viernes, 17 de abril de 2015

comentarios lecturas y evangelio domingo 19 abril 2015 tercer domingo pascua

        LUZ DEL DOMINGO
TERCER DOMINGO DE PASCUA
Primera lectura: Hechos 3,13-15. 17-19
Interleccional: Salmo 4
Segunda lectura: 1 Juan 2,1-5
EVANGELIO Lucas 24, 35-48
 “35Ellos contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. 36Mientras hablaban de esto, se presentó Jesús en me­dio de ellos y les dijo: -Paz con vosotros. 37Se asustaron y, despavoridos, pensaban ver un fan­tasma. 38É1 les dijo: -¿Por qué ese espanto y a qué vienen esas dudas? 39Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y mirad; un fantasma no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo. 40Dicho esto, les mostró las manos y los pies. 41Como aún no acababan de creer de la alegría y no salían de su asombro, les dijo:  -¿Tenéis ahí algo de comer? 42Ellos le ofrecieron un trozo de pescado asado; 43é1 lo cogió y comió delante de ellos. 44Después les dijo: -Esto significaban mis palabras cuando os dije, es­tando todavía con vosotros, que todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí tenía que cumplirse. 45Entonces les abrió el entendimiento para que com­prendieran la Escritura. 46Y añadió: -Así estaba escrito: El Mesías padecerá, pero al tercer día resucitará de la muerte; 47y en su nombre se predicará la enmienda y el perdón de los pecados a todas las na­ciones. Empezando por Jerusalén 48vosotros seréis testigos de todo esto.”
COMENTARIOS
 I
 El lenguaje de los relatos evangélicos sobre las apariciones de Jesús resucitado a los discípulos resulta enigmático. Llama la atención el hecho de que ni siquiera en momentos tan importantes se pongan de acuerdo los evangelistas. Entre ellos hay divergencias evidentes en cuanto al número, tiempo, lugar y testigos de los encuentros con Jesús resucitado. Comparadas unas narraciones con otras, un observador atento descubre claras contradicciones.
 Valgan unos ejemplos como botones de muestra: las mujeres van a embalsamar el cadáver de Jesús y encuentran la tumba vacía; en el lugar del cadáver hay un joven vestido de blanco que les anuncia la resurrección para que la comuniquen al resto de los discípulos; pero ellas, según Marcos (16,8) "salieron huyendo del sepulcro, del temblor y desconcierto que les entró, y no dijeron nada a nadie, del miedo que tenían". Lucas dice exactamente lo contrario al narrar el mismo acontecimiento: "Las mujeres volvieron del sepulcro y anunciaron todo esto a los once y a los demás". Y si, según Marcos, las mujeres vieron en la tumba a un joven vestido de blanco, en el evangelio de Lucas se dice que había dos hombres con vestidos refulgentes; para Mateo se trata, por el contrario, de un ángel. Según Marcos y Lucas, las mujeres no vieron a Jesús aquella mañana, en contra de Mateo, quien añade que, cuando iban de camino, Jesús les salió al encuentro (Mt 28,9).
 La presencia del crucificado -vivo ahora- es extraña y misteriosa. Esto explica que no sea reconocido por sus discípulos a la primera: María Magdalena cree estar hablando con el hortelano (Jn 2,15); los dos de Emaús, sin reconocerlo, caminan largamente con él y le reprochan ser el único forastero que no tiene conocimiento de los trágicos sucesos de Jerusalén (Lc 24,18)... Lo reconocen después de que Jesús les hable, les explique las Sagradas Escrituras, parta el pan o coma con ellos pescado. Partir el pan, comer pescado y leer las Sagradas Escrituras eran los ingredientes de las comidas eucarísticas que la primitiva comunidad celebraba el primer día de la semana, el domingo, día en que tienen lugar las apariciones en los Evangelios.
Para reconocer al crucificado-resucitado no bastaba con los ojos de la carne, había que volverse a las Escrituras y disponerse a partir el pan en comunidad.
 Sin el carácter peculiar e irrepetible de las primeras apariciones del resucitado, también éste es el marco y el medio en el que Jesús se hace presente hoy.
En la Eucaristía, trágico recuerdo de la muerte, celebración gozosa de la resurrección, compromiso de amor fraterno y entrega mutua, el cristiano descubre cada domingo la presencia del resucitado. Presencia que lo impulsa a gritar por el mundo, sin miedos ni complejos, que ha comenzado ya otro mundo, que es posible ya otra vida, desde ahora, en la que todos los hombres se sienten a la mesa para partir el pan y compartir la existencia; pan y existencia que nuestra sociedad de consumo, en nombre de unos pocos, niega a más gente cada día. 
II
A veces es más fácil dejarse morir que arriesgarse a vivir la vida. Con frecuencia continuar luchando en medio de un mundo que nos considera enemigos resulta un peso demasiado difícil de soportar. Pero nuestra misión es ésta: ser testigos de la vida. 
MIEDO A LA VIDA
...se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo:
-Paz con vosotros. Se asustaron, y despavoridos, pensaban ver un fantasma.
 Los discípulos tenían miedo. Juan, en su evangelio, nos dice que, al principio, en los días que siguieron a la muerte de Jesús, estaban encerrados porque temían a los dirigentes judíos: les asustaba la muerte y sentían cercana la mano asesina de los jefes de su pueblo. Pero, según nos informa Lucas en el evangelio, los discípulos también sintieron miedo, al menos en una ocasión, ante la presencia de la vida: «Se asustaron, y despavoridos, pensaban ver un fantasma.»
Un fantasma. No tenían esperanza, dudaban de la palabra de Jesús, y eso les impedía reconocer la plenitud de vida que se hacía presente en medio de ellos. O, quizá, lo que les daba miedo eran las exigencias que plantea el creer en la vida, en especial la que no se guarda para sí, sino que, gastada por amor, es semilla que, tras caer en tierra y morir, da como fruto más vida. Y no perdieron el miedo hasta que Jesús les demostró que era la misma persona que había conocido. Y que el suyo no era un vivir a medías, sino la vitalidad desbor­dante de un hombre capaz de comunicarse y de compartir con sus amigos el afecto y, sobre todo, su vida: « ... soy yo en persona. Palpadme y mirad; un fantasma no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo.»
Entonces el miedo se tornó en alegría. Y quedó demostra­da por los hechos la verdad del anuncio de Jesús: tendría que sufrir y ser perseguido, pero, en un breve espacio de tiempo, resucitaría (Lc 9,22.43; 18,31-34). 
TESTIGOS DE TODO ESTO
Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran la Escritu­ra. Y añadió:
-Así estaba escrito: el Mesías padecerá, pero al tercer día resucitará de la muerte, y en su nombre se predicará la enmienda y el perdón de los pecados a todas las naciones. Empezando por Jerusalén, vosotros seréis testigos de todo esto.
 «Empezando por Jerusalén»: el lugar en el que se había consumado la aparente victoria de los poderes de este mundo contra el Mesías Jesús. Precisamente allí debían empezar los amigos de Jesús a dar un triple testimonio de su victoria: «El Mesías padecerá... » El primer elemento del testimonio cristiano será el dar noticia de su muerte, de todo lo que se refiere a su muerte: del amor de Dios que se revela en el amor y en la entrega de Jesús y también de la maldad de un mundo, de un orden social homicida, que para mantenerse en pie necesita destruir al Hombre.
« ... pero al tercer día resucitará de la muerte. » Es el ele­mento fundamental de nuestra fe: la resurrección de Jesús. El evangelista, cuando habla de que todo lo que le sucedió a Jesús estaba previsto en las Escrituras, destaca ante todo la resurrección. Por tanto, a pesar de lo que nuestra forma de celebrar la Semana Santa parece indicar, lo más importante de Jesús no es su muerte, sino su vida: la que él goza ahora porque el Padre se la conservó; la que nos reúne cada vez que celebramos la eucaristía; la que fundamenta nuestra esperanza en que el orden este será progresivamente vencido y sustituido por un mundo de hermanos.
« ... y en su nombre se predicará la enmienda.» Por eso, el anuncio de la victoria de Jesús tiene que incluir una invita­ción a enmendarse, esto es, a abandonar todo comportamiento que nos haga culpables o cómplices de la existencia y del mantenimiento del orden este, una invitación a actuar de un modo semejante al de Jesús, sin miedo a que los grandes, los ricos y los poderosos nos consideren sus enemigos, pues a partir de ese momento Dios nos considerará sus amigos: « ... y el perdón de los pecados a todas las naciones».
 SIN MIEDO A LA VIDA
No terminemos la celebración de la Semana Santa el Vier­nes Santo. Es cierto que en aquella tarde se produjo una muerte heroica; pero no nos conviene refugiarnos en el recuer­do del héroe y en la exaltación del valor que mostró en su martirio: eso sería quedarnos fijos en la muerte y renunciar a la vida. Nuestra fe no se agota en la cruz. Nosotros creemos en Jesús el Resucitado, y anunciamos que él vive, aunque este mundo injusto exigió -y él soportó por amor esa injusticia- que tuviera que pasar por el dolor de una muerte violenta.
