lunes, 21 de octubre de 2013

Ha muerto el VICARIO GENERAL


diócesis Granada

MANUEL MONTOYA PELÁEZ


           Ayer 20 de octubre murió don Manuel, el Vicario General, un buen vicario con un buen Arzobispo, don José Méndez. Mi reconocimiento, mi respeto y mi oración por un Vicario que vale por tres más uno.
 


 
Me lo encontré en la Catedral de Granada, esperaba.
Estaba rezando el rosario mientras volvía la Custodia, era el día del Corpus de este año 13.
Interrumpió su rezo, me contó la evolución de su enfermedad.
Encontré en él a un hombre en paz, hablamos de la diócesis.

            Hace años escribió don Manuel una carta de reconocimiento a un sacerdote en el periódico Ideal; sirvan estas mismas palabras de homenaje para Él:

Adiós a un amigo de verdad Recuerdo de don José López Vallecillos.

MANUEL MONTOYA PELÁEZ/PÁRROCO DE SAN JUAN DE DIOS EN EL CERRILLO DE MARACENA

"CUANDO el domingo vi salir el féretro por la puerta de la Hermanitas de los Pobres en medio de un silencio profundo e irremediable, pasaron por mi memoria todos los momentos que habíamos vivido juntos. Y me puse a hablarle, como si él estuviera a mi lado contemplando el cortejo fúnebre: ¿Te acuerdas? Hace unos diez años, Javier Huete y yo, fuimos a Almería; porque nos dijiste que querías venirte a Granada después de un corto tiempo viviendo con tu hermana. Era un piso pequeño, sobrehabitado. Te preguntamos cómo querías que trasladáramos los muebles y señalaste a una bolsa que había en el suelo. «Yo no tengo más que eso», nos dijiste. Dentro había un breviario, la Biblia, una muda interior y unas alpargatas.
 


Aquella bolsa era un testimonio elocuente de lo que había sido toda tu vida; tal vez el mejor resumen que he conocido de toda la teología de la liberación. Tú, José, sí eras un hombre libre, que nos has ayudado con tu ejemplo a romper ataduras, a ser libres. El equipaje que llevabas a todas partes era la fe. Vivías el Evangelio en tu carne de una manera casi salvaje.

En otra ocasión te sorprendí, a la hora de cenar con un pedazo de queso muy duro haciendo esfuerzos para cortarlo en trozos pequeños que después no podrías ni masticar. Fuimos a la Casa Sacerdotal y aquella noche cenaste una sopa, ¿qué
rica! Te supo a gloria.
 
 


 
 Tus homilías eran escuetas, casi siempre las escribías y las leías. Solías decir que para predicar hay que ser muy respetuosos con la doctrina y dar únicamente lo que se debe. Y hay que hablar siempre con el ejemplo. Un día te oí decir sin empacho, después de la homilía de un compañero: «Yo soy el primero que tengo que corregirme».
Y a lo mejor no te diste cuenta, pero tu salida de este mundo fue como hubieras querido siempre: en la Casa de las Hermanitas de los Pobres, por la puerta grande, que es por donde salen los pobres de verdad. No has dejado libros escritos, pero el ejemplo de tu vida auténtica y sencilla, la claridad y transparencia de tus acciones, son la mejor enseñanza, la que hace pensar a los listos. Hiciste sacrificios bastante grandes para ser fiel al evangelio. Algunos no supieron o no quisieron entenderlo. Hoy estarás alabando a Dios en el cielo. ¿Te acuerdas cuando le decías a D. José Méndez, el Arzobispo, «mi amigo»? Allí te lo habrás encontrado, y os habréis abrazado con fuerza, para siempre.
 
 

 No has dejado oro ni plata; pero tu ejemplo de sacerdote lleno de Dios y de fe vale más que todas las fortunas. Gracias por tu amistad y por tu vida. Ahora, José, a disfrutar de la felicidad completa en la gloria."

 

Don José Méndez, el mejor arzobispo de Granada

1 comentario:

  1. Tuve la gran suerte de conocerlo y tratarlo durante su estancia en Pinos Puente, Un gran hombre y una gran persona, Dios lo tenga en su gloria. Un abrazo D. Manuel estés donde estés

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