sábado, 14 de enero de 2017

liturgia segundo domingo tiempo ordinario ciclo A 15 enero 2017 homilía comentarios lecturas

LUZ DEL DOMINGO

SEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
CICLO "A"
Primera lectura: Isaías 49, 3-5.6
Salmo responsorial: Salmo 39
Segunda lectura: 1 Corintios 1, 1-3
EVANGELIO Juan 1, 29-34
“ Al día siguiente, vio a Jesús que llegaba hacia él, y dijo: -Mirad el Cordero de Dios, el que va a quitar el pe­cado del mundo. Este es de quien yo dije: "Detrás de mí llega un varón que estaba ya presente antes que yo, por­que existía primero que yo". Tampoco yo sabía quién era, pero si yo he venido a bautizar con agua es para que se manifieste a Israel. Y Juan dio este testimonio: -He contemplado al Espíritu bajar como paloma desde el cielo y quedarse sobre él. Tampoco yo sabía quién era; fue el que me mandó a bautizar con agua quien me dijo: "Aquel sobre quien veas que el Espíritu baja y se queda, ése es el que va a bautizar con Espíritu Santo". Pues yo en persona lo he visto y dejo testimonio de que éste es el Hijo de Dios.”
COMENTARIOS
 I
EL PECADO DEL MUNDO
El mundo. Era realmente difícil de entender que la tierra firme que pisaban nuestros pies fuera un enemigo de nuestra alma. Y cuando nos explicaban que lo malo no era el mundo físico, sino «lo mundano», y resultaba que lo mundano era todo aquello que resultaba divertido, todo aquello que hacía la vida más agradable..., ¿sería verdad que Dios nos había puesto en este mundo sólo para sufrir y que todo lo agradable era pecado? ¿Sería verdad que aquel Dios al que nos habían enseñado a llamar Padre se irritaba por casi todo lo que ale­graba la existencia de sus hijos? ¿Sería verdad que para gustar el sabor de la felicidad no había más remedio que pasar antes el mal trago de la muerte?
EL MUNDO
Cuando en el evangelio de Juan se habla del mundo en sentido negativo no se está hablando ni del mundo físico ni de la humanidad en general; se está hablando del mundo de los hombres tal y como lo tenemos organizado: un mundo en el que unos pocos lo tienen todo y la mayoría no tiene casi nada; un mundo en el que la diversión y la comodidad de unos pocos se hace sobre el hambre de muchos; un mundo en el que la libertad, la igualdad, la justicia son sólo palabras que encu­bren una realidad de esclavitud, de injusticia, de opresión..., un mundo en el que es más fácil odiar que amar, codiciar que compartir, herir que sanar, ordenar que dialogar; un mundo en el que, para la mayoría, es más frecuente la tristeza que la felicidad. 
EL PECADO DEL MUNDO
Y cuando se habla del pecado del mundo no se está ha­blando de los pecados que se cometen en el mundo, de los errores en que cae cada persona particular en su actuación o en su relación con los demás. No. Se está hablando de ese modo de entender la organización social, de ese modo de con­cebir las relaciones humanas que se ha impuesto a los pueblos a lo largo de la historia y que considera el crimen y la mentira como elementos útiles para el gobierno de las naciones, para organizar la convivencia entre los hombres, para regular las relaciones entre los pueblos. 
ALGUNOS EJEMPLOS
En concreto: cada día que pasa los medios de comunica­ción ponen ante nosotros la situación de millones de personas que sufren las consecuencias del pecado del mundo: que los Estados Unidos de América del Norte se obstinen en aplastar al pueblo de Nicaragua y no le permitan construir una socie­dad más fraterna, que los países más industrializados -España, por lo que parece, entre ellos- no cesen de vender armas a naciones en guerra o a las más feroces dictaduras, que la mayor parte de los científicos de los países más avanzados estén ocupados en investigación militar en vez de estar dedi­cados a tratar de mejorar las condiciones de vida de la huma­nidad, que en el siglo XX muera de hambre casi un millón de personas por semana, que haya dirigentes del Tercer Mundo que posean una fortuna personal superior a la deuda externa del país que gobiernan, que siga existiendo la tortura, la violación de los derechos humanos, la pena de muerte..., todo eso son manifestaciones del pecado del mundo.