 El pueblo, los oprimidos, los explotados, los margina­dos..., todos víctimas del mundo este, condenados a vivir sin gustar el buen sabor de la vida, no debemos permitir que se nos arrebate la alegría de la vida que vence a la muerte. El miedo a la vida no es nuestro, no nos pertenece; nos lo quieren imponer los que hacen de la muerte su fuerza y su razón. El miedo a la vida es propio de quienes, responsables o cómplices del mundo este, ven en la vida de los demás una amenaza no para su vida, sino para sus privilegios.
Vivamos intensamente dando testimonio de que Dios está del lado de los que viven y, mediante la entrega por amor de su propia vida, hacen germinar la vida. 
III
 En la lectura de los Hechos encontramos de nuevo a Pedro, que se dirige a todo Israel y lo sigue siendo invitado a la conversión. Pedro tranquiliza a sus oyentes haciéndoles ver que todo ha sido fruto de la ignorancia, pero al mismo tiempo invita a acoger al Resucitado como al último y definitivo don otorgado por Dios. La muerte de Jesús se convierte para el creyente en sacrificio expiatorio. No hay asomo de resentimiento ni de venganza, sino invitación al arrepentimiento para recibir la plenitud del amor y de la misericordia del Padre, que se concreta en la confianza y en la seguridad de haber recuperado aquella filiación rota por la desobediencia.
El creyente, expuesto a las tentaciones, rupturas y caídas no tiene por qué sentirse condenado eternamente al fracaso o a la separación de Dios. San Juan nos da hoy en su Primera Carta el anuncio gozoso del perdón y de la reconciliación consigo mismo y con Dios. El cristiano está invitado por vocación a vivir la santidad; sin embargo, las infidelidades a esta vocación no son motivo de rechazo definitivo por parte de Dios, más bien son motivo de su amor y su misericordia, al tiempo que son un motivo esperanzador para el cristiano, para mantener una actitud de sincera conversión.
En el evangelio nos encontramos una vez más con una escena pospascual que ya nos es común: los Apóstoles reunidos comentado los sucesos de los últimos días. Recordemos que en esta reunión que nos menciona hoy san Lucas, están también los discípulos de Emaús que habían regresado a Jerusalén luego de haber reconocido a Jesús en el peregrino que los ilustraba y que luego compartió con ellos el pan.
En este ambiente de reunión se presenta Jesús y, a pesar de que estaban hablando de él, se asustan y hasta llegan a sentir miedo. Los eventos de la Pasión no han podido ser asimilados suficientemente por los seguidores de Jesús. Todavía no logran establecer la relación entre el Jesús con quien ellos convivieron y el Jesús glorioso, y no logran tampoco abrir su conciencia a la misión que les espera. Digamos entonces que “hablar de Jesús”, implica algo más que el simple recuerdo del personaje histórico. De muchos personajes ilustres se habla y se seguirá hablando, incluido el mismo Jesús; sin embargo, ya desde estos primeros días pospascuales, va quedando definido que Jesús no es un tema para una tertulia intranscendente.
Me parece que este dato que nos cuenta Lucas sobre la confusión y la turbación de los discípulos no es del todo fortuito. Los discípulos creen que se trata de un fantasma; su reacción externa es tal que el mismo Jesús se asombra y corrige: “¿por qué se turban... por qué suben esos pensamientos a sus corazones?”.
Aclarar la imagen de Jesús es una exigencia para el discípulo de todos los tiempos, para la misma Iglesia y para cada uno de nosotros hoy. Ciertamente en nuestro contexto actual hay tantas y tan diversas imágenes de Jesús, que no deja de estar siempre latente el riesgo de confundirlo con un fantasma. Los discípulos que nos describe hoy Lucas sólo tenían en su mente la imagen del Jesús con quien hasta un poco antes habían compartido, es verdad que tenían diversas expectativas sobre él y por eso él los tiene que seguir instruyendo; pero no tantas ni tan completamente confusas como las que la “sociedad de consumo religioso” de hoy nos está presentando cada vez con mayor intensidad. He ahí el desafío para el evangelizador de hoy: clarificar su propia imagen de Jesús a fuerza de dejarse penetrar cada vez más por su palabra; por otra parte está el compromiso de ayudar a los hermanos a aclarar esas imágenes de Jesús.
Es un hecho, entonces, que aún después de resucitado, Jesús tiene que continuar con sus discípulos su proceso pedagógico y formativo. Ahora el Maestro tiene que instruir a sus discípulos sobre el impacto o el efecto que sobre ellos también ejerce la Resurrección. El evento, pues, de la Resurrección no afecta sólo a Jesús. Poco a poco los discípulos tendrán que asumir que a ellos les toca ser testigos de esta obra del Padre, pero a partir de la transformación de su propia existencia.
Las expectativas mesiánicas de los Apóstoles reducidas sólo al ámbito nacional, militar y político, siempre con característica triunfalistas, tienen que desaparecer de la mentalidad del grupo. No será fácil para estos rudos hombres re-hacer sus esquemas mentales, “sospechar” de la validez aparentemente incuestionable de todo el legado de esperanzas e ilusiones de su pueblo. Con todo, no queda otro camino. El evento de la resurrección es antes que nada el evento de la renovación, comenzando por las convicciones personales. Este pasaje debe ser leído a la luz de la primera parte: la experiencia de los discípulos de Emaús.
Las instrucciones de Jesús basadas en la Escritura infunden confianza en el grupo; no se trata de un invento o de una interpretación caprichosa. Se trata de confirmar el cumplimiento de las promesas de Dios, pero al estilo de Dios, no al estilo de los humanos.
De alguna forma conviene insistir que el evento de la resurrección no afecta sólo al Resucitado, afecta también al discípulo en la medida en que éste se deja transformar para ponerse en el camino de la misión. Nuestras comunidades cristianas están convencidas de la resurrección, sin embargo, nuestras actitudes prácticas todavía no logran ser permeadas por ese acontecimiento. Nuestras mismas celebraciones tienen como eje y centro este misterio, pero tal vez nos falta que en ellas sea renovado y actualizado efectivamente.
 Queremos llamar la atención sobre el necesario cuidado al tratar el tema de las apariciones del Resucitado, y su conversar con los discípulos y comer con ellos… No podemos responsablemente tratar ese tema hoy como si estuviéramos en el siglo pasado o antepasado… Hoy sabemos que todos estos detalles no pueden ser tomados a la letra, y no es correcto teológicamente, ni responsable pastoralmente, construir toda una elaboración teológica, espiritual o exhortativa sobre esos datos, como si nada pasara, igual que si pudiéramos dar por descontado que se tratase de daos empíricos rigurosamente históricos, sin aludir siquiera a la interpretación que de ellos hay que hacer… Puede resultar muy cómodo no entrar en ese aspecto, y el hacerlo probablemente no suscitará ninguna inquietud a los oyentes, pero ciertamente no es el mejor
Para la revisión de vida
 «Para ver si conocemos a Dios, veamos si cumplimos sus mandamientos», dice la carta de san Juan. ¿Cómo va mi «conocimiento de Dios» según este indicador? ¿Rebosa mi vida «conocimiento de Dios», o sea, conformidad con su voluntad? 
Para la reunión de grupo
Lean detenidamente el cap. 24 de san Lucas, tratando de descubrir el esquema pedagógico que según el evangelista emplea Jesús para instruir a sus discípulos. Miren atentamente cómo comienza, como continúa y cómo termina. Complementen –si se puede- este pequeño estudio con la lectura de la Introducción que nos presenta el documento de Santo Domingo (“Mensaje a los Pueblos de América Latina, nº 12-27). Confrontar este esquema con nuestros métodos y esquemas de evangelización. 
Para la oración de los fieles
Oremos a Dios Padre que en Jesús ha querido acercarse a cada uno de nosotros y supliquémosle diciendo: Escucha, Padre nuestras súplicas.
Por todas las Iglesias y confesiones cristianas, para que muestren siempre la veracidad de su conocimiento de Dios en la autenticidad de su compromiso de solidaridad para con los más necesitados. Escucha...
Por la sociedad civil, para que con el influjo de la fuerza renovadora del Evangelio a través de la aportación de os cristianos y cristianas, se involucre con gozo en la construcción de esa Utopía que nosotros llamamos «Reino». Escucha...
Por nuestras comunidades cristianas, para que en el continuo ejercicio del compartir seamos cada vez más signo de amor, de bondad y fraternidad en nuestras sociedades. Escucha... 
Oración comunitaria
 Oh Dios, Padre-Madre de todos: que tu pueblo universal se regocije al saber de tu fidelidad, que nosotros vemos manifestada en su intervención en la resurrección de Jesús; y que la alegría de saber que Tú estás tan fielmente de parte del Amor y de la Vida, nos ayude a todos/todas a continuar sin desfallecimiento en la construcción del proyecto de Vida y Salvación que quieres para todos los pueblos; tú que vives y haces vivir, por los siglos de los siglos. Amén. 
Estos comentarios están tomados de diversos libros, editados por Ediciones El Almendro de Córdoba, a saber:
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro.
        - Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en 
www.elalmendro.org
        - El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico

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