Conferencia Episcopal Española
1.-Desde
que la crisis económica comenzó a sentirse, hace ya más de seis años, los
obispos, junto con toda la comunidad eclesial, han acompañado con honda
preocupación y múltiples iniciativas a los que más sufren sus consecuencias: las
familias - en especial, las numerosas - los jóvenes, los pequeños y medianos
empresarios, los agricultores y ganaderos, las gentes del mar, los trabajadores
y los inmigrantes, entre otros. No son pocas las cartas pastorales de los
obispos, los programas especiales de Cáritas y de otras instituciones
de la Iglesia, así como diversos gestos concretos que en todas las diócesis han
intentado salir al paso de la difícil situación que tantos sufren. Reunidos en
regiones o provincias eclesiásticas, los obispos han dado resonancia a su
preocupación y a su llamada a la solidaridad cristiana.
2.
Tampoco
la Conferencia Episcopal ha dejado de expresar de modo colegiado el sentir de la
Iglesia en España sobre la situación, ni de prestar su voz a la exhortación y la
clarificación. En 2008 la Asamblea Plenaria decidió entregar a cada Cáritas
diocesana una ayuda económica especial, un gesto que quiere servir también
de estímulo a la caridad de todos y que se viene repitiendo anualmente en
cantidad creciente. En 2009 la Asamblea Plenaria de otoño hizo pública una
Declaración
ante la crisis moral y económica que apuntaba a las causas y a las
víctimas de la crisis, y animaba a ir hasta el fondo de sus raíces espirituales
y morales, exhortando al mismo tiempo a la solidaridad de todos y al compromiso
de la Iglesia. El Plan Pastoral aprobado este mismo año nos emplaza a continuar
la reflexión y a agradecer y estimular la caridad efectiva, la que pasa de las
palabras a los hechos.
3.
Tememos
que la crisis o, al menos, sus efectos no hayan tocado fondo todavía. Incluso
países más fuertes económicamente que el nuestro han de tomar medidas
preventivas y correctoras. En nuestro país, los gobiernos - tanto los de España
como los de las autonomías - se han visto obligados a adoptar decisiones que
exigen sacrificios a la mayoría de los ciudadanos, cuando muchos se encuentran
ya en situaciones difíciles por falta de trabajo, por dificultades financieras y
por la prolongación en el tiempo de esas condiciones. Todo ello crea muchas
situaciones personales y familiares concretas de gran sufrimiento, que la
inmensa mayoría sobrelleva con serenidad y espíritu de sacrificio. Los
trabajadores se han mostrado dispuestos en no pocos casos a asumir restricciones
laborales y salariales en aras de la supervivencia de sus empresas y del bien de
todos. Hay que reconocer y agradecer el civismo y la solidaridad, ahora
especialmente necesarios. Por su parte, las autoridades han de velar por que los
costes de la crisis no recaigan sobre los más débiles, con especial atención a
los inmigrantes, arbitrando más bien las medidas necesarias para que reciban las
ayudas sociales oportunas.
Foto Gójar, parroquia
4.
Tampoco
se le oculta a nadie que la tensión social crece y que determinadas propuestas
políticas han venido a añadir elementos de preocupación en momentos ya de por sí
difíciles. Ante esta situación, creemos que es nuestro deber dirigir en especial
a los católicos, pero también a todos los que deseen escucharnos, unas palabras
que quieren aportar luz y aliento en el esfuerzo que resulta hoy especialmente
necesario para la consecución del bien común.
5.
Ante
todo, invitamos a la fe: a los creyentes, para que la renueven y se
llenen de la alegría que ella produce; pero también, a los vacilantes, a los que
piensan haber perdido la fe y a los que no la tienen. Invitamos a todos a acoger
el don de la fe, porque en el origen de la crisis hay una crisis de fe. El Papa
ha convocado a la Iglesia a un Año de la fe, que comenzará el próximo día 11.
