miércoles, 21 de marzo de 2018

reflexión Semana Santa parroquia Granada

 



SEMANA SANTA

(reflexión tomada del libro: Misericordia Entrañable de Marcelino Legido)
Cuando en una familia los hijos son ya mayores, es cuando empieza de verdad su historia. Hasta entonces el padre ha trabajado para ellos. Pero ahora es cuando ellos empiezan a compartir el camino. Hay algo que les viene dado sin que ellos quieran: su propio ser, que les hace ser hijos y por ello hermanos. Este hecho es un dato previo, de su amor que les ha amado de antemano. También por este hecho parece que hay trazados ya en la tierra unos caminos para llevar adelante la familia y construir la casa, caminos que el amor del padre de antemano ha trazado. Sin embargo, todo depende ahora de la respuesta de los hijos.



         Cuando los hijos están abiertos al amor del padre y son hijos de verdad, entonces están abiertos también al amor de los hermanos, son hermanos de verdad. Pero hay un grave riesgo en el camino. Los hijos mayores, por ser libres, pueden decidir su respuesta al amor, que les ha salido al encuentro. Si se cierran al amor del padre, rompiendo con su misericordia entrañable, desobedeciendo a los caminos del amor, que su voluntad propone, entonces se cierran también al amor de los hermanos. Nace en ellos la ambición, pretenden ser más que los otros. Entre los hermanos se han levantado barreras; cada uno está a lo suyo. Pero las barreras son, a su vez, trincheras, porque al ir cada uno a sus intereses la familia se ha roto. Hay un conflicto que causa dolor y que lleva incluso a la muerte. Cerrados al amor, en el que consistían, empiezan a dejar de ser y mueren matando.

        
        La desobediencia y la ambición han nacido en el corazón de los hijos, pero no quedan dentro de ellos, sino que salen fuera y contagian todo el ambiente familiar. La familia entera deja de ser comunidad de amor para ser comunidad en conflicto de intereses encontrados y en lucha a muerte. Pero aún sucede más. La desobediencia y la ambición de los hijos condiciona el reparto de la casa común. Se pasa a un reparto del hogar según el dinero y el poder de cada uno. Se levantan alambradas. Los más poderosos se quedan con la mejor parte y a los más pequeños se les deja tirados en la calle. Desobediencia y ambición han contagiado a los muros de la casa derrumbada y construida ahora como campo de guerra. Pero también es verdad, entonces, que todos los hermanos que vivan en esta casa destrozada y en esta familia rota se sentirán envueltos desde la primera hora hasta la última de su camino en una provocación mas fuerte a la desobediencia y a la ambición.


Los hombres rompieron el amor con el Padre
         Esta parábola que acabamos de contar fue una realidad en los comienzos de la historia humana.
         <<La serpiente era el animal más astuto de todos los animales del campo que Yahvé Dios había hecho. Y dijo a la mujer: “¿Cómo es que Dios os ha dicho: No comáis de ninguno de los árboles del jardín?”. Respondió la mujer a la serpiente: “Podemos comer del fruto de los árboles del jardín. Mas del fruto del árbol, que está en medio del jardín, ha dicho Dios: no comáis de él, ni lo toquéis, so pena de muerte”>> (Gén 3, 1-3). Ya tenemos en escena a tres personajes: los hombres, el árbol y la serpiente.


Los hombres: En primer lugar, los hombres están allí, recién salidos de las manos del Señor. Son imagen y semejanza del Padre. El Padre les ha coronado de gloria y dignidad. El amor fuerte con el que Dios envuelve al hombre es la gloria. Es el amor que acoge, envuelve y alienta. Ésta es su sobrecogedora grandeza, cantada en un fragmento, que se recoge en Ez 28, 12-14. <<Eras el sello de una obra maestra, lleno de sabiduría, acabado en belleza. En Edén estabas en el jardín de Dios, mil piedras preciosas formaban tu manto… Querubín protector de alas desplegadas te había hecho yo; estabas en el monte santo de Dios, caminabas entre piedras de fuego>>.


El árbol: Cuando el autor sagrado pone en escena el árbol, representa: la presencia del Señor, que sale al encuentro de los hombres, con una propuesta de amor, ofreciéndoles sus caminos, que ellos tendrán que decidir. Cuando el Padre empezó la historia de su amor, puso a los hombres en la tierra, para que vivieran como hermanos, y compartieran la casa común. Pero para hacer esta historia no se podía ir por cualquier camino. La familia de los hombres eran imagen y semejanza del Señor. Pero era el mismo Señor el que ponía la señal y el indicador de su voluntad, para mostrar los caminos de su amor. Lo bueno y lo malo no lo deciden los hombres por sí mismos, según sus intereses. Lo decide el Padre, de cuyas manos hemos salido. El autor sagrado sitúa entonces en la escena el árbol de la ciencia del bien y del mal, como indicador de los caminos del Señor, como la señal que marca el trazado de las sendas de su justicia, que es su amor. Los hombres pueden rechazarlo o aceptarlo.


