Comentario a las lecturas del domingo 1º de adviento:
Comenzamos el adviento, tiempo de esperanza. El evangelio de este domingo parece que es continuación de los dos últimos; sin embargo hay elementos que los diferencia: la diferencia fundamental está en el tiempo. La celebración litúrgica de la eucaristía consigue traer al presente el pasado y anticipa el futuro. Así, en los dos últimos domingos del tiempo ordinario, la liturgia se centraba en la anticipación del futuro, es el tiempo del cumplimiento, en el que Jesucristo recoge los frutos de su obra y se los presenta a Dios Padre, la culminación de esa historia de amor y justicia que conlleva un juicio, es el tiempo de arruinar a los que arruinaron la tierra. Es como una pareja que se enamoraron, lucharon, tuvieron hijos y nietos y al final, ante la muerte y el encuentro con Dios, le presentan a éste la historia de amor que han vivido durante muchos años. El adviento es el tiempo del enamoramiento, del comienzo de una historia de amor entre Dios y los hombres que crean la historia encaminados a ese encuentro final con Dios que volveremos a celebrar dentro de un año, nuevamente, el día de Cristo Rey.
En este tiempo de enamoramiento, conforme pasan los días, la liturgia nos va centrando la mirada en el nacimiento de Jesucristo, en Belén; pero este camino nació en una promesa hecha, como todas, en el pasado; así, en la primera lectura, el profeta Jeremías afirma: suscitaré a David un vástago legítimo que hará justicia y derecho en la tierra, se ve que en la tierra ni hay justicia ni prevalece el derecho. Por tanto, el objetivo se centra en que prevalezca en la humanidad lo justo consiguiendo que se convierta en una comunidad de amor. Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y amor a todos, nos dice la segunda lectura; pero no olvidemos que ni el amor ni la esperanza rehuyen la tragedia. Por ello, en el evangelio de hoy, se nos advierte de las grandes dificultades que hay que afrontar, tragedias reales, relacionadas unas con los avatares de la naturaleza, …angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad…, otras con los actos irresponsables y evasivos de los hombres, Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borrachera y las inquietudes de la vida…; para conseguir el objetivo hay que estar, pues, despiertos en todo tiempo… y manteneos en pie ante el Hijo del hombre.
¿Cómo conseguir el objetivo? A esta cuestión responde San Pablo en la segunda lectura: ya habéis aprendido de nosotros cómo comportarse para agradar a Dios, pues comportaos así y seguid adelante…
Sin embargo, esta tarea es imposible para el hombre y así nos lo enseña la historia; hay un cuadro de Paul Klee, el Angelus Novus, al que el pensador Walter Benjamín le dedicará parte de sus reflexiones; se trata de un ángel con las alas desplegadas que mira hacia atrás, con los ojos espantados ante lo que contempla, y aquello que está viendo son las ruinas con las que el tiempo y la historia de los hombres van sembrando el pasado; el ángel, con sus alas abiertas está siendo empujado hacia el futuro por el viento huracanado del progreso. Ese pasado está lleno de intentos puramente humanos de construir el paraíso en este mundo sin Dios; pensemos en el intento totalitario de Rusia, Alemania e Italia del siglo XX; dejaron Europa empapada en sangre y cubierta de cadáveres.
A la hora de construir la fraternidad, la comunidad de amor entre los hombres y Dios no estamos solos; el salmo nos lo reseña: …hace caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes; las sendas del Señor son misericordia y lealtad…; Dios camina con nosotros, en nosotros.
El mal, por otra parte, no deja de introducirse constantemente en los sinceros intentos de los hombres de construir un mundo mejor; lo podemos ver en los pueblos; estos son microcosmos, aunque en ellos se organicen con principios liberales, democráticos; después de haber vivido en muchos pueblos muy pequeños, he podido observar cómo siempre una “élite” intenta controlar a todo el pueblo y aquellos a los que no puede controlar los ignoran o los difaman; cuando hablo de “élite” no me refiero a los mejores desde el punto de vista intelectual o moral sino a aquellos que ocasionalmente tienen el poder, ya sea éste político o económico, es más, en esas "élites" es donde la inmoralidad y la corrupción tienen una presencia más fuerte; este esquema se repite en muchos grupos humanos que funcionan como microcosmos, ya sea en el mundo político, en el universitario, en el sindical, en la iglesia, etc…; en ésta última, la gente tiende a pensar que los mejores la dirigen; pero en ella sucede lo mismo, esto es, fijaos que en la Iglesia el obispo tiene que decidir quién ocupa qué puesto y lo hace sin criterios objetivos, a veces, con información falsa, otras conociendo la verdad por conveniencia o presionado por grupos de influencia; hay algunos grupos en la Iglesia que se les suele denominar movimientos, algunos de ellos son lobbys; en Granada, uno que se ha significado sustancialmente así ha sido el de los focolares. ¿Por qué sucede esto? Hay muchos motivos: a veces, simplemente porque se busca el poder y el dinero, otras porque el individuo o individuos, cargados de complejos, necesitan destacarse del resto para sentirse alguien y, no pudiendo brillar por ellos mismos, necesitan un cargo, un puesto relevante que los eleve a alturas que jamás alcanzarían con la honradez; otras veces hay cosas que ocultar y piensan que si acumulan poder o están a la sombra del mismo se podrán resguardar de la luz y del bien; otras porque, estando en el lugar apropiado, podrán colocar a los suyos y así aumentar y asegurar el poder que ya ellos tenían. Así es parte del mundo; sin embargo, hay al mismo tiempo, en la Iglesia y en el mundo una muchedumbre de personas que son éticamente irreprochables, que pasan su vida construyéndose personal e individualmente de tal manera que evitan constantemente el mal de forma consciente y van expandiendo la presencia de Dios, en la Iglesia, en la universidad, en sus pequeños pueblos; esa inmensa mayoría, constantemente, soporta “élites” inmorales que no están a la altura del pueblo; cuando hablo de pueblo lo uso en el sentido de Hannah Arendt; el pueblo estaría compuesto por todos aquellos de cualquier clase social que piensan por sí mismos y que no han interrumpido el diálogo con su propia conciencia, mientras que el populacho, igualmente, estaría compuesto por gentes de todas las clases sociales pero que se dedican en cada momento a aplaudir al hombre más fuerte, sea quien fuere, esto es, serían como, en los Simpson, el asistente personal de Montgomery Burns, dueño de la central nuclear, Waylon Smithers. Hannah Arendt también demostró en Los orígenes del totalitarismo la conexión entre las élites y el hampa; para profundizar en el mundo subterráneo de los pequeños pueblos recomiendo leer la obra de José Jiménez Lozano, o ver la serie Aquí no hay quien viva.
Alto y claro. ¡Magnífico!👏👏👏
ResponderEliminarCuanta verdad gracias por compartir
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