Joseph Ratzinger, poco
antes de tomar el nombre de Benedicto XVI, publicó un artículo titulado:
“Significado y límites de la actual cultura racionalista”; como puede deducirse
de dicho título, el intelectual alemán se adentra en las bases del pensamiento
predominante o, más bien, dominante en occidente.
El pensamiento dominante
se define asimismo como Racional, en él descubre Ratzinger “adquisiciones
importantes que pueden aspirar a una validez universal”, entre los que destaca:
1-El hecho de que la
religión no puede ser una imposición del Estado, sino que sólo se puede aceptar
en plena libertad.
2.-El respeto a todos los
demás derechos fundamentales de la persona.
3.-La separación de los
poderes y el control del poder.
Para
Ratzinger, conociendo como pocos la situación mundial y la particularidad histórica
de muchos países, ve cómo lo realizado en occidente, en cuanto a la vivencia de
estos valores, es utópico allí donde no se dan los presupuestos sociológicos
necesarios para el triunfo de la democracia.
Se
pregunta Benedicto “si las modernas filosofías inspiradas en la Ilustración,
tomadas en su conjunto, se pueden considerar como la última palabra de la razón
común a todos los hombres”. Aquí, “por
todos los hombres”, hay que entender precisamente eso, no sólo el hombre
occidental; “todos los hombres” apela, también, a los hombres de culturas
distintas a la nuestra, culturas cuyo derecho vital no lo recibe de occidente,
esas culturas no europeas adquieren su legitimidad por sí mismas.
La
filosofía racional nacida de la Ilustración se caracteriza por:
1.-Ser
positivas, antimetafísicas.
2.-Todas
se basan en una autolimitación de la razón positiva.
3.-el
pensamiento que nace de la Ilustración funciona muy bien en el ámbito técnico, pero que si se
generaliza, implica la mutilación del hombre.
Ratzinger
ve algunos aspectos positivos en el movimiento filosófico nacido con la
Ilustración; sin embargo, vuelve a insistir en la autolimitación de la razón.
Está claro, y no sólo para el Papa alemán, que cuando la Ilustración habla de
“razón”, pretende abarcarla totalmente, pero realmente la está limitando,
puesto que, como mostrará la Escuela de Frankfurt, la razón es entendida como
razón dominadora y calculadora; conozco en la medida que domino lo conocido,
quedando fuera de su ámbito aquello que no puede ser dominado.
Joseph
sitúa el mundo ilustrado y el de sus hijos en un momento histórico muy
determinado que impide que la filosofía nacida de la Ilustración tenga
realmente validez universal:
“Pero
esos elementos están fundados en una autolimitación de la razón específica de
una determinada coyuntura cultural -la del Occidente moderno- que, en cuanto
tal, no puede ser la última palabra de la razón. Aunque parezcan totalmente racionales,
dichos elementos no representan la voz de la razón, sino que ellos mismos están
vinculados culturalmente a la situación del occidente de hoy”.
La
filosofía de la Ilustración, como he referido con anterioridad al recordar a la
Escuela de Frankfurt, se centra en el poder.
Ratzinger apela a una norma moral como posibilidad limitadora del poder
hacer del hombre, ya que, sin los límites éticos ese saber hacer y poder hacer
llevaría al hombre a la destrucción; sirvan de ejemplo la bomba atómica, o por
nombrar aspectos más de actualidad, recordemos todas las demandas de los
ecologistas sobre la necesidad de un uso equilibrado de los recursos naturales,
o las cada vez más insistentes reivindicaciones de una ética empresarial, o la necesaria ética referida y aplicada al
poder político:
“No
existe un saber separado del poder hacer, porque iría contra la libertad, que
es el valor supremo en absoluto. Pero el hombre, que sabe hacer tantas cosas,
siempre sabe hacer más; y no encuentra su medida en una norma moral, el
resultado será inevitablemente, como se puede comprobar, un poder de
destrucción”.
A
lo largo del artículo que nos ocupa, La
crisis de las culturas, Ratzinger, en distintos momentos insiste en uno de
los grandes errores de la filosofía ilustrada que consiste en la separación de
sus propias raíces, al olvido de la memoria histórica de la humanidad y que no
sería otra cosa que el desprecio a las capacidades del ser humano:
“Para
los portavoces de las ciencias naturales, el hombre, en el fondo, no tiene
ninguna libertad; pero eso está en flagrante contradicción con el punto de
partida de todo este problema. El hombre no debe creer que es una realidad
distinta de los demás seres vivos, por lo que deberá recibir el mismo trato.
Así se expresan los representantes más audaces y más avanzados de una filosofía
claramente separada de las raíces de la memoria histórica de la humanidad”.
Para
Ratzinger la filosofía racionalista (positivista), no es ni estrictamente
racional ni universalmente válida:
“Las
dos cuestiones sólo admiten un rotundo <<no>>. Esa filosofía no
expresa la razón total del hombre, sino sólo una parte; y debido a esa
mutilación de la razón, no se la puede considerar como plenamente racional. Por
eso es también incompleta, y sólo puede recobrar su vigor si restablece de
nuevo el contacto con sus raíces. Y es que un árbol sin raíces terminará
secándose…”
Para el pensador alemán, el choque
entre las diversas culturas no se producirá por motivos religiosos, pues las
grandes tradiciones religiosas, aunque muchas veces en lucha, siempre han
sabido convivir; el gran choque cultural lo sitúa Ratzinger entre las grandes
tradiciones históricas y la tendencia ilustrada a imponerse sobre ellas con su
mediocre concepto de razón.
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