LUZ DEL DOMINGO
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Monasterio de Silos |
Domingo, 24 de enero de 2016
TERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
CICLO C
Primera
lectura: Nehemías 8, 2-4 a. 5-6. 8-10
Salmo responsorial: Salmo 18
Segunda lectura: 1 Corintios 12, 12-30
EVANGELIO: Lucas 1, 1-4; 4, 14-21
1 1Dado
que muchos han intentado hacer una exposición ordenada de los hechos que se han
verificado entre nosotros,2según lo que nos transmitieron los que
desde un principio fueron testigos oculares y llegaron a ser garantes del
mensaje, 3he resuelto yo también, después de investigarlo todo
de nuevo con rigor, ponértelo por escrito de forma conexa, excelentísimo
Teófilo,4para que compruebes la solidez de las enseñanzas con que
has sido instruido.
4 14Con la fuerza
del Espíritu regresó Jesús a Galilea, y la noticia se difundió por toda la
comarca. 15Enseñaba en aquellas sinagogas, y todos se hacían
lenguas de él.
16Llegó a Nazaret, donde se había criado. El
sábado entró en la sinagoga, según su costumbre, y se levantó para tener la
lectura. 17Le entregaron el volumen del profeta Isaías y,
desenrollando el volumen, dio con el pasaje donde estaba escrito:
18El Espíritu del Señor descansa sobre mí,
porque él me ha ungido.
Me ha enviado a dar la buena noticia a los
pobres,
a proclamar la libertad a los cautivos
y la vista a los ciegos,
a poner en libertad a los oprimidos,
19 a proclamar el año favorable del
Señor (Is 611 2)
20Enrolló el volumen, lo devolvió al
sacristán y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en el 21y
empezó a hablarles:
-Hoy ha quedado cumplido este pasaje ante
vosotros que lo habéis escuchado.
COMENTARIOS
I
AMNISTÍA DIVINA
Como judío, Jesús acudía cada sábado
a la sinagoga (palabra de origen griego que significa 'reunión', y de ahí
'lugar de reunión de los judíos'). La sinagoga era una especie de sucursal o
sucedáneo del templo. En tiempo de Jesús, el culto con sacrificios de animales
estaba centralizado en Jerusalén, donde se hallaba el único santuario del país.
También había un templo con sacrificios de animales en Samaría, pero los
samaritanos eran considerados por los judíos como cismáticos ya desde el siglo
VIII a. C.
La relación estrecha entre la
sinagoga y el templo quedaba patente hasta en su orientación espacial: el
ábside de la misma o el tabernáculo, lugar donde se colocaban los rollos de la
Torá, estaba orientado hacia el templo de Jerusalén. A los rabinos, por lo
demás, les gustaba considerar la sinagoga como un templo en miniatura. El
tabernáculo se hallaba en un espacio denominado (lugar) 'santo', aludiendo al Sancta
Sanciorum del templo de Jerusalén; lugar que estaba separado del
resto de la sinagoga por una cortina, como en el templo jerosolimitano. A lo
largo de las paredes de la sinagoga solía haber bancos para los fieles; en
medio, delante del (lugar) 'santo', sobre un estrado, estaba el púlpito (bimah)
para la lectura de la Escritura, 'Torá o Haftará' (la Ley o los Profetas), así
como para la oración solemne.
Había culto todos los sábados, día
en que Yahvé, según el libro del Génesis (2,2ss), terminó de crear el mundo, tomándose
un descanso de tan ardua tarea.
Cuenta el evangelista Lucas que
Jesús volvió a Nazaret, su patria chica, tras su bautismo, «y entró en la
sinagoga como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para tener la
lectura». Conocido como era ya por su predicación y milagros en la provincia,
tal vez el jefe de la sinagoga -cuya función era dirigir el culto, vigilar el
orden y designar al lector o predicador de turno- le invitó a leer y explicar
la lectura de los Profetas. Por entonces la Biblia hebrea no era entendida por
el pueblo, que hablaba una lengua distinta: el arameo. El lector leía, por
tanto, en hebreo y el meturgeman o traductor traducía al
arameo, al tiempo que comentaba en la lengua vulgar lo leído.
