Porciúncula. Filosofía y Mística
En el Cuarto Centenario de la Fundación del Monasterio de las Clarisas de Alhama de Granada
Pronunciada el 4 de octubre de 2012, día de San Francisco.
José Antonio Espejo Zamora
Quisiera
comenzar agradeciendo a las hermanas clarisas la invitación que me han hecho,
para hablar sobre este tema en su casa, que sin duda ha sido el eje
central de esta casa durante 400, años.
Mística: según el Diccionario de la
Real Academia de la Lengua significa:
1.-Parte de la teología que trata de
la vida espiritual y contemplativa y del conocimiento y dirección de los
espíritus.
2.-Experiencia
de lo divino.
3.-Expresión
literaria de esta experiencia.
Filosofía:
1.-Ciencia
que trata de la esencia, propiedades, causas y efectos de las cosas naturales.
Seguramente
muchos filósofos no estarían de acuerdo con esta definición de filosofía.
Nosotros, para esta conferencia, la daremos por buena; aunque sólo el
término ciencia nos llevaría a una
discusión interminable, y este concepto aplicado a la filosofía nos arrojaría a
un discurso aun mayor.
Filosofía y mística. La porciúncula, es el título de la
charla; esto es, el hombre, ser de este mundo, sabe de lo divino, lo sagrado, tiene experiencia de
Dios en este mundo. La porciúncula. Espacio Sagrado, un hombre Francisco de Asís.
Encuentro de Dios.
María Zambrano, nacida en Vélez Málaga, cuenta cómo siendo
ella pequeña y viviendo en Segovia, su criada la Gregoria, dice ella, la llevó
a las afueras de la ciudad, a la tumba de San Juan de la Cruz, y estando allí,
Gregoria le dijo a María que San Juan de la Cruz era el Santo más grande de
Castilla. Zambrano preguntó: ¿Qué es un Santo? Y Gregoria respondió: un santo
es un hombre que está muy cerca de Dios y muy cerca de nosotros…Cuenta María
que ella no sabía que era poeta, pero, dice que supo que lo era nada más llegar
a su casa.
Foto Alhama de Granada
De esto trata la charla: del hombre, ser fronterizo, como
dirá el filósofo Eugenio Trías, capaz de la experiencia de lo sagrado.
Podríamos preguntarnos si el ser humano es capaz de tener esta
experiencia, este conocimiento de Dios y sería una cuestión legítima; sin
embargo, doy por cierta esta
experiencia: que a lo largo de los siglos, los seres humanos han tenido
experiencia. De igual manera, si hablamos de la libertad, doy por cierto que el
ser humano puede ser libre, que a lo
largo de los siglos un hombre, al menos, ha realizado un acto libre. Es verdad,
que hay condicionantes, autoengaños, dificultades; es verdad que hay personas
que nunca han sido capaces de ser libres; como hay hombres que nunca han tenido
la experiencia de Dios. Esto no invalida la posibilidad real, ni de la
experiencia de Dios, ni de la experiencia de la libertad.
El psiquiatra Carl Rogers considera
la obra del fundador de la tercera escuela de psiquiatría de Viena, Viktor
Frankl, como una de las contribuciones más extraordinarias del pensamiento
psicológico; este vienés en su obra: Logoterapia
y análisis existencial, afirma: “De las realidades existenciales del hombre
forman parte: la espiritualidad, la libertad y la responsabilidad del hombre. Estas
tres realidades existenciales no caracterizan sólo la existencia humana como
tal, como humana, sino que más bien la constituyen. En este sentido, la
espiritualidad del hombre no es sólo un caracteristicum sino un constituens: lo
espiritual no es algo que sólo caracteriza, igual que lo hacen lo corporal y lo
psíquico que son también propios del animal, sino que lo espiritual es algo que
distingue al hombre, que le corresponde sólo a él y ante todo, a él.
