LUZ DEL DOMINGO
CUARTO DOMINGO DE CUARESMA
CICLO A
CICLO A
Primera lectura: 1 Samuel 16, 1b. 6-7. 10-13 a
Salmo responsorial: Salmo 22
Segunda lectura: Efesios 5, 8-14
Salmo responsorial: Salmo 22
Segunda lectura: Efesios 5, 8-14
EVANGELIO: Juan 9, 1-41
“Al pasar vio Jesús un hombre ciego de nacimiento. Le preguntaron sus
discípulos: -Maestro, ¿quién había pecado, él o sus padres, para que naciera
ciego?3Contestó Jesús: -Ni había pecado él ni tampoco sus padres,
pero así se manifestarán en él las obras de Dios. 4Mientras es
de día, nosotros tenemos que trabajar realizando las obras del que me envió. Se
acerca la noche, cuando nadie puede trabajar. 5Mientras esté
en el mundo, soy luz del mundo .6Dicho esto, escupió en tierra, hizo
barro con la saliva, le untó su barro en los ojos 7y le dijo: -Ve
a lavarte a la piscina de Siloé (que significa "Enviado"). Fue, se
lavó y volvió con vista. 8Los vecinos y los que antes solían
verlo, porque era mendigo, preguntaban: -¿No es éste el que estaba sentado y
mendigaba? 9Unos decían: -El mismo. Otros, en cambio: -No, pero se
le parece. Él afirmaba: -Soy yo. 10Le
preguntaron entonces: -¿Cómo se te han abierto los ojos? 11Contestó
él: -Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me
dijo: "Ve a Siloé y lávate". Fui entonces, y al lavarme empecé a
ver. 12Le preguntaron: -¿Dónde está él? Respondió: -No sé.
13Llevaron a los fariseos al que había sido ciego. 14El
día en que Jesús hizo el barro y le abrió los ojos era día de precepto. 15Los
fariseos, a su vez, le preguntaron también cómo había llegado a ver. Él les
respondió: -Me puso barro en los ojos,
me lavé y veo. 16Algunos de los fariseos comentaban: -Ese hombre no
viene de parte de Dios, porque no guarda el precepto. Otros, en cambio, decían:
-¿Cómo puede un hombre, siendo pecador, realizar semejantes señales? Y estaban
divididos. 17Le preguntaron otra vez al ciego: -A ti te ha abierto los ojos, ¿qué piensas tú
de él? Él respondió: -Es un profeta. 18Los dirigentes judíos no
creyeron que aquél había sido ciego y había llegado a ver hasta que no llamaron
a los padres del que había conseguido la vista 19y les
preguntaron: -¿Es éste vuestro hijo, el que vosotros decís que nació ciego?
¿Cómo es que ahora ve? 20Respondieron sus padres. -Sabemos que éste
es nuestro hijo y que nació ciego. 21Ahora bien, cómo es que ve
ahora, no lo sabemos, y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo
sabemos. Preguntádselo a él, ya es mayor de edad; él dará razón de sí mismo. 22Sus
padres respondieron así por miedo a los dirigentes judíos, porque los
dirigentes tenían ya convenido que fuera excluido de la sinagoga quien lo
reconociese por Mesías. 23Por eso dijeron sus padres: "Ya
es mayor de edad, preguntadle a él". 24Llamaron entonces por
segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: -Reconócelo tú ante
Dios. A nosotros nos consta que ese hombre es un pecador. 25Replicó
entonces él: -Si es pecador o no, no lo sé; una cosa sé, que yo era ciego y
ahora veo. 26Insistieron: -¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?
27Les replicó: -Ya os lo he dicho y no me habéis hecho caso.
