sábado, 12 de diciembre de 2015

domingo 13 diciembre 2015 lectura evangelio homilía oración de los fieles

LUZ DEL DOMINGO

Domingo, 13 de diciembre de 2015
TERCER DOMINGO DE ADVIENTO
CICLO C

Primera lectura: Sofonías 3, 14-18 a.
Salmo responsorial: Isaías 12, 2-6
Segunda lectura: Filipenses 4, 4-7 
EVANGELIO Lucas 3, 10-18
 "10Las multitudes le preguntaban:
-¿Qué tenemos que hacer?
11Él  les contestó:
-El que tenga dos túnicas, que las comparta con el que no tiene, y el que tenga que comer, que haga lo mismo.
12Llegaron también recaudadores a bautizarse y le pre­guntaron:
-Maestro, ¿qué tenemos que hacer? 13Él  les dijo:
-No exijáis más de lo que tenéis establecido.
14lncluso soldados le preguntaban:
-Y nosotros, ¿qué tenemos que hacer?
Les dijo:
-No extorsionéis dinero a nadie con amenazas; con­formaos con vuestra paga.
15Mientras el pueblo aguardaba y todos se preguntaban para sus adentros si acaso Juan era el Mesías, 16declaró Juan dirigiéndose a todos:
-Yo os bautizo con agua, pero llega el que es más fuerte que yo, y yo no soy quién para desatarle la correa de las sandalias. Él os va a bautizar con Espíritu Santo y fuego. 17Trae el bieldo en la mano para aventar su parva y reunir el trigo en su granero; la paja, en cambio, la que­mará en un fuego inextinguible." 
COMENTARIOS
I
INVITACIÓN AL CAMBIO
Al oír la invitación al cambio total, al cambio de vida y mente, quienes acudían a Juan Bautista se sentían interpela­dos: «Entonces, ¿qué tenemos que hacer?», preguntaban al profeta (Lc 3,10ss).
El profeta no tenía pelos en la lengua; sus palabras eran duras, provocativas, razonablemente hirientes. A sus interlo­cutores -un gran gentío que iba a recibir su bautismo- les decía: « ¡Raza de víboras! ¿Quién os ha enseñado a vosotros a escapar del castigo inminente?» "Raza de víboras", animales que matan a traición inyectando un veneno de muerte. El comportamiento de aquel pueblo -en especial de sus diri­gentes- no sólo no fomentaba la vida, sino que ocasionaba la muerte de toda ilusión o esperanza de cambio y bienestar.
Y ante la pregunta del pueblo, inquietado por el mensaje de Juan, éste exponía a cada uno de los estamentos sociales privilegiados su programa de acción: «El que tenga dos túni­cas -símbolo de riqueza-, que se las reparta con el que no tiene, y el que tenga de comer, que haga lo mismo.» A los recaudadores -profesión en la que se lucraban con excesivos y arbitrarios impuestos- decía: «No exijáis más de lo que tenéis establecido», pues lo legalmente establecido era ya, de suyo, abusivo. A los guardias -que tenían en su mano la fuerza y las armas- aconsejaba: «No hagáis violencia a nadie, ni saquéis dinero; conformaos con vuestra paga.»
Era la voz de Juan una invitación a la justicia, a compar­tir, a terminar con todo tipo de abusos y prácticas que, favo­reciendo a unos, hundían en la pobreza y en la miseria a otros.
Pero su voz no era del todo nueva ni original. No era más que el eco de otras voces a las que el pueblo, por desgracia, se había acostumbrado. Antes que él, ocho siglos antes, Isaías, otro profeta, con palabras de inmensa actualidad, había gritado sin descanso contra todo tipo de injusticia. Sus palabras pare­cen dirigidas a nosotros, ciudadanos del siglo XX. «Buscad el derecho, enderezad al oprimido, defended al huérfano, prote­ged a la viuda», decía (Is 1,17); y hoy seguiría: Dad trabajo a los parados, integrad en la sociedad a los minusválidos, no marginéis a los enfermos de SIDA, acabad con la droga y el alcoholismo, devolved la dignidad a los gitanos, dad casa digna al pueblo, poned al alcance de todos la educación y la cultura. Era Isaías la voz defensora de todos los marginados de la tierra.
La culpa de aquella situación la tenían, según él, los pode­rosos -«los montes y colinas de Israel»-, los jefes del pue­blo en cuyas manos estaba legislar y hacer cambiar al país; a éstos gritaba: «Vosotros devastáis las viñas, tenéis en casa lo robado al pobre» (Is 2,14). Gracias a esta práctica de pillaje y robo, sus mujeres podían convivir con el lujo y el derroche (Is 3,16ss).
Actuales resultan las palabras del profeta cuando se diri­gen a latifundistas y terratenientes: « ¡ Ay de los que añaden casas y casas, y juntan campos con campos hasta no dejar sitio y vivir ellos solos en medio del país» (Is 5,18ss).
Al leer estos textos da la impresión de que el mundo no ha cambiado desde entonces. Su lenguaje es actual y sus de­nuncias valederas. Su objetivo era hacer renacer la vida, im­plantando la justicia en un mundo sembrado de abusos sin fin...

