LUZ
DEL DOMINGO
Domingo,
11 de septiembre de 2016
VIGESIMOCUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIOCICLO C
VIGESIMOCUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIOCICLO C
Primera
lectura: Éxodo 32,
7-11. 13-14
Salmo responsorial: Salmo 50
Segunda lectura: 1ª Timoteo 1, 12-17
Salmo responsorial: Salmo 50
Segunda lectura: 1ª Timoteo 1, 12-17
EVANGELIO Lucas
15, 1-32:
"15 1Todos
los recaudadores y descreídos se le iban acercando para
escucharlo; 2por
eso tanto los fariseos como los letrados lo criticaban diciendo:
-Éste
acoge a los descreídos y come con ellos.
3Entonces
les propuso Jesús esta parábola:
4-Si
uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las
noventa y nueve en el campo va en busca de la
descarriada hasta que la encuentra? 5Y
cuando la encuentra, se la carga a hombros, muy contento; 6al lle gar
a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles:
-¡Dadme
la enhorabuena! He encontrado la oveja que se me había perdido.
7Os
digo que lo mismo dará más alegría en el cielo un pecador que se
enmienda, que noventa y nueve justos que no sienten necesidad de
enmendarse.
8Y
si una mujer tiene diez monedas de plata y se le pierde una, ¿no
enciende una lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta
encontrarla? 9Y
cuando la en cuentra, reúne a las amigas y vecinas para decirles:
-¡Dadme
la enhorabuena! He encontrado la moneda que se me había perdido.
100s
digo que la misma alegría sienten los ángeles de Dios por un solo
pecador que se enmienda.
11Y
añadió:
-Un
hombre tenía dos hijos; 12El menor
le dijo a su padre:
-Padre,
dame la parte de la fortuna que me toca.
El
padre les repartió los bienes. 13A
los pocos días, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un
país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo como un
per dido. 14Cuando
se lo había gastado todo, vino un hambre terrible en aquella tierra,
y empezó él a pasar necesidad. 15Fue
entonces y buscó amparo en uno de los ciudadanos de aquel país, que
lo mandó a sus campos a guardar cerdos. 16Le
entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían
los cerdos, pues nadie le daba de comer. 17Recapacitando
entonces se dijo:
-Cuántos
jornaleros de mi padre tienen pan de sobra, mientras yo aquí me
muero de hambre. 18Voy
a volver a casa de mi padre y le voy a decir: "Padre, he
ofendido a Dios y
te he ofendido a ti; 19ya
no merezco llamarme hijo tuyo; trátame como a uno de tus
jornaleros".
20Entonces
se puso en camino para casa de su padre. Cuando aún estaba lejos, lo
vio su padre y se conmovió; salió corriendo, se le echó al cuello
y lo cubrió de besos.
21El
hijo empezó:
-Padre,
he ofendido a Dios y te he ofendido a ti; ya no merezco llamarme hijo
tuyo.
22Pero
el padre dijo a sus criados:
-Sacad
en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en el dedo y
sandalias en los pies; 23traed
el ter nero cebado, matadlo y celebremos un banquete, 24porque
este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y
se le ha encontrado.
Y
empezaron el banquete.
25El
hijo mayor estaba en el campo. A la vuelta, cerca ya de la casa, oyó
la música y la danza; 26llamó
a uno de los mozos y le preguntó qué pasaba. 27Este
le contestó:
-
Ha vuelto tu hermano, y tu padre ha mandado matar el ternero cebado
por haber recobrado a su hijo sano y salvo.
28Él
se indignó y se negaba a entrar; su padre salió e intentó
persuadirlo, 29pero
él replicó a su padre:
-A
mí, en tantos años como te sirvo sin saltarme nunca un mandato
tuyo, jamás me has dado un cabrito para hacer fiesta con mis
amigos; 30en
cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes
con malas mujeres, matas para él el ternero cebado.
31El
padre le respondió:
-Hijo,
¡si tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo! 32Además,
había que hacer fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba
muerto y ha vuelto a vivir, an daba perdido y se le ha encontrado."
