viernes, 27 de febrero de 2015

homilía lecturas evangelio segundo domingo cuaresma ciclo B domingo 1 marzo 2015

 LUZ DEL DOMINGO 

Domingo, 1 de marzo de 2015

SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA
CICLO B


Primera lectura: Génesis 22,1-2.9-13.15-18
Canto interleccional: Salmo 115
Segunda lectura: Romanos 8,31b-34
EVANGELIO
Marcos 9, 2-10
 1Y añadió:
-Os aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin haber visto llegar el reinado de Dios con fuerza.
2A los seis días Jesús se llevó consigo a Pedro, a San­tiago y a Juan, los hizo subir a un monte alto, aparte, a ellos solos, y se transfiguró delante de ellos: 3sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como ningún ba­tanero en la tierra es capaz de blanquear.
4Se les apareció Elías con Moisés; estaban conversando con Jesús. 5Reaccionó Pedro diciéndole a Jesús:
-Rabbí, viene muy bien que estemos aquí nosotros; podríamos hacer tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
6Es que no sabía cómo reaccionar, porque estaban ate­rrados.
7Se formó una nube que los cubría, y hubo una voz desde la nube:
-Este es mi Hijo, el amado: escuchadlo.
8Y, de pronto, al mirar alrededor, ya no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos.
9Mientras bajaban del monte les advirtió que no conta­sen a nadie lo que habían visto hasta que el Hombre resu­citase de la muerte.



COMENTARIOS
 I
 NO A LO DE SIEMPRE
Pertenecían al grupo de los doce y formaban un trío inseparable del Maestro. Se llamaban Simón (= Dios escucha), Santiago (= Jacob) y Juan (=Dios agracia). Pero estos nombres no les iban demasiado bien; le venían grandes. Jesús les confeccionó otros a su medida: a Simón lo apodó "Pedro"(= piedra), tal vez aludiendo a su obstinado modo de pensar, y a los otros dos hermanos los llamó "Boanerges" (= hijos del trueno, fulminantes como rayos).
Eran pescadores de profesión, de las clases populares, de los de abajo, del pueblo que lucha por sobrevivir. Sin embargo no habían elegido esta situación, ni la querían. Aspiraban a más.
Un buen día se encontraron con el Maestro y pensaron que se les presentaba la oportunidad de su vida; al fin podrían salir del anonimato y abandonar la monotonía de la vida obrera, llegarían a grandes; con una poca suerte podrían contarse entre los de arriba, mandar, dominar y ocupar los primeros puestos del reino que instauraría su Maestro.
Jesús pensó que eran buenos hombres, pero que andaban un poco equivocados de ideas: tendría que dedicar a ellos más horas, necesitarían clases particulares intensivas para llegar a comprender qué clase de Maestro era y qué reino venía a instaurar.
El sitio elegido para una de estas lecciones fue el monte de la transfiguración. "Jesús cogió a Pedro, a Santiago y a Juan y subió con ellos solos a una montaña alta y apartada (lo de subir les iba bien; menos les gustaría bajar). Allí se transfiguró delante de ellos: sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no es capaz de blanquearlos ningún batanero del mundo (bonita imagen para expresar la presencia de Dios en Jesús). Se les aparecieron Moisés y Elías conversando con Jesús"; hablaban, según Lucas, de su muerte inminente.
"Intervino entonces Pedro y le dijo a Jesús: Maestro, viene muy bien que estemos aquí nosotros; podríamos hacer tres chozas; una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Estaba tan espantado que no sabía lo que decía".
Pedro había intervenido para impedir lo que se avecinaba: mejor era quedarse en lo alto del monte que bajar de nuevo para seguir hasta Jerusalén donde era previsible que las autoridades acabaran con la vida del Maestro.
Lo de siempre. Los de abajo -Pedro y los suyos- desean subir para quedarse arriba, y cuando están arriba, no quieren bajar, sino permanecer allí para siempre. Pero Jesús, tras la transfiguración, especie de avance de la resurrección, los invita a bajar con él, a volver a la gente, al mundo, a la tarea cotidiana y al servicio hasta la muerte, si fuese preciso. Es a este Jesús, que no se queda en las alturas, a quien hay que escuchar, según ordena la voz: "Este es mi Hijo, el predilecto, escuchadle".
El había venido para que dejara de haber unos arriba y otros abajo, proyecto que no se hará realidad mientras los de abajo no renuncien a subir y quedarse arriba, y los de arriba no se abajen por amor. Utópico proyecto que si se realizara daría luz verde a un mundo feliz y sin opresión.

II
 OTRA TENTACIÓN: LA FUGA
La huida para aislarse en un pequeño paraíso individual en una choza en cualquier sitio, al aire libre en el campo... o en la celda de un convento. Con sólo lo necesario para vivir. Sin lujos, sin ambiciones..., pero sin problemas. Casi no parece una tentación, pero lo es. Y muy peligrosa.
 
EL CANSANCIO DEL CAMINO
Como le sucedió a Jesús, no nos va a resultar fácil mante­ner hasta el final nuestro compromiso de lucha por convertir este mundo en un mundo de hermanos. Y, además del resto de las tentaciones, en algún momento de la marcha aparecerán el cansancio, la desilusión y el deseo de construirnos un paraíso pequeño, a nuestra medida, para pararse a descansar... definitivamente. No se trata de renunciar a la meta; es una tentación mucho más fina: es pretender adelantar la meta para uno solo, o sólo para unos pocos, y abandonar la tarea de ofrecer a otros la posibilidad de fijarse esa misma meta. «Si nadie nos hace caso, ¿por qué no nos retiramos a algún sitio tranquilo en el campo y allí, sin ambiciones, pero sin hacernos más ilusiones, descansamos y ponemos en práctica nuestro ideal cristiano de vivir como hermanos?» Así se podría presen­tar esta tentación.

FRACASAR NO ES UN FRACASO
Jesús se llevó consigo a Pedro, Santiago y Juan y los hizo subir a un monte alto, aparte, a ellos solos. Allí se transfiguró delante de ellos: sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como ningún batanero en la tierra es capaz de blanquear.
Los discípulos de Jesús acababan de sufrir el impacto de un anuncio para ellos preocupante: Jesús les acababa de decir que iba a morir asesinado por los poderosos de su tierra y que todos sus seguidores debían estar dispuestos a correr la misma suerte; pero que ni su muerte ni la de los suyos serían definitivas, sino que al final vencería la vida (Mc 8,34-38). Probablemente se dio cuenta de que sus discípulos no queda­ban demasiado convencidos y quiso ofrecer a tres de ellos un anticipo de esa victoria. Es lo que nos cuenta el evangelio de este domingo: Jesús ofrece a Pedro, Santiago y Juan, los tres discípulos más preocupados por el triunfo de Jesús o por su propio éxito, la oportunidad de gozar de una experiencia que les hará comprender que lo que a los ojos de este mundo es una derrota, la muerte, no lo es en realidad. La transfiguración, como tradicionalmente se ha llamado a este pasaje, es la ex­periencia anticipada de la victoria de Jesús sobre la muerte. Jesús va a morir, sí; pero su muerte no será para siempre. El vive con la vida de Dios y esa vida es definitiva. Su fracaso no será un fracaso.
 
