domingo, 10 de noviembre de 2024

Comentario a las lecturas del domingo 10 de noviembre de 2024

 


Comentario a las lecturas del domingo XXXII del tiempo ordinario:


-1ª Lectura: Libro de los Reyes 17,10-16.

-Salmo 145,7.8-9a. 9bc-10.

-Segunda lectura: Carta a los Hebreos 9, 24-28.

-Evangelio: San Marcos 12, 38-44.


Personajes:

-La viuda de Sarepta: “…no me queda pan cocido; sólo un puñado de harina en la orza y un poco de aceite en la alcuza. Estoy recogiendo palos, entraré y prepararé el pan para mí y mi hijo, lo comeremos y luego moriremos”.


-La viuda del evangelio: “ …esta viuda pobre (…) que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir”.


-Los escribas: “buscan asientos de honor… los primeros puestos… devoran los bienes de las viudas y aparentan hacer largas oraciones. Esos recibirán una condenación más rigurosa”.


-Dios: “hace justicia… da pan a los hambrientos…; abre los ojos al ciego”.


-Jesucristo: ve los actos de la viuda y la de los escribas y juzga. Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados de todos…; para salvar a los que lo esperan.


Las dos viudas son conscientes de su situación; ambas están ante el abismo; la de Sarepta se resigna a la muerte, es más, está decidida a morir, ella y su hijo; siente que no tiene futuro; la del evangelio, en cambio, apuesta por el futuro, lo poco que tiene lo apuesta al futuro.


Los escribas, sienten la angustia de la vida, de la nada y del sinsentido, pero en lugar de deslizarse hacia la muerte como la de Sarepta, ellos generan la muerte: “devoraban los bienes de las viudas y aparentan hacer largas oraciones”; utilizan lo sagrado buscando el beneficio propio; estos saben calcular y buscan su beneficio, es más, a veces, destruyen la vida de los demás no porque ellos vayan a obtener un beneficio personal sino simplemente porque no soportan que otra persona sea feliz, o que otra persona se desarrolle plenamente y tenga una vida con sentido. A estos personajes los vemos en el teatro del mundo: en la política, en la universidad, en los ámbitos de trabajo; también en la iglesia, yo podría señalar a más de uno; estas personas no tienen escrúpulos, necesitan los primeros puestos, son inmorales pero todo lo revisten con una falsa bondad, apelan al bien de la empresa, de la sociedad o de la Iglesia; sin embargo, siempre van generando la destrucción en su entorno, en ese ámbito sólo soportan a otro igual a ellos; desprecian y condenan al ostracismo a aquellos que en la vida se conducen con criterios morales; en no pocas ocasiones la autoridad prefiere rodearse de inmorales, pues estos les ayudarán en sus estrategias no siempre claras. Ellos se creen listos, pues van ocupando los primeros puestos de la sociedad y de la iglesia, pero realmente, si uno presta atención, verá que no son mas que unos vende-coches, no hay en ellos nada; están en la angustia de la nada y esta situación hace que su interior se convierta en motor ambicioso que lo va devorando todo, tienen sed y hambre; nada los sacia, nada les da paz, y en el torbellino de la angustia  se ven lanzados a repetir sistemáticamente los mismos actos destructivos hacia fuera; estos no son neutros: la destrucción que generan aniquila su propia interioridad y quedan imposibilitados para otro tipo de vida.


La viuda de Sarepta sabe que está en abismo, en la angustia de la nada; su vida no tiene sentido y fuera de ella no encuentra nada que la sustente: “una mujer viuda recogía por allí leña”; leña para hacer fuego, cocinar lo poco que le queda y morir. En esa situación irrumpe el profeta Elias y le GRITA que le traiga agua y pan; ella piensa que no tiene nada; ella no puede sostenerse en la vida, tampoco a su hijo, no tiene más futuro que la muerte; “él volvió a gritarle: tráeme, por favor, en tu mano, un trozo de pan”; Elías la está forzando a encontrar en ella su propio futuro, la eternidad, el sentido de su vida; una vida sin sentido es peor que no tener pan para comer, pues la angustia inunda toda el alma. Elías lanza a la de Sarepta a encontrar en lo más profundo de sí misma lo eterno, lo sagrado, la fuente que da sentido a la vida y que está relacionada con Dios; con la relación que dentro de uno mismo se establece con Dios y que nos revela que somos seres sagrados, aunque no ocupemos los primeros puestos, ni vistamos con elegancia, ni nos saluden por la calle; sois templos del Espíritu Santo, nos dirá San Pablo; “la orza de harina no se vaciará, la alcuza de aceite no se agotará hasta el día en que el Señor conceda lluvias sobre la tierra”; esa relación en el interior de uno mismo (la orza) con Dios hace que uno experimente cómo el Señor hace justicia, da pan, liberta, abre los ojos, endereza a los que se doblan, ama a los justos, guarda a los peregrinos, trastorna el camino de los malvados…; aunque estos, como hemos visto, ya están en el trastorno.

 

En el evangelio nos encontramos con la vida de Sarepta, que ha atravesado el sinsentido en el que se encontraba, ahora, aún débil, se dirige hacia lo sagrado y apuesta por ello; en ese recorrido por el templo, al igual que Jesucristo, habrá visto a los escribas en los asientos de honor, entonces interiormente se sonríe, sabe que no son nada; que están o son ya ellos mismos  la nada y  la angustia; ella ya anda sobre las aguas al igual que Jesucristo; se encuentra entre el grupo que tiene esperanza, “La segunda vez, aparecerá… para salvar a los que lo esperan”.


El pensador coreano-alemán Byung-Chul Han nos dirá: “…la angustia aísla a las personas, es imposible compartirla. A base de miedo no se crea ninguna comunidad, ningún nosotros… no existe la revolución del miedo. Quien tiene miedo se somete al poder. Sólo en la esperanza de un mundo distinto y mejor despierta un potencial revolucionario… cuando no tenemos otra cosa a la que aferrarnos que el miedo, la vida se reduce a la supervivencia… La esperanza cristiana no nos lleva a una pasividad inactiva, sino que nos mueve a actuar, inspirando nuestra imaginación y despertando una capacidad inventiva para romper con lo antiguo y abrirnos a lo nuevo. La esperanza no nos evade del mundo, sino que nos hace anhelantes de futuro… la esperanza cristiana siempre tuvo efectos revolucionarios en la historia cultural de las sociedades que la albergaron…”

Este pensador, frente a Heidegger, apostará no por la muerte sino que acentuará y subrayará que el milagro es el nacimiento. Ya pero todavía no; ya pero todavía más; todo esto y muchísimo más.



martes, 22 de octubre de 2024

El proceso Kafka

 Grupo de Literatura

Parroquia de Gójar


Reunión: domingo, 27 de octubre de 2024, en el Salón parroquial, a las 17:30 horas.

    "Alguien debía de haber calumniado a Josef K., porque sin haber hecho nada malo, fue detenido una mañana..."






sábado, 12 de octubre de 2024

Unamuno y España


Algunas palabras de Unamuno sobre España


“¡ESPAÑA, ESPAÑA, ESPAÑA!


Pero ¿es que en los siglos de Monarquía española unificada no hubo pueblo español, y este pueblo español no tuvo voluntad, también española, y no la incorporó a la Monarquía con que se daba a sí mismo unidad? Y voluntad muchas veces radical, es decir, de raigambre y de raíces. Voluntad radical española, de raíces, y no sólo de follaje, no sólo de hojas, aunque éstas sean hojas de papel, de papeletas de voto. Y la voluntad radical, la de raíces, se afirma y sustenta bajo el suelo, en el seno de la tierra oscura que une los que fueron a los que serán, en las entrañas mismas de la nación, de la patria común. Mientras las hojas, que se mecen a todos los vientos, se ajan y pudren pronto, las arrastra el viento del otoño y forman mantillo que va a abonar las raíces que darán otro follaje, otra hojarasca. Pero la hojarasca, a las veces sonora cuando la menea vendaval -vent d’avalt, viento de abajo, no es la raigambre soterrada y silenciosa y continua…, sigue bajo el pie del árbol, en la tierra materna que guarda a los que fueron y a los que serán. Y ésta es la España Imperial. Y si sus raíces no se estremecen cada vez que sobre el solar rueda la hojarasca amarillenta y ahornagada a que arrebata el Vent d’avalt, el viento de abajo, es porque la raigambre sabe lo que es y lo que vale el follaje…” (El Sol, Madrid, 12-8-1931.)