La serpiente: En Palestina, la serpiente en los cultos idolátricos es uno de los signos más destacados de la fecundidad inmanente de la vida, la toma el autor sagrado como personaje para la escena de la tentación. La serpiente, que va a suscitar en el hombre un poderoso impulso a <<serse>> por sí mimo, es ni más ni menos que la imagen de su propia voluntad de independencia y autonomía.
         Ante el hombre se abre ahora la absoluta disyuntiva: o vivir desde el Señor o vivir desde sí mimo, o vivir para el Señor, es decir para la familia de hermanos y la casa común o vivir para sí mismo, es decir, para su propia familia y su propia casa, en camino de saber y poder cada vez mayor.
         La serpiente en la escena sólo aparecía como el eco de la pretensión interior del hombre. Ahora la pre-tensión se ha cumplido. Ellos han decidido romper la dependencia del que los amó y los creó, para pasar enteramente a sus manos. Se han arrancado del amor de la gracia que los había constituido y los envolvía y alentaba, se han despojado ellos mismos del vestido de la gloria, porque no han consentido en dejarse amar. Por ello, se sienten desnudos, desvestidos del amor glorioso y fuerte que los envolvía. Y hasta rotos por dentro, con una sensación de vergüenza, de ser lo que debían ser ante la mirada de quien les amó. Pero esta decisión de la desobediencia es una ruptura del lazo que a él les unía, una ruptura de su religación creatural y por tanto lleva consigo un trastorno en las raíces profundas de todo su ser. Y si su ser es un ser-con—los-otros-en-medio-del-mundo, entonces la ruptura del amor repercutirá en la comunidad y en el universo.
         Dos escenas: la primera, la desobediencia; los hombres han cerrado los puños hacia lo alto y no han querido ser acogidos por Dios. La escena segunda es un asesinato. Caín da muerte a su hermano Abel. La raíz última de la ruptura de la fraternidad está en la desobediencia, que rompe el amor con el Padre. Los hijos, una vez roto este amor, ya no se consideran hermanos y se matan. Los hombres, salidos del amor que les reúne en familia y hogar común, se convierten en asesinos.
         Los hombres, que han sido creados por la vida y para la vida, ¿cómo pueden sucumbir al peso de la muerte? El autor sagrado sólo tiene una respuesta: la gracia recibida, que se desliga de las manos del que le agració, se desintegra en sus mismas raíces. Trazar por su cuenta los caminos de la gracia creada, como propios e independientes, es adentrarse en la senda de la muerte. Por más grandiosas que aparezcan sus realizaciones, la rotura interna del ser termina en la muerte, pero en la muerte que muere asesinado. El volver al polvo, también aquí en la escena, no es la aniquilación de una enfermedad, sino el derramamiento de la sangre.
         La muerte está ya sembrada en el ser del hombre, quien se ha cerrado al amor. El polvo alentado y el aliento enterrado amenazan de nuevo en ser sólo barro, que vuelve al barro. Así, la muerte se hace simiente, camino y al parecer meta. Pues la muerte no sólo ha ensombrecido la vida, sino que se ha implicado con la vida. Y ya no parece la muerte un momento de la vida, sino la vida un momento de la muerte.
         Entre el hombre (adán) y la tierra (adama) hay una relación tan estrecha que, cuando el hombre se niega a coger la bendición, la tierra cae en la maldición. Una tierra que se ha tragado la sangre derramada por la rebeldía y el asesinato es una tierra que ha sido contagiada hasta la hondura de sus entrañas del pecado que los hombres han hecho nacer en el mundo. En la representación del autor sagrado vamos viendo el avance irresistible del pecado, del dolor y de la muerte: del hombre a la comunidad, de la comunidad a la tierra.
         El pecado avanza en círculo, que se cierra sobre sí mimo. El hombre, hecho a imagen de Dios, es hombre dentro de una familia de los hombres (comunidad) y dentro de una casa común (mundo). El hombre es hombre, crece y madura en su humanidad en cuanto que, bajo la obediencia del Señor, comparte la comunidad y construye el mundo. Pero si se cierra al amor, se inicia el círculo del pecado. Al cerrarse al amor del Padre por la desobediencia, se cierra al amor de los hermanos por la ambición y la opresión, cerrazón que le desintegra en el pecado y por fin la muerte. Pero el pecado no es un acontecimiento que permanezca en su corazón. Como ser comunitario que es, el hombre irradia el pecado a la comunidad humana y el pecado se hace pecado comunitario. Pero como la comunidad humana está inserta en un mundo, el pecado se convierte en fuerza que configura el mundo, es decir, en pecado cósmico, pecado del mundo. Ahora el pecado, metido en las estructuras del montaje injusto y violento del mundo, provoca al pecado a todos los hombres que viven en la familia humana y en la casa común convertida ahora en campo de lucha.
         ¿Será posible la esperanza? ¿Es que la gracia salida de las manos del Padre y puesta en las manos de los hombres se desintegrará en la nada?
La mano extendida del amor inquebrantable.
         “Cuando por desobediencia perdió tu amistad, no lo abandonaste al poder de la muerte, sino que compadecido, tendiste la mano a todos, para que te encuentre el que te busca”
El Padre respeta que los hijos le digan que no, que se alejen de Él y que se opriman unos a otros, pero su mano silenciosa y amable continúa abierta. Cuando un padre ve que sus hijos se le van de casa en una noche fría de invierno, les saca el abrigo del baúl y se lo pone. Y les dice: cuánto lo siento, pero os continúo queriendo. Adán y Eva estaban desnudos y tenían que salir de casa, pero el Padre viste su desnudez con un gesto de gracia: <<Yahvé Dios hizo para el hombre y su mujer túnicas de piel y se las vistió>> (Gén 3,21). Y si los hijos son malos, el padre dirá a los demás: aunque lo sean, no los toquéis. Su mano les acompañará en la intemperie. <<Entonces dijo Caín a Yahvé: “mi culpa es demasiado grande para soportarla. Es decir, que hoy me echas de este suelo y he de esconderme de tu presencia, convertido en vagabundo errante por la tierra y cualquiera que me encuentre me matará”. Responde Yahvé: “Al contrario, quienquiera que matare a Caín, lo pagará siete veces”. Y Yahvé puso una señal a Caín, para que nadie que le encontrara le atacara>> (Gén 4, 13-15).
         Pero al final, ¿no venció la noche? Es verdad que cuando la torre llegaba hasta el cielo, la humanidad se desmoronaba como los sueños y las pesadillas del amanecer. Pero a unos cuantos kilómetros de los rascacielos, en terrible contraste con ellos, la mano poderosa del Padre salía al encuentro de un puñado de pobres de la tierra. La llamada y la promesa a Abrahám manifiesta ahora que su mano es ahora más fiel que nunca, más fuerte que nunca, más amorosa que nunca. Es ahora cuando empieza a manifestarse la segunda, la nueva, la última gracia, que llegará algún día a la plenitud de su consumación.
Jesús, el Señor, el Hijo obediente.
         En primer lugar, contemplamos a Jesús, el Hijo obediente, desde el hombre desobediente de la vieja creación. Adán era hombre hecho a imagen del Padre, gracia creada para darse en gracia. Pero intentó arrebatar la gracia misma del Padre. Pretendió ser Dios, es decir, ser él mismo por sí mismo. Esta pretensión le cierra al amor del Padre en la desobediencia y al amor de los hermanos en la ambición. Así inicia el camino de la muerte. Jesús, en cambio, existía en forma de Dios, era el Hijo amado del Padre, engendrado por él, como la marca de su ser y el resplandor de su gloria (Heb 1,3). Pero no intentó arrebatar y retener su igualdad con el Padre. Al contrario. Se entregó por entero a su proyecto de amor. Si el hombre viejo se cerró en la desobediencia, que conduce a la opresión, el Hombre nuevo se abrió enteramente en la obediencia que conduce a la ofrenda hasta el vaciamiento. Si el hombre viejo inicia el camino de la muerte, empieza a morir matando, el Hombre nuevo inaugura el camino de la vida tomando la forma de esclavo y dejándose matar como un criminal, colgado de un madero (Flp 2, 6-7). Visto Adán, se ilumina aún más el rostro de Jesús, el Hijo obediente, que rechaza la tentación de separarse del amor del Padre, para hacerse obediente hasta la muerte y muerte de cruz, consumando así su filiación, en favor de todos sus hermanos.