¿Para qué queréis oírlo otra vez? ¿Es que queréis haceros discípulos suyos
también vosotros?28Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron: -Discípulo
de ése lo serás tú, nosotros somos discípulos de Moisés. 29A
nosotros nos consta que a Moisés le habló Dios; ése, en cambio, no sabemos de
dónde procede. 30Les replicó el hombre: -Pues eso es lo raro, que
vosotros no sepáis de dónde procede cuando me ha abierto los ojos. 31Sabemos
que Dios no escucha a los pecadores, sino que al que lo respeta y realiza su
designio a ése lo escucha. 32Jamás se ha oído decir que nadie
haya abierto los ojos a uno que nació ciego; 33si éste no
viniera de parte de Dios, no podría hacer nada. 34Le replicaron: -Empecatado
naciste tú de arriba abajo, ¡y vas tú a darnos lecciones a nosotros! Y lo
echaron fuera. 35Se enteró Jesús de que lo habían echado fuera, fue
a buscarlo y le dijo: -¿Das tu adhesión al Hijo del hombre? 36Contestó
él: -Y ¿quién es, Señor, para dársela? 37Le contestó Jesús: -Ya lo
has visto; el que habla contigo, ése es. 38Él declaró: -Te doy mi
adhesión, Señor. Y se postró ante él. 39Añadió Jesús: -Yo he venido
a abrir un proceso contra el orden este; así, los que no ven, verán, y los que
ven, quedarán ciegos. 40Se enteraron de esto aquellos fariseos que
habían estado con él, y le preguntaron: -¿Es que también nosotros somos
ciegos? 41Les contestó Jesús: -Si fuerais ciegos, no tendríais
pecado; pero como decís que veis, vuestro pecado persiste.”
COMENTARIOS
I
«Al pasar
vio Jesús un hombre, ciego de nacimiento».
Hay en
nuestro mundo muchos que nunca, desde que nacieron, han podido experimentar lo
que significa ser persona; muchos a los que jamás les ha sido
permitido que conozcan su dignidad de seres humanos. Ellos - ciegos de
nacimiento, que malviven al margen de la sociedad, mendigando,
sentados al borde del camino- están representados por el personaje del ciego
de nacimiento que protagoniza el relato del evangelio de este domingo.
Lo que nos
cuenta este evangelio no es un milagro aislado de Jesús, sino una
lección que él da a sus seguidores para enseñarles en qué consiste su
actividad, la que ya está desarrollando Jesús y que habrán de continuar sus
discípulos: «Mientras es de día, nosotros debemos trabajar
realizando las obras del que me mandó». Esa tarea consiste en ofrecer al hombre
la posibilidad de tomar conciencia de cuál es su auténtica condición y, por
tanto, de saber cuáles son sus verdaderas posibilidades.
Toda la
narración es simbólica, y así hay que interpretar los gestos que en ella se
describen.
CONCIENCIACIÓN
Un hombre
ciego de nacimiento, al borde del camino. Un marginado. Y la pregunta de los
discípulos, que da por descontado que la ceguera es un castigo de Dios por los
pecados de alguien: «Maestro, ¿quién había pecado, él o sus padres, para que
naciera ciego?» Era la ideología dominante. Los males de la sociedad no se
podían achacar directamente a Dios, pero se le atribuían indirectamente:
alguien que había pecado individualmente había provocado
contra sí mismo o contra sus descendientes la ira divina. Así no había que
preocuparse demasiado por los sufrimientos de los demás: siempre se debía a
algún oscuro pecado. No, las cosas no son así. Aquel hombre
debía su ceguera no a Dios, sino a una sociedad que, diciendo que hablaba en
nombre de Dios, le había impedido conocer a Dios y conocer su proyecto sobre el
hombre.
«[Jesús]
escupió en tierra, hizo barro con la saliva, le untó su barro en los ojos y le
dijo:
Ve a lavarte
a la piscina de Siloé (que significa 'Enviado')».
Hecha
de su propio barro, Jesús pone en los ojos del ciego la imagen del hombre
nuevo. Y lo manda a lavarse en la piscina del Enviado. Esto es, le
ofrece un proyecto de hombre, el hombre que vive preocupándose, por amor, de la
felicidad de los demás; ese proyecto es Jesús mismo -su saliva, su barro-, que
es la luz del mundo. Se lo pone en los ojos y lo invita a
descubrirlo y a aceptarlo libremente. Sin adoctrinarlo, sino
facilitándole una experiencia.
Y el que
había sido ciego percibe la luz por primera vez y ve, se ve a sí mismo, se
conoce: «Fue, se lavó, y volvió con vista. Los vecinos... preguntaban: ¿No es
ése el que estaba sentado y mendigaba?... El afirmaba: Soy yo». Ya
no va a dejar que la tiniebla le venza de nuevo, aunque la tiniebla lo va a
intentar.
La tiniebla,
que se había disfrazado de luz, no tardó en atacar.
Los
fariseos, los ideólogos religiosos de aquel tiempo, los que se sentían
responsables de conservar la fe y las tradiciones recibidas,
empezaron a cavilar: ¿Cómo es posible que un hombre que no cumple las leyes
religiosas actúe en nombre de Dios? ¿Cómo es posible que un hombre que hace
barro en día de sábado (día en el que estaba expresamente prohibido hacer barro
y cualquier otro trabajo) dé vista a los ciegos, tarea que los profetas habían
anunciado que realizaría el Mesías?
El problema
era la idea de Dios que tenían estos fariseos: un Dios que exige sometimiento y
obediencia sin que le importen la libertad y la felicidad del ser humano. A
pesar de que los hechos de su propia historia de pueblo lo demostraban, no les
cabía en la cabeza un Dios liberador del hombre.
Por eso
atacan. Y el ataque es violento: primero intentan negar el hecho, a pesar de
estar clarísimo: «Los dirigentes judíos no creyeron que aquél había sido ciego
y había llegado a ver...»; después pretenden que aquel hombre afirme, también
en contra de la evidencia de los hechos, que el que lo había curado era un
pecador y, por tanto, no actuaba en nombre de Dios: «Llamaron entonces por
segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: Reconócelo tú ante
Dios. A nosotros nos consta que ese hombre es un pecador». Y como el hombre se
resiste, lo excomulgan, lo declaran fuera del pueblo de Dios: «Empecatado
naciste tú de arriba abajo... Y lo echaron fuera». Al no someterse, lo
marginan.
Cuando el
hombre aquel ha asumido su nueva realidad con firmeza, después de haber sido
expulsado de su religión y haberse mantenido firme, Jesús sale a su encuentro
y se da a conocer. Sólo entonces le propone que le dé su adhesión, que acepte
su fe: «Se enteró Jesús de que lo habían echado fuera, fue a buscarlo, y le
dijo: ¿Das tu adhesión al Hombre?» Fe que le exigiría ponerse, manos a la obra,
a devolver la vista a todos los ciegos de nacimiento que encuentre en su
camino. Y el que había sido ciego, ahora que ve claro, acepta: «Te doy mi
adhesión, Señor».
Hoy se
vuelve a repetir este conflicto dentro de las Iglesias cristianas. También hoy
resulta difícil a muchos aceptar que Dios, el Dios de Jesús, el Dios de los
cristianos, es un Dios liberador. Y les resulta peligroso que se afirme que
creer en Dios exige trabajar por la igualdad, la justicia y la liberación del
pueblo. Y se vuelve a utilizar la coacción moral y la amenaza de expulsión
contra los que afirman que la ciencia de Dios tiene que
ser ciencia de la liberación.
Bien. No se trata de juzgar a nadie. Pidamos al Dios de Jesús que nos abra
definitivamente los ojos.
II
II
vv.
1-12. Jesús explica su declaración anterior: Yo soy la luz del
mundo (8,12), dando vista a un ciego de nacimiento. El ciego, que no
conoce la luz (1,4), es figura de los que nunca han podido saber lo que puede y
debe ser el hombre. En paralelo con los enfermos de la piscina (5,3),
representa a un sector del pueblo oprimido.
