QUINTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
CICLO "A"
CICLO "A"
Primera lectura: Isaías 58,7-10
Interleccional: Salmo 111
Segunda lectura: 1 Corintios 2,1-5
Interleccional: Salmo 111
Segunda lectura: 1 Corintios 2,1-5
EVANGELIO
Mateo 5, 13-16
Mateo 5, 13-16
13Vosotros sois la sal de la tierra. Y si la
sal se pone sosa, ¿con qué se salará? Ya no sirve más que para tirarla a la
calle y que la pisotee la gente.
14Vosotros sois la
luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en lo alto de
un monte; 15ni se enciende una lámpara para meterla
debajo del perol, sino para ponerla en el candelero y que brille para todos los
de la casa 16Empiece así a brillar vuestra luz ante los hombres;
que vean el bien que hacéis y glorifiquen a vuestro Padre del cielo.
COMENTARIOS
I
Y DIOS, ¿ES BUENO?
Este domingo viene a caer casi siempre en febrero, mes en el que se celebra
la Campaña contra el Hambre en el Mundo, circunstancia que puede favorecer
el que muchos, al tomar conciencia de la terrible realidad del hambre en
nuestro planeta, hayan pensado de esta manera: ¿Cómo es posible que Dios
permita tanto dolor? ¿Cómo es posible que, siendo bueno, no acabe con tanto
sufrimiento? ¿O es que Dios no es tan bueno? ¿O es que Dios no existe?
Y DIOS, ¿DÓNDE ANDA? ¿Y ES BUENO?
¿Se habrá olvidado Dios de nuestro mundo? ¿Dónde está Dios? ¿Dónde
encontrarlo?
Al tomar conciencia de las miserias que se acumulan a lo ancho y largo de
este mundo, del hambre, la enfermedad, la incultura...; al ser testigos de los
sufrimientos tan inhumanos a que se ven sometidos tantos millones de seres humanos,
una pregunta se plantea en la mente de muchos: ¿Quién ha dispuesto las cosas
tan mal?
No podemos negar que conocer nuestro mundo, cuando se posee un mínimo de
sentido crítico, deja un amargo sabor de boca: en la actualidad se están
matando los hombres unos a otros en unas treinta guerras, hay quince millones
(15.000.000) de leprosos en todo el mundo, muchos de ellos con deficiente
atención sanitaria, y son decenas de millones de hombres los que mueren de
hambre cada año en el mundo...
¿Manifiesta este mundo la bondad de su Creador? No nos escandalicemos por
la pregunta: la historia nos asegura que son muchos los que han dejado de creer
en Dios porque no han sido capaces de superar el escándalo de un mundo que rebosa
sufrimiento.
SAL DEL MUNDO
En la antigüedad, en el entorno cultural de Israel, cuando se hacía un
pacto entre dos pueblos, una vez de acuerdo en los términos de la alianza, se
solía celebrar un banquete, con el que quedaba sellada; en ese banquete se
usaba la sal, dándole una gran importancia simbólica: la sal hace que los alimentos se
conserven sin corromperse; pues eso es lo que debían procurar quienes
establecían aquella alianza, mantenerla en vigor permanentemente. Los pactos
que se hacían según ese rito los llamaban «pactos de sal».
Dios ha querido hacer una nueva alianza; los términos de la misma los acaba
de explicar Jesús: son las bienaventuranzas. Dios estará presente en medio de
los hombres que elijan ser pobres para construir un mundo
en el que no haya pobres, y en el que los hombres sean solidarios, y honestos,
y comprometidos en la construcción y el mantenimiento de la paz; y fieles
hasta el final a sus compromisos, a pesar de los conflictos y de las
persecuciones que su estilo de vida les pueda acarrear...
Es una alianza que Dios quiere establecer no con un pueblo en particular,
como antes, sino con toda la humanidad, con todo el mundo a quien promete la
felicidad, la dicha: «Dichosos. . . »
Dios será fiel -siempre lo fue- a esa alianza; pero los que tienen la misión
de hacer que se mantenga viva son los discípulos de Jesús: ellos son -nosotros
debemos ser- «la sal de la tierra».
LUZ DEL MUNDO
Y ellos -los discípulos, que hoy somos nosotros- son los que tienen que hacer que sea patente, que se vea con claridad la
presencia de Dios en el mundo de los hombres: «vosotros sois la luz del
mundo».
Porque Dios no se hace visible en los fenómenos terribles de la naturaleza
-el trueno, el rayo, el terremoto-, como se creyó en un tiempo; Dios se hace
visible en la vida de los hombres y, en concreto, en la vida de la comunidad
cristiana que lleva a cabo con fidelidad el programa de las bienaventuranzas.
Hubo un Hombre que se comprometió a dar su vida para que los hombres
pudieran ser felices; entonces se abrió el cielo y se restableció la
comunicación entre Dios y la humanidad. En adelante, cuando un pedazo de esa
humanidad, un grupo de hombres y mujeres, de ancianos y de niños, asuman juntos
ese compromiso, Dios se hará presente y su luz brillará con fuerza en medio del mundo.
SI LA SAL SE VUELVE SOSA...
