jueves, 30 de abril de 2020

silencio por nuestros difuntos

TRES MINUTOS DE SILENCIO
Por los difuntos del coronavirus y por sus familiares

(Hoy, jueves 30 de abril, en Gójar,  a las 18:00 h.; al repique de campanas; cada uno desde donde se encuentre)

José Antonio Espejo Zamora




Esta tarde, tras el repique de campanas, en Gójar, guardaremos 3 minutos de silencio. Hemos sido convocados para ello por la Corporación Municipal de Gójar. Toda la corporación ha coincidido en lo conveniente de este gesto. El estar de acuerdo en lo esencial es fundamental para la solución de los problemas comunes y para conseguir una convivencia pacífica. Por otra parte, puesto que los concejales, alcalde, diputados, etc… no son el pueblo, sino la representación del mismo, esto hace que el gesto, el acto que haremos esta tarde sea el ejercicio de una de las funciones de las personas electas: intuir, rastrear el sentir del pueblo y llevarlo a cabo; una perversión del sistema sería lo contrario, esto es, dirigirme a la gente para modificarles su sentir, su pensamiento y sus  acciones con el objeto de que el pueblo piense, sienta, quiera y pida aquello que  a los dirigentes les conviene. No es el caso; el mismo hecho que gentes de distintos modos de pensar el funcionamiento de la sociedad se hayan puesto de acuerdo en los 3 minutos de silencio es muestra de ello.

El silencio, ¿para qué? y ¿por quién?

El silencio puede ser un problema para algunas personas, no saben qué hacer; ¿hacia dónde dirigir el corazón y la mente? Nosotros, que somos religiosos, sabemos que inmediatamente que cerramos los ojos, la boca y el pensamiento, dirigimos una mirada al centro de nuestra alma y activamos el mecanismo interno, que conocemos bien, y que hace que lo más profundo de nosotros mismos se dirija a Dios para, entablando un diálogo con Él, podamos pedirle por los difuntos y por sus familiares; pedir es lo más sencillo, pero hay algo más profundo que es sentir y participar con Dios en el amor común que nos envuelve a nosotros, a los difuntos, a los familiares, y a Dios mismo; pensemos que hacer oración es como introducirte en una piscina donde uno y todos nos encontramos rodeados de agua, y esa agua sería el amor, que nos rodea, nos inunda y nos penetra; si en una piscina el agua está fuera de nosotros, cuando oramos, el amor no sólo nos rodea sino que nos penetra. El silencio, por tanto, es para adentrarnos en esa balsa que constantemente nos rodea, que es el amor de Dios y que sólo cuando hago silencio y me adentro en mí mismo buscándolo, lo encuentro. Hay gente con un excelente oído musical, no es mi caso; esto les hace percibir el mundo sonoro de forma distinta; yo, que soy como un ciego para la música, sé lo que me pierdo cuando veo a otras personas elevarse al momento que a través del oído perciben la Belleza; es obvio que el sonido ha tocado el alma, y por tanto es una carencia en mí; igualmente, la persona que no puede orar tiene una carencia, está impedida para disfrutar de la relación con Dios y con los demás desde el centro de la propia alma. Los músicos nos dirán que aunque no se tenga oído, se puede adquirir y con el tiempo se puede llegar a disfrutar de la música; de igual manera, el que piensa que está incapacitado para la oración, también con el tiempo y la práctica puede llegar a tener ese contacto con Dios y con los demás a ese nivel profundo. Ese nivel puede llegar a ser tan profundo y claro que el amor nos permita adentrarnos en el alma del otro, y esto Dios lo hace con nosotros constantemente…

Silencio por quién:

Para nosotros, el silencio es oración, y la oración, como dirá San Juan de la Cruz, es soledad sonora, esto es, no hay en él ni silencio ni soledad.  Nosotros sabemos que los muertos resucitan; esto nos lo enseñó la iglesia desde niños; sin embargo, la vida, el pensamiento, la búsqueda personal y las experiencias nos confirman lo rotundo de esta verdad. Rezar, o aún algo más profundo, celebrar la Eucaristía por nuestros difuntos no es pedirle al Señor que los lleve al cielo; se trata de algo más hondo. Cuando yo oro por ellos, lo que realmente hago es intentar conectar desde el fondo de mi alma con el amor que los envuelve a ellos y que ellos son y tienen; conectar con el amor con el que ellos han amado a los suyos y que les nacía de dentro y por tanto con algo que nuestros difuntos conocen muy bien. Orar por los difuntos es superar la tragedia de la muerte, empujarlos hacia el corazón de Dios, hacia la comunión de los Santos, como nos enseña la iglesia; esto es, cuando oro por ellos estoy entrando, despertando en mí la común-unión con ellos y con Dios. Orar por el otro es estar en presencia del otro aunque él haya atravesado la muerte.

Algo flota en el aire y eso que flota es el amor que presencializa a Dios; necesitamos el silencio que nos permita percibir la presencia del Señor que a todos nos acompaña y en todos está, muertos y vivos.



domingo, 26 de abril de 2020

lecturas domingo 26 de abril 2020 pascua





Lecturas domingo 26 de abril de 2020

José Antonio Espejo Zamora
Comentario:

Los discípulos de Emaús se alejan de Jerusalén, han contemplado la tragedia de Jesús, nada más patente que la muerte para asegurar el fracaso; al alejarse de la ciudad, se van volviendo a la rutina, que para ellos era una vida sin esperanza, la resignación. “Suele suceder que los decorados se derrumben. Despertar, tranvía, cuatro horas de oficina o de fábrica, comida, tranvía, cuatro horas de trabajo, cena, sueño y lunes, martes, miércoles, jueves, viernes y sábado al mismo ritmo, es una ruta fácil de seguir la mayoría del tiempo. Pero un día surge el <<porqué>> y todo comienza con esa lasitud teñida de asombro… la lasitud está al final de una vida maquinal… durante todos los días de una vida sin brillo, el tiempo nos lleva…”; así el premio Nobel de literatura, Camus, nos va desvelando lo absurdo de la vida; a ese mundo absurdo vuelven los discípulos de Emaús. En ellos había surgido la esperanza cuando vieron cómo Jesucristo hacía irrumpir la eternidad en el tiempo, cuando vieron cómo la lógica absurda del mundo quedaba rota por los milagros de Jesucristo: “los ciegos ven, los sordos oyen…”, cuando en lo alto de la montaña oyeron: Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos; bienaventurados los que lloran porque serán consolados, bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados… Caminan de vuelta a su casa, a la casa sin Dios, a la casa del absurdo, edulcorada con mil cosas para tapar y olvidar el verdadero rostro del mundo: lo absurdo. Todo estaba bajo el peso de la muerte. ¿Por qué los que mataron a Jesús prefieren que todo el pueblo viva un mundo sin esperanza, sin Dios, sin sentido? ¿Por qué mataron a Jesús los que dirigen el mundo? Seguramente porque de esta manera el mundo reducido al tiempo, a lo puramente humano, aunque sea absurdo y desesperanzado, el mundo les pertenece a ellos, lo pueden manejar, y muerto Dios, ellos se convierten en dios. No se convierte el pueblo en dios, sino sólo una élite, (económica, política…), aunque como la élite es inteligente le dirán al pueblo que ellos son dios, (la soberanía reside en el pueblo) vosotros sois dios, vosotros elegís a la élite, por tanto vosotros sois nosotros y nosotros, vosotros; pero nosotros, la élite, dirigimos en vuestro nombre el cielo y el infierno en este mundo, pues nos pertenece. Jesucristo había roto esto y no lo podían consentir. ¿No es el mismo motivo por el que mataron a Gandhi, a Oscar Romero, a Martin Luther King, o por lo que intentaron matar a Juan Pablo II? Éstos sólo tenían, como Jesucristo, un arma: la Palabra y los cuatro proclamaban la no violencia, como Jesucristo, pero contra ellos se ejerció la violencia. ¿Quién venció? Para los de Emaús, vencieron los de siempre; sin embargo, de la India se marcharon los ingleses, en Estados Unidos ya ha habido un presidente negro; en los países del este cayeron las dictaduras, en el Salvador, se llenó de sinrazón la élite; sin embargo, hoy como hace 2.000 años, millones de personas creemos y pensamos que Jesucristo es el Hijo de Dios; como Pedro, en la primera lectura, nos ponemos de pie y con solemnidad decimos: “A Jesús el Nazareno, al que matasteis… Dios lo resucitó…”. ¿Cómo podemos afirmar esto? Sería suficiente decir que cuando vemos que los hombres que tienen como arma sólo la Palabra vencen a los que tienen en sus manos la propaganda, la economía y la violencia… ¿No es esto un milagro? ¿No es esto la eternidad irrumpiendo en el tiempo? ¿No es esto un milagro que perturba la lógica del mundo? Sin embargo, hay mucho más. Cuando los de Emaús son acompañados por un hombre que les hablaba de la vida de Jesús, les ardía el corazón, la eternidad despertaba dentro de ellos mismos; pero hay más, se les abrieron los ojos, comprendieron cuando, sentados a la mesa, compartieron el pan, como nosotros, cuando celebramos la misa, esto es, cuando nosotros entramos en una relación en comunión entre nosotros y con Dios, cuando nosotros, al celebrar los sacramentos, rompemos el tiempo, y la eternidad que vive dentro de cada persona sale fuera… y hay mucho más…








Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (2,14.22-33):

EL día de Pentecostés Pedro, poniéndose en pie junto a los Once, levantó su voz y con toda solemnidad declaró:
«Judíos y vecinos todos de Jerusalén, enteraos bien y escuchad atentamente mis palabras.
A Jesús el Nazareno, varón acreditado por Dios ante vosotros con los milagros, prodigios y signos que Dios realizó por medio de él, como vosotros mismos sabéis, a este, entregado conforme al plan que Dios tenía establecido y previsto, lo matasteis, clavándolo a una cruz por manos de hombres inicuos. Pero Dios lo resucitó, librándolo de los dolores de la muerte, por cuanto no era posible que esta lo retuviera bajo su dominio, pues David dice, refiriéndose a él:
“Veía siempre al Señor delante de mí,
pues está a mi derecha para que no vacile.
Por eso se me alegró el corazón,
exultó mi lengua,
y hasta mi carne descansará esperanzada.
Porque no me abandonarás en el lugar de los muertos, ni dejarás que tu Santo experimente corrupción.
Me has enseñado senderos de vida,
me saciarás de gozo con tu rostro”.

Hermanos, permitidme hablaros con franqueza: el patriarca David murió y lo enterraron, y su sepulcro está entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como era profeta y sabía que Dios “le había jurado con juramento sentar en su trono a un descendiente suyo”, previéndolo, habló de la resurrección del Mesías cuando dijo que “no lo abandonará en el lugar de los muertos” y que “su carne no experimentará corrupción”. A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.

Exaltado, pues, por la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, lo ha derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo».

Palabra de Dios

Salmo
Sal 15,1-2.5.7-8.9-10.11

R/. Señor, me enseñarás el sendero de la vida

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Yo digo al Señor: «Tú eres mi Dios».
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
mi suerte está en tu mano. R/.

Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R/.

Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me abandonarás en la región de los muertos,
ni dejarás a tu fiel ver la corrupción. R/.

Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R/.


Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (1,17-21):

Queridos hermanos:
Puesto que podéis llamar Padre al que juzga imparcialmente según las obras de cada uno, comportaos con temor durante el tiempo de vuestra peregrinación, pues ya sabéis que fuisteis liberados de vuestra conducta inútil, heredada de vuestros padres, pero no con algo corruptible, con oro o plata, sino con una sangre preciosa, como la de un cordero sin defecto y sin mancha, Cristo, previsto ya antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos por vosotros, que, por medio de él, creéis en Dios, que lo resucitó de entre los muertos y le dio gloria, de manera que vuestra fe y vuestra esperanza estén puestas en Dios.

Palabra de Dios


Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Lucas (24,13-35)

Aquel mismo día (el primero de la semana), dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios;
iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo:
«¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».
Ellos se detuvieron con aire entristecido, Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió:
«Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?».
Él les dijo:
«¿Qué?».
Ellos le contestaron:
«Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron».
Entonces él les dijo:
«¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?».
Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.
Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo:
«Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron.
Pero él desapareció de su vista.
Y se dijeron el uno al otro:
«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».
Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
«Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón».
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Palabra del Señor

lunes, 20 de abril de 2020

declaración de los derechos humanos

DERECHOS HUMANOS



Preámbulo:
Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana.
Considerando que el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad, y que se ha proclamado, como la aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias.
Considerando esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión.
Considerando también esencial promover el desarrollo de relaciones amistosas entre las naciones.
Considerando que los pueblos de las Naciones Unidas han reafirmado en la Carta su fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana y en la igualdad de derechos de hombres y mujeres, y se han declarado resueltos a promover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad.
Considerando que los Estados Miembros se han comprometido a asegurar, en cooperación con la Organización de las Naciones Unidas, el respeto universal y efectivo a los derechos y libertades fundamentales del hombre, y
Considerando que una concepción común de estos derechos y libertades es de la mayor importancia para el pleno cumplimiento de dicho compromiso;
LA ASAMBLEA GENERAL proclama la presente DECLARACIÓN UNIVERSAL DE DERECHOS HUMANOS como ideal común por el que todos los pueblos y naciones deben esforzarse, a fin de que tanto los individuos como las instituciones, inspirándose constantemente en ella, promuevan, mediante la enseñanza y la educación, el respeto a estos derechos y libertades, y aseguren, por medidas progresivas de carácter nacional e internacional, su reconocimiento y aplicación universales y efectivos, tanto entre los pueblos de los Estados Miembros como entre los de los territorios colocados bajo su jurisdicción. 

Artículo 1.
Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.

Artículo 2.
Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición. Además, no se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional del país o territorio de cuya jurisdicción dependa una persona, tanto si se trata de un país independiente, como de un territorio bajo administración fiduciaria, no autónomo o sometido a cualquier otra limitación de soberanía.

Artículo 3.
 Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona.

Artículo 4.
 Nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre, la esclavitud y la trata de esclavos están prohibidas en todas sus formas.


Artículo 5. 
Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes.

Artículo 6.
 Todo ser humano tiene derecho, en todas partes, al reconocimiento de su personalidad jurídica.

Artículo 7.
 Todos son iguales ante la ley y tienen, sin distinción, derecho a igual protección de la ley. Todos tienen derecho a igual protección contra toda discriminación que infrinja esta Declaración y contra toda provocación a tal discriminación.

Artículo 8. 
Toda persona tiene derecho a un recurso efectivo ante los tribunales nacionales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la constitución o por la ley.

Artículo 9.
 Nadie podrá ser arbitrariamente detenido, preso ni desterrado.

Artículo 10.
 Toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oída públicamente y con justicia por un tribunal independiente e imparcial, para la determinación de sus derechos y obligaciones o para el examen de cualquier acusación contra ella en materia penal.

Artículo 11.
 1. Toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y en juicio público en el que se le hayan asegurado todas las garantías necesarias para su defensa.
2. Nadie será condenado por actos u omisiones que en el momento de cometerse no fueron delictivos según el Derecho nacional o internacional. Tampoco se impondrá pena más grave que la aplicable en el momento de la comisión del delito.

Artículo 12.
 Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación. Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra tales injerencias o ataques.

Artículo 13.
 1. Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado.
2. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país.

Artículo 14.
 1. En caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él, en cualquier país.
2. Este derecho no podrá ser invocado contra una acción judicial realmente originada por delitos comunes o por actos opuestos a los propósitos y principios de las Naciones Unidas.

Artículo 15.
 1. Toda persona tiene derecho a una nacionalidad.
2. A nadie se privará arbitrariamente de su nacionalidad ni del derecho a cambiar de nacionalidad.

Artículo 16.
 1. Los hombres y las mujeres, a partir de la edad núbil, tienen derecho, sin restricción alguna por motivos de raza, nacionalidad o religión, a casarse y fundar una familia, y disfrutarán de iguales derechos en cuanto al matrimonio, durante el matrimonio y en caso de disolución del matrimonio.
2. Sólo mediante libre y pleno consentimiento de los futuros esposos podrá contraerse el matrimonio.
3. La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado.

Artículo 17.
 1. Toda persona tiene derecho a la propiedad, individual y colectivamente.
2. Nadie será privado arbitrariamente de su propiedad.

Artículo 18.
 Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia.

Artículo 19.
 Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Artículo 20.
 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de reunión y de asociación pacíficas.
2. Nadie podrá ser obligado a pertenecer a una asociación.

Artículo 21.
1. Toda persona tiene derecho a participar en el gobierno de su país, directamente o por medio de representantes libremente escogidos.
2. Toda persona tiene el derecho de acceso, en condiciones de igualdad, a las funciones públicas de su país.
3. La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público; esta voluntad se expresará mediante elecciones auténticas que habrán de celebrarse periódicamente, por sufragio universal e igual y por voto secreto u otro procedimiento equivalente que garantice la libertad del voto.

Artículo 22.
 Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad social, y a obtener, mediante el esfuerzo nacional y la cooperación internacional, habida cuenta de la organización y los recursos de cada Estado, la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad.

Artículo 23.
 1. Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo.
2. Toda persona tiene derecho, sin discriminación alguna, a igual salario por trabajo igual.
3. Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana y que será completada, en caso necesario, por cualesquiera otros medios de protección social.
4. Toda persona tiene derecho a fundar sindicatos y a sindicarse para la defensa de sus intereses.

Artículo 24.
Toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable de la duración del trabajo y a vacaciones periódicas pagadas.

Artículo 25.
 1. Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad.
2. La maternidad y la infancia tienen derecho a cuidados y asistencia especiales. Todos los niños, nacidos de matrimonio o fuera de matrimonio, tienen derecho a igual protección social.

Artículo 26.
 1. Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental. La instrucción elemental será obligatoria. La instrucción técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios superiores será igual para todos, en función de los méritos respectivos.
2. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos, y promoverá el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz.
3. Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos.

Artículo 27.
1. Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten.
2. Toda persona tiene derecho a la protección de los intereses morales y materiales que le correspondan por razón de las producciones científicas, literarias o artísticas de que sea autora.
Artículo 28.
 Toda persona tiene derecho a que se establezca un orden social e internacional en el que los derechos y libertades proclamados en esta Declaración se hagan plenamente efectivos.

Artículo 29.
 1. Toda persona tiene deberes respecto a la comunidad, puesto que sólo en ella puede desarrollar libre y plenamente su personalidad.
2. En el ejercicio de sus derechos y en el disfrute de sus libertades, toda persona estará solamente sujeta a las limitaciones establecidas por la ley con el único fin de asegurar el reconocimiento y el respeto de los derechos y libertades de los demás, y de satisfacer las justas exigencias de la moral, del orden público y del bienestar general en una sociedad democrática.
3. Estos derechos y libertades no podrán, en ningún caso, ser ejercidos en oposición a los propósitos y principios de las Naciones Unidas.

Artículo 30.
 Nada en esta Declaración podrá interpretarse en el sentido de que confiere derecho alguno al Estado, a un grupo o a una persona, para emprender y desarrollar actividades o realizar actos tendientes a la supresión de cualquiera de los derechos y libertades proclamados en esta Declaración.

domingo, 19 de abril de 2020

lectura comentario domingo 19 abril 2020

HOY DOMINGO DE LA OCTAVA



José Antonio Espejo Zamora
Comentario:
Gracias a la biblioteca pública de mi pueblo, antes de ir al instituto, ya había superado a mis maestros; ni ellos ni yo la sabíamos. En la biblioteca conocí a Benina, salida de las manos de Galdós, que pedía en la puertas de las iglesias de Madrid, allá en el XIX; el dinero que recogía se lo entregaba a su señora. Benina trabajaba, criada en la casa, mendiga en la puerta de las iglesias, siempre al servicio de las apariencias de sus señores. Cada pueblo tiene su historia; pasado el tiempo, llegué de cura a un pueblo donde conocí a la verdadera Benina: era un hombre, siempre fue criado de unos “señoricos”, siempre trabajó por nada en las tierras de sus señores; durante la Guerra Civil, vino a Granada acompañándolos, huían de los republicanos; en la ciudad, lejos de las tierras alpujarreñas, él tenía que ir a trabajar a la Alfaguara y el dinero les permitió a sus señores vivir hasta que pudieron regresar al pueblo, a sus tierras; el minero, al volver, se suicidó. Había otro pueblo, al llegar septiembre, como  en la película Amanece que no es poco, en el que se reunían las madres de los niños y se repartían entre ellas la organización de las actividades extraescolares; la madre que sabía algo de inglés se lo enseñaría a los pocos niños del pueblo, la que era aficionada al arte les enseñaba a pintar, también decidían quién iba a ser la catequista ese año. A nada, había otro pueblo y ahí la cosa era muy distinta; el pueblo estaba dividido en dos: había dos tiendas, en una compraban unos; en la otras, los otros; había dos bares y a uno iban unos, y al otro, los otros; en la iglesia había dos filas de bancos; en una se sentaban los unos y en la otra, los otros; cuando les pregunté por qué se sentaban así me respondieron que de esa manera evitaban darse la paz; había dos partidos políticos: al PSOE pertenecían unos; al PP, los otros; cuando les dije que en todos los sitios estaban esos dos partidos y la gente convivía sin problema, me dijeron que la cosa venía de lejos, que antes de la democracia había dos caciques, si trabajabas para uno no podías trabajar para otro, que cuando cambió la cosa uno se hizo de un partido y el otro del otro; así, desde hacía muchas décadas, el pensamiento se dividió en dos y a nadie se le ocurría expresar pensamientos distintos a esos dos modelos. Dos modos de pensar y vivir, en el fondo muy parecidos; es como si hubiera un pacto entre dos líderes: sólo está permitido pensar según el modelo A o B, no hay más. El tema es que se puede pensar, sentir de muchas maneras distintas, que además se puede y se debe expresar de diversas maneras lo que uno es, pues cada persona es única; no sólo eso, una misma persona a lo largo de su vida es o puede ser, sentir y pensar de formas distintas. 
En Mateo 21,42 dice Jesús: “¿No habéis leído nunca en la Escritura: <<La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho ha sido un milagro patente?>>”. Aquí Jesús hace referencia a los líderes de su época que, como arquitectos sociales, piensan cómo tiene que ser la sociedad, esto es, qué esta bien y qué esta mal; qué es verdad y qué es mentira; para conseguir construir el tipo de sociedad que ellos quieren se valen de todos los instrumentos posibles, desde la economía a los medios de comunicación pasando por el sistema educativo, etc… En ese mundo irrumpe Jesucristo; su palabra, sus obras, su vida lo hicieron irritante para los ingenieros sociales de su época y deciden matarlo según la Ley judía y romana, como si a Dios se le pudiese silenciar con la muerte. Vistos desde el 2020, Pilato, el Sumo Sacerdote, los Escribas y los Fariseos resultan ridículos, marionetas de sus propias ambiciones y complejos.

Dios no queda superado por la muerte, vuelve a irrumpir; como hoy leemos en el Evangelio, Jesús penetra allí donde los discípulos estaban con la puertas cerradas por miedo a los judíos, también hoy nosotros celebraremos la eucaristía con las puertas cerradas por miedo y no precisamente ni a los judíos ni a los virus. Igual que Jesús les dijo a sus discípulos hasta tres veces la Paz a Vosotros, hoy nos lo dice a nosotros y nos envía a anunciar que el hombre tiene futuro, que ese futuro se prolonga más allá de la muerte pero que se inicia en el presente: “Los hermanos perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones”. En este tiempo en el que se nos impone el permanecer recluidos en nuestras casas, es el tiempo de enraizarnos a través de la oración en Dios; como sabemos, la oración no es ni más ni menos que el trenzado de mi propia alma con Dios; como dirá Teresa de Jesús, tratar con quien sabes que te quiere, mirar que te mira; contemplar y ser contemplado; de esto ni los líderes, ni los arquitectos saben nada, se les escapa de entre los dedos pues no es mensurable, sólo el alma que sabe que al mirar al Señor queda iluminada conoce algo de los secretos de la vida y de la muerte que ya quisieran para sí los ingenieros sociales. El Jesús que se presenta ha atravesado la muerte y, ante sus discípulos, les muestra las manos y el costado, de sus heridas ahora nace la paz, ni odio ni rencor por lo sufrido sino: “Paz a vosotros”; quien resucita es el mismo que vivió, que fue crucificado, con su historia; del mismo modo nosotros; nuestros difuntos resucitan siendo ellos mismos con sus heridas que, al ser amadas, provocan la reconciliación de la persona con su pasado, con su propia historia, con ella misma. Si para Marguerite Yourcenar la muerte es un sacramento del que sólo son dignos los más puros; muchos hombres se deshacen, pocos mueren, para nosotros la muerte y la resurrección es el gran sacramento, el gran encuentro con Dios.

Pero no podía dejar de aparecer Tomás, al que muchos ven como un hombre de inteligencia despierta que busca la verdad y esto le lleva a decir aquello: si no meto mis manos en sus heridas no creo que haya resucitado; a mí, en cambio, me recuerda al garrulo del instituto que en esos debates adolescentes decía: yo sólo creo en lo que veo, aunque a veces el garrulo era el que cobraba la nómina del ministerio de educación; imagino que en esta pandemia tampoco creerá en un virus que difícilmente detectan los test y mucho menos el ojo humano. A esto argumentaría el garrulo que sí, que alguien lo ha visto; yo, desde luego, creo al garrulo, alguien ha visto al virus, pero dudo que si yo le digo que de Dios también sabemos, me creyese; es posible que argumentase que ahí están los miles de muertos provocados por el virus, aunque como esto es políticamente incorrecto, es probable que no lo dijese, y hay miles de muertos. Los garrulos y los arquitectos de este mundo tienen muy difícil creer en Dios, ni siquiera saber de Él, con lo fácil que es analizar la historia del siglo XX: Hitler, ateo; Stalin, ateo; Gandhi, creyente; Martin Luther King, creyente; Teresa de Calcuta creyente; Edith Stein, creyente; Oscar Romero, creyente…; no sé, por vuestros frutos os conocerán.

Pongámonos serios, volvamos a la Alpujarra; allí topé con una pregunta: ¿pero tú nunca has tenido dudas de fe? Cuando la maestra de primaria me hizo esta pregunta en la plaza del pueblo, le dije que no, pero por dentro pensaba: ¿ésta me pregunta para apuntalar su fe o para concluir que los cristianos somos unos dogmáticos irreflexivos que creemos porque no somos capaces de dudar críticamente de nosotros mismos por miedo a descubrir que no hay nada en lo que creer? La duda de Descartes encuentra su raíz en la filosofía griega, sí, pero después de 1500 años de cristianismo; el pensamiento ilustrado con todo su argumentario: igualdad, fraternidad, libertad y propiedad privada o la muerte, esto también tiene su raíz en el pensamiento griego y en 1800 años de cristianismo, igual que Marx o Nietzsche; qué inculta la maestra de primaria, preguntarle al cristianismo por la duda; la duda, la libertad, el pensamiento, el sufrimiento, la alegría, el amor, la muerte, la resurrección… ¿qué hay que no haya sido amado profundamente en el seno de la Iglesia Católica? Y digo Iglesia Católica pues es la que conecta directamente con los discípulos junto con la Ortodoxa, otra cosa son los anglosajones, de los que hablaremos otro día. En otra ocasión hablaremos también del libro de Bertrand Russell, Por qué no soy cristiano; este profesor inglés anotó en su diario: mi alumno Ludwig Wittgenstein me ha superado intelectualmente; Wittgenstein anotó en su diario: mi maestro Bertrand ha publicado el libro Por qué no soy cristiano, no hay que hacerle mucho caso pues la fe de Russell depende de la amante que tenga y ahora su amante es atea; cuando voy a la librería y veo el libro siempre me acuerdo de Wittgenstein en primera línea del frente durante la primera Guerra Mundial cuando escribe aquello de “mi único interlocutor es Dios”; hemos vuelto a la oración.


Antes, del pueblo surgían voces que hacían temblar a los gobiernos; hoy no hay una voz capaz de defenderlo; por ello le toca al pueblo mismo ser un Miguel de Unamuno, como en los tiempos de los franceses, cuando el pueblo abandonado tomó la iniciativa.

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (2,42-47)

Los hermanos perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones.

Todo el mundo estaba impresionado, y los apóstoles hacían muchos prodigios y signos. Los creyentes vivían todos unidos y tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno.

Con perseverancia acudían a diario al templo con un mismo espíritu, partían el pan en las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón; alababan a Dios y eran bien vistos de todo el pueblo; y día tras día el Señor iba agregando a los que se iban salvando.
Palabra de Dios

Salmo
Sal 117,2-4.13-15.22-24

Dad gracias al Señor porque es bueno, 
porque es eterna su misericordia

Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia.

Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos. 

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día que hizo el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.


Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (1,3-9)

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor, Jesucristo, que, por su gran misericordia, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha regenerado para una esperanza viva; para una herencia incorruptible, intachable e inmarcesible, reservada en el cielo a vosotros, que, mediante la fe, estáis protegidos con la fuerza de Dios; para una salvación dispuesta a revelarse en el momento final.

Por ello os alegráis, aunque ahora sea preciso padecer un Poco en pruebas diversas; así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, que, aunque es perecedero, se aquilata a fuego, merecerá premio, gloria y honor en la revelación de Jesucristo; sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo todavía, creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe: la salvación de vuestras almas.
Palabra de Dios


Lectura del santo evangelio según san Juan (20,19-31)

AL anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
«Hemos visto al Señor».
Pero él les contestó:
«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
«Paz a vosotros».
Luego dijo a Tomás:
«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».
Contestó Tomás:
«¡Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo:
«¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Palabra del Señor