jueves, 9 de mayo de 2024

Fiesta de San Juan de Ávila, patrón de los sacerdotes diocesanos

 Fiesta de San Juan de Ávila:


        “-Orad por mí en Compostela -dijo el jovial flamenco.

-Habéis acertado: allí voy -contestó el otro.

Volvió la cabeza bajo el capuchón de estameña marrón y Henri-Maximilien reconoció a Zenón.

-¡Salud, primo! -dijo alegremente Henri-Maximilien-. El canónigo Campanus os ha estado esperando todo el invierno en Brujas; el Rector Magnífico en Lovaina se arranca las barbas por vuestra ausencia y vos reaparecéis así, a la vuelta de un mal camino, como alguien a quien no quiero nombrar.

-El Abad Mitrado de Sain-Bavon de Gante me ha encontrado un empleo -dijo Zenón con prudencia-. ¿No es acaso un protector confesable? Pero contadme más bien por qué andáis haciendo de pordiosero por los caminos de Francia.

-Puede que tengáis vos algo que ver en ello -respondió el más joven de los dos viajeros-. He dejado plantados los negocios de mi padre lo mismo que vos la Escuela de Teología. Pero ahora que os veo pasar de un Rector Magnífico a un Abad Mitrado…

-Bromeáis -dijo el clérigo-. Siempre se empieza por ser el famulus de alguien…

…Ambos se sentaron a la orilla de un talud para comer.

-Héos aquí disfrazado de necio -dijo Henri-Maximilien, observando con curiosidad los hábitos del peregrino.

-Sí -dijo Zenón-. Pero ya esta harto de abrevarme en los libros. Prefiero deletrear algún texto con la vida… ¿puede haber algún hábito más cómodo que éste para hacer camino pasando inadvertido?… Mis pies vagan por el mundo como un insecto entre las páginas de un salterio.

-Muy bien -dijo distraídamente Henri -Maximilien-. Mas ¿por qué ir hasta Compostela? No puedo imaginaros sentado entre frailes gordos y cantando con la nariz.

-¡Huy! -dijo el peregrino-. ¿Qué me importan a mí esos gandules y esos becerros? Pero el prior de los Jacobitas de León es aficionado a la alquimia. Mantenía correspondencia con el canónigo Bartholommé Campanus, nuestro tío e insípido idiota, que en ocasiones se aventura, como sin querer, hasta los límites prohibidos. El abad de Sain-Bavon también le escribió, disponiendolo a que me enseñe lo que sabe…




…,Henri-Maximilien dijo, mientras escupía los últimos huesos de cerezas por el camino:

-La paz se tambalea, hermano Zenón. Los príncipes se arrancan los pies igual que los borrachos se disputan los platos en la taberna…Puede que de todo esto caiga alguna migaja de gloria que llevarme a la boca.

-Ineptissima vanitas -repuso con sequedad el joven clérigo-. ¿Os sigue importando el viento que de bocas sale? 

-Tengo dieciséis años -dijo Henri-Maximilien-. Dentro de otros quince, ya veremos si por casualidad me he convertido en un Alejandro. Dentro de treinta años se sabrá si valgo o no tanto como el difunto César. ¿Acaso voy a pasarme la vida midiendo paños en una tienda de la rue aux Laines? La cuestión es ser un hombre.

-He cumplido veinte años -calculó Zenón-. Poniéndome en el mejor de los casos, tengo por delante de mí cincuenta años de estudio antes de que este cráneo se convierta en calavera. Quedaos con vuestros humos y vuestros héroes de Plutarco, hermano Henri. En cuanto a mí, quiero ser más que un hombre.

-Yo voy hacia los Alpes -dijo Henri-Maximilien.

-Yo -dijo Zenón-, hacia los Pirineos…”

(Opus Nigrum, Marguerite Yourcenar)





Ser un hombre sometido a los mecanismos socio-politicos-culturales de cada momento histórico; sometido a la cosmovisión del momento o ser más que un hombre (“seremos semejantes a Él); esto es, despojarnos, deseducarnos de las consignas con las que se nos construye desde el sistema educativo, desde los medios de comunicación, etc… para, encontrándonos desnudos construirnos, conforme vivimos, de lo mejor. A veces se nos construye como si cada hombre no fuese mas que un sapo y, como en los cuentos necesitamos el beso de la princesa para despojándonos de una falsa piel convertirnos en príncipes, lo que somos. 