II
UNA ALIANZA NUEVA Y UNIVERSAL
Esto es lo que anuncia Juan Bautista: una alianza universal, una nueva manera de relacionarse con Dios, basada en la libertad de los hombres y que empieza por transformar las relaciones entre los hombres mismos, relaciones que deberán construirse sobre el cimiento del respeto mutuo y la solidaridad.
 
SOLIDARIDAD Y HONRADEZ
Los tres grupos que allí se repartían el poder, culpables de que la tierra de Israel se hubiera convertido en tierra de opresión, encabezaban la presentación de Juan Bautista en el evangelio del domingo pasado; en el de este domingo otros tres grupos de personas van a servir para presentar a los que se interesan por la liberación que Juan anuncia. Todos ellos son víctimas del sistema de poder dominante en Palestina y en todo el imperio; por eso, porque son víctimas de la injus­ticia, se acercan a Juan buscando la libertad que éste proclama. Pero ellos, que son parcialmente responsables de su propia opresión, pues la aceptan sin rebelarse, son también cómplices de la situación de quienes, con su colaboración, son aún más marginados y explotados y sometidos a una mayor servidum­bre; por eso deben empezar por enmendarse.
 Las multitudes le preguntaban:
-¿Qué tenemos que hacer?
El les contestó:
-El que tenga dos túnicas, que las comparta con el que no tiene, y el que tenga qué comer, que haga lo mismo.
Las multitudes representan al pueblo de Israel -hijos de Abraham, se llamaban a sí mismos, según las frases inmedia­tamente anteriores del evangelio (Lc 3,8); ellos, dominados por la ideología religiosa, manipulada por los sumos sacerdo­tes (Lc 3,2), marginan y desprecian a los que no pertenecen a su raza y a su religión.
 Llegaron también recaudadores... El les dijo:
-No exijáis más de lo que tenéis establecido.
Los recaudadores, marginados en la sociedad israelita, uti­lizados por el poder y despreciados por la gente, colabora­ban con los opresores en la explotación del pueblo cobrando -como lo hacían a gran escala los reyezuelos como Herodes, Filipo y Lisano (Lc 3,1)- los impuestos para los romanos y, además, robando lo que podían para sí mismos.
 Incluso unos soldados le preguntaban... Les dijo:
-No extorsionéis dinero a nadie con amenazas; conformaos con vuestra paga.
los soldados romanos, que recibían órdenes directamen­te del gobernador, Pilato (Lc 3,1), pertenecientes a las clases populares de Roma y que, quizá dominados por una ideología patriotera y necesitados de un sueldo seguro, se dejaban matar y mataban lejos de los suyos, aceptando ser instrumentos para la dominación de otros pueblos en favor del imperio.
Ellos son, con sus contradicciones a la espalda, los que responden a la predicación de Juan, y a ellos se dirigen las primeras indicaciones sobre lo que hay que hacer para prepa­rarse a participar en el proceso de liberación que, según el anuncio de Juan, está para comenzar. La respuesta de Juan a la pregunta «qué tenemos que hacer» es semejante para todos ellos: hay que ser solidarios, hay que ser honrados, no se debe aprovechar la injusticia establecida en beneficio pro­pio; los oprimidos deben dejar de ser ellos mismos opresores de sus hermanos. Este podría ser el resumen de las respuestas del bautista. No les exige práctica religiosa alguna; sus exigen­cias se refieren a la convivencia, al reconocimiento de la dig­nidad y al respeto de los derechos de los demás: compartir vestido y comida, no robar más a los que ya son robados, no extorsionar, más aún, a los sometidos.
Puede parecer que Juan es poco exigente; pero su misión no es iniciar el proceso de liberación, sino solamente preparar el camino al liberador que llega.