Naturalmente, un avión no deja de ser
avión, aunque sólo se mueva en el suelo: ¡puede, es más, debe volver a moverse
continuamente en el suelo! Pero el hecho de que es un avión lo demuestra sólo
cuando se eleva por los aires. De forma análoga el hombre empieza a comportarse
como hombre sólo si puede salir del plano de la facticidad psicofísico-organísmica”.[i]
Foto Alhama de Granada, Convento de San Diego
Estamos acostumbrados a que el
psicólogo, el filósofo, poniéndose por encima del hombre y mirándolo con desconfianza
y de reojo le diga: “¿Realmente cree usted que ha realizado un acto libre
realmente piensa usted que ha tenido un encuentro con Dios? Ya veremos”. Pero
hoy vamos a ponernos en la piel del hombre libre, de la persona que ha
experimentado un encuentro con lo sagrado y esta persona mira a la filosofía, a la psiquiatría y a la razón y le pregunta:
“Oiga usted, señora, ¿es usted capaz de dar razón de mí o quizás la forma que
usted tiene de entenderse a sí misma, los presupuestos de los que usted parte,
le impide dar cuenta de lo que yo soy, de mis vivencias, de mis experiencias,
de mi realidad, de mí mismo?”.
Debemos a cercarnos a un mundo
inmenso de reflexión, de preguntas, con respuestas muy diversas, preguntas
todas ellas necesarias y respuestas, aun siendo diversas y contrarias entre sí
también fundamentales. Todos estos discursos filosóficos desde los más antiguos
presocráticos hasta hoy, están en un continuo diálogo entre ellos. Baste
recordar a Heidegger, que buscado la respuesta sobre el Ser, lanza su mirada a
un pensador más lejano en el tiempo que Platón para cuestionar el recorrido
filosófico hecho por occidente desde el discípulo de Sócrates hasta el día de
hoy. Este mismo pensador dará un curso en 1921 sobre la mística medieval. El
interés desde la filosofía por los descubrimientos de los místicos está
presente en muchos de ellos; por esto, y teniendo en cuenta el ámbito donde nos
encontramos, nos vamos a centrar en dos pensadoras que fueron y oraron en la
Porciúncula: Simone Weill y María Zambrano.
Pero, antes de adentrarnos en la
vivencia y propuestas filosóficas de estas dos mujeres, aclaremos qué se
entiende por experiencia; pues, venimos desde hace tiempo, hablando de
experiencia ¿Qué entendemos por ésta? Según García-Baró: una experiencia es, en
primer lugar, un fragmento del tiempo vivo de una persona…,es el ahora que
colma, que ocupa hasta llenarla, la vida de una persona…Porque es esencial en
una experiencia (…) ser absorbido por lo que se está experimentando: olvidarse
de sí mimo, no reflexionar sobre cómo se está viviendo. (…) En resumidas
cuentas, ya tenemos que la experiencia viene a ser una explosión constante de
novedad asumible y sintetizable en el paisaje de nuestra vida. (…) La mayor
parte del tiempo, una metralla de banalidades que no nos interesan apenas, que
no nos transportan hasta ellas haciéndolas olvidar a qué nos sabe nuestra
propia persona medio perdida en este bombardeo insulso de pequeñas variaciones
grises sobre el horizonte de lo de siempre. Las experiencias éticas, estéticas
y religiosas están entre las pocas experiencias plenas de nuestra vida.
Foto Alhama de Granada
La experiencia matriz es la toma de
conciencia de su propia realidad personal, de su propio yo, de su individualidad, en su propia
soledad.
