LUZ
DEL DOMINGO
Domingo,
28 de febrero de 2016
TERCER DOMINGO DE CUARESMACICLO C
TERCER DOMINGO DE CUARESMACICLO C
Primera
lectura: Éxodo 3,
1-8 a. 13-15
Salmo responsorial: Salmo 102
Segunda lectura. 1 Corintios 10, 1-6. 10-12
Salmo responsorial: Salmo 102
Segunda lectura. 1 Corintios 10, 1-6. 10-12
EVANGELIOLucas
13, 1-9
13 1En
aquella ocasión algunos de los presentes le conta ron que Pilato
había mezclado la sangre de unos galileos con la de las víctimas
que ofrecían. 2Jesús
les contestó:
-¿Pensáis
que esos galileos eran más pecadores que los demás, por la suerte
que han sufrido? 3Os
digo que no; y, si no os enmendáis, todos vosotros pereceréis
tam bién. 4Y
aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé,
¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de
Jerusalén? 5Os
digo que no; y, si no os enmendáis, todos pereceréis también.
6Y
añadió esta parábola:
-Un
hombre tenía una higuera plantada en su viña, fue a buscar fruto en
ella y no lo encontró. 7Entonces
dijo al viñador:
-Ya
ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera y no lo
encuentro. Córtala. ¿Para qué, además, va a esquilmar la tierra?
8Pero
el viñador le contestó;
-Señor,
déjala todavía este año; entretanto yo cavaré alrededor y le
echaré estiércol; 9si
en adelante diera fruto..., si no, la cortas.
COMENTARIOS
I
¿CASTIGO DE
DIOS?
'Castigo de Dios' es
una expresión que se suele oír cuan do sucede alguna tragedia.
Pronunciar esta frase produce ali vio a quienes consideran que Dios
es un juez severo que, con frialdad, examina la vida y obras de sus
clientes, dictando sentencia condenatoria para los culpables. 'Dios
premia a los buenos y castiga a los malos', nos dijeron desde
pequeños; pero esta afirmación no corresponde, tal vez, a la etapa
de nuestra existencia en la tierra, pues ese Dios -justo juez-parece
callar demasiadas veces ante la injusticia flagrante, ante el dolor y
la opresión humana.
Para algunos, Dios
no interviene siempre, sino que manda de vez en cuando un aviso, a
modo de escarmiento, para que estemos alerta. Dios se puede cansar,
se nos ha dicho. Tiene paciencia hasta un cierto límite.
Pero ¿es éste el
rostro del Dios de Jesús? En una ocasión «se presentaron a Jesús
algunos para con tarle que Pilato había mezclado la sangre de unos
galileos con la de las víctimas que ofrecían». Pilato había
asesinado a unos galileos mientras mataban en el templo de Jerusalén
unos ani males que iban a ofrecer a Dios. En las épocas de gran
afluen cia de público al templo, cada uno de los oferentes de
ani males mataba su propia víctima, limitándose el sacerdote a
recoger la sangre del animal y derramaría sobre el altar. Lo que
sucedió aquel día fue considerado como una gran profa nación del
templo, un sacrilegio, pues se había mezclado la sangre de los
animales con la de sus oferentes asesinados.
Quienes pasaron la
noticia a Jesús pensaban que se trata ba de un 'castigo de Dios'
hacia aquellos galileos, gente pro pensa a sublevaciones contra el
poder romano ocupante y sin demasiados escrúpulos religiosos.
Quienes no habían sido ase sinados podían considerarse justos
delante de Dios.
Jesús, que no
estaba de acuerdo con semejante raciocinio, les contestó: «-¿Pensáis
que esos galileos eran más pecado res que los demás porque acabaron
así? Os digo que no; y si no os enmendáis, todos pereceréis
también. Y aquellos dieci ocho que murieron aplastados por la torre
de Sibé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás
habitantes de Jerusa lén? Os digo que no, y si no os enmendáis,
todos vosotros pereceréis también» (Lc 13,lss).
Los informadores de
Jesús debieron de llevarse una sorpre sa. La situación se volvió
contra ellos. Dios no actúa castigando o haciendo escarmentar a
nadie. De ser así, el castigo les hu biera tocado también a ellos,
pues eran igualmente pecadores.
Y por si esto no
hubiera quedado bien claro, Jesús añadió esta parábola: «Un
hombre tenía una higuera plantada en su viña, fue a buscar higos y
no encontró. Entonces dijo al viña dor: Ya ves, tres años llevo
viniendo a buscar fruto en esta higuera y no lo encuentro. Córtala.
¿Para qué, además, va a esquilmar el terreno? Pero el viñador le
contestó: Señor, déja la todavía este año; entre tanto yo cavaré
y le echaré estiércol; y si en adelante diera fruto..., si no, la
cortas.»
