LUZ DEL DOMINGO
Domingo, 29 de noviembre de 2015
PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO
CICLO C
Primera lectura: Jeremías 33, 14-16
Salmo responsorial: Salmo 24
Segunda lectura: 1 Tesalonicenses 3, 12-4, 2
Segunda lectura: 1 Tesalonicenses 3, 12-4, 2
EVANGELIO: Lucas 21, 25-28. 34-36
25Habrá
señales en el sol, la luna y las estrellas, y en la tierra las naciones paganas
serán presa de angustia, en vilo por el estruendo del mar y el oleaje, 26mientras
los hombres quedarán sin aliento por la temerosa expectación de lo que se le
viene encima al mundo, pues las potencias del cielo vacilarán. 27Entonces
verán llegar al Hombre en una nube con gran potencia y gloria. 28Cuando
empiece a suceder esto, poneos derechos y alzad la cabeza, porque está cerca
vuestra liberación.
34Andaos con cuidado,
que no se os embote la mente con el vicio, la borrachera y las preocupaciones
de la vida, y el día aquel se os eche encima de improviso; 35porque
caerá como un lazo sobre todos los que habitan la faz de la tierra. 36Ahuyentad
el sueño y pedid fuerza en cada momento para escapar de todo lo que va a venir
y poder manteneros de pie ante el Hombre.
COMENTARIOS
I
UNA OLA DE ESPERANZA
«Aparecerán
portentos en el sol, la luna y las estrellas, y en la tierra se angustiarán las
gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán
sin aliento por el miedo, pensando en lo que se le viene encima al mundo,
porque hasta los astros se tambalearán...» (Lc 21, 25ss).
En clave
moderna, el evangelista podría expresarse así: El arsenal de armamentos se
incrementa, las diferencias sociales aumentan, la barrera que separa a los
países desarrollados de los pobres es cada día mayor, la lucha de clases
arrecia. Los poderosos de este mundo nos hacen temblar de miedo. Un escalofrío
recorre de continuo nuestro cuerpo ante «lo que se le viene encima a la
humanidad». El alma se llena de miedo, último reducto de autodefensa que hay en
el hombre. Parece como si, a marchas forzadas, nos acercáramos a ese final trágico
del mundo, tan predicado por profetas de desgracia y lamentación, seres humanos
(?) que matan la esperanza, que alimentan con su desaliento el suicidio
colectivo de una humanidad que no se define en modo alguno por su 'humanidad'.
Ante tan
catastrófica situación, parece de ilusos soñar, creer y esperar. El cambio se
presenta como imposible.
Pero el
evangelista continúa: «Y entonces -precisamente entonces, en medio de ese
caos, de donde sólo puede esperarse la muerte y la autodestrucción colectiva-
verán a este Hombre venir en una nube -vehículo de manifestaciones divinas-
con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto -añade- poneos
derechos y alzad la cabeza, que se acerca vuestra liberación.»
Sorprendente
invitación a la esperanza: ni ante las catástrofes naturales, ni ante un mundo
con su sistema y organización caótica, ni ante ninguna negra realidad debe
perder el cristiano su única arma: la esperanza de la liberación. La esperanza
del cristiano debe sobrenadar por encima de todas las tragedias humanas.
Mientras hay vida hay esperanza, se suele decir. Incluso más allá de la muerte
-afirma el evangelio- hay un reino de esperanza y de vida.
El miedo no
es el camino, es un callejón sin salida. Andar agobiados no es postura ni
cristiana ni humana. El cristiano debe saber interpretar los momentos más negros
de la historia como signos de liberación: «Cuando empiece a suceder esto,
poneos derechos y alzad la cabeza, que se acerca vuestra liberación... »
Porque la
liberación comienza allí donde hay una cabeza levantada que piensa que, por
encima de las nubes, brilla siempre el sol; donde se entrelazan unas manos para
transformar el mundo, donde existe un corazón capaz de amar por encima del
odio, donde se contempla un horizonte que otear -lejano, pero asequible- hacia
el que se puede marchar más aprisa.