La experiencia religiosa, dice Baró,
se sigue de dar un nombre determinado al misterio que habita en nuestra
existencia y por el que ella desborda de los límites del mundo. Podemos
volvernos a esta profundidad o podemos intentar, con más o menos radicalidad… y
violencia, girar nuestra vista para apartarla de ahí y absorberla nada más que
en lo ajeno y extraño. Si decidimos volvernos atentos al centro desconocido de nuestra
existencia personal, somos filósofos, somos metafísicos. Si una vez que los
hemos orientado así, tenemos suficiente paciencia como para no intentar nunca
resolver de un golpe el enigma de nuestra existencia, de modo que seamos
capaces de permanecer abiertos a la cuestionabilidad inagotable de ella,
entonces, reconociendo, más o menos explícitamente, que la presencia de lo
Absoluto habita en el centro oculto de la existencia.[ii]
Volviéndo de nuevo a la psiquiatría,
nos encontramos con el discípulo de Freud, Jung, que como tantos discípulos,
superan en profundidad y en honradez a sus maestros. Éste no sólo va a analizar
como muchos pensadores la experiencia numinosa; él mismo será objeto de esta
realidad, de encuentro con Dios. Lo cual le llevará a afirmar “La experiencia
religiosa es absoluta, no cabe discutir acerca de ella. Una persona puede decir
tan solo que nunca tuvo una experiencia de esa índole, a lo cual replicará el
opositor: lo lamento mucho pero yo sí. Quien
la ha vivido posee el inmenso tesoro de algo que le ha colmado de una fuente de
vida, de significado de belleza”[iii]. Así, el que fuera decano de la facultad de
filosofía de Madrid y subsecretario de la Instrucción Pública del Estado en el
gobierno de la república, experto en Kant y él mismo convencido neokantiano;
exiliado en París durante la Guerra Civil, tendrá esta misma experiencia; así
el catedrático García Morente relata: “ Hace poco tiempo leí un pasaje de Santa
Teresa en donde se describe algo parecido…Estando un día…en oración, vi cabe
mí, o sentí, por mejor decir, que con los ojos del cuerpo ni del alma no vi
nada, mas parecíame estaba junto cabe mí Cristo y veía ser él el que me
hablaba, a mi parecer…lo veía claro y sentía. Tenga usted en cuenta, continua
Morente, que la terminología de Santa Teresa carece de rigor psicológico; ello
explica la aparente contradicción en su texto, cuando dice que no le veía y
pocas líneas después que lo veía claro. Porque cuando dice que no le veía,
quiere decir que no tenía sensación visual y cuando dice que lo veía claro y
sentía, quiere decir que lo percibía e intuía sin sensaciones. El hecho aquí
descrito por la Santa es, pues, justamente el que yo viví”.[iv] Ante estas experiencias, el psiquiatra Jung
afirma que el olvido de éstas o, lo que es aún peor, el subestimarlas, actuando
como si fueran indiferentes, nos exponen a la locura. Los encuentros con lo
sagrado son como llamas. Deben ser compartidos para mantener la lumbre viva, y
que de lo contrario nos consumirán o nos apartarán. La vida religiosa implica
una mayor atención, un estado de alerta frente a lo que sucede entre este Tú
misterioso y yo.[v]
Efectivamente, en muchas ocasiones
este tipo de experiencias místicas, de encuentro con lo sagrado, surgen en la
relación establecida entre un Yo y un Tú.
Foto Alhama de Granada
El pensador
Martin Buber va a investigar y exponer desde el punto de vista filosófico, las
posibilidades de relación propias del Yo con respecto al mundo, al Tú y al Tú
Absoluto que sería Dios. A esta filosofía que ha tenido un gran desarrollo en
el siglo XX se le denomina Dialógica. Hemos hablado de la experiencia de la
soledad, de la experiencia del Yo, quizás hoy ésta es el tipo de meditación que
se propaga por todos lados, la meditación Budista, la mal llamada
transcendental, pues no transciende a ningún sitio; queda uno centrado en sí mismo de manera constante
no haciendo más que aumentar el propio aislamiento. Vivimos en una época donde
aumentan los divorcios, donde la duda sobre el otro está presente en el altar
el día de la boda. ¿Hasta cuándo seremos capaces de querernos? La familias
apenas si tienen mas que un hijo, con lo cual la experiencia de las relaciones
fraternas, comienzan a ser una incógnita para mucha gente. Buber en su
antropología afirma que: Sólo el hombre que realiza en toda su vida y con su
ser entero las relaciones que le son posibles puede ayudarnos de verdad en el
conocimiento del hombre. A la filosofía se le plantea un reto con respecto a la
vida, porque exige que el hombre que
quiera conocerse a sí mismo se sobreponga a la tensión de la soledad y a la
llaga viva de su problemática para que entre, a pesar de todo, en una vida
renovada con su mundo y se ponga a pensar a partir de esta nueva situación.
