LUZ DEL DOMINGO
DECIMOCUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
CICLO
"A"
Primera lectura: Zacarías 9,
9-10
Salmo responsorial: Salmo 144
Segunda lectura: Romanos 8, 9. 11-13
Salmo responsorial: Salmo 144
Segunda lectura: Romanos 8, 9. 11-13
EVANGELIO Mateo 11, 25-30
“25En aquella ocasión exclamó
Jesús:
-Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra, porque,
has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, se las has revelado a la
gente sencilla; 26sí, Padre, bendito seas, por haberte parecido
eso bien.
27Mi Padre me lo ha entregado todo; al Hijo lo conoce
sólo el Padre y al Padre lo conoce sólo el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo
quiera revelar.
28Acercaos a mí todos los que estáis rendidos y abrumados,
que yo os daré respiro,. 29Cargad con mi yugo y aprended de mí,
que soy sencillo y humilde: encontrareis vuestro respiro, 30pues
mi yugo es llevadero y mi carga ligera.”
COMENTARIOS
I
DEMASIADO COMPLICADO
Me da la impresión de que con la Religión pasa como
con el circo. Hay en ella una especie de juego de trapecio, de triple salto
mortal donde lo que vale es “el más difícil todavía”. Lo sencillo, lo ordinario
no tiene mérito, no parece tener valor.
En tiempos de Jesús no bastaba con cumplir los Diez Mandamientos.
Para ser un buen judío había que observar 613 preceptos, de los que 365 eran
prohibiciones -una por cada día del año- y 248 mandamientos positivos -tantos
cuantas partes integraban el cuerpo humano según la medicina vigente.
No era fácil ser una persona como Dios manda. Sólo quien tenía
cultura y tiempo para estudiar leyes y “escrutar las Escrituras" podía
conseguirlo. La religión, que debía ser para todos, era patrimonio de abogados,
teólogos y laicos cultos y pudientes (doctores de la ley, escribas, fariseos y
saduceos). El pueblo sencillo, dado lo complicado del sistema, se distanciaba
cada vez más de Dios. No sabía de leyes, ni entendía de teología ni de derecho
canónico. No tenía tiempo ni medios para dedicarse a ello. La Biblia,
enciclopedia del saber religioso, estaba escrita en hebreo, lengua culta y
muerta, ininteligible para el pueblo que hablaba arameo y, por lo demás, en su
gran mayoría no sabía leer. Como en los tiempos de la misa en latín.
Por si esto fuera poco, los abogados (doctores de la ley) habían
desarrollado una ingente casuística, rayana en lo ridículo y absurdo, en torno
a cada uno de los 613 preceptos, dando lugar a una jurisprudencia de cinco mil
mandamientos aproximadamente.
Demasiados mandamientos. Demasiados preceptos. Excesivas leyes y
reglas. Todo demasiado complicado.
También hoy. Los mandamientos de la Ley de Dios y los
de la Iglesia; normas para el ayuno, la abstinencia y la penitencia
cuaresmal. Decretos de la Santa Sede, de las Sagradas Congregaciones
romanas, de las Conferencias Episcopales... Cuántos hijos hay que tener, cómo
hay que vivir, cómo hay que vestir (no olvidemos los gloriosos tiempos en los
que la moral y la decencia se medían por los centímetros de mangas y escote),
qué hay que hacer en cada momento... Todo ha estado -y sigue estando- regulado,
legislado, codificado.
El pueblo, ante esta barahúnda de leyes, hoy -como ayer- ha terminado
por no entender. Cansado y agobiado por el peso de una Religión para élites se
ha separado de la Iglesia. No entiende la teología escrita en clave
para iniciados, ni le sirve. Eso sí, soporta sobre las espaldas de su conciencia
esos fardos leguleyos que le han colocado los eclesiásticos. Como los judíos,
también los cristianos lo hemos complicado todo.
Lo de Jesús de Nazaret era más sencillo. Un día reunió a la gente y
le dijo: "Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados que yo os
aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy sencillo y humilde, y
encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga
ligera". Fue una convocatoria revolucionaría, dirigida contra el sistema
religioso y teológico de su tiempo -y de hoy-.
