LUZ
DEL DOMINGO
Domingo,
21 de febrero de 2016
SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMACICLO C
SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMACICLO C
Primera
lectura: Génesis 15,
5-12. 17-18.
Salmo responsorial: Salmo 26
Segunda lectura: Filipenses 3, 17-4, 1
Salmo responsorial: Salmo 26
Segunda lectura: Filipenses 3, 17-4, 1
EVANGELIOLucas
9, 28-36
28Ocho
días después de éste discurso se llevó a Pedro, a Juan y a
Santiago y subió al monte a orar. 29Mientras
oraba, el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos reful gían de
blancos. 30En
esto, se presentaron dos hombres que conversaban con él: eran Moisés
y Elías, 31que
se ha bían aparecido resplandecientes y hablaban de su éxodo, que
iba a completar en Jerusalén.32Pedro
y sus compa ñeros estaban amodorrados por el sueño, pero se
espabila ron y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con
él. 33Mientras
éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús:
-Jefe,
viene muy bien que estemos aquí nosotros; po dríamos hacer tres
chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
No
sabía lo que decía. 34Mientras
hablaba, se formó una nube y los fue cubriendo con su sombra. Al
entrar en la nube se asustaron. 35y
hubo una voz de la nube que decía:
-Este
es mi Hijo, el Elegido. Escuchadlo a él.
36AL
producirse la voz, Jesús estaba solo. Ellos guarda ron el secreto y,
por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.
COMENTARIOS
I
EL VERDADERO
MESÍAS
Tras dar de comer
pan y pescado a la gente, Jesús se retiró a orar. Lo solía hacer
siempre que el ruido y el clamor de la muchedumbre le suponía un
obstáculo para seguir el camino de servicio sin triunfalismos que se
había trazado.
A la gente no le
cabía en la cabeza la imagen de un Mesías -nombre con que se
designaba en el Antiguo Testamento al rey, ungido de Yahvé- que no
entendiera de triunfo, fuerza, poder, gloria, fama, desquite... Por
otra parte, Jesús temía que también su grupo de discípulos
participara de la mentali dad del pueblo en este punto.
Por eso, «una vez
que estaba orando solo en presencia de sus discípulos, les preguntó:
-~ Quién dice la gente que soy yo ? Contestaron ellos: -Juan
Bautista; otros, en cambio, Elías, y otros, un profeta de los
antiguos que ha vuelto a la vida. El les preguntó: -Y vosotros,
¿quién decís que soy yo? Pedro tomó la palabra y dijo: -El Mesías
de Dios. El les prohibió terminantemente decírselo a nadie» (Lc
9,28ss).
La respuesta de
Pedro parecía exacta. Pero a Jesús le dio la impresión de que sus
discípulos entendían por 'mesías' lo de siempre: un rey, al estilo
de David, capaz de unir al pueblo dividido, liberándolo -mediante
una buena operación militar- de la opresión de los enemigos (en
tiempos de David, los filisteos; en aquel tiempo, los romanos).
Por eso Jesús se
apresuró a puntualizar: «-Este hombre tiene que padecer mucho,
tiene que ser rechazado por los se nadores, sumos sacerdotes y
letrados, ser ejecutado y resuci tar al tercer día. Y dirigiéndose
a todos, dijo: -El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí
mismo, que cargue cada día con su cruz y me siga...»
El grupo de los doce
debió de entrar en crisis al oír estas palabras, que les
resultarían difíciles de entender. Y del grupo, Pedro, Santiago y
Juan, famosos por su tozudez e intransigen cia, estarían
especialmente necesitados de aclaración. Por esto, «Jesús se los
llevó a un monte a orar». Sólo con la ayuda divi na entenderían a
su Maestro.
La tradición
identificó este monte con el Tabor, monte sagrado para las tribus
israelitas del norte y célebre por la victoria de Barac contra
Sísara; impresionante cono de 588 metros de altura que se yergue
majestuoso sobre la hermosa llanura de Jezrael, al sudeste de
Nazaret. Una tradición anti gua, que parte de Origenes (s. III),
sitúa en este monte la esce na de la Transfiguración del Señor.
Según otros, ésta habría tenido lugar más al norte del país, en
el monte Hermón.
