lunes, 28 de febrero de 2022

beatificaciones Guerra Civil


Beatificaciones sí, pero no así


Pocos dudan de que los Mártires de la Guerra Civil lo son y pocos dudamos de que las investigaciones realizadas que garantizan que su martirio fueron de esta manera, y esto sin haber leído todo el proceso.


Una de las condiciones para dicha beatificación, según nos dicen, es que murieron perdonando a aquellos que los asesinaron; parece contradictorio que esa liturgia no sea expresión y motor de reconciliación.


La propaganda, tanto del Régimen que mantuvo en la jefatura del Estado a un señor cuya legitimidad nace de una guerra, como la de los adversarios de este señor, ha inducido a pensar que los católicos estuvieron todos de parte de de dicho dictador, cosa nada cierta; digamos, por ejemplo, que Claudio Sánchez Albornoz, Presidente de la República en el exilio, fue católico, hoy enterrado en la catedral de Ávila; o hablemos de la filósofa María Zambrano; o de Rafael Sánchez Guerra, Secretario de la Presidencia de la República, y que, después de enviudar, se hizo dominico; hablemos de Fernando Padilla de Toro, jesuita granadino, fusilado por los nacionales en el famoso barranco de Víznar; hablemos de don Niceto Alcalá Zamora y Torres, Presidente de la República, o de su mujer, Pura Castillo Bidaburu, profundamente católicos; quisiera apuntar cómo al traer el cuerpo de don Niceto desde Argentina para ser enterrado en la Almudena, practicamente a escondidas por sugerencia, parece ser, del “hiperdemócrata” Adolfo Suarez, fue llamado el capellán de dicho cementerio y éste, haciendo falso honor a la Iglesia y a Jesucristo, decidió no orar ante la tumba de don Niceto. Puedo continuar con la lista: pensemos en los consejos que don Fernando de los Ríos daba a su hija pidiéndole que rezase todas las noches, que hiciese al mismo tiempo un examen de conciencia; el listado es, ciertamente larguísimo, pues entre esos que fueron leales a la República y leales a la Iglesia Católica se encuentran miles de personas anónimas. Esta realidad histórica nunca ha sido reconocida ni por la propaganda de unos ni la de los otros; el examen de conciencia sería muy duro. Me pregunto cómo es posible que, cuarenta años después de haber muerto el dictador y más de ochenta años de haber terminado la Guerra Civil, sigamos inmersos en las mismas disquisiciones ideológicas; y utilizo ésta última palabra, ideología, pues las discusiones se centran en interpretaciones nacidas de la propaganda más que de los trágicos hechos.

Las beatificaciones de los mártires de la Guerra Civil deben ser un motor de reconciliación donde todos los católicos puedan participar, sin problemas, en esa Liturgia. ¡Qué interesante habría sido que la Iglesia de Granada, durante la última beatificación, hubiese hecho referencia al Deán de la catedral granadina, don Luis López-Dóriga, diputado en la República, quien, como sabemos, fue excomulgado por votar a favor del divorcio entre aquellos que se habían casado por lo civil, excomunión que el Papa Pío XII levantó! Don Luis fue sobrino del Arzobispo de Granada José Meseguer y Costa; consejero delegado de La Gaceta del Sur, hoy periódico Ideal; hablaba, al menos, cinco idiomas; doctor en filosofía, teología, derecho etc… Las beatificaciones deben ser un motor, no sólo de reconciliación entre los católicos, sino también de la Iglesia con el resto de la sociedad. ¡Qué interesante habría sido ver cómo el cuerpo de Mariana Pineda, enterrado en la cripta de la catedral granadina, hubiese pasado a estar en una de las capillas laterales de la misma, para que los granadinos, para quienes ella es una heroína, y desde que Federico García Lorca, otro católico, la convirtiese en una de sus creaciones y por ello en un personaje de la literatura universal, podamos estar en pie ante ella y no sobre ella!


Ni la historia de la Iglesia ni la historia de España giran ni girarán en torno a ese hecho terrible de la Guerra Civil. Pensarnos como cristianos conlleva tener un horizonte muy amplio y una mirada hacia el pasado mucho más profunda y lejana que la que estamos demostrando.


Granada, 28 de febrero de 2022


José Antonio Espejo Zamora

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