sábado, 26 de diciembre de 2015

primer domingo navidad, 27 diciembre 2015 La Sagrada Familia

LUZ DEL DOMINGO
Domingo, 27 de diciembre de 2015
LA SAGRADA FAMILIA: JESÚS, MARÍA Y JOSÉ
CICLO C
Primera lectura: Eclesiástico 3, 2-6. 12-14
Salmo responsorial: Salmo 127
Segunda lectura: Colosenses 3, 12-21 
EVANGELIO Lucas 2, 41-52
 41Sus padres iban en peregrinación cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. 42Cuando Jesús había cumplido doce años subieron ellos a la fiesta según la costumbre, 43y cuando los días terminaron, mientras ellos se volvían, el joven Jesús se quedó en Jerusalén sin que se enteraran sus padres.
44 Creyendo que iba en la caravana, después de una jor­nada de camino se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; 45al no encontrarlo, regresaron a Jerusalén en su busca.
46A los tres días lo encontraron en el templo sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas.47Todos los que lo oían estaban desconcertados de sus inteligentes respuestas. 48Al verlo, quedaron impre­sionados, y le dijo su madre:
-Hijo, ¿por qué te has portado así con nosotros? ¡Mira con qué angustia te buscábamos tu padre y yo!
49Él les contestó:
-¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo tengo que estar en lo que es de mi Padre?
50Pero ellos no comprendieron lo que les había dicho.
51Jesús bajó con ellos, llegó a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo aquello en la memo­ria. 52Y Jesús iba adelantando en saber, en madurez y en favor ante Dios y los hombres. 
COMENTARIOS
 I
 EL PRIMER CONFLICTO
Los padres de Jesús «iban cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años subieron a las fiestas según la costumbre, y cuando éstas terminaron, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Estos, creyendo que iba en la carava­na, al terminar la primera jornada se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; y, como no lo encontraban, volvie­ron a Jerusalén en su busca» (Lc 2,41ss).
Esta fue la primera trastada oficial de Jesús; después haría muchas más, hasta dar al traste con las ideas mesiánicas de muchos, como había anunciado Simeón: «Mira: éste está puesto para que todos en Israel caigan o se levanten; será una bandera discutida, mientras que a ti una espada te traspasará el corazón; así quedará patente lo que todos piensan» (Lc 2, 34-35).
«A los tres días lo encontraron por fin en el templo, sen­tado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas: todos los que lo oían estaban desconcertados de sus inteligentes respuestas» (Lc 2,46-47).
Jesús, el que sería Maestro, comienza de alumno. Por pri­mera y única vez llama el evangelista Lucas 'maestros' a los doctores judíos, cuya enseñanza caería por tierra ante la de Jesús. Más adelante, de mayor, éste se encargaría de minar la doctrina de aquellos maestros, mostrando sus incoherencias y ridiculizándola hasta el extremo. Lucas, desde el principio de su evangelio, ofrece un adelanto de lo que sería el quehacer cotidiano de Jesús: dinamitar un sistema religioso que alejaba al hombre de Dios y lo hundía en la conciencia de su propia culpa, hasta el punto de no poder levantar cabeza.
Lucas no dice en torno a qué temas giró aquel primer diálogo de Jesús con los maestros. Pero algo parece claro: sus respuestas produjeron desconcierto y extrañeza entre los pre­sentes. ¡Los que creían tener 'la llave de la ciencia', descon­certados por las respuestas de un niño de doce años! Tal vez, desde el principio, no se atuviese Jesús a la tradición de sus mayores, mostrándose crítico con el magisterio oficial del tem­plo; de ahí que sus respuestas produjesen desconcierto o ex­trañeza.
Pero Jesús no sólo desconcertó a los maestros, sino tam­bién a sus padres, responsables de su primera educación, transmisores de la educación tradicional en el seno de la fa­milia. La pregunta que le hace su madre y la respuesta de Jesús muestran a un Jesús que no acepta la autoridad paterna. «-Hijo, ¿por qué te has portado así con nosotros? ¡Mira con qué angustia te buscábamos tu padre y yo! El les contestó:
-¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo tengo que estar en lo que es de mi Padre? » Las traducciones de la Biblia di­cen 'en la casa de mi Padre', pero la palabra 'casa' (en griego oikos oikia) no aparece en el texto original. Dios no estaba en aquella casa o templo, a la que más tarde Jesús designaría 'cueva de bandidos'. Jesús estaba más bien «en lo que es de mi Padre» (en griego, en tois tou patros mou). Y lo que era de su Padre, lo único que aquellos doctores habían dejado intacto, era la palabra de Dios contenida en la Biblia; allí apa­recía una imagen de Dios muy distinta de la propugnada por la enseñanza oficial, que daba más importancia a los comen­tarios a la Biblia que a la misma Biblia, anulando con frecuen­cia la palabra divina para sustituirla por mandamientos hu­manos (Mc 7,9-13).
La respuesta de Jesús a sus padres es la primera interven­ción hablada de Jesús en el Evangelio de Lucas. Denominando a Dios 'mi padre', Jesús se muestra independiente de José y María, sus padres, transmisores naturales de la cultura y tra­diciones religiosas de Israel.
Pero ellos «no comprendieron lo que quería decir... Ma­ría, su madre, conservaba todo aquello en la memoria.» Tal vez algún día llegaría a comprender que su hijo Jesús era hijo de Dios y había venido a desvelar el verdadero rostro de Dios, tan distinto del Dios cuya presencia se había reducido al es­pacio del templo y cuya voz había sido monopolizada por los maestros de Israel, mercenarios de un rebaño al que quitaban a diario la vida.
Mientras tanto, a María no le quedaba otra alternativa que «conservar en la memoria todo aquello» y darle vueltas hasta llegar a comprender que su hijo no les pertenecía y que no estaba sometido a otra autoridad que a la de su padre-Dios. 
II
ESCUELA DE HOMBRES LIBRES
No le bastó con ofrecerse a todos como Padre y quiso ser también hijo y hermano. Y se hizo presente, como hijo de hombre, en una familia para enseñarnos a ser hombres y hermanos de los hombres. Hoy recordamos a aquella familia de Nazaret, que podría servir de ejemplo para las familias cristianas.
 