El yugo de la Religión-Ley era insoportable. Jesús lo
alivió simplificándolo. Los 613 mandamientos y la innumerable casuística creada
en torno a cada uno de ellos quedaron reducidos a uno: "Amaos como Yo os
he amado". Así de fácil. Lo suficientemente difícil como para no
complicarlo más.
Adiós a la
Religión como sistema del "más difícil todavía", patrimonio de
los menos. No hace falta ser ni culto, ni sabio, ni teólogo para ser buen
cristiano. Basta con amar como Jesús. Lo que sucede es que de amor entienden
sólo los sencillos. Quienes no lo son, saben de leyes. "Te doy gracias,
Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has
revelado a la gente sencilla...
II
FE Y CIENCIA
A lo largo
de la historia han sido muchos los conflictos entre los dogmas religiosos y la
ciencia, y en muchos casos el transcurso del tiempo parece que ha ido dando la
razón a los científicos. Y hoy son muchos los científicos que se confiesan
ateos o agnósticos. ¿Será incompatible la inteligencia humana y la fe en Jesús de Nazaret? ¿Es eso
lo que quiere decir el evangelio de este domingo?
SABIOS Y ENTENDIDOS
La oración de Jesús a que se refiere el evangelio de hoy: «Bendito seas,
Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque, si has escondido estas cosas a
los sabios y entendidos, se las has revelado a la gente sencilla», hay que
entenderla a la luz de una advertencia que hace Dios a su pueblo por medio del
profeta Isaías: «Dice el Señor: Ya que este pueblo se me acerca con la boca y
me glorifica con los labios, mientras su corazón está lejos de mí, y su culto
a mí es precepto humano y rutina, yo seguiré realizando prodigios maravillosos:
fracasará la sabiduría de sus sabios y se eclipsará la prudencia
de sus prudentes» (Is 29,13-14; véase también Mt 15,8-9).
Dios se había dado a conocer a su pueblo por medio de su actuación
liberadora, al sacarlo de la esclavitud de Egipto; en el Sinaí les dio unas
normas que cumplir, que en sus primeras formulaciones estaban siempre basadas
en los acontecimientos que dieron origen al pueblo de Israel (~x 20,2; Dt
5,6.20-25). La relación del hombre con Dios debía estar siempre basada en esta
experiencia liberadora, de tal forma que, como repiten una y otra vez los
profetas, es imposible relacionarse con Dios si no se practica la justicia para
con el prójimo (véase, p. ej., Is 1,10-18; 58,1-12).
Pero, según se deduce de las palabras de Isaías que hemos citado antes,
algunos sabios y entendidos habían hecho creer al pueblo que lo que Dios quería
es que los hombres estuvieran pendientes de él, que rezaran mucho, que
frecuentaran mucho el templo. Así habían conseguido que los mandamientos que
Dios había dado a los israelitas para que, poniéndolos en práctica,
consiguieran evitar que entre ellos se pudieran reproducir relaciones de
esclavitud y opresión semejantes a las que sufrieron en Egipto, quedaran
sustituidos por preceptos humanos, y que la práctica religiosa se
redujera a pura rutina. Esos son los sabios y
entendidos, que no comprenden el mensaje de Jesús. Los que utilizan
su sabiduría y su ciencia para vaciar de contenido liberador la relación de
Dios con su pueblo.
RENDIDOS Y ABRUMADOS
En contraposición a ellos, dice Jesús, la gente sencilla sí que puede
entender su mensaje. Ellos, rendidos y abrumados por la
injusticia de los que se aprovechan de las doctrinas de sabios y
entendidos y por la imagen que los mismos presentan de Dios -un tirano
cruel dispuesto a castigar sin piedad las equivocaciones más insignificantes o,
lo que es peor, celoso de la felicidad de sus criaturas, que se irrita por todo
lo que da un poco de alegría a la vida de los pobres-, sienten en Jesús la
presencia del Dios de Israel, amigo y liberador de esclavos, al que no le
agradan las prácticas religiosas que no estén basadas en «abrir las prisiones
injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos,
partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que
ves desnudo...» (Is 58,6-7). A Jesús se le da en el evangelio de
Mateo el nombre de «Dios con nosotros» (1,23), que ya se usa en el
profeta Isaías con un claro sentido liberador (Is 7,14); Jesús ha recibido del
Padre la misión de continuar y llevar a su culminación su obra salvadora y
liberadora: «Mi Padre me lo ha entregado todo... » Eso sólo lo entiende la
gente sencilla. Porque, además, Jesús es, él mismo, sencillo y
humilde, solidario con los pequeños y los humillados. Los sabios
y entendidos, los que se creen tales, los que usan su ciencia para
cargar fardos pesados en las espaldas de los hombres (Mt 23,4), jamás
entenderán -no les interesa- el mensaje de Jesús, jamás aceptarán el Dios cuyo
ser nos da a conocer plenamente Jesús: «Al Hijo lo conoce sólo el Padre y al
Padre lo conoce sólo el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».
Por otro lado, el proyecto de Jesús tiene sus exigencias; pero éstas no son
un yugo insoportable que esclavice al hombre, sino un compromiso que debe ser
libremente aceptado y que, al mismo tiempo, es liberador: «Acercaos a mi todos
los que estáis rendidos y abrumados, que yo os daré respiro. Cargad con mi
yugo y aprended de mí, que soy sencillo y humilde: encontraréis vuestro
respiro, pues mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
No es la ciencia, la inteligencia humana, lo que es incompatible con el
mensaje de Jesús; es la utilización de estas facultades para engañar y oprimir
a los sencillos lo que incapacita a los hombres para conocer a un Dios que,
además de liberador, quiere ser Padre.
No es la
fe enemiga del saber; lo es de la sabiduría que se utiliza para engañar,
dominar, humillar, adormecer, infantilizar...; para explotar a los pobres. Lo
es la sabiduría que se opone no a la necedad, sino a la sencillez; porque eso
no es conocimiento, sino soberbia; no es ciencia, sino malas artes,
incompatibles con el que, en un obrero, quiso ser Dios con nosotros.
III
v.25: En
aquella ocasión exclamó Jesús: -Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra,
porque, has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, se las has
revelado a la gente sencilla; 26sí, Padre, bendito seas, por
haberte parecido eso bien.
La
expresión introductoria «por aquel entonces» enlaza de algún modo esta perícopa
con la anterior. Después de la recriminación a las ciudades que no responden
aparece la respuesta favorable de la gente sencilla. Por contraste con la
invectiva anterior, en esta perícopa Jesús alaba al Padre por lo que está
sucediendo. Aparece el Padre como el Señor del universo.
Jesús
bendice al Padre por una decisión: los intelectuales no van a entender esas
cosas; los sencillos, sí. «Esas cosas» puede referirse a «las obras» del Mesías
(11,2.19). La revelación de que habla Jesús respecto a los sencillos tiene un
paralelo en la que recibe Simón Pedro para reconocer en Jesús al Mesías,
después de los episodios de los panes (16,17). Se trata, pues, de comprender el
sentido de las obras de Jesús, de ver en ellas la actividad del Mesías. La
revelación del Mesías podía haberse hecho de manera deslumbradora y
autoritaria. Sin embargo, el Padre ha querido hacerla depender de la
disposición del hombre. Es la limpieza de corazón, la ausencia de todo interés
torcido, la que permite discernir en las obras que realiza Jesús la mano de
Dios.
Precisamente,
la denominación «los sabios y entendidos» alude a Is 29,14. En el texto
profético, Dios recrimina al pueblo su hipocresía en la relación con él: lo
honra con los labios, pero su corazón está lejos (cf. Mt 15,8s). A eso se debe
que fracase la sabiduría de los sabios y se eclipse el entender de los
entendidos. En el trasfondo del dicho de Jesús se encuentra, por tanto, esta
realidad: los sabios y entendidos no captan el sentido de las obras de Jesús
porque su insinceridad inutiliza su ciencia, impidiéndoles aceptar las
conclusiones a las que su saber debería llevarlos. Los «sencillos» no tienen
ese obstáculo y pueden entender lo que Dios les revela. El hecho de que Dios
«oculta» ese saber no se debe a su designio, sino al obstáculo humano; se
atribuye a Dios lo que es culpa del hombre. De hecho, la realidad de Jesús está
patente a todos, viene para ser conocido de todos. El pasaje está en relación
con el aserto de Jesús en 9,13: «No he venido a llamar justos, sino pecadores.»