NUESTRA RESPONSABILIDAD
¿Que quiénes son los culpables de ese pecado? Lo somos todos, pero y esto debe quedar muy claro- no todos en la misma medida.
Somos todos culpables en tanto que aceptamos y nos apro­vechamos de la situación presente, en la medida en que asu­mimos los valores de este mundo y organizamos nuestra vida de acuerdo con ellos, en la medida en que nos cruzamos cómo­damente de brazos sin querer meternos en líos.
Pero son más culpables aquellos que más beneficios obtie­nen gracias a la situación presente; son más culpables aquellos que, siendo más conscientes que la mayoría de que esta orga­nización social es demoníaca, se quedan tan tranquilos sin comprometerse en la transformación de este orden social; son más culpables aquellos que echan a Dios la culpa de que las cosas estén como están y predican la resignación ante la injus­ticia y, de este modo, liberan de culpa a los verdaderos respon­sables y adormecen la conciencia de los que sufren las conse­cuencias del pecado del mundo. 
EL CORDERO DE DIOS
Juan Bautista presenta a Jesús como «el cordero de Dios que quita el pecado del mundo». Al llamarlo así recuerda el primer cordero pascual (Ex 12,1-14), que marcó el comienzo del primer éxodo, el proceso de liberación de aquel grupo de esclavos que -ya libres- sería el pueblo de Israel. Este nue­vo Cordero representa el comienzo de un nuevo proceso de liberación para eliminar el pecado del mundo. Las armas que utilizará en su lucha serán radicalmente nuevas, pues sólo usa­rá el Espíritu de Dios, la fuerza de la vida y del amor de Dios, con el que estará dispuesto a empapar a todo el que quiera unirse a su proyecto: .... va a bautizar con Espíritu Santo». Y con la fuerza de ese Espíritu, él será el primero que recorra el camino que conduce a la eliminación del pecado del mundo: la entrega personal en favor de los demás como medio de lucha contra el crimen y la mentira; la entrega sin límite, hasta la muerte, como fuente de vida y manifestación de un amor sin medida, alternativa al odio y a la muerte a la que conduce el pecado del mundo. 
II
 vv. 29-34.Testimonio de Juan para toda época (sin oyentes determinados) acerca de Jesús. Centro (32): Jesús, el portador del Espíritu (plenitud de vida y amor del Padre). Relación con el pró­logo: 1,30 repite 1,15. A la luz de 1,14 (clave de éxodo), el Cordero de Dios alude al cordero pascual, cuya sangre liberó al pueblo israelita de la muerte y cuya carne fue su alimento. Se anuncia, pues, la muerte de Jesús y la nueva Pascua (fiesta) / éxodo (liberación).
Como paloma (32) alude a Gn 1,2: "el Espíritu de Dios se cernía so­bre las aguas". Termina de realizarse el proyecto creador: la comunica­ción plena del Espíritu a Jesús hace realidad al Hombre-Dios (1,1). Consagración mesiánica (10,36; cf. Is 11,1ss; 42,1; 61,1ss), origen divino de la persona y misión de Jesús (3,13; 6,42.50.51.58; cf. 1,18). La esfera del Espíritu se encuentra donde está Jesús (cf. 4,24). El Espíritu se iden­tifica con la gloria, la plenitud de amor y lealtad (1,14); la misión de Jesús-Mesías consiste en comunicar a los hombres el Espíritu (33) o la gloria (17,22).
El pecado del mundo es la opción por una ideología (tiniebla) que frustra el proyecto creador, es decir, que suprime o reprime en los hombres la vida o la aspiración a ella, impidiendo la búsqueda de la ple­nitud en uno mismo o en los demás. Al dar la experiencia del Espí­ritu/vida, Jesús va a quitar el pecado del mundo, va a liberar al hombre de la sumisión a las ideologías de esclavitud. Tampoco yo sabía quién era (31.33), como Samuel no conocía a David (1 Sm 16,11); alusión mesiánica.
