Grupo de Literatura
Parroquia de Gójar
Reunión: domingo, 27 de octubre de 2024, en el Salón parroquial, a las 17:30 horas.
"Alguien debía de haber calumniado a Josef K., porque sin haber hecho nada malo, fue detenido una mañana..."
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Grupo de Literatura
Parroquia de Gójar
Reunión: domingo, 27 de octubre de 2024, en el Salón parroquial, a las 17:30 horas.
"Alguien debía de haber calumniado a Josef K., porque sin haber hecho nada malo, fue detenido una mañana..."
Grupo de Literatura
Parroquia de Gójar
Simone Weil: "La obra entera de san Juan de la Cruz no es más que un estudio rigurosamente científico de los mecanismos sobrenaturales. Y no otra cosa es la filosofía de Platón." (Echar raíces, fol. 204).
Miguel de Unamuno: "Dicen que no tenemos espíritu científico. ¡Si tenemos otro...! Inventen ellos, y lo sabremos luego y lo aplicaremos. Acaso esto es más señor. Si fuera imposible que un pueblo dé a Descartes y a San Juan de la Cruz, yo me quedaría con éste. (ABC, 15 de septiembre de 1909: Carta a Azorín de Miguel de Unamuno).
Reunión grupo de literatura Parroquia de Gójar:
-En esta ocasión nos acompañará el autor del libro, Manuel García Hernández.
-Fecha: 10 de marzo.
-Lugar: Salón parroquial.
-Hora: 17:30.
-Libro: Por las sendas de la noche. A Zaga de San Juan de la Cruz.
-Autor: Manuel García Hernández.
Ana Bundgard: "Zubiri remite a la raíz de la realidad y desde la religación llega a la experiencia de Dios <<como consecuencia inevitable>>. Muy distinta es la actitud de Zambrano, que busca <<descubrir>> a Dios, detrás de las apariencias superficiales." (Más allá de la filosofía, sobre el pensamiento filosófico-místico de María Zambrano, fol. 55)
Feliz 2024
Kierkegaard: Un año nuevo:
«En nuestros momentos de tristeza queremos fortalecer y reanimar el corazón con el pensamiento de los grandes hombres que Tú escogiste para ser tus instrumentos y que en la dureza de las tribulaciones espirituales, en la angustia de sus corazones, conservaron el alma libre, el valor intacto, el cielo abierto ante sus ojos; también nosotros queremos sumar nuestro testimonio al suyo, seguros de que, como ellos, si nuestro ánimo no es más que desfallecimiento y nuestra fuerza impotencia, Tú al menos eres el mismo, el mismo Dios poderoso que prueba los espíritus en la lucha, el mismo Padre sin cuya voluntad los pájaros no caen a tierra. Amén».
De los Diarios de Lev Tolstói:
15 de noviembre de 1895: “Estoy leyendo los aforismos de Schopenhauer. Muy bien. Únicamente poner: servir a Dios en vez de conocer la vanidad de la vida, y estamos de acuerdo…”
23 de noviembre de 1909: “¿Existe Dios en Sí mismo? Debo responder y responderé: sí, probablemente, pero de Él, de ese Dios en Sí mimo, no entiendo nada. Sin embargo, no me sucede lo mismo con el Dios-Amor. A Él lo conozco con certeza. Él lo es todo para mí, la explicación y el objetivo de mi vida.”
5 de agosto de 1910: “Todo ser humano se encuentra siempre en proceso de crecimiento y por esa razón no se le debería rechazar. Pero hay personas que nos son tan ajenas, tan ajenas por el estado en el que se encuentran, que únicamente podemos tratarlas como se trata a los niños: amándolas, respetándolas, protegiéndolas, pero sin ponernos al mismo nivel que ellas, sin exigirles que comprendan algo de lo que están privadas. Pero hay algo que dificulta el trato con ellas: y es que en vez de curiosidad, en vez de la sinceridad característica de los niños, estos niños son indiferentes, niegan lo que no entienden y, sobre todo, son terriblemente seguros de sí mismos.”
Carta del poeta Antonio Machado a Miguel de Unamuno
Contenido:
-Claves de lectura.
-Carta de Antonio Machado a Miguel de Unamuno.
-Comentario:
-Liturgia Eucarístia.
-Catedral de Granada.
-Parroquia del Espíritu Santo de Granada.
