viernes, 22 de octubre de 2021

literatura María Zambrano El hombre y lo divino

Literatura, parroquia - Gójar 




Reunión grupo de literatura: domingo 24 de octubre de 2021 a las 17:30 h., en el salón parroquial.


Libro: El hombre y lo Divino. 


Autora: María Zambrano



Juan Fernando Ortega Muñoz concluye su comentario al libro de María Zambrano El hombre y lo divino con una cita del filósofo Xavier Zubiri:


“Dios no es primariamente -nos dice Zubiri- aquello a lo que el hombre se dirige como <<otro>> mundo y <<otra>> vida, sino que es justo aquello que constituye esta vida y este mundo (…). Por eso si de vuelta a Dios se quiere (…) hablar no es necesario ser profeta para decir que el hombre volverá a Dios, no para huir de este mundo y de esta vida, de los demás y de sí mismo, sino que al revés, volverá a Dios para poder sostenerse en el ser, para poder seguir en esta vida y en este mundo para poder seguir siendo lo que inexorablemente jamás podrá dejar de tener que ser: un ser relativamente absoluto.”



Ideas presentes en la introducción a El hombre y lo Divino:


1.-Constatación de la situación actual en la que  Dios es tolerado frente al pasado, donde Dios era el hálito en la vida personal y social.


2.-Causas que la sociedad actual piensa como determinantes en los cambios: la economía o acontecimientos históricos.


3.-Zambrano se pregunta qué es la historia, qué es lo histórico.


4.-Para Hegel, el individuo es la máscara del Logos; el individuo, actor de la historia; y la Historia, depositaria de sentido.


5.-Hegel diviniza la historia; la historia ocupa el lugar de  lo divino. 


6.-El camino del progreso indefinido, vencidos los obstáculos; Obstáculo: creencia en Dios. El hombre se habría emancipado.


7.-Réplicas de Hegel: Comte y Marx.


8.-Revelación de lo humano: revolución humana: emanciparse de Dios.


9.-En Hegel: la verdad existe en el interior del hombre, pero solamente en ese interior; no en cada individuo:


“Era la revelación del hombre. Y al verificarse esta revelación del hombre en el horizonte de la divinidad, el hombre que había absorbido lo divino se creía -aun no queriéndolo- divino. Se deificaba. Mas, al deificarse, perdía de vista su condición de individuo. No era cada uno, ese <<cada uno>> que el cristianismo había revelado como sede de la verdad, sino el hombre en su historia, y aun más que el hombre, lo humano. Y así, vino a surgir esta divinidad extraña, humana y divina a la vez: historia divina, mas hecha, al fin, por el hombre con sus acciones y padecimientos. La interioridad se había transferido a la historia y el hombre individuo se había hecho exterior a sí mismo. Su mismidad fundada en la verdad que lo habitaba quedaba ahora transferida a esa semideidad: la historia. Deidad entera como depositaria del espíritu absoluto, deidad a medias porque, como los dioses paganos, estaba creada, configurada por el hombre.


Y, así, la relación entre lo divino y lo humano venía a situarse en un plano análogo a aquel habido en el mundo antiguo -griego- entre los dioses de la mitología y el hombre. Mas con una diferencia: en los dioses mitológicos no había interioridad. Analogía tan sólo por la relación subordinada en el hombre a algo al fin hecho por él, mas de esencia divina; a una esencia divina que dependía de él, de su actividad, cuya revelación estaba, por decirlo así, librada a sus suerte…


Los dioses mitológicos no eran sí mismos, por la simple razón que la unidad, la esencia idéntica, fue descubierta por la filosofía y aun frente a ellos. La esencia idéntica significó en su día una emancipación de los dioses entre los cueles el hombre andaba enajenado, sin poder encontrarse. Se encontró por virtud del pensamiento, no enteramente dentro de sí, ni enteramente fuera, en la esencia inteligible e inteligente, universal, cuya entronización en la individual sustancia quedaba siempre un tanto problemática.


Bajo el cristianismo, la unidad en el hombre había llegado a ser suya propia; en el infierno o en el cielo, sobre la tierra, era y será siempre él mismo, aunque podía olvidarse de ello. Y el olvido de nada le valdría. Lo divino fuera de él reposaba en su misteriosa unidad desplegada entres personas: uno y  múltiple. Lo divino era de tal condición que podía entrar en todos y cada uno de los hombres, sin dejar de estar en sí. Pues estaba en todas partes, como el dios de Platón y de Aristóteles, mas dentro del hombre en modo bien distinto. Y, así, no tendría que desprenderse de lo que en su ser era no divino, no inteligente, sino que todo ello vuelto en unidad sería eternamente uno y sin disolución; en una unidad propia, indestructible.



El cristianismo descubre en el hombre una unidad propia, no adventicia, ni fugitiva. Unidad engendrada más allá del comienzo visible de su vida, de la actualidad de su ser. La idea de sustancia heredada de la filosofía griega pareció convenir a este género de unidad subsistente.


La emancipación de lo divino, que aparece en el pensamiento de Hegel, lleva al ser humano a una extraña situación, pues se ha emancipado de lo divino heredándolo. Mas de un modo tal, que como individuo sólo será efímero portador de un momento, obrero -cosa que tal vez percibiese Marx,-, obrero de la. Historia, ante la cual, a la manera del siervo antiguo, no puede alcanzar la frente…


Comte es portador de este mismo entusiasmo, un tanto más mesurado. Su filosofía sólo comienza después de esa destrucción de la antigua situación religiosa. Su acción es igualmente emancipadora y por ella la revelación del hombre queda aún más netamente dibujada. Se trata de una religión sin Dios, de la religión de lo humano.


Y lo humano ha ascendido así a ocupar el puesto de lo divino. Al abolirse lo divino como tal, es decir, como trascendente al hombre, él vino a ocupar su sede vacante…


Tal acontecimiento, el más grave de cuantos pueden haber conmovido los tiempos actuales, se ha expresado con toda claridad en la filosofía: idealismo alemán, positivismo francés, marxismo, hasta llegar al materialismo inclusive. Entremezclado con la poesía, aparece fulgurante en Nietzsche. Y en él se verifica el más trágico acontecimiento que al hombre le haya acaecido: que es, en su soledad emancipada, soñar con dar nacimiento a un dios nacido de sí mismo. En la desolación de lo <<demasiado humano>>, sueña con engendrar un dios. El futuro en el cual este superhombre tendrá realidad llena el vacío de <<el otro mundo>>, de esa supravida o vida divina desaparecida y de la cual lo humano se había emancipado…


…Descartes, que recoge cristalinamente las pruebas clásicas de la existencia de Dios, ha realizado en su filosofía un sutil cambio: Dios sigue siendo la clave del edificio metafísico, la garantía de la existencia de la realidad, mas el horizonte quedaba despejado de su presencia. La conciencia había llenado este espacio. Dios sería el garante de la existencia del ser que existe en y por la conciencia. Mas la conciencia es, por definición misma, autónoma…


La liberación de -lo humano- ha encontrado este escollo, esta resistencia insospechada saliéndole al paso. Lo divino eliminado como tal, borrado bajo el nombre familiar y conocido de Dios, aparece, múltiple, irreductible, ávido, hecho <<ídolo>>, en suma, en la historia. Pues la historia parece devorarnos con la misma insaciable e indiferente avidez de los ídolos más remotos. Avidez insaciable porque es indiferente. El hombre está siendo reducido, allanado en su condición a simple número, degradado bajo la categoría de la cantidad.


¿No existe pues el hombre en la hora actual? Existir es resistir, ser <<frente a>>, enfrentarse . El hombre ha existido cuando, frente a sus dioses, ha ofrecido una resistencia. Job es el más antiguo <<existente>> de nuestra tradición occidental.. Porque frente al Dios que dijo: <<SOY el que ES>>, resistió en la forma más humana, más claramente humana de resistencia; llamándole a razones. ¿Se atreve el hombre de hoy a pedir razones a la historia? Aunque ella sea su ídolo, el hacerlo lleva consigo pedirse razones a sí mimo. Confesarse, hacer memoria para liberarse.


Y liberarse humanamente es reducirse; ganar espacio, el <<espacio vital>>, lleno por la inflación de su propio ser. Uno de los efectos de la <<deificación>> es la toma de posesión de más espacio del que realmente podemos enseñorearnos; desbordar los límites que lo humano tiene, de lo que es guía y ejemplo la limitación que nos impone el tener un cuerpo y estar en él. Reducir lo humano llevará consigo, inexorablemente,  dejar sitio a lo divino, en esa forma en que se hace posible que lo divino se insinúe y aparezca como presencia y aun como ausencia que nos devora. La  deificación que arrastra por fuerza la limitación humana -la impotencia de ser Dios- provoca, hace que lo divino se configure en ídolo insaciable, a través del cual el hombre -sin saberlo- devora su propia vida; destruye él mismo su existencia. Ante lo divino <<verdadero>>, el hombre se detiene, espera, inquiere, razona. Ante lo divino extraído de su propia sustancia, queda inerme. Porque es su propia impotencia de ser Dios la que se le presenta y representa, objetivada bajo un nombre que designa tan sólo la realidad que él no puede eludir. Viene a caer así en un juego sin escape de fatalidades, de las que en su obstinación no encuentra salida. Reducirse, entrar en razón, es también recobrarse. Y puesto que ha caído bajo la historia hecha ídolo, quizás haya de recobrarse adentrándose sin temor en ella, como el criminal vencido suele hacer volviendo al lugar de su crimen; como el hombre que ha perdido la felicidad hace también, si encuentra el valor: volver la vista atrás, revivir su pasado a ver si sorprende el instante en que se rompió su dicha. El que no sabe lo que le pasa hace memoria para salvar la interrupción de su cuento, pues, no es enteramente desdichado el que puede contarse a sí mismo su propia historia.”


Algunas ideas del Libro El Hombre y lo Divino:


“Y la réplica fue el superhombre de Nietzsche. Recuperación de lo divino, en todo aquello que la idea de Dios y, más aún, lo divino definido por la filosofía había dejado atrás, oculto. Era una réplica, más que contra el cristianismo, contra la filosofía. Pues, en realidad, Nietzsche fue arrastrado a su anticristianimo por su rebelión contra la filosofía, contra toda filosofía”. 


“Sweenborg dice hablando de los ángeles que cuando ascienden a un plano superior al que les es natural, sienten angustias.

El superhombre  del idealismo era resultado de la instalación del hombre en el plano del espíritu. Pronto le llegaría la angustia.”



1 comentario:

  1. CUÁNDO ES LA PRÓXIMA REUNIÓN DEL CLUB DE LECTURA. GRACIAS.

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