Ante la experiencia de la soledad, tanto a nivel social como a nivel universal
caben una respuesta falsa, el individualismo y el colectivismo, que serían las
dos fases de esa misma respuesta. La experiencia de soledad personal es
fácilmente comprensible; la experiencia de soledad universal hace referencia a
lo que Zambrano expondrá con el concepto de exilio; ella, partiendo de su
realidad histórica de exiliada tras la Guerra Civil, dará un salto dándole un
sentido metafísico al término exilio, el hombre se siente, se intuye, exiliado
frente a la totalidad, frente a Dios Santa Teresa lo dirá de forma más fácil: en mi vida lo encontraba todo duro, difícil,
dificultoso. Heidegger expondrá esto mismo, al afirmar que el hombre, el Dasein
ha sido arrojado al mundo; esta experiencia, junto con su gran posibilidad, la
muerte, es la gran generadora de la angustia en el ser humano, en términos
heideggerianos en el ser-ahí. Salir de esa angustia es el deseo de todos, descubrir el camino para
superarla, tanto a ella como a sus causas, es el primer reto; el segundo es
permanecer en el camino de superación, realizar el recorrido vital necesario
que nos convierta en seres humanos plenos,
ya que el objetivo no es huir de la angustia y del esfuerzo, que ese sería el
objetivo burgués, sino el realizarte
siendo hombre, pero sin renunciar a ninguna posibilidad; esto es, lo que la
gente dice: “convertirte en un hombre de los pies a la cabeza. Siguiendo
nuevamente a Buber, la persona se siente, a la vez, como hombre que ha sido
expuesto por la naturaleza, como niño expósito, y como persona aislada en medio
del alboroto del mundo humano. Ante esta situación surge el individualismo como
solución errada. El hombre, en su soledad, reviste su individualismo, decorándolo
como un ideal, aceptando su soledad, refugiándose en ella frente a un mundo y
una vida social que no responde a sus esperanzas. El hombre idealiza su soledad
(budismo). La segunda reacción errada será el colectivismo. Se produce en lo
esencial, dirá Martin Buber, como consecuencia del fracaso del individualismo.
La persona humana pretende sustraer su destino a la soledad, tratando de
sumergirse por completo en uno de los modernos grupos compactos. Cuanto más
compacto, más cerrado y más potente sea este grupo, en tanto mayor grado se
sentirá libre de ambas formas de intemperie, la social y la cósmica. Ya no hay
motivo alguno para la angustia vital, puesto que basta con acomodarse en la
“voluntad general” y abandonar la responsabilidad propia ante la existencia, en
manos de la responsabilidad colectiva…Y tampoco hay motivo para la angustia
cósmica, porque la colectividad me ofrece un universo tecnificado, una
naturaleza controlada por la técnica. La colectividad asume la seguridad total.
El problema es que en la colectividad lo que se da es la masa; hombres junto a
hombres. No se supera el aislamiento, lo único que sucede es que se sofoca. Es
reprimiendo el afán de conocerse a sí mismo, y por tanto imposibilita el
encuentro profundo entre los seres humanos; únicamente cuando el
individuo reconozca al otro en toda su alteridad como se reconoce a sí mismo,
como hombre, y marche desde este reconocimiento a penetrar en el otro, habrá
quebrantado su soledad, en un encuentro riguroso y transformador. Es claro que
un acontecimiento semejante, no puede producirse más que como un sacudimiento
de la persona como persona.[vi]
El
desarrollo de la filosofía dialógica tiene en Martin Buber y en su obra Yo y Tú, un desarrollo inevitable; así,
el catedrático de la UNED Diego Sánchez Meca, experto en la filosofía alemana
del S. XIX-XX le dedicó un interesante estudio titulado: Martin Buber, publicado también por la editorial alemana Herder. En él nos dice, que el desarrollo de la
relación yo-tú, como encuentro dialógico que envuelve la realidad entera, y la
manifiesta permitiendo al yo y al tú su acceso a ella, constituye el
pensamiento maduro de Buber. Para este pensador, el conocimiento supone una
actitud de apertura, de verdadera implicación, una toma de posición
fundamental. El principio dialógico es, en la filosofía de Buber, al mismo
tiempo fundamento, punto de partida y método, como lo fue el cogito en la
filosofía de Descartes. No se conoce, dice Buber, al estilo de quien
permaneciendo en la playa, contempla maravillado la furia espumante de las olas,
sino que es menester echarse al agua, hay que nadar, alerta y con todas las
fuerzas, y hasta habrá un momento en que nos parecerá estar a punto de un
desvanecimiento. Pero sólo así, y no de otra manera puede surgir la visión de
la verdad” Por tanto, desde el momento en que se pretende leer el mensaje
buberiano desde una actitud orientadora, es preciso dudar seriamente de poder
llegar hasta sus aspectos esenciales. En rigor, la realidad del principio
dialógico no es comprensible sin haber participado en ella, sin entrar en la
relación dialógica a la que se refiere.
Pues el diálogo no es otra cosa que esa participación misma: “El hombre
vive en el espíritu cuando sabe responder. Y puede hacerlo cuando entra en la
relación con todo su ser. Sólo en virtud de esa capacidad puede el hombre vivir
la vida del espíritu”.
Con los
términos yo-ello el pensador alemán
designa un modo de estar y relacionarse con el mundo, consigo mismo, con las
otras personas, con Dios y con el resto de los entes como si fueran cosas,
objetivables, medibles utilizables. Con los términos yo-tú, Buber designa ese modo de estar en el mundo, de ser, de
relacionarse con lo otro, no como objetos y por tanto no utilizables; este tipo
de relación me permite reconocer en el otro, a uno como yo, como un ser
personal digno de respeto; pero no sólo con otra persona puede entrar en un
nivel de relación, que para nosotros los cristianos, lo expresaríamos con el
término Comunión: la Comunión me permite en el encuentro con el otro adentrarme
yo en él, y el otro adentrarse en mí, de tal manera que, el otro no queda
anulado por mí sino potenciado en todo lo que él es, y viceversa. El otro, puede ser otra persona, o puede ser
Dios mismo. Buber dice que él no expone una doctrina, sino que muestra un camino.
Esto es real, si yo leo esto, si lo escucho, no por ello adquiero la verdad, no
sé realmente que es ese encuentro con otro ser a ese nivel si no llego a
ponerme en marcha y entrar en Comunión “Lo primero, nos dice el pensador
alemán, es el descubrimiento de un ser en comunión con él, y tal descubrimiento
es un acto eminentemente espiritual. Toda idea filosófica procede de semejante
descubrimiento. Sólo aquel que asumiendo en el fondo último del propio dolor,
sin prescindir de nada de él, se pone en comunión dentro de su espíritu con el
dolor del mundo, será capaz de conocer lo esencial del dolor. Pero para que sea
capaz de esto es menester una condición previa, a saber, que este hombre haya
experimentado ya la hondura del dolor de otro ser realmente, es decir, no con la compasión, que no penetra
hasta el ser sino con un amor grande; entonces es cuando se le hace transparente
el propio dolor en su fondo último, dentro del dolor del mundo. Sólo la
participación en la existencia de los seres vivos descubre el sentido en el
fondo del propio ser.[vii]
La
porciúncula, es el hogar de Francisco, después que él mismo haya realizado este
camino dialógico, con Dios y con los hermanos franciscanos que se le
incorporan. Pero no sólo en su tiempo, sino también a lo largo de los siglos
esta capilla es símbolo del hombre verdadero, de la persona que ha llegado a
ser un hombre de los pies a la cabeza. Que se ha desarrollado total y
plenamente. Hay espacios sagrados, marcados, convertidos en focos que alumbran
el camino para el que decide, como indicaba al principio, Viktor Frankl no
quedarse pegado a la tierra, sino que está dispuesto a levantar el vuelo. A
esta pequeña capilla han llegado, a lo largo de mil años, millones de personas,
con la esperanza de encontrarse con el que nos hace ser. Como una más, llegó la
pensadora francesa Simone Weil, y allí volvió a experimentar, por segunda vez
lo que hemos venido denominando experiencia mística. Ella lo narra en una carta: “ En 1937 pasé en Asís
dos días maravillosos. Allí sola en la pequeña capilla románica del siglo XII
de Santa Maria degli Angeli, incomparable maravilla de pureza, donde tan a menudo
rezó san francisco, algo más fuerte que yo me obligo, por vez primera en mi
vida, a ponerme de rodillas”. Después de relatar otras dos experiencias que
tuvo, continua diciendo: “ En mis
razonamientos sobre la insolubilidad del problema de Dios no había previsto la
posibilidad de un encuentro real, de persona a persona, aquí abajo, entre un
ser humano y Dios…Por otra parte, en este súbito descenso de Cristo sobre mí,
ni los sentidos ni la imaginación tuvieron parte alguna; sentí solamente a
través del sufrimiento, la presencia de un amor análogo al que se lee en la