Claves de lectura:
1-“…creo yo leer en Jesús- ama a tu hermano, que es igual a ti, pero que no eres tú; reconocerás en él a un hermano; pero lo que hay de común entre nosotros es la sangre de Dios mismo, vuestro padre… El amor fraternal nos saca de nuestra soledad y nos lleva a Dios. Cuando reconozco que hay otro yo, que no soy yo mismo ni es obra mía, caigo en la cuenta de que Dios existe y de que debo creer en Él como en un padre.” Con estas afirmaciones Machado está anticipándose al pensamiento de Levinas al pensar el Otro como una realidad distinta totalmente al Yo, abriéndose al plano ético y religioso.
2.-“ Cristo, el verdadero transmutador de valores”; Machado está cuestionando el pensamiento de Nietzsche y de sus intérpretes.
3.-En la última parte de la carta hay un cuestionamiento del pensamiento Idealista alemán (Hegel).
Carta de Antonio Machado a Miguel de Unamuno -16 de enero de 1918:
“Amar no es deleite sino sacrificio. No hubiera Cristo ordenado el amor como tarea infinita si hubiese creído que podía el hombre hacerse la barba y aguzarse el bigote mirándose en el alma de su prójimo. Con el inmenso amor que sientes por ti mismo -creo yo leer en Jesús- ama a tu hermano, que es igual a ti, pero que no eres tú; reconocerás en él a un hermano; pero lo que hay de común entre nosotros es la sangre de Dios mismo, vuestro padre. / Tal me parece a mí el sentido del Evangelio y la gran revelación del Cristo, el verdadero transmutador de valores. La humildad es un sentimiento cristiano, porque el amor que Cristo ordena es un amor sin orgullo, sin deleite en nosotros ni en nuestra obra; nosotros no podríamos engendrar el objeto de nuestro amor, a nuestro hermano, obra de Dios. El amor fraternal nos saca de nuestra soledad y nos lleva a Dios. Cuando reconozco que hay otro yo, que no soy yo mismo ni es obra mía, caigo en la cuenta de que Dios existe y de que debo creer en Él como en un padre. Siempre me pareció que la filosofía moderna, habiendo instituido en dogma la necesidad de separar la razón de la fe, olvida demasiado la profunda significación del cristianismo. Hace de la filosofía una reflexión sobre la ciencia, sobre el pensamiento mismo, lo que, en resumidas cuentas, es una reacción hacia la vieja fe, hacia la superstición eleática que identiza el ser con el pensar. Pero, entonces, ¿a qué vino Cristo al mundo? Él nos reveló valores universales que no son de naturaleza lógica, los nuevos caminos de corazón a corazón por donde se marcha tan seguro como de un entendimiento a otro, y la verdadera realidad de las ideas, su contenido cordial, su vitalidad. / Guerra a la naturaleza, éste es el mandato de Cristo, a la naturaleza en sentido material, a la suma de elementos y fuerzas ciegas que constituyen nuestro mundo, y a la naturaleza lógica, que excluye por definición la realidad de las ideas últimas; la inmortalidad, la libertad, Dios, el fondo mismo de nuestras almas.”
Comentario:
Cuando Machado afirma que el reconocimiento del otro como Otro distinto a mí y no como Obra Mía, me abre a la transcendencia; esto es, un camino hacia el Otro, esa misma apertura me abre a Dios: “el amor fraternal nos saca de nuestra soledad y nos lleva a Dios”. En la liturgia eucarística, tras la reforma del Vaticano II, queda muy acentuado el camino de encuentro hacia el otro y muy desdibujado el encuentro con Dios; como si la misa fuese un mero encuentro entre hombres. Los liturgistas catalanes, pienso en Farnés y otros, acentuaron tanto este encuentro entre los hombres que propagaron que el sagrario no debía estar en el centro del templo sino en un lateral, como hoy lo está, por ejemplo, en la parroquia de la Virgen de Gracia, y si era imposible su traslado, debía ser tapado durante la celebración litúrgica -así estaba en la capilla de la Facultad de Teología de Barcelona, al menos cuando asistí a uno de esos cursos de liturgia-; es más, se nos decía que si no se podía trasladar el sagrario o no se podía tapar durante la celebración eucarística, se debía ignorar, pues el centro era el altar, la mesa común; ejemplo de esto es la celebración en las comunidades neocatecumenales (los kikos); otro ejemplo es que, si bien antes de la reforma litúrgica, el sacerdote miraba en la misma dirección del pueblo, ahora esto está eliminado; se inventaron aquel eslogan: no darle la espalda al pueblo; me pregunto si no hay un camino intermedio que combine ese doble encuentro, entre los hombres y de estos con Dios, esto es, ¿no es posible que en un momento de la liturgia el sacerdote se gire y dirija su mirada en la misma dirección que el pueblo, hacia Dios? Pues no se trata de dar la espalda, sino de mirar a Dios todos juntos en un momento determinado; esto llegará. Una liturgia que no mira a Dios es una liturgia hegeliana, tautológica, autorreferencial, idealista en el sentido filosófico; en palabras sencillas: yo me lo guiso yo me lo como; y esto, o bien desemboca en la nada, o en un moralismo sin la Gracia de Dios, es decir, en la nada.