Y todo eso está a nuestro alcance
ahora. Ha llegado el momento de levantar la cabeza y mirar al futuro. ¡Que una
ola de esperanza nos invada!
II
BUENA NOTICIA DE LIBERACIÓN
¿Todavía se
puede hablar de liberación? Para muchos está pasado de moda, fuera de lugar en
una sociedad moderna, y en ciertos ambientes eclesiásticos esta palabra resulta
sospechosa de herejía o de algo parecido. Pero el evangelio -¿pasado de moda,
rebelde?-. sigue siendo Buena Noticia de Liberación.
MOMENTOS DE CRISIS
Habrá señales
en el sol, la luna y las estrellas, y en la tierra las naciones paganas serán
presa de la angustia... mientras los hombres quedarán sin aliento por la
temerosa expectación de lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias
del cielo vacilarán.
Toda
situación de cambio, y más si se trata de una transformación importante en la
organización de la sociedad humana, suscita muchos miedos. Los que están
arriba, los que poseen el poder y el dinero, el prestigio y la fama, sienten
miedo porque ven peligrar sus privilegios. Se sienten intranquilos los que
están instalados cómodamente, sin ambiciones y sin necesidades, sin problemas y
sin inquietudes: temen complicarse la vida. Y hasta quienes realmente desean
que las cosas cambien sienten un cierto desasosiego ante el futuro, siempre
incierto. Incluso los que con su lucha son causa de esos cambios pueden sentir
temor ante el peligro de perder lo que más estiman: la vida. Son momentos
de crisis que, como sucede en el proceso de desarrollo del
individuo, acompañan y preceden tanto al crecimiento y a la maduración como a
la decrepitud y a la muerte.
Ante eso, el
cristiano, ¿tiene algo que decir? ¿Cuál debe ser su actitud ante un mundo que
cambia, especialmente cuando el cambio consiste en la caída de algún régimen
tiránico (simbolizado en el pasaje evangélico en la vacilación de las
potencias del cielo)?
«ALZAD LA CABEZA»
Habrá
señales en el sol, la luna y las estrellas... Cuando empiece a suceder esto,
poneos derechos y alzad la cabeza, porque está cerca vuestra liberación.
La esperanza
es una de las actitudes fundamentales de la vida cristiana. La esperanza,
porque es confianza en el amor del Padre, hace que los seguidores de Jesús
seamos seres optimistas: no son ciertas las palabras del poeta que dicen que cualquier
tiempo pasado fue mejor; al contrario, el futuro ha de traer más alegría y más
felicidad, porque en el futuro seguirá abriéndose paso la justicia, la paz será
cada vez más estable y se irá haciendo más firme la siempre amenazada libertad.
He aquí un elemento esencial de la fe cristiana: la confianza en que el mundo
de los hombres camina hacia un futuro mejor -«se acerca vuestra liberación»-:
la seguridad de que la derrota de la injusticia es siempre anuncio de vida,
nunca de muerte definitiva.
Pero ese
optimismo no es ingenuidad. El seguidor de Jesús sabe que conquistar la
libertad no es tarea fácil; el proceso que lleve a la liberación de los
oprimidos irá acompañado de persecuciones, de conflictos, de muerte, y ser
cristiano no significa ser un masoquista que busca el sufrimiento y disfruta
con el dolor; por eso también el cristiano llega a sentir miedo. Pero,
precisamente porque es un hombre de esperanza, debe afrontar esos momentos de
crisis y de conflicto con la cabeza levantada, sin miedo, o venciendo al miedo
si se presenta, apoyado en la confianza de que el Padre, con toda la fuerza de
su amor, está comprometido en ese proceso.
«AHUYENTAD EL SUEÑO»
Andaos con
cuidado, no se os embote la mente con el vicio, la borrachera y las preocupaciones
de la vida... Ahuyentad el sueño y pedid fuerza en cada momento para escapar de
todo lo que va a venir y poder manteneros de pie ante el Hombre.
Optimista,
pero no un iluso; con los pies en el suelo. Sabiendo que el Padre de Jesús no
va a solucionar los problemas de la tierra ni a su capricho ni sin contar con
la colaboración de los hombres. Por eso Jesús, al mismo tiempo que anima a sus
discípulos a ahuyentar el miedo, les advierte del peligro de dormirse en los
laureles, de dedicarse a bien vivir o de dejarse angustiar por las luchas de la
vida, actitudes distintas entre sí, pero que tienen un efecto semejante: hacernos
olvidar que la liberación, además de ser un don gratuito de Dios, pues sin él
sería imposible, es también una tarea, un compromiso, una lucha en la que es
necesario que el hombre asuma su responsabilidad.
Hay quien
dice que algunas teologías de la liberación se olvidan de Dios, o de la otra
vida... No conozco a ningún teólogo de esta corriente que se olvide de que el
hombre tiene un destino que traspasa los límites de esta vida; si lo hay, su
teología es incompleta (como son incompletas las teologías que se olvidan
del más acá). Pero de lo que no hay duda es de que el Padre de
Jesús es un Dios liberador y de que el evangelio es buena noticia de
liberación; liberación que abarca desde lo material -la liberación del hambre,
de la esclavitud, de la opresión política y económica- hasta lo más espiritual
-la liberación del egoísmo, de la ambición, del pecado que nos hace opresores y
represores, para culminar en la liberación de lo que Pablo llama «el último
enemigo» (1 Cor 15,26), la muerte.
Por eso, cualquier teología
cristiana tiene que ser teología de la liberación, y cualquier compromiso
cristiano tiene que ser un compromiso con la liberación. Y a la inversa: si una
teología o un compromiso se olvida, pasa, de la liberación, no
serán ni teología cristiana ni compromiso cristiano.
III
UNA SEÑAL PARA LOS CREYENTES: TODOS LOS IMPERIOS
SE TAMBALEAN Y CAEN
Los
discípulos habían preguntado por la señal que daría paso a la restauración de
Israel (v. 7b). Jesús les responde ahora hablándoles de 'señales cósmicas' -que
nosotros hemos interpretado al pie de la letra como si se tratara de la
descripción del fin del mundo en sentido figurado, como había hecho hasta ahora
(v. 11). La catástrofe cósmica era símbolo de la caída de un orden social
injusto (cf. Is 13,10; 34,4; Ez 32,7-8; Jl 2,10.31; 3,15), que aparece como la
inauguración de un mundo distinto. La caída del régimen opresor judío,
consecuencia histórica del rechazo del Mesías, vendrá seguida de la caída
sucesiva de los opresores paganos. «Las potencias del cielo que vacilarán» (Lc
21,26) son los poderes divinizados cuyo prestigio se tambalea. Es el triunfo
del Hombre sobre los opresores: «Entonces verán llegar al Hombre en una nube,
con gran potencia y gloria» (21,27). Su gran 'potencia' de vida se opone a las
'potencias' de muerte que vacilan; su 'gloria' o realeza, a la realeza de los
opresores que declina. Ante ese giro total de la situación, los discípulos,
lejos de temer, tienen que ponerse de pie y alzar la cabeza, «porque se acerca
-les dice- vuestra liberación» (21,28).
Jesús compone los primeros compases
de la teología de la progresiva liberación del hombre de los poderes injustos.
Es una historia lenta, llena de dolor y de malas noticias -las que nos ofrecen
cada día por la radio, la televisión y en los periódicos-, pero irreversible.
Es la última etapa de la evolución del hombre, el Hombre, sin más adjetivos,
que ha empezado en el momento de la muerte de Jesús. La gloria de este Hombre
se irradia a través de todos los portadores de paz y de buenas noticias, de
todos los hombres y mujeres que trabajan para construir una sociedad más justa,
que ponen sus talentos al servicio de los marginados y desamparados. Es la otra
Historia, la que no consta en los libros de historia ni en los archivos de las
coronas o repúblicas. Una historia que se escribe día tras día, no con letras
de molde ni con eslóganes televisivos, sino con actos de servicio.
LA LLEGADA DEL HOMBRE
El último
aviso va dirigido a nosotros: la comunidad debe mantenerse sobria y despierta.
La vida disoluta y la preocupación constante por el dinero ahogan el mensaje
(cf. 8,14) y no le permitiría instaurar el reinado de Dios (cf. 12,31). El
aviso es muy serio: «Andaos con cuidado» (21,34a). Es el mismo aviso que Jesús
había hecho antes a los discípulos a propósito de los fariseos (12,1), de los
que causan escándalo (17,3) y de los letrados (20,46). La cuádruple repetición
de esta advertencia muestra que el peligro es inminente. También a ellos «aquel
día podría echárseles encima de improviso» (21,34b): Jesús habla del día en que
el Hombre, que es él mismo, se manifestará con todo su esplendor, una vez hayan
caído los opresores. Los discípulos deben pedir fuerza para mantenerse en pie
ante la llegada del Hombre y deben prepararse desafiando la persecución y la
muerte (21,35-36). Si siguen identificados con la sociedad injusta
que se está desmoronando, correrán también ellos la misma suerte, y la llegada
del Hombre no será para ellos señal de liberación (cf. 21,28), sino, todo lo
contrario, «caerá como un lazo» sobre ellos, igual que «sobre todos los que
habitan la faz de la tierra» (21,35).
IV
Se
acerca su liberación Este primer domingo de adviento sirve de puente entre el
tiempo ordinario y el tiempo de adviento. El tiempo ordinario termina
reflexionando sobre la segunda venida de Jesús, sobre los acontecimientos del
fin de los tiempos. En esta medida el primer domingo del adviento se inaugura
con el tema del final de los tiempos, y nos va a introducir en el tiempo de la
espera y de la esperanza, el tiempo de adviento.
La lectura
del libro de Jeremías nos sitúa en el tiempo inmediatamente posterior a la
destrucción de Jerusalén en el año 587 a.C. El pueblo está desolado y empieza a
tomar conciencia de su situación. Jeremías dirige su palabra profética a su
pueblo para decirle que Dios no los ha abandonado, que hará regresar a los
cautivos y los perdonará, se construirán de nuevo las ciudades, los campos
volverán a granar y los ganados a pastar. Es esos días el Señor hará brotar en
rey justo, no como los reyes que los llevaron al destierro, el cual será
llamado «Dios es nuestra justicia». Vendrá un rey justo a restaurar al pueblo
de Israel.
El salmo
responsorial expresará que esa esperanza que leemos en la primera lectura, no
quedará defraudada, pues quien espera y quien es fiel al Señor no queda
defraudado.
Yahvé
siempre lleva al cumplimiento su palabra. Por esta razón el salmo enfatiza la
idea de Jeremías, el rey de justicia que esperamos sí llegará. Ese rey esperado
es para nosotros los cristianos, Jesús el señor.
El Segundo
Testamento a partir de la novedad de Jesús nos introducirá en otro tipo de
espera y esperanza. Supone claramente que el rey esperado del Primer Testamento
es Jesús, pero abre la puerta a una espera en el esperado, hacia el final de
los tiempos. Jesús vino en humildad, como el campesino de Nazaret que fue
obediente al Padre, y que por esa obediencia fue muerto y resucitado. Pero al
final de los tiempos, él regresará a manifestar su gloria. Por eso en la carta
de los Tesalonicenses, Pablo exhorta a la comunidad a mantenerse fieles a Jesús
y prepararse para esa segunda venida. El evangelio de Lucas describe de manera
metafórica, los acontecimientos que precederían a esa segunda venida de Jesús.
Por este acontecimiento final es que Lucas invita a los hermanos y hermanas a
mantenerse fieles y vigilantes para mantenerse en pie (fieles) ante el Hijo del
Hombre.
El texto del
evangelio de hoy es un texto difícil: la liberación llega. En los versículos
anteriores Lucas nos hablaba del asedio a Jerusalén (21,20-23). Ahora, alude a
la segunda venida de Jesús: es decir a lo que llamamos la parusía. El discurso
de Jesús es apocalíptico y adaptado a la cultura de su tiempo (apocalipsis no
significa catástrofe, como tendemos a pensar, sino revelación), y nosotros
tenemos que releer esas señales del mundo natural en el mundo de la historia,
que es el lugar en que el Espíritu se manifiesta. La segunda venida del Señor
revelará la historia a sí misma. La verdad que estaba oculta aparecerá a plena
luz. Todos llegaremos a conocernos mejor (1Cor 13,12b).
En nosotros
existe la angustia, el miedo y el espanto, no causados por “las señales en el
sol, la luna y las estrellas”. Nuestras angustias e inseguridades están
causadas más bien por las crisis económicas, por los conflictos sociales, por
el abuso del poder, por la falta de pan y trabajo, por la frustración... de
tantas estructuras injustas, que solo podrán ser removidas por el paso -del
amor de Dios y su justicia- en el corazón del ser humano.
El mensaje
de Jesús no nos evita los problemas y la inseguridad, pero nos enseña cómo
afrontarlos. El discípulo de Jesús tiene las mismas causas de angustia que él
no creyente; pero ser cristiano consiste en una actitud y en una reacción
diferente: lo propio de la esperanza que mantiene nuestra fe en las promesas
del Dios liberador y que nos permite descubrir el paso de ese Dios en el drama
de la historia. La actitud de vigilancia a que nos lleva el adviento es estar
alerta a descubrir el “Cristo que viene” en las situaciones actuales, y a afrontarlas
como proceso necesario de una liberación total que pasa por la cruz.
Por eso el
Evangelio nos llama a “estar alerta”, a tener el corazón libre de los vicios y
de los ídolos de la vida (la conversión), para hacernos dóciles al Espíritu de
Cristo que habita las situaciones que vivimos en nuestro entorno. Nos llama a
“estar despiertos y orando”, porque este Espíritu se descubre con una Esperanza
viva, punto de encuentro entre las promesas de la fe y los signos precarios que
hoy envuelven esas promesas. La esperanza es una memoria que tiende a
olvidarse, se nutre con la oración, nos adhiere a las promesas de la fe y nos
inspira, cada día, la búsqueda de sus huellas en las señales del tiempo. La
Esperanza cristiana se hace por nuestra entrega a trabajar para que las
promesas se verifiquen en nuestras vidas.
El adviento
es tiempo de preparación de espera. Jesús cumplió las promesas del Antiguo
Testamento con su vida y predicación. No esperamos su nuevo nacimiento.
Esperamos
que él vuelva a juzgar la creación. Es ese momento el que esperamos, y para ese
momento en que creemos que la justicia, que la igualdad, que la solidaridad se
impondrán.
Para la
revisión de vida
Dos esperas
han marcado la historia de nuestra fe desde nuestro padre Abraham hasta
nuestros días. La primera espera, la espera del AT, es la espera del Mesías,
del rey que restauraría el esplendor del pueblo de Israel, una vez destruido
por Asiria y Babilonia. Para que este Mesías apareciera era necesario una vida
transparente, el cumplimiento de la alianza del pueblo con Yahvé, fidelidad a
Dios, en último término. Esa espera llegó a su cumplimiento en Jesús de
Nazaret.
La segunda
espera, la espera del NT, es la espera de la parusía, del retorno del Señor en
gloria para reinar sobre su pueblo, cuando El sea todo en todos y en todo. Esta
Parusía está asociada a la idea del juicio universal de las naciones: El Señor
vendrá a juzgar. Esa escatología inminente fue lo que en la Iglesia primitiva
dio pie para enfatizar en la preparación moral para ese momento.
Nosotros hoy
continuamos expectantes esperanzados esperando la Parusía. Seguimos de camino.
Preguntémoslos:
En las
situaciones de muerte que vive el mundo (guerras, epidemias, hambre,
injusticia, crisis económica que descarga su crueldad sobre quienes no
provocaron la crisis) ¿nos preguntamos por el sentido de la vida y de nuestra
existencia?
¿Qué
interpretación hacemos de estas tragedias como signos apocalípticos o como
situaciones de injusticia que merecen ser rechazadas?
En mi vida
personal, en medio de la situación de crisis del mundo actual, ¿cuál es el
ideal que me anima a continuar luchando hacia el futuro?
Para la
reunión de grupo
- ¿Qué
signos de esperanza y de desesperanza da esta sociedad actual
"realista", sin utopías, desencantada, anestesiada por la
proclamación del "final de la historia"...?
- Se dice
que, "con la caída del muro de Berlín, lo que se produjo en la sociedad
fue el abandono de la concepción utópico-histórica de la política"; en la
sociedad post-moderna ya no se toma la historia como un camino hacia la
«transformación de la sociedad», ya no hay lugar para los mesianismos ni para
las utopías… La sociedad se hizo "pragmática", "realista".
La mística utópica y la esperanza apasionada de una renovación del mundo
parecen cosas de otros tiempos… ¿Qué papel tendríamos los cristianos en esta
época sin esperanzas mesiánicas ni liberadoras? ¿Qué sería la esperanza en un
contexto sociocultural como éste? ¿Somos testigos de esperanza?
- Qué pueden
significar los signos apocalípticos que utiliza el evangelio (señales en el
sol, la luna y los astros, rugido del mar, amenaza de la llegada imprevista...)
- ¿En qué
sentido el fin del mundo (y/o de nuestra propia vida) es la "venida del
Señor Jesús"?
Para la
oración de los fieles
- Para que
las comunidades cristianas vivan intensamente el adviento como preparación a la
navidad y como tiempo dedicado más intensamente a alimentar la esperanza del
mundo y la propia nuestra, roguemos al Señor....
- Por todos
los que lloran y se desesperan ante la muerte, para que encuentren sus vidas el
coraje de la esperanza...
- Por todas
las personas que por edad, enfermedad o cualquier otra circunstancia sienten la
proximidad de su final; para que comprendan esa situación como una gracia, un
don, una oportunidad para alcanzar la plenitud de sus vidas...
- Por todas
las otras personas, especialmente jóvenes, que viven de espaldas a la realidad
de la muerte y de la finitud de nuestras vidas; para que abandonen toda
enajenación y vivan todos los días conscientes de las dimensiones reales de la
vida humana...
- Por la
esperanza de los pobres, los dos tercios del mundo, los mil millones de
personas que viven con un dólar diario, los 2.600 millones de personas (el 40%
de la humanidad) sin empleo (datos del Informe del PNUD 2007-2008, cap. 1); el
20% más pobre de la población mundial recibe el 1'4% del producto mundial; para
que por nuestro compromiso decidido por la transformación del mundo seamos
adviento, esperanza, buena noticia para estos hermanos y hermanas nuestros…
- Para que
los teólogos cristianos reelaboren y reformulen las verdades eternas y la fe en
el más allá de la muerte con un lenguaje más adecuado al hombre y la mujer de
hoy…
Oración
comunitaria
Oh Dios,
Padre, Fuerza y Origen, Fundamento misterioso del Ser, que llamas a la
existencia y siembras los impulsos y los brotes, e suscitas siempre la
creatividad gratuita. Al comenzar este nuevo Adviento acoge nuestras
limitaciones y temores, y libera toda tu energía en nosotros, para que
renazcamos a una esperanza nueva. Tú que vives y haces vivir, por los siglos de
los siglos. Amén.
Estos comentarios están
tomados de diversos libros, editados por Ediciones El Almendro de Córdoba, a
saber:
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro.
- Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en www.elalmendro.org
- El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro.
- Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en www.elalmendro.org
- El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico
No hay comentarios:
Publicar un comentario