LUZ DEL DOMINGO
Domingo, 31 de enero de 2016
CUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
CICLO C
CUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
CICLO C
San Miguel bajo Granada |
Primera
lectura: Jeremías 1, 4-5. 17-19
Salmo responsorial: Salmo 70
Segunda lectura: 1 Corintios 12, 31-13, 13
Salmo responsorial: Salmo 70
Segunda lectura: 1 Corintios 12, 31-13, 13
EVANGELIO: Lucas 4, 21-30
" 21Y empezó a hablarles:
-Hoy ha quedado cumplido este pasaje ante
vosotros que lo habéis escuchado.
22Todos se declaraban en contra extrañados
del discurso sobre la gracia que salía de sus labios y decían:
-Pero, ¿no es éste el hijo de José?
23Él les repuso:
-Seguramente me citaréis el proverbio
aquel: "Médico, cúrate tú"; todo lo que nos han dicho que ha ocurrido
en esa Cafarnaún, hazlo también aquí en tu tierra.
24Y añadió:
-Os aseguro que a ningún profeta lo
aceptan en su tierra. 25Pero no os quepa duda de que en tiempo
de Elías, cuando no llovió en tres años y medio y hubo una gran hambre en toda
la región, había muchas viudas en Israel; 26y, sin embargo, a
ninguna de ellas enviaron a Elías, pero sí a una viuda de Sarepta en el
territorio de Sidón. 27Y en tiempo del profeta Eliseo había
muchos leprosos en Israel y, sin embargo, ninguno de ellos quedó limpio, pero
sí Naamán el sirio.
28Al oír aquello, todos en la sinagoga se
pusieron furiosos 29y, levantándose, lo empujaron fuera
de la ciudad y lo condujeron hasta un barranco del monte sobre el que estaba
edificada su ciudad, para despeñarlo. 30Pero él se abrió paso
entre ellos y emprendió el camino."
COMENTARIOS
I
EL DIOS DE JESÚS
Nadie es profeta en su tierra. La
frase se la debemos al evangelio. La experiencia la padeció Jesús en Nazaret,
entre sus paisanos, en la sinagoga.
Tras proclamar, de parte de Dios,
una amnistía para todos los pueblos de la tierra (Lc 4,14-19), Jesús dio por
inaugurado «el año de gracia del Señor. Enrolló el volumen, lo devolvió al
sacristán y se sentó» (Lc 4,21ss). Los libros, por entonces, tenían un formato
particular: se componían de piezas de papiro, cosidas una a continuación de
otra, de manera que, una vez fijados sus dos extremos en sendos palos o cilindros,
pudieran enrollarse en torno a los mismos. El lector liaba o desliaba el rollo
de papiro, haciendo girar los cilindros hasta encontrar el texto deseado.
«Hoy, en vuestra presencia, se ha
cumplido este pasaje», apostilló el maestro ante una nutrida concurrencia de
paisanos y conocidos. Según Jesús, la era del desquite de Dios, de un Dios
pintado como vengativo, había terminado.
Pero la autoridad que aquel Maestro
se había arrogado, queriendo cambiar incluso la imagen de Dios que tenían los
judíos, llenó de furia a sus paisanos: «Todos se declaraban en contra,
extrañados de que mencionase sólo las palabras sobre la gracia.» Por eso
apelaron a sus humildes orígenes: «Pero ¿no es éste el hijo de José? » -se
preguntaban asombrados-. ¿Quién se ha creído que es? ¿Va a venir éste a darnos
lecciones...?
«Jesús les dijo: Supongo que me
diréis lo del proverbio aquél: 'Médico, cúrate a ti mismo'; haz también aquí en
tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún.»
Ante la evidencia, piden pruebas.