LA TENTACIÓN DE LA HUIDA
En apoyo de lo que allí está sucediendo aparecen Moisés y Elías, que simbolizan el conjunto de la antigua religión de Israel. Para Pedro, Santiago y Juan no hay que buscar más; su esperanza está realizada: el Mesías ha triunfado. Este era el objetivo y ya se ha cumplido. Y propone que todo se detenga allí: «Rabbí, viene muy bien que estemos aquí noso­tros; podríamos hacer tres chozas: una para ti, otra para Moi­sés y otra para Elías.»
Dos peligros acechan escondidos en la propuesta de Pe­dro. Por un lado, la pretensión de parar la historia de la liberación de la humanidad poniendo al mismo nivel la Ley y los Profetas y el mensaje de Jesús de Nazaret. Para él, en este momento, Jesús no aporta nada nuevo a la Ley y a la liberación de la esclavitud de Egipto (Moisés) ni a los mensajes de los profetas (Elías) que urgían a su pueblo a realizar en profundidad aquella liberación; por eso quiere colocar a la par a Jesús y a Moisés y Ellas: «podríamos hacer tres cho­zas...».
Por otro lado, Pedro olvida que el mundo no se acaba en aquel monte y que allá abajo queda todavía mucho trabajo que realizar, muchos hombres y mujeres que aún no han llegado ni siquiera al nivel de libertad que Dios hizo posible para su pueblo por medio de Moisés. De esta manera, Pedro está proponiendo a Jesús que deje sin efecto el compromiso que asumió en su bautismo. Y eludiendo la exigencia que Jesús había planteado a todos sus discípulos: seguir, también ellos, hasta el final su camino.

UNA OFERTA NUEVA
La voz de Dios devuelve a Pedro a la situación presente: «Este es mi Hijo, el que yo quiero: escuchadlo a él.» Moisés y Elías ya no tienen nada que decir a los discípulos (de hecho no hablan con ellos); sólo a él, a Jesús, a quien Dios llama Hijo suyo, hay que escuchar; la Ley y los Profetas ya están cumplidos. Para el momento presente Dios tiene una oferta nueva que presenta por medio de Jesús: convertir este mundo en un mundo de hermanos en el que todos los hombres puedan vivir felices. Esa posibilidad sólo se ofrece por medio de Jesús, «y de pronto, al mirar alrededor, ya no vieron a nadie más que a Jesús sólo con ellos», y el camino para lograr que se realice pasa por la entrega sin condiciones, hasta la muerte, si es preciso. No porque Dios exija sangre, sino por­que los responsables de la injusticia y del sufrimiento que padece la mayoría de la humanidad van a utilizar toda la violencia de que dispongan para que ese mundo de hermanos nunca se haga realidad; y porque esa violencia sólo podrá ser vencida con el amor llevado hasta la entrega de la propia vida superando la tentación de huir ante las dificultades o ante el fracaso, manteniendo firme la confianza en Dios, que hará que la vida venza a la muerte.



