domingo, 3 de septiembre de 2023

Carta de un poeta a otro Machado - Unamuno

  Carta del poeta Antonio Machado a Miguel de Unamuno



Contenido:

-Claves de lectura.

-Carta de Antonio Machado a Miguel de Unamuno.

-Comentario:

-Liturgia Eucarístia.

-Catedral de Granada.

-Parroquia del Espíritu Santo de Granada.


Claves de lectura:

1-“…creo yo leer en Jesús- ama a tu hermano, que es igual a ti, pero que no eres tú; reconocerás en él a un hermano; pero lo que hay de común entre nosotros es la sangre de Dios mismo, vuestro padre… El amor fraternal nos saca de nuestra soledad y nos lleva a Dios. Cuando reconozco que hay otro yo, que no soy yo mismo ni es obra mía, caigo en la cuenta de que Dios existe y de que debo creer en Él como en un padre.” Con estas afirmaciones Machado está anticipándose al pensamiento de Levinas al pensar el Otro como una realidad distinta totalmente al Yo, abriéndose al plano ético y religioso.


2.-“ Cristo, el verdadero transmutador de valores”; Machado está cuestionando el pensamiento de Nietzsche y de sus intérpretes.


3.-En la última parte de la carta hay un cuestionamiento del pensamiento Idealista alemán (Hegel).


Carta de Antonio Machado a Miguel de Unamuno -16 de enero de 1918:


“Amar no es deleite sino sacrificio. No hubiera Cristo ordenado el amor como tarea infinita si hubiese creído que podía el hombre hacerse la barba y aguzarse el bigote mirándose en el alma de su prójimo. Con el inmenso amor que sientes por ti mismo -creo yo leer en Jesús- ama a tu hermano, que es igual a ti, pero que no eres tú; reconocerás en él a un hermano; pero lo que hay de común entre nosotros es la sangre de Dios mismo, vuestro padre. / Tal me parece a mí el sentido del Evangelio y la gran revelación del Cristo, el verdadero transmutador de valores. La humildad es un sentimiento cristiano, porque el amor que Cristo ordena es un amor sin orgullo, sin deleite en nosotros ni en nuestra obra; nosotros no podríamos engendrar el objeto de nuestro amor, a nuestro hermano, obra de Dios. El amor fraternal nos saca de nuestra soledad y nos lleva a Dios. Cuando reconozco que hay otro yo, que no soy yo mismo ni es obra mía, caigo en la cuenta de que Dios existe y de que debo creer en Él como en un padre. Siempre me pareció que la filosofía moderna, habiendo instituido en dogma la necesidad de separar la razón de la fe, olvida demasiado la profunda significación del cristianismo. Hace de la filosofía una reflexión sobre la ciencia, sobre el pensamiento mismo, lo que, en resumidas cuentas, es una reacción hacia la vieja fe, hacia la superstición eleática que identiza el ser con el pensar. Pero, entonces, ¿a qué vino Cristo al mundo? Él nos reveló valores universales que no son de naturaleza lógica, los nuevos caminos de corazón a corazón por donde se marcha tan seguro como de un entendimiento a otro, y la verdadera realidad de las ideas, su contenido cordial, su vitalidad. / Guerra a la naturaleza, éste es el mandato de Cristo, a la naturaleza en sentido material, a la suma de elementos y fuerzas ciegas que constituyen nuestro mundo, y a la naturaleza lógica, que excluye por definición la realidad de las ideas últimas; la inmortalidad, la libertad, Dios, el fondo mismo de nuestras almas.”



