LUZ DEL DOMINGO
Domingo, 7 de febrero de 2016
QUINTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
CICLO C
Primera
lectura: Isaías 6, 1-2 a. 3-8
Salmo responsorial: Salmo 137
Segunda lectura: 1 Corintios 15, 1-11
EVANGELIO: Lucas
5, 1-11
“ 5 1Mientras la multitud se agolpaba
alrededor de él para escuchar el mensaje de Dios, estando él también a la
orilla del lago, 2vio dos barcas que estaban en la orilla; los
pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. 3Subió
a una de las barcas, que pertenecía a Simón, y le rogó que la sacase un poco de
tierra. Se sentó y, desde la barca, se puso a enseñar a las multitudes.
4Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
-Sácala adonde haya fondo y echad vuestras
redes para pescar.
5Simón le contestó:
-Jefe, nos hemos pasado la noche bregando
y no hemos cogido nada; pero, fiado en tu palabra, echaré las redes.
6Asi lo hicieron, y capturaron tal cantidad de peces que reventaban las
redes. 7Hicieron señas a los socios de la otra barca para que
fueran a echarles una mano. Fueron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se
hundían. 8Al ver esto, Simón Pedro se postró a los pies de
Jesús, diciendo:
-Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.
9Es que él y todos los que estaban con él se habían quedado pasmados por la
redada de peces que habían cogido, 10y lo mismo les pasaba a
Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a
Simón:
-No temas; desde ahora pescarás hombres vivos.
11Ellos sacaron las barcas a tierra y,
dejándolo todo, lo siguieron.”
COMENTARIOS
I
LA PESCA ABUNDANTE
Pedro era pescador. Residía en la provincia de
Galilea, al norte del país, en una aldea llamada Cafarnaún (aldea de Naún o de
la consolación). Tenía allí su casa, lugar elegido por Jesús como centro de su
actividad misionera mientras estuvo como predicador ambulante por aquella zona
en la que pasó la mayor parte del tiempo de su vida pública.
La pequeña aldea de Cafarnaún se extendía unos 500 metros
a orillas del lago de Genesaret, y se adentraba 250 metros hacia tierra, como
han probado las excavaciones allí realizadas, que han descubierto la planta de
una manzana de casas, al estilo de las casas típicas andaluzas, con habitaciones
en torno a un patio central, que datan del siglo I de nuestra era. De entre
todas estas casas, una fue especialmente tratada con el correr del tiempo,
aislada del resto del barrio con un muro, y convertida más tarde, hacia mitad
del siglo V, en basílica, para lo que hubo que destruir alguna de las casas que
la rodeaban. En el lugar se encontraron 131 inscripciones en diversas lenguas,
alusivas todas ellas al carácter venerado de aquella casa. Los arqueólogos, con
certeza casi absoluta, la identificaron con la casa de Pedro, donde Jesús curó
a su suegra, y él mismo residía.
Cafarnaún está situada junto al lago de Genesaret,
o yam kinnéret (mar de la lira), como se le denomina en el
Antiguo Testamento hebreo, por tener la forma de este instrumento musical. El
lago tiene 21 km. de largo por 11 km. en su parte más ensanchada, y 45 metros
de máximo de profundidad. Lago de agua dulce y rica fauna, que se encuentra a
212 metros bajo el nivel del mar Mediterráneo. Rodeado de colinas que sólo se
interrumpen para dejar paso por el norte al río Jordán, que lo abastece con sus
aguas y lo abandona hacia el sudoeste para seguir su curso hasta morir en el
Mar Muerto, otro inmenso lago en cuya agua salada no hay posibilidad de vida,
al sur del país.
Cuenta el evangelista Lucas que «una vez que la gente
se agolpaba alrededor de Jesús para oír el mensaje de Dios, estando él a
orillas del lago de Genesaret, vio dos barcas junto a la orilla: los pescadores
habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la
de Simón, y le pidió que la retirara un poco de tierra. Desde la barca,
sentado, estuvo enseñando a la gente. Cuando acabó de hablar dijo a Simón:
-Remad lago adentro y echad las redes para pescar. Simón contestó: Maestro, nos
hemos pasado la noche bregando y no hemos recogido nada; pero ya que lo dices
tú, echaré las redes. Así lo hicieron, y cogieron tal redada de peces, que
reventaba la red... Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús
diciendo: -Apártate de mí, Señor, que soy un pecador... Jesús
dijo a Simón: -No temas; desde ahora lo que pescarás serán hombres. Ellos
sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron» (Lc 5,1-11).
Bonita y extraña escena que tiene un significado
simbólico: en la escucha de la palabra, Jesús elige a sus discípulos de entre
la gente y, en su barca, éstos llaman a tal cantidad de hombres, que tienen que
ampliar el número de colaboradores: «Al ver que reventaba la red, hicieron
señas a los socios de la otra barca para que vinieran a echarles una mano.»
La pesca abundante, a nivel simbólico, representa la
tarea que Simón Pedro y los discípulos tendrán que realizar: arrebatar hombres
(= peces) a las fuerzas del mal (= mar), siguiendo la orden de Jesús de echar
las redes para pescar (= predicar). Con Jesús, la pesca será abundante, aunque
la hora no sea apropiada.
Para comprender el significado profundo de esta narración,
el atento lector tendrá que realizar una 'metáfora' (palabra que significa
'cambio, traslado' de sentido): deberá sustituir 'pesca de peces' por 'pesca
de hombres', 'echar la red' por 'predicar' para atraer hombres a la comunidad
de Jesús. Tarea que tendrá éxito sobreabundante si va dirigida por el espíritu
de Jesús, patrón de la barca.
II
¿QUÉ ES LO QUE HAY QUE DEJAR?
Es importante aclararse en este asunto: para seguir a
Jesús, ¿qué es lo que hay que dejar? Durante mucho tiempo parecía que lo que
había que abandonar era todo lo que hace agradable la vida: el amor, la fiesta,
la familia. Pero así, además de hacer insoportable la vida del ser humano,
hemos presentado la imagen de un Dios sádico que se complace en el sufrimiento
de sus criaturas.
NOCHE DE DURA BREGA
... vio dos barcas que estaban en la orilla; los
pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las
barcas... Se sentó y... se puso a enseñar a las multitudes. Cuando acabó dijo a
Simón:
-Sácala adonde haya fondo y echad vuestras redes para
pescar.
Simón le contestó:
-Jefe, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos
cogido nada; pero, fiado en tu palabra, echaré las redes.
La existencia del hombre siempre ha estado amenazada
por la muerte. Y no sólo porque el hombre sea mortal por naturaleza, como
mortal es un árbol o un pájaro, sino porque en este asunto el hombre ha ayudado generosamente a
la naturaleza. Hagamos un recuento superficial de las muertes que
los hombres nos hemos ido inventando, día tras día, siglo tras siglo: la
esclavitud, la guerra, la tortura, la explotación de los débiles, el
imperialismo, el miedo a la crueldad de tantos dioses crueles, la pena de
muerte, el hambre, las armas blancas, las armas de fuego, las armas
convencionales, las armas nucleares, las armas químicas... La muerte una y otra
vez repetida; la muerte... siempre sentida como cercana amenaza. La vida
humana queda así reducida a una larga noche de dura brega, luchando contra el
viento y las olas de un mar adverso, y al final, cuando se hace el recuento...,
¡nada!
Pero eso no responde a la voluntad de Dios, a pesar de
que siempre se ha metido a Dios en estos asuntos de muerte: diciendo que estaba
del lado de los amos, colocándolo siempre como aliado de los vencedores -los
que han matado con más eficacia- o atribuyéndole el origen de todos los males
cuya causa está siempre mucho más cerca. Y eso pasaba incluso en el pueblo de
Dios, en la nación que nació gracias a la intervención liberadora del Señor.
Por eso Dios decide intervenir para, defendiendo la
vida del hombre, defender su propia dignidad, su gloria.
PESCAR HOMBRES VIVOS
Así lo hicieron, y capturaron tal cantidad de peces,
que reventaban las redes... Simón Pedro se postró a los pies de Jesús,
diciendo:
-Apártate de mí, Señor, que soy un pecador...
Jesús dijo a Simón:
No temas, desde ahora pescarás hombres vivos.
Lo primero que hace Jesús es presentar a los
israelitas el proyecto de Dios, el mensaje de Dios, lo que
poco antes había llamado el reino de Dios (Lc 4,43): una
oferta definitiva de salvación; pero no sólo para la otra vida, sino para toda
la vida, para todas las vidas, para todo lo que es vida.
En el mar, en el mismo escenario en el que se
desarrollan la vida y la lucha por vencer, al menos un día más, a la muerte,
allí reivindica Jesús la imagen de un Dios que es Padre bueno y que quiere ser
conocido y aceptado como tal, como el que quiere con pasión a sus hijos, a los
que, porque los ama, les ofrece su propia vida para que, amándose, se ayuden a
vivir unos a otros.
