miércoles, 14 de diciembre de 2016

Ratzinger más Ilustrado que la ilustración


RATZINGER
Joseph Ratzinger, poco antes de tomar el nombre de Benedicto XVI, publicó un artículo titulado: “Significado y límites de la actual cultura racionalista”; como puede deducirse de dicho título, el intelectual alemán se adentra en las bases del pensamiento predominante o, más bien, dominante en occidente.
El pensamiento dominante se define asimismo como Racional, en él descubre Ratzinger “adquisiciones importantes que pueden aspirar a una validez universal”, entre los que destaca:
1-El hecho de que la religión no puede ser una imposición del Estado, sino que sólo se puede aceptar en plena libertad.
2.-El respeto a todos los demás derechos fundamentales de la persona.
3.-La separación de los poderes y el control del poder.
         Para Ratzinger, conociendo como pocos la situación mundial y la particularidad histórica de muchos países, ve cómo lo realizado en occidente, en cuanto a la vivencia de estos valores, es utópico allí donde no se dan los presupuestos sociológicos necesarios para el triunfo de la democracia.

         Se pregunta Benedicto “si las modernas filosofías inspiradas en la Ilustración, tomadas en su conjunto, se pueden considerar como la última palabra de la razón común a todos los hombres”.  Aquí, “por todos los hombres”, hay que entender precisamente eso, no sólo el hombre occidental; “todos los hombres” apela, también, a los hombres de culturas distintas a la nuestra, culturas cuyo derecho vital no lo recibe de occidente, esas culturas no europeas adquieren su legitimidad por sí mismas.
         La filosofía racional nacida de la Ilustración se caracteriza por:
                   1.-Ser positivas, antimetafísicas.
                   2.-Todas se basan en una autolimitación de la razón positiva.
                   3.-el pensamiento que nace de la Ilustración funciona  muy bien en el ámbito técnico, pero que si se generaliza, implica la mutilación del hombre.
         Ratzinger ve algunos aspectos positivos en el movimiento filosófico nacido con la Ilustración; sin embargo, vuelve a insistir en la autolimitación de la razón. Está claro, y no sólo para el Papa alemán, que cuando la Ilustración habla de “razón”, pretende abarcarla totalmente, pero realmente la está limitando, puesto que, como mostrará la Escuela de Frankfurt, la razón es entendida como razón dominadora y calculadora; conozco en la medida que domino lo conocido, quedando fuera de su ámbito aquello que no puede ser dominado.
         Joseph sitúa el mundo ilustrado y el de sus hijos en un momento histórico muy determinado que impide que la filosofía nacida de la Ilustración tenga realmente validez universal:
“Pero esos elementos están fundados en una autolimitación de la razón específica de una determinada coyuntura cultural -la del Occidente moderno- que, en cuanto tal, no puede ser la última palabra de la razón. Aunque parezcan totalmente racionales, dichos elementos no representan la voz de la razón, sino que ellos mismos están vinculados culturalmente a la situación del occidente de hoy”.
         La filosofía de la Ilustración, como he referido con anterioridad al recordar a la Escuela de Frankfurt, se centra en el poder.  Ratzinger apela a una norma moral como posibilidad limitadora del poder hacer del hombre, ya que, sin los límites éticos ese saber hacer y poder hacer llevaría al hombre a la destrucción; sirvan de ejemplo la bomba atómica, o por nombrar aspectos más de actualidad, recordemos todas las demandas de los ecologistas sobre la necesidad de un uso equilibrado de los recursos naturales, o las cada vez más insistentes reivindicaciones de una ética empresarial,  o la necesaria ética referida y aplicada al poder político:
“No existe un saber separado del poder hacer, porque iría contra la libertad, que es el valor supremo en absoluto. Pero el hombre, que sabe hacer tantas cosas, siempre sabe hacer más; y no encuentra su medida en una norma moral, el resultado será inevitablemente, como se puede comprobar, un poder de destrucción”.
         A lo largo del artículo que nos ocupa, La crisis de las culturas, Ratzinger, en distintos momentos insiste en uno de los grandes errores de la filosofía ilustrada que consiste en la separación de sus propias raíces, al olvido de la memoria histórica de la humanidad y que no sería otra cosa que el desprecio a las capacidades del ser humano:
“Para los portavoces de las ciencias naturales, el hombre, en el fondo, no tiene ninguna libertad; pero eso está en flagrante contradicción con el punto de partida de todo este problema. El hombre no debe creer que es una realidad distinta de los demás seres vivos, por lo que deberá recibir el mismo trato. Así se expresan los representantes más audaces y más avanzados de una filosofía claramente separada de las raíces de la memoria histórica de la humanidad”.
         Para Ratzinger la filosofía racionalista (positivista), no es ni estrictamente racional ni universalmente válida:
“Las dos cuestiones sólo admiten un rotundo <<no>>. Esa filosofía no expresa la razón total del hombre, sino sólo una parte; y debido a esa mutilación de la razón, no se la puede considerar como plenamente racional. Por eso es también incompleta, y sólo puede recobrar su vigor si restablece de nuevo el contacto con sus raíces. Y es que un árbol sin raíces terminará secándose…”

Para el pensador alemán, el choque entre las diversas culturas no se producirá por motivos religiosos, pues las grandes tradiciones religiosas, aunque muchas veces en lucha, siempre han sabido convivir; el gran choque cultural lo sitúa Ratzinger entre las grandes tradiciones históricas y la tendencia ilustrada a imponerse sobre ellas con su mediocre concepto de razón.

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