         En segundo lugar, contemplamos la comunidad de los hijos iniciada por el Hijo obediente, desde la humanidad de la vieja creación. La ruptura del amor del Padre conduce a la ruptura del amor a los hermanos. Pero, como ya vimos, esta ruptura no es un hecho solamente interpersonal, sino que llega a ser un hecho comunitario. La comunidad llega a ser comunidad bajo el pecado. Los signos de esta comunidad empecatada son la esclavitud y el enfrentamiento de los hermanos. La bendición se ha convertido en condenación. “El delito de uno solo atrajo, sobre todos, la condenación. Pero, así como por la desobediencia de un solo hombre todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos” (Rom 5,19). Al abrirse en obediencia al Padre, Jesús es la justicia para la familia de sus hermanos, la justicia que conduce a la vida. La obra de la gracia se resuelve en justificación que da la vida. Si la condenación de los hombres era su esclavitud y su enfrentamiento, que les lleva a la muerte, el Hombre nuevo, Hijo obediente, dará a todos los que le acogen la liberación, que conduce a la filiación para la fraternidad. La liberación y la comunión conducirán a la vida, pero a una vida en plenitud que no se termina nunca. Además, si el Hijo obediente ha roto la ruptura del pecado en su raíz más honda, también la romperá en sus últimas consecuencias. “Habiendo venido por un hombre la muerte, también por un hombre viene la resurrección de los muertos. Si en Adán murieron todos, así también, en Cristo, todos volverán a la vida” (1Cor 15. 21-22). La familia de hermanos llevará la imagen del Hombre celestial, como llevó la imagen del hombre terreno y de esta forma el barro se convertirá en gloria (1Cor 15, 45.49 54-57).


         En tercer lugar, contemplamos la tierra de la herencia, inaugurada por el Hijo obediente, desde el mundo empecatado de la vieja creación. “Por un solo hombre entró el pecado en el mundo” (Rom 5, 12). El universo de los cielos y de la tierra estaba puesto en manos del hombre, bajo los pies del hombre. Del hombre amado dependía su destino. El hombre decidiría si iba a ser casa común o campo de guerra. Cuando el hombre se cerró al amor, las cadenas de la esclavitud y los muros de la separación configuraron la creación entera. En consecuencia, la creación, no por porque quisiera ella misma, sino por el hombre que la decidía en sus manos, quedó sometida a la servidumbre de la destrucción. Pero el Hijo amado ha sido enviado a la carne del pecado, para que en aquel mismo barro cerrado y manchado, él iniciara las sendas de la liberación para la filiación (Rom 8, 1-4. 14-17). Ahora bajo los pies del Hijo entregado y entronizado, están todas las cosas. Él es ahora el primogénito de toda la creación, que él encabeza para darle la liberación y la reconciliación. En el reino del Hijo de su amor, en quien tenemos la redención, han sido reconciliadas todas las cosas, pues él ha pacificado por la sangre de su cruz, todo lo que hay en el cielo y en la tierra. Si el hombre viejo, a través de la familia humana, cerrada al pecado, inicia el reino de la injusticia para la muerte, el Hombre nuevo inaugura el reino de la justicia para la vida. El anticipo que parecía un fracaso aparece ahora como el camino del desbordamiento de la misericordia entrañable. Ha sido mayor la gracia que la culpa, mucho mayor. “Gracias sean dadas al Padre, que nos da la victoria por Jesús Cristo, el Señor nuestro” (1 Cor 15, 57).
        

viernes, 9 de marzo de 2018

reconciliación, transformación, Robert J. Schreiter, profesor en la Catholic Theological Union de Chicago



RECONCILIACIÓN
Síntesis del libro El misterio de la reconciliación;  Espiritualidad y estrategias. Del teólogo norteamericano Robert J. Schreiter, profesor en la Catholic Theological Union de Chicago.
Visión cristiana de la reconciliación:
1.-La reconciliación es obra de Dios: es Él quien a través de Cristo la inicia y la lleva a su culminación en nosotros.
         -Dios inicia la reconciliación en la vida de las víctimas. Normalmente consideremos que el arrepentimiento de los agresores es necesario para que pueda comenzar la reconciliación. Pero la experiencia enseña que éstos rara vez están dispuestos a reconocer sus abusos, ni mucho menos, a dar el primer paso. Si la reconciliación dependiera por completo de la iniciativa de los agresores, apenas se lograría nada.
                   Dios comienza su obra por las víctimas, restituyéndoles la humanidad que los opresores habían intentado arrebatar o destruir. Esta restitución de la humanidad expropiada puede ser considerada como el núcleo mismo de la reconciliación.
                   Que Dios comience su obra por las víctimas, y no por los agresores, está en perfecto acuerdo con la forma que Dios tiene de actuar en la historia: Dios toma partido por los pobres, por las viudas y los huérfanos, por los oprimidos.
                   A través de las víctimas, los agresores son invitados al arrepentimiento y a pedir perdón.
         -La comunión entre el ser humano y Dios implica que la iniciativa divina ha de realizarse en y a través de la acción humana.
2.-La reconciliación tiene más de espiritualidad que de estrategia.
         “Reconciliación” significa, por tanto, en primer lugar, el cultivo de una relación con Dios: es éste el medio que hace posible que la reconciliación llegue a ser realidad. Dicha relación se expresa en una práctica espiritual que crea espacio para la verdad, para la justicia, para la curación, para la irrupción de nuevas posibilidades.
         “Reconciliación” es también estrategia. El primer paso de cualquier estrategia de reconciliación consiste en establecer las condiciones que permitan a las comunidades de memoria y esperanza llevarla a cabo en su interior. Entre los elementos de estrategia estarían: el discernimiento de semejanzas y diferencias entre la reconciliación individual y social; el desvelamiento de la verdad y la apuesta por el perdón; el uso de momentos rituales y las prácticas de pacificación.
         La reconciliación no se queda sólo en la relación con Dios, sino que esta te lanza a la acción.
3.-La experiencia de la reconciliación hace tanto de las víctimas como de los agresores nuevas criaturas.
         La reconciliación no es una vuelta atrás; de lo que se trata es de afrontar de forma adecuada el pasado para poder caminar hacia el futuro.
         Ello no significa negar ni pasar por alto el doloroso contacto con la injusticia y el atropello; no, lo que dicha experiencia posibilita es una transformación de lo vivido, que ya siempre formará parte de nosotros. La reconciliación no tiene nada que ver con el olvido, con borrar el recuerdo; es más bien una transformación del mismo.
         El hecho de que el resultado de la reconciliación sea con tanta frecuencia una sorpresa pone de manifiesto que se trata de una nueva creación.
4.-El proceso de la reconciliación por excelencia, el que pone en marcha la creación de una nueva humanidad, lo podemos encontrar en la historia de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.
         Es a la luz de lo que Dios ha realizado en Cristo como puede cobrar su verdadero sentido ser transfigurada la narración de nuestros propios sufrimientos, el relato de nuestra experiencia de violencia y atropello.
         La resurrección confirma y manifiesta ese poder de Dios sobre el mal: esto es lo que nos permite interpretar los relatos de la resurrección como relatos de la acción sanante y perdonadora del poder de Dios en el mundo.
         5.-El proceso de reconciliación sólo alcanzará su fin cuando Dios lleve a cabo en Cristo la consumación definitiva del universo.
         La reconciliación ha de ser entendida como un proceso que implica <<todas las cosas, pacificando, mediante la sangre de su cruz, los seres de la tierra y de los cielos>>. (Col 1,20).

martes, 6 de marzo de 2018

libertad individual - sociedad - política


ESTRÉS Y LIBERTAD
Peter Sloterdijk

Publicado en alemán en 2011; en español, en 2017, por Ediciones Godot (Argentina).

Tema: Sociedad y libertad individual (filosofía).

       En España, aún estamos sometidos al estrés, nacido del intento por parte de un pequeño grupo de catalanes de independizarse del resto de España; este estrés ha llegado al resto de Europa, pues unos temen que la Unión se rompa por el impulso nacionalista y otros ven en ello una posibilidad. El estrés ha hecho que salgamos de nuestra individualidad y nos constituyamos como grupo, como comunidad social. El Estado, a través de los medios de comunicación, somete a los individuos a un constante estrés y con ello consigue la "visualización de la sociedad", incorporando al grupo social a los individuos "ensimismados en sí mismos".

      Sloterdijk, para mostrar la toma de conciencia de la propia subjetividad, de la libertad personal, recurre a la experiencia de Rousseau....

        En las conclusiones, apunta el pensador alemán al hombre  que, consciente de su individualidad, decide en el ejercicio de su libertad incorporarse a la sociedad en aquellos aspectos que a él personalmente le parecen más convenientes...

       "En realidad, la libertad es sólo otra palabra para la elegancia, es decir, para aquella convicción de que en cualquier circunstancias se orienta a lo mejor, a lo más difícil (...) Quien actúa libremente se rebela contra la ordinariez, a la que no puede soportar. Esta libertad es lo contrario de la concepción que tienen aquellos que la entienden como licencia para abandonarse a lo común, demasiado común".

       "...la libertad es demasiado importante para dejarla en manos de los liberales. (...) la cuestión de lo real y su forma es demasiado importante para confiarla únicamente a los conservadores. La conservación del medioambiente es demasiado importante como para relegarla al partido de Los Verdes. La búsqueda de la igualdad social es una exigencia demasiado importante como para que los socialdemócratas y los partidos de izquierda carguen con esa responsabilidad..."


          


jueves, 1 de marzo de 2018

Mensaje del Papa Francisco




MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA CUARESMA 2018


«Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría» (Mt 24,12)

Queridos hermanos y hermanas:
       Una vez más nos sale al encuentro la Pascua del Señor. Para prepararnos a recibirla, la Providencia de Dios nos ofrece cada año la Cuaresma, «signo sacramental de nuestra conversión»[1], que anuncia y realiza la posibilidad de volver al Señor con todo el corazón y con toda la vida.

      Como todos los años, con este mensaje deseo ayudar a toda la Iglesia a vivir con gozo y con verdad este tiempo de gracia; y lo hago inspirándome en una expresión de Jesús en el Evangelio de Mateo: «Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría» (24,12).

      Esta frase se encuentra en el discurso que habla del fin de los tiempos y que está ambientado en Jerusalén, en el Monte de los Olivos, precisamente allí donde tendrá comienzo la pasión del Señor. Jesús, respondiendo a una pregunta de sus discípulos, anuncia una gran tribulación y describe la situación en la que podría encontrarse la comunidad de los fieles: frente a acontecimientos dolorosos, algunos falsos profetas engañarán a mucha gente hasta amenazar con apagar la caridad en los corazones, que es el centro de todo el Evangelio.

Los falsos profetas

       Escuchemos este pasaje y preguntémonos: ¿qué formas asumen los falsos profetas?

       Son como «encantadores de serpientes», o sea, se aprovechan de las emociones humanas para esclavizar a las personas y llevarlas adonde ellos quieren. Cuántos hijos de Dios se dejan fascinar por las lisonjas de un placer momentáneo, al que se le confunde con la felicidad. Cuántos hombres y mujeres viven como encantados por la ilusión del dinero, que los hace en realidad esclavos del lucro o de intereses mezquinos. Cuántos viven pensando que se bastan a sí mismos y caen presa de la soledad.

      Otros falsos profetas son esos «charlatanes» que ofrecen soluciones sencillas e inmediatas para los sufrimientos, remedios que sin embargo resultan ser completamente inútiles: cuántos son los jóvenes a los que se les ofrece el falso remedio de la droga, de unas relaciones de «usar y tirar», de ganancias fáciles pero deshonestas. Cuántos se dejan cautivar por una vida completamente virtual, en que las relaciones parecen más sencillas y rápidas pero que después resultan dramáticamente sin sentido. Estos estafadores no sólo ofrecen cosas sin valor sino que quitan lo más valioso, como la dignidad, la libertad y la capacidad de amar. Es el engaño de la vanidad, que nos lleva a pavonearnos… haciéndonos caer en el ridículo; y el ridículo no tiene vuelta atrás. No es una sorpresa: desde siempre el demonio, que es «mentiroso y padre de la mentira» (Jn 8,44), presenta el mal como bien y lo falso como verdadero, para confundir el corazón del hombre. Cada uno de nosotros, por tanto, está llamado a discernir y a examinar en su corazón si se siente amenazado por las mentiras de estos falsos profetas. Tenemos que aprender a no quedarnos en un nivel inmediato, superficial, sino a reconocer qué cosas son las que dejan en nuestro interior una huella buena y más duradera, porque vienen de Dios y ciertamente sirven para nuestro bien.

Un corazón frío

       Dante Alighieri, en su descripción del infierno, se imagina al diablo sentado en un trono de hielo[2]; su morada es el hielo del amor extinguido. Preguntémonos entonces: ¿cómo se enfría en nosotros la caridad? ¿Cuáles son las señales que nos indican que el amor corre el riesgo de apagarse en nosotros?

      Lo que apaga la caridad es ante todo la avidez por el dinero, «raíz de todos los males» (1 Tm 6,10); a esta le sigue el rechazo de Dios y, por tanto, el no querer buscar consuelo en él, prefiriendo quedarnos con nuestra desolación antes que sentirnos confortados por su Palabra y sus Sacramentos[3]. Todo esto se transforma en violencia que se dirige contra aquellos que consideramos una amenaza para nuestras «certezas»: el niño por nacer, el anciano enfermo, el huésped de paso, el extranjero, así como el prójimo que no corresponde a nuestras expectativas.

       También la creación es un testigo silencioso de este enfriamiento de la caridad: la tierra está envenenada a causa de los desechos arrojados por negligencia e interés; los mares, también contaminados, tienen que recubrir por desgracia los restos de tantos náufragos de las migraciones forzadas; los cielos —que en el designio de Dios cantan su gloria— se ven surcados por máquinas que hacen llover instrumentos de muerte.

      El amor se enfría también en nuestras comunidades: en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium traté de describir las señales más evidentes de esta falta de amor. estas son: la acedia egoísta, el pesimismo estéril, la tentación de aislarse y de entablar continuas guerras fratricidas, la mentalidad mundana que induce a ocuparse sólo de lo aparente, disminuyendo de este modo el entusiasmo misionero[4].

¿Qué podemos hacer?

      Si vemos dentro de nosotros y a nuestro alrededor los signos que antes he descrito, la Iglesia, nuestra madre y maestra, además de la medicina a veces amarga de la verdad, nos ofrece en este tiempo de Cuaresma el dulce remedio de la oración, la limosna y el ayuno.

      El hecho de dedicar más tiempo a la oración hace que nuestro corazón descubra las mentiras secretas con las cuales nos engañamos a nosotros mismos[5], para buscar finalmente el consuelo en Dios. Él es nuestro Padre y desea para nosotros la vida.
El ejercicio de la limosna nos libera de la avidez y nos ayuda a descubrir que el otro es mi hermano: nunca lo que tengo es sólo mío. Cuánto desearía que la limosna se convirtiera para todos en un auténtico estilo de vida. Al igual que, como cristianos, me gustaría que siguiésemos el ejemplo de los Apóstoles y viésemos en la posibilidad de compartir nuestros bienes con los demás un testimonio concreto de la comunión que vivimos en la Iglesia. A este propósito hago mía la exhortación de san Pablo, cuando invitaba a los corintios a participar en la colecta para la comunidad de Jerusalén: «Os conviene» (2 Co 8,10). Esto vale especialmente en Cuaresma, un tiempo en el que muchos organismos realizan colectas en favor de iglesias y poblaciones que pasan por dificultades. Y cuánto querría que también en nuestras relaciones cotidianas, ante cada hermano que nos pide ayuda, pensáramos que se trata de una llamada de la divina Providencia: cada limosna es una ocasión para participar en la Providencia de Dios hacia sus hijos; y si él hoy se sirve de mí para ayudar a un hermano, ¿no va a proveer también mañana a mis necesidades, él, que no se deja ganar por nadie en generosidad?[6]

      El ayuno, por último, debilita nuestra violencia, nos desarma, y constituye una importante ocasión para crecer. Por una parte, nos permite experimentar lo que sienten aquellos que carecen de lo indispensable y conocen el aguijón del hambre; por otra, expresa la condición de nuestro espíritu, hambriento de bondad y sediento de la vida de Dios. El ayuno nos despierta, nos hace estar más atentos a Dios y al prójimo, inflama nuestra voluntad de obedecer a Dios, que es el único que sacia nuestra hambre.

      Querría que mi voz traspasara las fronteras de la Iglesia Católica, para que llegara a todos ustedes, hombres y mujeres de buena voluntad, dispuestos a escuchar a Dios. Si se sienten afligidos como nosotros, porque en el mundo se extiende la iniquidad, si les preocupa la frialdad que paraliza el corazón y las obras, si ven que se debilita el sentido de una misma humanidad, únanse a nosotros para invocar juntos a Dios, para ayunar juntos y entregar juntos lo que podamos como ayuda para nuestros hermanos.

El fuego de la Pascua

     Invito especialmente a los miembros de la Iglesia a emprender con celo el camino de la Cuaresma, sostenidos por la limosna, el ayuno y la oración. Si en muchos corazones a veces da la impresión de que la caridad se ha apagado, en el corazón de Dios no se apaga. Él siempre nos da una nueva oportunidad para que podamos empezar a amar de nuevo.

      Una ocasión propicia será la iniciativa «24 horas para el Señor», que este año nos invita nuevamente a celebrar el Sacramento de la Reconciliación en un contexto de adoración eucarística. En el 2018 tendrá lugar el viernes 9 y el sábado 10 de marzo, inspirándose en las palabras del Salmo 130,4: «De ti procede el perdón». En cada diócesis, al menos una iglesia permanecerá abierta durante 24 horas seguidas, para permitir la oración de adoración y la confesión sacramental.

      En la noche de Pascua reviviremos el sugestivo rito de encender el cirio pascual: la luz que proviene del «fuego nuevo» poco a poco disipará la oscuridad e iluminará la asamblea litúrgica. «Que la luz de Cristo, resucitado y glorioso, disipe las tinieblas de nuestro corazón y de nuestro espíritu»[7], para que todos podamos vivir la misma experiencia de los discípulos de Emaús: después de escuchar la Palabra del Señor y de alimentarnos con el Pan eucarístico nuestro corazón volverá a arder de fe, esperanza y caridad.