Y después se pone a pescar con ellos. Es un trabajo
duro, pero necesario, y que no tiene por qué terminar en la frustración:
«capturaron tal cantidad de peces, que reventaban las redes». Y a la vista del
éxito, Jesús los invita a emprender otro trabajo: pescar hombres
vivos para que sigan viviendo (y no como los peces).
La imagen que usa Jesús podríamos explicarla así: el
mar es el ambiente duro y peligroso en el que el hombre debe sobrevivir; los
peligros que el mar representa son las amenazas constantes a la vida, a la
libertad, a la felicidad de los hombres. La tarea de Jesús y la de sus
seguidores consiste en defender y salvar, en ese mar, la vida de los hombres:
vida, y amor, y libertad, y felicidad...
DEJÁNDOLO TODO
Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo,
lo siguieron.
Todo. Hay que estar dispuesto a dejar todo lo que estorba
para ponerse a pescar hombres vivos; pero sería una grave
contradicción tener que renunciar para ello a la vida.
Lo que hay que dejar sin más es todo lo que
obstaculiza la tarea que queremos emprender, todo lo que es contrario al mundo
que queremos construir: hay que romper con la injusticia, la ambición, el
egoísmo, el ansia de poder, la complicidad con los sistemas y los poderes
opresores... Hay que abandonar también los instrumentos que, como la vieja religión,
se han manifestado o resultan ya inútiles para el inmenso trabajo que hay que
realizar. Hay que dejar atrás igualmente cualquier cosa que suponga la renuncia
a la propia dignidad, cualquier realidad que constituya una esclavitud: las
ideologías dogmáticas, la intolerancia, los exclusivismos...
Y a veces habrá que abandonar alguna de las cosas
buenas que nos ofrece la vida; las circunstancias irán indicando si, en cada
caso, es necesaria una mayor renuncia. Pero, ¡atención!, esto ya no sería una
exigencia de Dios, sino la manifestación de lo mal organizado que está este
mundo. Porque Jesús nos pide que estemos dispuestos a dejarlo todo -¡hasta
la vida!-, pero no para perderlo todo, sino para que todos puedan
gozar en plenitud de todo lo que es bueno.
III
LLAMADA DE LOS PRIMEROS DISCÍPULOS,
ISRAELITAS
La llamada de los primeros discípulos tiene como marco
el lago de Genesaret. Lucas, a diferencia de Mateo y de Marcos, evita
denominarlo «mar», pues su travesía connotaría la salida/éxodo del territorio
judío hacia los paganos, siendo así que para Lucas el punto de partida del
éxodo del Mesías ha de ser precisamente el centro espiritual de la
religiosidad judía, Jerusalén (cf. Lc 24,47-48; Hch 1,8). En el encabezamiento
del episodio de la pesca -anticipado en relación con el de Jn 21,1-14- Lucas
establece una referencia implícita («también él») a un pasaje conocido de los
lectores, la profecía de Ezequiel sobre el río de aguas salutíferas que mana
del templo y sanea las aguas del mar (Ez 47,1-10): «Mientras la multitud se
agolpaba alrededor de él para escuchar el mensaje de Dios, también él se paró
a la orilla del lago de Genesaret y vio dos barcas que estaban en la orilla;
los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes» (Lc 5,1-2).
Se cumple la profecía: «Se pararán pescadores a sus
orillas, procedentes de Engadí hasta Eglain; habrá tendederos de redes» (Ez
47,l0a). Ahora bien, en nuestro caso -como veremos inmediatamente-, los
pescadores han pasado la noche bregando y no han pescado absolutamente nada (Lc
5,5), mientras que allí se prometía una «pesca variada, tan abundante como la
hay en el mar Grande, una cantidad extraordinaria» (Ez 47, l0b). El contrapunto
servirá para dar relieve a la actuación de Jesús.
Mientras que allí era el agua que manaba del templo la
que saneaba las aguas, aquí será la enseñanza de Jesús la que calificará la
actividad de los pescadores: «Subió a una de las barcas, que pertenecía a
Simón, y le rogó que la sacase un poco de tierra. Se sentó y, desde la barca,
se puso a enseñar a las multitudes» (Lc 5,3).