III
 v. 1  Y añadió: «Os aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin haber visto llegar el reinado de Dios con fuerza».
Añade Jesús un dicho solemne que estimula la esperanza: El reinado de Dios conocerá un impulso extraordinario dentro de aquella misma generación, debido a la entrada de los paganos en el Reino después de la destrucción de Jerusalén (13,28-32; 14,62); llegará con fuerza de vida para la humanidad (cf. 5,30; 12,24; 13,26; 14,62). Se inaugurará una nueva etapa histórica.
Ante la violenta reacción de Pedro, portavoz del grupo de discípulos, a la predicción sobre el destino del Hijo del hombre (8,32), Jesús quiere convencerlos, mediante una experiencia extraordinaria, de que aceptar incluso la muerte por procurar a otros vida y plenitud humana no signi­fica el fracaso del hombre y de su proyecto vital, sino que, por el contrario, asegura el éxito definitivo de la existencia.
v. 2:  A los seis días Jesús se llevó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, los hizo subir a un monte alto, aparte, a ellos solos, y se transfiguró delante de ellos...
Jesús toma consigo a los tres discípulos más representativos y que mayor resistencia ofrecen al mensaje (3,16s, sobrenombres; cf. 5,37); quiere mostrarles el estado final del Hombre, que, con su entrega, ha superado la muerte (cf. 8,31.35). El monte alto es símbolo de una impor­tante (altura) manifestación divina; la precisión aparte alude, como en los contextos anteriores (4,34; 7,33), a la incomprensión de estos discípulos. La escena anticipa lo que será la condición de resucitado.
vv. 3-4:  ... sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como ningún batanero en la tierra es capaz de blanquear. Se les apareció Elías con Moisés; estaban conversando con Jesús.
El blanco deslumbrador imposible de obtener en este mundo simboliza la gloria de la condición divina (cf. 16,5): Jesús se manifiesta en la pleni­tud de su condición de Hombre-Dios. Dos personajes, Elías (los profetas) y Moisés (la Ley), que representan el AT en su totalidad, se aparecen para ser vistos por los discípulos, pero no hablan con ellos, sino con Jesús; el verbo conversar aparece en Ex 34,35 para indicar que Moisés recibía ins­trucciones de Dios: ahora es todo el AT el que las recibe de Jesús; él es el punto de llegada, la meta a la que tendía toda la revelación anterior: el AT no tiene ya un mensaje directo para los cristianos, su validez o cadu­cidad se juzga a partir de Jesús. Los discípulos deberían comprenderlo.
v. 5: Reaccionó Pedro diciéndole a Jesús: «Rabbí, viene muy bien que estemos aquí nosotros; podríamos hacer tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
La reacción de Pedro es característica: Rabbí (en Mc, sólo en boca de Pedro, 9,5; 11,21, y de Judas, 14,45) era el título honorífico de los maes­tros de la Ley, fieles a la tradición judía: muestra Pedro que la visión no ha cambiado su mentalidad, sigue apegado a esa tradición. Ofrece Pedro la colaboración de los tres (podríamos hacer) y pretende poner en pie de igualdad a Jesús, Moisés y Elías (tres chozas), es decir, integrar el mesia­nismo de Jesús en las categorías del AT: Moisés (liberación de Israel con muerte de los enemigos), Elías (celo reformador y violento, 1 Re 18,40; 19,14ss; 2 Re 1,9-12; Eclo 48,1ss; cf. Mc 1,29-31). No ve en la gloria que se ha manifestado un estado final, cree que pertenece a la vida histórica de Jesús y desea que se ponga al servicio de la restauración de Israel.
v. 6:  Es que no sabía cómo reaccionar, porque estaban aterrados.
El ofrecimiento de Pedro a colaborar ha sido un intento de congra­ciarse a Jesús; de hecho, los tres discípulos sienten terror ante la gloria que se manifiesta en él, que, dada su anterior resistencia, sienten como una amenaza. No comprenden que la visión es un acto de amor de Jesús, que pretende liberarlos de los ideales mezquinos y exclusivistas que limitan su horizonte y les impiden su desarrollo humano.
vv. 7-8: Se formó una nube que los cubría, y hubo una voz desde la nube: «Este es mi Hijo, el amado: escuchadlo». Y de pronto, al mirar alrededor, ya no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos.
La nube es símbolo de la presencia divina (cf. Ex 40,34-38). La voz revela a los discípulos la identidad de Jesús (cf. 1,11) y refrenda su ense­ñanza: es el único a quien deben escuchar (cf. Dt 18,15.18). El AT queda ya sin voz propia; escuchando a Jesús, la comunidad cristiana integra o descarta la doctrina del AT. Termina la manifestación.
v. 9 Mientras bajaban del monte les advirtió que no contasen a nadie lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitase de la muerte.
Como los discípulos la han interpretado mal, no deben divulgar su error. Lo que se ha manifestado es la gloria definitiva del Hombre dota­do de la condición divina, «el Hijo del hombre». Esta denominación, de sentido extensivo, indica que la misma condición gloriosa deberá exten­derse a sus seguidores. Para los tres discípulos, sólo después de la muer­te de Jesús, que mostrará la calidad de su mesianismo, podrá encontrar su contexto interpretativo. Pero debería prepararlos para la escena de Getsemaní (14,33).