Esta es la función primera del sacerdote, hacer que todo ser humano descubra que es un príncipe, que es hijo de Dios y templo del Espíritu Santo, independientemente de su situación socioeconómica. Si estas fuesen sólo ideas podrían ser descalificadas, negadas y el ateísmo, que juega en el mundo de las ideas, podría abrirse paso; sin embargo, se trata de experiencias en la vida real; la vida es más potente que el mundo de las ideas, ésta es capaz de romperlas y generar otras distintas.



Algunos en la historia de las ideas dijeron que Dios era una creación humana (Feuerbach); otros, que Dios ha muerto (Nietzsche); pero siempre en el mundo de las ideas; se ha propagado entre muchos que en el mundo del pensamiento se considera que Dios no existe, pero esto no es más que propaganda; primero, porque la filosofía no es algo que vaya evolucionando y superando etapas; los pensadores anteriores a Platón, como él mismo, son tan actuales como pueda serlo Heidegger o Byung-Chul Han; y en segundo lugar, porque, si tuviesen que votar los grandes pensadores del mundo de la filosofía la existencia de Dios ganaría por mayoría abrumadora. 



Los hombres, al vivir, nos cargamos de experiencias que nos acercan a la muerte o a la vida; o si ustedes quieren, unos nos van revistiendo de esa piel venenosa del sapo, otros nos van convirtiendo en dioses, y esto, desde la infancia; yo recuerdo maestros magníficos como don Juan, como don Antonio; y maestros peores que las serpientes, como don Rafael. En el seminario menor, me encontré, entre los formadores, la peor mediocridad, la máxima doblez en el pensamiento y en los comportamientos, el mal; en cambio, en el seminario mayor, me encontré con el rector, don Carlos, con sus cosas, bueno, él nos enseñó la liturgia como expresión del Dios misterioso, y don Eutimio; éste, un santo; nos enseñó los caminos secretos para el encuentro con Dios; aún recuerdo el primer día de clase con él, nos expuso el relato de Caín y Abel para afirmar que lo que Dios le pregunta a Caín: “Caín ¿dónde está tu hermano?”, será la pregunta que se nos hará a nosotros, pues todos somos corresponsables; después de estos, salvo alguna excepción, ninguno de sus sustitutos ha estado a su altura. Los obispos que he conocido en Granada: don José Méndez, un santo; don Antonio Cañizares, un hombre inteligente y bueno hasta en lo secreto; de los demás es mejor no hablar, pues a uno ya lo hemos visto y el otro está por ver. En estos entresijos, en la vida, Dios, de vez en cuando, se deja ver, con tanta fuerza que causa temor, que no miedo, sino temor reverencial; con una presencia en la que no cabe la duda y, si cupiese antes se derrumbaría todo lo conocido a través del pensamiento y los sentidos, pues estos se muestran con mucha menos consistencia. 



        Hay experiencias donde se sabe que se ha vislumbrado la eternidad; son pocas, pero consistentes; el cielo se abre muy de vez en cuando, pero se abre. No estamos en un mundo cerrado. Es verdad: hay gentes que, como cantaba Serrat, por no pasar, ni pasó la guerra; bien, estos quizás tienen poco que aportar, salvo vivir a ras de suelo, simplemente satisfaciendo las necesidades básicas; son muy poco interesantes. Y con respecto a los hombres que han hecho la “historia” ya vemos la vida de los ateos de Hitler, Mussolini y Stalin; pero, en cambio, frente a ellos, vemos a Luther King, a Gandhi, a Teresa de Calcuta, etc… A lo largo de la vida he conocido a muchas personas sencillas que han atravesado laberintos, vencido dragones, conocido la eternidad y han continuado con vida; estas gentes que no han pertenecido a ningún movimientos de estos de hoy sino a las parroquias de siempre, y es que en las parroquias no se compite por ser santos y, por ello, no hay apariencias que guardar; esto hace que la religiosidad sea sana, sin extremos ni apariencias hipócritas…; tratar a la gente bien es fundamental; Caín ¿dónde está tu hermano?



La Ilustración aportó cosas buenas como la democracia; sin embargo, ha traído consecuencias negativas; como el racionalismo, que, como las orejeras que se le ponen a los burros para que no vean ni a izquierda ni a derecha, se nos impusieron a los ciudadanos, con lo cual, durante un largo periodo de tiempo, se creyó que sólo era cierto aquello que el cientificismo daba por bueno y por cierto. Ernst Cassier, en su libro Filosofía de la Ilustración, ya ponía de manifiesto la renuncia que se operaba desde el propio pensamiento ilustrado: “Habrá que renunciar a la esperanza de arrebatar jamás a las cosas su último secreto, de penetrar en el ser absoluto de la materia o del alma humana”. Todos los días vemos cómo la ciencia cambia de opinión a cada minuto. Esta etapa está superada, aunque todavía tenga algún recorrido; desde hace mucho tiempo sabemos que sus pies, sus cimientos, son de barro en su antigua pretensión de ser la verdad absoluta y la única verdad; ya somos muchos los que nos arrancamos las orejeras.




La segunda función del sacerdote, la relacionada con las celebraciones sacramentales, con la liturgia: ésta la debemos realizar como dice la Iglesia Católica, esto es, haciendo presente a Dios a través de las palabras y los ritos; aquí hemos cometido muchos errores, pues, en esto, hemos sido racionalistas cuando éste estaba ya moribundo. En las celebraciones litúrgicas debe manifestarse el Dios oculto, que, aunque se hace presente, al mismo tiempo se expresa misteriosamente, no se deja secuestrar; en la liturgia debe quedar expresado que Dios no es un super Ente, como nos hizo ver Heidegger, sino que Dios es Dios, al que percibimos entre nieblas y nunca totalmente; por ello, hay que evitar que el rito litúrgico sea algo inmanente, siempre es algo transcendente; el rito nos debe llevar a adentrarnos en lo oculto y misterioso y por ello siempre hay que tener una actitud abierta… como los ojos están fijos en las manos de su señora…


Tercera función: dignificar toda vida humana, no sólo a nivel moral sino también a nivel económico; el sacerdote, en esta dinámica de dignificación del otro: “porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo…”. Esta dinámica social no es una novedad en la iglesia, sino que desde el momento primero del cristianismo y a lo largo de su historia ha sido una constante.


Estas tres dimensiones llamadas aquí funciones no se dan en un orden numérico sino que son simultáneas y las tres se realimentan.

Ahora bien, el sacerdote debe haberse iniciado en los misterios, en el gran misterio, en la relación con Dios, de forma clara y sana; esa es la función del seminario, debe saber algo de lo que es la vida dificultosa y trágica de tanta gente; el seminario no es sólo el espacio de la teología, sino de la vida, de la vida del hombre de carne y hueso, como dirá Unamuno.


En el relato de los Reyes Magos, se nos muestra uno de los errores en los que podemos caer los sacerdotes: pensar que la verdad está en palacio, en el de Herodes o en el de otros; los magos se adentran en el de Herodes y ahí pierden la estrella; sólo al salir de él vuelven a tener un cielo estrellado que los conduce hasta Belén, y allí se les manifiesta el misterio para volver a la vida cotidiana y ordinaria convertidos en príncipes. A los sacerdotes se nos envía a anunciar esta buena noticia: Dios está en nosotros, seremos semejantes a Él; Dios ha abierto el cielo para nosotros, la eternidad es del hombre, que es un ser sagrado gracias a Dios. El Señor no nos envía a un palacio a cuidar burros,  sino a los pueblos, a los campos, a los barrios, a la ciudad, al hombre.




José Jiménez Lozano, en su novela Las señoras, narra cómo dos mujeres invitan todas las tardes a tomar chocolate con magdalenas a un canónigo; a éste, en una de esas meriendas, le preguntan: “-¿Y usted qué prefiere, doctor Bosch: seguir tomando chocolate con magdalenas otros noventa y dos años, o la vida eterna?

José Antonio Espejo Zamora

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