Jesús leyó aquel día un fragmento
del profeta Isaías: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha
ungido para que dé la buena noticia a los pobres. Me ha enviado para anunciar
la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a
los oprimidos, para proclamar el año de gracia del Señor» (Is 61,1-2).
Esta lectura debió llamar la
atención tremendamente, dada la libertad que se tomó el Maestro nazareno al
suprimir una frase del texto sagrado que era sumamente grata a los oídos del
pueblo judío, vejado durante siglos por otros pueblos, animoso y deseoso de
que Dios se vengara de los pueblos que lo oprimieron. El párrafo de Isaías,
tras aludir al «año de gracia del Señor», continuaba: «para proclamar el
desquite de nuestro Dios».
El ritual de la sinagoga prohibía
que el lector o comentarista añadiese o suprimiese verso alguno de la lectura
de turno. El atrevimiento de Jesús provocó la reacción de sus paisanos e hizo
que «toda la sinagoga tuviese los ojos fijos en él». Pero la cosa no quedó ahí.
Jesús, «enrollando el volumen, lo devolvió al sacristán y se sentó. Y empezó a
hablarles: Hoy, en vuestra presencia, se cumple este pasaje».
Con la supresión de la frase de
Isaías «el desquite de nuestro Dios», Jesús había terminado la lectura del
texto-base de su futura actuación. Lo suyo sería proclamar el perdón y el amor
de Dios no sólo para su pueblo, sino para todos los pueblos de la tierra,
incluidos los enemigos del pueblo elegido. Jesús venía de parte de Dios a
cancelar, de una vez para siempre, la ola de venganza que, a lo largo de la
historia, había ido tomando carta de ciudadanía en el corazón humano. Lo del
Dios de Jesús era proclamar el «año de gracia», perdonar, olvidar, cancelar
del diccionario de las relaciones humanas realidades tan tristes como el
desquite, la venganza, la revancha, el odio, la represalia, la ley de 'talión'
con su famoso «ojo por ojo y diente por diente» (Ex 21,23-25).
II
EL PROYECTO DE JESUS
Cierto que Jesús vino a hacer
posible un mejor entendimiento del hombre con Dios. Pero para poder entenderse
completamente con Dios, el hombre debe primero ser totalmente hombre: consciente
de su dignidad, dueño de su destino, libre..., liberado. Ese es el proyecto de
Jesús que, aunque se realizará con la fuerza del Espíritu, se dirige al hombre
entero: a su carne y a su espíritu, a su conocimiento y a su corazón.
UNGIDO
Llegó a Nazaret, donde se había
criado. El sábado entró en la sinagoga, según su costumbre, y se levantó para
tener la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías, y desenrollando
el volumen, dio con el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor
descansa sobre mí, porque él me ha ungido...
Mesías es una palabra que significa
«ungido» y que hace referencia a una costumbre existente en Israel y en algunos
pueblos de su entorno que consistía en ungir con perfume a determinados
personajes el día en que se les encomendaba una determinada tarea, como, por
ejemplo, al rey el día de su coronación, al sumo sacerdote el día que asumía su
función, etc. La unción indicaba, pues, el encargo de una misión. En tiempos de
Jesús, sin embargo, la palabra Mesías se refería a un enviado de Dios que todo
el pueblo estaba esperando para que resolviera de manera definitiva todos los
problemas que hacían sufrir a la nación y al pueblo israelita.
Jesús, declarado Mesías el día de su
bautismo, fue entonces ungido; pero no con perfume, sino con el Espíritu mismo
del Padre, Dios, para que llevara a cabo la tarea que le había sido encomendada
y el compromiso que él, en el mismo bautismo, había aceptado (Lc 3,21-22.
Véase comentario núm. 29).
Para presentar su mensaje, Jesús se
dirigía siempre adonde la gente se encontraba reunida, a las sinagogas, en
donde se reunían los judíos cada sábado a escuchar la lectura de la Ley y los
Profetas y a recitar salmos y oraciones. Y cuando llega a Nazaret, su pueblo,
adonde seguramente había llegado la fama de sus predicaciones, lo invitan a
hacer y comentar la lectura del día. Le dan un volumen, y Jesús, con suma
libertad, mezcla dos párrafos del profeta Isaías (61,1-2 y 58,6) y corta uno de
ellos por donde le parece que el texto del profeta no refleja adecuadamente el
ser de Dios. Y al terminar afirma que aquellas palabras se están cumpliendo en
ese momento, delante de quienes lo están escuchando. Así se declara el Mesías
-ungido- enviado por Dios: «Hoy ha quedado cumplido este pasaje ante vosotros
que lo habéis escuchado».