     Los bendigo de todo corazón y rezo por ustedes. No se olviden de rezar por mí.
Vaticano, 1 de noviembre de 2017
Solemnidad de Todos los Santos
Francisco


[1] Misal Romano, I Dom. de Cuaresma, Oración Colecta.
[2] «Salía el soberano del reino del dolor fuera de la helada superficie, desde la mitad del pecho» (Infierno XXXIV, 28-29).
[3] «Es curioso, pero muchas veces tenemos miedo a la consolación, de ser consolados. Es más, nos sentimos más seguros en la tristeza y en la desolación. ¿Sabéis por qué? Porque en la tristeza nos sentimos casi protagonistas. En cambio en la consolación es el Espíritu Santo el protagonista» (Ángelus, 7 diciembre 2014).
[4] Núms. 76-109.
[5] Cf. Benedicto XVI, Enc. Spe salvi, 33.
[6] Cf. Pío XII, Enc. Fidei donum, III.
[7] Misal Romano, Vigilia Pascual, Lucernario.


Vía Crucis

PARROQUIA de GÓJAR
Los viernes de cuaresma.

-Via Crucis a las 18:30.
-Eucaristía a las 19:00.
-Catecumenado de Adultos: 19:30.

       El viernes 2 de marzo, en el catecumenado de adultos, reflexionaremos desde  el mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma.



alhama convento del Carmen camarín Nazareno


Acuerdo entre la Hermandad de Jesús Nazareno y el Convento del Carmen
para construir la Capilla y Camarín del Nazareno
en
Alhama de Granada, año de 1706
Signatura: PNGr. Alhama, escribano: Nicolás Godoy 1705-1708, folio: 407.
Folio 407, recto.
El convento de Nuestra Señora del Carmen y la Hermandad de Jesús Nazareno; escritura entre ellos.
         En el nombre de la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo; tres Personas distintas y un solo Dios verdadero.
         Estando allí el Convento de Nuestra Señora del Carmen de la Observancia de esta ciudad de Alhama, en la celda Prioral de él, el 25 de octubre de 1706, ante el escribano público y testigos; el muy reverendo padre fray Pedro Sánchez, Prior; fray Juan Pérez Guerrero, Superior; fray Fernando del Corral; fray Diego López Rubio; fray Juan Navarro; fray Martín de Jerez; fray José Montenegro y los demás religiosos de él que firmarán juntos y congregados a son de campana como tienen por costumbre para juntarse para tratar y confirmar las cosas tocantes y pertenecientes a la utilidad de este convento y dijeron que, para servicio de Dios Nuestro y mayor culto de la sagrada imagen de Jesús Nazareno que se venera en dicho convento, don José Antonio de Bustos y Robles, Hermano
Folio 407, vuelto.
 Mayor de la Hermandad y Antonio Pérez Guerrero, Mayordomo de ella; han tratado y ajustado con este dicho Convento el hacer una nueva capilla e inmediata a la iglesia en su parte de oriente, donde se ha de colocar la sagrada imagen de Jesús Nazareno y la de Nuestra Señora de la Soledad y San Juan Evangelista, con la condición de que en la dicha capilla puedan hacer las bóvedas y sepulturas donde se entierren los hermanos de la dicha Hermandad y de las de Nuestra Señora de la Soledad y San Juan Evangelista y las demás personas que pareciere al Hermano Mayor y Mayordomo y que puedan echar en la dicha capilla una puerta de la altura y anchura que corresponda para su decencia y dos rejas, postigos en ella que deben siempre estar abiertos para la devoción de los fieles y otra puerta postigo hacia el lado de los molinos y que en dichas puertas se han de echar dos llaves distintas en cada una que han de estar la una en poder del reverendo padre Prior que por tiempo fuere de este convento y la otra en el del Hermano Mayor de la dicha Hermandad, permitiendo
Folio 408, recto:

 la comunidad de este convento tapar las ventanas que la iglesia tiene al lado de la obra de la dicha capilla nueva, dándoles sus claraboyas correspondientes, haciendo para luz una ventana sobre la capilla de los caballeros Venegas, obligándose la dicha Hermandad a hacer dos arcos grandes con sus rejas y llaves en ellas, y éstas han de estar en poder del reverendo padre Prior de este convento  para que no puedan entrar de noche en la iglesia  y otros arcos; a de ser de la misma fábrica que los demás que están en dicha iglesia y reconociendo que de lo referido no resulta perjuicio alguno para este convento, sino mayor decencia de la iglesia del convento y sobre ello han tenido acuerdo y deliberación para ponerlo, este convento, en noticia del reverendo padre Maestro fray Matías de Pavanexa Provincial de la Provincia de Andalucía del Reino de Granada y Murcia con testimonio que dio el padre Secretario de este convento para que librase su licencia y patente para que se pusiere en ejecución en vista de dicha representación y testimonio de su paternidad.
Folio 408, vuelto:
         La muy Reverenda tuvo por bien (…) despachar su patente para que se perfeccionase y escriturase, aprobando todo lo que en su virtud se ejecutase como dice la dicha patente; más por extenso consta que su fecha fue en Granada el seis del mes de mayo de mil setecientos y cinco, firmada de su nombre y refrendada del reverendo padre fray Carlos Vedia de Paz que para que en todo tiempo conste se pone original por cabeza de esta escritura que a tenor es el siguiente:
Bóvedas  bajo el camarín del Nazareno, hoy de la Virgen de los Dolores en el Convento del Carmen, Alhama de Granada.
Aquí la Patente:
         Y para que tenga efecto lo contratado por el convento con la dicha hermandad los dichos Hermano Mayor y Mayordomo de ella han pedido le otorgue escritura y este dicho convento lo quería hacer y poniéndolo en efecto confesando que la relación de esta escritura por cierta y verdadera y (…) conformes por sí y en nombre de los padres ausentes, impedidos al presente y en adelante fueren en este dicho convento (…)
Folio 409, recto:
 prestan voz y caución en bastante forma, otorgan que tienen por bien y consienten que la dicha Hermandad labren la dicha capilla inmediata a la dicha iglesia de este convento a la parte de oriente con las bóvedas y sepulturas que le pareciere para que se entierren los hermanos de la dicha Hermandad de Jesús Nazareno y los de las de Nuestra Señora de la Soledad y de San Juan Evangelista y las demás personas que bien visto les fuere; con un camarín para la imagen de Jesús Nazareno, hacia la parte de los molinos en el cual se ha de poner una puerta con llave que ésta ha de estar en poder del Hermano Mayor que por tiempo fuere de dicha Hermandad y con una puerta en esta capilla de la altura y anchura correspondientes a su decencia con dos rejas postigos; ellas deben estar siempre abiertos para la devoción de los fieles y una puerta, postigos hacia el lado de los molinos en las cuales puertas se han de  echar las llaves
folio 409, vuelto:
 en cada una, con dos cerraduras distintas que han de tener, cada una de ellas, el reverendo padre Prior de este convento y la otra el Hermano Mayor de la dicha Hermandad; y permiten, tienen por bien y consienten el dicho padre Prior y religiosos del dicho convento que se tapen las ventanas que la iglesia tiene al lado de la obra, dándole claraboyas correspondientes a dichas ventanas, haciendo para luz una ventana sobre la capilla de los caballeros Venegas y haciendo dicha hermandad dos arcos grandes a la Iglesia con sus rejas y llaves en ellas que han de estar en poder del reverendo padre Prior del convento para que no puedan entrar de noche en dicha iglesia y que dichos arcos han de ser de la misma fábrica que los demás que hay en ella y que en la dicha capilla que se está haciendo se puedan colocar con la imagen de Jesús Nazareno las de Nuestra Señora de la Soledad y la del Evangelista san Juan; y guardando, cumpliendo y ejecutando la dicha Hermandad lo referido y tratado y ajustado con este convento el reverendo padre Prior y demás religiosos del que de presente
folio 410, recto:
 son y estaban delante, fueren del convento, no podrán ni contradecir lo expresado en esta escritura y patente del reverendo Provincial ni en parte de ello con ningún pretexto ahora ni en tiempo alguno, su expresa obligación que para ello hacen de los bienes y rentas de este convento habidos y haber y estando presentes a lo contenido en esta escritura los dichos don José Antonio de Busto y Robles y Antonio Pérez Guerrero vecinos de esta ciudad, Hermano mayor y Mayordomo de la dicha Hermandad de Jesús Nazareno que se sirve en este convento, por sí, en nombre de los demás oficiales de ella que de presente son y en adelante fueren, otorgan que la aceptan en su favor y resultan en honra y gloria de Dios Nuestro Señor y en mayor culto y decencia de la sagrada imagen de Jesús Nazareno y de las de Nuestra Señora de la Soledad y el Evangelista San Juan y le obligan a guardar y cumplir todo lo contratado, permitiendo y, ajustado con el reverendo Prior y religiosos de este convento, haciendo la nueva capilla inmediata a la iglesia de él,
Folio 410, vuelto:
 a la parte del oriente con las puertas postigo, ventanas, arcos, rejas y llaves, según y como queda expresado en esta escritura y patente que está por cabeza de él sin faltar en cosa alguna y por lo que faltare ha de ejecutar y apremiar la virtud de esta escritura y del juramento de dicho convento  por su parte si no ha puesto liquidación ni averiguación alguna  aunque de (…). Y al cumplimiento, fuerza y firmeza de lo que se obligaron el reverendo padre Prior y demás religiosos de este convento los bienes y rentas de él y los dichos, Hermano Mayor y Mayordomo de esta Hermandad dieron y dan cumplido a las justicias y jueces que de sus causas  dan y darán, conocen para que les apremien a su cumplimiento como por sentencia pasada en cosa juzgada requirieran todas las leyes, fueros, derechos y capítulos de su favor y santidad que deban renunciar y las generalidades de ella en forma y en la referida lo otorgaron y firmaron siendo testigos: el licenciado don Francisco de la Vega; el presbítero don Francisco Martín de Ágreda y Juan Rubio de (…); vecinos de Alhama.
Firmas:
Fray Pedro Sánchez, por: fray Juan Pérez; fray Fernando del Corral; Fray Juan Pérez; fray Diego López; fray Juan Navarro; fray Martín de Jerez;
Folio 411, recto:
 fray José Montenegro; fray Fernando Rodríguez de Robles; fray Manuel de Cuenca; fray José Pimentel.
Don José Antonio de Busto y Robles; Antonio Pérez Guerrero.
Ante mí, doy fe conozco a los otorgantes (firma el escribano) Nicolás de Godoy.
Bóvedas  bajo el camarín del Nazareno, hoy de la Virgen de los Dolores en el Convento del Carmen, Alhama de Granada.