“Y es por esto por lo que vengo insistiendo y volviendo a insistir en que se críe a la generación nueva en el hondo sentimiento de la historia patria, en el arregosto de la tarea cotidiana, en el consentimiento del lazo que nos une con los que nos han hecho españoles. Porque aquí la historia es historia español, y España es su propia historia, su obra…” (El Sol, Madrid, 14-1-1932).



“Recorría hace unos años este comentador aquí esta su ciudad de Salamanca en compañía de un profesor ruso que había venido a estudiar las escuelas rurales y del entonces rector del Colegio de los Irlandeses -para Teología Católica-, don Miguel O’Doherty, actual arzobispo de Manila. Al hablase -era lo obligado- del pueblo español, el sacerdote irlandés hubo de decirle al profesor ruso: <<Acaso haya usted oído que este pueblo es ingobernable; pero nada más lejos de la verdad. El español es obediente y poco rebelde. Lo que no le gusta es mandar. Le gusta ocupar el puesto de mando, pero no mandar; sentarse en la presidencia, pero no presidir>>… Al español, en efecto, no le gusta mandar, sino ocupar el puesto de mando y vivir de él. Y lucirlo. Y vestirlo. De mandón tiene muy poco, dígase lo que se diga; mucho más de mandarín…” (Ahora, Madrid, 15, 7, 1936.)



“…Cuando las tropas de Napoleón invadieron la Patria, el pueblo todo se alzó en armas, y el pueblo todo peleó, cada uno a su manera, contra los invasores. Fué toda la nación en armas. El espíritu que animaba a los héroes del Bruch y a los gerundenses no se ha extinguido; pero si se hace del Ejército el dictador del sentimiento patrio, el que le dé dirección y sentido e imponga sus dogmas intangibles, podríamos llegar a un estado tal de seudopatriotismo de coacción, que ante una invasión análoga a la de entonces se cruzase el pueblo de brazos, diciendo: <<¡Vosotros sois la Patria; defendeos!>>” (La Patria y el Ejército, 1906).




“¡Ojalá una verdadera juventud, animosa y libre, rompiendo la malla que nos ahoga y la monotonía uniforme en que estamos alineados, se vuelva con amor a estudiar el pueblo que nos sustenta a todos, y abriendo el pecho y los ojos a las corrientes todas ultrapirenaicas y sin encerrarse en capullos casticistas, jugo seco y muerto del gusano histórico, ni en diferenciaciones nacionales excluyentes, avive con lucha reconfortable de los jóvenes ideales cosmopolitas el espíritu colectivo intracastizo que duerme esperando un redentor!” En torno al Casticismo.



jueves, 10 de octubre de 2024

El bautista del s. XXI


El Bautista del siglo XXI

Cuando Juan el Bautista pasó a ser Juan el Escribano


Los sacerdotes hemos recibido, a través de la Curia de Granada, un escrito que parece ha redactado un abogado relacionado con la Conferencia Episcopal; desconozco realmente quién lo ha escrito y tampoco me interesa; en los aspectos jurídicos no tengo nada que decir, por ahora, pero en cuanto a los consejos pastorales que da, sí; hay dos aspectos con los que no estoy de acuerdo.



Para los empleados y directores de algunas bibliotecas públicas, o de centros sanitarios, a las personas que se introducen en sus instalaciones les llaman <<usuarios>>; también se les podría llamar con una palabra más coherente <<ciudadanos>>; no es inicuo usar una u otra; llamar a alguien ciudadano en una institución pública es reconocer que esa persona está en su casa y que por tanto no es un elemento extraño en el ámbito público; llamarlo usuario es tratarlo como un individuo ajeno a la institución pública; es más, tratar al ciudadano como usuario, en estos espacios, deja sin contenido a la legislación que ellos mismos se han dado, al menos teóricamente, como por ejemplo a la Constitución. El término <<ciudadano>> tiene un peso tan obvio que es innecesario explicar.





En la Iglesia Católica puede suceder algo parecido: imaginemos que viene alguien a pedir el bautismo para su hijo, esa persona está bautizada  y por lo tanto está en su casa, pide algo a lo que tiene derecho; sucede lo mismo cuando alguien se acerca a comulgar, lo puede hacer en la mano, en la boca, arrodillándose o de pie; eso es una opción del feligrés, no del que administra la comunión. A veces, a las personas que piden un sacramento, en dicho escrito, se refieren a ellas como: solicitantes de sacramentos, (usuarios); sin embargo, son cristianos (ciudadanos) y deben ser tratados como tales; al tratar a los bautizados como ajenos a la Iglesia se está vaciando de contenido al magisterio de la Iglesia. Tal escrito afirma:


Por último, resaltar que hay que estudiar caso por caso, siendo conveniente indagar cuál es la situación de los padres/madres: si son bautizados o no, si siéndolo contrajeron matrimonio canónico o no etc. Cuantos más datos de cercanía a la Iglesia Católica encontremos, más apoyarán la postura de administrar al niño/niña el sacramento.


Quien haya escrito esto debe pensar que ama mucho a la Iglesia y la está protegiendo; sin embargo, la está convirtiendo en un grupo sectario, en el grupo de los perfectos; ya San Juan de la Cruz advierte contra aquellos que, debido a tanta perfección en cuestiones religiosas, habían sido engullidos por la soberbia, el peor de los pecados. Le ha faltado poner que habría que indagar si los abuelos del niño cantaban al amanecer con la mano extendida el Cara al sol. Cuando estudiaba en el Colegio Español de Roma había un compañero que como un león en busca de su presa analizaba a los sacerdotes que llegaban para descubrir quién daba el perfil para introducirlo en su movimiento; aquí parece que estamos ante lo mismo: ¿Quién da el perfil y quién no da el perfil para ser cristiano?



Durante el s. XX, han surgido en la Iglesia Católica lo que se llama movimientos (en otras épocas también surgieron y ya no están); estos intentan vivir el evangelio de una manera “más radical, o si se quiere, más coherente”; pero cometen varios errores; uno de ellos es pensar que la Iglesia Católica debe convertirse a ellos y dentro de la iglesia trabajan para conseguirlo de diversos modos; estos movimientos no se han enterado, en parte, de que deben convertirse no sólo al evangelio sino también a la Iglesia Católica. La Iglesia es como un gran río, muy caudaloso y que, en lugar de recorrer el espacio, recorre el tiempo haciendo llegar constantemente al hombre actual el pasado, las grandes experiencias del mundo oriental, del mundo antiguo, no sólo la experiencia del pueblo judío recogida en el Antiguo Testamento sino también la de Grecia y Roma; estas tradiciones habían asimilado otras más antiguas y de otras latitudes; todo esto, vivido, pensado, estudiado y expresado con diversos lenguajes por los hombres desde hace 2000 años a la luz de Jesucristo, es lo que se podría llamar experiencia vivida y viva; todo ese caudal llega cada día a nosotros gracias a la Iglesia Católica. Para estos movimientos, convertirse a la Iglesia Católica es fundamental si quieren sobrevivir en el tiempo; esa riqueza nos llega a través del sacramento del bautismo y de la participación en la liturgia; pero no solo, el idioma es otra de las vías a través de las cuales recibimos ese caudal que trae la Iglesia, recordemos que el español, el francés, inglés, etc… son idiomas hablados por primera vez por cristianos; en ellos se encuentran ya las categorías que hará al hombre estar abierto a la transcendencia y a esa gran riqueza cultural y espiritual que nos trae la Iglesia. Cuando alguien se acerca a pedir el bautismo para sus hijos ya han recibido la gran catequesis sobre los sacramentos en el momento en que su madre le enseñó el idioma; lo demás es muy fácil.



Las parroquias han sido, son y serán la gran estructura de la Iglesia Católica, no caigamos en elementos sectarios propios de otros ámbitos; no seamos más papistas que el papa a la hora de administrar los sacramentos. Ya sabemos de las polémicas de Jesucristo con los escribanos; así como quienes eran los que acudían para recibir el bautismo en el Jordán. 