PARA LA LIBERACION
... me ha enviado a dar la buena
noticia a los pobres, a proclamar la libertad a los cautivos y la vista a los
ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a proclamar el año favorable del
Señor.
El es el Mesías, y el que acaba de
proclamar, usando palabras del profeta Isaías, es su proyecto: devolver la
libertad a los que no la tienen porque, de una u otra manera, con cadenas o
mediante el miedo, otros se la han arrebatado. El viene a devolver la
conciencia a los hombres que, ciegos por cualquier razón, no son capaces de
reconocer la imagen y la presencia de Dios en el ser humano, en ellos mismos. Y
acabar con la más cruel de todas las esclavitudes, el miedo a Dios, también es
objeto de la acción liberadora del Mesías; a partir de ahora nadie tendrá
motivos para temer a Dios, nadie podrá asustar a los hombres en nombre de Dios:
la lectura de Isaías termina en el original con una amenaza, el anuncio de «el
día de la venganza de nuestro Dios»; Jesús censura y no lee esa frase, pues con
su misión comienza una nueva época en la que las relaciones de Dios con sus
criaturas se basarán exclusivamente en el amor, el amor de Dios a la
humanidad. Como siempre había sido, aunque algunos hombres se habían empeñado
en cargar sus propias venganzas en las espaldas de Dios.
En tiempos de Jesús había varias
maneras de entender la misión del Mesías: las dos principales consideraban que
el Mesías tendría la misión de hacer que la gente fuera más buena, más
religiosa, que estuviera más atenta a sus relaciones con Dios. Según otros, la
tarea del Mesías sería devolver su poder, su grandeza y su orgullo a la nación
israelita. Todos iban a quedar decepcionados con el Mesías Jesús.
Si en la sinagoga de Nazaret había
algunos que esperaban un Mesías ocupado preferentemente de las cuestiones
religiosas, éstos fueron los primeros que debieron experimentar una gran
frustración: las palabras de Isaías con las que Jesús presenta su proyecto no
hablan de Dios más que en una dirección: de arriba abajo, de Dios hacia el
hombre. Dios ha concedido la fuerza de su Espíritu al Mesías no tanto para que
logre que el pueblo se preocupe de Dios, sino para mostrar a los hombres hasta
qué punto y por qué son ellos objeto de la preocupación de Dios: a Dios le
preocupa la felicidad de los hombres y, en especial, que los que por cualquier
razón no son realmente libres puedan llegar a serlo, y así, puedan realizar
plenamente su proyecto: ser imágenes suyas, ser hijos suyos; por eso los
ciegos, los pobres, los presos, los oprimidos... constituyen la principal
preocupación de Dios, y ellos ocuparán el centro de la atención del Mesías y
-así debería ser- de los seguidores de este Mesías.
Los que esperaban un Mesías nacionalista también quedaron
decepcionados.
III
EL PROLOGO
DE LA DOBLE OBRA DE LUCAS
El Evangelio de Lucas (sigla: Lc) y
el libro de los Hechos de los Apóstoles (sigla: Hch) no constituyen dos obras
independientes, destinadas a recopilar datos sobre Jesús (el Evangelio) y
sobre la iglesia primitiva (Hechos), a modo de una crónica de hechos y dichos
de personajes importantes, sino una obra doble (sólo recientemente se ha
empezado a hablar en los círculos de exegetas de la «doble obra lucana»)
destinada a la edificación de la comunidad creyente, escrita en forma de
díptico: dos libros formando un solo volumen.
La repetición de unos mismos temas
al final del Evangelio (Lc 24) y al comienzo de los Hechos (Hch 1,3-14) religa
los dos libros. El prólogo del Evangelio es válido para ambos, como lo
demuestra el hecho de que al inicio del segundo libro se haga referencia a los
contenidos del «primer libro» relativos a los «hechos y dichos de Jesús» y a la
«misión» encomendada por él a los apóstoles, a la par que se repite el nombre
de «Teófilo» como destinatario único de la obra. La actividad y la enseñanza de
Jesús narradas en el Evangelio permiten enjuiciar -por analogía o contraste
con el modelo- las tendencias existentes en el seno de la iglesia primitiva que
aparecen en Hechos.