En el transcurso de
la oración, «el aspecto del rostro de Jesús cambió, y sus
vestiduras refulgían de blanco. De pronto hubo dos hombres
conversando con él: eran Moisés y Elías, que aparecieron
resplandecientes y hablaban de su éxodo, que iba a completar en
Jerusalén». Con estas imágenes se da a entender que Jesús contaba
con el apoyo divino.
«Pedro y sus
compañeros -apunta el evangelio- se caían de sueño.» Es curioso
observar que los discípulos se duer men cuando algo no les interesa.
También se dormirán en Getsemaní. La idea de un
salvador-rey-ungido que salva mu riendo, dando la vida, dejándose
matar, no les interesaba de masiado.
Precisamente éste
era el tema de que estaban conversando Jesús, Moisés y Elías.
«Hablaban de su éxodo», palabra esta que ya desde el libro de la
Sabiduría (4,10) designa la muerte del justo como salida (= éxodo)
hacia Dios.
Al ver lo sucedido,
los discípulos se despabilaron, y «mientras Elías y Moisés se
alejaban, Pedro dijo: -Maestro, viene muy bien que estemos aquí
nosotros; podríamos hacer tres chozas: una para ti, otra para Moisés
y otra para Elías.»
Jesús no le hizo
caso. Según los incomprensibles planes de Dios, ese Jesús -que
bajaría del monte para subir al Calva rio es su Hijo a quien hay que
escuchar.
Los demás mesías
esperados y soñados son falsos.
II
HASTA EL FINAL
Aunque a veces
sea necesario un alto en el camino para recobrar fuerzas, hay que
completar el camino, hay que llevar a su término la tarea que
corresponde a cada uno en este proceso de liberación personal y
colectivo al que Jesús nos invita. Y más jugando con la ventaja de
saber con certeza cuál será ese final.
COMPLETAR SU ÉXODO
Ocho días después
se llevó a Pedro, a Juan y a Santiago y subió al monte a orar.
Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos
refulgían de blancos En esto se presentaron dos hombres que
conversaban con él: eran Moisés y Elías, que se habían aparecido
resplandecientes y hablaban de su éxodo, que iba a completar en
Jerusalén.
Jesús acababa de
anunciar a sus discípulos dos cosas muy difíciles de aceptar: el
primer anuncio decía que él, al que ellos acababan de reconocer
como el
Mesías de Dios (Lc
9,20), tenía que completar un camino que acababa en la vida
defi nitiva, pero que antes tenía que pasar por el rechazo de los
dirigentes que lo llevarían a la muerte (9,22); el segundo era que
el camino de sus seguidores tenía que pasar por las mismas etapas
para acabar en la misma meta (9,23-24). En su anuncio queda claro que
el final será la vida, el triunfo, la gloria; pero por lo que
después se ve en los relatos evangélicos, los discí pulos se
dejaron impresionar mucho más por lo que, a los ojos humanos,
constituía una derrota, un fracaso: la muerte.
Siempre que Jesús
ve en peligro la fe de los suyos se va a orar, a compartir el
problema con el Padre. El anuncio de que iba a ser un mesías bastante
distinto de lo que las tradi ciones judías hacían esperar, sin
buscar ni, por tanto, alcanzar ninguno de los triunfos que todos
esperaban -no llegaría a ser rey, no engrandecería a la nación
israelita, ni siquiera vería con sus propios ojos cómo se
establecía la justicia en su pue blo. . .-, debió hacer temblar los
cimientos, poco firmes toda vía, de la fe de los discípulos. A
Pedro, Juan y Santiago, que debieron mostrar más resistencia que los
demás a sus palabras, se los lleva Jesús consigo con la intención
de asociarlos a su oración y de ofrecerles por anticipado la
experiencia de la vida en plenitud junto al Padre: el verdadero
triunfo del verdadero Mesías.