LA ENSEÑANZA DE JESÚS REVALORIZA LA ACTIVIDAD DE LOS
GRUPOS HUMANOS
Jesús se
vale de dos grupos humanos ya constituidos, simbolizados por las dos barcas,
liderados ambos por Simón, para ejemplarizar el alcance de la nueva enseñanza
que imparte a la gente. La enseñanza de Jesús se traduce de inmediato en hechos
palpables: «Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: "Sácala adonde haya
fondo y echad vuestras redes para pescar"» (5,4). Simón reconoce que el
liderazgo de Jesús es superior al que él ejercía sin fruto: «Jefe, nos hemos
pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, fiado en tu palabra,
echaré las redes» (5,5).
El término «jefe» es buena muestra del concepto que
Pedro se ha formado de Jesús después de haber escuchado su enseñanza. A partir
de ahora, los discípulos, siempre que se dirijan a Jesús, lo llamarán así, pues
lo consideran un líder. La «noche» representa el pasado infructuoso de la
actividad del grupo, que, capitaneado por Simón, ha experimentado la ineficacia
de los medios humanos, en los que tanto confiaba.
El resultado de la nueva actividad asumida por el
grupo bajo las directrices de la enseñanza de Jesús es totalmente otro: «Así lo
hicieron, y capturaron tal cantidad de peces que reventaban las redes» (5,6).
La nueva experiencia es compartida de inmediato por los socios de la otra
barca, el otro grupo humano que había compartido hasta ese momento los ideales
propugnados por Simón, llenándose de tal modo las barcas que casi se hundían
(5,7). La única diferencia que existe entre su actividad anterior y la presente
es el contenido nuevo de la enseñanza impartida por Jesús. El fruto abundante
será una constante de la actividad humana llevada a cabo bajo las directrices
de Jesús.
«Al ver esto, Simón Pedro (la primera vez que se
presenta en el Evangelio el calificativo de
"Pedro" "piedra", "duro de mollera")
se postró a los pies de Jesús, diciendo: "Apártate de mí, Señor, que soy
un pecador" (5,8). Pedro está en contradicción consigo mismo: si bien no
es un judío practicante (cf. 4,38), se siente indigno/impuro ante Jesús, que
viene a liberar precisamente a los que se tienen o son tenidos por
«pecadores/descreídos» (cf. 5,32).
El texto evangélico insiste en la existencia de una
comunidad humana y en el liderazgo de Simón, previos a la llamada de Jesús: «Es
que él y todos los que estaban con él se habían quedado pasmados por la redada
de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de
Zebedeo, que eran compañeros de Simón» (5,9-10a).
Jesús asume las realidades humanas, pero cambia su
dirección: «No temas; desde ahora pescarás hombres vivos» (5,10b). Uno
y otro grupo dejan los valores en que confiaban hasta ahora, y empiezan el
seguimiento de Jesús (5,11), seguimiento al que serán invitados de ahora en
adelante todos los que quieran ser sus discípulos. No se trata de un simple
consejo evangélico, sino de una condición indispensable para llegar a ser
miembros del grupo de Jesús. Este «dejarlo todo», por otro lado, comporta un
cambio total en la escala de valores, cambio que no se realiza en un instante
ni por un acto de generosidad, por muy pensado y reflexionado que se quiera
hacer, sino día tras día, en la medida en que cada uno va integrando los
valores del reino en la experiencia cotidiana.
IV
El autor de la primera lectura ubica la escena
en un tiempo concreto, año 740 a.C. que corresponde a la muerte del rey Osías
(740 a.C). El relato se divide en dos partes: la visión (vv. 1-4) y la reacción
del profeta (vv. 5-8). Una tercera parte, que ha sido excluida en nuestro texto
litúrgico (vv. 9-13), cuenta la misión que recibe el profeta. Realmente todo el
capítulo 13 forma una unidad literaria. Por su similitud con los relatos de
vocación de Jeremías y Ezequiel, que tienen estas mismas tres partes, algunos
consideran este relato como de vocación. Sin embargo, el contenido nos lleva a
pensar en un relato de misión.
La escena comienza a desarrollarse probablemente en el
templo de Jerusalén, donde el profeta recibe la visión de una liturgia celeste.
El profeta ve a Yahvé con los rasgos de un rey, ejerciendo su poder. También
sobresale un lenguaje de plenitud expresado en frases como “el ruedo de su manto
llenaba el templo”, “su gloria llena la tierra toda”... Los serafines (serafín
= ardiente), seres alados de fuego, que no son todavía los ángeles de la
tradición posterior, están por encima del rey, en actitud de servicio. Los
serafines entonan el canto del «santo, santo, santo». La santidad de Dios se
hace visible a través de su gloria, y la gloria de Dios se manifiesta a través
de sus obras en la creación y de sus acciones liberadoras a favor de su pueblo.