Comentario:

Cuando Machado afirma que el reconocimiento del otro como Otro distinto a mí y no como Obra Mía, me abre a la transcendencia; esto es, un camino hacia el Otro, esa misma apertura me abre a Dios: “el amor fraternal nos saca de nuestra soledad y nos lleva a Dios”. En la liturgia eucarística, tras la reforma del Vaticano II, queda muy acentuado el camino de encuentro hacia el otro y muy desdibujado el encuentro con Dios; como si la misa fuese un mero encuentro entre hombres. Los liturgistas catalanes, pienso en Farnés y otros, acentuaron tanto este encuentro entre los hombres que propagaron que el sagrario no debía estar en el centro del templo sino en un lateral, como hoy lo está, por ejemplo, en la parroquia de la Virgen de Gracia, y si era imposible su traslado, debía ser tapado durante la celebración litúrgica -así estaba en la capilla de la Facultad de Teología de Barcelona, al menos cuando asistí a uno de esos cursos de liturgia-; es más, se nos decía que si no se podía trasladar el sagrario o no se podía tapar durante la celebración eucarística, se debía ignorar, pues el centro era el altar, la mesa común; ejemplo de esto es la celebración en las comunidades neocatecumenales (los kikos); otro ejemplo es que, si bien antes de la reforma litúrgica, el sacerdote miraba en la misma dirección del pueblo, ahora esto está eliminado; se inventaron aquel eslogan: no darle la espalda al pueblo; me pregunto si no hay un camino intermedio que combine ese doble encuentro, entre los hombres  y  de estos con Dios, esto es, ¿no es posible que en un momento de la liturgia el sacerdote se gire y dirija su mirada en la misma dirección que el pueblo, hacia Dios? Pues no se trata de dar la espalda, sino de mirar a Dios todos juntos en un momento determinado; esto llegará. Una liturgia que no mira a Dios es una liturgia hegeliana, tautológica, autorreferencial, idealista en el sentido filosófico; en palabras sencillas: yo me lo guiso yo me lo como; y esto, o bien desemboca en la nada, o en un moralismo sin la Gracia de Dios, es decir, en la nada.



El otro día una profesora de la universidad me decía que la Iglesia está desaprovechando su tradición para dar respuesta a la situación del hombre de hoy (tradición: conjunto de experiencias prácticas, espirituales, e intelectuales heredadas de nuestros antepasados; la tradición no es sino la sabiduría nacida de la vida de los hombres al confrontarse con cuestiones duras y de difícil resolución…); esto es cierto, la historia de la Iglesia no es un juego de poderes políticos; es mucho más. Hacer una lectura en estos términos de la historia de la Iglesia es reducirla también a la nada del juego de este mundo. Un ejemplo: en las últimas celebraciones litúrgicas en la Catedral de Granada, se abrió la Puerta del Perdón para que por ella entrasen los personajes V.I.P. y evitasen el contacto con el pueblo (la catedral tiene otras puertas); por esa Puerta del Perdón miles de granadinos entraron para ganar el Jubileo en el 2.000; imagino que por motivos prácticos se destruyó el simbolismo de dicha puerta; permítanme una ironía: ¿Quiénes eran esos personajes V.I.P.? Un militar que no es general, un obispo sin diócesis y un rector sin seminaristas…, esto es, no era el rey, no era el Papa; claro que si vienen estos y se les hace entrar por la puerta lateral quizás sea una aberración, pues precisamente lo que le da sentido a la presencia de estos es el encuentro con el Pueblo y no el apartarlos y separarlos del mismo. Esta destrucción del lenguaje simbólico por motivos prácticos me ha hecho pensar si los protohombres de la catedral o de la diócesis no se parecen un poco a esa mediocridad que descubrió Hannah Arendt en Eichman y que le llevó a esa fórmula famosa: la banalidad del mal, esto es, todo da igual, qué más da hacer las cosas de una manera u otra, el vacío y la nada cogidos de la mano, las consecuencias no importan. Sin embargo, me ha alegrado mucho ver cómo en el día de la inauguración de la iglesia católica con expresión protestante, parroquia del Espíritu Santo, el pueblo acudía con sus santos y sus cuadros religiosos para convertirla en un templo realmente católico.




1 comentario:

  1. Gracias por compartir tan interesante lectura de verdad que se están perdiendo los valores fundamentales.Que pena.

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