HAGAMOS TRES TIENDAS
Pedro y sus
compañeros estaban amodorrados por el sueño, pero se despabilaron y
vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras
éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús:
-Jefe, viene muy
bien que estemos aquí nosotros; podríamos hacer tres chozas: una
para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
La experiencia que
Jesús les ofrece la aprovechan bastante mal: están amodorrados por
el sueño; no son dueños de sí mismos, pues, por el momento, no
están dispuestos a aceptar otro camino que el que les viene impuesto
por sus tradiciones. Jesús les hace ver que él pertenece a la
esfera de la divinidad -el monte, el resplandor blanco- y que junto a
Dios está su meta. Moisés y Elías -que representan a la Ley y los
Profetas, el conjunto de las tradiciones de Israel- se presen tan
claramente subordinados a Jesús, y ratifican en su conver sación la
necesidad de que Jesús complete su éxodo en Jeru salén. Pero ellos
se mantienen en sus trece y, por boca de Pedro, le piden a Jesús que
detenga la historia, que se olvide de su compromiso, que plante allí
su campamento sin poner en cuestión todo lo que ellos habían creído
hasta ahora. Tres chozas: para Moisés, Elías y, al mismo nivel,
para Jesús. Todo quedaba así resuelto: habían llegado a la meta
sin tener que esforzarse en completar el camino; podrían quedarse
del lado de Jesús sin tener que renunciar a sus viejas creencias.
Allí, en el valle, quedaban olvidados los hombres y su historia, sus
sufrimientos y sus luchas: ellos ya habían llegado, ¿para qué
seguir luchando? Allí tenían todo lo que querían, el pasado
-Moisés y Elías-, el presente -Jesús- y su futuro asegu rado por
aquellas tres chozas que pretendían hacer definitiva una experiencia
que era sólo un medio para recuperar fuerzas con las que atreverse a
completar el camino.
ESCUCHADLO A ÉL
Mientras hablaba, se
formó una nube y los fue cubriendo con su sombra.
... Y hubo una voz
de la nube que decía:
-Este es mi Hijo, el
Elegido. Escuchadlo a él.
Desde una nube,
señal de la presencia de Dios en el primer éxodo (Ex 13,21; 14,19),
se escucha una voz: «Este es mi Hijo, el Elegido. Escuchadlo a él».
Lo que Jesús les había anunciado se ve así ratificado por el mismo
Dios. Pero, ade más, esas palabras tienen otras consecuencias más.
En primer lugar, la
pretensión de poner al mismo nivel a Moisés y Elías queda
desautorizada por el mismo Dios libera dor, que eligió a Moisés y a
Elías como portavoces suyos en otro tiempo: ahora el único que
puede hablar con autoridad en nombre de Dios es Jesús, y su mensaje
será el criterio último para aceptar o rechazar cualquier otro
mensaje, para discernir la validez de cualquier otra tradición
anterior o pos terior.
En segundo lugar, no
se puede detener la historia en favor de unos pocos: el camino del
que Jesús les había hablado hay que completarlo, el proceso de
liberación que él ha iniciado hay que llevarlo a término. Aunque
cueste sangre. Y -esto hay que repetirlo siempre que se hable de la
muerte de Jesús- no porque Dios exija sufrimiento para otorgar a
cambio su favor; Dios ofrece la vida gratuitamente. Es la injusticia
esta blecida la que provoca la muerte. La de los pobres y oprimidos y
la de Jesús.
III
Análisis
El texto de Gn 15
pertenece a una unidad que tiene dos partes muy marcadas: la primera
vv.1-6 sobre la promesa de un hijo y descendencia, la segunda vv.7-21
sobre la promesa de la tierra. El texto que hoy presenta la liturgia
presenta una cierta confusión ya que encontramos la conclusión de
la primera parte, y parte de la segunda. Muchos estudiosos se han
preguntado por la antigüedad del texto, hoy parece haber acuerdo que
si bien mucho material es antiguo, tenemos también elementos tardíos
(como por ejemplo semejanzas con el Segundo Isaías). Incluso los
primeros defensores de la teoría de fuentes del Pentateuco afirmaban
que descubrir las fuentes de este texto resultaba muy difícil sino
imposible.
La primera parte
(vv.1-6) nos muestra la promesa de Dios (v.1), la objeción de
Abraham, (vv.2-3), la respuesta de Dios en forma de signo (vv.4-5:
v.4, negación a la objeción, v.5, signo en el cielo) y aceptación
de Abraham (v.6). Como vemos, la liturgia sólo incorpora el signo y
la aceptación final.
La segunda parte
(vv.7-21) presenta una nueva promesa (v.7), objeción (v.8), signo
presentado como voto (vv.9-17: v.9: presentación, vv.10-11,
vv.12-16, paréntesis histórico, v.17, realización), confirmación
de la alianza (vv.18-21: v.18, presentación, v.19-21, explicitación
histórica). Como vemos, la liturgia ha omitido los textos con
referencia histórica quedando sólo como promesa genérica.