En los vv. 5-7 se nos muestra la reacción de Isaías
ante la visión, poniendo el acento en la impureza de sus labios y los de su
pueblo. Se siente perdido porque tal vez no habló en el momento que lo debía
hacer, esto lo hace impuro e incapacitado para ejercer su vocación de hablar en
el nombre de Yahvé. La exclamación angustiosa que expresa conversión es
atendida con un serafín quien a través de un carbón encendido toca su boca para
que le sean perdonados sus pecados. Isaías entonces está habilitado de nuevo
como profeta, no sólo para hablar sino para escuchar la voz de Dios que busca
un profeta. Pasando de la angustia del pecado a la seguridad de estar
acreditado para hacer de profeta, responde de inmediato “aquí me tienes”,
manifestando así su disponibilidad y pertenencia absoluta a la voluntad del
Señor.
Todo el capítulo 15 de 1 Corintios tiene como eje
temático la resurrección de Jesucristo, puesta en duda en el v.12: “¿cómo dice
alguno que no hay resurrección de los muertos?”. Al comenzar el capítulo Pablo
recuerda la Buena Nueva como el mejor regalo entregado a la comunidad de
Corinto, regalo que fue recibido y mantenido con fidelidad a las palabras
anunciadas. Aparece claro que el elemento común a los cristianos de todos los
pueblos, culturas y tradiciones es la palabra de Dios. El contenido de la Buena
Nueva lo describe Pablo citando un fragmento del primer credo cristiano que
tiene como protagonista a Cristo, como testimonio de solidaridad, su muerte por
nuestros pecados, como punto de referencia, las Escrituras, como respuesta
solidaria humana, su sepultura, como intervención directa de Dios, su
resurrección, como testigos de la resurrección, a todos los que se les
apareció. El Dios de la Vida y la vida de nuestro pueblo es la razón de ser de
toda vocación cristiana, que es vocación a defender y acrecentar la vida. «Para
que tengan Vida y Vida en abundancia».
En el evangelio de hoy nos encontramos con un diálogo
entre Jesús y Pedro, sencillo y profundo a la vez, diálogo que podríamos hacer
nuestro en medio de las aguas tempestuosas de este mundo mientras nos
esforzamos en nadar contra corriente. Pedro, por el oficio, era el experto en
lugares y horas precisas para pescar. Sabía que en la noche y con las aguas
tranquilas se pesca mejor, eso había estado haciendo toda la noche ¡y no habían
cogido ni un pececito! Pero llega Jesús que sin ser pescador le dice
sencillamente, que eche las redes para pescar...
Pedro, el experto, pudo haber dicho que no, que no era
ni la hora ni el lugar para pescar y todo hubiera quedado ahí. Pero no, calla
su experiencia y sabiduría (“hemos pasado toda la noche bregando”); reconoce su
fracaso y desilusión (“no hemos cogido nada”), y “en nombre de Jesús echa las
redes”. Y ya conocemos el final del relato: ¡una pesca maravillosa! Cuando
Jesús le pide a Pedro que “reme mar adentro” lo está invitando a una aventura
que lo lleva más allá de las playas cotidianas en busca de un horizonte mucho
más amplio. Y Pedro cree en la palabra de Jesús.
Éste es el verdadero milagro: creer cuando todo parece
ilógico. La abundante pesca y las redes llenas de peces son sólo la
consecuencia de la fe. Todos los relatos de milagros en el evangelio comienzan
con la fe o la suscitan, es la condición para ver la acción de Jesús. Cuando no
la hay, Jesús simplemente se va a la otra orilla como veremos en las próximas
semanas. Si creemos en Jesús entonces se realiza el milagro.
Claro, la cosa no es tan sencilla, se necesita una fe
muy grande dada por Dios. Pidamos esa fe para que igual que Pedro, creamos en
Jesús, obedezcamos su palabra, rememos mar adentro y echemos las redes para
pescar, entonces, veremos otro milagro en nuestras vidas y en nuestra
comunidad.
Y es que ser discípulos de Jesús exige confiar en su
palabra. La misión a la que Jesús nos quiere enviar es osada y, hoy por hoy,
con pocas probabilidades de éxito. Jesús quiere contar con nosotros y nosotras
para el proyecto de Reino. Jesús convoca a los Apóstoles para que sean
pescadores de personas, por eso toda vocación exige "remar mar
adentro" para abandonar las seguridades de la orilla, tener un horizonte
ilimitado asumir responsabilidades y meterse en una gran obra: el servicio al
Reinado de Dios, es decir, una utopía de la que serán beneficiaros todos los
hombres y mujeres del mundo.
Sin que desmerezca el oficio de los pescadores, lo que
le propone Jesús a Pedro es una superación en el oficio que hasta ahora había
desempeñado: pescar hombres y mujeres para el Reino es una empresa más noble y
difícil que pescar peces, es algo más milagroso que la pesca que acaban de
hacer.
Pero algunos llamados a esta nueva labor son también
invitados a “dejarlo todo” para seguir a Cristo. Los necesita dedicados a
tiempo completo, dedicándole a esta “misión” todas las fuerzas. Pescar hombres
y mujeres para el Reino exige renunciar a todo lo demás y asumir a Jesús como
única posesión. La misión a la que se llama exige desprenderse por completo,
para apegarse totalmente a Jesús. En el relato de hoy se van con Jesús, que
vale mucho más que las dos barcas llenas de pescados que les acaba de regalar.
Dejan esa abundante pesca que los había admirado tanto porque comprenden que la
vocación compromete al ser humano en un trabajo que está por encima de los
trabajos humanos ordinarios. La vocación–misión es una invitación a colaborarle
a Dios, un trabajo milagroso. Oremos hoy por aquellos que dejándolo todo se han
ido tras el Señor.
Para la revisión de vida
Probablemente en mi juventud hubo una vivencia
fervorosa de vocación. Me sentí llamado/a. ¿Cómo están las ascuas de esa
experiencia ardiente? ¿Como un rescoldo apagado, o vivo? ¿Necesito avivar esa
experiencia, o por lo menos volver a ella, para retomar conciencia del llamado
que Dios me hace?
Para la reunión de grupo
¿Qué es la vocación: algo que tiene un fundamento
fuera de nosotros mismos, algo que reside en nuestro corazón, o en nuestra
decisión?
¿Puede un joven ser cristiano sin decidir
discernidamente ante Dios qué hacer con su vida como totalidad?
Reflexionar-dialogar sobre este pensamiento
(especialmente para la reunión del grupo juvenil):
“No sé de privilegio más atractivo que éste de haber
encontrado la vocación, de haberse encontrado uno a sí mismo. La mayoría de los
mortales vive como descaminada. Acepta su destino con resignación pero no sin
la secreta esperanza de eludirlo algún día. Sólo son felices aquellos que saben
que la luz que entra por su balcón cada mañana viene a iluminar la tarea justa
que les está asignada en la armonía del mundo”.
Para la oración de los fieles
Hoy vamos a responder “Te lo/la expresamos, Señor”.
Nuestra alegría por haber sido llamados a la
existencia, a la vida y al amor… te la expresamos, Señor
Nuestro agradecimiento por todos los que han hecho
posible nuestra vida, nuestro crecimiento y nuestra felicidad… te lo
expresamos, Señor
Nuestro deseo de ser agradecidos y entregar gratis a
los demás lo que gratis hemos recibido… te lo expresamos, Señor
Nuestra voluntad decidida de que en nuestra familia y
en nuestra comunidad se cree un ambiente de amor y de acogida del llamado de
Dios… te la expresamos, Señor
Nuestra voluntad de comprometernos cada día a
construir un mundo más digno de Dios y de sus hijos e hijas… te la expresamos,
Señor
Oración comunitaria
Dios Padre Madre, que misteriosamente nos pones
en la existencia y nos haces depositarios de este caudal invaluable que es la
vida, el tiempo, la posibilidad de ser y de elegir, de querer y de hacer, de
amar y construir... Queremos expresarte nuestro deseo de ser cada vez más
conscientes del valor de la vida que llevamos entre manos, y la alegría
estremecida de saber que podemos hacer de ella, ante Ti y ante la Historia, una
aventura personal, irrepetible, de amor y de felicidad. A Ti que eres amor y
felicidad por los siglos de los siglos. Amén.
Estos comentarios están tomados de diversos libros, editados por
Ediciones El Almendro de Córdoba, a saber:
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro.
- Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en www.elalmendro.org
- El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro.
- Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en www.elalmendro.org
- El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico
bueno
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