sonrisa de un rostro amado”.[viii] En su libro “Echar raíces”, obra encomendada por Charles de Gaulle, para reconstruir
Francia tras la Segunda Guerra mundial, afirma que la obra de de San Juan de la
Cruz es un tratado rigurosamente científico de cómo el alma humana puede acceder a Dios.[ix]
Francisco de Asís pasó en su vida personal todo el proceso vital necesario para
un conocimiento real, vivo de Dios. Conocimiento vivo en el sentido de que no
se trata sólo de un contacto intelectual, a veces frío, sin que intervengan los
sentidos, sino que en el proceso vital que lleva al desarrollo de la
inteligencia espiritual, intervine en ese proceso, en determinados momentos, la
afectividad; en términos filosóficos, interviene la voluntad.
Hoy después de 500 años de modernidad, y viviendo en una época de tránsito llamada postmodernidad, se redescubre la dimensión espiritual, como fundamental para el ser humano, como una dimensión que le es propia; así pues, nos encontramos que el concepto de razón de la modernidad no agota todas las dimensiones del hombre. La Razón moderna estaba reducida, prácticamente, a las ciencias de la matemática y de la física, y por tanto todo aquello que saliera de este ámbito, de estos métodos, estaba fuera de la realidad; no existía, y si existía, era sólo como algo ilusorio. Juan Fernando Ortega en su libro: Introducción al pensamiento de María Zambrano y parafraseando la obra de esta dice: La obra de Zambrano es un intento de superación del largo ciclo racionalista que, arrancando desde Parménides, parece encontrar en nuestros días su fin; aunque ante cada bloque racionalista, en su misma época hay una respuesta; así nos dice María en Un saber sobre el alma : Tomas Kempis responde a Tomas de Aquino, y yo añadiría al meister Eckhart; Epicteto a Aristóteles; Kierkegaard, desesperado, a Hegel. Es la desnudez del ser del hombre, su esencia irreductible, que clama (…); lo que en tales voces clama es la experiencia, el saber de la experiencia (…) un secreto atropellado, cuando menos olvidado, por el saber universal. Es la experiencia de algo que no ve consumado en la ciencia su celo, de que la ciencia no ha reparado en alguna cosa, tal vez porque no iba a saber verla, y la aparta a un lado porque no sabe qué hacer con ella. Y esto que la Ciencia no sabe reducir, son ciertos estados de la vida humana, ciertas situaciones por que el hombre pasa y ante las cuales la forma enunciativa de la ciencia no tiene fuerza, ni valor. Porque sabe esta experiencia que las verdades pueden estar frente a nosotros, duras e invulnerables, estériles e impotentes a la vez”.[x]
Hoy después de 500 años de modernidad, y viviendo en una época de tránsito llamada postmodernidad, se redescubre la dimensión espiritual, como fundamental para el ser humano, como una dimensión que le es propia; así pues, nos encontramos que el concepto de razón de la modernidad no agota todas las dimensiones del hombre. La Razón moderna estaba reducida, prácticamente, a las ciencias de la matemática y de la física, y por tanto todo aquello que saliera de este ámbito, de estos métodos, estaba fuera de la realidad; no existía, y si existía, era sólo como algo ilusorio. Juan Fernando Ortega en su libro: Introducción al pensamiento de María Zambrano y parafraseando la obra de esta dice: La obra de Zambrano es un intento de superación del largo ciclo racionalista que, arrancando desde Parménides, parece encontrar en nuestros días su fin; aunque ante cada bloque racionalista, en su misma época hay una respuesta; así nos dice María en Un saber sobre el alma : Tomas Kempis responde a Tomas de Aquino, y yo añadiría al meister Eckhart; Epicteto a Aristóteles; Kierkegaard, desesperado, a Hegel. Es la desnudez del ser del hombre, su esencia irreductible, que clama (…); lo que en tales voces clama es la experiencia, el saber de la experiencia (…) un secreto atropellado, cuando menos olvidado, por el saber universal. Es la experiencia de algo que no ve consumado en la ciencia su celo, de que la ciencia no ha reparado en alguna cosa, tal vez porque no iba a saber verla, y la aparta a un lado porque no sabe qué hacer con ella. Y esto que la Ciencia no sabe reducir, son ciertos estados de la vida humana, ciertas situaciones por que el hombre pasa y ante las cuales la forma enunciativa de la ciencia no tiene fuerza, ni valor. Porque sabe esta experiencia que las verdades pueden estar frente a nosotros, duras e invulnerables, estériles e impotentes a la vez”.[x]
