miércoles, 19 de diciembre de 2012

Edith Stein: El misterio de la Navidad I

EL MISTERIO DE LA NAVIDAD



          Nos encontramos en medio del tiempo de la Navidad. La gran solemnidad, que nos ha precedido como una estrella luminosa en el oscuro cielo nocturno del Adviento, ha pasado, quizás para algunos de nosotros demasiado deprisa. No ha permanecido en silencio como la estrella sobre el pesebre de Belén. Ha pasado rápidamente y quizás permanecimos sorprendidos porque no pudimos comprender o extraer de que el misterio quería y debería traernos. Entonces resulta ciertamente consolador que la Iglesia tenga en cuenta, como sabia y buena madre, la debilidad de sus hijos que haya previsto un buen número de semanas para el tiempo de navidad. Así se puede todavía recuperar algo de lao que se ha perdido; e incluso para hoy no se me ocurre nada mejor que el que permanezcamos un poco en silencio y volvamos la mirada a las últimas semanas.
 
ADVIENTO Y NAVIDAD





           Cuando los días se hacen todavía más cortos, cuando (en un invierno normal) comienzan a caer los primeros copos de nieve, entonces surge tímida y calladamente los primeros pensamientos de Navidad. Y de la sola palabra brota un encanto, ante el cual apenas un corazón puede resistirse. Incluso los fieles de otras confesiones y los no creyentes, para los cueles la vieja historia del niño de Belén no significa nada, se preparan para esta fiesta pensando cómo pueden ellos encender aquí o allá un rayo e alegría. Es como si un cálido torrente de amor se desbordara sobre toda la tierra con semanas y meses de anticipación. Una fiesta de amor y alegría –esta es la estrella hacia la cual caminamos todos en los primeros meses del invierno. Para los cristianos y, en especial para los católicos, tiene un significado mayor. La estrella los conduce hasta el pesebre donde se encuentra el Niño que trae la paz a la tierra. El arte cristiano nos lo presenta ante nuestros ojos en innumerables y tiernas imágenes, viejas melodías, en las cuales resuena todo el encanto de la infancia, nos cantan de él.

iglesia Granada

          En el corazón del que vive con la Iglesia se despierta una santa ansia con las campnas del “rorate” y los cánticos del Adviento; y en aquel, que esté abierto al inagotable manantial de la santa liturgia, palpitan día a día las exhortaciones y promesas del profeta de la Encarnación: “Rorate, coeli, desuper et nubes plutant justum! Prope este jam Dominus- Venite adoremusVeni, Domine, et noli tardere. –Jerusalem, gaude Gaudio magno, quia veniet tibi Salvator. Desde el 17 hasta el 24 de diciembre resuenan las solemnes antífonas “Oh” del Magnificat (O Sapientia, O Adonai, O Radix Jesse, O Clavis David, O Oriens, O Rex gentium, O Emmanuel), cada vez más ansiosas y fervorosas: veni ad liberandum nos. Y cada vez más prometedor resuena: Ecce completa sunt omnia (en el último domingo de adviento); y finalmente: Hodie scientis, quia veniet Dominus et name videbitis gloriam eius. Precisamente cuando al atardecer se encienden las velas del árbol y se intercambian los regalos, una nostalgia insatisfecha nos impulsa todavía más hacia el resplandor de otra luz, hasta que las campanas tocan a la Misa del Gallo y –Dum médium silentium teneret omnia- el misterio de la Nochebuena se renueva sobre los altares cubiertos de flores y luces: Et verbum caro factum est. Entonces es el momento de la gozosa plenitud: hodie per totum mundum melliflui facti sunt coeli.

 

parroquias Granada

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