LUZ DEL DOMINGO
Domingo, 6 de diciembre de 2015
SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO
CICLO C
SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO
CICLO C
Primera lectura: Baruc 5,
1-9
Salmo responsorial: Salmo 125
Segunda lectura: Filipenses 1, 3-6. 8-11
Salmo responsorial: Salmo 125
Segunda lectura: Filipenses 1, 3-6. 8-11
EVANGELIO: Lucas 3, 1-6
“3 1El
año quince del gobierno de Tiberio César, siendo Poncio Pilato gobernador de
Judea, Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Filipo tetrarca de Iturea y
Traconítide y Lisanio tetrarca de Abilene, 2bajo el sumo
sacerdocio de Anás y Caifás, un mensaje divino le llegó a Juan,
el hijo de Zacarías, en el desierto.
3Recorrió entonces toda
la comarca lindante con el Jordán, proclamando un bautismo en señal de
enmienda, para el perdón de los pecados, 4como está escrito en
el libro del profeta Isaías:
Una voz clama
desde el desierto:
"Preparad el
camino del Señor, enderezad sus senderos: 5que todo valle se
rellene, que todo monte y colina se abaje, que lo torcido se enderece, lo
escabroso se allane, 6y vea
todo mortal la salvación de Dios"
COMENTARIOS
I
UN MUNDO DE IGUALES
No es tarea
fácil la de igualar a los humanos. Llevamos tan metido en la médula de los
huesos el deseo de sobresalir, de ser más, de distinguirnos de los otros, que
hasta lo más profundo de nuestro ser se resiste ante semejante empresa.
Se habla de
'igualar' mientras se está abajo, donde 'igualar' es sinónimo de subir. Menos
se habla ya cuando se está arriba, donde equivale a descender para que otros
suban de nivel. Para los de abajo, la lucha por un mundo igualitario es
esperanzadora. Los de arriba mirarán con recelo todo programa en cuyo léxico
entre este terrorífico verbo. Difícil y dura tarea. Los profetas que la tomen
por bandera deberán refrendarla con sudores de sangre, encontrarán resistencia
por doquier.
Que no somos
iguales los humanos, o que 'unos somos más iguales que otros' es un axioma que
no hay que demostrar.
Pero
'igualar' no es uniformar, no significa perder la propia identidad o función
para confundirse con la masa. Es, más bien, situarse en un nivel en el que haya
para todos, y lo que a unos sobra remedie la carencia de los otros. Y esto no
sólo en lo económico, sino en lo cultural, en tiempo, derechos, recursos,
esperanzas de futuro... 'Igualar' es acortar la distancia que existe entre
ricos y pobres, gobernantes y gobernados, hombre y mujer; es acabar con la
dominación de unos sobre otros. Por eso sólo se puede 'igualar' desde una
actitud de servicio incondicional. Sólo el que se hace servidor, quien se abaja
y se pone a disposición del otro puede ser promotor de igualdad. Sólo
renunciando a privilegios y a 'superávit' de cualquier tipo se puede alumbrar
un mundo de iguales.
El evangelio
de Jesús va por ahí. Es una 'buena noticia' para todos aquellos que sufren la
marginación y la opresión, y teniendo derechos, como los que más, no los pueden
ejercer. Basta con abrir la primera página de esa esperanzadora 'buena-nueva'
para comprenderlo: «Que los valles se levanten, que los montes y colinas se
abajen, que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación
de Dios» (Lc 3,1ss). Utopía que parece no tener lugar ni cabida en nuestro
mundo, maravilloso quehacer para una tarea de gobierno, espléndido programa
para una comunidad cristiana, objetivo directo de un mundo más humano.
Así gritaba
Juan Bautista, el último de los profetas del Antiguo Testamento, el precursor
del profeta por excelencia, Jesús de Nazaret.
Juan miraba
a la ciudad y a la vida pública con sus diversos estamentos y estratos
sociales. Desde el desierto, fuera del sistema, gritaba a todos. Su mensaje
comenzó a prender en el pueblo. Proclamaba lo de siempre, aquello por lo que
sus predecesores los profetas habían luchado, aquello que aún no se había
conseguido y por lo que habían sufrido persecución hasta la muerte: « ¿Hubo un
profeta que vuestros padres no persiguieran? Ellos mataron a los que anunciaban
la venida del justo, y a él lo habéis traicionado y asesinado vosotros ahora»
(Hch 7,52). Así se expresaba Esteban ante la presencia de
quienes terminarían matándolo a pedradas. Toda la historia de Israel, según él,
estaba teñida de sangre de justos, injustamente caídos por una causa justa: la
de alumbrar un mundo nuevo, allanado, igualado, hermanado. Tras la sangre
derramada de Jesús de Nazaret, la del mismo Esteban estaba a punto de caer al
suelo...
Para preparar la venida del 'Justo',
y con él la del mundo venidero, los profetas invitaban a una sociedad más
igualitaria. La voz del Bautista era su más viva actualización. También tuvo
un trágico final. Pero sus palabras y su vida alientan a quienes, tras él,
emprenden la noble tarea de hacer un mundo más habitable por el camino de la
igualdad.
II
DE NUEVO LA
LIBERACIÓN
No debería
resultarnos extraño encontrar un anuncio de liberación cada vez que abramos el
evangelio; el evangelio, el proyecto de Dios para la humanidad, es eso: la
propuesta de un mundo de hombres que, en libertad, se quieren y,
amándose, son felices. Ahora y por siempre.
EN LA HISTORIA
El año
quince del gobierno de Tiberio César, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea,
Herodes tetrarca de Galilea..., bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, un
mensaje divino le llegó a Juan...
No es sólo
una forma erudita de empezar una historia. Lucas, al decirnos exactamente
cuándo empezó Juan Bautista a preparar a la gente para recibir a Jesús, está
indicando que la intervención de Dios se realiza en unas circunstancias concretas
de la historia colectiva de la humanidad y no sólo en la conciencia individual
de cada persona.
El
evangelista, para fijar con precisión el momento histórico, presenta los tres
grupos que en ese momento se reparten el poder en Palestina y que son los
mismos que al final del evangelio llevarán a Jesús a la muerte.
Primero, el
imperio, el poder romano, que usurpaba la soberanía de Israel, representado por
el emperador Tiberio y su gobernador en Judea, Poncio Pilato, el que
pronunciará contra Jesús la sentencia de muerte. Después los sucesores de
Herodes el Grande, reyezuelos-títeres de los romanos, que explotaban doblemente
al pueblo, una vez en su propio beneficio y otra para pagar el tributo de
vasallaje al emperador; también Herodes, tetrarca de Galilea, intervendrá en la
pasión de Jesús. Y los dirigentes religiosos, representados por Anás y Caifás,
que además de usar la religión en beneficio propio, la habían puesto a los pies
de los romanos, adormeciendo con ella la conciencia del pueblo; de ellos será
la iniciativa de llevar a Jesús a la muerte. Todos ellos, que serán los máximos
responsables de la muerte de Jesús, son ya los responsables de que la tierra
que el Señor regaló a Israel se haya convertido en tierra de esclavitud para el
pueblo que Dios había liberado repetidamente: de la servidumbre de Egipto y del
destierro de Babilonia.
EN EL
DESIERTO
...un
mensaje divino le llegó a Juan en el desierto.
Fuera del control de estos poderes opresores se encuentra Juan: «en el
desierto». Hablar del desierto recuerda a los israelitas las acciones del Dios
liberador, especialmente la salida de Egipto; les trae a la memoria el proceso
que los llevó a constituirse en un pueblo de hombres libres y el tiempo en el
que sus relaciones con Dios tuvieron su mejor momento (véase, por ejemplo, Jr
31,2-3; Sal 107,1-8). Allí recibe Juan el encargo de preparar al pueblo para un
nuevo éxodo, una nueva intervención liberadora del Dios de Israel.
Para
explicar cuál es la misión de Juan, Lucas utiliza las mismas palabras con las
que en el libro de Isaías (40,3-5) se anuncia el final del destierro de
Babilonia; Juan -nos dice el evangelista de esta manera- realiza aquí la misma
misión que llevó a cabo el antiguo profeta: anunciar que Dios va a intervenir
de nuevo, que su intervención será nuevamente liberadora y que hay que estar
preparados para beneficiarse de la acción de Dios. Y puesto que la tarea de
Juan es preparar la misión de Jesús, nos da la clave fundamental para entender
el resto del evangelio: la misión de Jesús consiste en realizar un nuevo éxodo,
en comenzar un nuevo proceso de liberación que ya no es sólo para un pueblo,
sino para toda la humanidad.
DESDE EL DESIERTO
Una voz
clama desde el desierto: «Preparad el camino al Señor...»
Todo
comienza, pues, en el desierto, junto al Jordán. Al atravesar el Jordán culminó
el proceso de liberación que había comenzado al pasar el mar Rojo; cruzando el
Jordán, los israelitas entraron en la tierra prometida; pero ahora esa tierra,
por culpa del dominio del imperio romano, de la corrupción de los reyezuelos y
de la infidelidad de los sumos sacerdotes, se ha convertido en tierra de
opresión. Y ahora el Jordán señala la salida -el éxodo- de la opresión y el
comienzo del camino hacia una libertad definitiva.
Y desde el
desierto llama Juan a la gente para que empiece a prepararse, para que empiece
a ponerse bien con Dios, tomando la decisión de cambiar de vida y aceptando el
perdón de Dios. Los que estén dispuestos a correr el riesgo de buscar la
libertad deberán someterse a un proceso de cambio personal, rompiendo con
cualquier clase de responsabilidad o de complicidad con el sistema opresor, del
que hay que salir para ponerse del lado de Dios. Esa ruptura la expresan los
oyentes de Juan acercándose a recibir el «bautismo en señal de enmienda, para
el perdón de los pecados», que proclama Juan en la «comarca lindante con el
Jordán».
Reflexionar
sobre estas cosas debería ser, para nosotros los cristianos, recordar los
primeros pasos que nos acercaron a la fe. Pero esto, reconozcámoslo, es sólo
teoría: todavía estamos dando esos primeros pasos; todavía quedan en nosotros
valles que rellenar, colinas que allanar y curvas que enderezar.
Hagámoslo. Dejémonos liberar y
colaboremos en la liberación de otros. Rompamos con todo poder y toda opresión
y pongámonos de la parte del Dios liberador.
III
EL COMIENZO DE LA MISIÓN DEL BAUTISTA MARCA LA ENCRUCIJADA DE LA HISTORIA
III
EL COMIENZO DE LA MISIÓN DEL BAUTISTA MARCA LA ENCRUCIJADA DE LA HISTORIA
Los datos
que enmarcan el comienzo de la misión del Bautista son todos verificables
históricamente. Lucas los ha distribuido en dos series a guisa de coordenadas
del poder, civil y religioso. El poder civil está estructurado
a modo de pirámide: en la cúpula del poder se encuentra el emperador Tiberio,
que ostenta el gobierno universal; debajo, Poncio
Pilato, gobernador de la Judea; más abajo, hay una tetrarquía repartida
entre Herodes, Filipo y Lisanio, quienes han debido conformarse con pequeñas
parcelas de poder. El poder religioso está representado por dos
personajes, emparentados entre ellos, unidos mediante una designación
desconcertante, «bajo el sumo sacerdote (en sg.) Anás y Caifás»: Lucas quiere
poner de relieve que Caifás, el sumo sacerdote en activo, no es sino un títere
de Anás; éste, aunque había sido destituido, continúa ejerciendo el poder
supremo.
En el punto
de la historia universal marcado por la coexistencia de todos estos poderosos,
«el año quince», Dios envía un mensaje a Juan, «el hijo de Zacarías», es decir,
el heredero de toda la tradición religiosa de su padre, «en el desierto», pues
ha roto con su tierra, la tierra prometida, que se ha convertido en tierra de
opresión, a fin de que proclame un nuevo éxodo, una liberación de la
esclavitud.
EL INICIO DEL MINISTERIO DE JESÚS, EL PUNTO ALFA DE LA
NUEVA HUMANIDAD
A diferencia
de los datos rigurosamente históricos que encuadran el comienzo del ministerio
del Bautista, los datos que describen la unción mesiánica de Jesús trascienden
las categorías y la experiencia del hombre y no son, por consiguiente,
científicamente comprobables. Al doble «gobierno/gobernador» de Tiberio/Poncio
Pilato corresponde ahora un doble «bautizarse»; a los tres «tetrarcas», tres
acontecimientos relativos a la esfera divina; al «sumo sacerdote», de cariz
religioso, la oración de Jesús. Ofrezco la traducción literal de este pasaje,
incorporándole la nueva puntuación que justifiqué en la revista Bíblica (65/1984):
«Sucedió
que,
después
de bautizarse el pueblo en masa
y -habiéndose bautizado Jesús,
mientras oraba-
después que
se hubiese abierto el cielo
y que
hubiese bajado el Espíritu Santo sobre él
en forma
corpórea como de paloma
y que se
hubiese oído una voz del cielo:
«Hijo mío
eres tú, yo hoy te he engendrado",
también él,
Jesús, comenzaba como a la edad de treinta años, siendo hijo -según se creía-
de José (1º), de... Josué (28º)... de David (42º)... de Abrahán
(56º)... de Henoc (70º)... de Adán (76º), de Dios (77º).»
Con
dos encabezamientos solemnes, uno repleto de datos históricos y el otro
rebosante de rasgos metahistóricos, Lucas enmarca el que podríamos llamar punto
Alfa de la historia del Hombre nuevo, momento en que Jesús inaugura el reinado
de Dios entre los hombres. Juan inició su predicación dirigiendo a todo el
pueblo de Israel la enmienda como respuesta a la situación de opresión en que
vivía el pueblo bajo el poder despótico ejercido por los gobernantes
extranjeros y por sus propios dirigentes, civiles y religiosos; Jesús ha
acudido al Jordán como uno más, pero no para sellar con el bautismo de agua una
actitud interior de conversión, sino para sancionar con un gesto significativo
su plena disposición interior a aceptar hasta la misma muerte (sentido de la
inmersión en el agua), a fin de llevar a término el encargo que le había sido
confiado. Los acontecimientos externos que tienen lugar después de haberse
bautizado, en el momento en que se puso a orar y durante la plegaria, sirven
para describir la experiencia interior que acaba de tener Jesús en el momento
de su unción mesiánica. A la disposición expresada por Jesús de entrega
incondicional, corresponde por parte de Dios la donación total de su Espíritu.
La fortísima
experiencia que ha tenido Jesús en su unción mesiánica se describe a base de
tres imágenes, dos visuales y una auditiva. El «cielo abierto» de par en par,
después de siglos en que se ha mantenido «cerrado», por haber acallado el
pueblo de Israel la voz de los profetas, abre una nueva etapa en la historia,
la comunicación definitiva y permanente del hombre con Dios. Se trata de una
imagen visual estática. La segunda, en cambio, es dinámica: la bajada del
Espíritu Santo sobre Jesús para ungirlo con la unción del rey mesiánico (Is
11,1-5), del Servidor de Dios con misión universal (42,1 -7), del Profeta-Mesías
(61,1-4). No se trata ya de una inspiración puntual, por el estilo de los
profetas, sino de una unción permanente, al reposar el Espíritu «sobre él».
La forma de
paloma alude al Espíritu creador de Gn 1,2; la calificación de «corpórea»
subraya que se trata de una experiencia real y tangible, aunque describa una
experiencia personal. Los evangelistas suelen echar mano de imágenes y figuras
externas para describir experiencias interiores. La unión efectiva y
permanente entre el Espíritu de Dios y el hombre Jesús cierra una etapa de la
revelación (AT) y abre una nueva: la creación culmina en Jesús, el Hombre
perfectamente acabado, el Hijo del hombre.
El texto de
la comunicación celeste, imagen auditiva, varía según los manuscritos. La que
figura en la mayoría de traducciones: «Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto»,
es igual a la de Marcos. Seguimos la que se encuentra en algunos manuscritos y
muchos Padres de la Iglesia latinos y griegos antiguos, inspirada en el Salmo
2,7, por considerarla propia, si bien no exclusiva de Lucas (cf. Hch 13,33; He
1,5; 5,2).
En el preciso momento en que Jesús
se ha puesto a orar abriendo un diálogo permanente del hombre con Dios, éste ha
derramado sobre él la plenitud de su Espíritu dándole a luz como Mesías.
IV
El
tiempo de adviento es tiempo de esperanza y de apertura al cambio: cambio de
vestido y de nombre (Baruc), cambio de camino (Isaías). Cambiar, para que todos
puedan ver la salvación de Dios.
En un bello
poema Baruc canta con fe jubilosa la hora en que el Eterno va a cumplir las
promesas mesiánicas, va a crear la nueva Jerusalén, va a dar su salvación.
Jerusalén es presentada como una “Madre” enlutada por sus hijos expatriados.
Dios regala a Sión, su esposa, la salvación como manto regio, le ciñe como
diadema la “Gloria” del Eterno. La Madre desolada que vio partir a sus hijos,
esclavos y encadenados, los va a ver retornar libres y festejados como un rey
cuando va a tomar posesión de su trono. Le da un nombre nuevo simbólico: “Paz
de Justicia-Gloria de Misericordia”; es decir, Ciudad-Paz por la salvación
recibida de Dios. Ciudad-Gloria por el amor misericordioso que le tiene Dios.
Haciéndose
eco de los profetas del destierro, Baruc dice una palabra consoladora a un
pueblo que pasa dificultad: “El Señor se acuerda de ti” (5,5). Ya el segundo
Isaías se había preguntado: “¿Puede una madre olvidarse de su criatura? (...)
pues aunque ella se olvide, yo no me olvidaré” (Is 49,15). El Dios fiel no se
olvida de Jerusalén, su esposa, que es invitada ahora a despojarse del luto y
vestir “las galas perpetuas de la Gloria que Dios te da” (5,1). Es la salvación
que Dios ofrece para los que ama, de los que se acuerda en su amor.
¿Dónde está
nuestro profetismo cristiano? El profeta no es un adivino, ni alguien que
predice los acontecimientos futuros. El profeta se enfrenta a todo poderío
personal y social, habla desde el “clamor de los pobres” y pretende siempre que
haya justicia.
Obviamente
le preocupa el futuro del pueblo, la situación sangrante de los pobres. Los
profetas surgen en los momentos de crisis y de cambios para avizorar una
situación nueva, llena de libertad, de justicia, de solidaridad, de paz.
La misión
del profeta cristiano es cuestionar los “sistemas” contrarios al Espíritu,
defender a toda persona atropellada y a todo pueblo amenazado, alentar
esperanzas en situaciones catastróficas y promover la conversión hacia
actitudes solidarias. Tiene experiencia del pueblo (vive encarnado) y contacto
con Dios (es un místico), y de ahí obtiene la fuerza para su misión. Por medio
de los profetas, Dios guía a su pueblo “con su justicia y su misericordia” (Bar
5,9). El profeta “allana los caminos” a seguir.
En el
evangelio, al llegar la plenitud de los tiempos, el mismo Dios anuncia la
cercanía del Reino por medio de Juan y asegura con Isaías que “todos verán la
salvación de Dios” (Lc 3,6). Para el Dios que llega con el don de la salvación
debemos preparar el camino en el hoy de nuestra propia historia.
Juan Bautista,
profeta precursor de Jesús, fue hijo de un “mudo” (pueblo en silencio) que
renunció al “sacerdocio” (a los privilegios de la herencia), y de una “estéril”
(fruto del Espíritu). Le “vino la palabra” estando apartado del poder y en el
contacto con la bases, con el pueblo. La palabra siempre llega desde el
desierto (donde sólo hay palabra) y se dirige a los instalados (entre quienes
habitan los ídolos) para desenmascararlos. La palabra profética le costó la
vida a Juan. Su deseo profético es profundo y universal: “todos verán la
salvación de Dios”. La salvación viene en la historia (nuestra historia se hace
historia de salvación), con una condición: la conversión (“preparad el camino
del Señor”). ¿Qué debemos hacer para ser todos un poco profetas?
La invitación
de Isaías, repetida por Juan Bautista y corroborada por Baruc, nos invita a
entrar en el dinamismo de la conversión, a ponernos en camino, a cambiar.
Cambiar
desde dentro, creciendo en lo fundamental, en el amor para “aquilatar lo mejor”
(Flp 1,10). Con la penetración y sensibilidad del amor escucharemos las
exigencias del Señor que llega y saldremos a su encuentro “llenos de los frutos
de justicia” (1,11).
Esa
renovación desde dentro tiene su manifestación externa porque se “abajan los
montes”, se llenan los valles, se endereza lo torcido y se iguala lo escabroso
(Bar 5,7). Se liman asperezas, se suprimen desigualdades y se acortan
distancias para que la salvación llegue a todos. La humanidad transformada es
la humanidad reconciliada e igualada, integrada en familia de fe: “los hijos
reunidos de Oriente a Occidente” (Bar 5,5).
Convertirse
entonces es ensanchar el corazón y dilatar la esperanza para hacerla a la
medida del mundo, a la medida de Dios. Una humanidad más igualitaria y
respetuosa de la dignidad de todos es el mejor camino para que Dios llegue
trayendo su salvación. A cada uno corresponde examinar qué renuncias impone el
enderezar lo torcido o abajar montes o rellenar valles. Nuestros caminos deben
ser rectificados para que llegue Dios.
Adviento es
el tiempo litúrgico dedicado por antonomasia a la esperanza. Y esperar es ser
capaz de cambiar, y ser capaz de soñar con la Utopía, y de provocarla, aun en
aquellas situaciones en las que parece imposible.
Dejémonos
impregnar por la gracia de este acontecimiento que se nos aproxima, dejemos que
estas celebraciones de la Eucaristía y de la liturgia de estos días nos ayuden
a profundizar el misterio que estamos por celebrar.
Unidos en la
esperanza caminamos juntos al encuentro con Dios. Pero al mismo tiempo, Él
camina con nosotros señalando el camino porque “Dios guiará a Israel entre
fiestas, a la luz de su Gloria, con su justicia y su misericordia” (Bar 5,9).
Para la
revisión de vida
Preparen el
camino del Señor, enderecen sus senderos... ¿Qué caminos torcidos hay en mi
vida? ¿Qué es lo que El quiere que yo enderece en mi vida personal? Y, ¿sobre
qué caminos torcidos de la sociedad puedo y debo influir para enderezarlos?
Para la
reunión de grupo
- ¿Cuales
son los grandes caminos torcidos hay en la sociedad de hoy, las causas más
influyentes en el malestar de esta sociedad mundial conmocionada por la
inseguridad, la tensión, el terrorismo?
Servicio
Bíblico Latinoamericano
- ¿Qué
caminos se puede construir para la esperanza en esta sociedad? ¿Cómo enderezar
caminos para que llegue más expedito el Reinado de Dios?
- ¿Cómo vive
este tiempo inmediato a la Navidad el común del pueblo?
- Se dice
que "cambió el paradigma", y "ya no es tiempo de profetismo,
sino de sabiduría", ya no es tiempo de denuncias, sino de exilio y de
contemplación… ¿Estamos de acuerdo? ¿Por qué?
- Comentar:
la misión del Bautista como precursor de Jesús y la misión de los cristianos
hoy como preparadores de los caminos de Dios en un tiempo de pluralismo
religioso. ¿Qué ideas u opiniones tenemos acerca de la conversión?
Para la
oración de los fieles
- Para que
en este tiempo de Adviento, alimentemos nuestra esperanza y la de los demás,
dando testimonio concreto, con nuestro compromiso, de que el mundo puede
cambiar y de que la esperanza es posible, roguemos al Señor.
- Para que
no nos falten profetas en este desierto en el que se dice que ya pasó la hora
del profetismo y sólo es hora de "sabiduría silenciosa"...
- Por todos
los que tienen vocación de profecía, para que la secunden y no nos priven de
ese don de Dios que a todos nos pertenece...
- Por todos
los que gritan y claman proféticamente: para que no se cansen, aunque se
sientan "voz que clama en el desierto"...
- Ante el
aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos, oremos por la sociedad
civil, para que cada vez cale más en ella una conciencia de su obligatoriedad,
su necesaria observación y cumplimiento, su mundialización…
- Por el
mundo entero, para que demos pasos hacia un mundo donde sean efectivos todos
los derechos humanos...
Oración
comunitaria
Oh Dios
Padre y Madre, que suscitaste a Juan Bautista precediendo a Jesús, anunciándolo
y clamando por la conversión; haz que también nosotros seamos siempre
"precursores" de la Buena Noticia que Jesús anunció, enderezadores de
los caminos por los que cada día estás queriendo venir a nosotros, por Él, que
vive y reina contigo por los siglos de los siglos.
Oh Dios de
todos los pueblos, que has enviado a lo largo de los siglos mensajeros,
profetas y precursores tuyos para todos los pueblos; te pedimos que nosotros
los cristianos reconozcamos tu presencia en todos ellos, y nos alegremos de tu
acción constante y callada en todos los pueblos y en todas las religiones,
hasta el día en que llegue el Adviento de tu Reinado para todos los seres
humanos. Nosotros te lo pedimos por Jesús, hijo tuyo, nuestro hermano mayor.
Amén.
Estos comentarios están
tomados de diversos libros, editados por Ediciones El Almendro de Córdoba, a
saber:
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba. - Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba. - Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. - Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en www.elalmendro.org - El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid. Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico. |
bueno
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