Fuera del
templo (1: Al pasar). Pregunta de los discípulos (2): en el
judaísmo se pensaba que la desgracia era efecto del pecado, que Dios castigaba
en proporción a la gravedad de la culpa; los defectos corporales congénitos se
atribuían a las faltas de los padres. Jesús rechaza esa concepción (3). Sentido
simbólico de la ceguera (cf. 9,40s; Is 6,95): este hombre representa a los que
desde siempre (ni él ni sus padres) han vivido sometidos a tal
opresión, que nunca han siquiera vislumbrado lo que significa ser hombre ni,
por tanto, lo han deseado. Son otros los culpables de su ceguera. No es un
castigo ni Dios es indiferente ante el mal (se manifestarán en él las
obras de Dios).
Los
discípulos han de asociarse a la actividad de Jesús (tenemos que
trabajar), librando al hombre de su impotencia y dándole capacidad de
acción. Las situaciones de injusticia son una llamada a colaborar con la acción
de Dios. Urgencia (4: mientras es de día): aprovechar la oportunidad. Luz
del mundo (cf. 8,12): misión liberadora (Is 42,6ss; 49,6ss).
Jesús pasa a
la acción (6). Va a ponerle ante los ojos el proyecto de Dios sobre el hombre.
La decisión de obtener la vista quedará en sus manos. El barro alude
a la creación del hombre (Gn 2,7; Job 10,9; Is 64,7); se pensaba que la
saliva transmitía la propia fuerza o energía vital; Jesús crea el
hombre nuevo, compuesto de tierra/carne y saliva/Espíritu de Jesús; le
untó su barro en los ojos, le pone ante los ojos su propia humanidad,
la del Hombre-Dios, proyecto divino realizado; untar/ungir, en
relación con Mesías (Ungido); lo invita a ser hombre acabado, ungido e hijo de
Dios por el Espíritu.
Toca al ciego
aceptar la luz y optar libremente por ella (7). Segunda piscina, ésta fuera de
la ciudad (5,2: dentro de la ciudad), la del agua mansa (cf. Is 8,6s; cf. Jn
5,7: agitación del agua). El ciego ha alcanzado su integridad humana (volvió
con vista); ha visto la luz, no a través de una enseñanza, sino
gracias a su opción. Ha percibido lo que es el Hombre; la vista
adquirida le permitirá distinguir los verdaderos valores de los falsos. Dar
vista a los ciegos, símbolo de la liberación de la opresión (Is 29,18ss; 35,5.10;
42,6s).
Perplejidad
en la gente (8). Era un mendigo: inmóvil (sentado), impotente,
dependiente de los demás. Jesús le ha dado la movilidad y la independencia. La
duda sobre la identidad del ciego refleja la novedad que produce el Espíritu;
siendo el mismo, es otro (9). Soy yo, palabras que usa Jesús
para identificarse él mismo (4,25s; 6,20; 8,24.28.58): nueva identidad del
hombre acabado por el Espíritu. Interés por el hecho (10). Se repite el relato
de la curación, mostrando su importancia (11); un hombre como
él (cf. 9,1). Interés por la persona de Jesús (12): se ha suscitado una
esperanza.
vv.
13-34. Los fariseos, enemigos de Jesús (7,47; 8,13) (13). Para Jesús
no cuentan los preceptos de la Ley (14). Interrogatorio (15): a los fariseos
no les interesa el hecho ni se alegran por él, quieren saber el cómo, para ver
si ha habido infracción de la Ley. División de opiniones (16): un grupo toma
como criterio de juicio la observancia de la Ley (no guarda el
precepto); otro parte de los hechos y descubre en ellos el poder de
Dios (señales). Opinión del hombre (es un profeta)
(17): no ha descubierto toda la realidad de Jesús, pero afirma que su
actividad es de Dios (cf. 4,19).