He aquí, de forma estructurada, el
prólogo de la doble obra lucana:
«Dado que muchos han intentado hacer
una exposición ordenada de los
hechos
que se han verificado entre nosotros,
según lo que nos transmitieron
los que desde un principio fueron
testigos oculares
y llegaron a ser garantes del
mensaje,
he resuelto yo también,
después de investigarlo todo de
nuevo con rigor,
ponértelo por escrito de forma
conexa,
excelentísimo Teófilo,
para que compruebes la solidez de
las enseñanzas
con que has sido instruido» (Lc
1,1-4).
Lucas presupone la existencia de
evangelios -literalmente habla de «muchos» intentos-, escritos en conformidad
con una tradición vivida en el seno de la comunidad cristiana («entre
nosotros», «nos transmitieron»), tradición que se remonta a los «testigos
oculares» (primera generación) que fueron reconocidos por las comunidades
creyentes como depositarios auténticos («garantes») del mensaje.
Entre estos «muchos» -probablemente
una hipérbole- que «han intentado hacer una exposición ordenada» de los hechos
de Jesús hay que contar en primer lugar el Evangelio de Marcos (Mc): dos
terceras partes de Mc han sido asumidas por el Evangelio de Lucas. Con Mateo
(Mt) tiene en común una serie de "logia" (sentencias, parábolas,
dichos), que muchos atribuyen a una fuente común (denominada «Q», de «Quelle» =
fuente, en alemán), si bien no parece absolutamente necesario postular una
fuente independiente. Lucas habla adrede de muchas exposiciones ordenadas de
los «hechos» de Jesús; no alude a ninguna colección de «dichos». (Poseemos,
ciertamente, dos colecciones de sentencias al estilo de la presunta «Q» en los
llamados «Evangelio de Tomás» y «Evangelio de Felipe», pero son de índole
heterodoxa, pues estos «evangelios» prescinden de todo lo que haga referencia
al compromiso humano de Jesús.)
Con Juan (Jn), por otro lado, Lucas
tiene una serie de motivos comunes que presuponen interdependencia; la mayoría
de autores considera que Jn es posterior a Lc; yo me inclino más bien por una
dependencia de Lc respecto de Jn. ¿Conocía Lucas otros «evangelios»? Es muy
probable.
El hecho de que Lucas califique de
«intentos» las obras de sus predecesores, podría indicar que no las considera definitivas,
sea porque las juzga incompletas o porque no responden ya a las nuevas
circunstancias en que se encuentran sus comunidades, sea porque las considera
tendenciosas (en el caso que se inspirase en colecciones de dichos de
procedencia dudosa). De otro modo no habría «resuelto» «investigarlo todo de
nuevo». Lucas emprende una investigación «rigurosa», a fin de poner en claro
las omisiones y deficiencias que, a su juicio, tenían las obras anteriores.
Finalmente decide «ponerlo por escrito de forma conexa», señalando la sucesión
lógica de los acontecimientos, las mutuas conexiones, la evolución interior de
determinados personajes, la encarnación del mensaje de Jesús en comunidades y
personas concretas, etc., así como ordenando los materiales según determinadas
figuras retóricas, estableciendo paralelismos, marcando crescendos,
configurando dípticos, trípticos, etc.
La tarea emprendida por Lucas tiene
una finalidad pastoral: que los lectores, personificados por «Teófilo» (= el
amigo de / querido por Dios), puedan «comprobar la solidez de las enseñanzas»
que habían recibido durante el catecumenado previo a la iniciación cristiana.
Lucas quiere confirmar la autenticidad de ese mensaje.
No se trata, pues, de una simple
exposición de los hechos, en orden a componer una historia de Jesús (Lc) o de
la iglesia (Hch). Más bien se trata de lo que hoy llamaríamos una «catequesis
de adultos», destinada a profundizar las cuestiones relativas a la fe/adhesión
a Jesús y su mensaje. El suyo no es, por consiguiente, un proyecto
apologético, sino un discurso teológico que quiere incidir en la vida de las
comunidades cristianas y en su compromiso concreto. Siguiendo el modelo de
Jesús y rehaciendo el proceso que se vieron obligados a recorrer los primeros
creyentes hasta llegar a comprender y asimilar su mensaje, el «lector» saldrá
enriquecido y podrá disponer de pautas válidas para la predicación.
Hablo de un «lector» (entre
comillas), porque estas obras no fueron escritas pensando en lectores modernos,
sino en «lectores» que las proclamasen en público y explicasen sus contenidos,
es decir, en «evangelistas». Estos habían sido adiestrados en las técnicas del
género literario «evangelio», con el fin de que las pudieran explicar en forma
de homilía en las reuniones semanales de la comunidad. La estructuración de la
obra a base de secciones, secuencias y pericopas (estas últimas constituyen las
unidades menores, perfectamente delimitadas, que tienen sentido por sí mismas)
está condicionada por esta enseñanza cíclica.
Pero Lucas no se contenta con el
género «evangelio», el único -si exceptuamos el capitulo 21 de Jn- cultivado
por sus predecesores. No le basta con la exposición ordenada de los hechos
relativos a Jesús y decide componer un segundo libro, el mal llamado «Hechos de
los Apóstoles», con el fin de seguir el desarrollo ulterior de la «buena
noticia» (= evangelio, del griego euaggelion) en las primeras
comunidades. Detrás de este propósito se adivina la situación de las
comunidades «teófilas», a las que Lucas dirige su doble obra, y sus problemas
más candentes. En verdad, muchos de los problemas que hoy nos acucian, Lucas
ya se los había planteado, de tal manera que el seguimiento que hace de ellos
en el seno de las primeras comunidades, aunque hayan cambiado notablemente los
ingredientes culturales, continúa siendo útil para nosotros.
El Evangelio de Lucas se compone de
siete secciones. Las dos primeras contienen una presentación global de los dos
personajes clave de 1a historia de la salvación: Juan Bautista y Jesús Mesías.
Juan representa el punto culminante de todo el Antiguo Testamento (AT), de la
Alianza que Dios había hecho con el pueblo de Israel, pero que había quedado
obsoleta al establecer Jesús una nueva con su muerte; Jesús, el Hombre nuevo,
es el iniciador de la nueva y definitiva Alianza de Dios con la humanidad.
En la primera sección (Lc 1,5-2,52)
presenta a grandes rasgos los dos personajes, insistiendo en los respectivos
condicionamientos que los rodean y en la novedad que aportarán. En la segunda
(3,1-4,44) esboza globalmente la misión precursora de Juan como Bautista y la
misión liberadora de Jesús como Mesías.
La tercera sección (5,1-6,11)
contiene la llamada del Israel histórico, tanto el ortodoxo como el heterodoxo.
La cuarta (6,12-9,50) traza el retrato robot, es decir, los rasgos maestros de
la figura de Jesús. La quinta (9,51-19,46), la más extensa, es la sección del
viaje de Galilea a Jerusalén atravesando Samaría. La sexta (19,47-21,38) abraza
el período de enseñanza y la polémica de Jesús en el templo. Finalmente, la
séptima sección (22,1-24,53) describe la última y definitiva Pascua de Jesús,
el éxodo del Mesías.
CUALQUIER LECTURA REDUCTIVA DE LA BIBLIA
PROMUEVE EL FANATISMO RELIGIOSO
El primer episodio tiene lugar en la
sinagoga de Nazaret, bastión del nacionalismo más exaltado, merced a su
complicada orografía, que favorecía la resistencia armada contra las tropas de
ocupación. Jesús regresa a su pueblo con la aureola de predicador / taumaturgo
de que viene rodeado por su actividad en Cafarnaún (cf. 4,23). Jesús tiene por
costumbre acudir a la sinagoga el sábado, para enseñar y encontrarse con el
pueblo (4,15). En Nazaret, sin embargo, proclama el cambio total que se ha
producido en su vida después de la gran experiencia de Dios que ha tenido en el
Jordán. Jesús tiene ahora plena conciencia de ser el Mesías que ha de inaugurar
el reinado definitivo de Dios en la historia de la humanidad. Pero sabe muy
bien que su mesianismo no comulga con el triunfalismo que lo rodea. Las
tentaciones del desierto han servido para clarificar este concepto.