Desea que el camino de la fe, que nos lleva a Dios, se abra de nuevo para todos.
“Dios es el garante del verdadero desarrollo del hombre” ¿Dónde, sino en el Amor
verdaderamente infinito podrá encontrar su fuente y su alimento el “anhelo
constitutivo de ser más” que mueve la vida humana? (Caritas in veritate, 29).
Gójar parroquia
6.
Cuando
se cierra al horizonte de la fe, al verdadero conocimiento y amor de Dios, el
corazón del hombre se empequeñece. Entonces, las personas acaban por convertirse
a sí mismas en centros del mundo, sin otro referente que los propios intereses,
y se esfuman las bases para una comprensión de la existencia libre del egoísmo.
La censura de la dimensión transcendente del ser humano, tan a menudo impuesta
por la cultura dominante, conduce a verdaderos dramas personales, especialmente
entre los jóvenes. La fe, por el contrario, libera el juicio de la razón y de la
conciencia para distinguir rectamente el bien del mal y para arrostrar el
sacrificio que comporta el compromiso con el bien y la justicia y, por eso
mismo, otorga a la vida el aliento y la fortaleza necesarios para superar los
momentos difíciles y para contribuir desinteresadamente al bien
común.
7.
Al
invitar a la fe, invitamos a descubrir la verdad sobre el hombre y al coraje
para acogerla y afrontarla; invitamos, en definitiva a la conversión, es decir,
a apartarse de los ídolos de la ambición egoísta y de la codicia que corrompen
la vida de las personas y de los pueblos, y a acercarse a la libertad espiritual
que permite querer el bien y la justicia, aun a costa de su aparente inutilidad
material inmediata. No será posible salir bien y duraderamente de la crisis sin
hombres rectos, si no nos convertimos de corazón a Dios.
8.
Invitamos
también a la caridad. “La fe sin la caridad no da fruto y la caridad
sin la fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda” (Porta
fidei, 14). En efecto, la caridad no se reduce a un mero sentimiento
voluble; es más bien una voluntad que, iluminada por la fe, se adhiere al amor a
Dios y al prójimo de modo constante, razonable y desprendido hasta la entrega de
la propia vida, si fuera necesario. La caridad se expresa de muchos modos
respecto del prójimo, porque abarca todas las dimensiones de la vida: la
personal, la familiar, la social, la económica y la política.
parroquia Gójar
9.
En
el orden de las relaciones sociales, la Iglesia, viviendo toda ella en la
caridad, da también cauce a la caridad de los fieles de muchos modos que
permiten el intercambio de dones. Cáritas es la forma institucional
oficial de la Iglesia, por medio de la cual las iglesias diocesanas y las
parroquias socorren a quienes lo necesitan. Existen también otras muchas
beneméritas instituciones de ayuda promovidas por institutos de vida consagrada,
asociaciones de fieles, hermandades y cofradías, etc. Hemos de agradecer en
nombre del Señor a todos los voluntarios y donantes que colaboran con sus bienes
y con su tiempo en estas obras: “Lo que hicisteis con uno de estos, mis hermanos
más pequeños, conmigo lo hicisteis - dice el Señor” (Mt 25, 40). Gracias a
todos.
10.
También
hay una caridad que afecta directamente a las relaciones políticas. La situación
de crisis genera en muchas personas sentimientos de malestar y de desencanto, de
irritación y de rechazo ante unas instituciones sociales y políticas que, aun
disponiendo de tantos medios económicos y técnicos, no han sido capaces de
ordenar la vida en común de un modo verdaderamente justo y humano. Los jóvenes
sufren de un modo muy intenso los efectos de la crisis y se ven afectados por la
falta de trabajo en porcentajes difíciles de soportar. Es éste uno de los
aspectos más dolorosos y preocupantes de la actual situación. Por eso, es
también comprensible que entre ellos se extiendan, acaso especialmente, los
sentimientos de desafección y de rechazo a los que nos referimos.
11.