 IV
 Después del anuncio de la pasión y del llamado al seguimiento Marcos introduce el relato de la transfiguración (Mc 9, 2-8). Una Pascua “anticipada” junto a una crucifixión igualmente “anticipada”. Después viene la discusión sobre la resurrección y el retorno de Elías (Mc 9,9-13) y la historia de la sanación del niño mudo (Mc 9,14-29). Según Xavier Pikaza, los tres relatos tejen un tríptico eclesial que vincula la experiencia de oración, la fe sanadora y el anuncio de la pasión y la resurrección. Así la experiencia pascual (transfiguración) está unida a la acción liberadora.
Veamos en primer lugar la fuerza simbólica del relato y después “ataremos cabos” para resaltar el mensaje para nuestro HOY:
“Seis días” que evocan los “seis días” de la creación o los “seis años” de trabajo antes del “año sabático”. Es pues, tiempo productivo, de siembra, de actividad, de preparación. En este ambiente sucede la transfiguración. Pudiéramos decir que la transfiguración pertenece a “otro tiempo” que irrumpe en el “tiempo ordinario” con el fin de producir un contraste, un desequilibrio, un llamado de atención, una corrección.
“Tres discípulos”, Pedro, Santiago y Juan en representación de la comunidad discipular conducida por Jesús. La humanidad masculina en camino al encuentro transformador con la divinidad. Quizá por ello más necesitada de la corrección que va a desarrollarse en lo alto del monte.
“Vestidos resplandecientes” para resaltar la transformación, en donde el resplandor y la blancura expresan la profundidad y la integridad del cambio operado. Las primeras comunidades cristianas usaron vestidos blancos recién lavados para simbolizar la nueva vida que se proponían vivir. Los vestidos exteriores son expresión de los profundos cambios en el interior de las personas.
“Tres seres resplandecientes”: Jesús, Moisés y Elías en representación de la “comunidad celestial” en comunión. También masculina. Quizá por ello, el encuentro de las dos comunidades solo suman “seis”. La plenitud del “siete” tendrá lugar mediante la inclusión de la comunidad femenina.
“Tres tiendas”, simbolismo del éxodo y del Dios del éxodo, experiencia tribal originaria y fundacional de Israel. El tiempo de las tiendas es también tiempo de alianza tribal, de solidaridad, de igualdad. En la fiesta de las tiendas sukkot, cada familia hacía una choza y habitaba en ella recordando la salida de Egipto.
Tenemos un énfasis en el simbolismo trinitario: 3 seres celestiales (Jesús, Moisés, Elías), 3 discípulos (Pedro, Juan, Santiago), 3 chozas (éxodo); tres veces tres junto con la gloria de Dios. Tres significa comunidad, perfección, plenitud. Es la propuesta comunitaria de Dios para la humanidad a partir del mismo ser trinitario de Dios. Es el proyecto a construir una vez que se regrese a la llanura.
“Nube” para los pueblos del desierto significa sombra, lluvia, vida, alegría, bendición. Por todo esto, siempre está relacionada con Dios. Es un signo visible de la presencia y la compañía gratificante de Dios. Así lo fue durante la travesía del pueblo por el desierto, Dios caminaba delante de él señalando el camino. La voz y la nube van junto al pueblo, cuando este decide construir el proyecto de Dios.
“Subir el monte alto” evocando Horeb-Sión, lugar donde Moisés y Elías se vieron “cara-a-cara” con Dios. Epifanía que revela el proyecto de Dios y que da fuerza y sabiduría para llevarlo a cabo. Ascenso humanizador, en cuanto capacidad y decisión para realizar lo revelado por Dios.
