jueves, 10 de octubre de 2024

El bautista del s. XXI


El Bautista del siglo XXI

Cuando Juan el Bautista pasó a ser Juan el Escribano


Los sacerdotes hemos recibido, a través de la Curia de Granada, un escrito que parece ha redactado un abogado relacionado con la Conferencia Episcopal; desconozco realmente quién lo ha escrito y tampoco me interesa; en los aspectos jurídicos no tengo nada que decir, por ahora, pero en cuanto a los consejos pastorales que da, sí; hay dos aspectos con los que no estoy de acuerdo.



Para los empleados y directores de algunas bibliotecas públicas, o de centros sanitarios, a las personas que se introducen en sus instalaciones les llaman <<usuarios>>; también se les podría llamar con una palabra más coherente <<ciudadanos>>; no es inicuo usar una u otra; llamar a alguien ciudadano en una institución pública es reconocer que esa persona está en su casa y que por tanto no es un elemento extraño en el ámbito público; llamarlo usuario es tratarlo como un individuo ajeno a la institución pública; es más, tratar al ciudadano como usuario, en estos espacios, deja sin contenido a la legislación que ellos mismos se han dado, al menos teóricamente, como por ejemplo a la Constitución. El término <<ciudadano>> tiene un peso tan obvio que es innecesario explicar.





En la Iglesia Católica puede suceder algo parecido: imaginemos que viene alguien a pedir el bautismo para su hijo, esa persona está bautizada  y por lo tanto está en su casa, pide algo a lo que tiene derecho; sucede lo mismo cuando alguien se acerca a comulgar, lo puede hacer en la mano, en la boca, arrodillándose o de pie; eso es una opción del feligrés, no del que administra la comunión. A veces, a las personas que piden un sacramento, en dicho escrito, se refieren a ellas como: solicitantes de sacramentos, (usuarios); sin embargo, son cristianos (ciudadanos) y deben ser tratados como tales; al tratar a los bautizados como ajenos a la Iglesia se está vaciando de contenido al magisterio de la Iglesia. Tal escrito afirma:


Por último, resaltar que hay que estudiar caso por caso, siendo conveniente indagar cuál es la situación de los padres/madres: si son bautizados o no, si siéndolo contrajeron matrimonio canónico o no etc. Cuantos más datos de cercanía a la Iglesia Católica encontremos, más apoyarán la postura de administrar al niño/niña el sacramento.


Quien haya escrito esto debe pensar que ama mucho a la Iglesia y la está protegiendo; sin embargo, la está convirtiendo en un grupo sectario, en el grupo de los perfectos; ya San Juan de la Cruz advierte contra aquellos que, debido a tanta perfección en cuestiones religiosas, habían sido engullidos por la soberbia, el peor de los pecados. Le ha faltado poner que habría que indagar si los abuelos del niño cantaban al amanecer con la mano extendida el Cara al sol. Cuando estudiaba en el Colegio Español de Roma había un compañero que como un león en busca de su presa analizaba a los sacerdotes que llegaban para descubrir quién daba el perfil para introducirlo en su movimiento; aquí parece que estamos ante lo mismo: ¿Quién da el perfil y quién no da el perfil para ser cristiano?



Durante el s. XX, han surgido en la Iglesia Católica lo que se llama movimientos (en otras épocas también surgieron y ya no están); estos intentan vivir el evangelio de una manera “más radical, o si se quiere, más coherente”; pero cometen varios errores; uno de ellos es pensar que la Iglesia Católica debe convertirse a ellos y dentro de la iglesia trabajan para conseguirlo de diversos modos; estos movimientos no se han enterado, en parte, de que deben convertirse no sólo al evangelio sino también a la Iglesia Católica. La Iglesia es como un gran río, muy caudaloso y que, en lugar de recorrer el espacio, recorre el tiempo haciendo llegar constantemente al hombre actual el pasado, las grandes experiencias del mundo oriental, del mundo antiguo, no sólo la experiencia del pueblo judío recogida en el Antiguo Testamento sino también la de Grecia y Roma; estas tradiciones habían asimilado otras más antiguas y de otras latitudes; todo esto, vivido, pensado, estudiado y expresado con diversos lenguajes por los hombres desde hace 2000 años a la luz de Jesucristo, es lo que se podría llamar experiencia vivida y viva; todo ese caudal llega cada día a nosotros gracias a la Iglesia Católica. Para estos movimientos, convertirse a la Iglesia Católica es fundamental si quieren sobrevivir en el tiempo; esa riqueza nos llega a través del sacramento del bautismo y de la participación en la liturgia; pero no solo, el idioma es otra de las vías a través de las cuales recibimos ese caudal que trae la Iglesia, recordemos que el español, el francés, inglés, etc… son idiomas hablados por primera vez por cristianos; en ellos se encuentran ya las categorías que hará al hombre estar abierto a la transcendencia y a esa gran riqueza cultural y espiritual que nos trae la Iglesia. Cuando alguien se acerca a pedir el bautismo para sus hijos ya han recibido la gran catequesis sobre los sacramentos en el momento en que su madre le enseñó el idioma; lo demás es muy fácil.



Las parroquias han sido, son y serán la gran estructura de la Iglesia Católica, no caigamos en elementos sectarios propios de otros ámbitos; no seamos más papistas que el papa a la hora de administrar los sacramentos. Ya sabemos de las polémicas de Jesucristo con los escribanos; así como quienes eran los que acudían para recibir el bautismo en el Jordán. 


Este escrito me ha hecho recordar aquella ocurrencia del cardenal Segura, el de Sevilla; cómo prohibió los bailes y todos como papagayos repitieron en los sínodos diocesanos tal determinación; algunos curas aplicaron la norma y en los años 50 se dedicaron a perseguir a los danzantes; cuando estuve de cura en Pitres me contaba la gente que mientras el cura de Mecina Fondales tocaba el violín en los bailes, el de Pitres le estampó la guitarra en la cabeza a un muchacho; el párroco de Mecina se perdió en la historia; el de Pitres terminó de párroco en la Basílica de la Patrona de Granada donde pudo seguir rompiendo cabezas. Éste último párrafo se lo dedico a José Jesús, Pepe Chus, ese buen sacerdote que tuvimos de formador en el seminario pero que antes tuvo que  pasar las angustias de las Angustias.


El escrito al que me he referido trae otro párrafo memorable: “Hoy por hoy, todavía es habitual…”; la expresión “todavía” denota al que, sin esperanza, piensa que todo terminará mal; esta expresión la analizaré en otro artículo contrastándola con las expresiones: “ya, pero todavía no - ya, pero todavía más” y con el último libro del pensador coreano-alemán Byung-Chul Han, El espíritu de la Esperanza. Continuará…




                                                                        José Antonio Espejo Zamora

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