Sin
embargo, el malestar social y político debería ser para todos un reclamo a la
búsqueda sincera del bien común y al trabajo por construirlo entre todos. Este
malestar no debería ser alimentado como excusa para la promoción de ningún
interés político o económico particular, a costa del interés general, tratando
de aprovechar en beneficio propio el descontento o el sufrimiento de muchos.
Nadie se debería sentir ajeno al peligro de caer en este grave abuso: ni las
personas, ni los grupos sociales, económicos o políticos.
12.
Entre
las formas de “caridad social para el fortalecimiento de la moral de la vida
pública”, nuestra Asamblea Plenaria se refería en 2006, en la Instrucción
pastoral Orientaciones morales ante la situación actual de España,
a la que toca las relaciones entre los pueblos de España. Reconociendo, en
principio, la legitimidad de las posturas nacionalistas verdaderamente
cuidadosas del bien común, se hacía allí una llamada a la responsabilidad
respecto del bien común de toda España que hoy es necesario recordar. Ninguno de
los pueblos o regiones que forman parte del Estado español podría entenderse,
tal y como es hoy, si no hubiera formado parte de la larga historia de unidad
cultural y política de esa antigua nación que es España. Propuestas políticas
encaminadas a la desintegración unilateral de esta unidad nos causan una gran
inquietud. Por el contrario, exhortamos encarecidamente al diálogo entre todos
los interlocutores políticos y sociales. Se debe preservar el bien de la unidad,
al mismo tiempo que el de la rica diversidad de los pueblos de España.
Adjuntamos a esta declaración los párrafos de la mencionada Instrucción pastoral
en los que se explican estas exigencias morales, que hoy, en la delicada
situación de crisis que nos afecta a todos, se presentan con particular
urgencia.
13.
Terminamos
invitando a la esperanza. Es comprensible que, ante la acumulación de
sacrificios y problemas, algunos se sientan tentados de abandonar el espíritu de
superación y de sucumbir al pesimismo. Pensamos que, gracias a Dios, son muchos
los que resisten a la tentación de culpar sólo a los otros o de la protesta
fácil. La conversión nos ayuda a mirar hacia lo que podemos y debemos cambiar en
nuestra propia vida. La crisis puede ser también una ocasión para la tarea
apasionante de mejorar nuestras costumbres y de ir adoptando un estilo de vida
más responsable del bien de la familia, de los vecinos y de la comunidad
política. La virtud teologal de la esperanza alimenta las esperanzas humanas de
mejorar, de no ceder al desaliento. Quien espera la vida eterna, porque ya goza
de ella por adelantado en la fe y los sacramentos, nunca se cansa de volver a
empezar en los caminos de la propia historia.
San Benito de Palermo, parroquia Gójar
14.
La
comunidad cristiana quiere y debe ser un signo de esperanza. Todos hemos de dar
en nuestra vida signos de esperanza para los demás, por pequeños que sean. Hoy
deseamos pedir a quien corresponda que se dé un signo de esperanza a las
familias que no pueden hacer frente al pago de sus viviendas y son desahuciadas.
Es urgente encontrar soluciones que permitan a esas familias - igual que se ha
hecho con otras instituciones sociales - hacer frente a sus deudas sin tener que
verse en la calle. No es justo que, en una situación como la presente, resulte
tan gravemente comprometido el ejercicio del derecho básico de una familia a
disponer de una vivienda. Sería un signo de esperanza para las personas
afectadas. Y sería también un signo de que las políticas de protección a la
familia empiezan por fin a enderezarse. Sin la familia, sin la protección del
matrimonio y de la natalidad, no habrá salida duradera de la crisis. Así lo pone
de manifiesto el ejemplo admirable de solidaridad de tantas familias en las que
abuelos, hijos y nietos se ayudan a salir adelante como solo es posible hacerlo
en el seno de una familia estable y sana.
15.
Animamos
a todos a acoger nuestra invitación a la fe, a la caridad y a la esperanza.