El ambiente de la sinagoga es de
suma expectación. Pretende que Jesús se pronuncie públicamente a favor de la
causa nacionalista y que se ponga del lado de los fanáticos. Jesús es quien
toma la iniciativa de levantarse para tener la lectura. El responsable de la
sinagoga pone en sus manos el rollo del profeta Isaías, que contenía ciertas
profecías mesiánicas que todos se sabían de memoria. Jesús abre el volumen en
el pasaje preciso (4,17: «dio», después de buscarlo, «con el pasaje donde
estaba escrito») donde se habla sin ambages del cambio histórico que el Mesías
debía llevar a cabo a favor de Israel y contra las naciones paganas que lo
oprimen. Lee en voz alta este pasaje, pero interrumpe la lectura al final del
primer hemistiquio de un verso, silenciando el otro hemistiquio que todos
esperaban. El texto de Isaías (61,ls) decía:
«El Espíritu del Señor descansa
sobre mí,
/ porque él me ha ungido...
para proclamar el año favorable del
Señor
/ y el día del desquite (de Dios).»
Jesús proclama que la profecía se
acaba de cumplir en su persona (4,21: «Hoy ha quedado cumplido este pasaje ante
vosotros que lo habéis escuchado») y centra su homilía en la inauguración del
Año Santo por excelencia, «El año favorable del Señor», pero omite cualquier
referencia al desquite / castigo contra el Imperio romano opresor.
IV
En el libro de Nehemías se nos
cuenta de una lectura pública y solemne del libro de la ley de Dios, el que
nosotros los cristianos llamamos Pentateuco y en cambio los judíos designan
como "Torah", Ley. Estamos a finales del siglo V AC, los judíos hace
pocos años que han regresado del destierro en Babilonia y a duras penas han
logrado reconstruir el templo, las murallas de la ciudad, sus propias casas.
Enfrentan la hostilidad de muchos vecinos envidiosos que los emperadores persas
les hayan permitido regresar. Les hace falta urgentemente una norma de vida,
una especie de "constitución" por medio de la cual puedan regirse en
todos las aspectos de la vida personal, social y religiosa. Esdras, un líder
carismático, respetado por todos y considerado levita y escriba, es decir,
sacerdote y maestro, les da esa ley, esa constitución que necesitan,
proclamando solemnemente, ante todo el pueblo reunido, la santa Ley de Dios. Ya
vimos como respondió la gente: comprometiéndose a cumplirla y guardarla,
llorando sus infidelidades y, a instancias de sus líderes, celebrando una
fiesta nacional: la fiesta de la promulgación de la Ley divina. Desde ese
remoto día, quinientos años antes de Jesucristo, hasta hoy, los judíos ordenan
sus vidas según los mandatos de la Torah o Pentateuco.
El texto de Lc 4, 14ss era un texto
sin relevancia en la vida práctica de la comunidad cristiana hasta hace sólo 50
años, un texto olvidado, como tantos otros que hoy nos parecen fundamentales.
Fue la teología latinoamericana la que puso de relieve este texto como capital.
Lucas lo pone al inicio de la vida pública de Jesús. Puede que no corresponda a
algo que aconteciera realmente al principio (Juan, de hecho, pone otros pasajes
como comienzo de su evangelio), pero lo fue en su significación. O sea, tal vez
no ocurrieron las cosas así (y no es posible saberlo históricamente), pero
Lucas tiene razón cuando sitúa esta escena en su evangelio como un inicio
programático que contiene ya, en germen, simbólicamente, toda su misión.
Jesús, sin duda, tuvo que
interpretar muchas veces su propia vida con estos textos proféticos de Isaías.
Parece obvio que Jesús vio su vida como el cumplimiento, como la prolongación
de aquel anuncio profético de la “Buena Noticia para los pobres”. La misión de
Jesús es el anuncio de la Buena Noticia de la Liberación. La
"ev-angelización" ("eu angelo" = buena noticia) no es más
que una forma de la liberación, la "liberación por la palabra".
Las aplicaciones son muchas, y
bastante directas:
-La misión cristiana hoy,
continuando la misión de Jesús, tiene que ser... eso mismo, o sea:
"continuación de la misión de Jesús", en sentido literal y directo.
Ser cristiano, en efecto, será «vivir y luchar por la Causa de Jesús», sentirse
llamado a proclamar la Buena Noticia de la Liberación, entendiéndolo en su
literalidad más material también: la "Buena Noticia" tiene que ser
«buena» y tiene que ser «noticia». No se puede sustituir semánticamente por el
«catecismo» o la «doctrina». Jesús no vino a enseñar "la doctrina";
la "evangelización" de Jesús no fue una «catequesis
eclesiástico-pastoral»...
-La misión de Jesús no puede
pretender ser neutral, "de centro", "para todos sin distinción",
no inclinada ni para los ricos ni para los pobres... como pretenden tantas
veces quienes confunden la Iglesia con una especie de anticipo piadoso de la
Cruz Roja... Lo peor que podría decirse del evangelio es que fuese neutral, que
no se pronuncia, que no opta por los pobres. La peor ideología sería la que
ideologiza el evangelio de Jesús diciendo que es neutro e indiferente a los
problemas humanos, sociales, económicos y políticos, porque se referiría sólo a
"lo espiritual"...
-Puede ser bueno recordar una vez
más: Jesús está lejos de la beneficencia y del asistencialismo... No se trata
de "hacer caridad" a los pobres, sino de inaugurar el orden nuevo
integral, el único que permite hablar de una liberación real... Es importante
caer en la cuenta de que muchas veces que se habla de opción “preferencial” por
los pobres se está claramente en una mentalidad asistencial, muy alejada del
espíritu de Lc 4, 14ss.
-La palabra evangelizadora, o es
activa y práctica en la praxis de liberación, o es anti-evangelizadora. La
palabra evangelizadora no es palabra de teoría abstracta. Es una palabra que
hace referencia a la realidad y la confronta con el proyecto de Dios.
"Evangelizar es liberar por la palabra" (Nolan). Una palabra que no
entra en la historia, que no se pronuncia, que se mantiene por encima de ella o
en las nubes, que no moviliza, no sacude, no provoca solidaridad (ni suscita
enemigos)... no es heredera de la «pasión» del Hijo de Dios.
Algunos recursos para trabajar
catequéticamente este evangelio y este tema:
- Albert NOLAN, dominico
sudafricano, tiene unas páginas muy bellas sobre el texto de Lucas de hoy, en
su libro ¿Quién es este hombre? Jesús antes del cristianismo, Sal Terrae 1981,
capítulo 6 sobre "El Reino de Dios" (pág. 75-83 en nuestra edición).
El libro puede recogerse en la Biblioteca de Koinonía: http://servicioskoinonia.org/biblioteca
- Los hermanos LÓPEZ VIGIL, en su
obra Un tal Jesús dramatizan este texto de Lucas en su capítulo 22, resultando
ser un buen material pastoral sobre el que montar una sesión de estudio
bíblico. Los jóvenes pueden incluso representarlo teatralmente o como teatro
leído. El "discurso" que los autores ponen noveladamente en boca de
Jesús tiene una elaboración teológica muy fina. La interpretación que proponen
al "Hoy se cumple esta Escritura" ("hoy nos ponemos en
marcha") es muy sugerente. En su libro, del mismo título (Lógez Ediciones,
Salamanca, 2ª ed. de 1984, pág. 153-160), ofrecen un bello y atinado comentario
a este episodio en su capítulo 22. El guión y el comentario pueden ser tomados
también de la red, en http://www.untaljesus.net/texesp.php?id=1100022 El audio puede ser
escuchado o recogido aquí: http://www.untaljesus.net/audios/cap22b.mp3
Para la revisión de vida
Las
palabras de Isaías que se aplicó Jesús no son sólo para un «Hijo de Dios», sino
para todos los hijos e hijas de Dios... ¿Se cumplen en mí? ¿Me siento también
yo «enviado a dar la Buena Noticia a los pobres»...? ¿Es mi vida una buena
noticia para los pobres?
Para la reunión de grupo
¿Qué significa hoy anunciar la Buena
Noticia de la liberación en un mundo donde los pobres son inmensas multitudes
en los barrios periféricos de las grandes ciudades, un océano de pobreza en
marea creciente, y están desanimados, desmovilizados, resignados, alienados,
soñando diariamente con la vida burguesa que la telenovela les ofrece cada
tarde-noche?