Ciertamente los textos históricos omitidos ayudan para mostrar cómo
vio Israel su posesión de la tierra e incluso para verlo como un
texto construido en circunstancias probablemente donde parecía que
la tierra podía estar a punto de perderse, o también ya perdida y
pretendiendo alentar la esperanza. El paralelo entre 15,7 y Lev 25,38
cambiando Egipto por “Ur de los Caldeos” ciertamente hace muy
posible esta última interpretación: no hay que olvidar que los
Caldeos son los habitantes de Babilonia en tiempos del Exilio; los
encontramos por primera vez en el s.9 a.C. en el sur de Babilonia,
vecinos de los arameos. Son víctimas del apogeo asirio y se
enfrentan con él logrando finalmente el trono babilónico en tiempos
de la caída de Jerusalén (587 a.C.); su influencia parece haber
sobrevivido a la caída de Babilonia aún durante el período persa y
luego griego. Pero, como es evidente, ciertamente estamos muy lejos
de la época de Abraham. Es evidente que se refiere a los tiempos del
redactor y no a los tiempos de lo narrado. Parece, entonces, que la
vieja fórmula del Dios que libera de Egipto es utilizada para
referir al Dios que libera de los Caldeos, y el pueblo -descendiente
de Abraham- está invitado a creer en que la promesa antigua sigue
viva y vigente; los paralelos con el discípulo de Isaías confirman
esta lectura.
La lista de animales
que se ofrecen en sacrificio parece una presentación de todos los
pasibles de ser ofrecidos en sacrificio. Sin embargo, tenemos que
tener presente un texto paralelo que se encuentra en Jer 34,18-19
(cf. v.13) donde Israel pasa en medio de un becerro partido en dos,
pero no ha sido fiel a la alianza que contrajo en ese gesto y será
rechazado por Dios. En este caso, el que pasa en medio de los
animales cortados (y las aves no cortadas) es el mismo Yavé; pero
como Dios no puede ser visto, esto ocurre entre tinieblas, y lo que
puede observarse son los signos: el fuego, el humo. Aquí es Dios el
que ofrece la “firma” como una suerte de garantía de fidelidad
de que Abraham poseerá la tierra. No es del todo correcta la
traducción de berit como alianza en este caso (v.18) si bien es la
habitual, el sentido parece más popular, semejante a un contrato, a
una solemne confirmación (por eso “firma” puede ser
comprensible). Dios se compromete con lo que él ha prometido y ahora
rubrica.
La carta de Pablo a
los Filipenses tiene una serie de puntos que merecerían ser
discutidos. Señalemos, sin embargo, que 3,1-4,1 parece ser una
unidad (o quizá hasta 4,3 por la repetición de la invitación a
estar alegres). En la mayor parte del cap. 3 Pablo alerta a la
comunidad contra los “perros”, “obreros malos”, “falsos
circuncisos”, todo lo que parece una ironía contra los grupos
judaizantes, es decir quienes pretendían que los cristianos para ser
verdaderamente salvados previamente debían aceptar la circuncisión.
El tema es complicado: ¿quiénes eran? la cosa se discute, pero
parecen ser grupos que pretenden que los cristianos venidos del mundo
no judío se hagan a sí mismos primero judíos (circuncisión
mediante) para poder gozar luego de los beneficios de la salvación.
Puede ser para evitar conflictos: el judaísmo es una religión
lícita, las novedades no son bien vistas por algunos griegos; puede
ser por cerrazón ante la novedad de parte de los “judaizantes”;
puede ser por una suerte de idolatría de la Ley, la circuncisión y
la misma ley puestas casi al mismo nivel que Dios... la cuestión es
que misioneros itinerantes han llegado a Filipos e insistido en que
es necesario hacerse judíos por la circuncisión, y dejar de ser
perros (= paganos). Pablo les dice que ellos son los incircuncisos,
los perros, etc... A continuación presenta una especie de
“curriculum” frente a los que lo cuestionaban: él tiene tantas o
más razones para gloriarse de ser judío, pero no pone allí su
seguridad, “todo eso lo tiene como estiércol” y sigue en camino
para alcanzar a Cristo. Estemos donde estemos, avancemos (3,16).
Con un término
clásico para presentar una nueva unidad comienza esta: “hermanos”.
Invita a la comunidad a imitarlo, lo que es algo frecuente: como
judío que es, Pablo sabe que los rabinos no sólo pretenden enseñar
“contenido” sino un modo de vivir; el discípulo debe aprender a
“caminar”. Pero no es la persona la que debe ser imitada, es el
camino. El camino que acaba de presentar, de rechazo, de perder todo.
Es característico en Pablo presentarse él mismo pero después de
dejarnos muy claro que -como apóstol- su vida misma es una vida
crucificada. Él “encarna” la cruz en su vida, y por eso está
crucificado, lo que es motivo de gloria es su debilidad, “su cruz”
(ver 2 Cor 10-12). Si en Fil 3 Pablo realiza una nueva “apología”,
lo hace presentándose como él mismo crucificado”. Por eso puede
decir que lo imiten, “como yo imito a Cristo” agrega en 1 Cor
11,1. No es su vida, sino su muerte, podríamos decir. Lo que cuenta
es la cruz, que aparece como debilidad y es “fuerza de Dios” (1
Cor 1,24). Por eso, los que ponen su confianza en sus fuerzas, en sus
obras, en su propia vida son “enemigos de la cruz de Cristo”.
¿Dónde ponen la confianza? en el cumplimiento de las leyes, por
ejemplo las alimenticias, o en la circuncisión, y con eso creen
alcanzar a Dios. Irónicamente Pablo les dice que confunden medios
con fines, los alimentos están en función del estómago, la
circuncisión en el órgano sexual (“vergüenza”), no se puede
poner allí el acento. El que camina según el ejemplo de Pablo es el
que es “ciudadano” del cielo, allí apunta su mirada, no en cosas
“de la tierra”. La “ciudadanía” (el término sólo aparece
aquí en todo el NT) parece contradecir otras ciudadanías (recordar
que Hch presenta a Pablo como ciudadano romano), es un ser ya de una
ciudad a la que todavía no pertenecemos plenamente, somos
peregrinos. La referencia a nuestro “cuerpo” no hay que
entenderla con esquemas griegos (cuerpo y alma) sino pensando en
nuestra configuración con Cristo que nos hace partícipes de la
resurrección. La referencia a la cruz sirve para promover actitudes
sociales contrapuestas a las de los judaizantes y su confianza en sus
capacidades, por el contrario, la cruz aparece como modelo de una
sociedad alternativa que ayuda a la unidad interna de la comunidad.
La vida cristiana tiende a la liberación, y está en tensión entre
una liberación y otra, entre la liberación que alcanzamos por la
cruz y la liberación que nos vendrá por la ciudadanía del cielo
que nos alcanzará una corona de gloria.
El Evangelio de la
Transfiguración según la versión de Lucas propone una serie de
elementos que es interesante tener en cuenta. La diferencia con los
textos de Mateo y Marcos hizo que muchos se pregunten si Lucas tuvo
en su poder una fuente propia, aunque otros piensan que posiblemente
las diferencias de deban propiamente a la redacción del evangelista.
Los elementos
comunes son conocidos: Jesús ha anunciado que le espera el rechazo y
la muerte. En los otros Sinópticos Pedro se ha escandalizado y Jesús
lo compara con “Satanás” aunque esto es omitido por Lc. Jesús
anuncia que quien quiera ser discípulo debe cargar la cruz (“cada
día” añade Lc). Esto es muy duro, pero termina aclarando que
“algunos de los que están... no probarán la muerte hasta que
vean” (Mt aclara “al Hijo del hombre viniendo”) el Reino.
Precisamente Jesús se aparta a algunos y les hará “ver”. Así
sucede la Transfiguración.
Hay elementos que
son propios de Lc y son interesantes: a diferencia de Mc/Mt los días
son “ocho”, Jesús sube “al” monte (como si supiéramos cuál
es) y sube “para orar” lo que es muy frecuente en Lc; lo que
ocurre sucede “mientras oraba”, como una consecuencia de esta
oración. Lc agrega como algo importante el contenido de la
conversación entre Jesús, Moisés y Elías. Agrega el temor en
medio de la nube, Jesús es además de “Hijo” presentado como
“elegido”. Finalmente Lc omite toda relación entre Elías y el
Bautista en el descenso del monte. Es interesante que este monte no
sea el monte Sión, lugar donde Dios se encuentra con su pueblo: la
cita “este es mi hijo” remite al Sal 2 que en v.6 dice que “ha
instalado a su rey en Sión, su monte santo”.
La invitación a la
cruz es un escándalo, y Jesús invita a la superación de este
escollo. La transfiguración aparece así como un relámpago en medio
de la oscuridad. En medio de la noche de la cruz la transfiguración
presenta un esbozo de lo que espera a los seguidores de Jesús: la
cosa no termina en la cruz. Jesús es presentado como “hijo”,
algo que ya sabemos desde el Bautismo (3,22), o mejor desde la
infancia (1,32); a su vez es interesante notar la diferencia: en el
Bautismo la frase del cielo se dirige a Jesús: “tú eres...”,
mientras que ahora se dirige a la comunidad representada en los
discípulos: “este es...”. Pero al añadir “elegido” Lc nos
recuerda al Siervo de Yavé (ver Is 42,1), el siervo anunciado que
sufre. Es sabido la importancia que la relectura de los cantos del
Siervo tuvieron en la comunidad cristiana para referirse a Jesús.
Finalmente hay que destacar a Jesús como el “profeta como Moisés”
(ver Dt 18,15), es a él a quien “escucharán”, como además
recuerda Pedro en Hch 3,22. Lo que ocurre no es una “metamorfosis”
sino que su rostro cambia, como había ocurrido con Moisés (Ex
34,29s). Lo que no es claro es por qué se alude a Moisés y a Elías;
pensar que Elías aparece como “profeta” mientras Moisés
representa a la ley es olvidar que Jesús es visto como “profeta
semejante a Moisés”. Lc recibe el texto con ambos personajes, pero
él omite el diálogo posterior donde el Bautista es comparado con
Elías, probablemente porque prefiere comparar a Jesús con Elías.
Es interesante citar aquí un texto rabínico: “Johanán ben Zachaí
ha dicho: Dios dijo a Moisés: cuando yo envíe al profeta Elías,
ambos habrán de venir juntos”. Lc, en cambio, presenta el diálogo
de los dos personajes con Jesús sobre su “éxodo”, es decir
sobre su paso (ver 9,51; Hch 13,24), un paso marcado por el plan de
Dios. La referencia a Jerusalén es muy importante en el Tercer
Evangelio ya que ocupa un lugar central en la teología
histórico-geográfica del Evangelio: todo el Evangelio apunta a la
ciudad, y desde allí todo parte en Hechos.
Ante la presencia de
Moisés y Elías interviene Pedro, pero “no sabe lo que decía”,
probablemente Lc lee la clásica incomprensión propia de Mc pensando
que es toda la Iglesia la que debe ser reunida por el Señor, o
porque no se le puede dar a Dios una morada... La nube es un signo de
la presencia divina y de su gloria (“vieron la gloria”, v.32), y
por eso cuando los discípulos entran en la nube (sólo Lc señala
expresamente que también ellos quedan cubiertos por la nube) “se
llenaron de temor”; ellos no son simples espectadores, la nube es
reunión de los discípulos en torno a la palabra de Dios, y unidos a
su vez con los personajes del cielo en una suerte de “comunión de
los santos”. Sin embargo, como en Getsemaní, el sueño los vence
(22,45-46), no son testigos del diálogo, y sólo después de la
resurrección comprenderán.
“Escúchenlo” es
la clave del relato: para estar en cercanía a Jesús no es necesario
armar tiendas, sino escucharlo, vivir de su palabra. La peregrinación
no ha terminado, estamos en camino aunque la transfiguración ilumine
brevemente el escándalo de la cruz anunciada; la Iglesia en marcha a
su éxodo en el cielo mira el monte, como Israel miraba el Sinaí en
su éxodo.
De golpe,
súbitamente todo termina y encontramos a “Jesús solo”. Sin
prohibición de por medio, los discípulos guardan el secreto,
seguramente porque no han comprendido y se mantienen en el misterio.