Oramos por los gobernantes, para que acierten en sus difíciles decisiones.
Oramos, en especial, por los que más sufren los efectos de la crisis y les
aseguramos nuestra solidaridad. Pedimos a los católicos y a las comunidades
eclesiales que oren por ellos y por España. Ponemos en manos de la Santísima
Virgen el presente y el futuro de España; que ella nos guíe por caminos de
unidad y de solidaridad, de libertad, de justicia y de paz.
Madrid, 3 de octubre
de 2012
Anexo
Sobre los nacionalismos y sus exigencias morales
De: LXXXVIII Asamblea
Plenaria de la Conferencia Episcopal Española,
Instrucción Pastoral Orientaciones morales ante la situación actual de España
(23 de noviembre de 2006), números 70 - 76
Instrucción Pastoral Orientaciones morales ante la situación actual de España
(23 de noviembre de 2006), números 70 - 76
70.
Creemos
necesario decir una palabra sosegada y serena que, en primer lugar, ayude a los
católicos a orientarse en la valoración moral de los nacionalismos en la
situación concreta de España. Pensamos que estas orientaciones podrán ayudar
también a otras personas a formarse una opinión razonable en una cuestión que
afecta profundamente a la organización de la sociedad y a la convivencia entre
los españoles. No todos los nacionalismos son iguales. Unos son independentistas
y otros no lo son. Unos incorporan doctrinas más o menos liberales y otros se
inspiran en filosofías más o menos marxistas.
71.
Para
emitir un juicio moral justo sobre este fenómeno es necesario partir de la
consideración ponderada la realidad histórica de la nación española en su
conjunto. Los diversos pueblos que hoy constituyen el Estado español iniciaron
ya un proceso cultural común, y comenzaron a encontrarse en una cierta
comunidad de intereses e incluso de administración como consecuencia de la
romanización de nuestro territorio. Favorecido por aquella situación, el anuncio
de la fe cristiana alcanzó muy pronto a toda la Península, llegando a
constituirse, sin demasiada dilación, en otro elemento fundamental de
acercamiento y cohesión. Esta unidad cultural básica de los pueblos de España, a
pesar de las vicisitudes sufridas a lo largo de la historia, ha buscado también,
de distintas maneras, su configuración política. Ninguna de las regiones
actualmente existentes, más o menos diferentes, hubiera sido posible tal como es
ahora, sin esta antigua unidad espiritual y cultural de todos los pueblos de
España.
72.
La
unidad histórica y cultural de España puede ser manifestada y administrada de
muy diferentes maneras. La Iglesia no tiene nada que decir acerca de las
diversas fórmulas políticas posibles. Son los dirigentes políticos y, en último
término, los ciudadanos, mediante el ejercicio del voto, previa información
completa, transparente y veraz, quienes tienen que elegir la forma concreta del
ordenamiento jurídico político más conveniente. Ninguna fórmula política tiene
carácter absoluto; ningún cambio podrá tampoco resolver automáticamente los
problemas que puedan existir. En esta cuestión, la voz de la Iglesia se limita a
recomendar a todos que piensen y actúen con la máxima responsabilidad y
rectitud, respetando la verdad de los hechos y de la historia, considerando los
bienes de la unidad y de la convivencia de siglos y guiándose por criterios de
solidaridad y de respeto hacia el bien de los demás. En todo caso, habrá de ser
respetada siempre la voluntad de todos los ciudadanos afectados, de manera que
las minorías no tengan que sufrir imposiciones o recortes de sus derechos, ni
las diferencias puedan degenerar nunca en el desconocimiento de los derechos de
nadie ni en el menosprecio de los muchos bienes comunes que a todos nos
enriquecen.
73.
La
Iglesia reconoce, en principio, la legitimidad de las posiciones nacionalistas
que, sin recurrir a la violencia, por métodos democráticos, pretendan modificar
la unidad política de España. Pero enseña también que, en este caso, como en
cualquier otro, las propuestas nacionalistas deben ser justificadas con
referencia al bien común de toda la población directa o indirectamente afectada.