DIOS EN UN HIJO DE HOMBRE
Sus padres iban cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús había cumplido doce años, subieron ellos a la fiesta según la costum­bre...
            Nos sorprende y nos emociona pensar que Dios ha queri­do ser Padre en lugar de ser amo, como si, puestos a pensarlo, pudiera esperarse otra cosa de quien es amor; nos llena de alegría saber que es su vida la que nos mantiene vivos, como si pudiera haber verdadera vida fuera de El. La verdad es que a muy pocos les resulta difícil descubrir el bien y la belleza si nos llegan desde arriba: mirar hacia arriba, tender hacia arriba, subir, ascender... Arriba, donde siempre han estado los tronos de los poderosos y las cuentas de los ricos. Pensando así, nos habría sido muy difícil entender qué es lo que significa que Dios es Padre. Por eso, en Jesús, él se vino abajo, para que lo tuviéramos que encontrar, pequeño y sin fuerzas, como hijo, en una familia pobre y sencilla en la que, además, se fueron planteando los mismos problemas, y en muchos casos mayores, que los que tiene que afrontar la mayoría de las familias.
En Israel se alcanzaba la mayoría de edad a los doce años. Desde entonces el israelita se consideraba miembro de pleno derecho de la comunidad religiosa judía (excepto para algunas cuestiones, como el servicio de armas) y quedaba plenamente sometido a la Ley de Moisés; por eso era a esta edad cuando los niños judíos acompañaban a sus padres por primera vez en la obligada peregrinación anual de Jerusalén.
José y María eran dos israelitas piadosos, cumplidores de la Ley, observantes de las costumbres y normas religiosas, y en ese espíritu querían educar a su hijo, Jesús.

UN HIJO INDEPENDIENTE
... y cuando los días terminaron, mientras ellos se volvían, el joven Jesús quedó en Jerusalén sin que se enteraran sus padres.
 Quienes tengan una idea algo tradicional de la familia, en la que todo gira alrededor de la autoridad del cabeza de familia, entenderán con dificultad la actitud de Jesús, que se queda en Jerusalén no sólo sin el permiso de José y María, sino sin decírselo siquiera.
Para Jesús, las relaciones familiares son importantes: quiso nacer en el seno de una familia sencilla y crecer en ella, como cualquier hijo de vecino. Al terminar este relato, Lucas afirma que, después de que sus padres lo encontraran «en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndo­les preguntas», y después de algunas aclaraciones que José y María «no comprendieron», «Jesús bajó con ellos, llegó a Nazaret y siguió bajo su autoridad». Pero la familia ni tiene por qué ser un ámbito en el que la libertad y la independencia de todos quede subordinada a la autoridad de uno de sus miembros, ni puede ser el principal centro de la vida de quien aspira a romper todas las barreras que impiden a los hombres encontrarse y quererse como hermanos; la independencia de Jesús en este relato anuncia la que, de modo definitivo, mos­trará cuando María y algunos de sus familiares pretendan acercarse a él quedándose fuera del grupo de los que lo escu­chan: «Madre y hermanos míos son los que escuchan el men­saje de Dios y lo ponen por obra» (Lc 8,21).

LAS COSAS DE MI PADRE
¿Por qué me buscabais? No sabíais que yo tengo que estar en lo que es de mi padre ?
 El sentido del episodio que acabamos de recordar está ya anunciado en el evangelio de este domingo: Jesús tiene otro Padre y, por tanto, su familia según la carne no es su única familia y, ni siquiera, la más importante: es el otro su verda­dero Padre y pretende que todos sean sus hermanos.
Su origen humano no lo ata ni a una familia, ni a un pueblo, ni a una cultura, ni a unas instituciones religiosas; él está en relación directa y privilegiada con el Padre del cielo; por eso él es a partir de ahora el lugar de la presencia de Dios en la tierra. Su atención a los que sólo esta vez el evan­gelio de Lucas llama maestros, los expertos en la Ley de Moisés, no muestra más que el respeto a la experiencia de un pueblo que sintió intervenir a Dios en su historia para hacerlos hombres libres, experiencia que sirvió de prepara­ción para otra que la va a superar y que está ya a las puertas: Dios va a intervenir de nuevo en la historia para ofrecer a todos los hombres la oportunidad de ser aún más libres, dándoles la posibilidad de ser hijos y la de ser felices como hermanos. Esa es la misión que trae a Jesús por esta tierra, y ante ella, todo lo demás pierde importancia: la familia, las instituciones religiosas, la propia persona, la misma vida.
La Sagrada Familia puede ser ejemplo de las familias cris­tianas sólo si la miramos desde la perspectiva de Jesús. En ella el Hijo de Dios empezó a ser y aprendió a ser hijo de hombre, para enseñarnos a ser hombres libres y a vivir como hermanos.  ¿Son las familias cristianas escuelas de hombres libres, libres de prejuicios para con los demás hombres?

III
 JESÚS SE EMANCIPA DE ISRAEL
Hemos llegado al último relato del mal llamado «Evangelio de la infancia». Los pocos que se han atrevido a negar el carácter histórico de este relato le han atribuido valor legendario, han buscado paralelos en otras culturas, han puesto de relieve trazos sobrehumanos propios de un niño prodigio... Después las aguas han vuelto a su cauce, se ha mantenido su valor histórico y se han extraído toda suerte de lecciones.
Acostumbrados ya a leer los relatos anteriores como una catequesis de adultos impartida a la comunidad «para que com­pruebe la solidez de las enseñanzas con que había sido instruida» durante el catecumenado, carece de sentido que Lucas se haya explayado aquí contándonos un incidente que tuvo lugar cuando Jesús (según el cómputo judío) alcanzó el umbral de su vida adulta. Al igual que en los relatos anteriores, Lucas se ha pre­ocupado del sentido teológico de la escena, ya que en ningún momento se ha propuesto escribir unas memorias -ni siquiera fragmentarias- de la vida privada de Jesús, sino, por el contra­rio, desglosar su creciente personalidad y su progresiva emanci­pación de las categorías socio-religiosas de su entorno judío.
La escena no tiene correlativo en la presentación paralela que ha hecho de la persona y futura actividad del precursor. Por eso Lucas la ha enmarcado entre dos colofones que se comple­mentan mutuamente, como veremos en su momento. La escena tiene valor teológico. Sirve para anticipar la nueva relación que se ha establecido entre Dios y el Hombre, relación que produjo desconcierto entre sus connacionales, pero que dejó trazas en la memoria del pueblo fiel.

JESÚS SE DESMARCA DE SU ENTORNO FAMILIAR
Lucas crea un marco apropiado para esbozar el que será el tema central de la nueva enseñanza impartida por Jesús: el éxodo definitivo del hombre libre fuera de la institución judía. Para ello nada mejor que las fiestas de Pascua, en que se rememoraba el éxodo de Egipto: «Sus padres iban en peregrinación cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús había cum­plido doce años, subieron ellos según la costumbre, y cuando los días terminaron, mientras ellos regresaban, el joven Jesús se quedó en Jerusalén sin que se enteraran sus padres» (2,41-43).
María y José, exactos cumplidores de la Ley, observaron escrupulosamente el período prescrito (dos días como mínimo), y una vez cumplidos los ritos pascuales regresaron a su pueblo. Lucas subraya que «subieron ellos según la costumbre», dejando entrever que Jesús no fue allí con la misma intención, y que «mientras ellos regresaban» él se quedó. «Creyendo que iba en la caravana, después de una jornada de camino se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, regre­saron a Jerusalén en su busca» (2,44-45).
La triple mención de «Jerusalén» (en sentido sacral) nos indica que lo que Lucas quiere enseñarnos tiene que ver con la institución religiosa del judaísmo. Trece años era la edad reque­rida para que un judío tomase parte activa en la comunidad israelita. A partir de esa edad, Jesús, como buen judío, quedaría obligado a las observaciones de su religión. Pero de momento ya se ha desmarcado de sus padres, parientes y conocidos, es decir, de su entorno familiar.

LAS ENSEÑANZAS RABÍNICAS SOBRE EL ÉXODO, EN ENTREDICHO
«A los tres días lo encontraron en el templo sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que lo oían estaban desconcertados de sus inteligentes res­puestas» (2,46-47). Los «tres días» de búsqueda incesante indi­can que lo buscaron por todas partes, menos en la dirección que Jesús había tomado. Encuentran a Jesús en una escuela del tem­plo, «sentado en medio de los maestros», es decir, no como un discípulo (no se dice que estuviese sentado a los pies de los maestros judíos) ni siquiera como un maestro más (impartían la enseñanza «sentados»), sino como el centro de una discusión entablada entre colegas a base de preguntas y respuestas, cuya temática no podía ser otra que el sentido de la Pascua. Jesús, en lugar de asistir a las ceremonias, había ido al templo para poner en entredicho la enseñanza tradicional de los rabinos, mostrándose buen conocedor de las tradiciones de Israel y evi­denciando su sentido crítico frente a ellas. Los maestros judíos, a su vez (única ocasión en que Lucas los llama «maestros»; en adelante los llamará «maestros-de-la-Ley» 5,17], «letrados» [5,21] o «juristas» [7,30]), le harán preguntas, pero él sembrará el desconcierto entre sus filas (lit. los dejará «fuera de sí») con sus «inteligentes respuestas». Lucas anticipa así la postrera ense­ñanza de Jesús en el templo (cf. 19,47-21,38), cuando el Mesías declarará caduca la enseñanza judía.


LAS TRADICIONES PATRIAS, DEJADAS A UN LADO
«Al verlo, quedaron impresionados, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué te has portado así con nosotros? ¡Mira con qué angustia te buscábamos tu padre y yo!" El les contestó: "¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo tengo que estar en lo que es de mi Padre?" Pero ellos no comprendieron lo que les había dicho» (2,48-50).
El reproche de la madre es el del Israel fiel que ha intentado por todos los medios integrar a Jesús en su pasado nacional y religioso. «Tu padre» recalca el vínculo legal y le recuerda a Jesús el papel de José en su educación y comportamiento ante la Ley. No conciben que el Mesías pueda separarse de la tradición representada por ellos.
Jesús habla por primera vez en el Evangelio y corrige el dicho de María: se extraña de que lo 'buscaran', puesto que tenían suficientes elementos de juicio para llegar a comprender que, según designio divino («tengo que estar»), no era en el templo como lugar de sacrificios donde debían buscarlo (cf. 19,46: «cue­va de bandidos»), sino como lugar de la presencia divina («en lo que es de mi Padre»), presencia que Jesús ve reflejada solamen­te en la Escritura antigua: por eso discute con los maestros de Israel que se arrogaban el derecho de interpretarla en exclusiva.
Al llamar a Dios «mi Padre», Jesús se independiza de los suyos y rompe con la integración en la cultura religiosa de Israel que éstos han querido efectuar. Con la incomprensión de «sus padres», Lucas anticipa ya la incomprensión de que será objeto por parte de todos: dirigentes de Israel, pueblo y discípulos.

LA LARGA ESPERA EN EL ANONIMATO DEL PUEBLO
«Bajó con ellos, llegó a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo aquello en la memoria» (2,51). Lucas no podía ser más lacónico. Los plumíferos, buscadores de noti­cias de primera plana, deberán estrujar su cerebro para conseguir un guión que satisfaga la curiosidad de un público infantilizado.
Pero Jesús sigue allí, entre los suyos, como uno más. Ni siquiera se ha retirado al desierto. No cuestiona la autoridad de sus padres, aunque ésta haya quedado muy relativizada en la escena paradigmática del templo. Todavía no ha llegado el mo­mento de que manifieste su libertad.
Jesús acumula imágenes y experiencias, escucha el clamor de su pueblo humillado y oprimido, conoce de cerca su entorno, los problemas de su gente, las represalias provocadas por los fanáticos, la connivencia de las autoridades políticas y religiosas con los invasores. Asiste a la sinagoga, escruta con diligencia las Escrituras, discute con los rabinos.
Sus padres no comparten en absoluto el comportamiento tan singular de este joven, pero María sigue almacenando en su memoria experiencias y recuerdos (cf. 2,19) cuyo significado no llega a comprender: la mención de «su madre» al principio, en el momento del encuentro, cuando le formula el reproche (2,48b), y al final, una vez Jesús se ha sometido de nuevo a la patria potestad (2,5 1d), enlaza la pregunta/reproche con la gra­bación en la memoria de la respuesta de Jesús; María, aun cuando no lo comprenda, no se cierra en banda, antes bien, lo guarda en su interior a la espera del momento en que el resto de Israel, a quien ella representa como «madre» del Mesías, acepte y dé su adhesión a un Mesías que no está sujeto a las tradiciones patrias, pues tiene a Dios como a único Padre.

SEGUNDO COLOFÓN: CRECIMIENTO DE JESÚS EN TODOS LOS SENTIDOS
«Jesús iba progresando en saber, en madurez y en favor ante Dios y los hombres» (2,52). El primer colofón, tras la primera vuelta a Nazaret, habla del crecimiento del niño. En este segundo colofón ya no se habla propiamente de «crecimiento», sino de «progreso», como compete a un joven: «Jesús», precisa ahora (no ya «el niño», cf. 1,80a; 2,40a), sigue adelantando en «saber» (cf. 2,40b; tanto él como Juan Bautista serán reconocidos más tarde como «maestros»), en «madurez» personal asociada al cre­cimiento en edad, más que en estatura física (el término griego es ambivalente), y en «favor/gracia» no sólo «ante Dios», sino ahora también «ante los hombres».
De hecho, los dos colofones que conciernen a Jesús se corres­ponden con el único colofón relativo a Juan. Este tenía dos partes, la que hacía referencia a su «crecimiento» personal (1,80a) y la que anticipaba cuál sería su concepción de la socie­dad, «residía en lugares desiertos», y el alcance de su misión, su «presentación ante Israel» (1 ,80b). El primer colofón resume el «crecimiento» personal de Jesús en términos muy parecidos al de Juan, pero sin adelantar nada respecto a su futuro; el segundo, después de la ruptura de Jesús con las tradiciones ancestrales, apunta el alcance universal de la futura misión de Jesús, «ante Dios y los hombres», en contraste con la del Bautista, «ante Israel».