UNA ALIANZA NUEVA Y UNIVERSAL
Yo os bautizo con agua, pero llega el que es más fuerte que yo, y yo no soy quién para desatarle la correa de las sandalias. El os va a bautizar con Espíritu Santo y fuego.
 Los que escuchan la predicación de Juan y se acercan a él pertenecen a tres grupos hasta ahora incompatibles entre sí: judíos de raza y religión; judíos de raza, marginados por motivos religiosos, y no judíos; esta diversidad es signo de la universalidad de su llamada: la ya próxima intervención libe­radora de Dios no se va a limitar esta vez al pueblo de Israel, sino que podrán beneficiarse de ella todos los hombres.
Este proceso de liberación incluye una nueva alianza -esto es, un modo nuevo de relación- que Dios quiere esta­blecer con los hombres y que el evangelista expresa con una frase llena de simbolismo para la cultura hebrea: «... llega el que es más fuerte que yo, y yo no soy quién para desatarle la correa de las sandalias». Esta frase hace alusión a una costumbre muy antigua, conocida como la ley del levirato, que regulaba el derecho a contraer matrimonio en determina­das circunstancias; según dicha ley, cuando ese derecho pasa­ba de un individuo a otro, el que lo adquiría desataba la sandalia del que lo perdía (Rut 4,5-11); por otra parte, el matrimonio había sido usado en la predicación y en los escri­tos de los profetas como símbolo de las relaciones de amor de Dios -el esposo- con su pueblo -la esposa-. Con esta frase Jesús es presentado como el nuevo Esposo, como el que va a instaurar la nueva alianza, una relación de amor entre Dios y los hombres que, acompañados por el mismo Dios y llenos de su Espíritu de amor, luchan por conseguir su libe­ración integral a partir de la solidaridad y el respeto entre los hombres mismos.
Es posible que seamos cristianos sin haberlo decidido nunca de modo responsable. Ahora que nos preparamos para celebrar el nacimiento de Jesús, el liberador, podríamos em­pezar, siguiendo las indicaciones de Juan Bautista, viendo cómo andamos de solidaridad, de honradez, de espíritu uni­versalista..., de libertad personal y de compromiso con la liberación de todos los oprimidos.

III
 El texto del profeta Sofonías nos habla de un tiempo poco antes del reinado de Josías.
El país se hallaba sumido en la mayor miseria moral y hacía tiempo se dejaba sentir la amenaza de Asiria. Sofonías, testigo de los grandes pecados de Israel y del duro castigo con que Dios va a purificar a su pueblo, preanuncia la restauración y redención que Dios va a obrar. A los beneficiarios de ella los llama el “resto”. Con este “resto” creará Dios un pueblo nuevo.
Al final de su libro Sofonías vislumbra algunas luces de esperanza: el rey Josías se presenta como un gran reformador y Asiria parece aflojar por el momento su cerco. Es la ocasión para anunciar días mejores para Jerusalén e invitar a la alegría a través de una gran fiesta en la que todo serán danzas, alegría y regocijo.
Israel rebosa gozo porque el Señor ha cancelado todas sus deudas o el castigo de sus pecados (la cautividad). El Señor establece su trono en Sión. Con Rey tan poderoso y Padre tan misericordioso nada tiene que temer nunca más (v.14-15). Ahora ya no es Israel el que se goza en el Señor; es el mismo Señor quien se goza con su nuevo pueblo. Es como el “esposo” que se goza en la “esposa”. Muchas veces en los profetas la “Alianza” es presentada como “Desposorio”: “Yahvé, tu Dios, está en medio de ti; exulta de gozo por ti y se complace en ti; te ama y se alegra con júbilo; hace fiesta por ti” (v.16-17).
Los textos de la liturgia de hoy nos invitan a la alegría. Ese es el modo de esperar al Señor: la auténtica alegría del pueblo de Dios es Cristo, el Mesías largo tiempo esperado. A los filipenses Pablo les recomienda: “Alegraos siempre en el señor. Otra vez os digo, alegraos”.
El pasaje de Lucas nos habla del testimonio de Juan Bautista, el precursor. Su predicación impresiona al pueblo, la gente se acerca para preguntarle: “¿Qué debemos hacer?” (v.10), es una prueba de que han comprendido el mensaje, perciben que el bautismo de Juan exige un comportamiento. La respuesta llega enseguida: compartan lo que tengan: vestido, comida, etc. (vv. 10-11).
No se pregunta lo que hay que pensar, ni siquiera lo que hay que creer. El Evangelio pretende que el oyente de la Palabra de Dios se convierta, es decir, que su conducta y su comportamiento estén de acuerdo con la justicia que exige el Reino. La buena noticia entraña una exigencia nítida: los que tienen bienes o poder deben compartirlos con los que no tienen nada o son más débiles. Gracias a esta conversión, los pobres y menesterosos son iguales a los otros. En realidad, los pobres no preguntan, sino que están en “expectación”.
El “¿qué debemos hacer?” lo deberían preguntar quienes tienen el dinero, la cultura, el poder... porque la exigencia básica, según la Biblia, es compartir.
Servicio Bíblico Latinoamericano
La conversión es un cambio de conducta más que un cambio de ideas; es la transformación de una situación vieja en una situación nueva. Convertirse es actuar de manera evangélica. El evangelio nos invita a una “conversión al futuro” que se despliega en el Reino. No es mirar y volverse atrás. El futuro (que es Dios y su reinado) es la meta de la llamada a la conversión.
La tentación para no convertirse es quedarse en una búsqueda permanente o contentarse con preguntar sin escuchar respuestas verdaderas. Según el Bautista, la conversión exige “aventar la parva” (saber seleccionar o elegir), “reunir el trigo” (ir a lo más importante y no quedarse en las ramas) y “quemar la paja” (echar por la borda lo inservible o lo que nos inmoviliza); acoger la Buena Nueva de la venida del Señor requiere esa conversión. Con nuestros gestos discernimos lo que nos acerca de aquello que nos aleja de la llegada del Señor. Este día Dios discernirá entre el trigo y la paja que haya en nuestra conducta.
Este domingo se denominó tradicionalmente domingo “gaudete”, o de alegría. Por dos veces nos dice Pablo que estemos alegres, alegres por la venida del Señor, por la celebración próxima de la Navidad, por mantener la esperanza, por situarnos en proceso de conversión y por compartir con los hermanos la cena del Señor.
En la Biblia, la alegría acompaña todo cumplimiento de las promesas de Dios. Esta vez el gozo será particularmente profundo: “El Señor está cerca” (Flp 4,5). Toda petición a Dios debe estar apoyada en la acción de gracias (v. 6). La práctica de la justicia y la vivencia de la alegría nos llevarán a la paz auténtica, al Shalom (vida, integridad) de Dios.
¿Qué debemos hacer? Es la pregunta que muchos nos podemos formular hoy. La respuesta de Juan Bautista no es teoría vacía. Es a través de gestos y acciones concretas de justicia, respeto, solidaridad, y coherencia cristiana, como demostramos nuestra voluntad de paz, vamos construyendo un tejido social más digno de hijos de Dios, vamos conquistando los cambios radicales y profundos que nuestra vida y nuestra sociedad necesitan. Pero para eso, es necesario purificar el corazón, dejarnos invadir por el Espíritu de Dios, liberarnos de las ataduras del egoísmo y el acomodamiento, no temer al cambio y disponernos con alegría, con esperanza y entusiasmo a contribuir en la construcción de un futuro no remoto más humano, que sea verdadera expresión del Reino de Dios que Jesús nos trae, y así poder exclamar con alegría: ¡venga a nosotros tu Reino, Señor!
Para la revisión de vida
Buen tiempo, éste de adviento, para hacerse la pregunta que se hacía la gente al escuchar a Juan: "y nosotros, ¿qué debemos hacer?". Pregunta de conversión que también yo debo hacerme. A la luz de este evangelio, ¿qué respuesta creo que me daría el radical profeta Juan?, ¿qué debo hacer?
Para la reunión de grupo
- En la próxima Navidad volvemos a recibir la alegría y el alborozo del nacimiento de Cristo. Pero, preguntémonos: ¿se ven por algún sitio, en nuestro mundo, en nuestra patria, en nuestra sociedad los signos de la llegada Reinado de Dios? ¿Es Navidad en el mundo? ¿Dónde nace Jesús? ¿Qué significa realmente ser navidad? ¿Les llega a los pobres la salud, la vida, el empleo, la justicia... las Buenas Noticias? ¿Qué podemos hacer para que esta navidad nazca efectivamente Jesús a nuestro alrededor?
- ¿Es la Navidad una celebración muy “occidental” además de cristiana? ¿La celebra también en nuestra región algún grupo étnico o religioso diferente del nuestro? ¿Sería coherente con el sentido cristiano de la Navidad el acercarnos y establecer contacto, diálogo, conocimiento mutuo, posible colaboración?
Para la oración de los fieles
- Para que en este adviento sigamos alimentando nuestra esperanza, chequeándola, profundizándola y compartiéndola, roguemos al Señor
- Por todos los que en estos días cercanos a la navidad se sienten tristes o nostálgicos, lejos de sus familias, en soledad... para que la potencia de su amor supere todas esas distancias y les haga sentirse en comunión universal...
- Para que nos preparemos a la celebración de la navidad con realismo tratando de hacer que "efectivamente nazca Jesús" a nuestro alrededor...
- Para que la lejanía en que hoy día se ubica la utopía que todos los soñadores buscamos, no nos conduzca a la resignación o al fatalismo, sino que quede superada en la constancia, en la fe sin claudicaciones, en la resistencia y el esfuerzo por acercar una y otra vez la utopía del Reino...
- Para que en estas vísperas de navidad la austeridad de Juan Bautista, el precursor, nos recuerde que la sobriedad en el gasto motivada por el deseo de compartir con los más necesitados, es para los pobres una buena noticia que anuncia la efectividad del nacimiento de Jesús...

Oración comunitaria
Oh Dios y Padre-Madre de todos los seres humanos: al acercarse las entrañables fiestas de la Navidad te pedimos que hagas aflorar en nuestras vidas lo mejor de nuestro propio corazón, para que podamos compartir con los hermanos que nos rodean tu ternura,  tu mismo amor, del que nos has hecho partícipes. Nosotros te lo pedimos por Jesús, hijo tuyo, hermano nuestro. A Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Estos comentarios están tomados de diversos libros, editados por Ediciones El Almendro de Córdoba, a saber:
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro.
        - Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en 
www.elalmendro.org
        - El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico


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