Todos tenemos que hacernos las siguientes preguntas. Si la coexistencia cultural
y política, largamente prolongada, ha producido un entramado de múltiples
relaciones familiares, profesionales, intelectuales, económicas, religiosas y
políticas de todo género, ¿qué razones actuales hay que justifiquen la ruptura
de estos vínculos? Es un bien importante poder ser simultáneamente ciudadano, en
igualdad de derechos, en cualquier territorio o en cualquier ciudad del actual
Estado español. ¿Sería justo reducir o suprimir estos bienes y derechos sin que
pudiéramos opinar y expresarnos todos los afectados?[37]
74.
Si
la situación actual requiriese algunas modificaciones del ordenamiento político,
los Obispos nos sentimos obligados a exhortar a los católicos a proceder
responsablemente, de acuerdo con los criterios mencionados en los párrafos
anteriores, sin dejarse llevar por impulsos egoístas ni por reivindicaciones
ideológicas. Al mismo tiempo, nos sentimos autorizados a rogar a todos nuestros
conciudadanos que tengan en cuenta todos los aspectos de la cuestión, procurando
un reforzamiento de las motivaciones éticas, inspiradas en la solidaridad más
que en los propios intereses. Nos sirven de ayuda las palabras del Papa Juan
Pablo II a los Obispos italianos: “Es preciso superar decididamente las
tendencias corporativas y los peligros de separatismo con una actitud honrada de
amor al bien de la propia nación y con comportamientos de solidaridad
renovada”[38] por parte de todos. Hay que evitar los riesgos evidentes de
manipulación de la verdad histórica y de la opinión pública en favor de
pretensiones particularistas o reivindicaciones ideológicas.
75.
La
misión de la Iglesia en relación con estas cuestiones de orden político, que
afectan tan profundamente al bienestar y a la prosperidad de todos los pueblos
de España, consiste nada más y nada menos que en “exhortar a la renovación moral
y a una profunda solidaridad de todos los ciudadanos, de manera que se aseguren
las condiciones para la reconciliación y la superación de las injusticias, las
divisiones y los enfrentamientos”[39].
76.
Con
verdadero encarecimiento nos dirigimos a todos los miembros de la Iglesia,
invitándoles a elevar oraciones a Dios en favor de la convivencia pacífica y la
mayor solidaridad entre los pueblos de España, por caminos de un diálogo honesto
y generoso, salvaguardando los bienes comunes y reconociendo los derechos
propios de los diferentes pueblos integrados en la unidad histórica y cultural
que llamamos España. Animamos a los católicos españoles a ejercer sus derechos
políticos participando activamente en estas cuestiones, teniendo en cuenta los
criterios y sugerencias de la moral social católica, garantía de libertad,
justicia y solidaridad para todos.
[37] “Poner en peligro
la convivencia de los españoles, negando unilateralmente la soberanía de España,
sin valorar las graves consecuencias que esta negación podría acarrear no sería
prudente ni moralmente aceptable. Pretender unilateralmente alterar este
ordenamiento jurídico en función de una determinada voluntad de poder local o de
cualquier otro tipo, es inadmisible. Es necesario respetar y tutelar el bien
común de una sociedad pluricentenaria”: LXXIX Asamblea Plenaria de la
Conferencia Episcopal Española, Instrucción pastoral Valoración moral del
terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias, BOCEE 16 (31.
XII. 2002) 91-101, número 35.
[38] Juan Pablo II,
Mensaje a los Obispos italianos sobre las responsabilidades de los católicos
ante los desafíos del momento histórico actual, 6 de enero de
1994.
[39] Juan Pablo II,
Mensaje a los Obispos italianos sobre las responsabilidades de los católicos
ante los desafíos del momento histórico actual, 6 de enero de
1994.
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