COMENTARIOS
I
CAMBIO DE
TÁCTICA
«Recaudadores y
descreídos solían acercarse en masa para escucharlo. Los fariseos y
los letrados lo criticaban diciendo: -Ese acoge a los descreídos y
come con ellos. Entonces les propuso esta parábola: -Si uno de
vosotros tiene cien ove jas y se le pierde una, ¿no deja las noventa
y nueve en el campo y va en busca de la descarriada, hasta
encontrarla? Cuando la encuentra, se la caiga en los hombros, muy
con tento; al llegar a casa reúne a los amigos y a los vecinos para
decirles: -¡Dadme la enhorabuena! He encontrado la oveja que se me
había perdido... Y si una mujer tiene diez mone das y se le pierde
una, ¿no enciende un candil, barre la casa y busca con cuidado hasta
encontrarla? Y cuando la encuen tra reúne a las amigas y a las
vecinas para decirles: ¡Dadme la enhorabuena! He encontrado la
moneda que se me había perdido. Os digo que la misma alegría
sienten los ángeles de Dios por un solo pecador que se arrepiente.»
Los cristianos, en
las circunstancias actuales, andamos des concertados. Una ola de
materialismo nos invade, han muerto casi todas las utopías, una
política de realismo a ultranza y a todos los niveles se impone; la
sociedad se seculariza a mar chas forzadas, parece como si la barca
de Pedro fuera a hun dirse. Y ante esto nos hemos replegado para
formar un círcu lo cerrado los que todavía nos encontramos cerca
del redil. Muchos se han ido, y los hemos despedido con tristeza y
re signación. Otros no entran porque el panorama no les atrae.
Quedamos unos pocos, que, replegados sobre nosotros mis mos, nos
dedicamos a salvar-conservar lo que queda, ya que mucho se ha
perdido. Da la impresión de que se han ido las noventa y nueve
ovejas y queda sólo una, a cuya atención y conservación estamos
dedicados por entero.
Dos parábolas del
evangelio de Lucas, la de la oveja per dida y la de la mujer que
perdió la moneda, y una tercera, la del hijo pródigo, invitan a un
cambio de táctica y de estrate gia pastoral.
Por muy malos
tiempos que corran, por mucha adversidad que nos rodee, por muy
grande que sea la ola de secularismo que nos invada, los cristianos
no podemos dedicarnos a con servar lo que tenemos, pues cada vez más
iremos a menos. La actitud cristiana tiene que ser arriesgada: hay
que salir del redil para buscar la oveja perdida, hay que barrer la
casa para encontrar la moneda que se escondió entre las ranuras de
las piedras del suelo, hay que recibir con los brazos abiertos al
hijo que se fue; y cuando esto suceda hay que hacer una fiesta grande
invitando a todos para anunciar el éxito de la bús queda.
Lo que sucede es que
no estamos dispuestos a esto. Nos resulta incómodo salir a buscar a
la oveja perdida, o barrer toda la casa para buscar la moneda. Nos
parecemos al hijo mayor de la parábola del hijo pródigo, que
prefería la ausen cia de su hermano y no vio con buenos ojos la
acogida del padre.
Aquel hijo mayor no
aprendió lo fundamental. Mientras en una familia falta un hermano,
la familia está rota. No es posible ni la alegría ni la fiesta, o
éstas son pasajeras e in completas.
El plan de Dios de
restaurar la familia humana, dividida desde Caín, exige una
capacidad inmensa de olvido y de per dón. Y él no estaba dispuesto
a perdonar, porque tampoco había aprendido a amar. Quien ama,
perdona siempre, excusa siempre, olvida siempre. Por eso necesitó la
lección magistral del padre, imagen de Dios: «Hijo, si tú estás
siempre con migo y todo lo mío es tuyo! Por otra parte, había que
hacer fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo se había muerto y
ha vuelto a vivir, se había perdido y se le ha encontrado. »
Tal vez por esto
nuestras comunidades no tengan mucha alegría: hay tantos hermanos
que faltan... Falta tanto interés por ir a su búsqueda y acogerlos
a su vuelta...
No es extraño que
con esta estrategia de conservar y cui dar lo que tenemos, antes o
después lo perdamos todo.
II
LA ALEGRÍA DE DIOS
Lo que los
fariseos no han entendido jamás es que Dios, en
lugar de preocuparse por ser obedecido y respetado, está preocu pado
por la felicidad de los seres humanos. Por eso, los
fariseos, si no cambian, nunca podrán conocer la alegría de Dios.
A PESAR DE TODO
A pesar de lo duras
que son las condiciones que Jesús pone a quien quiere ser su
discípulo, son muchos los que se sienten interesados por sus
palabras y se acercan a él. No se trata de las personas religiosas,
ni de los sacerdotes o los expertos en el estudio de la ley. Los que
se interesan por sus palabras son los que éstos despreciaban: «Todos
los recauda dores y descreídos se le iban acercando para
escucharlo». Los recaudadores y los descreídos: «los malos». Ya
había dicho Jesús en otra ocasión que sólo los
que se encuentran mal
sienten necesidad de médico (Lc 5,31). Y éste era el caso de los
que se dirigen a Jesús. Cierto que no cumplían la ley -los
descreí dos-, y que colaboraban con la opresión de los romanos -los
recaudadores-, y seguro que, con su actuación, hacían daño a otras
personas. Pero en realidad, y ése era su mal, ellos eran, por dos
veces, víctimas de la injusticia establecida: lo eran porque el
pecado, que los poderosos habían hecho parte esencial de la
organización social, les estaba pudriendo el corazón y se habían
convertido en sus cómplices, y lo eran porque los auténticos
responsables y los verdaderos beneficia rios de la injusticia se las
habían arreglado para que estos desgraciados aparecieran como «los
pecadores», teniendo también que soportar, junto a la injusticia de
los grandes, el desprecio de los santos. Santos
que, además, no les ofrecían solución, sino sólo condena.
Por eso se
sienten mal, y sienten
necesidad de
médico. Un médico que los cure a ellos y que sane también a la
sociedad humana. Y no les da miedo el saber que, para acceder a la
salud, quizá tengan que someterse a una cura dolorosa y difícil:
¿que hay que jugarse la vida? ¿Pero es que era vida la que
llevaban?
Los «buenos», los
fariseos y los letrados lo criticaban por tratar con aquella
«gentuza»: «Este acoge a los descreídos y come con ellos». Jesús
no podía hablar en nombre de Dios.
Su doctrina, ya de
por sí contraria a las sagradas tradiciones que ellos defendían,
quedaba totalmente desautorizada sólo con ver los elementos que se
interesaban por ella y por quien la proclamaba. No era serio, según
ellos, pretender ser el portavoz de Dios y, al mismo tiempo, sentarse
a la mesa con los pecadores.
LA ALEGRIA DE DIOS
Les propuso Jesús
esta parábola:
Si uno de vosotros
tiene cien ovejas y se le pierde una... Y cuando lo encuentra, se la
carga a los hombros, muy contento; al llegar a casa, reúna los
amigos y a los vecinos para decirles:
¡Dadme la
enhorabuena! He encontrado la oveja que se me había perdido.
A ellos, a «los
buenos», se dirige Jesús para decirles que su Dios no es el Dios de
ellos. Y no porque los letrados y fariseos no creyeran en el Dios
verdadero, sino porque no conocían de
verdad al Dios en
el que decían creer. Porque creían que Dios era justo; pero
confundían la justicia con el castigo y la venganza. Creían en un
Dios grande, y confundían la grandeza con la lejanía. Y estaban
convencidos de que era serio y aburrido, preocupado sólo de
salvaguardar su honor, siempre en peligro de ser mancillado por las
maldades de los hombres.
A ellos se dirige
Jesús para decirles que Dios no es así: que la justicia de Dios se
manifiesta en que siempre está de la parte de los pequeños, de los
humillados, de los desprecia dos, y que la grandeza de Dios no es
otra cosa que su amor, su inmenso amor, que no puede soportar la
desgracia de sus hijos y, sobre todo, es inútil sufrimiento que los
hombres se causan unos a otros y que es lo único que pone
verdaderamen te serio a Dios.
Y les dice que Dios
no está aburrido; al contrario, vive ilusionado, porque él sí que
tiene fe en el ser humano. Y confía en que los hombres se irán
dando cuenta de que con El, haciéndole caso a Él, encontrarán la
salvación ya en esta vida, antes incluso de la muerte. Por eso,
sigue diciendo Jesús, Dios se alegra cuando alguien, aunque sea uno
solo, abre los ojos y se da cuenta de que de espaldas a Dios será
siempre un desgraciado que sólo podrá ofrecer desgracias a los
demás.
A Dios le preocupa
poco su honor (y muy poca cosa somos nosotros para ponerlo en
peligro); a Dios lo que le duele y lo que le alegra es el dolor y la
alegría de los hombres. Por eso Dios está de enhorabuena cuando
alguien, uno solo, se da cuenta de que está en pecado (esto es, que
no cumple la voluntad de Dios porque hace daño a los demás) y
decide cambiar de vida.
¿Por qué no le
damos una alegría a Dios? Podemos hacerlo todos, ¡hasta los
fariseos!
III
RESPUESTA EN MASA DE LOS MARGINADOS
« ¡Quien tenga
oídos para oír, que escuche!» (14,35a): así
concluía el primer cuadro, una invitación a aceptar sin
condicio nes el magisterio de Jesús. En el segundo cuadro (15,1-32)
se constata la reacción del auditorio: «Se le iban acercando todos
los recaudadores y descreídos para escucharlo; por eso tanto
losfariseos como los letrados se pusieron a murmurar diciendo:
"Este acoge a
los descreídos y come con ellos"» (15,1-2). Los proscritos por
la sociedad teocrática, atraídos por los plantea mientos radicales
de Jesús, reaccionan en masa y aceptan sus condiciones. Son los que
han hecho ya la experiencia de la mar ginación..., insatisfechos por
la vida que llevaban dentro de aque lla sociedad religiosa. Jesús
habla un lenguaje distinto y, sobre todo, muestra hacia ellos una
actitud abierta, compartiendo su situación. La flor y nata de la
religiosidad judía reacciona hacien do aspavientos, porque «acoge a
los descreídos», rompiendo con el apartheid religioso,
y «come» con ellos, sin importarle su men talidad arreligiosa.
«Comer» comporta participar de una misma manera de pensar, crea
comunidad.
Para
la revisión de vida
¿Cómo puedo
vivir yo la misericordia de Dios, de la que nos hablan estas
parábolas?
¿Y cómo
puedo yo vivir esa misericordia a escala histórica, en la
construcción de la historia, es decir, ejerciendo la misericordia
con los pueblos crucificados, tomando posición en el drama histórico
que los crucifica?
Para la oración
de los fieles
Para que nuestra
comunidad cristiana no excluya ni margine a nadie, sino que viva
profundamente la actitud misericordiosa que Jesús propone, roguemos
al Señor...
Por todos lo que no
tienen trabajo, que viven desempleados, que han sido excluidos del
mundo laboral... para que no se resignen a la pasividad, sino que
pongan sus energías al servicio de la transformación de esta
sociedad que les excluye...
Para que no caigamos
en la idolatría de adorar el becerro de oro, la idolatría de poner
la consecución del dinero y la riqueza por encima de todo otro
valor...
Oración
comunitaria
Dios Padre y
Madre de misericordia, que dejas a las noventa y nueve ovejas y te
vas a buscar a la oveja extraviada: danos la gracia de imitarte con
entrañas de verdadera misericordia en nuestra vida. Por Jesucristo
nuestro Señor.
Estos
comentarios están
tomados de diversos libros, editados por Ediciones El Almendro de
Córdoba, a saber:
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro.
- Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en www.elalmendro.org
- El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro.
- Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en www.elalmendro.org
- El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico
www.koinonia.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario