LUZ DEL DOMINGO
Domingo, 20 de diciembre de 2015
CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO
CICLO C
CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO
CICLO C
Primera
lectura: Miqueas 5, 1-5 a.
Salmo responsorial: Salmo 79
Segunda lectura: Hebreos 10, 5-10.
Salmo responsorial: Salmo 79
Segunda lectura: Hebreos 10, 5-10.
EVANGELIO: Lucas 1, 39-45
“ 39Por aquellos días
María se puso en camino y fue a toda prisa a la sierra, a un pueblo de
Judá; 40entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. 41Al
oír Isabel el saludo de María, la criatura dio un salto en su vientre e Isabel
se llenó de Espíritu Santo. 42y dijo a voz en grito:
¡Bendita tú entre las mujeres y bendito
el fruto de tu vientre! 43y ¿quién soy yo para que me visite la
madre de mi Señor?44Mira, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos la
criatura saltó de alegría en mi vientre. 45¿Y dichosa tú por
haber creído que llegará a cumplirse lo que te han dicho de parte del Señor!”
COMENTARIOS
I
LA QUE CREYÓ
María es la figura más manipulada en
toda la historia del Cristiamismo. Con el pretexto de ensalzar su grandeza,
hemos hecho lo contrario de lo que ella hubiera querido; y se nos ha olvidado
imitarla y creernos, como ella lo creyó, que lo que ha dicho el Señor se
cumplirá.
MARÍA
A Zacarías -varón, sumo sacerdote,
profesional de la religión, rico, culto- se le había anunciado de parte de Dios
que él y su mujer, a pesar de su avanzada edad, tendrían un hijo al que Dios le
encargaría la misión de preparar el camino al Mesías. Pero no se lo creyó hasta
que no vio a su mujer encinta.
María -una muchacha sencilla de un
pueblo perdido en las montañas de Galilea, en el extremo norte del país, marginada
por ser mujer en la sociedad civil y en el ámbito religioso, pobre, sin
preparación cultural alguna- escuchó también un mensaje de Dios: ella iba a ser
la madre del Mesías. Y creyó. Y aceptó el papel que Dios le encomendaba llevar
a cabo en el proceso de liberación que estaba a punto de iniciarse en la ya
inminente intervención salvadora de Dios.
Cuando llegó a casa de Isabel, pariente
suya, ya estaba sintiendo dentro de sí el cumplimiento de lo que se le había
dicho, y su presencia llenó de Espíritu Santo a la mujer de Zacarías, en quien
la palabra de Dios también se había hecho realidad. Esa fe es la que Isabel
alaba cuando saluda a María con estas palabras: «¡ Y dichosa tú por haber
creído que llegará a cumplirse lo que te han dicho de parte del Señor! »
LO QUE MARÍA CREYÓ
María creyó, por supuesto, que ella
iba a ser la madre del Mesías; María creyó en lo extraordinario de ese
nacimiento. María se fió de Dios cuando aceptó jugar un papel tan decisivo en
la historia de la salvación. Pero María creyó en todo eso porque su fe tenía
raíces hondas y creía y esperaba que se cumplieran las promesas que Dios había
hecho a su pueblo. Toda esa fe que Isabel alaba en su saludo la proclama María
de manera solemne en su respuesta: el canto que conocemos con el nombre de
«Magnificat»:
Proclama mi alma la grandeza
del Señor
y se alegra mi espíritu en Dios mi
Salvador,
porque se ha fijado en la
humillación de su sierva...
derriba del trono a los poderosos
y encumbra a los humildes;
a los hambrientos los colma de
bienes
y a los ricos los despide de vacío.
Ha auxiliado a Israel, su servidor,
...como lo había prometido a
nuestros padres...
(Lc 1,46-55)
María, como se ve, seguía creyendo en el carácter liberador del Señor, Dios de Israel. María seguía creyendo en la necesidad y en la posibilidad de liberación. Y porque creía en todo lo que Dios había prometido a su pueblo, creyó que se cumpliría lo que se le había dicho a ella de parte del Señor. Y su fe se hizo realidad en Navidad.