Mil millones. No. No se trata de dinero. Se trata de personas que dicen que
son discípulos de Jesús de Nazaret, que dicen que son cristianos. Personas que,
al menos teóricamente, deberán estar comprometidas en construir un mundo en el
que no hubiera sufrimiento. Personas cuya actividad debería ser manifestación
de la bondad de un Dios que es amor hasta la exageración... ¿No se habrá vuelto
sosa la sal?
II
v. 13: Vosotros sois la sal de la tierra. Y si la sal se pone sosa, ¿con qué se
salará? Ya no sirve más que para tirarla a la calle y que la pisotee la gente.
La sal, que asegura la incorruptibilidad, se usaba en los pactos como
símbolo de su firmeza y permanencia. En particular, todo sacrificio debía ser
salado, como señal de la permanencia de la alianza (Lv 2,13; cf. Nm 18,19: «una
alianza de sal es perenne»; 2 Cr 13,5: «El Señor... con pacto de sal concedió a
David y a sus descendientes el trono de Israel para siempre»). «La tierra»
significa la humanidad que la habita. Según este dicho de Jesús, los discípulos
son la sal que asegura la alianza de Dios con la humanidad; es decir: de su
fidelidad al programa de Jesús depende que exista la alianza, y que se lleve a
cabo la obra liberadora prometida. Si la sal pierde su sabor, con nada puede
recuperarlo; si los que se llaman discípulos de Jesús, y tienen delante su
ejemplo, no le son fieles, no hay donde buscar remedio. Esos discípulos son
cosa inútil, han de ser desechados, arrojados fuera, y merecen el desprecio de
los hombres, a cuya liberación debían haber cooperado.
v.v. 14-16: Vosotros sois la luz e mundo. No se puede
ocultar una ciudad situada en lo alto de un monte; 15ni se enciende una lámpara para meterla debajo del perol, sino para
ponerla en el candelero y que brille para todos los de a casa 16Empiece así a brillar vuestra luz ante los hombres; que vean el bien que
hacéis y glorifiquen a vuestro Padre del cielo.
. «La luz» es la gloria o esplendor de Dios mismo, que, según Is 60,1-3,
había de refulgir y brillar sobre Jerusalén. La interpretación de Is 60,3
aplicaba la frase a Israel; también a la Ley y al templo (cf. Is 2,2) y a la
ciudad de Jerusalén (cf. Is 60,19), siempre como reflejo de la presencia de
Dios en ellos. Esta presencia radiante y perceptible se ha de verificar en
adelante en los discípulos; ellos son el Israel desde donde refulge Dios, la
nueva Jerusalén donde él habita. Esa luz ha de ser percibida: la comunidad
cristiana no puede esconderse ni vivir encerrada en sí misma. La gloria de Dios
ya no se manifiesta en el texto de la Ley ni en el local de un templo, sino en
el modo de obrar de los que siguen a Jesús. «Vuestra luz» son las obras en
favor de los hombres, descritas en 5,7.8.9, en las que resplandece Dios: la
ayuda, la sinceridad y el trabajo por la paz, es decir, la constitución de una
sociedad nueva. Al nombrar a Dios como Padre de los discípulos, Mt alude a la
calidad de hijos de que éstos gozan por su actividad, que continúa la del Padre
(5,9). Así, «los hombres» glorificarán al Padre, es decir, conocerán al único
verdadero Dios.
Estos dos dichos de
Jesús confirman la creación del Israel mesiánico: los discípulos son los
garantes de la alianza y en la comunidad resplandece la gloria de Dios. Es la
comunidad de los que han elegido ser pobres (5,1), se mantienen fieles a este
compromiso (5,10), ejercen las obras propias de los hijos de Dios (5,7-9) y
dan así ocasión a la liberación de la humanidad (5,4-6). Es la presencia del
reinado de Dios en la tierra (5,3.10).
III
Las lecturas de hoy tienen como tema central la justicia de Dios, expresada
plenamente en el amor misericordioso para con el prójimo. El relato que leemos
del profeta Isaías se enmarca en el contexto del ayuno, en donde se realiza una
fuerte crítica al pueblo de Israel por sus prácticas religiosas desarticuladas
de la fe y la justicia con los pobres. El profeta llama a realizar el verdadero
culto a Yahvé, ligado íntimamente con la justicia y la misericordia. Las
diferentes prácticas religiosas deben salir del corazón y deben dar el fruto de
una verdadera justicia social, concretizada en el compartir del pan con el
hambriento, en la solidaridad con los que sufren, en preocuparse visceralmente
por los hermanos pobres, pues en ellos, en los abatidos, en los mal vistos, es
donde el mismo Dios se revela; es en ellos donde la luz de Dios se hace
presente; es donde el Dios de Israel verdaderamente habita.
En relación con lo
anterior, Pablo expresa a los corintios que el misterio de Dios anunciado por
él no se fundamenta en la sabiduría humana, sino en el mismo Señor crucificado,
lo cual significa que es Dios quien ha actuado en Pablo y en la comunidad. Es
relevante que Pablo se refiera a la cruz de Cristo como el elemento esencial de
su predicación. Con ello quiere hacer presente el verdadero rostro de Dios que
se revela no a los sabios ni a los poderosos, sino a los más vulnerables de la
sociedad. De ahí que el anuncio de la Palabra transformadora de Dios no
pertenezca al mundo de la sabiduría humana, sino a la fuerza salvífica del
Espíritu de Dios; es decir, que la fe y su debido comportamiento moral,
sintetizado en la justicia y en la misericordia, sea una iniciativa exclusiva
de Dios, una acción liberadora que penetra en el corazón del ser humano y que
lo empuja a actuar de una manera coherente con la Palabra escuchada. Por tanto,
el anuncio del misterio de Dios realizado por Pablo a la comunidad griega de
Corinto es su propia experiencia de Cristo; lo que realmente anuncia es la
vivencia de ese mensaje.
El evangelio de hoy, de
Mateo, expresa cuál es la misión de los creyentes de todos los tiempos: ser sal
y luz para el mundo. Tanto la sal como la luz son elementos necesarios en la
vida cotidiana de las familias. La sal da sabor a las comidas, conserva los
alimentos, purifica; en la antigua Palestina servía para encender y mantener el
fuego de los hornos de tierra. Por su parte, como es sabido, la luz disipa las
tinieblas, ilumina y orienta a las personas; es la metáfora perfecta que emplea
el AT para hacer referencia a Dios; y es la tarea de los profetas y en especial
la del Mesías: ser luz de las naciones (Is 42,6). Sal y luz, entonces, hablan
de la tarea del seguidor fiel de Jesús: Expresar la fe, su integración con el
proyecto de Dios a través del testimonio de vida, a través de las buenas obras,
de los buenos frutos; tiene la misión de mantener el sabor y la luminosidad de
la Palabra de Dios en todo tiempo y lugar del mundo --empresa que únicamente se
logra por medio de una conciencia plena de la necesidad de fomentar en la
comunidad mundial la justicia y la solidaridad entre los hermanos.
¿Y cuando la
Iglesia no es «luz del mundo», sino que también aporta su oscuridad, el pecado
de sus fieles y hasta de sus sacerdotes, y la falta de renovación para ser sal
de la tierra? También hay que preguntarse eso. Porque la frase del evangelio no
es una declaración dogmática que nos haga inmunes al mal... El mal y el pecado
también se adentran en nuestras vidas, y en la del colectivo eclesial, y hace
falta coraje para verlo, para reconocerlo, y para combatirlo. Combatir el mal,
también cuando lo vemos dentro de nuestra propia Iglesia, es un deber. No es
mayor amor el de que prefiere callar... Ciertamente que la denuncia del mal de
la Iglesia tiene que ser por amor, pero un amor probablemente conflictivo, que
encontrará resistencias. Pero el amor no es capaz de callar de forma cómplice,
cuando se siente en la obligación de combatir el mal, precisamente por
amor.
Para la revisión de vida
La palabra, sin el
testimonio de vida, es increíble; pero el testimonio de las obras, sin la
palabra que interprete el testimonio, puede ser ininteligible. Palabra y
testimonio mutuamente se necesitan. ¿Cómo va en mi vida ese binomio de palabra
y testimonio? ¿Qué predomina? ¿Qué falla? Se conjuntan y apoyan mutuamente?
Para la reunión de grupo
¿Cuáles de los métodos
que hoy tenemos para conservar los alimentos existían en tiempos de Jesús?
¿Era grande el valor que
los antiguos daban a la sal? ¿Por qué?
¿Por qué la expresión
"negar el pan y la sal"?
¿Qué puede querer decir
Jesús al hablar de que sus discípulos deben ser "sal de la tierra"?
¿Qué decir de la luz?
Para la oración de los
fieles
Para que los cristianos,
como la sal con los alimentos, estemos en contacto con el mundo y no nos aislemos,
roguemos al Señor...
Para que también los
cristianos nos dejemos influenciar por todo lo bueno que encontramos en la vida
de tantos hombres y mujeres, de tantos pueblos y religiones, como algo con lo
que Dios nos interpela y nos ayuda a crecer en santidad y en comunión…
Para que, como la sal,
demos sabor a lo que nos rodea...
Para que "brillen
nuestras obras ante los hombres" y mujeres...
Para que la palabra de
la Iglesia vaya avalada por su compromiso...
Para que el compromiso
de los cristianos sea interpretado correctamente mediante la confesión
explícita de la fe...
Oración comunitaria
Dios Padre y Madre
universal, que en Jesús nos has invitado a compartir la Buena Nueva que él nos
trajo; haz que los cristianos hagamos valer socialmente los valores de amor y
servicio del Evangelio, para que a nuestros hermanos les sea más fácil
reconocer la presencia que ya tú tienes en todos ellos y así seamos
efectivamente “sal y luz de la tierra”. Nosotros te lo pedimos con la mirada
puesta en Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro.
Estos comentarios están tomados de diversos libros, editados por
Ediciones El Almendro de Córdoba, a saber:
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro.
- Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en www.elalmendro.org
- El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro.
- Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en www.elalmendro.org
- El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico
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