Este escrito me ha hecho recordar aquella ocurrencia del cardenal Segura, el de Sevilla; cómo prohibió los bailes y todos como papagayos repitieron en los sínodos diocesanos tal determinación; algunos curas aplicaron la norma y en los años 50 se dedicaron a perseguir a los danzantes; cuando estuve de cura en Pitres me contaba la gente que mientras el cura de Mecina Fondales tocaba el violín en los bailes, el de Pitres le estampó la guitarra en la cabeza a un muchacho; el párroco de Mecina se perdió en la historia; el de Pitres terminó de párroco en la Basílica de la Patrona de Granada donde pudo seguir rompiendo cabezas. Éste último párrafo se lo dedico a José Jesús, Pepe Chus, ese buen sacerdote que tuvimos de formador en el seminario pero que antes tuvo que  pasar las angustias de las Angustias.


El escrito al que me he referido trae otro párrafo memorable: “Hoy por hoy, todavía es habitual…”; la expresión “todavía” denota al que, sin esperanza, piensa que todo terminará mal; esta expresión la analizaré en otro artículo contrastándola con las expresiones: “ya, pero todavía no - ya, pero todavía más” y con el último libro del pensador coreano-alemán Byung-Chul Han, El espíritu de la Esperanza. Continuará…




                                                                        José Antonio Espejo Zamora

sábado, 21 de septiembre de 2024

Comentario a las lecturas del domingo 22 de septiembre de 2024; domingo XXV del tiempo ordinario.

   Comentario a las lecturas del domingo 22 de septiembre de 2024

 Domingo XXV del tiempo ordinario


José Antonio Espejo Zamora

-Libro de la Sabiduría 2,12. 17-20.

-Salmo 53,53 3-4.5.6.8.

-Carta del apóstol Santiago 3, 16-4, 3.

-Evangelio: San Marcos 9, 30-37.


En hebreo, la palabra piedad significa útero, espacio donde se gesta y se engendra al hijo; entre la madre y el hijo se establece vínculo eterno; por tanto, el hombre piadoso es el que ha sido engendrado por Dios; en ese espacio, el útero, Dios, por una parte, crea una unión con la persona gestada en la que Él asume la realidad humana y el hombre la realidad divina.


En la primera lectura, desde el primer momento, quedan sentenciados los actores del mal como impíos; entre ellos y Dios no hay nada. Sin embargo, se nos presentan como los expertos en lo sagrado. Ellos aparecen como la élite con capacidad para sentenciar a muerte a un hombre justo; sus acciones son una reacción al bien, al justo, que sí se ha gestado en el útero:

-lo acusan de denunciar su forma de actuar; recordemos aquella frase de Jesús, por sus obras los conoceréis.

-Les reprocha el que se salten la ley; leyes que promulgan ellos, seguramente, como sigue ocurriendo, para que los cumplan los demás.

-Les reprende por la educación recibida, esto es, los modos de comportamiento adquiridos y, por lo tanto, no naturales; el mal no estaría en lo esencial del hombre.

Los impíos no conocen a Dios, pero lo manejan, ellos se constituyen en intérpretes de los actos divinos: “si el justo es hijo de Dios, Él lo auxiliará y lo librará de las manos de sus enemigos”; la élite piensa que todos quieren ocupar su lugar, incluido el hombre justo; esto les hace pensar que el interés de Dios con respecto al justo es que éste, de forma mágica, se libere de las decisiones de los impíos que ellos creen en consonancia con Dios; sin embargo, la comunión establecida entre Dios y el justo no camina por esa senda, lo importante para ellos es no entrar por las sendas del mal; por una parte, Dios libera al justo haciendo que éste permanezca en el bien y la justicia; por otra parte, Dios permanece en el justo sufriendo los ultrajes y muerte del justo; la comunión tiene estas cosas que uno padece en el otro. El justo no quiere ocupar el lugar de los impíos sino permanecer en la comunión con Dios; por ello, sus pensamientos y actos no tienen otro horizonte que el de Dios: “perdónalos porque no saben lo que hacen”. Recordemos esa experiencia que Europa ha aportado al mundo: el tiempo en el que las élites decidieron no eliminar al justo, sino a Dios, ese tiempo en el que el Estado y el Partido se convirtieron en dios y sus intérpretes en Hitler y Stalin.



En la segunda lectura Santiago se pregunta: “¿De dónde proceden los conflictos y las luchas que se dan entre vosotros?” Él dará una respuesta que apunta al interior del hombre: “¿No es precisamente de esos deseos de placer que pugnan dentro de vosotros?”; a simple vista, parece que la cuestión es psicológica, pero parece que la causa es más profunda y está más allá de lo psicológico. Heidegger dirá que el hombre, el ser-ahí, al verse arrojado al mundo, no sólo se verá dentro de ese horizonte, sino que, al mismo tiempo, se ve y se siente en la angustia; dentro de nosotros, sentimos la angustia y al mismo tiempo un fuerte deseo de plenitud que no llegamos a saciar, pues como dice el apóstol: “Pedís y no recibís, porque pedís mal, con la intención de satisfacer vuestras pasiones”; esto es, el hombre, al sentirse en la angustia e incompleto, se lanza a satisfacer ese deseo de plenitud creándose un mundo irreal, su mundo, es muy cambiante; los que hoy forman la élite mañana pueden estar en lo más bajo, o muertos; es un mundo, el personal, como el social, sin cimientos. En ese mundo se produce una lucha por ser, buscan apaciguar su angustia y salir del anonimato, en un mundo que en lugar de apaciguar, lo que hace es aumentar la angustia; ese aumento hace que los impíos se lancen con más empeño a las luchas a las guerras. Si en ese mundo hace acto de presencia un hombre justo, pone en evidencia toda la dinámica del mal; pensemos en Gandhi, en Martin Luther King, en Óscar Romero, en Jesucristo, el Justo por antonomasia.

En el ABC publicado hoy día 21 de septiembre de 2024, viene una entrevista al pensador alemán Peter Sloterdijk, éste responde a la pregunta: “¿Cómo explica el auge del populismo en Europa? -El populismo es solo uno de los viejos nombres de la democracia…porque en la actualidad hay mucha más gente miserable, insatisfecha y descontenta de la que estamos dispuestos a reconocer… Es una forma profunda de descontento, pero no con respecto a la sexualidad, sino con respecto al reconocimiento social. Porque hoy en día la gente no sólo busca la satisfacción sexual, sino que también busca la importancia. Y lo que el ser humano no puede soportar es la constatación de lo poco importante que es. Todos trabajamos para llegar a ser importantes. Y si el Gobierno y tus vecinos hacen todo lo posible para demostrarte que nunca serás escuchado, que nunca serás importante, que tu voz nunca cambiará nada en el mundo…; <<no puedo obtener satisfacción>>, cantaron los Rolling Stones, esto se ha convertido en una verdad general. La mayoría de la gente está insatisfecha. Ni siquiera los dueños de los yates más grandes están satisfechos a bordo del lujo…

Conviene recordar a San Agustín cuando afirmó que nuestra inquietud sólo se superará cuando descansemos en Dios. En el evangelio de hoy aparecen los discípulos de Jesús discutiendo sobre quién es el más importante a lo que Jesucristo, el Justo, responderá: “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”; Cristo mismo ha roto esa dinámica del mal y a eso invita a sus discípulos.

Estas luchas se han dado y se dan en todos los ámbitos: en el mundo de la política, donde tienen que aparentar que son legales y que trabajan por los ciudadanos; en el mundo empresarial, donde el egoísmo es un elemento fundamental; en el mundo de la economía, donde, en no pocas ocasiones, se busca la libertad total del mercado (escuela económica de Austria), sin que el Estado pueda legislar para proteger a los más débiles; en la universidad, en las asociaciones y también en la Iglesia, también se da esta lucha dentro de ciertos grupos… esto es así, basta con abrir los ojos, hay hombres que se escandalizan ante lo real, pero estos no coinciden con el hombre que se sitúa en el último lugar, como nos indica Jesucristo, sino con el último hombre, como lo concibe Nietzsche. Un ejemplo de tantos que podría poner: en cierta ocasión, hace unos 20 años, tuve que tratar con el vicario general de Granada un asunto, no muy importante y que no planteaba ninguna dificultad, pero que tenía que resolver él; me invitó a entrar en su despacho, tomé asiento, era verano, él sobre su sillón giró su cabeza hacia la mesa de su despacho, ésta, al dilatarse, hizo un pequeño crujido, después giró su cabeza a su derecha, me miró y me dijo, estoy preocupado por la mesa; al final yo conseguí lo que buscaba; él ya hacía tiempo que sabía del mal.