“Descender del monte” a la llanura para el encuentro y la transformación humana y social. En el descenso, quienes experimentaron la resurrección, discuten sobre la “resurrección de los muertos”. El monte está relacionado con la resurrección y la llanura con la muerte. Evocación de los orígenes de Israel en las montañas tribales en contraste con las llanuras tributarias e idolátricas. Producir tal contraste es la tarea permanente de quienes “descienden del monte”. De ahí el imperativo a descender.
En el camino a Jerusalén era necesaria la transfiguración. Galilea había mostrado el “éxito” del reino de Dios. La comunidad discipular identificó allí la realización de los tiempos mesiánicos relacionados con los milagros de Jesús y con las multitudes necesitadas. La expectativa judía de un Mesías liberador de la opresión romana estaba siendo respondida. La comunidad discipular aún no salía de estos moldes mesiánicos. Cuando Jesús anuncia su pasión y crucifixión, hay alarma y desconcierto. No se entiende un mesianismo que pase por la cruz. Para “corregir” esta situación vivida por la comunidad post-pascual de Marcos, el relato introduce la transfiguración.
 No sabemos cuál sea el contenido materialmente histórico de este relato teológico, ni es importante conocerlo; este relato, como todo el evangelio, no está escrito tanto “para que sepamos” un dato material de la vida de Jesús, sino “para que creamos”, para alimentar nuestra fe subrayando un aspecto de una verdad salvífica (no una verdad física).
Lo que en el sentido profundo se trasmite en el texto es una vivencia fundamental para toda persona humana, que lo fue sin duda también para Jesús: la necesidad de transcender la superficie de las cosas para captar su sentido profundo. En un momento privilegiado de gracia, los discípulos pudieron acceder a una visión más honda de lo que significaba aquél Jesús humilde que les acompañaba “como uno de tantos”. Y eso les dio ánimos y les fortaleció para continuar la “subida a Jerusalén”.
La fe es la que opera esa “transfiguración”; por ella la vida real, tantas veces chata y sin relieve, rutinaria o hasta decepcionante, se “trasfigura”, mostrándonos sus riquezas de sentido, su trasfondo de dimensiones transcendentes, hasta hacernos experimentar incluso que “todo es gracia”... como dijo Bernanos. Ante esa visión transfigurada de la realidad, uno se extasía, siente el deseo de detener el tiempo para contemplar y saborear... Pero esos momentos privilegiados, transfigurados, son excepciones; a lo largo del camino hacia Jerusalén hay pocos montes Tabor...
La fe es la que debe suplir y hacer posible en el fondo del corazón la fuerza para subir al monte Tabor, incluso cuando podamos estar cerca del otro monte, el Calvario… La fe nos puede dar “una visión contemplativa de la realidad”, una visión mayor, penetrante, transfiguradora, anticipadamente escatológica incluso. Este poema de Casaldáliga que les ofrecemos parece expresar algo semejante.
 "Vi un cielo nuevo y una tierra nueva"
 Entonces veré el sol con ojos nuevos
y la noche y su aldea reunida;
la garza blanca y sus ocultos huevos,
la piel del río y su secreta vida.
 Veré el alma gemela de cada hombre
en la entera verdad de su querencia;
y cada cosa en su primero nombre
y cada nombre en su lograda esencia.
 Confluyendo en la paz de Tu mirada,
veré, por fin, la cierta encrucijada
de todos los caminos de la Historia
 y el reverso de fiesta de la muerte.
Y saciaré mis ojos en Tu gloria,
para ya siempre más ver, verme y verte.