Comentario
¡Jesús es tan
extraño...! Después de tirar abajo todas las expectativas propias
de su tiempo, y remarcar que como Mesías lo van a matar, y así
salvará a todos, -después de eso-, dice que sus seguidores deben
caminar su mismo camino, deben pasar las mismas cruces, y hasta el
mismo martirio, y esto ¡cada día!... ¿Quién lo entiende? Pero
cuando todo parece, casi, una invitación al masoquismo, se nos
manifiesta transfigurado... "¡Esto es lo que les espera!",
nos señala, como en un relámpago en medio de la noche. Cruz y
resurrección, van tan de la mano, que se hace imposible separarlas.
La resurrección da un sentido nuevo y fructífero a una vida que
quiere gastarse y entregarse, como el fruto da sentido al entierro
del grano. Pero también, la muerte da un sentido nuevo a la
resurrección, ¡¡¡el amor nunca se hace tan generoso como cuando
da la vida !!!, y Jesús no será un Mesías “allá en las nubes”,
sino uno que camina nuestros pasos, uno que pasó por la cruz y que
se dirige a Jerusalén, tierra de Pascua, y tierra que es punto de
partida de la misión.
La transfiguración
es un anticipo; es un "eclipse al revés": una luz en medio
de la noche. Da un sentido completamente nuevo a la vida, ¡y a la
muerte! Hace comprensible la maravillosa reflexión de Hélder
Câmara: "El que no tiene una razón para vivir, no tiene una
razón para morir”.
¡Pobres de nosotros
si queremos aburguesarnos, instalarnos o acomodarnos! El «qué bien
estamos aquí» es, evidentemente, "no saber qué se está
diciendo". "Cambia, todo cambia" dice una canción...
la Cuaresma es "tiempo de cambio" dice la Iglesia... En
cambio, Pedro quiere quedarse: "quedémonos aquí"...
Muchos, no quieren saber nada con los cambios: "más vale malo
conocido, que bueno por conocer", sentencian ¡Qué diferencia!
La Transfiguración
es decirnos "esto es lo que les espera”, es decirnos que "dar
la vida vale la pena". Todo proceso de conversión y cambio
tiene sentido porque tenemos una roca firme, tenemos uno que no
cambia, y garantiza nuestra vida fecunda, un "resucitado que es
el crucificado" (J. Sobrino). Por eso la importancia que tiene
“escuchar” a Jesús. Es la voz del profeta de los tiempos
finales, del profeta como Moisés, que nos enseña el camino de la
vida, el camino del éxodo que es camino de Pascua.
Lo que celebramos en
la Cuaresma, no es un hecho "piadoso" en el sentido común
del término; es un hecho vital, de vida; un jugarse y comprometerse,
un dar la vida. Es un volverse a Cristo presente en los hermanos.
Como todas las alianzas de la Biblia, la alianza con Abraham se sella
con sangre; Jesús, selló -en su sangre- una alianza "nueva y
eterna”... Ya no es sangre de animales la que da vida y es signo de
la alianza, ahora es la sangre de Cristo, su amor, su vida unida a la
sangre de tantos mártires que, con su muerte transfigurada, dan vida
a tantos muertos por la violencia y la injusticia. No es que Dios
quiera sangre, ciertamente, sino que el amor nunca es más verdadero
como cuando llega hasta el final, y en el caso de Jesús, hasta dar
la vida, que es el signo de amor por excelencia. Estamos ante una
alianza que es amor ofrecido en generosidad, y que cada creyente
confirma y reafirma “cada día” en su derramamiento de sangre,
sea en el amor cotidiano, como en el martirio doloroso de tantos
hermanos nuestros latinoamericanos. Y, si la muerte es el mayor de
los absurdos, desde Cristo, desde su muerte y su resurrección (hoy
vislumbrada en la Transfiguración), jugarse la vida, gastarla en la
lucha por la justicia y la solidaridad, por la verdad y la vida, es
el acontecimiento fructífero por excelencia, ya que Cristo asocia a
sí mismo a una multitud de hermanos... No es que Dios quiera -hay
que repetirlo- que nadie muera, Él es Dios de vida, no de muerte-
pero nada hay más dador de vida que el amor, por eso es Dios de
amor. Dios nos quiere siempre, cada día, dando vida, aunque frente a
la injusticia, la violencia y el pecado, esa búsqueda de dar vida
pueda implicar tener que dar la vida. Pero como siempre, es la vida y
el amor lo que cuenta, es la vida por el reino, es un dar la vida
para que otros vivan. Una muerte que da vida, da sentido a tantas
vidas muertas...
Para la revisión
de vida
En mi vida,
como en la de todo ser humano, ha tenido que haber tiempos o momentos
privilegiados, llenos de sentido, embriagados de amor, de felicidad
plena. Me hará bien revivir esos momentos o tiempos: cuáles fueron,
cómo se dieron, cómo los viví, qué sentía, por qué se acabaron…
Hacer un tiempo de oración recalando en mi conciencia esas vivencias
de “transfiguración”. Más: ¿debería volver al “entusiasmo”,
al “fervor del amor primero”?
“Este es mi
hijo predilecto, escúchenle": ¿puedo decir que el proyecto
fundamental de mi vida es una acogida de la propuesta de Jesús, en
la que vemos la palabra de Dios que nos habla?
Para la reunión
de grupo
El ser humano no
sólo es un “animal racional”, al decir de Aristóteles, sino un
“animal de sentido”. Necesita un sentido para vivir. Y lo
necesita tanto o más que los bienes materiales necesarios para su
vida. Sin sentido, su vida se hace sencillamente insufrible. ¿Qué
relación tiene la cultura y la religión con esta necesidad
antropológica fundamental?
Estamos en un tiempo
sin utopías, donde todo se compra y se vende y se calcula
fríamente... ¿Qué mensaje nos trae el símbolo de la
transfiguración a este tiempo de mirada tan corta?
La inquietud de
Abraham de asegurarse de que tomará posesión de la tierra que Dios
le promete para el pueblo que le ha de suceder puede ponerse en
relación con la problemática de la tierra que actualmente se vive
en el tercer mundo. Por poner un ejemplo: en Brasil hay 3 millones de
propiedades inmuebles rurales. De ellas el 62% son minifundios y
ocupan el 8% del área total. En el lado opuesto, el 2’8% de esas
propiedades son latifundios que ocupan el 57% del área total. Brasil
es el segundo país del mundo con la mayor concentración de
propiedad de la tierra de todo el mundo. El INCRA brasileño
considera que, como media nacional, el 62’4% del área total de los
inmuebles rurales es improductiva. Tal vez por eso en Brasil ha
surgido en los últimos años el MST (el Movimiento de los Sin
Tierra, www.mst.org.br), la fuerza organizativa popular de más peso
en el país y en el Continente, en la que muchos de los participantes
son cristianos convencidos de la necesidad de reivindicar (tanto por
razones éticas como religiosas) el derecho a la tierra que Dios creó
para todos.
Para la oración
de los fieles
Para que purificando
nuestro corazón y educando nuestros ojos seamos capaces de
transfigurar nuestra mirada sobre la realidad de cada día y ver el
sentido divino que la habita...
Para que el Señor
sostenga nuestra fe, nos haga dignos de este don y no nos deje caer
en la desorientación o el sinsentido de la vida...
Por todos los
hombres y mujeres que buscan y no encuentran el sentido para sus
vidas; para que Dios se les haga encontradizo y ellos alcancen la
felicidad a la que están destinados...
Para que seamos
testigos de esperanza ante nuestros hermanos, pero siempre con la
humildad de quien ofrece un don gratuito y no un mérito propio...
Para que seamos
personas contemplativas, que acostumbran a saborear esa presencia de
Dios que se oculta en la realidad pero se descubre en la oración...
Oración
comunitaria
Dios Padre
nuestro: como el evangelista Lucas, también nosotros creemos que de
hecho, en la vida de Jesús Tú mismo nos has estado dirigiendo tu
Palabra. Haz que iluminados por ella, podamos transfigurar y mirar de
un modo nuevo las realidades que también hemos de transformar,
unidos a todos los hombres y mujeres que, iluminados también de mil
modos por tu misma Palabra Universal, caminan hacia el mismo «otro
mundo posible» que Tú quieres ayudarnos a construir entre todos los
pueblos de la Humanidad mundializada. Nosotros te lo pedimos por
Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro. Amén.
Estos
comentarios están
tomados de diversos libros, editados por Ediciones El Almendro de
Córdoba, a saber:
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro.
- Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en www.elalmendro.org
- El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro.
- Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en www.elalmendro.org
- El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico
bueno
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