Ahora los
dirigentes, que incluyen a los fariseos (18). Ante el insoluble problema
se refugian en la incredulidad. No quieren ver el hecho, que derriba los
fundamentos de su sistema teológico. Doble pregunta a los padres (19): si su
hijo nació ciego y, en caso afirmativo, cómo ha recobrado la vista; oculta
esperanza de que el hecho sea falso. Los padres afirman el hecho que saben
(20); los padres tienen miedo, el hijo no va a tenerlo (21); mayor de
edad (21.23), capaz de hablar con libertad: la madurez dada por el
Espíritu (cf. 6,10: “hombres adultos”). Presión de los dirigentes sobre el
pueblo para evitar la adhesión a Jesús (22-23).
Ante la
imposibilidad de negar el hecho, recurren a su autoridad doctrinal (24) y
definen que la acción de Jesús es contraria a Dios(pecador). Quieren
evitar el testimonio del hombre en favor de Jesús, que desprestigiaría a su
institución. Intentan que reniegue de Jesús, pero él, con la nueva vida que
experimenta, se niega a someterse. El hombre no se mete en cuestiones
teológicas; opone el hecho a la teoría (25). Intranquilidad de los dirigentes
(26). Réplica (cf. Is 42,8: “Sordos, escuchad y oid”). Pregunta irónica (¿queréis
haceros discípulos suyos?).
La violenta
reacción (28) muestra que la pregunta ha tocado en lo vivo. Están intentando
rechazar la evidencia. Se refugian en el pasado (Moisés); optan
por la Ley sin amor y en contra del amor fiel (1,17). No quieren leer
directamente la realidad, donde se manifiesta el amor de Dios; la miran a
través de una ideología rígida que la deforma. Quieren denigrar la persona de
Jesús (no sabemos de dónde procede) (29). Los que exaltan la
liberación antigua (Moisés) se oponen a la nueva. El hombre ridiculiza el
argumento de los dirigentes (30-33). Su dicho es irrebatible; los dirigentes,
acorralados, pasan al insulto (cf. 7,52) (34); soberbia (a
nosotros). El hombre debería cegarse de nuevo para darles la razón.
Sigue la violencia (y lo echaron fuera); el hombre que ha
tenido la experiencia de vida es un obstáculo para su dominio.
vv. 35-38.
Jesús no abandona al que ha sido fiel a la nueva visión de sí mismo y del mundo
(35). Con su pregunta va a acabar la labor de iluminación que había comenzado.
El hombre se identifica con el modelo de hombre que Jesús le puso ante los ojos
con su barro, la imagen de su misma persona, que descubría al ciego una nueva
condición humana que antes desconocía. Jesús le pregunta si mantiene su
adhesión al ideal que ha visto. El hombre no sabía que ese ideal estuviera
realizado (36) y desea identificar al que lo realiza. Jesús se revela a él
(37). Adhesión personal (38); se postró: expulsado de la
institución judía, encuentra en Jesús el nuevo santuario, donde brilla la
gloria/amor del Padre; es un adorador de los que el Padre busca.
vv. 39-41.
No es misión de Jesús juzgar a la humanidad (3,17; 12,47), pero su
presencia y actividad denuncian el modo de obrar del orden opresor (7,7; 8,23)
y abren un proceso contra él (39): quienes estén por la liberación y la vida
se pondrán de parte de Jesús. Se van a trastornar las situaciones
establecidas (los que no ven, verán, etc.): los que nunca han
podido conocer, como el ciego, experimentarán la acción/amor de Dios, y
conocerán. Los que podían conocer, pero engañaban con una falsa doctrina, al
consumar su rechazo de Jesús perderán para siempre la luz de la vida.