Es cierto el
filósofo ha tenido que abrir los ojos ante una realidad más amplia y más
profunda que la descubierta por toda la modernidad, y por no alargar la conferencia, renuncio a
analizar la relación de la modernidad con la Segunda Guerra Mundial, pero es
muy interesante para este análisis la obra tanto de Hannah Arendt como la del
Premio Príncipe de Asturias Zygmunt Bauman, en su libro Modernidad y Holocausto,[xi].
En nuestro país, han surgido tres
importantes reflexiones, que han abierto caminos nuevos, con la idea de superar
el racionalismo y poder abrazar la realidad, toda, si es que se puede. Estas
tres nuevas vías de reflexión son:
1.-La razón vital de Ortega.
2.-La razón
fronteriza de Eugenio Trías.
3.-La razón
poética de María Zambrano.
María
Zambrano propone un método llamado Razón-poética: <<la síntesis entre el
logos poético y el logos filosófico, en principio inconciliable, se resuelve en
la palabra, ahondando en sus raíces, en su germen obscuro en que aún filosofía
y poesía son una misma cosa, porque toda contradicción se resuelve
–dice Zambrano- ahondando, penetrando en el
subsuelo, donde las raíces se entrecruzan y confunden. A este fondo
obscuro de donde brotan filosofía y poesía Zambrano lo llama “lo sagrado”. El
místico desciende a esos ínferos y emerge de ellos gracias a la palabra. La
palabra es el puente tendido de lo místico a lo racional. Por ello –dirá
Ortega- “es curioso y (…) paradójico que en todos los lenguajes del mundo los
clásicos del idioma, del verbo, hayan sido los místicos. (…) El primer momento
del describir comprensivo de esa realidad es la palabra y su método la
razón-poética>>[xii].
Hemos hecho
un largo recorrido, y ha quedado patente el interés de la filosofía por la
mística. Éste podría ser aún más extenso y profundo; se podría hablar de las
implicaciones neuronales en la experiencia religiosa, ya que el cuerpo
participa de ese encuentro con Dios, de los momentos de oración, sin que las bases
neuronales den cuenta totalmente de la vida del hombre; con respecto a este
tema, neurología y filosofía En lo tocante a la ética, se puede leer el libro
de la catedrática de ética Adela Cortina “Neuroética
y neuropolítica, sugerencias para la educación
moral” , publicado en Tecnos en el 2011. También podríamos haber hablado de
las experiencias místicas del gran pensador Wittgenstein y su discípula y
albacea testamentaria, la filósofa Anscombe. Podríamos concluir con el libro
del profesor de filosofía Francesc Torralba, “La inteligencia espiritual”,
donde, tras hacer un recorrido por los diversos tipos de inteligencias: la
analítica, la emocional, y la inteligencia espiritual. Nos presenta a ésta
última como una dimensión más dentro de la mente humana. Sin embargo, quisiera
concluir con la fenomenóloga Edith Stein, que en su libro “Ser finito y eterno, ensayo
de una ascensión al sentido del ser”, afirma: <<en mi ser yo me
encuentro entonces con otro ser que no es el mío, sino que es el sostén y fundamento
de mi ser que no posee en sí mismo ni sostén ni fundamento. Puedo llegar por
dos vías a ese fundamento que encuentro dentro de mí mismo a fin de conocer al
ser eterno”[xiii]. Según
esta filósofa, hay dos caminos para acceder a Dios: uno el filosófico, como
hemos visto, distintos pensadores provenientes, tanto de la filosofía como de
la psiquiatría; y otro, el camino de la fe. Stein ha recorrido los dos caminos.