¿Qué pueden anunciar de utopía de
esperanza (buena noticia para los pobres) quienes de hecho funcionan como si
estuvieran convencidos de que estamos en el "final de la historia", o
sea, de que el neoliberalismo no tiene alternativa, de que “no se puede hacer
nada”, de que estamos en “el mejor de los mundos”, y que los problemas que hay
son solamente "accidentales"? (Esto es lo que de hecho piensan -muchas
veces sin habérselo confesado a sí mismos- muchos cristianos y muchos agentes
de pastoral).
Tomar el capítulo 22 citado de Un
tal Jesús, escucharlo y comentarlo en reunión de grupo de estudio. Es un
ejercicio excelente, no sólo para este domingo, sino para una buena catequesis
sobre la Causa y la Misión de Jesús, y, por tanto, sobre la Misión y la
Identidad cristiana.
Para la oración de los fieles
Por todos los hombres y mujeres que
todavía esperan la buena noticia de su liberación: para que haya también hoy
profetas que se la anuncien, roguemos al Señor.
Por todos los que, consciente o
inconscientemente, piensan que la historia llegó a su final, porque creen que
ya nada se puede conseguir realmente nuevo distinto de este (des)orden actual:
para que el Evangelio les abra a la esperanza...
Por todos los que sirven al pueblo
de Dios con la palabra, los agentes de pastoral: predicadores, catequistas,
educadores, escritores, teólogos, profesores: para que su palabra sea, como la
de Jesús, comprometida y eficaz, encarnada y utópica...
Para que llenos de entusiasmo nos
decidamos con alegría a asumir nuestra misión de seguidores de Jesús,
anunciadores de la Buena Noticia, constructores de un mundo de paz, de
reconciliación universal y de esperanza...
Por todos los que vivimos sin
conflicto, para que nos preguntemos si ello puede obedecer a un incumplimiento
de la misión de dar la Buena Noticia a los pobres...
Oración comunitaria
Oh
Dios que en tantos pueblos y religiones has suscitado desde el principio de los
tiempos, por obra de tu Espíritu, hombres y mujeres capaces de intuir tu amor
liberador por los pobres, y que en Jesús nos has dado a nosotros el modelo
perfecto; haz, te pedimos, que también nosotros "hoy", en nuestro día
a día, demos cumplimiento al sueño de los profetas, sintiéndonos enviados a
anunciar la Buena Noticia a los pobres y a todos los que necesitan convertirse
a los pobres. Nosotros te lo pedimos inspirados por Jesús, hijo tuyo y hermano
nuestro. Amén.
En
esta página del Evangelio (Lc 4,14-21) en la que inspiradamente se reconoce
ungido y enviado a dar su vida por la Causa del Amor-Justicia-Liberador,
reconocemos nosotros un momento alto de la historia evolutiva del Cosmos, de la
Vida, de la Humanidad, como el proceso de procesos que va configurando
progresivamente el milagro originario, inimaginable, creador, desde la
explosión original al ser humano actual. Esta conmoción que Jesús experimenta
en la Sinagoga de Nazaret, como la irrupción de una revelación que lo arrebata
y le hace descubrir la misión de su vida y de la vida del ser humano en
términos de lucha y construcción de la Utopía del Reinado de Dios en la
historia, es para nosotros también un hito decisivo del proceso de revelación
del sentido de la Vida, de la historia y del Cosmos, momento que para nosotros
sigue siendo punto de referencia fundamental, un momento álgido en el proceso
encarnatorio-revelatorio de la Divinidad, de la Realidad misma. El Misterio ha
ido así cobrando forma y presencia desde dentro del ser humano, encarnándose,
condensándose álgidamente en Jesús de Nazaret. Como cristianos, somos personas
que hemos quedado marcadas por esa experiencia espiritual de Jesús, experiencia
que acogemos, interiorizamos, hacemos nuestra y contemplamos llenos de
reverencia.
Estos comentarios están tomados de diversos libros, editados por
Ediciones El Almendro de Córdoba, a saber:
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II.
Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el
hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario.
Ediciones El Almendro.
- Juan. Texto y comentario.
Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en www.elalmendro.org
- El evangelio de Mateo. Lectura
comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional
Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico