martes, 17 de octubre de 2023

una reunión un vicario y Max Scheler Resentimiento

 Resentimiento

Max Scheler y un Vicario

José Antonio Espejo Zamora



Ayer me comentaron que, una vez, un vicario, en una reunión, insistió en que había que superar el resentimiento; la forma de decirlo es como el gobernante que decreta un mandato legal de obligado cumplimiento; es muy probable que el tal vicario ignore lo que es el resentimiento; por sus palabras, se puede entender que tal cosa se refiere a aquellas personas heridas y que, de alguna manera, verbalizan este malestar.


Para indagar en el resentimiento, debemos acudir al pensador Max Scheler y en concreto a su obra El resentimiento en la moral


Scheler define el resentimiento como “una autointoxicación psíquica con causas y consecuencias bien definidas. Es una actitud psíquica permanente, que surge al reprimir sistemáticamente la descarga de ciertas emociones y afectos, los cuales son en sí normales y pertenecen al fondo de la naturaleza humana… El punto de partida más importante en la formación del resentimiento es el impulso de venganza… El resentimiento queda circunscrito por su base a los siervos y dominados, a los que se arrastran y suplican, vanamente, contra el aguijón de una autoridad… Cuando un servidor maltratado puede <<deshogarse>> en la antecámara, no incurre en esa <<venenosidad>> interna que caracteriza al resentimiento: pero sí, en cambio, cuando ha de ponerse <<a mal tiempo, buena cara>> (como tan plásticamente dice el refrán) y sepulta en su interior los afectos de repulsión y hostilidad.


Tal como lo expone Max Scheler, el resentimiento surge cuando una persona o un pueblo herido, en lugar de expresar las heridas o los daños recibidos, lo que hace es tragárselos poner buena cara frente al que le ha causado el daño; podemos decirlo de otra manera para ser comprendidos: el resentimiento no estaría en aquellos que expresan sus heridas sino en aquellos que, ante tales daños, se las tragan y le hacen la pelota a la autoridad causante del daño.


En el caso que nos ocupa, parece que el vicario lo entendió al contrario que Scheler: si expresas el malestar, estás resentido; si lo reprimes y me expresas con tu buena cara y amables palabras lo bien que va todo y lo buena que es la autoridad, entonces no estás reprimido; pero si el pensador alemán lleva razón es probable que el resentido sea el vicario y no los subordinados. 



Aunque esto es grave, hemos avanzado mucho; en tiempos no lejanos, la autoridad se sentaba en el despacho, cruzaba los brazos, pulgares hacia arriba, para que quedase claro quien mandaba; así, frente a frente, la autoridad increpaba con suavidad al subordinado: creo que estás loco, deberías ir al psiquiatra; el subordinado lo niega y guarda silencio sabe que hablando ya no conseguirá nada; el jefe se eleva y expandiendo los brazos abraza al subordinado; el verdugo piensa que con tal gesto consigue el perdón del empleado; nada más lejos de la realidad; esto, aunque era habitual no era sistemático, no habría sido eficaz, pues el objetivo era infundir miedo, no sólo en el empleado enviado al psiquiátrico, sino también en todos los demás compañeros de trabajo; ésta es una técnica conocida; la empleaba Stalin cuando en cada pueblo había que detener a alguien cada mes, independientemente del comportamiento o del pensamiento del detenido, es más, si el detenido era un hombre fiel al partido, aún mejor, pues generaría un gran desconcierto en el resto de la población; pues si han detenido a un hombre fiel al partido surge la cuestión: ¿Cómo comportarse? Da igual, puedes ser detenido o mandado al psiquiátrico, seas buen o mal comunista, buen o mal capitalista, buen o mal católico; la autoridad se asegura de este modo un pueblo resentido, reprimido, que se come cada día el miedo. Realmente, cuando la autoridad actúa así lo único que consigue es la pura destrucción. En España, esto no ha sucedido desde hace mucho, pues al estar en un Estado de Derecho, tal autoridad habría terminado ante el juez, es un decir.


Nietzsche afirmó que la moral cristiana surge del resentimiento; Max Scheler piensa lo contrario:


-En el mundo antiguo (Grecia y Roma), el amor era un impulso hacia lo perfecto, esto es, hacia lo mejor y por tanto, Dios, que era perfecto, no amaba, o si lo hacía era sólo a sí mismo: Max Scheler: “Todos los pensadores, poetas y moralistas antiguos coinciden en creer que el amor es una aspiración, una tendencia de lo <<inferior>> a lo <<superior>>, de lo <<imperfecto>> a lo <<perfecto>>; todas las relaciones de amor entre los hombres: el matrimonio, la amistad, etc, se dividen en un <<amante>> y un <<ser amado>>; y el ser amado es siempre el más noble, la parte más perfecta y a la vez el prototipo para el ser, querer y obras del amante… Y Platón dice: <<si fuéramos dioses, no amaríamos>> pues en el ser perfectísimo no pude haber ninguna aspiración ni necesidad.” 


-En el cristianismo, el amor se entiende de una manera muy distinta: Dios es amor y Éste se abaja hasta el hombre, el movimiento es contrario al pensamiento griego y romano; Max Scheler: “Aquí se vuelve descaramente la espalda al axioma griego, según el cual el amor es una aspiración de lo inferior a lo superior. A la inversa, el amor debe mostrarse justamente en el hecho de que lo noble se rebaje y descienda hasta lo innoble, el sano hasta el enfermo, el rico hasta el pobre, el hermoso hasta el feo, el bueno y santo hasta el malo y vulgar, el Mesías hasta los publicanos y los pecadores.” Aquí podríamos recordar cómo el vicario o bien no era tan noble o bien seguía el dictado griego y no el cristiano. Max Scheler apunta a otra diferencia entre el mundo griego y el cristianismo pues para el cristianismo el amor no es un acto de la sensibilidad sino del espíritu, no se trata de pura afectividad. El pensador alemán apunta a algo realmente interesante y que tocó mucho el mundo de la psicología: “Cuanto más larga y profundamente medito sobre esta cuestión, tanto más claro veo que la raíz del amor cristiano está por completo libre de resentimiento, pero que, por otro lado, ninguna idea es más apta para ser recogida por un resentimiento preexistente y aprovechada en pro de sus tendencias, simulando la emoción correspondiente. Esto, con frecuencia, llega hasta un extremo tal, que ni el ojo más perspicaz puede decir si está delante de un auténtico amor, o sólo ante un resentimiento que se ha apropiado de la expresión del amor.” Aquí nos encontramos con el tipo  que describirá Freud, Jung y el eneagrama: personas que se lanzan a ayudar a los demás cuando realmente lo que esconden es un interés manipulativo del otro, impulso altamente destructor.


Scheler, aludiendo a  textos evangélicos en los que Jesús nos invita a no preocuparnos por lo que vayamos a comer y beber o cuando describe la belleza de los lirios que Dios viste con más magnificencia que a Salomón, subraya la confianza de Cristo en la vida, la falta de miedos; Scheler: “El amar y sacrificarse de esta forma por el débil, el enfermo, el humilde, etc., nace, pues, de la interior seguridad y propia plenitud vital. Y cuando más honda y céntrica sea, no sólo esta seguridad vital, sino aquella otra seguridad y felicidad, aquel saberse seguro en el castillo del último ser mismo (Jesús lo llama el Reino de Dios), tanto más puede y debe el hombre ver, con casi juguetona indiferencia, su destino en esas zonas periféricas de la existencia donde hay aún dicha y desgracia, agrado y desagrado, placer y dolor.


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