IV
 Celebramos hoy la fiesta de la Sagrada Familia. Los textos de la liturgia hacen referencia a temas familiares. En la primera lectura, tomada del libro del Eclesiástico, escuchamos los consejos que un hombre, Ben Sirac, que vivió varios siglos antes de Jesucristo, da a sus hijos. El respeto y la veneración de éstos hacia sus padres es cosa agradable a los ojos de Dios, que éste no dejará sin recompensa. Los hijos que veneren a sus padres serán venerados a su vez por sus propios hijos. Todos estos consejos, aun conservando hoy plena validez, parecen insuficientes, puesto que están dados desde una mentalidad estrictamente rural, en donde otros aspectos de la vida familiar no son tenidos en cuenta. No sólo importa hablar hoy del respeto que los hijos deber a los padres, sino de la actitud de éstos con relación a los hijos. Esta insuficiencia resulta particularmente notable en momentos como los actuales, cuando la familia tiene planteados problemas de pérdida de sus funciones.
Desde una perspectiva cristiana, la familia continúa teniendo una función insustituible: ser una comunidad de amor en donde los que la integran puedan abrirse a los demás con una total sinceridad y confianza. Dejando aparte los consejos que en último lugar da San Pablo, y que son puramente circunstanciales y muy ligados a las costumbres y mentalidad de la época, la exhortación a la mansedumbre, a la paciencia, al perdón y, sobre todo, al amor, es algo realmente básico para la familia de nuestro tiempo.
El evangelio de Lucas en el que se nos cuenta la pérdida del niño Jesús en el Templo, fue escrito probablemente unos cincuenta años después de este suceso. Doce años es, aproximadamente, la época en que los niños comienzan a sentirse independientes. Para Lucas, esta primera subida de Jesús a Jerusalén es el presagio de su subida pascual y por ello, estos acontecimientos hay que leerlos a la luz de la muerte y resurrección del Señor.
La sabiduría de Cristo ha consistido para Lucas en entregarse desde su joven edad “a su Padre”, sin que esto quiera decir que supiera ya adónde le llevaría esa entrega. Pero en ella va incluida ciertamente la decisión de anteponer su cumplimiento a toda otra consideración. Sus padres no tienen aún esa sabiduría. María parece que llega a presentirla.
Pero, de todas formas, respetan ya en su hijo una vocación que trasciende el medio familiar. Y esto es algo muy valioso para cada una de nuestras familias. La educación de los hijos tiene que comenzar por una actitud de sincero respeto. Si no, es imposible que surja la compresión y el amor.
Pablo da algunos consejos para la convivencia con otros. Se requiere humildad, acogida mutua, paciencia. Y si fuese necesario, perdonar. Así procede Dios con nosotros.
Su actitud debe ser el modelo de la nuestra (v.12-13). Pero, “por encima de todo”, está el amor, de Él tenemos que revestirnos, dice Pablo empleando una metáfora frecuente en sus cartas (v.14). De este modo “la paz de Cristo” presidirá en nuestros corazones (v.15).
Si el amor es el vínculo que une a las personas, la paz se irá construyendo en un proceso, los desencuentros irán desapareciendo (los enfrentamientos también) y las relaciones se harán cada vez más trasparentes. En el marco de la familia humana, esos lazos son detallados en el texto del Eclesiástico (3,3-17).
Lucas nos presenta a la familia de Jesús cumpliendo sus deberes religiosos (vv. 41-42). El niño desconcierta a sus padres quedándose por su cuenta en la ciudad de Jerusalén.
A los tres días, un lapso de tiempo cargado de significación simbólica, lo encuentran. Sigue un diálogo difícil, suena a desencuentro; comienza con un reproche: “¿Por qué nos has hecho esto?”. La pregunta surge de la angustia experimentada (v. 48). La respuesta sorprende: “¿Por qué me buscaban?” (v. 49), sorprende porque la razón parece obvia. Pero el segundo interrogante apunta lejos: “¿No sabían que yo debía estar en las cosas de mi Padre?”. María y José no comprendieron estas palabras de inmediato, estaban aprendiendo (v.50).
La fe, la confianza, suponen siempre un itinerario. En cuanto creyentes, María y José maduran su fe en medio de perplejidades, angustias y gozos. Las cosas se harán paulatinamente más claras. Lucas hace notar que María “conservaba todas las cosas en su corazón” (v. 51). La meditación de María le permite profundizar en el sentido de la misión de Jesús. Su particular cercanía a él no la exime del proceso, por momentos difícil, que lleva a la comprensión de los designios de Dios. Ella es como primera discípula, la primera evangelizada por Jesús.
No es fácil entender los planes de Dios. Ni siquiera María “entiende”. Pero hay tres exigencias fundamentales para entrar en comunión con Dios: 1) Buscarlo (José y María “se pusieron a buscarlo”); 2) Creer en Él (María es “la que ha creído”); y 3) Meditar la Palabra de Dios (“María conservaba esto en su corazón”).
Para la revisión de vida
¿Cómo vivo mi vida familiar? ¿Pueden mis familiares estar sufriendo por mí?
¿Tengo un desajuste entre lo que digo en la sociedad pública y lo que vivo en la familia?
La familia es una realidad estática que pasa por etapas evolutivas muy diferentes… ¿Cuál es la próxima etapa que vivirá mi familia? ¿Precisa ya de alguna preparación o previsión?
Para la reunión de grupo
- El tema de la “defensa de la familia” es un área de conflicto entre la Iglesia y la sociedad actual.
Analizar las posturas de ambos lados. Por parte de la Iglesia: ¿será que defiende no la familia sino un modelo concreto de familia? ¿Cómo quedan ahí las relaciones y diferencias entre Iglesia y realidades autónomas, fe y cultura, pluralismo legítimo, inculturación… Concretamente: ¿qué actitudes nuevas sería bueno que tomara la Iglesia en este tema?
- Comparar la migración de Jesús (incluso aunque fuese simbólica) con la de los millones de desplazados y migrantes del mundo actual.
- Jesús no destacó por ser un “defensor de la familia”… Para él, claramente, la familia no es lo más importante en la vida. Hay valores a los que debe someterse la familia, valores que uno debe poner también por encima de la relación con su familia… Comentar la conducta de Jesús.
Para la oración de los fieles
- Por toda la Iglesia, para que los cristianos hagamos de ella una verdadera familia en la que no haya discriminaciones sino que reinen la justicia, el amor y la fraternidad. Oremos.
- Por todos cristianos, para que seamos solidarios en la tarea de hacer de este mundo una única familia humana llena de paz y fraternidad. Oremos.
- Por las familias cristianas, para que estén abiertas a todas las transformaciones positivas que vive hoy la institución familiar. Oremos.
- Por las familias rotas, los hijos que sufren las consecuencias de una separación, los que estén alejados de sus familias, los que no aciertan a saber convivir con los suyos. Oremos.
- Por las familias sin vivienda, sin trabajo, emigrantes. Oremos.
- Por nuestras familias, para que vivamos en coherencia con nuestra fe, trabajando por el Reino. Oremos.
Oración comunitaria
Oh Dios, Comunidad Trinitaria plena, Padre y Madre de toda la Familia Humana: haz vibrar en todos nosotros el sentido de pertenencia a la misma y única Familia Universal, para que el mundo y la humanidad se transformen a la búsqueda de tu Proyecto de Amor. Tú que vives y haces vivir, por los siglos de los siglos. Amén.
Señor Jesús que quisiste comenzar tu vida como todo ser humano, en el seno de una familia, necesitado del calor, el alimento y el apoyo de los más cercanos; comenzando a aprender a caminar.
Danos apreciar las virtudes domésticas y el valor de autenticidad que da el compromiso en el día a día humilde y oculto. Por Jesucristo Nuestro Señor.
Estos comentarios están tomados de diversos libros, editados por Ediciones El Almendro de Córdoba, a saber:
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro.
        - Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en 
www.elalmendro.org
        - El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico

martes, 22 de diciembre de 2015

Estatutos originales año 1701 Huétor Tájar

Nuestro Padre Jesús Nazareno

CONSTITUCIONES QUE DEBEN GUARDAR LOS 

HERMANOS DE ESTAS COFRADÍAS POR CABILDO DEL 

AÑO 1701

Hermandad Sacramental y Patronal de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Huétor Tájar Y La Cofradía de Ánimas
Año 1701


1ª.- TÚNICA Y HACHA:

            Los hermanos que fueren de estas Cofradías han de tener una túnica de lienzo morado, y de entrada un hacha de tres libras de cera a cuyo cumplimiento han de ser obligados por embargo de bienes.

2ª. MISAS:

            Los hermanos han de tener dos reales cada uno en poder del mayordomo para decir tantas misas como hermanos por el hermano que muriese.

3ª DEMANDAS:

            Los hermanos de las cofradías han de tener obligación a pedir siempre que por el mayordomo se les reparta la demanda, si no están legítimamente ocupados o enfermo, pagando dos reales de multa por cada demanda que se pierda.

4ª ASISTENCIA:

            Los hermanos que no asistieren a las procesiones de la cofradía y cabildos sean multados en una libra de cera para la cofradía.

5ª FIESTAS, SU PAGA:

            Los hermanos de estas cofradías han de ser obligados a pagar los derechos de las fiestas que tienen obligación a celebrar por estas cofradías.

6ª RENUEVO:

            Los dichos hermanos han de ser obligados a pagar los tres, o cuatro reales que se les repartiere cada año para el renuevo de la cera.

7ª LOS ACOMPAÑAMIENTOS:

            Los hermanos son obligados a asistir a los entierros de los hermanos difuntos y de sus mujeres con toda la cera, y a los entierros de sus hijos sean mayores o menores con la mitad de la cera.

8ª SERMÓN –COMIDA DE LOS VESTUARIOS

            Los sermones que se predicaren en cualquier fiesta de cofradías se señala por su limosna veintidós reales por los vestuarios si los hubiese, dieciséis reales, y o que gastasen los mayordomos sea de su cuenta.

Parroquia Huétor Tájar

9ª HONRAS:

            Los hermanos por cabildo de diecinueve de febrero de mil setecientos y veinticuatro acordaron se hiciesen todos los años del caudal de la cofradía de Ánimas honras por los hermanos difuntos el último domingo de Enero de cada año y por su limoná señala en veinte reales de los cuales e le han de dar al sacristán seis reales por su asistencia y campanas.

            Y para la mejor asistencia de esas cofradías y que los hermanos cumplan, puse un tanto de ellos en este Libro Huétor Tájar, Agosto 26 de 1724 S.

Firmado por: D. Francisco Tomás de Miranda, cura.

viernes, 18 de diciembre de 2015

lecturas evangelio domingo 20 diciembre 2015 IV de adviento


LUZ DEL DOMINGO 

Domingo, 20 de diciembre de 2015

CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO
CICLO C
  
Primera lectura: Miqueas 5, 1-5 a.
Salmo responsorial: Salmo 79
Segunda lectura: Hebreos 10, 5-10. 

EVANGELIO: Lucas 1, 39-45
“ 39Por aquellos días María se puso en camino y fue a toda prisa a la sierra, a un pueblo de Judá; 40entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. 41Al oír Isabel el saludo de María, la criatura dio un salto en su vientre e Isabel se llenó de Espíritu Santo. 42y dijo a voz en grito:
¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! 43y ¿quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?44Mira, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos la criatura saltó de alegría en mi vientre. 45¿Y dichosa tú por haber creído que llegará a cumplirse lo que te han dicho de parte del Señor!” 
COMENTARIOS
I
 LA QUE CREYÓ
María es la figura más manipulada en toda la historia del Cristia­mismo. Con el pretexto de ensalzar su grandeza, hemos hecho lo contrario de lo que ella hubiera querido; y se nos ha olvidado imitarla y creernos, como ella lo creyó, que lo que ha dicho el Señor se cumplirá.
 
MARÍA
A Zacarías -varón, sumo sacerdote, profesional de la religión, rico, culto- se le había anunciado de parte de Dios que él y su mujer, a pesar de su avanzada edad, tendrían un hijo al que Dios le encargaría la misión de preparar el camino al Mesías. Pero no se lo creyó hasta que no vio a su mujer encinta.
María -una muchacha sencilla de un pueblo perdido en las montañas de Galilea, en el extremo norte del país, margi­nada por ser mujer en la sociedad civil y en el ámbito religioso, pobre, sin preparación cultural alguna- escuchó también un mensaje de Dios: ella iba a ser la madre del Mesías. Y creyó. Y aceptó el papel que Dios le encomendaba llevar a cabo en el proceso de liberación que estaba a punto de iniciarse en la ya inminente intervención salvadora de Dios.
Cuando llegó a casa de Isabel, pariente suya, ya estaba sintiendo dentro de sí el cumplimiento de lo que se le había dicho, y su presencia llenó de Espíritu Santo a la mujer de Zacarías, en quien la palabra de Dios también se había hecho realidad. Esa fe es la que Isabel alaba cuando saluda a María con estas palabras: «¡ Y dichosa tú por haber creído que lle­gará a cumplirse lo que te han dicho de parte del Señor! »

LO QUE MARÍA CREYÓ
María creyó, por supuesto, que ella iba a ser la madre del Mesías; María creyó en lo extraordinario de ese nacimiento. María se fió de Dios cuando aceptó jugar un papel tan decisivo en la historia de la salvación. Pero María creyó en todo eso porque su fe tenía raíces hondas y creía y esperaba que se cumplieran las promesas que Dios había hecho a su pueblo. Toda esa fe que Isabel alaba en su saludo la proclama María de manera solemne en su respuesta: el canto que conocemos con el nombre de «Magnificat»:
 Proclama mi alma la grandeza del Señor
y se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador,
porque se ha fijado en la humillación de su sierva... 
derriba del trono a los poderosos
y encumbra a los humildes;
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide de vacío.
Ha auxiliado a Israel, su servidor,
...como lo había prometido a nuestros padres...
(Lc 1,46-55)

María, como se ve, seguía creyendo en el carácter liberador del Señor, Dios de Israel. María seguía creyendo en la nece­sidad y en la posibilidad de liberación. Y porque creía en todo lo que Dios había prometido a su pueblo, creyó que se cumpliría lo que se le había dicho a ella de parte del Señor. Y su fe se hizo realidad en Navidad.

CADA AÑO, NAVIDAD
No parece que los tronos y las coronas, los mantos de reina y los vestidos lujosos, el oro y las joyas estén muy de acuerdo con la fe de María, y sin embargo, ¿no es ésta la manera más frecuente de honrar a María, de manifestar nues­tra fe en María? Sin embargo, todo eso es incompatible con la fe de María y con su compromiso personal, aceptando llevar a cabo la tarea que a ella le fue encomendada dentro del proyecto liberador de Dios.
Parece como si alguien quisiera encumbrarla en los tronos de los poderosos, o llenarla con las riquezas de los ricos para moderar así la fuerza de su grito que agradecía y anunciaba la intervención de Dios en favor de la liberación de los pobres y humillados de su pueblo.
Dentro de unos días celebraremos, un año más, la Navi­dad. Sonarán los villancicos, se iluminarán las calles, se reuni­rán muchas familias... Pero toda esta fiesta, ¿tendrá algo que ver con la alegría de María, que nacía de su fe y que iba acompañada de su compromiso con el proyecto de Dios? Dios no hará nada por el hombre sin la colaboración o la aceptación del hombre mismo; por eso, el sí de María a la palabra de Dios hizo posible la Navidad; cuando nosotros la celebramos, ¿la estamos haciendo posible? ¿Nos conformare­mos simplemente con pasarlo bien con el pretexto de la Na­vidad? Puede que demos limosna a algún pobre o que contri­buyamos a alguna colecta para los pobres, pero ¿vamos a hacer algo para acabar con la pobreza, para devolver la dig­nidad a los humillados, para desterrar de nuestro mundo la injusticia, la opresión, la explotación de los débiles...?
La Navidad fue posible porque María creyó en la libera­ción, tuvo fe en el Dios liberador. En la medida en que nosotros creamos en la posibilidad de un mundo verdaderamente libre, en la medida en que creamos, como María, en que Dios está comprometido con la libertad de los hombres y, como ella, nos comprometamos a hacer todo lo posible para que este mundo sea la casa de los libres hijos de Dios, en esa medida estaremos llenando de sentido la celebración de la Navidad.

II

EL SERVICIO SOLÍCITO DEJA UNA ESTELA DE ALEGRÍA
«Por estos mismos días María se puso en camino y fue a toda prisa a la sierra, en dirección a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel» (1,39-40). El nexo temporal que une esta nueva escena con la anterior es de los más estrechos, imbricándolas íntimamente. María se olvida de sí misma y acude con presteza en ayuda de su pariente, tomando el camino más breve, el que atravesaba los montes de Samaría. Lucas subraya su prontitud para el servicio: el Israel fiel que vive fuera del influjo de la capital (Nazaret de Galilea) va en ayuda del judaísmo oficial (Isabel; «Judá», nombre de la tribu en cuyo territorio estaba Jerusalén). Al igual que el ángel «entró» en su casa y la «saludó» con el saludo divino, María «entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel». De mujer a mujer, de mujer embarazada a mujer embarazada, de la que va a ser Madre de Dios a la que será madre del Precursor.
«Al oír Isabel el saludo de María, la criatura dio un salto en su vientre e Isabel se llenó de Espíritu Santo» (1,41). El saludo de María comunica el Espíritu a Isabel y al niño. La presencia del Espíritu Santo en Isabel se traduce en un grito poderoso y profético: « ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! Y ¿quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Mira, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. ¡Dichosa la que ha creído que llegará a cumplirse lo que le han dicho de parte del Señor! » (1,42-45).
Isabel habla como profetisa: se siente pequeña e indigna ante la visita de la que lleva en su seno al Señor del universo. Sobran las palabras y explicaciones cuando uno ha entrado en la sintonía del Espíritu. La que lleva en su seno al que va a ser el más grande de los nacidos de mujer declara bendita entre todas las mujeres a la que va a ser Madre del Hombre nuevo, nacido de Dios. La expresión «Mira» concentra, como siempre, la atención en el suceso principal: el saludo de María ha servido de vehículo para que Isabel se llenase de Espíritu Santo y saltase de alegría el niño que llevaba en su seno. La sintonía que se ha establecido entre las dos mujeres ha puesto en comunicación al Precursor con el Mesías. La alegría del niño, fruto del Espíritu, señala el momento en que éste se ha llenado de Espíritu Santo, como había profetizado el ángel. A diferencia de Zacarías, María ha creído en el mensaje del Señor y ha pasado a encabezar la amplia lista de los que serán objeto de bienaventuranza. 
III
 Miqueas, de quien está tomada la primera lectura, vivió en el reinado de Ezequías. Cuando el modesto profeta llegó a la corte, se encontró con Isaías, de quien al parecer recibió influjo literario, aunque siempre conservó su estilo personal.
Miqueas atacó sobre todo a los poderosos que abusan del pobre para robar y oprimir, a los jueces corrompidos, pero compuso también magníficos poemas de salvación, entre los que sobresale la profecía sobre Belén. El Mesías esperado nacerá en Belén, pequeña población de Judá y hará que los seres humanos puedan vivir tranquilos y Él será nuestra paz.
La segunda lectura está tomada de la carta a los Hebreos. Supuestamente Pablo compara la obra cultual de Cristo con la del Antiguo Testamento, y el sacrificio de Cristo con los antiguos “sacrificios” religiosos. A través de esta comparación se nos muestra con profundidad la naturaleza y finalidad de la encarnación. El sacrificio de Cristo tiene lugar de una vez para siempre y no consiste tanto en la inmolación de una víctima, cuanto en la comunión con el Padre, a la que todos somos invitados. En lo sucesivo no habrá una religión de ceremonias y de ritos, sino una religión “en Espíritu y en Verdad”. La voluntad de Dios no ha sido la muerte del Hijo, sino el hacer partícipe a su Hijo de la condición humana con el suficiente amor para que todo lo humano quedara transformado. La sangre del Hijo, más que ofrenda para aplacar a un Dios justiciero, es don a los seres humanos de un Dios lleno de amor. Nuestra santificación consiste en vivir “en Espíritu y en Verdad” esa amistad con Dios. Aquí radica la esencia del Espíritu religioso.
Acercarse a celebrar el nacimiento de Jesús conlleva recordar la condición de mujer y la fe de María. El episodio llamado de la visitación, del evangelio de Lucas nos relata el encuentro de dos mujeres madres. María, la galilea, va a Judá, la región en la que un día el hijo que lleva dentro de ella será rechazado y condenado a muerte (Lc 1,39). Ante el saludo de la joven, el niño que Isabel está a punto de dar a luz “salta de gozo” (vv. 41 y 44). La madre alude poco después a lo que siente dentro de sí; se trata de la alegría del niño –el futuro Juan Bautista- alrededor de quien habían girado hasta el momento los acontecimientos narrados en este primer capítulo de Lucas. Juan cede ahora el paso a Jesús.
El gozo es la primera respuesta a la venida del Mesías. Experimentar alegría porque nos sabemos amados por Dios es prepararnos para la navidad.
Isabel pronuncia entonces una doble bendición. Como ocurre siempre en manifestaciones importantes, Lucas subraya que lo hace “llena del Espíritu Santo” (v. 41).
María es declarada “Bendita entre las mujeres”(v. 42), su condición de mujer es destacada; en tanto que tal es considerada amada y privilegiada por Dios. Esto es ratificado por el segundo motivo del elogio: “Bendito el fruto de tu vientre” (v.42). Este fruto es Jesús, pero el texto subraya el hecho de que por ahora está en el cuerpo de una mujer, en sus entrañas, tejido de su tejido. El cuerpo de María deviene así el arca santa donde se alberga el Espíritu y manifiesta la grandeza de su condición femenina. En su visitante, Isabel reconoce a la “madre del Señor” (v 43), aquella que dará a luz a quien debe liberar a su pueblo, según lo anunciaba el profeta Miqueas (5,2-5).
Bendecir (bene-dícere) significa hablar bien, ensalzar, glorificar. Con anterioridad al nacimiento de Jesús, aparecen en los evangelios bendiciones por parte de Zacarías, Simeón, Isabel y María. Todos bendicen a Dios por lo que hace. Pero, al mismo tiempo, Jesús bendice a los niños, a los enfermos, a los discípulos, al Padre. Toda bendición va dirigida a Dios. La oración de bendición es, sobre todo, alabanza de acción de gracias. De este modo celebramos la Eucaristía. Pero también la bendición se extiende a todas las criaturas incluso a las inanimadas: ramos, ceniza, pan y vino. Son bienaventurados los santos y especialmente “bendita” es María, la madre de Jesús.
El Espíritu Santo ayuda a Isabel a pronunciar una bendición: “¡Bendita eres entre todas las mujeres y bendito sea el fruto de tu vientre!”. Desde entonces, millones de veces lo hemos dicho todos los cristianos en el “Ave María”. Son benditos, bienaventurados o dichosos los que creen en Dios, los que practican la Palabra, los que dan frutos, los pobres con los que se identifica Jesús.
María creyó. Ésta fue su grandeza y el fundamento de su felicidad: su fe. María se convierte en maestra de la fe, aceptando cuanto se le anuncia de parte de Dios aunque ella no se pudiera explicar el modo como se realizaría aquel plan. Toda la vida de María se fundamenta en su fe, en la adhesión que ha prestado desde el primer momento a la revelación que llegó hasta ella.

Para la revisión de vida
¿Cómo voy a vivir esta semana de adviento-navidad?
¿Cómo voy a acoger el misterio del Dios humanado en Jesús?
¿Cómo vivir y expresar con todos los que me rodean la ternura de Dios hecho niño para que nosotros vivamos el mismo amor con la misma ternura? (Tomar decisiones concretas para esta noche de nochebuena: respecto a las personas con las que convivo, a los parientes, los vecinos, los amigos y conocidos, los lejanos…).
Para la reunión de grupo
- Navidad: ¿vuelve a nacer Jesús? ¿Qué es lo que realmente celebramos?
- La Navidad y la Nochebuena están cargadas de símbolos, de riqueza cultural, de tradiciones familiares, de un imaginario social, de una tradición social llena de publicidad comercial… ¿Se puede distinguir el trigo de la paja? ¿Qué sería lo esencial cristiano de la Navidad?
- ¿Qué quiere decir realmente el hecho del nacimiento «virginal» de Jesús? ¿Es una afirmación, de qué género: físico, biológico, histórico, teológico...? ¿Cómo conciliar el nacimiento virginal de Jesús, tan especial, y la voluntad de Dios de encarnarse y anonadarse, "pasando por uno de tantos"? ¿Están en contradicción?
- El libro de Roger Lenaers, «Un cristianismo nuevo para un mundo nuevo» (Abya Yala, Quito 2008, colección Tiempo Axial, cap. 9, pág. 104), presenta un estudio sobre la necesidad de recomprender la Navidad: celebramos lo mismo que la cristiandad medieval celebró, pero no podemos expresarlo ni entenderlo de la misma manera, cuando estamos actualmente en una visión postmedieval, sin dos pisos, no heterónoma. Podemos seguir celebrando, no ingenuamente, sino con una «segunda ingenuidad»...

Para la oración de los fieles
- Por todos los hombres y mujeres del mundo, especialmente por los más necesitados, para que un día acojan la venida del Enmanuel, Dios-con-nosotros, roguemos al Señor
- Para que nuestra vida sea testimonio de la eficacia de la venida de Dios en Jesús...
- Para que el ambiente social navideño vaya acompañado en nuestras vidas por una vivencia intensa del misterio de la navidad...
- Por todos los que están lejos de sus hogares, o no tienen familia, o están en soledad obligada o voluntaria; para que experimenten la comunión y el amor por encima del cerco soledad que les rodea...
- Para que el ambiente de la navidad propicie en nuestros hogares el necesario clima de amor y ternura que durante la vida diaria tenemos olvidado con frecuencia...


Oración comunitaria
Dios, Padre Nuestro, que en Jesús nos has dado tu Palabra, hecha carne y sangre, fuerza y ternura, muerte y resurrección; te pedimos nos inspires para seguir sus pasos por el camino que él nos trazó, abrazando en nuestro caminar hacia ti a todos los hermanos y hermanas. Por Jesucristo Nuestro Señor.


Estos comentarios están tomados de diversos libros, editados por Ediciones El Almendro de Córdoba, a saber:
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro.
        - Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en 
www.elalmendro.org
        - El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico