viernes, 9 de marzo de 2018

reconciliación, transformación, Robert J. Schreiter, profesor en la Catholic Theological Union de Chicago



RECONCILIACIÓN
Síntesis del libro El misterio de la reconciliación;  Espiritualidad y estrategias. Del teólogo norteamericano Robert J. Schreiter, profesor en la Catholic Theological Union de Chicago.
Visión cristiana de la reconciliación:
1.-La reconciliación es obra de Dios: es Él quien a través de Cristo la inicia y la lleva a su culminación en nosotros.
         -Dios inicia la reconciliación en la vida de las víctimas. Normalmente consideremos que el arrepentimiento de los agresores es necesario para que pueda comenzar la reconciliación. Pero la experiencia enseña que éstos rara vez están dispuestos a reconocer sus abusos, ni mucho menos, a dar el primer paso. Si la reconciliación dependiera por completo de la iniciativa de los agresores, apenas se lograría nada.
                   Dios comienza su obra por las víctimas, restituyéndoles la humanidad que los opresores habían intentado arrebatar o destruir. Esta restitución de la humanidad expropiada puede ser considerada como el núcleo mismo de la reconciliación.
                   Que Dios comience su obra por las víctimas, y no por los agresores, está en perfecto acuerdo con la forma que Dios tiene de actuar en la historia: Dios toma partido por los pobres, por las viudas y los huérfanos, por los oprimidos.
                   A través de las víctimas, los agresores son invitados al arrepentimiento y a pedir perdón.
         -La comunión entre el ser humano y Dios implica que la iniciativa divina ha de realizarse en y a través de la acción humana.
2.-La reconciliación tiene más de espiritualidad que de estrategia.
         “Reconciliación” significa, por tanto, en primer lugar, el cultivo de una relación con Dios: es éste el medio que hace posible que la reconciliación llegue a ser realidad. Dicha relación se expresa en una práctica espiritual que crea espacio para la verdad, para la justicia, para la curación, para la irrupción de nuevas posibilidades.
         “Reconciliación” es también estrategia. El primer paso de cualquier estrategia de reconciliación consiste en establecer las condiciones que permitan a las comunidades de memoria y esperanza llevarla a cabo en su interior. Entre los elementos de estrategia estarían: el discernimiento de semejanzas y diferencias entre la reconciliación individual y social; el desvelamiento de la verdad y la apuesta por el perdón; el uso de momentos rituales y las prácticas de pacificación.
         La reconciliación no se queda sólo en la relación con Dios, sino que esta te lanza a la acción.
3.-La experiencia de la reconciliación hace tanto de las víctimas como de los agresores nuevas criaturas.
         La reconciliación no es una vuelta atrás; de lo que se trata es de afrontar de forma adecuada el pasado para poder caminar hacia el futuro.
         Ello no significa negar ni pasar por alto el doloroso contacto con la injusticia y el atropello; no, lo que dicha experiencia posibilita es una transformación de lo vivido, que ya siempre formará parte de nosotros. La reconciliación no tiene nada que ver con el olvido, con borrar el recuerdo; es más bien una transformación del mismo.
         El hecho de que el resultado de la reconciliación sea con tanta frecuencia una sorpresa pone de manifiesto que se trata de una nueva creación.
4.-El proceso de la reconciliación por excelencia, el que pone en marcha la creación de una nueva humanidad, lo podemos encontrar en la historia de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.
         Es a la luz de lo que Dios ha realizado en Cristo como puede cobrar su verdadero sentido ser transfigurada la narración de nuestros propios sufrimientos, el relato de nuestra experiencia de violencia y atropello.
         La resurrección confirma y manifiesta ese poder de Dios sobre el mal: esto es lo que nos permite interpretar los relatos de la resurrección como relatos de la acción sanante y perdonadora del poder de Dios en el mundo.
         5.-El proceso de reconciliación sólo alcanzará su fin cuando Dios lleve a cabo en Cristo la consumación definitiva del universo.
         La reconciliación ha de ser entendida como un proceso que implica <<todas las cosas, pacificando, mediante la sangre de su cruz, los seres de la tierra y de los cielos>>. (Col 1,20).

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