Pero Jesús no se las da. Sólo les invita a recordar el comportamiento de su
Dios en el Antiguo Testamento: «Os aseguro -añadió- que a ningún profeta lo
aceptan en su tierra. Además, no os quepa duda de que en tiempos de Elías,
cuando no llovió en tres años y medio y hubo una gran hambre en todo el país,
había muchas viudas en Israel; y, sin embargo, a ninguna de ellas enviaron a
Elías; lo enviaron a una viuda de Sarepta en el territorio de Sidón. Y en
tiempo del profeta Eliseo había muchos leprosos en Israel y, sin embargo, a
ninguno de ellos curó; sólo a Naamán el sirio.» Dicho de otro modo: el Dios de
Israel, aquel Dios que creían los judíos tener en monopolio, era patrimonio
también de gentes de otra raza, tierra o religión. Prueba de ello era su
comportamiento benéfico para con una pobre viuda de Sidón o un leproso de
Siria, ambos extranjeros. La viuda había perdido a su hijo, y el profeta Elías
se lo devolvió vivo (1 Re 17,1ss); Naamán fue limpiado de su lepra por el
profeta Eliseo tras bañarse siete veces en las aguas del río Jordán (2 Re
5,1ss).
Las palabras de Jesús no agradaron a
sus oyentes, que se habían hecho un Dios a su imagen y semejanza. Por eso trataron
de arreglar el conflicto por la vía rápida: «Al oír esto todos en la sinagoga
se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un
barranco del cerro donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero
Jesús se abrió paso entre ellos y se alejó.»
Aquel día, en Nazaret, en su propio
pueblo, comenzó la pasión de Jesús. Sus mismos paisanos lo sentenciaron a muerte.
Por aquella vez, «Jesús se abrió paso entre ellos y se alejó», si bien no
sabemos cómo. Dos o tres años después, el pueblo entero lo empujaría fuera de
la ciudad, lo subiría a un monte y lo asesinaría colgándolo de un madero. Desde
el día en que habló en Nazaret se veía venir tan trágico final.
Nosotros creemos que no acabó todo con la muerte de
aquel hombre: Jesús se abrió paso entre la muerte y se fue con Dios: un Dios
que no sabe de venganza, que sólo entiende de amor y perdón; el Dios de Jesús,
nuestro Dios.
II
SIN EXCLUSIVISMOS
El proyecto de Jesús encontró muy
pronto oposición, especialmente en los que pretendían poseer a Dios en
exclusiva. Pero Jesús no se arrugó ante las dificultades y, anunciando un Dios
que es amor y gracia para todos, empezó a realizar su programa: construir un
mundo de hermanos en el que todos los hombres pudieran encontrarse, como dice
Pablo, en un camino excepcional: la práctica del amor.
EL PUEBLO ELEGIDO
El pueblo de Israel había nacido
como tal pueblo gracias a una intervención liberadora de Dios: era un pueblo de
esclavos, sin esperanza, hasta que Dios les abrió los ojos por medio de Moisés,
que les hizo tomar conciencia de su situación y les abrió el camino de la
libertad. Transcurrió el tiempo y en aquel pueblo hubo quien se encargó de
volver a cerrar los ojos de los pobres, a veces con la misma religión, para que
no se dieran cuenta de las causas de su pobreza, y los pobres fueron perdiendo
poco a poco, dentro y fuera de las cárceles, su libertad (véanse, por ejemplo,
Os 4,1-9; Am 2,6; 7,10-13). La misma sinagoga, en donde se debería haber recordado
constantemente la actividad liberadora de Dios, se convirtió en venda, en
cárcel, en mazmorra, y por las sinagogas comienza Jesús a realizar su tarea:
continuar la actividad liberadora de Dios para que el hombre pudiera lograrse
plenamente.
La sinagoga, la religión en cuanto
tal, debería haberse constituido en la conciencia del pueblo de Israel, por un
lado, para evitar que se reprodujeran en éste las relaciones de dominio y
sometimiento que habían sufrido en Egipto y que habían sido superadas gracias a
la intervención liberadora de Dios, y por otro lado, y supuesto lo anterior,
para que Israel realizara plenamente su vocación de iluminar la realidad de los
demás pueblos presentando su modo de vivir como lo que Dios quería que fuera la
vida de los hombres. De hecho, los profetas habían concebido la realidad de
Israel como pueblo elegido, como la meta a la que un día llegarían todos los
pueblos (Is 2,2-5; 60,1-9; Miq 4,1-3; Sal 87).
NACIONALISMO EXCLUSIVISTA
Israel no fue capaz de realizar en
ninguno de estos aspectos su vocación. Al contrario, la injusticia y la
opresión fueron práctica habitual entre los dirigentes del pueblo, como denuncian
constantemente los profetas (véanse Jr 23; Ez 34; Am 4,1; 5,7-13). Y la
religión fue utilizada más como un instrumento de dominio de los poderosos que
como conciencia crítica de la realidad social.
Uno de los elementos que los
dirigentes judíos usaron para mantener dominado al pueblo fue convertir en
nacionalismo vacío y excluyente la alegría de haber sido elegidos por Dios y
llevados por El a la libertad; insistiendo en que Israel era el mejor, el más
grande, incluso el más santo de todos los pueblos, distraían a la gente de sus
auténticos problemas, y atizando el odio hacia los de fuera, conseguían que el
pueblo no fijara su atención en lo que estaba sucediendo dentro del mismo.
TODO FAVOR, SOLO FAVOR
Todos se declaraban en contra,
extrañados del discurso sobre la gracia que salía de sus labios, y decían:
-¿No es éste el hijo de José?
La supresión de la frase «el día de
la venganza de nuestro Dios» sonó mal en un ambiente de estas características,
pues esa frase se explicaba diciendo que con ella el profeta anunciaba que un
día Dios se vengaría de los enemigos de Israel; ésa sería una de las
principales tareas del Mesías, el cual, tras conquistar el poder en Jerusalén,
expulsaría de la tierra de Israel a los invasores extranjeros -los romanos en
tiempos de Jesús- y extendería el poder, el dominio y el prestigio de la nación
israelita por encima incluso de la grandeza que tuvo en tiempos del legendario
rey David. Esta ideología estaba muy arraigada en Galilea, la región en la que
estaba Nazaret, y posiblemente en la familia de Jesús (por eso la extrañeza
«Pero ¿no es éste el hijo de José?»). Esta es la razón por la que los paisanos
de Jesús rechazan su propuesta: es ésta la decepción de los que esperaban un
Mesías nacionalista (véase comentario anterior). No podían concebir un Dios que
sólo ofrece favor, gracia, a todos; no podían aceptar un Dios que no amenaza
con venganza, sino que propone la reconciliación.
NO ERA LA PRIMERA VEZ
Os aseguro que a ningún profeta lo
aceptan en su tierra. Pero no os quepa duda de que en tiempo de Elías... había
muchas viudas en Israel y, sin embargo, a ninguna de ellas enviaron a Elías,
pero sí a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y en tiempo del
profeta Eliseo había muchos leprosos en Israel y, sin embargo, ninguno de ellos
quedó limpio, pero sí Naamán el sirio.
Jesús
recuerda a sus paisanos que, con su propia historia en la mano, no tienen
derecho a adoptar una postura que excluya a los demás hombres del favor de
Dios: la viuda de Sarepta y Naamán, el sirio, eran dos ejemplos recogidos de
los libros sagrados (1 Re 17,7-24; 2 Re 5,1-19) de Israel en los que se pone de
manifiesto cómo Dios se preocupa de los hombres sin tener en cuenta su raza, su
nacionalidad y ni siquiera su religión. Pero está tan fuertemente arraigada
aquella mentalidad que, convertida en fanatismo, provoca en los nazarenos el
deseo asesino de despeñar a Jesús: «se pusieron furiosos y... lo condujeron
hasta un barranco... para despeñarlo». Fue la primera amenaza de muerte. Pero
la tarea era inaplazable. Por eso Jesús «se abrió paso entre ellos y emprendió
el camino».
III
vv. 4, 20-30 Jesús proclama
que la profecía se acaba de cumplir en su persona (4,21: «Hoy ha quedado
cumplido este pasaje ante vosotros que lo habéis escuchado») y centra su
homilía en la inauguración del Año Santo por excelencia, «El año favorable del
Señor», pero omite cualquier referencia al desquite / castigo contra el Imperio
romano opresor. De ahí que «todos estaban extrañados de que mencionase tan sólo
las palabras sobre la gracia» (4,22a).
Los traductores y los comentaristas
de Lucas andan de cabeza acerca de la interpretación de la expresión griega
lucana, a causa su ambivalencia. En efecto, el verbo «dar testimonio», se puede
construir, en griego, de dos maneras, con dativo favorable o desfavorable.
Generalmente se interpreta que «todos daban testimonio a su favor», cuando aquí
lo que es más propio es el sentido opuesto: «Todos se declaraban en contra,
extrañados de que mencionase tan sólo las palabras sobre la gracia.» La frase
despectiva con que lo apostrofan a continuación lo confirma:
«Pero ¿no es éste el hijo de José?»
(4,22b), el hijo del Pantera, apodo de la familia de Jesús (según antiguos
documentos rabínicos y cristianos).
Con esta manera de hablar, rehuyendo
hacer suyos los ideales político-religiosos del pueblo, obligado a pagar
enormes impuestos de guerra y sometido al vasallaje de las tropas de
ocupación, no se parece en nada -dicen- a su padre ni continúa la tradición de
los Pantera. El rechazo de que es objeto en su «patria» presagia el rechazo de
que será objeto en Israel. Lucas lo anticipa, como anticipa también la futura
extensión del programa mesiánico de Jesús a todas las naciones paganas: «Os
aseguro que a ningún profeta lo aceptan en su tierra» (4,24). Las dos
analogías, la de la «viuda de Sarepta» y la de «Naamán el sirio», ambos
extranjeros, que les echa en cara (4,25-27; cf. 1Re 1-16 y 2Re 5,1-14), dejan
entrever que el alcance de la misión no se circunscribirá sólo a Israel.
El fanatismo religioso de sus
compatriotas no se contenta con recriminarle su falta de compromiso político:
«Mientras oían aquello, todos en la sinagoga se fueron llenando de cólera y,
levantándose, lo expulsaron fuera de la ciudad y lo empujaron hasta un barranco
del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con la intención de
despeñarlo» (4,28-29). De hecho, al final de su vida, lo sacarán «fuera» de la
ciudad de Jerusalén y lo ejecutarán como si fuese un zelota más, crucificándolo
en medio de dos malhechores, y, para más inri, en la inscripción de la cruz se
lo reprocharon de nuevo, echándole en cara, esta vez, que se haya
autoconstituido «rey de los judíos», Mesías de Israel. Sea como sea,
conseguirán hacerlo callar de momento, porque su mensaje estorba a unos y a
otros. Al fin, todos se pondrán de acuerdo contra él. Ya se veía venir... desde
el principio.
Pero Jesús, abriéndose paso entre ellos, emprendió el
camino» (4,30). Con todo, nunca podrán ahogar su clamor universalista: su
persona y su mensaje continuarán influyendo en la historia, encarnándose en
hombres y mujeres que, fieles a su compromiso, se alejarán de todo sistema de
poder e irán creando pequeños oasis de solidaridad y de fraternidad.
IV
El texto de Jeremías tiene dos
partes, la primera (vv. 4-5) se refiere a su vocación, y la segunda (vv. 17-19)
a su envío profético. El llamado de Jeremías está marcado desde el inicio por
la palabra: “me llegó una palabra de Yahvé”. El profeta es llamado por la
palabra para ser palabra de Dios en medio de su pueblo. La palabra lo conoce
desde antes de su nacimiento, lo que significa una intimidad profunda de Dios
con el profeta. La palabra lo consagra, es decir, Dios se lo reserva para sí,
desde antes de nacer. Conocer y consagrar son el marco para la misión de
Jeremías: ser profeta de las naciones.
A partir del v. 17 Jeremías se
convierte en palabra de Dios ambulante. Debe decir en público lo que Dios le
mande. Pero decir la verdad siempre ha sido problemático y peligroso porque se
tocan los intereses de muchas personas y de las estructuras sociales. Por esto
Dios se anticipa a decirle que no tenga miedo de afrontar su misión. El temor
no es ajeno a la vocación profética; lo importante es no abandonar la vocación
porque entonces sería Dios el que podría asustarnos, es decir, dejar de
llamarnos, de elegirnos y de consagrarnos, dejar de confiar en nosotros, y ¿qué
susto peor puede recibir un profeta?
La promesa de Dios no plantea su
intervención para salvar al profeta en tiempos difíciles, sino que a él,
personalmente, lo fortalecerá internamente como un “pilar de hierro”, y
externamente lo consolidará como una “muralla de bronce”. La palabra será su fuerza
en su lucha contra las autoridades (reyes, ministros, sacerdotes y
propietarios), que han olvidado la alianza de Yahvé, oprimiendo y marginando a
su propio pueblo. La fortaleza también la encuentra el profeta en la obediencia
a la palabra que recibe y anuncia. Esto le asegura la compañía permanente de
Yahvé.
Este bello canto al amor, tiene como
contexto la discusión de los corintios en torno a los carismas. Con el texto de
hoy, Pablo afirma categóricamente que el único “carisma” absoluto es el del amor.
El amor al que se refiere el autor no es el amor helenista (eros), sino el amor
cristiano (ágape), que es un amor que se recibe, se entrega, se sirve y hasta
da la vida por los hermanos. Sin amor, no tiene sentido ni el mejor de los
carismas; sin amor, la palabra profética queda en el vacío, sin amor el amor de
Dios pasa de largo en nuestras vidas.
Podemos dividir el canto en tres
partes. En la primera (vv. 1-3) se enumera una serie de carismas que no son
nada si falta el amor. En la segunda (vv. 4-7) se enumeran quince
características del amor cristiano; siete se plantean de forma positiva y ocho
de forma negativa. En la tercera parte (vv. 8-13) Pablo termina su canto
reafirmando la eternidad del amor. El amor, que puede cambiarlo todo, es el
único que no cambiará, que será el mismo eternamente. Entre la fe, la esperanza
y el amor, este último es el mayor, quedando clara, para los corintios y para
los cristianos de todos los tiempos, la superioridad del amor sobre cualquier
otro carisma.
El domingo pasado, después de la
lectura que hizo Jesús del profeta Isaías, el evangelio terminaba diciendo que
“todos los presentes tenían fijos los ojos en él...”. El evangelio de hoy
continúa la escena, que —recordemos— se desarrolla en la sinagoga de Nazaret.
Jesús dice que en él se cumplen las palabras de Isaías, es decir, que es «el
ungido» (Mesías) para anunciar la Buena Noticia a los pobres y oprimidos... y
el «año de gracia» del Señor.
Los vv. 22-30 los podemos dividir
así: v. 22: la reacción de la gente; vv. 23-27: la respuesta de Jesús; vv.
28-29: indignación e intentos de matar a Jesús por parte de los nazarenos; vv.
30: Jesús continúa su camino.
Es interesante constatar el
contraste entre la reacción de la gente en el v. 22 y la de los versículos
28-29. Inicialmente los de su pueblo aprobaban, y se admiraban de su paisano,
pero no alcanzaban a ver en Jesús la gracia de Dios que salía de sus labios, ni
al profeta anunciado por Isaías, sino simplemente al Jesús hijo de José. Jesús
percibe que sus paisanos no están interesados en sus palabras sino en sus
hechos, les interesa ante todo un espectáculo milagrero, que cure los enfermos
del pueblo y basta. Jesús les responde con otro refrán: “ningún profeta es bien
recibido en su patria”, dejando claro que en Nazaret no hará ningún milagro.
Entre los vv. 25-27 Jesús acude al
AT para explicar su situación. El verdadero profeta no se deja acaparar ni
mucho menos presionar para satisfacer a un auditorio interesado sólo por el
espectáculo o por intereses individuales, aunque sean los de sus familiares o
su propio pueblo. El profeta es libre y se debe a la palabra de Dios. La
historia de Elías y Eliseo recuerda a los nazaretanos cómo éstos tuvieron que
irse a tierra de paganos porque su propio pueblo no quería escucharlos. La característica
de la mujer de Sarepta es su confianza en Dios, confiando su vida y la de su
propio hijo en un extraño como Elías; y característico del sirio Naamán es que
depone su orgullo y soberbia nacionalistas ante las palabras de Eliseo. La
misma Iglesia reconocerá en este texto su misión de anunciar la Buena Noticia a
los más alejados, es decir, que la Palabra echa sus primeras raíces en las
personas y en las familias, pero ése no es su destino final; tiene que ser una
palabra que busque siempre el camino de los más alejados y necesitados.
