Domingo,
1 de mayo de 2016
SEXTO DOMINGO DE PASCUA
CICLO C
SEXTO DOMINGO DE PASCUA
CICLO C
Primera
lectura: Hechos 15,
1-2. 22-29
Salmo responsorial: Salmo 66
Segunda lectura: Apocalipsis 21, 10-14. 22-23
Salmo responsorial: Salmo 66
Segunda lectura: Apocalipsis 21, 10-14. 22-23
EVANGELIO: Juan
14, 23-29
“23Jesús
le contestó:
-Uno
que me ama cumplirá mi mensaje y mi Padre le demostrará su amor:
vendremos a él y nos quedaremos a vivir con él.24El
que no me ama no cumple mis palabras; y el mensaje que estáis oyendo
no es mío, sino del Padre que me envió.
25Os
dejo dichas estas cosas mientras estoy con vos otros. 26Ese
valedor, el Espíritu Santo, que enviará el Pa dre por mi medio, él
os lo irá enseñando todo, recordán doos todo lo que yo os he
expuesto.
27«Paz»
es mi despedida; paz os deseo, la mía, pero yo no me despido como se
despide todo el mundo. No estéis intranquilos ni tengáis
miedo; 28habéis
oído lo que os dije: que me marcho para volver con vosotros. Si me
amarais, os alegraríais de que vaya con el Padre, porque el Padre es
más que yo. 29Os
lo dejo dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda
lleguéis a creer.”
COMENTARIOS
I
GUARDAR LA PALABRA
Como el dinero, las
palabras se devalúan con el uso y el abuso. A más palabras, menor
valor. La gente ya está cansada de oír palabras y palabras, largos
discursos, sermones, pasto rales, encíclicas, mítines prometedores,
manifiestos sobre los más variados argumentos. Hoy se habla tanto,
se promete tanto, se dice tanto, que el sufrido oyente desconfía
instintiva mente de quien, subido al escenario de la vida, es pródigo
en palabras, promesas, compromisos, proyectos o propósitos.
Por eso la palabra
hablada pide a gritos el auxilio de la letra impresa. «Lo escrito,
escrito se queda», sentenció Pilato cuando le protestaron por el
letrero que había mandado col gar de la cruz de Jesús, anunciando
así la hegemonía de lo escrito (Jn 19,21-22). Hemos llegado a una
situación tal, que las palabras valen y se mantienen si quedan por
escrito, a ser posible por triplicado, selladas y rubricadas ante
testigos.
A quien guarda la
palabra se le denomina 'caballero', dis tinguiéndose así de los
ciudadanos de a pie, o 'señor', en el sentido primigenio de un ser
libre y no dominado por otros, o simplemente 'hombre', es decir,
proyecto realizado de ma durez adquirida. Las expresiones 'palabra de
honor' o 'pala bra de hombre' trasladan cada vez más a otros
tiempos, en los que ser hombre y guardar la palabra andaban a la par.
Pero guardar la
palabra no sólo significa conservar lo di cho, no olvidándolo, sino
-y principalmente- cumplirlo, llevarlo a la práctica, manteniendo
una fidelidad a ultranza pase lo que pase; significa no volverse
atrás desmintiendo, de valuando o disminuyendo lo verbalizado. Tarea
difícil, sobre todo, cuando el que habla se ha excedido en promesas
que lue go la vida se encarga de volatilizar.
En el evangelio de
Juan dice Jesús: «El que me ama, guar dará mi palabra, mi Padre lo
amará y los dos vendremos a él y viviremos con él. El que no me
ama, no guarda mis pala bras; y la palabra que oís no es mía, sino
del Padre que me envió» (Jn 14,23-24).
El Maestro nazareno
dio en la clave: amarlo a él equivale a guardar su palabra,
llevándola a la práctica. Y su palabra-mensaje no fue otra cosa que
la fidelidad al pueblo por el que hay que desvivirse; el servicio
incondicional a las personas infe riores y marginadas de éste; la
lucha por su liberación; la abolición de las nuevas esclavitudes,
hoy más refinadas que nunca; la construcción de una sociedad
diferente, donde las relaciones entre los hombres no sean de 'lobo a
hombre'; la conquista de un mundo donde los que más tienen tengan
me nos, para que los que no tienen tengan algo.
No es fácil guardar
esta palabra del Maestro. Supondrá una fuerte lucha contra los que,
desde arriba, traten de con servar sus privilegios; contra los que,
desde abajo, pretendan excusar o exculpar su pasividad; contra los
que, desde el medio, traten de poner vaselina en las úlceras y
tumoraciones de nuestro tiempo sin adoptar remedios enérgicos y
decididos.
Por guardar la
palabra del Padre, Jesús sufrió la persecu ción, el rechazo, la
soledad y el abandono de todos. Algo simi lar sucederá a todos los
que, cristianos o no, hayan ligado su suerte a la del pueblo como
Jesús.
II
SIN INTERMEDIARIOS
Tampoco esto se
lo habría podido imaginar el hombre: una religión sin necesidad de
templos, una relación con Dios sin necesidad de intermediarios, o
quizá si', con un único intermedia rio: el prójimo. Y el amor.
UN MANDAMIENTO NUEVO
El que el evangelio
recordaba el domingo pasado. El único mandamiento que tiene vigencia
para el cristiano. Los demás, o están incluidos en éste, o ya no
sirven. Un mandamiento de Dios que se refiere al hombre de tal modo
que el amor a Dios se identifica con el amor al hombre: «Uno que me
ama cumplirá mi mensaje». Dios, según el mensaje de Jesús, no
quiere adueñarse -ser dueño- del hombre, sino que el hom bre acepte
libremente su amor y, como si fuera fuego, lo propague comunicándolo
a otros hombres. El es un Padre que quiere que los hombres vivamos
como hijos suyos, y como cualquier padre, desea que sus hijos se
parezcan lo más posible a Él. Y él es amor. Por eso
amar a Dios consiste
en amar al prójimo con el mismo amor con que Dios nos ama,
identifi carse con su amor. Porque hay otra manera de amar -buscar el
bien para la persona o personas que son objeto del amor- que
dificilmente se puede practicar con Dios: ¿no resulta demasiado
presuntuoso pensar que Dios puede necesitar al gún bien de nosotros?
La respuesta a esta
pregunta ya la dieron los profetas siglos antes de Jesús, dejando
claro que Dios no necesitaba tanta ceremonia y tanto rito y que
echaba de menos la práctica de la justicia y la solidaridad con los
más débiles (véanse, por ejemplo, Is 1,10-18; 58,1-12; 66,1-3; Jer
7,1-11; Am 5,4-6.14-15.18-25; Miq 6,6-9; Zac 7,1-10; Sal
50; Edo 34,18-22; 35,14-21). Ahora Jesús, con toda radicalidad,
expresa esta exigencia con el mandamiento nuevo que explica lo que
había dicho en otra ocasión: que el Padre quiere que se le rinda
culto practicando el amor y la lealtad (Jn 4,23-24).
LA CIUDAD DE DIOS
Uno que me ama
cumplirá mi mensaje y mi Padre le mostrará su amor: vendremos a él
y nos quedaremos a vivir con él.
Este nuevo culto
supone una verdadera revolución en la manera de entender las
relaciones del hombre con Dios. En la antigua religión el hombre
tenía que salir del mundo pro fano y entrar en recintos sagrados
para encontrarse con Dios. Dios no estaba más que en algunos lugares
consagrados a él. A partir de ahora todo será distinto. Ya no es
necesario que haya templos, porque Dios ha elegido para vivir una
residencia nueva: el ser humano, la persona que elige el amor como
forma de vida, el grupo en el que se ha establecido el amor como
única norma de convivencia. Es la ciudad nueva que describe el libro
del Apocalipsis: «Templo no vi ninguno, su templo es el Señor Dios,
soberano de todo, y el Cordero» (primera lectura).
Dios ya no habita en
casas construidas por manos huma nas. Dios está presente en aquellos
que han aceptado el men saje y el mandamiento de Jesús y lo ponen en
práctica: «Ven dremos a él y nos quedaremos a vivir con él».
UN ESPÍRITU NUEVO
Os dejo dichas estas
cosas mientras estoy con vosotros. Ese valedor, el Espíritu Santo,
que enviará el Padre por mi miedo, él os lo irá enseñando todo,
recordándoos todo lo que yo os he expuesto.
La empresa no es
fácil. Serán muchas las dificultades que se presenten. La práctica
del amor provocará oposición y acarreará conflictos, provocará
peligros que, como le sucedió a Jesús, podrán llegar a ser
mortales. Y será necesaria una fuerza más grande que la que
cualquier humano posee.
Esa fuerza es el
Espíritu que Jesús promete, el Espíritu del Padre que él posee en
plenitud y que ahora anuncia a sus discípulos que será
su valedor en
todo momento y, especialmente, cuando los ataques arrecien o las
fuerzas disminuyan. Su papel será recordar, desde dentro del hombre
mismo, el mensaje de Jesús, que es el mensaje del Padre, recordar el
mandamiento nuevo, el proyecto de convertir este mundo en un mundo de
hermanos, y proporciona la fuerza necesaria para actuar en
consecuencia.
UNA PAZ DEFINITIVA
«Paz» es mi
despedida: paz os deseo, la mía, pero no me despido como se despide
todo el mundo.
No la paz del mundo.
No la paz de los cementerios, ni el silencio de los muertos. Eso no
es paz. Paz es el conjunto de todos los bienes a los que, en el
ámbito de la justicia (Is 60,17; Sal 72,3.7; 85,11), puede aspirar
el hombre; paz es la satisfac ción de todas las necesidades
verdaderamente humanas. Paz es la felicidad que se logra mediante la
experiencia del amor compartido; paz es el resultado de convertir
este mundo en un mundo de hermanos.
La paz estaba
siempre incluida en las promesas y en la esperanza que se referían a
los tiempos en los que Dios esta blecería definitivamente su reinado
por medio del Mesías (Os 2,20; Is 2,4; 9,5; 11,6-9; Miq 5,1-3), y el
Mesías Jesús desea ahora a los suyos que sean capaces de construir
una ciudad en la que habite la paz.
Esa es la ciudad
nueva que estamos intentando construir los cristianos. La ciudad en
la que no hará falta edificar tem plos de fría piedra, porque Dios
habrá escogido la habitación más cálida del corazón humano
acostumbrado a amar. No cabe mayor paz.
III
v. 22-23: El
otro Judas, no el Iscariote, le preguntó: -Señor, y ¿a qué se
debe que nos vayas a manifestar tu persona a nosotros y al mundo
no? 23Jesús
le contestó: -Uno que me ama cumplirá mi mensaje y mi Padre le
demostrará su amor: vendremos a él y nos quedaremos a vivir con él.
El discípulo
le pregunta decepcionado. Esperaba una vuelta gloriosa y triun fante
de Jesús, no sólo una manifestación a individuos. No comprende,
porque no renuncia a su concepción mesiánica.
La venida de Jesús
no se hará con alarde de poder ni para vengarse de la injusticia
cometida contra él (v. 23). La transformación de la socie dad
humana no se hace por la fuerza. Por eso, en respuesta a Judas,
re pite lo antes dicho (v. 21). Su mensaje es el del amor al hombre y
se des pliega en sus mandamientos. Su manifestación no es como la
que ellos esperan. La respuesta a la práctica del amor es la
presencia suya y del Padre. El Padre y Jesús, que son uno,
establecerán su morada en el dis cípulo. En el antiguo éxodo, la
presencia de Dios en medio del pueblo se localizaba en la tienda del
Encuentro. En el nuevo, cada uno será morada de Dios.
v. 24: El
que no me ama no cumple mis palabras; y el mensaje que estáis oyendo
no es mío, sino del Padre que me envió.
El mensaje de Jesús
es el del Padre. Muestra a los oprimidos el medio de salir de la
opresión, invita a un éxodo fuera de un sistema in justo (10,2-4),
abre los ojos para que el hombre conozca su dignidad se gún el
designio de Dios (9,1ss) y hace caminar a los paralizados por las
ideologías opresoras (5, 3ss); es el amor manifestado en el
compartir, que da a los hombres su independencia y los libera de la
explotación (6, 5ss). Practicarlo significa tener el Espíritu de
Jesús.
vv. 25-26: Os
dejo dichas estas cosas mientras estoy con vos otros. 26Ese
valedor, el Espíritu Santo, que enviará el Pa dre por mi medio, él
os lo irá enseñando todo, recordándoos todo lo que yo os he
expuesto.
La frase mientras
estoy con vosotros hace
recordar la marcha de Jesús y anuncia su despedida. Ellos tendrán
que ir comprendiendo y profundizando lo que les ha dicho, pero
ayudados por el Espíritu. Es el Espíritu profético, que transmite
a la comunidad mensajes del Señor. Jesús, hecho presente por su
Espíritu, es el maestro de la comunidad.
El Espíritu es el
amor y lealtad, la gloria (1,14.32; 1,17 y 7,39). En cuanto el amor
se formula para proclamarlo, se le llama "mensaje"; en
cuanto es fuerza de vida, "Espíritu"; en cuanto es norma
de conducta, "mandamiento"; en cuanto se hace visible y
hace presente a Dios, se le llama «gloria«. Jesús está presente
con su Espíritu (fuerza y actividad del amor).
vv. 27-28: «Paz»
es mi despedida; paz os deseo, la mía, pero yo no me despido como se
despide todo el mundo. No estéis intranquilos ni tengáis
miedo; 28habéis
oído lo que os dije: que me marcho para volver con vosotros. Si me
amarais, os alegraríais de que vaya con el Padre, porque el Padre es
más que yo.
Desear la
paz era
el saludo ordinario al llegar y al des pedirse. La despedida y el
saludo de Jesús no son, como los ordinarios, triviales. Tampoco se
despide como todos, pues, aunque se va, no va a estar ausente (28).
Ir al Padre, aunque sea a través de la muerte, no es una tragedia,
puesto que su muerte va a ser la manifestación suprema del amor del
Padre (12,27s). El Padre es más que Jesús, porque en él Jesús
tiene su origen (1,32; 3,13.31; 6,61), el Padre lo ha consagrado y
enviado (10,36) y todo lo que tiene procede del Padre (3,35; 5,26s;
17,7).
vv. 29-31: 0s
lo dejo dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda
lleguéis a creer.
Jesús había
predicho la traición que lo llevaría a la muerte (13,19); ahora
predice los efectos de ésta: el triunfo de la vida. La marcha es
in minente. El
jefe del orden este es
la personificación
del poder opresor. Jesús no está en absoluto sometido a ese poder,
ni éste puede pretender autoridad sobre él ni derecho a detenerlo y
condenarlo. Pero va a acep tar el enfrentamiento para mostrar a la
humanidad su amor al Padre (cf. 8,28), llevando a cabo su obra aun a
costa de su propia vida (10,17). La muerte de Jesús debe convencer a
todos de la autenticidad de su mensaje y de su fidelidad al que lo
envió.
IV
El libro de
los Hechos nos presenta nuevamente la controversia de los apóstoles
con algunas personas del pueblo que decían que los no circuncidados
no podían entrar en el reino de Dios. Los apóstoles descartaban el
planteamiento judío de la circuncisión.
Esta se realizaba a
los ocho días del nacimiento al niño varón, a quien sólo así se
le aseguraban todas las bendiciones prometidas por ser un miembro en
potencia del pueblo elegido y por participar de la Alianza con Dios.
Todo varón no circuncidado según esta tradición debía ser
expulsado del pueblo, de la tierra judía, por no haber sido fiel a
la promesa de Dios (cf. Gn 17,9-12).
El acto ritual de la
circuncisión estaba cargado -y aún lo está- de significado
cultural y religioso para el pueblo judío. Estaba ligado también al
peso histórico-cultural de exclusión de las mujeres, las cuales no
participaban de rito alguno para iniciarse en la vida del pueblo: a
ellas no se les concebía como ciudadanas.
Para los cristianos
la circuncisión ya no es ni será importante. Este rito y tradición
ha perdido toda vigencia. Ya no es necesario hacer ritos externos
alejados de la justicia y del amor misericordioso de Dios. En el
cristianismo hombres y mujeres somos iguales, y en el Bautismo
adquirimos todos la dignidad de hijos de Dios y miembros del cuerpo
de Cristo, que es la Iglesia. Creemos necesario realizar una
constante «circuncisión del corazón» (cf. Dt 10,16) para que
tanto hombres como mujeres logremos purificarnos del egoísmo, del
odio, de la mentira y de todo aquello que nos degenera.
El Apocalipsis nos
presenta también una crítica a la tradición judía excluyente.
Juan vio en sus revelaciones la nueva Jerusalén que bajaba del cielo
y que era engalanada para su esposo, Cristo resucitado. Esta nueva
Jerusalén es la Iglesia, triunfante e inmaculada, que ha sido fiel
al Cordero y no se ha dejado llevar por las estructuras que muchas
veces generan la muerte. Aquí yace la crítica del cristianismo al
judaísmo que se dejó acaparar por el Templo, en el cual los
varones, y entre éstos especialmente los cobijados por la Ley, eran
los únicos que podían relacionarse con Dios; un Templo que era
señal de exclusión hacia los sencillos del pueblo y los no judíos.
La Nueva Jerusalén
que Juan describe en su libro no necesita templo, porque Dios mismo
estará allí, manifestando su gloria y su poder en medio de los que
han lavado sus ropas en la sangre del Cordero. Ya no habrá exclusión
-ni puros ni impuros-, porque Dios lo será todo en todos, sin
distinción alguna.
En el evangelio de
Juan, Jesús, dentro del contexto de la Ultima Cena y del gran
discurso de despedida, insiste en el vínculo fundamental que debe
prevalecer siempre entre los discípulos y él: el amor. Judas Tadeo
ha hecho una pregunta a Jesús: “¿por qué vas a mostrarte a
nosotros y no a la gente del mundo”? Obviamente, Jesús, su
mensaje, su proyecto del reino, son para el mundo; pero no olvidemos
que para Juan la categoría “mundo” es todo aquello que se opone
al plan o querer de Dios y, por tanto, rechaza abiertamente a Jesús;
luego, el sentido que da Juan a la manifestación de Jesús es una
experiencia exclusiva de un reducido número de personas que deben ir
adquiriendo una formación tal que lleguen a asimilar a su Maestro y
su propuesta, pero con el fin de ser luz para el “mundo”; y el
primer medio que garantiza la continuidad de la persona y de la obra
de Jesús encarnado en una comunidad al servicio del mundo, es el
amor. Amor a Jesús y a su proyecto, porque aquí se habla
necesariamente de Jesús y del reino como una realidad inseparable.
Ahora bien, Jesús
sabe que no podrá estar por mucho tiempo acompañando a sus
discípulos; pero también sabe que hay otra forma no necesariamente
física de estar con ellos. Por eso los prepara para que aprendan a
experimentarlo no ya como una realidad material, sino en otra
dimensión en la cual podrán contar con la fuerza, la luz, el
consuelo y la guía necesaria para mantenerse firmes y afrontar el
diario caminar en fidelidad. Les promete pues, el Espíritu Santo, el
alma y motor de la vida y de su propio proyecto, para que acompañe
al discípulo y a la comunidad.
Finalmente, Jesús
entrega a sus discípulos el don de la paz: “mi paz les dejo, les
doy mi paz” (v. 27); testamento espiritual que el discípulo habrá
de buscar y cultivar como un proyecto que permite hacer presente en
el mundo la voluntad del Padre manifestada en Jesús. Es que en la
Sagrada Escritura y en el proyecto de vida cristiana la paz no se
reduce a una mera ausencia de armas y de violencia; la paz involucra
a todas las dimensiones de la vida humana y se convierte en un
compromiso permanente para los seguidores de Jesús.
Para la revisión
de vida
¿Qué sería
para mí la circuncisión del corazón?
La Paz
os dejo, la Paz les doy...: ¿Vivo en la Paz?
Para la reunión
de grupo
Los apóstoles,
presbíteros y hermanos... hemos decidido por unanimidad...: ¿Qué
características revelan estas palabras -y todo el libro de los
Hechos de los Apóstoles- acerca del régimen de gobierno que tenía
la Iglesia primitiva?
Hemos decidido no
imponeros más cargas que las necesarias...: ¿Qué características
revelan estas palabras -y todo el libro de los Hechos de los
Apóstoles- acerca de la actitud que tenía la Iglesia primitiva
hacia los hermanos procedentes de distintas culturas?
Si para que un
creyente en otra religión se haga cristiano no hace falta que se
circuncide ni que abandone la propia cultura, ¿hace falta sin
embargo que abandone su religión? (cfr supra).
En algún país del
Medio Oriente los fundamentalistas han tomado la decisión de
eliminar todos los monumentos budistas anteriores a la llegada de la
religión de ellos. ¿Tiene algo en común esta actitud con la
opinión teológica de los que dicen que “fuera de la Iglesia no
hay salvación”?
Para la oración
de los fieles
Por la Iglesia
entera, para que distinga siempre lo que es esencial al evangelio y
lo que es simplemente cultural, occidental y accidental, roguemos al
Señor...
Para que fomente la
participación de todos en las decisiones que afectan a todos, y
aceptemos todos el espíritu participativo que el Concilio Vaticano
II desató en la Iglesia...
Para que la Iglesia
actual, iluminada por el ejemplo de la iglesia primitiva, siga
caminando –con prisa y sin pausa- en la marcha indetenible hacia
una igualdad efectiva de derechos entre el hombre y la mujer...
Para que los
cristianos circuncidemos nuestro corazón de todo egoísmo y de todo
pecado...
Por la paz del
mundo, para que sea una paz como la que da Jesús...
Para que el Espíritu
siga conduciendo a la Iglesia y recordándole todo lo que Jesús dijo
y llevándola hacia la Verdad completa...
Oración
comunitaria
Dios Padre y
Madre: envía sobre nosotros tu Espíritu de sabiduría, para que,
conforme prometió Jesús, nos vaya recordando todo lo que tu Hijo
nos enseñó, y nos vaya haciendo descubrir otras muchas
posibilidades que aquellas mismas enseñanzas comportan para vivir la
fe de un modo nuevo, con fidelidad creativa, en este mundo también
nuevo en que nos ha tocado vivir. Por J.N.S.
O
también:
Oh
Dios, Padre y Madre de todos los seres humanos de todos los tiempos,
que a todos amas igualmente y a todos te revelas con amor pleno.
Ayúdanos a descubrir que “sólo el amor es digno de fe”, y a
distinguir todo lo que en cada religión es cultural y accidental,
para que firmes en la adoración de tu misterio inexpresable, nos
abramos a la universalidad de tu amor y de la fraternidad humana, por
encima de toda frontera de raza, cultura o religión. Tú que vives y
reinas y caminas con todo el gran Pueblo de Dios, por los siglos de
los siglos.
Estos
comentarios están
tomados de diversos libros, editados por Ediciones El Almendro de
Córdoba, a saber:
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro.
- Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en www.elalmendro.org
- El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro.
- Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en www.elalmendro.org
- El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico
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