Los fariseos
(40), jueces del ciego (9,13); pregunta irónica, con incredulidad y
autosuficiencia: los que poseen el conocimiento basado en la Ley tienen la luz
y nunca podrán perderla. Jesús los coge con su misma afirmación (41): no es
pecado ser ciego (cf. 9,3), sino serlo voluntariamente, rechazar la evidencia,
como han hecho ellos (9,16.24). Además, imponen su mentira como verdad (cf. Is
5,20). Doble mala fe. Ejercen la opresión con plena conciencia de lo que hacen.
Se obstinan en su mentira (vuestro pecado persiste; cf.
8,23)..
III
El
pueblo de Dios se planteó desde antiguo un gran problema: ¿cómo saber quién es
el enviado de Dios? Muchos aparecían haciendo alarde de sus habilidades
físicas, de su astucia, de su sabiduría, incluso, de su profunda religiosidad,
pero era muy difícil saber quien procedía de acuerdo con la voluntad del Señor
y quien quería ser líder únicamente para obtener el poder.
En la época
de Samuel la situación era realmente complicada. El profeta, movido por el
Espíritu de Dios, buscó un líder que sacara al pueblo del difícil atolladero de
la crisis interna de las instituciones tribales y de la amenaza de los
filisteos. Surgió Saúl, un muchacho distinguido, de buena familia y de
extraordinaria complexión física. Los hebreos más pudientes lo apoyaron de inmediato,
esperando que el nuevo rey lograra controlar el avance de los filisteos. Sin
embargo, el nuevo rey en poco tiempo se convirtió en un tirano insoportable que
agravó el conflicto interno y que, por sus constantes cambios de
comportamiento, comprometió seriamente la seguridad de las tierras cultivables.
Samuel, entonces, pensó que la solución era ungir un nuevo rey, una persona que
se pudiera hacer cargo de la situación. La unción profética se convirtió, en
aquel momento, en el medio por el cual se legitimaba la acción de un nuevo
líder ‘salvador’ del pueblo. Siglos más tarde, los profetas se dieron cuenta de
que no bastaba cambiar el rey para cambiar la situación, sino que era necesario
buscar un sistema social que respetara los ideales tribales, lo que luego se
llamo ‘el derecho divino’. Sin embargo, subsistió la idea de que el ‘líder
salvador’ tenía que ser designado por un profeta reconocido. De este modo, la
unción de los caudillos de Israel pasó a ser un símbolo de esperanza en un
futuro mejor, más acorde con los planes de Dios.
En la época
del Nuevo Testamento, el pueblo de Dios que habitaba en Palestina enfrentó un
gran reto: ¿cómo hacer reconocer a Jesús como ungido del Señor? Aunque Jesús
había conocido a Juan Bautista y, luego, había retomado su predicación, se
cernía aún sobre él la duda, debido a su origen humilde, a la manera tan
diferente de interpretar la ley y a su poca vinculación con el templo y sus
rituales. Muchos se oponían a reconocer que él era un profeta ungido por el
Señor, movidos simplemente por prejuicios culturales y sociales. La comunidad
cristiana tuvo que abrirse paso en medio de estos obstáculos y proclamar la
legitimidad de la misión de Jesús. Solamente quien conociera la obra del
Nazareno, su entrañable amor a la vida, su dedicación a los pobres, su
predicación del reinado de Dios, podía reconocer que él era el “ungido”, el
“Mesías” (como se dice en hebreo), o el “Cristo” (como se dice en griego).
Las ‘señales
y prodigios’ que Jesús actuó en medio de la gente pobre causaron gran impacto
y, por esto, fueron motivo de controversia. Los opositores del cristianismo
veían en las sanaciones que Jesús obraba, simplemente la labor de un curandero.