El «justo» es el que se cierra a la llamada por estar conforme con la situación
en que vive. No es culpa de Jesús, sino del hombre. El que se tiene por
«justo», sin reconocer su necesidad de salvación, se cierra a la llamada de
Jesús. Lo mismo el «sabio y entendido», cuyo corazón está lejos de Dios, está
cerrado a la revelación del Padre (25s).
v.
27: Mi Padre me lo ha entregado todo; al Hijo lo conoce sólo el Padre y
al Padre lo conoce sólo el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
La frase
de Jesús «mi Padre me lo ha entregado todo» está en relación con la designación
«Dios entre nosotros»: Jesús es la presencia de Dios en la tierra. También con
la escena del bautismo, donde el Espíritu baja sobre Jesús y el Padre lo
declara Hijo suyo. La posesión de la autoridad divina fue afirmada por Jesús en
el episodio del paralítico (9,6). La relación íntima entre Jesús y el Padre la
establece la comunidad de Espíritu. Por eso nadie puede conocer al Padre, sino
aquel a quien el Hijo comunique el Espíritu, que establecerá una relación con
el Padre semejante a la suya. Es decir, el conocimiento de Dios de que se
glorían los sabios y entendidos, que se adquiriría a través del estudio
de la Ley, no es verdadero conocimiento. Este consiste en conocerlo como
Padre, experimentando su amor, y sólo se consigue esta experiencia por la
comunicación que hace Jesús del Espíritu que recibió.
De
ahí que invite a todos los que están cansados y agobiados por la enseñanza de
esos sabios y entendidos. El se presenta como maestro, pero no como los
letrados, dominando al discípulo; él no es violento, sino humilde, en
contraposición al orgullo de los maestros de Israel. Su enseñanza es el
descanso, después de la fatiga del pasado (11,28s).
Jesús
invita a aceptar su yugo, imagen de las exigencias que se derivan de su
mensaje; su yugo es llevadero, no como el de la Ley propuesta por los
letrados, y su carga es ligera (cf. 23,4). Estudiar la Ley debía
servir para acercarse a Dios; Jesús invita a acercarse a él directamente; su
persona es el medio (la Ley) y el término (Dios). Invita a romper con otros
maestros y a aceptar su enseñanza. El legalismo judío era abrumador, una moral
sin alegría. Jesús propone, en cambio, el servicio en la alegría de la amistad
(9,15). Propone sus exigencias prometiendo la felicidad (bienaventuranzas).
IV
La profecía de Zacarías era ‘una
piedra en el zapato’ para los fanáticos que en la época de Jesús buscaban un
mesías triunfante y nacionalista. Zacarías nos ofrece una reflexión que
sintoniza mucho con las grandes aspiraciones de las comunidades que, después
del exilio babilónico, intentaron reconstruir la identidad nacional a partir de
elementos universales, pluralistas y comunitarios. La esperanza del pueblo de
Dios no podía estar en un guerrero triunfador como David ni en un diplomático
equilibrista como Salomón. El pueblo quería algo diferente y definitivo. Atrás
quedaron los modelos militaristas, administrativos y centralistas de todos los
reyes de Israel y Juda. El pueblo quería una persona que fuera capaz de
encaminar la nación por los rumbos desconocidos de la justicia, la paz y la
solidaridad. El profeta Zacarías asume esta propuesta y la relanza a todo el
pueblo de Dios como una gran utopía.
Para Zacarías, el nuevo gobernante
debía distinguirse por la humildad, la justicia y pacífico. La humildad entendida
como la capacidad para andar en la verdad y no como sumisión y conformismo. La
justicia como pilar de una organización social en la que se le da a cada
persona de acuerdo con sus necesidades y no según sus ambiciones. El pacifismo
como la actitud básica para solucionar los inevitables conflictos que se
presentan en toda organización humana. Tres cualidades que configuran una nueva
forma de ejercer el poder. Sin embargo, Israel se estrello con la ambición de
algunos grupos minoritarios y poderosos que impusieron una teocracia
centralista, prepotente y uniformadora. Fueron suprimidas de manera
sistemática, todas las disidencia posibles y se le negó así al pueblo de Dios
la posibilidad de intentar una utopía universalista, solidaria y
transformadora. Se centró todo el poder en unas pocas familias que controlaban
el Templo, el gobierno y la tierra. Así, ‘los pobres de Yahvé no tuvieron la
posibilidad de darle vida a su proyecto por falta de posibilidades económicas,
de apertura política y de libertad religiosa.
El evangelio de Mateo nos presenta a
Jesús con las características mesiánicas de la profecía de Zacarías: una
persona pacífica y humilde, dispuesta a hacer realidad la utopía de Dios. Por
esta razón, Jesús no se identifica con los ideales acerca del Mesías, vigentes
en su época. No hay el más mínimo asomo del militar aguerrido e irresistible
que con un formidable despliegue eliminaría las pretensiones del imperio
romano, ni con el sacerdote excelso que con sus extraordinarias dotes
santificadoras transformaría el santuario de Jerusalén, ni con el gobernante
extraordinario que congregaría al pueblo de Israel disperso por el mundo. Jesús
no comparte estos proyectos, como tampoco las extravagantes aspiraciones de los
nacionalistas furibundos que veían en el imperio romano un peligro que no eran
capaces de descubrir al interior de ellos mismos: la violencia incontenible.
Los ideales de Jesús estaban más
cerca de las grandes tradiciones proféticas que aspiraban a que el pueblo de
Dios fuera capaz de organizarse como modelo alternativo de sociedad. Por esta
razón, los valores como el pacifismo y la humildad eran tan urgentes y
necesarios. El pacifismo obliga a asumir actitudes dinámicas de transformación
social pero, al mismo tiempo, no se rinde a la imparable lógica de la
violencia. La humildad, por su parte, exige reconocer en cada momento los
propios límites de la existencia y las barreras intrínsecas de la historia.
Humildad y pacifismo hacen de un proyecto tan grandioso e imponente como el
reino de Dios, algo al alcance de los pobres y excluidos.
Jesús, sin embargo, sabía
perfectamente que no bastaba con que el ‘rey’ o líder poseyera atributos
excepcionales para que la situación cambiara. Para él, era necesario que una
comunidad de hermanos y hermanas se comprometiera a vivir la alternativa, a
demostrarle al mundo que eran posibles otras maneras de organización, que la
lógica aparentemente inextinguible de la violencia podía ser controlada. Por
esto, Jesús insiste en la necesidad de asumir el ‘suave yugo’ de la vida
comunitaria y la ‘ligera carga’ de las opciones evangélicas. Pero, atención,
esto no es para todo el mundo. Es necesario madurar la fe y crecer como
personas antes de meterse en este proyecto. Porque para quien no ha crecido en
la dinámica de la comunidad, sino que ve todo desde ‘afuera’, desde los valores
sociales vigentes, los ideales de Jesús son una carga abominable y el ideal de
la cruz una ideología insufrible. No podemos pedirle a cualquiera que asuma la
inmensa responsabilidad del pacifismo si toda su vida ha creído que la ‘ley del
revolver’ es un destino inexorable’. No podemos pedirle mansedumbre a una
persona a la que siempre le han enseñado que el control de los demás, las
ambiciones de ascenso social y el arribismo son las herramientas para
‘progresar’ en la vida.
Jesús quiere una comunidad donde los
lazos de solidaridad, afecto y respeto hagan de un grupo humano una gran
familia consagrada a la realización del reino. Una comunidad donde los
sencillos, los pequeños, hallen un lugar de importancia y sean los gestores de
una nueva manera de organizar las relaciones interhumanas. Porque, como dice
Pablo, sólo el ser humano espiritual, o sea, el ser humano que se ha abierto a
la acción del Espíritu de Dios, es capaz de vivir la vida a plenitud, es decir,
en gozosa aceptación y armonía con la humanidad.
Para la revisión de vida
Dice Jesús: "vengan a mí
todos los que están cansados y agobiados, y yo les aliviaré". ¿Cuáles son
mis cansancios? ¿Qué los causa: el trabajo por el Reino o mis intereses
personales, mis egoísmos? ¿Dónde y cómo busco alivio a mi cansancio?
Cuál es mi valoración de la
sabiduría de los pequeños, los sencillos... los obreros, los campesinos, los
indígenas...? ¿Creo que el pueblo, la clase popular, tiene su sabiduría y su
capacidad, o que siempre necesitará de la clase «superior» para gobernar la
sociedad, la política, la cultura...?
Para la reunión de grupo
“Te alabo, Padre, porque has
revelado estas cosas a la gente sencilla...” La frase podría entenderse como la
afirmación de que Dios ha hecho “revelaciones especiales” a los pobres y
sencillos... Pero, ¿cuáles son “estas cosas” a las que se refiere Jesús?
Orientación de la respuesta: El
contenido de esa “revelación” no son afirmaciones doctrinales, “verdades
reveladas”... sino “las cosas del Reino”. El Padre ha revelado “las cosas del
Reino” a la gente sencilla, a los pobres... Jesús no está hablando quizá de
ningún “milagro”, de ninguna “revelación positiva”, sino de un hecho fácilmente
comprobable: dada la naturaleza del Reino de Dios, sólo lo ven con claridad
(sólo entienden ‘estas cosas’) los sencillos, los que tienen corazón de pobre,
los que no dejan que el egoísmo les sofoque la transparencia de su mirada...
“Porque has revelado estas
cosas...”. La palabra de Jesús puede ser ocasión para revisar el concepto de
«revelación». El concepto de revelación dominante en muchos sectores del pueblo
cristiano, todavía es, normalmente, un concepto de revelación cuasi-mágica: una
revelación que viene de fuera, de lo alto, extrínseca, como una especie de
milagro sobre natural, cuyo contenido viene como un paquete ya hecho y
preparado, ajeno a toda participación o implicación de los sujetos que
“reciben” esa revelación. Este concepto está superado y hay qua abandonarlo.
¿Cuál sería el concepto renovado de revelación? Sugerimos un libro de lectura:
Andrés TORRES QUEIRUGA, La revelación de Dios en la realización del hombre,
Ediciones Cristiandad, Madrid 1987, y Repensar la Revelación, Trotta Madrid
2008.
Para la oración de los fieles
Por la Iglesia, para que sume
su esfuerzo al de tantos hombres y mujeres de buena voluntad que luchan por
conseguir la esperanza, la alegría, la paz y el gozo de quienes se saben en
manos de Dios padre. Oremos.
Por todos los que viven su fe como
una obligación que cumplir, para que se encuentren con el Jesús vivo que libera
de toda atadura y agobio, incluso de los de la ley. Oremos.
Por todo son los que no tienen paz
en sus vidas, en sus relaciones con los demás, en su relación con Dios; para
que encuentren la paz que Jesús trae para todos. Oremos.
Por todos los gobernantes, para que
sus palabras y promesas de servicio a la comunidad y al bien común se traduzcan
en hechos reales. Oremos.
Por los pobres, los sencillos, los
pequeños... para que tengan parte esencial en la construcción del nuevo mundo,
justo y fraterno, que todos anhelamos. Oremos.
Por todos nosotros, para que
encontremos en Jesús la paz y la alegría que él nos trae de parte del Padre, y
que nos libera de nuestras fatigas. Oremos.
Oración comunitaria
Te bendecimos, Padre, Señor de cielo
y tierra, porque has escondido grandes cosas a los ‘sabios y prudentes’, y se
las has revelado a los sencillos. Te pedimos que también a nosotros nos des un
corazón de pobre, un amor a la Causa de los pobres, y el desprendimiento
necesario para no dejarnos atar por los intereses egoístas, de forma que
siempre sepamos captar el sentido de “estas cosas” que revelas a los sencillos.
Los comentarios que se adjuntan se toman de diversos libros,
editados por Ediciones El Almendro de Córdoba, a saber:
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro.
- Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en www.elalmendro.org
- El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro.
- Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en www.elalmendro.org
- El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico
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