martes, 4 de diciembre de 2012

Henri J.M. Nouwen: El regreso del hijo pródigo.


 
EL REGRESO DEL HIJO PRÓDIGO
Meditaciones ante un cuadro de Rembrandt
 Henri J. M. Nouwen
 
 




          Este libro ha sido presentado por Olga y las opiniones vertidas en este documento corresponden a todos y cada uno de los miembros del grupo de literatura.
          Esta obra toma como base el famoso cuadro que pintó Rembrand (El retorno del hijo pródigo), la parábola del Hijo Pródigo, contenida en la Biblia, y la trayectoria espiritual del propio autor. 
 
          El retorno del hijo pródigo es una obra del pintor holandés Rembrandt. Está realizado en óleo sobre tela, y fue pintado hacia el año 1662. Mide 2'62 m. de alto y 2'05 m. de ancho. Se exhibe actualmente el Museo del Hermitage, de San Petersburgo.

          Rembrandt, es el maestro del claroscuro, pintor del barroco que llevó una vida llena de inestabilidad, de grandes conflictos personales y familiares. Un año antes de su muerte, falleció su hijo Tito.

          Al final de su días, vivió una sincera y quizás angustiada búsqueda de Dios.

          El cuadro se inspira en la parábola del hijo pródigo, contenida en la Biblia, en el evangelio de San Lucas (Lc 15, 11-32). La escena representa el momento cumbre del perdón, de la reconciliación y de la misericordia. Es el arrepentimiento del Hijo, que había desgastado su vida y despilfarrado su patrimonio, perdiendo su dignidad, y vuelve al Padre, quien le perdona y lo restituye en su humanidad. El anciano padre lo acoge con un gesto afectuoso, lleno de amor, con una misericordia infinita. Coloca las manos sobre la espalda de su andrajoso hijo. La luz incide sobre esta pareja padre-hijo, así como en el rostro del personaje de la derecha, identificado como el hijo mayor.

Parroquia Granada: Gójar

         “¿Quién no ha escuchado o rezado alguna vez esta escena del evangelio de Lucas?¿Quién en su vida no ha exigido lo que le corresponde, se ha ido y luego ha tenido que regresar con la cabeza baja; o quién no ha sido cabezota y se ha negado a entrar en razones como el hijo mayor... o quién, por qué no, no ha sido alguna vez ese padre que acoge perdona y entiende a quien se acerca a su lado?” 
                                                 
          Todos nosotros regresamos a Dios, al Padre. Pasamos por todos los pasos y por todos los personajes que conforman esta escena evangélica. Es éste un libro que, leído despacio y meditando, hace que uno se identifique con cada frase. Es un libro para la meditación:

          “¿Cómo podemos encontrar la morada de Dios dentro de nosotros? A través de la oración continua.”

          Oramos para no desfallecer. Somos el hijo extraviado o el hijo resentido, pero podemos llegar a ver con la luz interior que da la maduración personal.

          Necesitamos de una conversión (hijo menor), o nos creemos justos (hijo mayor); pero Dios padre dice: “Todo lo mío es tuyo”. Dios sale a nuestro encuentro y nos acoge, nos perdona, nos reconcilia y nos restituye a nuestra propia humanidad.

          Esta parábola expresa quién es Dios y cómo es el hombre. Dios es misericordioso, que restituye la frágil humanidad del hombre por medio de un anillo, signo de la filiación recuperada; con sandalias, signo de la libertad también recuperada; con un traje nuevo, imprescindible para una vida nueva, reconciliada; y con el sacrificio de un novillo, el mejor, preanuncio del sacrificio del Cordero de Dios. Todo ello enmarcado en el abrazo de la acogida, íntima, gozosa, misericordiosa, festiva, comunicativa.


          Podemos conocer la vida oscura, pero elegimos vivir en la luz. El pecado del hijo mayor es el pecado de la envidia, la soberbia...; nosotros somos el hijo menor, o el hijo mayor en algún momento de nuestra vida; o somos el padre en el momento que  vemos necesidades en los demás.

          Profundizamos cada día en el diálogo con Dios y es necesario mantener una “tensión” diaria en todas nuestras actuaciones, como cuando cantamos, sin bajar la nota musical; ahora bien, esa tensión es agotadora, requiere de una lucha y de una disciplina en la relación con los demás y con Dios. Hay que hacer “lo ordinario extraordinariamente bien”.

         Es una tensión espiritual que hace que avancemos con un impulso que ya hemos recibido en la acogida, que restituye con ese abrazo íntimo del Padre que no ha olvidado su fidelidad para con el Hijo.

          En la Carta Encíclica DIVES IN MISERICORDIA,(30-nov-1980), Juan Pablo II nos presenta el proceso de conversión del hijo pródigo como el camino en busca de la dignidad perdida de la humanidad destrozada y despilfarrada, de la filiación despreciada. El hijo pródigo es el hombre de todos los tiempos, la humanidad entera que peca y busca el perdón. El Padre se mantiene fiel a su paternidad, a su amor para con el hijo. El Padre es consciente de que se ha salvado un bien fundamenteal: el bien de la humanidad de su hijo, que ha gastado todo su patrimonio, pero ha quedado salvada su humanidad.

         Según Juan Pablo II,  “la misericordia se manifiesta en su aspecto verdadero y propio, cuando revalida promueve y extrae el bien de todas las formas de mal existentes en el mundo y en el hombre ;[..] es el amor que no se deja vencer por el mal, sino que vence con el bien al mal”.


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