. En ese sentido, la
propuesta de la TL no fue realmente nueva, sino una «propuesta nueva pero desde
los mismos fundamentos»... Hoy esos fundamentos están en crisis, y ahora sólo
nos puede servir una propuesta realmente nueva, es decir, desde presupuestos
nuevos: sin «dos pisos», sin el histórico pecado original, sin un Dios-theos
ahí fuera que se pueda ofender gravemente por un supuesto pecado humano, sin un
Dios antropomórfico que pueda exigir «reparación para con su dignidad
ofendida», sin unos mitos entendidos como narraciones históricas literales...
En este sentido, es el obispo John
Shelby Spong quien con más claridad y valentía está proponiendo reinterpretar
el cristianismo desde una superación radical de este «mito básico cristiano»,
como lo llama él: cfr. el capítulo «Cambiando el mito básico cristiano» de su
reciente libro «Un cristianismo nuevo
para un mundo nuevo» (Editorial Abya Yala,
Quito enero 2011). Véase un artículo exprofesso sobre el tema en la RELaT titulado
«Jesús como rescatador y
redentor: una imagen que debe desaparecer» .
También: Problemas en torno a la
idea de expiación/satisfacción, de Robert J. Daly, en «Selecciones de Teología»
47/188(2008)310-324 (disponible en el portal de la revista,).
Acabaremos recordando que, como es
obvio, la problemática de la Redención no es del Domingo de Ramos, ni siquiera
de la semana santa... sino de todo el cristianismo; afrontarla -tratando de
«agarrar valientemente el toro por los cuernos» no es tarea para un domingo ni
para una semana, sino para todo el año... Pero un domingo de ramos es una buena
ocasión para plantearlo más detenidamente. Lo dejamos en manos de ustedes, lectores,
personas individuales y comunidades lectoras...
Para la revisión de vida
Comienza la «semana mayor» de todo
el año. La semana santa se ha convertido en muchos lugares en una minivacación.
Sugerencia: aprovechar bien la oportunidad de la semana santa. Si tengo
posibilidad, dedicar esta «vacación» a atender lo que en la agitada vida diaria
me veo imposibilitado de cuidar suficientemente: mi profundidad, mi oración, mi
paz interior, el respaldo de coherencia interna que quiero dar a mi compromiso externo...
Si tengo la suerte de
encontrar una comunidad cristiana con inquietudes de búsqueda y de renovación,
tal vez puedo sugerir la posibilidad de vivir una semana santa diferente, de
renovación radical de la mentalidad teológica, de replanteamiento de nuestra
comprensión cristiana y de reiniciación de nuestra experiencia religiosa... Si
no tengo la suerte de conocer ninguna de esas comunidades, tal vez puedo hacer
el esfuerzo por buscarlas...
Para la reunión de grupo
La semana santa puede ser buena ocasión
para dar un repaso a las hipótesis teológicas más conocidas sobre la muerte de
Jesús y su valor salvífico. Un buen material para preparar una exposición
inicial en la reunión de grupo, o un libro para tenerlo todos y estudiarlo y
comentarlo es “Pasión de Cristo, Pasión del Mundo”, de Leonardo BOFF, con
ediciones en varias editoriales y países ya citados…
La semana santa es la «semana mayor»
y el triduo sacro es el la concentración de la celebración pascual, y la
vigilia pascual es el momento culminante. Será bueno preguntar a algunas
personas mayores que recuerden cómo eran las celebraciones de la Semana Santa
antes de la reforma de Pío XII en 1950, con sus notorias diferencias con el
modo actual. Y cabe preguntar: ¿por qué la vigilia pascual no ha entrado
todavía en la conciencia del pueblo cristiano como lo que es: el centro de todo
el año litúrgico?
Se puede montar diferentes reuniones
de estudio sobre la pasión de Jesús y/o los temas propios de la semana santa en
general tomando como base algunos de los capítulos de la serie «Un tal Jesús»,
principalmente del 106 al 126. Los audios y los guiones pueden ser recogidos
de www.untaljesus.net
Los textos más arriba citados de
John Shelby Spong pueden servir también para un estudio y debate sobre el tema.
Muy probablemente, tales debates nos dejarán la conclusión preocupante de que
si la Redención necesita ser reentendida -o abandonada, como dice Spong- es
todo nuestro cristianismo el que necesita reformulación, y nos resulta por
tanto urgente rehacer nuestra formación cristiana... Buena conclusión. Pero no
la dejemos ahí: obedezcámosle, pongámonos en movimiento.
Aunque no estamos acostumbrados a
hacerlo, también puede ser una buena actividad de grupo escuchar la Pasión
según san Mateo, de Johan Sebastian BACH, presentada y comentada previamente
por un buen conocedor de la misma, incluyendo ahí sus aspectos teológicos
peculiares, de Bach como músico, y del texto o libreto.
Para la oración de los fieles
Para que la Iglesia, siguiendo el
ejemplo de Jesús, lleve su obediencia al Padre y su servicio a las personas
hasta las últimas consecuencias. Roguemos al Señor...
Para que los gobernantes sirvan a
los intereses de los pueblos y no a sus propias aspiraciones. Roguemos...
Para que los pobres y los oprimidos
sean los primeros en obtener el respeto a sus derechos y la justicia para sus
vidas. Roguemos...
Para que mostremos nuestra devoción
a Cristo crucificado siendo solidarios con los crucificados de nuestro tiempo.
Roguemos...
Para que sepamos descubrir y
transmitir la fuerza del amor de Dios en medio de las dificultades, los
sufrimientos, y la muerte. Roguemos...
Para que todos los difuntos
compartan la resurrección de Cristo, igual que han compartido ya con él la
muerte. Roguemos...
Oración comunitaria
Dios, Padre nuestro, tú
enviaste a tu Hijo entre nosotros, para que descubramos todo el amor que nos
tienes. Y cuando nosotros respondemos a ese amor con nuestro rechazo, matando a
tu hijo, Tú no te echaste atrás sino que seguiste adelante con tu plan de ser
nuestro mejor amigo. Ablanda nuestros corazones para que sepamos responder a tu
amor con el nuestro. Por Jesucristo.
O bien:
Oh
Dios, Padre Universal, de todos los pueblos y de todos los hombres y mujeres,
en quienes has depositado, por medio de sus culturas y religiones, la sed de
encontrarse consigo mismos y contigo, Fuente Originaria. Te pedimos que en la
renovación anual de estas fiestas que se avecinan, tan tradicionales y
ancestrales, nos sintamos en comunión con todos los hombres y mujeres que te
buscan a Ti y buscan también el sentido de su vida, entre mitos, ritos,
símbolos y grandes relatos. Nosotros lo celebramos desde el seguimiento de
Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro, cordialmente unidos a todos los pueblos y
religiones que también te buscan y contemplan. Gracias. Amén. Axé. Aleluya.
Los comentarios que se adjuntan se toman de diversos libros,
editados por Ediciones El Almendro de Córdoba, a saber:
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro.
- Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en www.elalmendro.org
- El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro.
- Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en www.elalmendro.org
- El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico
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