CADA AÑO, NAVIDAD
No parece que los tronos y las
coronas, los mantos de reina y los vestidos lujosos, el oro y las joyas estén
muy de acuerdo con la fe de María, y sin embargo, ¿no es ésta la manera más
frecuente de honrar a María, de manifestar nuestra fe en
María? Sin embargo, todo eso es incompatible con la fe de María y con su
compromiso personal, aceptando llevar a cabo la tarea que a ella le fue encomendada
dentro del proyecto liberador de Dios.
Parece como si alguien quisiera
encumbrarla en los tronos de los poderosos, o llenarla con las riquezas de los
ricos para moderar así la fuerza de su grito que agradecía y anunciaba la
intervención de Dios en favor de la liberación de los pobres y humillados de su
pueblo.
Dentro de unos días celebraremos, un
año más, la Navidad. Sonarán los villancicos, se iluminarán las calles, se
reunirán muchas familias... Pero toda esta fiesta, ¿tendrá algo que ver con la
alegría de María, que nacía de su fe y que iba acompañada de su compromiso con
el proyecto de Dios? Dios no hará nada por el hombre sin la colaboración o la
aceptación del hombre mismo; por eso, el sí de María a la palabra de Dios hizo
posible la Navidad; cuando nosotros la celebramos, ¿la estamos haciendo
posible? ¿Nos conformaremos simplemente con pasarlo bien con el pretexto de la
Navidad? Puede que demos limosna a algún pobre o que contribuyamos a alguna
colecta para los pobres, pero ¿vamos a hacer algo para acabar con la pobreza,
para devolver la dignidad a los humillados, para desterrar de nuestro mundo la
injusticia, la opresión, la explotación de los débiles...?
La Navidad fue posible porque María
creyó en la liberación, tuvo fe en el Dios liberador. En la medida en que
nosotros creamos en la posibilidad de un mundo verdaderamente libre, en la
medida en que creamos, como María, en que Dios está comprometido con la
libertad de los hombres y, como ella, nos comprometamos a hacer todo lo posible
para que este mundo sea la casa de los libres hijos de Dios, en esa medida
estaremos llenando de sentido la celebración de la Navidad.
II
EL SERVICIO SOLÍCITO DEJA UNA ESTELA DE ALEGRÍA
«Por estos mismos días María se puso
en camino y fue a toda prisa a la sierra, en dirección a un pueblo de Judá;
entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel» (1,39-40). El nexo temporal que
une esta nueva escena con la anterior es de los más estrechos, imbricándolas
íntimamente. María se olvida de sí misma y acude con presteza en ayuda de su
pariente, tomando el camino más breve, el que atravesaba los montes de Samaría.
Lucas subraya su prontitud para el servicio: el Israel fiel que vive fuera del
influjo de la capital (Nazaret de Galilea) va en ayuda del judaísmo oficial
(Isabel; «Judá», nombre de la tribu en cuyo territorio estaba Jerusalén). Al
igual que el ángel «entró» en su casa y la «saludó» con el saludo divino, María
«entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel». De mujer a mujer, de mujer
embarazada a mujer embarazada, de la que va a ser Madre de Dios a la que será
madre del Precursor.
«Al oír Isabel el saludo de María,
la criatura dio un salto en su vientre e Isabel se llenó de Espíritu Santo»
(1,41). El saludo de María comunica el Espíritu a Isabel y al niño. La
presencia del Espíritu Santo en Isabel se traduce en un grito poderoso y
profético: « ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! Y
¿quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Mira, en cuanto tu
saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. ¡Dichosa
la que ha creído que llegará a cumplirse lo que le han dicho de parte del
Señor! » (1,42-45).
Isabel habla como profetisa: se
siente pequeña e indigna ante la visita de la que lleva en su seno al Señor del
universo. Sobran las palabras y explicaciones cuando uno ha entrado en la
sintonía del Espíritu. La que lleva en su seno al que va a ser el más grande de
los nacidos de mujer declara bendita entre todas las mujeres a la que va a ser
Madre del Hombre nuevo, nacido de Dios. La expresión «Mira» concentra, como
siempre, la atención en el suceso principal: el saludo de María ha servido de
vehículo para que Isabel se llenase de Espíritu Santo y saltase de alegría el
niño que llevaba en su seno. La sintonía que se ha establecido entre las dos
mujeres ha puesto en comunicación al Precursor con el Mesías. La alegría del
niño, fruto del Espíritu, señala el momento en que éste se ha llenado de
Espíritu Santo, como había profetizado el ángel. A diferencia de Zacarías,
María ha creído en el mensaje del Señor y ha pasado a encabezar la amplia lista
de los que serán objeto de bienaventuranza.