El otro día una profesora de la universidad me decía que la Iglesia está desaprovechando su tradición para dar respuesta a la situación del hombre de hoy (tradición: conjunto de experiencias prácticas, espirituales, e intelectuales heredadas de nuestros antepasados; la tradición no es sino la sabiduría nacida de la vida de los hombres al confrontarse con cuestiones duras y de difícil resolución…); esto es cierto, la historia de la Iglesia no es un juego de poderes políticos; es mucho más. Hacer una lectura en estos términos de la historia de la Iglesia es reducirla también a la nada del juego de este mundo. Un ejemplo: en las últimas celebraciones litúrgicas en la Catedral de Granada, se abrió la Puerta del Perdón para que por ella entrasen los personajes V.I.P. y evitasen el contacto con el pueblo (la catedral tiene otras puertas); por esa Puerta del Perdón miles de granadinos entraron para ganar el Jubileo en el 2.000; imagino que por motivos prácticos se destruyó el simbolismo de dicha puerta; permítanme una ironía: ¿Quiénes eran esos personajes V.I.P.? Un militar que no es general, un obispo sin diócesis y un rector sin seminaristas…, esto es, no era el rey, no era el Papa; claro que si vienen estos y se les hace entrar por la puerta lateral quizás sea una aberración, pues precisamente lo que le da sentido a la presencia de estos es el encuentro con el Pueblo y no el apartarlos y separarlos del mismo. Esta destrucción del lenguaje simbólico por motivos prácticos me ha hecho pensar si los protohombres de la catedral o de la diócesis no se parecen un poco a esa mediocridad que descubrió Hannah Arendt en Eichman y que le llevó a esa fórmula famosa: la banalidad del mal, esto es, todo da igual, qué más da hacer las cosas de una manera u otra, el vacío y la nada cogidos de la mano, las consecuencias no importan. Sin embargo, me ha alegrado mucho ver cómo en el día de la inauguración de la iglesia católica con expresión protestante, parroquia del Espíritu Santo, el pueblo acudía con sus santos y sus cuadros religiosos para convertirla en un templo realmente católico.
El árbol de la ciencia
Pío Baroja
José Antonio Espejo Zamora
“Sin duda no los jubilaban por sus influencias y por esa simpatía y respeto que ha habido siempre en España por lo inútil”.
Por el título parece que nos encontramos ante una defensa de la ciencia y del racionalismo como único horizonte del hombre; sin embargo, se trata de todo lo contrario. Sin duda, no es un libro para la gente acostumbrada a aplaudir siempre al hombre más fuerte, pues para ellos, El Árbol de la Ciencia, como dice Stendhal en Rojo y Negro, “estaría para siempre perdido para la gente sensata y moderada, que es la que distribuye, la buena consideración en el Franco Condado. De hecho, esa gente sensata ejerce aquí el más cargante despotismo; es a causa de esa fea palabra por lo que la estancia en las ciudades pequeñas es insoportable para quien ha vivido en esa gran república que se llama París. La tiranía de la opinión, ¡qué opinión!, es tan tonta en las pequeñas ciudades de Francia como lo es en las de los Estados Unidos de América…” y podría añadir como en España; es más, recuerdo una mañana desayunando en Bibarrambla en pleno s. XXI con un neurólogo, quien afirmaba que sólo creía en lo que veía y tocaba; yo callaba mientras me sentía feliz de poder tomar café con un hombre del s. XIX.
