martes, 31 de octubre de 2017

día de todos los Santos, de difuntos, oración, escatología


Catedral Granada
 El día de la Muerte; el día de la Resurrección,
el día de la Comunión de los Santos.

Oración por los difuntos:
        Yo me postro sobre esta tierra donde reposan los restos mortales de mis queridos padres, parientes, amigos, y todos mis hermanos en la fe que me han precedido en el camino de la eternidad. Mas ¿qué puedo hacer yo por ellos? Oh divino Jesús, que padeciendo y muriendo por nuestro amor nos comprasteis con el precio de vuestra sangre la eterna vida; yo sé que vivís y escucháis mis plegarias y que es copiosa la gracia de vuestra redención. Perdonad, pues oh Dios misericordioso, a las almas de estos mis amados difuntos, libradlas de todas las penas y de todas las tribulaciones, y acogedlas en el seno de vuestra Bondad y en la alegre compañía de vuestros Ángeles y Santos para que, libres de todo dolor y de toda angustia, os alaben, gocen y reinen con Vos en el Paraíso de vuestra gloria por todos los siglos de los siglos. Amén.


Morir no es igual a dejar de Ser

         El filósofo francés Gabriel Marcel dice que “hay una cosa que he descubierto después de la muerte de mis padres, y es que lo que llamamos sobrevivir en realidad es sub-vivir; aquellos a quienes no hemos dejado de amar con lo mejor de nosotros mismos se convierten en una especie de bóveda palpitante, invisible, pero presentida e, incluso rozada, bajo la cual avanzamos cada vez más encorvados, con más desapego de nosotros mismos hacia el instante en que todo quedará sumido en el amor.” (Vers une autre royaume, p. 109).

         Feliciano Blázquez Carmona, doctor en filosofía por la Complutense de Madrid, en su estudio sobre Gabriel Marcel, editado por Encuentro, citando al propio pensador francés, dice que el 4 de junio de 1962 en una conferencia en la universidad de Friburgo de Brisgovia, con el título Muerte e inmortalidad, en uno de sus párrafos, afirma “que en vista del abismo que se abrió ante mí con la desaparición de un ser querido, experimenté una conmoción probablemente más intensa que si hubiera tratado de mi <<tener que morir>>. Es posible que los seres queridos desaparezcan como una nube de verano? A lo mejor los muertos están realmente aquí, entre nosotros, dice un personaje de El signo de la cruz. No es posible que el ser querido desaparezca sin más. Sería una traición.”
Magisterio de la Iglesia
         Para abordar este tema vamos a seguir el libro, de reciente publicación, de José Rico Pavés, Escatología Cristiana, Universidad Católica de San Antonio; Cuadernos de Teología; Colección La Teología Católica.


1.-el hecho de la resurrección es colocado en el día de la Parusía.
2.-el de la resurrección se concibe como universal: resucitarán todos los hombres.
3.-la resurrección se realizará con el cuerpo que ahora tenemos: el cuerpo será específicamente el mismo (un cuerpo verdaderamente humano) y numéricamente el mismo (el cuerpo que tengo ahora).
Catecismo de la Iglesia Católica:
         “En la muerte, separación del alma y el cuerpo, el cuerpo del hombre cae en la corrupción, mientras que su alma va al encuentro con Dios, en espera de reunirse con su cuerpo glorificado. Dios en su omnipotencia dañar definitivamente a nuestros cuerpos la vida incorruptible uniéndonos a nuestras almas, por virtud de la Resurrección de Jesús” (nº. 997).

         Nos planteamos el siguiente interrogante: si, como afirma la fe de la Iglesia, la salvación o condenación se reciben inmediatamente después de la muerte, antes de la resurrección gloriosa: Qué añade la resurrección gloriosa al salvado y al condenado?
         En el caso de los salvados, habrá que afirmar que la resurrección comporta un aumento intensivo en el elemento esencial de la bienaventuranza (la visión y la posesión de Dios). Antes de la resurrección el salvado ya gozaba de la visión y de la posesión de Dios, pero aún hay algo en él -su dimensión corpórea- que debe alcanzar la plenitud de la salvación. La resurrección hará que la persona, también corporalmente, goce de la visión y posesión de Dios, lo cual implica no otro gozo distinto, sino más intenso. En el caso de los condenados, se debe afirmar lo mismo: el tormento sufrirá un aumento intensivo.
Purgatorio: El Concilio de Trento afirmó que el hombre se justifica por la gracia de Dios, pero esta justificación, válida para salvarse, puede ser todavía imperfecta en el hombre, debido tanto a los pecados veniales como al reato de pena temporal que procede de los pecados mortales ya perdonados. El que muere con pecados veniales necesita completar su conversión haciéndola plena y ferviente; pero queda también la pena temporal del pecado que nunca hemos de entender como castigo de Dios. Todo pecado, aunque estemos arrepentidos de él, deja en el alma una huella, un desequilibrio interior, un apego a las cosas de este mundo, que es preciso restañar. Esto es justamente el purgatorio: la oportunidad de reconvertir toda nuestra persona antes del encuentro con Dios. No se entiende el purgatorio como un infierno en pequeño o como un castigo de Dios; es la necesidad misma de purificación de aquellas heridas que el pecado deja en nosotros, a no ser que hayamos muerto ya santos y purificados.