III
Miqueas, de quien está tomada
la primera lectura, vivió en el reinado de Ezequías. Cuando el modesto profeta
llegó a la corte, se encontró con Isaías, de quien al parecer recibió influjo
literario, aunque siempre conservó su estilo personal.
Miqueas atacó sobre todo a los
poderosos que abusan del pobre para robar y oprimir, a los jueces corrompidos,
pero compuso también magníficos poemas de salvación, entre los que sobresale la
profecía sobre Belén. El Mesías esperado nacerá en Belén, pequeña población de
Judá y hará que los seres humanos puedan vivir tranquilos y Él será nuestra
paz.
La segunda lectura está tomada de la
carta a los Hebreos. Supuestamente Pablo compara la obra cultual de Cristo con
la del Antiguo Testamento, y el sacrificio de Cristo con los antiguos
“sacrificios” religiosos. A través de esta comparación se nos muestra con
profundidad la naturaleza y finalidad de la encarnación. El sacrificio de
Cristo tiene lugar de una vez para siempre y no consiste tanto en la inmolación
de una víctima, cuanto en la comunión con el Padre, a la que todos somos invitados.
En lo sucesivo no habrá una religión de ceremonias y de ritos, sino una
religión “en Espíritu y en Verdad”. La voluntad de Dios no ha sido la muerte
del Hijo, sino el hacer partícipe a su Hijo de la condición humana con el
suficiente amor para que todo lo humano quedara transformado. La sangre del
Hijo, más que ofrenda para aplacar a un Dios justiciero, es don a los seres
humanos de un Dios lleno de amor. Nuestra santificación consiste en vivir “en
Espíritu y en Verdad” esa amistad con Dios. Aquí radica la esencia del Espíritu
religioso.
Acercarse a celebrar el nacimiento
de Jesús conlleva recordar la condición de mujer y la fe de María. El episodio
llamado de la visitación, del evangelio de Lucas nos relata el encuentro de dos
mujeres madres. María, la galilea, va a Judá, la región en la que un día el
hijo que lleva dentro de ella será rechazado y condenado a muerte (Lc 1,39).
Ante el saludo de la joven, el niño que Isabel está a punto de dar a luz “salta
de gozo” (vv. 41 y 44). La madre alude poco después a lo que siente dentro de
sí; se trata de la alegría del niño –el futuro Juan Bautista- alrededor de
quien habían girado hasta el momento los acontecimientos narrados en este
primer capítulo de Lucas. Juan cede ahora el paso a Jesús.
El gozo es la primera respuesta a la
venida del Mesías. Experimentar alegría porque nos sabemos amados por Dios es
prepararnos para la navidad.
Isabel pronuncia entonces una doble
bendición. Como ocurre siempre en manifestaciones importantes, Lucas subraya
que lo hace “llena del Espíritu Santo” (v. 41).
María es declarada “Bendita entre
las mujeres”(v. 42), su condición de mujer es destacada; en tanto que tal es
considerada amada y privilegiada por Dios. Esto es ratificado por el segundo
motivo del elogio: “Bendito el fruto de tu vientre” (v.42). Este fruto es
Jesús, pero el texto subraya el hecho de que por ahora está en el cuerpo de una
mujer, en sus entrañas, tejido de su tejido. El cuerpo de María deviene así el
arca santa donde se alberga el Espíritu y manifiesta la grandeza de su
condición femenina. En su visitante, Isabel reconoce a la “madre del Señor” (v
43), aquella que dará a luz a quien debe liberar a su pueblo, según lo
anunciaba el profeta Miqueas (5,2-5).
Bendecir (bene-dícere) significa
hablar bien, ensalzar, glorificar. Con anterioridad al nacimiento de Jesús,
aparecen en los evangelios bendiciones por parte de Zacarías, Simeón, Isabel y
María. Todos bendicen a Dios por lo que hace. Pero, al mismo tiempo, Jesús
bendice a los niños, a los enfermos, a los discípulos, al Padre. Toda bendición
va dirigida a Dios. La oración de bendición es, sobre todo, alabanza de acción
de gracias. De este modo celebramos la Eucaristía. Pero también la bendición se
extiende a todas las criaturas incluso a las inanimadas: ramos, ceniza, pan y
vino. Son bienaventurados los santos y especialmente “bendita” es María, la
madre de Jesús.
El Espíritu Santo ayuda a Isabel a
pronunciar una bendición: “¡Bendita eres entre todas las mujeres y bendito sea
el fruto de tu vientre!”. Desde entonces, millones de veces lo hemos dicho
todos los cristianos en el “Ave María”. Son benditos, bienaventurados o
dichosos los que creen en Dios, los que practican la Palabra, los que dan
frutos, los pobres con los que se identifica Jesús.
María creyó. Ésta fue su grandeza y
el fundamento de su felicidad: su fe. María se convierte en maestra de la fe,
aceptando cuanto se le anuncia de parte de Dios aunque ella no se pudiera
explicar el modo como se realizaría aquel plan. Toda la vida de María se
fundamenta en su fe, en la adhesión que ha prestado desde el primer momento a
la revelación que llegó hasta ella.
Para la revisión de vida
¿Cómo voy a vivir esta semana de
adviento-navidad?
¿Cómo voy a acoger el misterio del
Dios humanado en Jesús?
¿Cómo vivir y expresar con todos los
que me rodean la ternura de Dios hecho niño para que nosotros vivamos el mismo
amor con la misma ternura? (Tomar decisiones concretas para esta noche de
nochebuena: respecto a las personas con las que convivo, a los parientes, los
vecinos, los amigos y conocidos, los lejanos…).
Para la reunión de grupo
- Navidad: ¿vuelve a nacer Jesús?
¿Qué es lo que realmente celebramos?
- La Navidad y la Nochebuena están
cargadas de símbolos, de riqueza cultural, de tradiciones familiares, de un
imaginario social, de una tradición social llena de publicidad comercial… ¿Se
puede distinguir el trigo de la paja? ¿Qué sería lo esencial cristiano de la
Navidad?
- ¿Qué quiere decir realmente el
hecho del nacimiento «virginal» de Jesús? ¿Es una afirmación, de qué género:
físico, biológico, histórico, teológico...? ¿Cómo conciliar el nacimiento
virginal de Jesús, tan especial, y la voluntad de Dios de encarnarse y
anonadarse, "pasando por uno de tantos"? ¿Están en contradicción?
- El libro de Roger Lenaers, «Un
cristianismo nuevo para un mundo nuevo» (Abya Yala, Quito 2008, colección
Tiempo Axial, cap. 9, pág. 104), presenta un estudio sobre la necesidad de
recomprender la Navidad: celebramos lo mismo que la cristiandad medieval
celebró, pero no podemos expresarlo ni entenderlo de la misma manera, cuando
estamos actualmente en una visión postmedieval, sin dos pisos, no heterónoma.
Podemos seguir celebrando, no ingenuamente, sino con una «segunda
ingenuidad»...
Para la oración de los fieles
- Por todos los hombres y mujeres
del mundo, especialmente por los más necesitados, para que un día acojan la
venida del Enmanuel, Dios-con-nosotros, roguemos al Señor
- Para que nuestra vida sea
testimonio de la eficacia de la venida de Dios en Jesús...
- Para que el ambiente social
navideño vaya acompañado en nuestras vidas por una vivencia intensa del
misterio de la navidad...
- Por todos los que están lejos de
sus hogares, o no tienen familia, o están en soledad obligada o voluntaria;
para que experimenten la comunión y el amor por encima del cerco soledad que
les rodea...
- Para que el ambiente de la navidad
propicie en nuestros hogares el necesario clima de amor y ternura que durante
la vida diaria tenemos olvidado con frecuencia...
Oración comunitaria
Dios, Padre Nuestro, que en Jesús
nos has dado tu Palabra, hecha carne y sangre, fuerza y ternura, muerte y
resurrección; te pedimos nos inspires para seguir sus pasos por el camino que
él nos trazó, abrazando en nuestro caminar hacia ti a todos los hermanos y
hermanas. Por Jesucristo Nuestro Señor.
Estos comentarios están tomados de diversos libros, editados por
Ediciones El Almendro de Córdoba, a saber:
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro.
- Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en www.elalmendro.org
- El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro.
- Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en www.elalmendro.org
- El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico
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