La superación del carácter dogmático de la ciencia no es una tragedia sino una liberación tanto para la ciencia que puede seguir su camino en su ámbito como para el hombre; en esta sensibilidad encontramos también a Miguel de Unamuno desde finales del s. XIX; en palabras de don Pío: “La dictadura científica que Andrés (Hurtado) pretendía ejercer no se reconocía en la casa”. Que ellos detectaran tempranamente que el hombre y la sociedad es más que el racionalismo y aunque Pío Baroja y Unamuno, entre otros, lo expresaran en sus obras y éstas fueran leídas y ellos escuchados; no se siguió, ni para la masa de gente ni para los hombres de la política, las consecuencias que el fracaso del racionalismo como instrumento político comportaba; esta sordera conllevó la construcción social de la Alemania de Hitler y la Unión Soviética de Stalin y dos guerras: la mundial y la española. Así, el premio Príncipe de Asturias, Zygmunt Bauman, en su libro Modernidad y Holocausto, compara a la sociedad fruto del racionalismo con un jardín perfectamente diseñado del cual hay que ir arrancando todas las malas hierbas; de igual manera, en una sociedad perfecta, hay que ir eliminando a toda persona que no encajen con el diseño científico de la sociedad.
El árbol de la ciencia, si bien es cierto se ha clasificado por sus comentaristas entre los pesimistas de la generación del 98, se sitúa igualmente entre la literatura europea del siglo XX extremadamente angustiosa, consecuencia normal cuando la vida se ve como algo absurdo; recordemos la obra Albert Camus o el Lobo Estepario de Hermann Hesse; si bien Baroja no fue el maestro de estos autores, todos ellos parecen beber de las mismas fuentes, aunque Pío se adelantó a todos ellos.
En esta obra de Baroja, la angustia no surge por la pérdida de colonias ni por la toma de conciencia por parte de los españoles de su situación en el contexto internacional, como tantas veces nos han indicado en la escuela; más bien esta sensación de falta de sentido de la vida conecta con lo que se está viviendo entre algunos de los intelectuales europeos.
Europa, durante el siglo XVIII y primera parte del siglo XIX, vivirá entusiasmada por el descubrimiento del racionalismo y el método científico como el camino cierto que provocará el progreso ininterrumpido en todos los ámbitos de la vida; la economía, la sanidad, las relaciones sociales, etc…, se verán enriquecidas por estas ideas racionalistas; el problema estriba en que el progreso provocó la mejora en muchos aspectos; sin embargo, fue la vida misma la que se vio perjudicada, “-Sí -contestó Iturrioz-; la ciencia arrolla esos obstáculos y arrolla al hombre. -Eso en parte es verdad -murmuró Andrés paseando por la azotea”. En el capítulo IV se confrontarán dos visiones distintas: el racionalismo, representado por Kant y defendido por el protagonista de la novela, Andrés Hurtado, y Schopenhauer, con la exaltación de la voluntad frente a la razón como fundamento de la vida; el filósofo alemán adquiere su voz en la novela por boca de Iturrioz, tío del protagonista; aunque a lo largo de la novela quien encarna la visión de Schopenhauer es Andrés Hurtado y aunque éste no está tampoco lejos de Nietzsche, sorprende que el único momento en que es feliz es cuando contrae matrimonio con Lulú y su vida se convierte en algo aparentemente convencional contradiciendo a los dos filósofos de la voluntad; recordemos la animadversión de Schopenhauer hacia la mujer. El momento en que se declara en paz por primera vez tras su boda en una iglesia nos recuerda al artículo de Simone Weil, Formas implícitas de amor a Dios, cómo la persona ama a Dios cuando ama a otra persona a través de la amistad, del matrimonio etc… vivir amando y siendo amado se convierte en la novela en el pequeño paraíso donde el ser humano se siente realizado.
El racionalismo comienza a balbucear con Descartes con su pienso luego existo pero será el discurso del físico Newton el que hará despertar en el mundo filosófico su deseo de utilizar el método de la física y de la matemática como modelo para filosofar; Kant desarrolla su pensamiento en este horizonte y en ese intento racionalista seguirá a través del pensamiento de Hegel, Marx, etc…; ante este camino, se desarrollará una reacción contra el racionalismo con el romanticismo, Schopenhauer, Nietzsche; así a principios del XX, cuando en 1911 se publica El árbol de la ciencia el racionalismo intelectualmente estaba superado, no así a nivel político ni a nivel popular.
La modernidad resquebrajada en sus fundamentos durante el s. XX no es fruto de las elucubraciones de cuatro filósofos y otros tantos literatos; el discurso moderno conlleva un modelo económico y político; la vida, la sociedad descrita por Baroja es fruto de dichos modelos: “A pesar de estas tendencias enfrentadoras, durante muchos días estuvo Andrés impresionado por lo que dijeron varios obreros en un mitin de anarquistas del Liceo Ríus. Uno de ellos, Ernesto Álvarez, un hombre moreno, de ojos negros y barba entrecana, habló en aquel mitin de una manera elocuente y exaltada; habló de los niños abandonados, de los mendigos, de las mujeres caídas… Cuando exponía sus ideas acerca de la injusticia social, Julio Aracil le salía al encuentro con su buen sentido: -Claro que hay cosas malas en la sociedad -decía Aracil-. ¿Pero quién las va a arreglar? ¿Esos vividores que hablan en los mítines? Además, hay desdichas que son comunes a todos; esos albañiles de los dramas populares que se nos vienen a quejar que sufren el frío invierno y el calor del verano, no son los únicos; lo mismo nos pasa a los demás… -Si quieres dedicarte a esas cosas -le decía-, hazte político, aprende a hablar… Claro que toda reforma en un sentido humanitario tenía que ser colectiva y realizarse por un procedimiento político, y a Julio no le era muy difícil convencer a su amigo de lo turbio de la política… Se iba inclinando a un anarquismo espiritual, basado en la simpatía y en la piedad, sin solución práctica ninguna… La lógica justiciera y revolucionaria de los Saint-Just ya no le entusiasmaba, le parecía una cosa artificial y fuera de la naturaleza. Pensaba que en la vida ni había ni podía haber justicia. La vida era una corriente tumultuosa e inconsciente donde los actores representaban una tragedia que no comprendían, y los hombres, llegados a un estado de intelectualidad, completaban la escena con una mirada compasiva, y piadosa.”
El siglo XIX, en el que todavía viven algunos, atacó de forma muy dura a la Iglesia Católica, teniendo la burguesía con su racionalismo la habilidad de ser verdugo y pasar por víctima; así el profesor norteamericano Christopher A. Ferrara, en su libro La Iglesia y el liberalismo ¿Es compatible la enseñanza social católica con la Escuela Austriaca?, afirma: “Este proceso siempre fue básicamente el mismo: robar a la Iglesia para dar a los ricos… En resumen, el capital de los primeros capitalistas ingleses se obtuvo en gran parte por un latrocinio estatal a gran escala, por culpa del cual el pueblo común fue separado de la tierra y por tanto de los medios de producción, obligándolos, entonces, a ir a las fábricas de la Revolución Industrial para conseguir el sustento. Incluso aquel firme defensor protestante de la Revolución Industrial, T.S. Ashton, se vio obligado a reconocer la verdad: Desahuciados de sus casas, que fueron luego derruidas, ellos (los campesinos desposeídos) se aglutinaron en lugares donde las tierras estaban aún abiertas o se dedicaron a deambular como pobres. Ellos y sus descendientes contribuyeron en gran parte al cuerpo de los semi-empleados, trabajo ineficiente que iba a turbar la paz de los políticos y administradores de las Leyes de Pobres hasta 1834 y más allá… Éste es el latrocinio estatal de las tierras comunales que creó una gran masa de capital humano -hombres, mujeres y niños- sueldos de hambre; horarios mortales; condiciones laborales viles e insalubres; barcas de la muerte mandadas por rufianes fueron todos resultado de la primigenia intervención estatal por la cual la población de Inglaterra fue desahuciada de la tierra…” en Inglaterra y en el resto de Europa; pero tanto la burguesía como los movimientos sociales, en lugar de autoinculparse o de señalar con el dedo las causas reales de la marginación y explotación del hombre, dirigieron la mirada a la Iglesia culpándola, cuando en realidad ella fue una de las grandes víctimas; aun hoy algunos profesores, incultos o interesados, siguen enseñando de forma poco clara el pasado.
Si la Iglesia Católica fue debilitada tanto a nivel económico como en su credibilidad, conforme avanzaba el desarrollo del capitalismo burgués y el racionalismo se fijaba la idea de progreso ininterrumpido que nos ha ido conduciendo a lo que hoy se llama cambio climático y del que el sistema económico también sabe sacar partido a la vez que culpa al ciudadano, al individuo por sus usos y costumbres; ellos nunca son responsables; si la idea de progreso ininterrumpido se ha visto falsa como elemento salvador al mostrar que no siempre se progresa sino que a veces el progreso realmente es un retroceso, el paraíso, fruto del progreso, siempre se sitúa en un futuro que no termina de llegar y desde luego la salvación no sería para todos; no es lo mismo ser belga que del Congo Belga. El conocimiento, tal y como lo concibe el racionalismo, exige, en un primer momento, deconstruir, para más tarde, construir, deshacer. Baroja, en el libro que nos ocupa, lo describe: “Jaime Massó… Sin ser inteligente, sentía tal curiosidad por el funcionamiento de los órganos, que si podía se llevaba a casa la mano o el brazo de un muerto, para disecarlos a su gusto. Con las piltrafas, según decía, abonaba unos tiestos… Otra cosa caracterizaba a Massó; su wagnerismo entusiasta e intransigente…”; pienso que abonar las macetas con restos humanos o hacer jabón con ellos debe ser propio de los wagnerianos. La Iglesia Católica convocará el Concilio Vaticano I para contrarrestar la dinámica racionalista; y como siempre, la Iglesia vuelve a anticiparse y acertar; es verdad: según mi recuerdo en la Facultad de Teología de Granada, nos ridiculizaban este concilio con el objeto de reivindicar el Vaticano II, pero ocultaban a qué respondía el concilio del siglo XIX.
Pío Baroja retrata muy bien al hombre del siglo XX, desprovisto de asideros; la religión y la ciencia han quedado desacreditadas; al hombre, sin Dios y sin proyecto humano, no le queda más remedio que convertirse en un vagabundo que busca sobrevivir. Ernst Cassirer, en su libro Filosofía de la Ilustración, citando a Goethe, dirá: “La frase de Goethe acerca de la fe y de la incredulidad muestra también su profundidad y verdad con respecto a la Ilustración. Cuando señala que el conflicto entre la fe y la incredulidad constituye el tema más hondo y hasta el único de la historia universal y humana y cuando añade que todas las épocas en que domina la fe son espléndidas, tonificadoras fecundas para el mundo coetáneo y para la posteridad, mientras que aquellas en que triunfa la incredulidad se disipan ante la posteridad porque nadie puede satisfacerse con el conocimiento de lo estéril…”
El profesor Antonio Regalado, experto en Pío Baroja, en su estudio sobre Calderón de la Barca, apunta a una modernidad con raíz española perdida en favor del pensamiento alemán: “Calderón se nos presenta tenaz y profundo, oponiendo la menesterosidad del ser al optimismo de la ontoteo-logía y cuestionando el principio de razón suficiente, que nada es sin razón, enunciado formalmente por Leibniz, aunque implícito y operante desde los comienzos de la metafísica occidental e imprescindible fundamento de la fe en la razón. El dramaturgo gustó de la palabra abismo…para reflejar el vértigo del desamparo, vacío de toda razón y desvelador de la inefable presencia del misterio. En el teatro sagrado, el hombre descubre el deus absconditus agazapado en el tenebroso abismo interior; en el drama profano, borradas las huellas del dios escondido, sólo la muerte, el no ser, la nada… Descartes, su coetáneo, inaugura la filosofía moderna fundamentándola en el cogito ergo sum, el primero y el más cierto de los principios. Sin embargo, esa cosa pensante que Descartes identifica con el sujeto… es un ente que está desprovisto de dependencia, de menesterosidad, ya que a la enunciación cartesiana falta la circunstancia o mundo. Calderón parte de una posición análoga, de un sujeto pensante que al pensar conoce, desea, imagina, percibe y siente, es decir, representa, en tanto no sólo se hace presente el objeto sino que se representa a sí mismo representándose en un mundo inseparable de su representar…Ortega y Gasset en su segunda navegación… (afirmará) <<el drama del hombre es en rigor un auto sacramental, un misterio en el sentido de Calderón, es decir, un acontecimiento trascendental>>…”
El racionalismo, sin embargo, sigue funcionando,
pero como un neurótico que continuamente se lava
las manos o como un hámster que no para de rodar dentro
de una rueda; así el racionalismo se ve incapaz de dar
salida al hombre.
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Reunión el domingo 11 de diciembre a las 17:30 horas en el salón parroquial.
En esta ocasión nos acompañará el autor.
Libro: De Juzgados y Sombras.
Autor: Víctor Ayllón (abogado).
Editorial Nazarí
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