La higuera, árbol
con muchas hojas y bella apariencia, es imagen de un Israel que no da
el fruto del cambio y la con versión (Jr 8,13). Pero Dios tiene
paciencia y espera. En lugar de cortar la higuera-Israel, está
siempre decidido a seguir ca vándola y abonándola como el viñador
de la parábola. Dios no es partidario de escarmientos: tiene una
paciencia infinita. Nadie debe utilizar la tragedia humana como
mecanismo de justificación propia. Lo único que justifica ante Dios
son las obras. Sólo éstas muestran quién es bueno o malo ante El.
Lo demás son falsas imágenes de un Dios del que sabemos Muy poco...
II
LA RESPONSABILIDAD
ES DE TODOS
Si la sociedad es
injusta, si vemos que en la comunidad eclesial hay mucho que
corregir, eso afecta no sólo a los políticos o a la jerarquía
eclesiástica; la situación presente y el futuro de los grupos
humanos es responsabilidad, en mayor o menor grado, de todos sus
miembros. Al menos para los cristianos así queda dicho en el
evangelio.
PECADO Y CASTIGO
...le contaron que
Pilato había mezclado la sangre de unos galileos con las víctimas
que ofrecían. Jesús les contestó:
-¿Pensáis que esos
galileos eran más pecadores que los demás por la suerte que han
sufrido? Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por
la torre de Sibé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás
habi tantes de Jerusalén? Os digo que no; y si no os enmendáis,
todos pereceréis también.
Según la mentalidad
más extendida en el pueblo de Israel, los sufrimientos son siempre
consecuencia del pecado, el cas tigo que Dios impone como sanción a
quien desobedece sus normas (Ex 20,5).
En un primer momento
esta creencia se refería sobre todo a los desastres colectivos:
derrotas militares, catástrofes..., se consideraban la consecuencia
del alejamiento del pueblo respecto a Dios y a sus mandamientos (Gn
19,1-26; Is 40,2; Am 1,3-2,16).
En tiempos de Jesús,
y desde unos siglos antes, la idea de que el sufrimiento era siempre
castigo por el pecado se man tenía, pero el acento recaía en el
sufrimiento personal y, sobre todo, en el pecado individual: cada
enfermedad, cada desgra cia era la consecuencia directa de cada
pecado cometido por quien la sufría o, en todo caso, por sus
progenitores (véase Jn 9,2). Además, la doctrina oficial,
especialmente la farisea, reducía el concepto de pecado a la pura
transgresión de la ley, resaltando, aún más en el aspecto
individual, y encerrando la cuestión en el ámbito exclusivo de la
relación entre Dios y el individuo.
Que la gente pensara
así resultaba muy beneficioso para las clases dirigentes: los
sumos sacerdotes, que
colaboraban con los invasores romanos; los
fariseos, que
no movían un dedo para que la situación cambiara; todos los
instalados en
la cumbre de la sociedad podían decir, siempre que sucedía algo
como lo que cuenta el evangelio de hoy, que la sangre derramada, ya
por la violencia del imperio, ya por la casuali dad o por la
incompetencia, era un castigo
de Dios: los
galileos asesinados por los romanos o los habitantes de Jerusalén
aplas tados por la torre de Sibé habrían pagado con su muerte sus
propios pecados. Las víctimas acababan así convertidas en
culpables; los verdaderos culpables, absueltos, y el pueblo, asustado
y sometido, pues, si no obedecían a los jerarcas, a cualquiera
podría pasarle lo mismo.
SI NO OS
ENMENDÁIS...
Jesús no está de
acuerdo con ese punto de vista. El sufri miento que pueda padecer un
individuo no es consecuencia directa de sus propios pecados; sin
embargo, la capacidad de hacer sufrir y el potencial de muerte que se
han instalado en las sociedades humanas sí que son consecuencia
del pecado colectivo
del que todos somos
personalmente responsables.
Por eso, la ruina o
la salvación de una sociedad son cuestiones que afectan a todos. Se
trata de un asunto que, al mismo tiempo, es personal y colectivo, de
tal modo que ni se puede diluir la responsabilidad de cada uno en la
de la masa ni se puede eludir la solidaridad olvidando que se trata
de un pro blema común. Cada uno, por tanto, debe cambiar en sus
actitudes y sus comportamientos y abandonar aquellos -si
no os enmendáis - que
comportan o favorecen la injusticia, la violencia, el egoísmo porque
en el cambio personal se encierra ya la semilla de una sociedad
nueva: al nacimiento de un hombre nuevo corresponde la aparición de
una nueva humanidad.
OBRAS SON AMORES
Un hombre tenía una
higuera plantada en su viña, fue a buscar fruto en ella y no lo
encontró...
Cierto que la
cuestión no es sólo individual. Porque se trata no sólo de evitar
el mal, sino de construir, como acaba mos de indicar un mundo nuevo.
El fruto que, con
firmeza aunque sin agobio exige el dueño de la viña es una sociedad
organizada de acuerdo con la voluntad de Dios- para nosotros los
cristianos sería lo que el evangelio llama «el reino de Dios»,
puñados de humanidad, comunidades que organizan su convivencia de
tal modo que todos se tratan y se sienten tratados como hermanos. No
es sólo una sociedad en la que no hay injusticia, odio, egoísmo,
violencia..., sino una sociedad en la que se han instalado
definitivamente la justicia, el amor, la solidaridad, la paz.
No se puede formar
parte del pueblo de Dios (la viña, véase Is 5,1 7) sin estar
contribuyendo eficazmente a que ese pueblo sea cada vez más fiel al
proyecto del evangelio, sin crecer personalmente en la vida y en el
compromiso cristiano y sin asumir como propio el testimonio colectivo
de la comu nidad y la misión de presentar a otros e invitarlos a
incorporarse a la tarea de realizarlo. Sería como un árbol que no
da fruto, que estorba y resulta perjudicial en un campo. Esto vale
para personas y para grupos, organizaciones, institucio nes... La
higuera, en otros lugares de los evangelios, y posible mente aquí,
es figura de la estéril institución religiosa judía. Recordemos el
refrán español: ¡Obras son amores -el amor es el fruto- y no
buenas razones!
III
NO HAY
ESCAPATORIA PARA NADIE
La maldad de los
fariseos se hace patente en la mala fe con que lo informan. Vienen a
decirle: 'Tú y tu gente acabaréis tan mal como aquellos galileos,
ya que sois galileos y os comportáis como ellos.' Ellos ya han
emitido su veredicto: son unos pecado res. Jesús, no obstante, jamás
condena a ningún zelota o fanático nacionalista, a pesar de que él
morirá como un zelota más: « ¿Pen sáis que esos galileos eran
más pecadores que todos los demás galileos porque acabaron así? Os
digo que no; y si no os enmen dáis, todos vosotros pereceréis
también» (13,2-3). Ahora es Jesús quien les advierte severamente:
«Vosotros no sois menos pecado res que aquéllos y pereceréis
igualmente si no os enmendáis a fondo.» Todos tenemos necesidad de
cambiar de conducta, de no ser así perderemos la oportunidad de
vivir para siempre.
Acto seguido pasa a
la carga y los pone en evidencia: «Y aquellos dieciocho que murieron
aplastados por la torre de Sibé, ¿pensáis que eran más culpables
que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y si no os
enmendáis, pereceréis también todos vosotros» (13,4-5). Informe
contra informe. A los que le habían recordado, como galileo que era
y presuntamente zelota, el castigo ejemplar infligido por Pilato a
unos nacionalistas galileos, Jesús les recuerda, como
jerosolimitanos que son, la muerte por accidente de unos
conciudadanos suyos, accidente que ellos consideraban en su
casuística como un castigo de Dios. No son menos culpables que
aquella pobre gente que ellos han inculpado sin motivo.
PARABOLA DE LA
COMUNIDAD ESTÉRIL
La secuencia
concluye con la conocida parábola de la higuera estéril, figura de
Israel. Es necesario que nos la apliquemos nos otros, individualmente
y, sobre todo, como comunidad cristiana o iglesia. Una iglesia, una
comunidad que no dé frutos no tiene razón de ser, por mucha
hojarasca que ostente. Nuevamente Jerusalén. Os digo que no; y si no
os enmendáis, pereceréis también todos vosotros» (13,4-5). Pero
todo tiene un límite: «hace tres años... déjala aún este año»
(13,7-8), un período completo. Jesús suplica por su pueblo y por
cada comunidad cristiana. Y se compromete con ella: «entre tanto yo
la cavaré y le echaré estiércol» (13,8). Siempre espera, contra
toda esperanza: «si en adelante diera fruto...» (13,9a). Resuena la
buena noticia del ángel Gabriel a María: «y la que decían que era
estéril está ya de seis meses; para Dios no hay nada imposible»
(1,36-37). Isabel personificaba el estamento religioso, causa de
esterilidad. « ¡Si no, la cortas!» (13,9b).
IV
Análisis
El texto del libro
del Éxodo nos presenta una versión -la más conocida, seguramente-
de la así llamada vocación de Moisés, que es también la
“autopresentación” de Yavé.
Las antiguas
opiniones sobre diferentes fuentes hablan de dos antiguas tradiciones
que se integran en este texto. Según Gen 4,26 Enosh fue el primero
en invocar el nombre de Yavé, sin embargo, acá Moisés no lo
conoce, por lo que Dios se lo debe revelar. Por otra parte el nombre
del monte es Horeb y no Sinaí, y el suegro de Moisés es Jetró
mientras que en 2,18 es Reuel. Así se ha hablado de las diferentes
tradiciones a las que históricamente se las llamó Elohista y
Yahvista, aunque el tema hoy está en discusión (en especial la
antigüedad de estas, y la existencia del primero).
Muchos elementos
podríamos señalar, pero destaquemos solo algunos:
Moisés es llamado,
y como es frecuente en los relatos de vocación de la Biblia se sigue
un esquema similar: (1) oración y respuesta, v.7 y v.9; (2) promesa
de salvación, v. 8 y v.10; (3) encargo, v.16-17 y v.10; (4)
objeción, 4,1 y v.10; (5) signo, 4,1-9 y v.12; (6) nueva objeción,
4,10 y v.13; (7) respuesta final de Dios, 4,13-16 y 4,17. Como se ve,
parecería que las dos fuentes entremezcladas tienen el mismo
esquema. Que se utilice un “relato de vocación” nos pone en el
contexto de los profetas, lo que no es ajeno al texto, ya que Moisés
debe ser “escuchado” como uno que habla “en nombre de Dios”.
Otro elemento es lo
que causa la intervención de Dios: lo que lo motiva es “el
clamor”. El grito de dolor no deja a Dios “fuera” de la
historia. Desde el clamor de la sangre de Abel, Dios toma partido por
“los-que-claman”, los que sufren la opresión e injusticia (Gn
18,21; 19,13; Ex 11,6; 22,22: “no dejaré de oír su clamor”; 1
Sam 9,16; Is 5,7; Sal 9,13). El clamor de su pueblo no le permite
“hacer oídos sordos”, y frente a ese dolor es que elige y envía
a su elegido “Moisés”.
Finalmente digamos
algo sobre el ”nombre” de Dios. Entre los antiguos semitas, el
“nombre” es el sentido, es su misma existencia. Que Dios tenga
nombre, y distinto del nombre que recibió hasta ahora indica que
algo ha cambiado (cambiamos de Dios); este es un Dios que se muestra
a partir de la historia, como un Dios que manda a los que elige para
dar respuesta a los clamores que lo conmueven y no lo dejan
indiferente. ¿Qué significa el nombre de Dios? Podemos preguntarnos
qué significó en su origen, y qué significó para los lectores del
Éxodo. No es fácil dar respuesta, lo cierto es que parece incluir
el verbo “ser”/“estar”: las opiniones más sólidas hoy son
tres: “yo soy el que hace ser”, lo que remite a que Dios es
creador, aunque no se entiende a qué viene esta confesión de fe en
este momento; además de que el reconocimiento de Dios como creador
parece más tardío, como en el 2º Isaías, en tiempos del exilio);
“yo soy el que soy” en el sentido de resaltar Dios existe,
mientras que los dioses-ídolos no existen (en ese sentido parece
usarlo Os 1,9), el marco remite en cierto modo a la alianza y la
“duplicación” destaca la soberanía de Dios que “hace
misericordia con quien hace misericordia” (Ex 33,19), es decir:
siempre; finalmente, “yo soy el que estaré” (con ustedes), es el
Dios de la presencia salvadora, el que acompaña la historia. Este
último por el contexto, y el anterior por el marco son los que nos
parecen más probables: Dios garantiza su presencia y se enfrenta con
los dioses de Egipto: el clamor de su pueblo por el sufrimiento no
puede quedar impune.
Nos encontramos ante
uno de los salmos (el 94) más “cristianos” del AT. La
misericordia aparece como la característica fundamental de Dios que,
además, es presentado como “padre”, como un Dios que supera la
justicia yendo más allá, hasta las fronteras del perdón. Como
ocurre con frecuencia en los “himnos” de “acción de gracias”,
al comienzo (v.1) y al final (v.22) se repite la misma idea (en este
caso literalmente). Quizá debamos señalar que no es este uno de los
salmos más creativos literariamente (por ejemplo, no parece muy
amante de sinónimos y algunas palabras, como rhm y hsd, ternura y
misericordia, se repiten con frecuencia, casi monótonamente), aunque
esto no impide que sea muy profundo teológicamente.
No es fácil saber
en qué contexto nació ya que a veces parece individual (alma mía)
y otras parece comunitario (no nos trata, Moisés, Israel...), y no
hay un contexto histórico aparente (por algunos elementos parece
post-exílico, pero no parece importante en este caso): puede ser una
persona curada de una enfermedad (vv.3-4), una situación nacional
(vv.7.18), o una reflexión religiosa sobre Dios, tanto en lo
personal como en lo comunitario (v.8). Todas son posibles.
La liturgia
incorpora sólo los vv.1-4.6-8 (con lo que omite la extraña
comparación del águila que se “renueva” de v.5) y v.11 (con lo
que también omite la actitud de Dios que “no paga conforme a las
culpas” sino que las supera en misericordia). En v.11 comienzan
varias comparaciones marcando la distancia entre el amor de Dios y el
hombre con una serie de imágenes (horizonte, padre, polvo, hierba).
En la liturgia de hoy sólo tenemos la primera: la distancia entre el
cielo y la tierra.
El orante se invita
a sí mismo (alma mía) a bendecir a Dios. Los “beneficios”
tienen que ver con la retribución (la raíz gml dice relación a
eso), no se alaba la justicia rígida, sino que va más allá de la
mirada a los méritos (como vuelve a recordarlo en vv.8-10). Luego lo
siguen una serie de participios que se aplican a Dios (vv.3-6): que
perdona, que cura, que libra, que corona, que sacia, que renueva. Por
el lado negativo nos libra de culpas, enfermedades (que suelen ser
vistas como consecuencia de las culpas) y -por tanto- de la muerte;
positivamente nos da ternura, misericordia, bienes (hsd, rhm, twb).
Ambos elementos, negativos y positivos, tienen como conclusión que
nos rejuvenecen.
De allí se pasa a
algo más social que personal: la justicia y la liberación con lo
que prepara a la referencia -ahora nacional- a Moisés e Israel
(v.7). La idea de que Yavé es clemente y compasivo la encontramos en
Ex 34,6; Jl 2,13; Jon 4,2; Sal 86,15; 145,8; Neh 9,17 con coloración
litúrgica. Esto se expresa por comparaciones que -como vimos- la
liturgia sólo incorpora la primera, la diferencia de altura entre
cielo y tierra -la más grande imaginable- (ver Sal 36,6; 57,11), que
sirve para mostrar cómo es de grande el amor de Dios (“como [min]
el cielo es más alto que la tierra...” Is 55,9; ver Jb 11,8;
22,12). El Salmo aparece, entonces, como una presentación de Dios en
la historia tanto personal como comunitaria, y su característica
principal radica en su ternura (materna) y su paternidad que actúa
en esa historia y nos debe llevar (imperativo) a alabarlo
constantemente.
La Primera carta de
Pablo a los Corintios presenta muchas dificultades cuando pretendemos
“ubicarla”. Parece muy desordenada, y no es evidente que todo
esté en el lugar que Pablo lo pensó. Sabemos que Pablo contesta
preguntas escritas que la comunidad le ha hecho (7,1) y es probable
que cada vez que usa “con respecto a” también lo esté haciendo
(7,1.25; 8,1; 12,1; 16,1.12). Eso no impide que se hayan introducido
en el resto de la carta textos provenientes sea de otras cartas o de
nuevas circunstancias que exigieron una reelaboración del escrito
por parte del mismo Pablo (esta última es nuestra opinión pero no
es el caso destacarla acá). En principio, entonces, el texto de 1
Cor 10,1-13 pertenece al bloque donde Pablo responde acerca de la
carne ofrecida a los ídolos.
Sin embargo, la
frase “no quiero que ignoren” destaca que comienza una nueva
unidad, como además se ve en el uso de “hermanos”. La referencia
evidente a los acontecimientos del desierto nos hace pensar que
estamos ante una relectura del A.T., o una breve homilía, en clave
evidentemente cristiana: se compara la nube y el paso del mar con el
bautismo, el maná y el agua con la eucaristía, y se recuerda que
esos acontecimientos ocurren “en figura” (vv. 6.11) y que no
deben, los corintios, repetir lo malo que hicieron en el desierto
“nuestros padres”. El discurso se mueve de a pares: nube/mar,
alimento/bebida espiritual, y pretende que “no hagamos como ellos
hicieron” donde se repiten, siempre de a pares, los verbos que
caracterizan el comportamiento incorrecto de los israelitas en el
desierto y que Pablo pretende que los cristianos eviten: codiciar,
fornicar, tentar, murmurar. En el centro encontramos una actitud que
también se debe evitar pero no tiene su par, pero -por el contrario-
está iluminada por un texto bíblico: “no idolatren”; la
referencia es al “becerro de oro”, pero la cita remite a la
comida y bebida. Seguramente Pablo podía haber escogido otra cita
mejor para aludir a la idolatría, pero esta hace referencia a la
comida que es lo que a Pablo le interesa marcar. De allí que pase a
la siguiente unidad recordando “huyan de la idolatría” (10,14)
para volver a la comida de carne ofrecida a los ídolos, que -como
vimos, es el marco de la unidad. El hecho de que “no idolatren”
no tenga par (“como ellos idolatraron”) y que sea iluminado con
la Escritura revela que para Pablo es el corazón del relato.
La referencia a las
figuras (typos) del AT que recuerdan el bautismo y la eucaristía,
parecen decir que no se debe creer que por ser partícipes de la
comunidad sacramental, no por estar bautizados y tomar parte de la
eucaristía tenemos la garantía de no caer (eso sería hacerse un
ídolo; ver 11,30). La idolatría es la clave de la unidad
(lamentablemente omitida por el texto litúrgico). Los israelitas
cayeron, y también nosotros debemos cuidarnos de no caer: “el que
crea estar de pie cuide de no caer” es la conclusión y la clave
del texto.
El Evangelio se
ubica en el “viaje a Jerusalén” donde Lucas presenta muchos
textos de su fuente propia, “L”, un poco -aparentemente-
desordenados. Sin embargo, el relato presenta una cierta semejanza en
la forma con lo que viene diciendo: en 12,51 también había
preguntado “creen que...” y su respuesta fue “les aseguro
que...” concluyendo con una parábola. En este caso se presenta
abruptamente una situación histórica, con una aparente
interpretación religiosa. Jesús corrige esa interpretación e
incluso presenta otra situación semejante que se prestaría a la
misma interpretación. “No, les aseguro” es la corrección que
Jesús propone (vv.3.5) para lo cual presenta otra parábola
(vv.6-9).
El acontecimiento
histórico nos es desconocido. Se han propuesto diferentes hechos,
pero ninguno coincide exactamente con este. Es extraño que Flavio
Josefo no lo haya narrado siendo, como es, muy poco amigo de Pilato.
Pero el debate supone un (o dos) acontecimiento(s) ocurridos
realmente. La mezcla de sangre de galileos con la de los sacrificios
hace pensar en la fiesta de la Pascua: en esa fecha Pilato y los
peregrinos -también los de Galilea- se encuentran en Jerusalén, y
los laicos participan de los sacrificios ya que deben llevar a su
casa, o lugar de tránsito, el cordero para ser comido en familia. El
otro hecho afecta a 18 personas, si el primero es incidental, este es
ocasional, en el primero hay un criminal, pero en el segundo hay un
hecho casual, lo común de ambos son los muertos y la interpretación
que los interlocutores de Jesús hacen del hecho. De la torre de
Siloé sabemos de su existencia, y su ampliación. Josefo la narra,
pero no cuenta -tampoco- ningún accidente de este tipo. No sabemos
si Lc no está pensando o puede estar releyendo la caída de
Jerusalén posterior al 70, pero más allá del o los hechos
históricos, lo importante es la respuesta a la imagen de Dios que
todo esto supone.
La opinión
teológica clásica establece una estrecha relación entre
culpabilidad y castigo, de allí que los interlocutores piensan que
en estas muertes Dios ha castigado sus pecados; estamos cerca de la
teología tradicional de la “retribución”, la misma que
defienden los amigos de Job. Jesús no cuestiona la culpabilidad de
los galileos, pero se niega a presentar un Dios así de cruel, y
prefiere mostrar un Dios en diálogo con los hombres, un Dios que dé
espacio a la conversión. “Si ustedes no se convierten” pone a
los oyentes en el mismo nivel que los galileos y parte de la idea de
que “todos son culpables”. Y nos lleva a mirar el mundo y los
acontecimientos no como espectadores sino como actores. En vv. 2 y 4
se pone en paralelo pecadores y deudores; seguramente los lectores
griegos de Lucas no entienden “deuda” en un sentido también
religioso (ver el Padre nuestro donde Lc dice “pecados” donde la
fuente decía “deudas”) pero al estar en paralelo no precisa
explicación y se comprende que aquí por “deuda” debe
comprenderse “culpa”. Al rechazar esta imagen de Dios, Lc
presenta una divinidad menos poderosa y más misericordiosa, presenta
un Dios de amor y nos invita a tener presente que nuestra suerte se
juega en el perdón de Dios más que en nuestras actitudes.
En este marco, Jesús
nos presenta una parábola. Con frecuencia se la ha alegorizado (por
ejemplo los 3 años harían referencia a la vida pública de Jesús,
dato del que Lc nunca habla y parece desconocer). Sabemos que con
muchísima frecuencia Israel es comparado con una vid (el ejemplo más
evidente -y es solo uno entre muchos- es Is 5,1ss-, pero también se
ha comparado a Israel con una higuera (ver Jer 24,1-10). Es
interesante que ambas imágenes se mezclan algunas veces en los
profetas (Jer 8,13; Os 9,10; Mi 7,1). No es necesario decir que la
vid representa a Israel y la higuera a Jerusalén, probablemente el
uso de ambas imágenes tiene como intención simplemente reforzar la
idea (ver Mi 4,4) y que quede muy claro de quienes se está hablando,
de Israel, y de ese modo mover a la “conversión” (metánoia) que
es el centro de toda la unidad. La higuera no sólo no da fruto sino
que ocupa un lugar importante. El poseedor repite lo que sabemos, que
ha ido a buscar infructuosamente, pero aporta nuevos elementos: que
hace tres años que lo hace, y su decisión de cortarla; la
destrucción es aquí, imagen del juicio. Lo sorprendente ocurre con
la intercesión del viñador (es común en la Biblia que el
intercesor sea uno inferior como es en este caso el viñador sobre el
dueño de la viña), él se ocupará de dar alimento y bebida a la
planta y mueve al dueño a una nueva -y última- esperanza, en este
caso un año. Este será la última oportunidad del árbol de dar
frutos, sino será cortado. Como otras parábolas, el final permanece
“abierto”, no sabemos si la higuera dio o no el fruto esperado,
como no sabemos si el hijo mayor entró a la fiesta del padre por el
regreso del hijo menor. Como la parábola pretende mover a una
actitud, son nuestras actitudes la que darán el final sea negativo o
positivo...
Los oyentes,
pecadores, tienen también su última oportunidad de dar fruto de
conversión para Dios. Los israelitas están invitados, tanto en las
desgracias cotidianas, como en la palabra de Jesús, a escuchar la
voz de Dios que los invita a la conversión. Y con ellos también
nosotros.
Comentario
Jesús nos
enseña, en el texto de hoy a aprender a escuchar la voz de Dios en
los acontecimientos de la historia. De hecho sus interlocutores
también lo hacían, y por eso van a contarle los hechos, pero
escuchaban mal, Dios no decía lo que ellos entendían. Es verdad que
Dios habla, pero hay que aprender a escucharlo. Dios no nos dice que
los muertos de esos acontecimientos drásticos eran pecadores, de
hecho todos lo son. Lo que Dios nos dice es que por serlo, debemos
convertirnos y dar frutos de conversión. Los frutos son una palabra
de Dios para esta etapa de la historia.
La vid y la higuera,
representan en la Biblia, frecuentemente, al pueblo de Israel, para
que quede claro que se refiere a esto, el pasaje de la parábola nos
habla de una higuera plantada en una viña. Pero en estos casos, el
problema, con muchísima frecuencia son los frutos, o para ser
precisos, los frutos malos la falta de ellos... ¿De qué sirve una
higuera que no da frutos? Si no da frutos reiteradamente, el problema
se agrava: no sólo no da fruto sino que ocupa un lugar que se podría
aprovechar para otra planta. Dios preparó el terreno, hizo todo lo
necesario, se tomó un tiempo prudencial, pero ¿y los frutos? El
pueblo que Dios se ha preparado con tanto cariño, ¿cómo responde
al cariño de Dios?, el tiempo se acaba y la higuera puede ser
cortada. Sólo la intercesión de los trabajadores puede postergar
esto un breve tiempo más.
Vivimos en
sociedades llamadas cristianas. "Occidental y cristiana" se
decía, y los frutos fueron torturas, desapariciones, asesinatos,
delaciones, miedo, desesperanza... y más todavía: hambre,
desocupación, analfabetismo, falta de salud y vivienda,
desesperanza... y "por los frutos se conoce el árbol".
Hoy, muchos llamados cristianos siguen viviendo su fe muy lejos de
los frutos de amor y justicia que nos pide el Evangelio: participan
de mesas de dinero, de la tiranía del mercado, pagan sueldos
"estrictamente «justos»” y precisamente bajos, están
afiliados a partidos que nada tienen que ver con la Doctrina Social
de la Iglesia (¿se puede -por ejemplo- ser cristiano y neo- liberal?
¡ciertamente no!). ¿Y los frutos? Individualismo, hambre,
pobreza... Así, por ejemplo, vemos que uno de los problema que
tenemos en América Latina para el reconocimiento “oficial” de
nuestros mártires es que quienes los han matado “se llaman ellos
mismos cristianos!”, y esto desconcierta a muchos.
¡Cuántos se llaman
cristianos entre nosotros! ¡Cuántos son "cristianos
comprometidos" participantes de misas y movimientos!... Pero
también, ¡cuánto es el escándalo!
"Dios mío:
quiero pedirte perdón hoy por haberme olvidado de lo más
importante: que eres mi Padre; Señor, nunca más quiero tenerte
miedo, soy tu hijo y no tu esclavo. Desde hoy en adelante quiero que
estés contento conmigo. Quiero demostrarte con hechos, y no con
meras palabras, que te quiero... quiero amarte en cada hombre que me
salga al encuentro, porque ésa es tu voluntad. Quiero sufrir con mis
hermanos que están sin trabajo, quiero sentir como mía la angustia
de miles y miles de jubilados... Haz, Señor, que como Tú, pase por
la vida desparramando amor" (Carlos
Múgica, http://carlosmugica.com.ar).
No bastan las
palabras. De nada sirve una higuera estéril. Una higuera debe dar
higos ya que para eso ha sido plantada. Un pueblo redimido por
Cristo, debe edificar, con su vida (y con su muerte si fuera
necesario) un Reino que dé frutos de verdad, de justicia y de paz,
de libertad, de vida y de esperanza.... Estamos lejos, ¡muy lejos!
de lograrlo. Es verdad que en decenas de comunidades hay también
frutos muy vivos de solidaridad, de paz, de oración, de justicia y
de vida, de celebración y de esperanza... y podríamos multiplicar
los frutos que vemos en las comunidades; pero todo lo anterior
también es cierto. Faltan muchos frutos que dar, falta mucha vida
que cosechar y alegría que festejar. El continente de la violencia,
de la injusticia y el hambre reclama frutos de los cristianos. Y esos
frutos deben darse en la historia. Los acontecimientos cotidianos, de
dolor y de muerte, que tan frecuentes vivimos en América Latina nos
dan una palabra de Dios, una palabra que debemos aprender a escuchar,
que debemos comprender para no creer que Dios dice lo que no está
diciendo. Jesús nos enseña la “dinámica del fruto” para
aprender a reconocer allí un Dios que sigue hablando y que nos sigue
llamando a la conversión. No para una conversión individual y
personal, sino que dé frutos para los hermanos, para la historia y
para la vida. Y la Cuaresma es tiempo oportuno para empezar a
darlos...
Para la revisión
de vida
¿Será que,
en mi imaginario religioso, yo creo que el mundo tiene un «segundo
piso», el celestial, que maneja lo que pasa en este mundo, y que a
su intervención se deben los males y los bienes de lo que nos
ocurren? ¿Y que por eso tengo que rezar, o conseguirme de cualquier
otra forma el favor del cielo?
¿Tengo una
mentalidad premoderna, mágica? ¿Creo que hay Alguien más arriba (o
más abajo) que interviene en mi vida? ¿Considero todavía que Dios
es algo/alguien separado del mundo, separado/diferente de la
realidad? [Estudiar el tema del teísmo, panenteísmo... ≠
panteísmo].
Para la reunión
de grupo
-Solemos tener en
nuestra visión inconsciente una imagen de Dios como mecanicista: si
nos portamos bien nos han de salir bien las cosas, y si nos salen mal
pensamos que se deberá a que algo hemos hecho mal… Como si fuera
Dios quien enviase el mal al mundo… ¿Qué tipos de mal podemos
encontrar en el mundo, y cuáles serían sus orígenes? (Mal natural,
mal cometido por el ser humano, mal provocado por él…)
-Se dice que la
escena del Éxodo que hoy leemos es como la primera presentación de
Dios en la historia, la primera vez que entra Dios en ella de un modo
decidido… ¿Qué características podemos decir que tiene el Dios
bíblico, con semejante «tarjeta de visita»? ¿Qué imagen de Dios
refleja este texto bíblico?
-Roger
LENAERS, jesuita, ha escrito el libro «Otro cristianismo es
posible», donde analiza lo frecuente que es que los cristianos
seguimos pensando como Platón imaginó el mundo, dividido en dos,
con un piso superior donde habita lo divino, que sigue manejando los
sucesos de este mundo, por lo que no somos un mundo autónomo, sino
“heterónomo”, que depende enteramente de arriba, por lo que
debemos estar pendientes de la “revelación” que ese mundo de
arriba nos concedió a los humanos, y conducirnos con humildad y
sumisión, sin pretender tener una responsabilidad propia y
nuestra... Esa división platónica del mundo en dos pisos (el Timeo)
nos la han solido presentar como esencial al cristianismo... ¿Es
posible otro cristianismo, reconciliado con el pensamiento moderno
que reconoce que estamos en un solo mundo, sin dos pisos?
Se puede
organizar un debate sobre estas dos formas de ver el mundo. El libro
está accesible en internet: http://cursotpr.adg-n.es/?page_id=3
-Para captar
el favor de ese “segundo piso” está la oración de petición, o
los sacrificios y otras prácticas religiosas para conseguirnos el
favor del cielo... ¿Tiene sentido la oración de petición? ¿Qué
sentido tiene? ¿Qué sentido nos parece que ya no puede tener?
Para la oración
de los fieles
Para que tengamos en
nuestra fe una imagen de Dios conforme a lo que la Palabra de Dios
nos manifiesta: un Dios que interviene en la historia, escucha el
clamor de su pueblo y sin quedarse en la pasividad decide entrar en
acción, roguemos al Señor.
Para que también
nosotros tengamos una espiritualidad que corresponda al Dios bíblico:
abierta a captar los signos de la presencia de Dios en la historia, y
principalmente dispuesta a escuchar el clamor de los hermanos que
sufren, roguemos al Señor.
Para que no
achaquemos a Dios el mal que nosotros mismos provocamos, roguemos al
Señor.
Para que no
decepcionemos una y otra vez al Señor que viene a recoger los frutos
que espera de nosotros, sino que con tesón y con esperanza
produzcamos frutos de amor comprometido, roguemos al Señor.
Por la humanidad,
para que se haga cada vez más consciente de que tiene que cuidar
este mundo, sus riquezas naturales, sus aguas, sus bosques, su capa
de ozono… como el hogar que nos ha sido dado y que debemos
conservar para las futuras generaciones, en vez de destruirlo
simplemente por ambición y afán irracional de lucro, roguemos al
Señor.
Oración
comunitaria
Oh Dios,
misterio inabarcable. Acostumbrados como estamos a atribuir a tu
acción todo lo que nosotros no sabemos explicar, sobre todo el mal
cuyo sentido no logramos captar, queremos expresarte nuestra voluntad
de ser adultos, de asumir nuestras responsabilidades en el mal, y de
preferir maduramente el silencio y la acogida del misterio, a la
respuesta fácil de achacarte los sucesos incomprensibles o nuestros
límites y deficiencias. Nosotros lo aprendemos esto del ejemplo de
Jesús, nuestro hermano, tu hijo bien amado.
Estos
comentarios están
tomados de diversos libros, editados por Ediciones El Almendro de
Córdoba, a saber:
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro.
- Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en www.elalmendro.org
- El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro.
- Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en www.elalmendro.org
- El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico
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