Para la revisión de vida
¿Hasta qué punto me fío yo de la Palabra de Dios, como Abraham?, ¿cómo reacciono cuando esa Palabra me trae complicaciones y comporta dificultades a mi vida?
Abraham no se reservó para sí ni a su propio hijo, y eso que era el medio necesario para el cumplimiento de la promesa que Dios le había hecho de tener una numerosa descendencia... ¿También yo soy capaz de ofrecerle y entregarle todo? ¿O hay zonas o realidades de mi vida que yo no estaría dispuesto a entregar a Dios si me lo pidiera?
¿Necesito yo un alto en el camino -como el que proporcionó Jesús a sus tres discípulos en el monte Tabor- para verle transfigurado y transfigurar así también mi vida? ¿Me ayuda la fe a ver las dimensiones profundas de la realidad? ¿Me ayuda a transfigurarla?

Para la reunión de grupo
La fe de Abraham fue "una fe contra toda evidencia"... ¿una especie de "obediencia ciega"? Se trata fundamentalmente de un símbolo que no hay que extrapolar tomándolo a la letra. Teniendo eso en cuenta: ¿la fe, puede estar contra la evidencia de la razón? ¿Fe y razón pueden oponerse contradictoriamente? ¿Puede estar la fe en contra del «sentido común»?
El ser humano no sólo es un “animal racional”, al decir de Aristóteles, sino que es también un “animal de sentido”. Necesita un sentido para vivir. Y lo necesita tanto o más que los bienes materiales necesarios para su vida. Sin sentido, su vida se hace sencillamente insufrible. ¿Qué relación tiene la cultura y la religión con esta necesidad antropológica fundamental?
Estamos en un tiempo sin utopías, donde todo se compra y se vende y se calcula fríamente... ¿Qué mensaje nos trae el símbolo de la transfiguración a este tiempo de mirada tan corta?
Abraham no es «nuestro» padre en la fe, sino el padre de tres religiones monoteístas, las tres religiones abrahámicas: judaísmo, cristianismo e islamismo. ¿No parece que tenemos bastante infravalorada esta «consanguinidad» o especial relación que deberíamos tener, que debería unirnos a las tres religiones? Sin ir más lejos: ¿qué relación tenemos desde mi comunidad cristiana con comunidades de religión judía o islámica de nuestra propia ciudad o región?

Para la oración de los fieles
Por la Iglesia, para que en medio de las oscuridades y angustias de nuestro mundo sea siempre signo de la esperanza capaz de transfigurar la existencia humana. Oremos.
Por todas las personas, para que encontremos el sentido de la vida en el trabajo por conseguir un mundo nuevo y mejor, transfigurado. Oremos.
Por todos los que padecen injusticia, opresión, soledad, rechazo; para que encuentren hermanos que transfiguren su mirada con la ayuda solidaria. Oremos
Por todos los indecisos, para que descubran lo urgente que es amar. Oremos.
Por todos los pueblos a los que no llegó la luz del Evangelio: para que sean fieles a la luz que el Dios único ha puesto a su disposición en la religión del pueblo en el que han venido al mundo. Oremos.
Por esta comunidad nuestra, para que permanezcamos fieles a Jesús, a quien el Padre resucitó de entre los muertos, y nos mantengamos firmes en la esperanza de encontrarnos un día cara a cara con el Cristo glorioso. Oremos.

Oración comunitaria
Dios, Padre nuestro, que nos invitas a "escuchar a tu Hijo muy amado", Jesucristo; abre nuestros corazones para que sepamos acoger su Palabra con cariño y confianza, la pongamos por obra, y así lleguemos a participar un día de la plenitud de su felicidad gloriosa. Te lo pedimos por el mismo Jesucristo, nuestro hermano e hijo tuyo muy amado...
O bien:

          Dios, Padre y Madre de todos tus hijos e hijas, «que quieres que todos se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad», y que invitas a «escuchar a tu Hijo muy amado», Jesús, nuestro hermano adelantado; haz que cada pueblo comparta con los demás tu Palabra, la que has dado a cada uno de ellos en su propia religión, para que reflejando cada uno un destello de tu luz pluriforme, mutuamente nos iluminemos, y reconozcamos comunitariamente la Verdad plena de tu rostro siempre inabarcable. Nosotros te lo pedimos por Jesús de Nazaret, nuestro hermano, hijo tuyo muy amado.

Estos comentarios están tomados de diversos libros, editados por Ediciones El Almendro de Córdoba, a saber:
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro.
        - Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en 
www.elalmendro.org
        - El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico



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