Viniendo de la fenomenología, descubre en el Libro de la vida de Santa Teresa la verdad. Edith ingresó en un
convento de clausura para hacer este recorrido, de encuentro con Dios y con las
hermanas religiosas, al nivel que hemos visto en la obra de Martin Buber. El
desarrollo de la madurez humana, del progreso en el proceso de individuación a
estos niveles, requiere de un camino que ocupa toda la vida de una persona.
Stain, tomando del Libro de las moradas de Santa Teresa, mostrará este
recorrido.
Concluyendo,
en este marco conventual, espacio, con la misma luz que la Porciúncula, que
durante 400 años numerosas mujeres han buscado, encontrado y seguido a Dios,
convertido éste lugar en luz que ha acompañado en su desarrollo histórico a la
ciudad de Alhama de Granada. Estas mujeres, al entrar en comunión con Dios y
entre ellas, de forma indirecta le han dicho a los hombres: así se llega a ser
un hombre de los pies a la cabeza. En mis años de investigación en el colegio
notarial de Granada, en los protocolos notariales de Alhama me encontré, un
acta de perdón. Un señor dice “yo perdono como padre al asesino de mi hijo, y
no encuentro razón para ello, mas que porque soy cristiano, pues Creo en Dios y
en su perdón”.
Invitaron a
Albert Camus a dar una conferencia a un monasterio francés, llevaba ésta el título: “¿Qué esperan los no
cristianos de los cristianos?” A lo que él respondió, como no cristiano,
nosotros esperamos de vosotros que lo seáis, que seáis cristianos.
José Antonio Espejo Zamora
Alhama de Granada 4 de octubre de
2012
[i] FRANKL,
VIKTOR, Logoterapia y análisis
existencial, textos de cinco décadas, ed. Herder, 2003, pp. 77-78.
[v] Editado
por Polly Young-Eisendrath y Terence Dawson, Introducción a Jung, ed. Cambridge University Press, 1999, p. 415.
[xi]
BAUMAN, ZYGMUT, Modernidad y Holocausto,
ed. sequitur, 2006: “Auschwitz fue también una extensión rutinaria del moderno
sistema de producción. En primer lugar de producir mercancías, la materia prima
eran seres humanos y el producto final era la muerte: tantas unidades al día
consignadas cuidadosamente en las tablas de producción del director. De las
chimeneas, símbolo del sistema moderno de fábricas, salía humo acre producido
por la cremación de la carne humana. La red de ferrocarriles, organizada con
acierto, llevaba a las fábricas un nuevo tipo de materia prima. Lo hacía de la
misma manera que con cualquier otro cargamento. En las cámaras de gas, las
víctimas inhalaban el gas letal de las bolitas de ácido prúsico, producidas por
la avanzada industria química alemana. Los ingenieros diseñaron los crematorios
y los administradores, el sistema burocrático que funcionaba con tanto
entusiasmo y tanta eficacia que era la envidia de muchas naciones. Incluso el
plan general era u reflejo del espíritu
científico moderno que se torció. Lo que presenciamos no fue otra cosa que un
colosal programa de ingeniería social”. P. 29.
[xii] MUÑOZ
ORTEGA, JUAN FERNANDO, Introducción al
pensamiento de María Zambrano, ed. Fondo de Cultura Económica, 1994, pp.
50-67.
[xiii]
STEIN, EDITH, Ser finito y ser eterno,
ensayo de una ascensión al sentido del Ser, ed. Fondo de Cultura Económica,
1996, pp. 75-76.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminar