lunes, 20 de mayo de 2013

La buena educación.

La buena educación, Unamuno
 

 
CARTA DE UNAMUNO SOBRE ENSEÑANZA LAICA
 
El periódico La Nación, de Buenos Aires, publicó en mayo de 1913 una carta de Unamuno que titulaba “Sobre la enseñanza laica”. Decía así:
“Son muchos los padres que, habiendo perdido las creencias de su niñez y su mocedad, y hasta habiéndose convertido en racionalistas, agnósticos o tal vez ateos, dejan, sin embargo, que se eduque e instruya a sus hijos en las creencias mismas en que a ellos se les educó e instruyó, y a lo más añaden: Cuando ellos sean mayores y tengan uso de razón, sabrán escoger y decidirse. ¿Es contradicción? Tal vez, no lo niego, pero de contradicciones así vivimos, y sin ellas moriríamos.
           Hay, en primer lugar, un sentimiento de respeto al niño, y a la responsabilidad de darle buena formación. No se quiere inculcarle desde niño otro prejuicio que el prejuicio tradicional de la sociedad en que vive. Cuando él sea mayor, se dice, él verá cuál es la religión dominante en su país, él conocerá otras religiones y podrá escoger entre ellas con conocimiento de la materia, o se quedará sin ninguna. Pero el padre, yo creo que con un seguro instinto, debe optar porque su hijo empiece educándose en la fe que hizo la sociedad en la que vive y le dio sus más firmes cimientos morales, a reserva de que más adelante la examine y la rechace su razón, si así se lo pide su conciencia». (Miguel de Unamuno, Rector de la Universidad de Salamanca, escritor y filósofo)
 
CARTA DE UN DIPUTADO SOCIALISTA A SU HIJO
 QUE LE PIDE NO ASISTIR A LAS CLASES DE RELIGIÓN.
 
Un socialista honrado

 
           El socialista Jean Jaurés, diputado del Partido Obrero Francés en 1889, recibe una carta de su hijo que le pide un certificado para no asistir a las clases de religión. Esto es lo que contestaba el padre :           






"Querido hijo:
Me pides un justificante que te exima de cursar religión, un poco por tener la gloria de proceder de distinta manera que la mayor parte de los condiscípulos y temo que también un poco para parecer digno hijo de un hombre que no tiene convicciones religiosas. Este justificante, querido hijo, no te lo envío ni te lo enviaré jamás.
           No es porque desee que seas clerical, a pesar de que no hay en esto ningún peligro, ni lo hay tampoco en que profeses las creencias que te expondrá el profesor.
           Cuando tengas la edad suficiente para juzgar, serás completamente libre pero, tengo empeño decidido en que tu instrucción y tu educación sean completas, y no lo serían sin un estudio serio de la religión.
           Te parecerá extraño este lenguaje después de haber oído tan bellas declaraciones sobre esta cuestión; son, hijo mío, declaraciones buenas para arrastrar a algunos pero que están en pugna con el más elemental buen sentido. ¿Cómo sería completa tu instrucción sin un conocimiento suficiente de las cuestiones religiosas sobre las cuales todo el mundo discute? ¿Quisieras tú, por tu ignorancia voluntaria, no poder decir una palabra sobre estos asuntos sin exponerte a soltar un disparate?
           Dejemos a un lado la política y las discusiones y veamos lo que se refiere a los conocimientos indispensables que debe tener un hombre de cierta posición. Estudias mitología para comprender historia y la civilización de los griegos y de los romanos y ¿qué comprenderías de la historia de Europa y del mundo entero después de Jesucristo, sin conocer la religión, que cambió la faz del mundo y produjo una nueva civilización?
           En el arte ¿qué serán para ti las obras maestras de la Edad Media y de los tiempos modernos, si no conoces el motivo que las ha inspirado y las ideas religiosas que ellas contienen?
           En las letras ¿puedes dejar de conocer no sólo a Bossuet, Fenelón, Lacordaire, De Maistre, Veuillot y tantos otros que se ocuparon exclusivamente de cuestiones religiosas, sino también a Corneille, Racine, Hugo, en una palabra a todos estos grandes maestros que debieron al cristianismo sus más bellas inspiraciones? Si se trata de derecho, de filosofía o de moral ¿puedes ignorar la expresión más clara del Derecho Natural, la filosofía más extendida, la moral más sabia y más universal? –éste es el pensamiento de Juan Jacobo Rousseau-.
           Hasta en las ciencias naturales y matemáticas encontrarás la religión: Pascal y Newton eran cristianos fervientes; Ampere era piadoso; Pasteur probaba la existencia de Dios y decía haber recobrado por la ciencia la fe de un bretón; Flammarion se entrega a fantasías teológicas.
           ¿Querrás tú condenarte a saltar páginas en todas tus lecturas y en todos tus estudios? Hay que confesarlo: la religión está íntimamente unida a todas las manifestaciones de la inteligencia humana; es la base de la civilización y es ponerse fuera del mundo intelectual y condenarse a una manifiesta inferioridad el no querer conocer una ciencia que han estudiado y que poseen en nuestros días tantas inteligencia preclaras.
           Ya que hablo de educación: ¿para ser un joven bien educado es preciso conocer y practicar las leyes de la Iglesia? Sólo te diré lo siguiente: nada hay que reprochar a los que las practican fielmente, y con mucha frecuencia hay que llorar por los que no las toman en cuenta. No fijándome sino en la cortesía en el simple ‘savoir vivre”, hay que convenir en la necesidad de conocer las convicciones y los sentimientos de las personas religiosas. Si no estamos obligados a imitarlas, debemos por lo menos comprenderlas para poder guardarles el respeto, las consideraciones y la tolerancia que les son debidas.
           Nadie será jamás delicado, fino, ni siquiera presentable sin nociones religiosas.
           Querido hijo: convéncete de lo que digo: muchos tienen interés en que los demás desconozcan la religión, pero todo el mundo desea conocerla. En cuanto a la libertad de conciencia y otras cosas análogas, eso es vana palabrería que rechazan de ordinario los hechos y el sentido común.
           Muchos anti-católicos conocen por lo menos medianamente la religión; otros han recibido educación religiosa; su conducta prueba que han conservado toda su libertad.
           Además, no es preciso ser un genio para comprender que sólo son verdaderamente libres de no ser cristianos los que tienen la facultad de serlo, pues, en caso contrario, la ignorancia les obliga a la irreligión. La cosa es muy clara: la libertad exige la facultad de poder obrar en sentido contrario. Te sorprenderá esta carta, pero precisa hijo mío, que un padre diga siempre la verdad a su hijo. Ningún compromiso podría excusarme de esa obligación.
           Recibe, querido hijo, el abrazo de TU PADRE"
El socialista Jean Jaurès nació en Castres, Francia.Estudia en la Ecole Normale Superieure de Paris, trabaja como profesor de Filosofia en Albi y da algunas clases en la Universidad de Toulouse (1883-85). Desde 1889 hasta 1914 es diputado como miembro del Partido Obrero Francés. En 1904 funda el periódico L’Humanité. En 1905 consigue unir bajo su liderazgo a los socialistas franceses, formando la Sección Francesa de la Internacional Obrera. Fue precisamente el diario socialista L’Humanité el que publicó esta carta dirigida a su hijo en fecha que no nos consta. Muere asesinado en 1914





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