Sus discípulos, por el contrario, comprendían todo su valor liberador y
salvífico. Pues, no se trataba sólo de poner remedio a las limitaciones
humanas, sino de devolverle toda la dignidad al ser humano. La persona que
recuperaba la visión podía descubrir que su problema no era un castigo de Dios
por los pecados de sus antepasados, ni una terrible prueba del destino. Era una
persona que pasaba de la desesperación a la fe y descubría en Jesús al profeta,
al ungido del Señor. Su problema, una limitación física, se le había convertido
en una terrible marca social y religiosa. Pero, el problema no era su
limitación visual, sino la terrible carga de desprecio que la cultura le había
impuesto. Jesús lo libera del insufrible peso de la marginación social y lo
conduce hacia una comunidad donde lo aceptan por lo que él es, sin importar las
etiquetas que los prejuicios sociales le habían impuesto.
En el
evangelio se nos relata una especie de drama entre los vecinos del lugar donde
el ciego solía pedir limosna, los fariseos que eran un grupo de judíos piadosos
y cumplidores de la ley y los “judíos” en general, una expresión genérica con
la que el evangelista designa a las altas autoridades religiosas del pueblo
judío de la época de Jesús. Hasta los padres del ciego son involucrados en el
drama.
Se trata de
un verdadero «drama teológico», simbólico, de una gran belleza literaria. De
ninguna manera se trata de una narración cuasi periodística de unos hechos
históricos, o de un relato que nos describa ingenuamente cómo sucedieron las
cosas. No olvidemos que es Juan quien escribe, y que su Evangelio se mueve siempre
en un alto nivel de sofisticación, de recurso al símbolo y a la expresión
indirecta. Si tenemos que dirigir la palabra en la homilía, conviene no
«contar» las cosas como quien cuenta hechos históricos indiscutibles, como si
estuviera entreteniendo a unos niños. Los oyentes son adultos y agradecen que
se les trate como a tales, sin abusar de que se tiene la palabra en un ámbito
sagrado donde por respeto nadie contradecirá, y por eso se puede decir
cualquier cosa, que «todo vale» en ese ambiente.
En el drama
teológico que hoy leemos de Juan, el ciego se convierte en el centro. Todos se
preguntan cómo es posible que un ciego de nacimiento sea ahora capaz de ver.
Sospechan que algo grande ha sucedido, preguntan por el que ha hecho ver al
ciego, pero no llegan a creer que Jesús sea la causa de la luz de los ojos del
ciego que no veía. Un simple hombre como Jesús no les parece capaz de obrar
tales maravillas. Menos aún habiéndolas obrado en sábado, día sagrado de
descanso que los fariseos se empeñaban en guardar de manera tan escrupulosa. Y
menos aún siendo el ciego un pobretón que pedía limosna al pie de una de las
puertas de la ciudad. Todos interrogan al pobre ciego que ahora ve: los
vecinos, los fariseos, los jefes del templo. Jesús se hace encontradizo con él,
solidariamente, al enterarse de que el pobre ha sido expulsado de la sinagoga
judía. Y en este nuevo encuentro con Jesús el ciego llega a «ver plenamente», a
«ver» no sólo la luz, sino la «gloria» de Dios, reconociendo en él al enviado
definitivo de Dios, el Hijo del hombre escatológico, el Señor digno de ser
adorado... Es el mensaje que Juan nos quiere transmitir narrando un drama
teológico -como es su estilo- más que afirmando proposiciones abstractas -como
hubiera hecho si hubiera sido de formación filosófica griega-.
Al final del
evangelio de hoy las palabras que Juan pone en labios de Jesús hacen explotar
el mensaje teológico del drama: Jesús es un juicio, es el juicio del mundo, que
viene a poner al mundo patas arriba: los que veían no ven, y los que no veían
consiguen ver. ¿Y qué es lo que hay que ver? A Jesús. Él es la luz que ilumina.
No haría
falta echarle metafísica y ontología griega a este drama... Es un lenguaje de
confesión de fe. Juan y su comunidad está «entusiasmada», llena de gozo y de
amor, poseída realmente por el descubrimiento que han hecho en Jesús. Sienten
que Él les cambia el mundo, que ven las cosas al revés que antes, y que es en
Él en quien Dios se les ha hecho patente. Y así lo confiesan. No hace falta
más. La Ontología de los siglos subsiguientes es cultural, occidental, griega.
Para el caso, sobra.
¿Qué
significa hoy para nosotros? Lo mismo, sólo que a 20 siglos de distancia. Con
más perspectiva, con más sentido crítico, con más conciencia de la relatividad
(no digo “relativismo”) de nuestras afirmaciones, sin fanatismos ni
exclusivismos, sabiendo que la misma manifestación de Dios se ha dado en tantos
otros lugares, en tantas otras religiones, a través de tantos otros mediadores.
Pero con la misma alegría, el mismo amor y el mismo convencimiento.
Para la
revisión de vida
Jesús dice
que ha venido para “abrir un juicio”. Su vida y su testimonio nos emplazan con
un desafío ante el que necesitamos pronunciarnos. Sugerencia: entrar en mí
mismo, en oración profunda, encarándome con este
ser-humano-que-es-juicio-de-Dios. Renovar y profundizar mi encuentro con Jesús.
Sentirme desafiado por su vida y por su palabra. Aceptar gozoso el reto de
vivir a la altura del desafío que nos hace.
Para la
reunión de grupo
La
“selección” de David (primera lectura) para ser ungido es uno de los casos
típicos en la Biblia –de los que hay muchos más- en el que “los caminos de Dios
no son nuestros caminos”, ni sus criterios son los nuestros… Estudiemos y
glosemos en grupo esas diferencias entre los criterios de Dios y los criterios
de los humanos…
Para los que
creemos en Jesús, Él, con su vida plenamente realizada en el amor y la entrega,
hace presente el amor de Dios a los humanos, y por eso “abre un juicio” a la
humanidad. El juicio universal, en una cierta dimensión, ya ha acontecido: se
ha dado en Jesús; y se sigue dando: en Él, en el testimonio que de él nos sigue
llegando transmitido por sus seguidores (la comunidad de los creyentes).
Nos
preguntamos: ¿es un juicio “universal”, para todos los seres humanos? ¿También
para aquellos a quienes no les llega el testimonio de Jesús? ¿También para los
hombres y mujeres que vivieron antes que Él (muchísimos más, cualitativamente,
que los que han vivido después de Él? Si no es “universal”
Parece
que Juan quisiera hacer énfasis en la ceguera especial que tienen las
autoridades religiosas para admitir el milagro de Jesús. Quienes deberían ser
los más lúcidos resultan los más ciegos. ¿Tiene este aspecto del evangelio de
hoy alguna relevancia para nuestros días?
Para la
oración de los fieles
Para que la
Iglesia abandone toda forma de autoritarismo y actúe llevando al mundo la luz
que recibe del Evangelio. Oremos...
Para que
prevalezcan las personas y sus derechos sobre las leyes y las tradiciones.
Oremos...
Para que
quienes dudan de la presencia de Dios entre nosotros, descubran su amor por el
testimonio vivo y eficaz de la iglesia. Oremos...
Para que
caminemos como hijos de la luz, denunciando toda opresión, violencia e
injusticia. Oremos...
Para que el Señor
abra nuestros ojos y no vayamos nunca tras ningún “otro pastor”. Oremos...
Para que
nuestra comunidad, que comparte un mismo pan, comparta igualmente los demás
bienes. Oremos...
Oración
comunitaria
Tú, Señor,
que nos abres los ojos para que descubramos la hermosura de la creación y la
grandeza de tu amor, ayúdanos a colaborar contigo para que todas las personas
puedan alegrarse en su vida al ver tu luz. Nosotros te lo pedimos por Jesús,
hijo tuyo y hermano nuestro. Amén.
Estos comentarios están tomados
de diversos libros, editados por Ediciones El Almendro de Córdoba, a saber:
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro.
- Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en www.elalmendro.org
- El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro.
- Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en www.elalmendro.org
- El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico
No hay comentarios:
Publicar un comentario