RECONCILIACIÓN
Síntesis del libro El misterio de la reconciliación; Espiritualidad y estrategias. Del teólogo norteamericano Robert J.
Schreiter, profesor en la Catholic Theological Union de Chicago.
Visión cristiana de la reconciliación:
1.-La reconciliación es obra de Dios: es Él quien a través de Cristo la
inicia y la lleva a su culminación en nosotros.
-Dios
inicia la reconciliación en la vida de las víctimas. Normalmente consideremos
que el arrepentimiento de los agresores es necesario para que pueda comenzar la
reconciliación. Pero la experiencia enseña que éstos rara vez están dispuestos
a reconocer sus abusos, ni mucho menos, a dar el primer paso. Si la reconciliación
dependiera por completo de la iniciativa de los agresores, apenas se lograría
nada.
Dios
comienza su obra por las víctimas, restituyéndoles la humanidad que los
opresores habían intentado arrebatar o destruir. Esta restitución de la
humanidad expropiada puede ser considerada como el núcleo mismo de la
reconciliación.
Que
Dios comience su obra por las víctimas, y no por los agresores, está en
perfecto acuerdo con la forma que Dios tiene de actuar en la historia: Dios
toma partido por los pobres, por las viudas y los huérfanos, por los oprimidos.
A
través de las víctimas, los agresores son invitados al arrepentimiento y a
pedir perdón.
-La
comunión entre el ser humano y Dios implica que la iniciativa divina ha de
realizarse en y a través de la acción humana.
2.-La reconciliación tiene más de espiritualidad que de estrategia.
“Reconciliación”
significa, por tanto, en primer lugar, el cultivo de una relación con Dios: es
éste el medio que hace posible que la reconciliación llegue a ser realidad.
Dicha relación se expresa en una práctica espiritual que crea espacio para la
verdad, para la justicia, para la curación, para la irrupción de nuevas
posibilidades.
“Reconciliación”
es también estrategia. El primer paso de cualquier estrategia de reconciliación
consiste en establecer las condiciones que permitan a las comunidades de
memoria y esperanza llevarla a cabo en su interior. Entre los elementos de
estrategia estarían: el discernimiento de semejanzas y diferencias entre la
reconciliación individual y social; el desvelamiento de la verdad y la apuesta
por el perdón; el uso de momentos rituales y las prácticas de pacificación.
La
reconciliación no se queda sólo en la relación con Dios, sino que esta te lanza
a la acción.
3.-La experiencia de la reconciliación hace tanto de las víctimas como de
los agresores nuevas criaturas.
La
reconciliación no es una vuelta atrás; de lo que se trata es de afrontar de forma
adecuada el pasado para poder caminar hacia el futuro.
Ello
no significa negar ni pasar por alto el doloroso contacto con la injusticia y
el atropello; no, lo que dicha experiencia posibilita es una transformación de
lo vivido, que ya siempre formará parte de nosotros. La reconciliación no tiene
nada que ver con el olvido, con borrar el recuerdo; es más bien una transformación
del mismo.
El
hecho de que el resultado de la reconciliación sea con tanta frecuencia una
sorpresa pone de manifiesto que se trata de una nueva creación.
4.-El proceso de la reconciliación por excelencia, el que pone en marcha
la creación de una nueva humanidad, lo podemos encontrar en la historia de la
pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.
Es
a la luz de lo que Dios ha realizado en Cristo como puede cobrar su verdadero sentido
ser transfigurada la narración de nuestros propios sufrimientos, el relato de
nuestra experiencia de violencia y atropello.
La
resurrección confirma y manifiesta ese poder de Dios sobre el mal: esto es lo
que nos permite interpretar los relatos de la resurrección como relatos de la
acción sanante y perdonadora del poder de Dios en el mundo.
5.-El proceso de reconciliación sólo
alcanzará su fin cuando Dios lleve a cabo en Cristo la consumación definitiva
del universo.
La
reconciliación ha de ser entendida como un proceso que implica <<todas
las cosas, pacificando, mediante la sangre de su cruz, los seres de la tierra y
de los cielos>>. (Col 1,20).
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