Las palabras finales de Jesús
enfurecen a los presentes e intentan arrojar a Jesús por un barranco en las
afueras del pueblo. Es curioso cómo los pobres de Nazaret, sujetos
preferenciales del Anuncio de la Buena Nueva, desprecian la palabra presente en
su tierra. Pero la palabra no puede morir, y Jesús continúa su camino misionero
al servicio de los pobres, marginados y excluidos, con una palabra de vida,
aunque amenazada siempre de muerte por quienes hacen de su vida una mala
noticia de egoísmo.
Para la revisión de vida
La cruz, en su forma de
rechazo de los demás, de conflicto con los otros, sobre todo con el poder... a
todos nos asusta y nos acobarda... ¿Siento que por temor al conflicto, al qué
dirán, al rechazo de los bienpensantes, a las posibles represalias de los
poderosos o de la sociedad o de la institución... he dejado de comprometerme
con la lucha por la justicia y la transformación de la sociedad? ¿Me he
mantenido al margen de ciertos temas para no perturbar la comodidad o la
"paz" de mi vida? ¿Tengo miedo a la opción por los pobres... para no
complicarme la vida?
Para la reunión de grupo
La cruz de Jesús el rechazo que él
sufre, no es una cruz cualquiera... ¿Cómo podríamos caracterizarla?: ¿Quiénes
rechazan a Jesús? ¿Por qué? ¿Por qué tipo de intereses?
Jon Sobrino suele decir que los
mártires latinoamericanos de las últimas décadas son "jesuánicos", en
cuanto que su persecución y su muerte tienen una gran semejanza con las de
Jesús: por la misma causa, la Causa de Jesús (el Reinado de Dios), en este
mismo mundo pero introducido en el orden de la voluntad de Dios... bajo los
mismos perseguidores... Cuidado, porque otros mártires murieron por causa de
Cristo Rey... que no es lo mismo necesariamente. Comentar.
¿Qué tipos de personas seguidoras de
Jesús están padeciendo hoy día la persecución y el rechazo como Jesús? (Téngase
en cuenta que la Causa de la Liberación no es sólo económica, ni sólo política,
ni sólo interhumana, ni sólo social, ni sólo se realiza por la praxis
histórica...).
Para la oración de los fieles
Para que los cristianos asuman con
alegría y entusiasmo la Causa de Jesús como su propia Causa y misión, roguemos
al señor...
Para que los cristianos que ejercen
cargos públicos sean realmente honestos e insobornables, dando al mundo el
testimonio de que le mundo puede ser cambiado con el espíritu de las
bienaventuranzas...
Para que todos seamos coherentes con
nuestros principios y nuestra vocación, sin temor a las presiones sociales, al
qué dirán, o a vernos señalados...
Para que también "hoy"
hagamos nuestra la misión de Jesús y hagamos así que también “se cumpla hoy la
Escritura”...
Por todas las religiones de la
tierra, para que convivan en fraternidad, dialogando con gestos concretos a la
búsqueda del rostro del Dios único...
Oración comunitaria
Dios, Padre-Madre, que en
Jesús nos has dado un ejemplo de coherencia y entrega a la verdad sin miedo a
las represalias, al conflicto, a la Cruz. Ayúdanos a ser, como Él, coherentes
con nuestra misión de anunciar la Buena Noticia a los pobres y servir a la
Verdad, con valor y coherencia, sin amedrentarnos ni retroceder al experimentar
el rechazo y la cruz que también Él experimentó. Nosotros te lo pedimos por
Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro. Por los siglos de los siglos.
Estos comentarios están tomados de diversos libros, editados por
Ediciones El Almendro de Córdoba, a saber:
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro.
- Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en www.elalmendro.org
- El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro.
- Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en www.elalmendro.org
- El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico
buenos comentarios
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