            Jacques Maritain (filósofo francés)
            Cuaderno de notas
         “Es tan necesario rezar como sembrar para cosechar o utilizar una fuente cualquiera de energía para hacer andar a la máquina. Incluso en las cosas de la naturaleza, en cuanto que sirven al ser humano, la humanidad que no reza podrá alcanzar con su ciencia y su técnica un dominio formidable de la materia; pero si no reza, todo acabará por volverse contra ella; ella será la que resultará esclavizada por la materia en lugar de emplearla para su propia liberación; y al fusionar el átomo, ella se convertirá en esclava del polvo. Ésta es precisamente la razón por la que un gran físico nuclear que conocí me decía un día que algunos versos de Baudelaire anunciaban este trabajo de la bomba atómica y su verdadera significación. Lo veo aún ir en busca de Les Fleurs du Mal en su biblioteca y enseñarnos estos versos del poema titulado l’Imprévu:
“Y luego, Alguien aparece que todos habían negado
Y que les dice…
Reconoced a Satán en su risa vencedora,
Enorme y feo como el mundo…
Os voy a arrebatar a través del espesor,
Compañeros de mi tiste alegría,
A través del espesor de la tierra y de la roca,
A través del montón confuso de vuestra ceniza,
(Esta estrofa había sorprendido al físico).

En un palacio tan grande como yo, de un solo bloque
Y que no es de piedra blanda,
Porque está hecho con el universal Pecado,
Y contiene mi orgullo, mi dolor y mi gloria.
         Después de esto, quisiera leer también el fin del poema, primero porque hay en él, a mi juicio, versos señaladamente hermosos y, luego, porque precesamente guardan relación con la Iglesia del Cielo:
Sin embargo, subiendo a lo más alto del universo,
Un ángel canta victoria
De aquellos cuyo corazón dice: <<Bendito sea todo azote,
Señor; el dolor, oh Padre, bendito sea.
Mi alma en tus manos no es juguete vano,
Y tu prudencia es infinita.
El sonido de la trompeta es tan delicioso,
En estas tardes solemnes de celestes vendimias,
Que se infiltra como éxtasis en todos aquellos
cuyas alabanzas canta.
         Pues bien, qué es lo que yo mismo decía? Que si no se ora, se podrán conquistar imperios y ganar mucho dinero, pero que respecto a lo que más importa al hombre, nada se podrá llevar hasta su consumación. Si no se ora, se podrá ser indudablemente un buen pintor y un gran músico, pero algo muerto habrá en esa grandeza. Si no se ora, se podrá ser un gran filósofo, pero se traicionará la filosofía y se pasará al lado de la verdad; se podrá ser un experto notablemente erudito y más o menos desequilibrado en teología y en exégesis, pero no se podrá ser un gran teólogo ni exegeta. Si no se ora, no se podrá avanzar en la vida cristiana ni recibir todas las buenas cosas: verdadera caridad fraternal, paz y gozo interiores, y el estercolero de Job y su gusano, por medio de los cuales se entra aquí abajo en la vida eterna.
         Para concluir, si quisiera resumir en una sola frase lo que hubiera querido ser capaz de mostrar en este seminario, diría que en una proporción señaladamente mayor de lo que creemos, las intenciones del cielo con respecto a la tierra y su bondad para nosotros son frustradas o paralizadas por nuestra negligencia en orar, y especialmente en orar a los santos de la Iglesia triunfante -santos ejemplares y santos ocultos, y especialmente en orar por las intenciones de esos santos y por los designios de la Iglesia del cielo”.

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