El testimonio solemne de Juan (34) tendrá su paralelo en el del dis­cípulo al pie de la cruz (19,35). 
III
 Las lecturas de este domingo tienen como eje transversal la invitación de Dios a toda la humanidad a asumir como propio el proyecto del Reino, de retarle, en libertad y sinceridad, a una manera nueva ser hombre y mujer, de ser creación y sociedad. El texto que leemos en la primera lectura forma parte del segundo Cántico del Siervo (Is 49,1 – 50,7) en el que se identifica al pueblo de Israel como el servidor de Dios; este Israel mencionado aquí no representa la totalidad del pueblo de Dios, sino que, tal vez, se refiera a aquella pequeña comunidad creyente desterrada en Babilonia, a ese grupo reducido que mantiene viva la esperanza y la fe. Ese grupo que, a pesar de estar lejos de su tierra, mantiene su confianza en Yahvé es el que traerá la salvación a todo el pueblo de Israel y al mundo entero, pues Dios ha puesto sus ojos en él y le ha asignado la misión de expresar a toda la creación su deseo más profundo: salvar a todos sin excepción. El profeta que escribe este cántico marca una gran diferencia en cuanto a la comprensión de la salvación prometida por Yahvé; siendo el tiempo del exilio, el profeta anuncia una salvación para todas las naciones, no únicamente para el pueblo de Israel.
Pablo inicia su carta confirmando la universalidad del Reino de Dios; expresando que el mensaje de salvación es para todos los que en cualquier lugar -y tiempo- invocan el nombre de Jesucristo. Este saludo es dirigido a los cristianos de Corinto; sin embargo, por la manera solemne en que Pablo escribe (a la Iglesia de Dios de Corinto), se puede afirmar que el apóstol se está refiriendo a la única y universal Iglesia de Cristo, que se hace presente históricamente en los creyentes de Corinto. Es decir, que aunque Pablo escriba de manera particular a esta comunidad, su mensaje desborda los límites de espacio y tiempo, adquiriendo en todo momento actualidad y relevancia, pues es una Palabra dirigida a la humanidad entera. Hombres y mujeres hemos recibido la gracia de ser hijos de Dios, por medio de Jesús; hemos sido consagrados por Dios para realizar en nuestras vidas la “vocación santa”, que en nuestro lenguaje correspondería a la “misión” de hacer presente, aquí y ahora, el reino de Dios: hacer de este mundo un lugar más justo y solidario, menos violento y destructor, más libre y fraterno. Quien asume como modo normal de vida este horizonte liberador está invocando el nombre de Jesús.
El evangelio de Juan manifiesta la universalidad de la salvación de Dios por medio de la vida y misión de Jesús de Nazaret, visto éste como cordero de Dios, que se sacrifica, se entrega obedientemente a la voluntad del Padre para salvar de la muerte (del pecado) a toda la Humanidad... Jesús es el enviado del Padre, el ungido por el Espíritu de Dios, el servidor de Yahvé del profeta Isaías (49,3) que tiene como especial misión establecer en el mundo la justicia del reino; es quien verdaderamente trae la salvación de Dios a la humanidad. Juan el Bautista ya había comprendido su propia misión y la misión de Jesús; por tal razón el profeta del desierto dice que detrás de él viene uno que es más importante que él, pues el que viene es el Mesías, una Palabra nueva de Dios para el mundo. El Bautista reconoce a Jesús como el Hijo de Dios, por eso da testimonio de él. Y lo hace -y lo recoge así el evangelio de Juan-, con las imágenes de aquel tiempo, unas imágenes que hace mucho tiempo se quedaron sin base y que hasta han perdido su inteligibilidad. Hablar de Cordero de Dios, sacrificado, que expía nuestros pecados, que quita el pecado del mundo con su sangre, que nos «redime»... es hablar en unas categorías que sólo podemos conocer por estudio histórico-bíblico, por cultura especializada religiosa, pero que no podemos captar «por sentido común» por una evidencia que se respira en subconsciente colectivo social, como han de ser captadas las buenas imágenes, las imágenes que están vivas, no las que ya murieron aunque sigan siendo leídas o repetidas. Una tarea pendiente de la comunidad creyente hoy es testimoniar ese encuentro profundo con Jesús con unas metáforas nuevas, para que expresen y comuniquen ese encuentro, que sólo de esa manera se concretizará en una vida fundada entregada al amor, a la Justicia y a la comunión con Naturaleza.
Para la revisión de vida
“Ser pre-cursor de Jesús” hoy no puede entenderse sino como precursor del Reino, de la Utopía de Jesús. Jesús no necesita que alguien vaya delante anunciándole a él, porque él mismo nunca se anunció a sí mismo. Él vino para hacernos mirar hacia el Reino, no hacia él (lo cual han olvidado muchos y muchas, que se quedan mirándole a los ojos, o al dedo con el que él nos indica el lugar donde debemos mirar: al Reino. Tal vez por eso Juan Bautista, aunque nosotros lo llamemos “el precursor”, él era sobre todo un profeta de la justicia... Seamos “precursores de Jesús”, o sea, de su Causa. 
Para la reunión de grupo
Puede ser una ocasión buena para recordar esa categoría bíblica, “pecado del mundo”. Cuando fue bajada de esfera abstracta bíblica a la arena concreta de la realidad “del mundo”, fue traducida entonces como “pecado estructural”, tuvo que afrontar mucha oposición. Hoy pertenece pacíficamente –al menos en teoría- al acervo común teológico (véase la Sollicitudo Rei Socialis 36-37…).
Torres Queiruga propone abandonar el concepto de «elección». Leer su propuesta (cf supra) y comentarla. ¿Podemos pensar que los cristianos somos el pueblo elegido (o los judíos, o los musulmanes, o los egipcios...). ¿Por qué? Dar razones teológicas, bíblicas (si se encuentran), filosóficas (de razón o del sentido común) o de otro tipo (antropológico-culturales, por ejemplo)... 
Para la oración de los fieles
Para que todos los cristianos asumamos voluntariosamente la tarea de ser anticipadores de la Causa de Jesús, sus precursores, como Juan Bautista, roguemos al Señor.
Para que lo hagamos con su mismo talante: con exquisito respeto a los derechos de cada persona, sin avasallar, sin imponer, con la actitud invitatoria de quien predica con un ejemplo que atrae y seduce…
Para que “no nos acomodemos a este mundo” quedando ciegos ante el “pecado del mundo”…
Para que estemos dispuestos a cargar con ese “pecado del mundo” encargándonos de empujar a la sociedad hacia su superación…
Para que no confundamos nuestro deseo de ser testigos de Jesús con las actitudes de arrogancia, de dominio, de quien se cree poseedor único de la verdad…
Para que pidamos perdón generosamente por los pecados que hemos cometido “los hijos de la Iglesia” y la Iglesia como tal, que somos todos… 
Oración comunitaria
Dios Padre y Madre universal, que eres la “luz que ilumina a todo hombre y a toda mujer que viene a este mundo”; te pedimos hagas de nosotros “facilitadores” dispuestos a trasparentar esa luz y a remover la oscuridad que se aloja en “el pecado del mundo”; que con Jesús, también nosotros, como “precursores” suyos hoy, estemos dispuestos a cargar con el pecado del mundo y a posibilitar su superación, según tu Proyecto. Nosotros te lo pedimos con los ojos puestos en el ejemplo de Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro. Amén.
 Misterio Infinito, que todo lo habitas y lo llenas de vida. Hoy te reconocemos presente en el corazón de todos nuestros hermanos y hermanas que buscan el Amor y la Vida, a veces sin saberlo, pero siempre movidos por Ti. Ilumina con tu luz los ojos del corazón para que sepamos contemplarte presente en todo lo bueno, noble y verdadero que nuestros hermanos realizan, llevados por tu mismo Espíritu. Tú que, más allá de todas las palabras e imágenes, vives y haces vivir, para siempre. Amén.
Estos comentarios están tomados de diversos libros, editados por Ediciones El Almendro de Córdoba, a saber:
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro.
        - Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en 
www.elalmendro.org
        - El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico



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