LUZ
DEL DOMINGO
Domingo,
29 de mayo de 2016
EL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTOCICLO C
EL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTOCICLO C
Primera
lectura: Génesis 14,
18-20
Salmo responsorial: Salmo 109
Segunda lectura: 1 Corintios 11, 23-26
Salmo responsorial: Salmo 109
Segunda lectura: 1 Corintios 11, 23-26
EVANGELIOLucas
9, 11-17
11pero
las multitudes se dieron cuenta y lo siguieron. El las acogió,
estuvo hablándoles del reinado de Dios y fue curando a los que lo
necesitaban.
12Caía
la tarde y los Doce se le acercaron a decirle:
-Despide
a la multitud, que vayan a las aldeas y cor tijos de alrededor a
buscar alojamiento y comida, porque esto es un descampado.
13Él
les contestó:
-Dadles
vosotros de comer.
Replicaron
ellos:
-¡Si
no tenemos más que cinco panes y dos peces! A menos que vayamos
nosotros a comprar de comer para todo este pueblo.
14Eran
unos cinco mil hombres adultos.
Jesús
dijo a sus discípulos:
-Decidles
que se echen en grupos de cincuenta.
15Así
lo hicieron, diciendo a todos que se echaran. 16y
tomando él los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al
cielo, los bendijo, los partió y se los dio a sus discípulos para
que los sirvieran a la multitud. 17Comieron
todos hasta saciarse y recogieron las sobras de los trozos: doce
cestos.
COMENTARIOS
I
REPARTIR LO
MULTIPLICADO
La sociedad de
consumo nos tiene acostumbrados al mi lagro de la multiplicación de
los bienes materiales. Hoy día se fabrica casi todo en serie, hay
más alimentos que nunca, más cultura, más desarrollo, más riqueza
en la tierra. Sin embargo, y siendo esto muy necesario, creo que hace
falta poner urgen temente en marcha otro milagro, aún mayor, más
difícil de realizar. Se trata del milagro del “reparto” de lo
que ya hay entre los que estamos, practicando la comunión de bienes.
Porque si la
sociedad de consumo realiza a diario la mul tiplicación de panes y
peces en clave moderna, sin embargo, paradójicamente, cada día
aumentan en la humanidad las carencias más radicales, la miseria más
increíble, el subdesarrollo más inhumano, la ignorancia más
brutal, la falta de cultura más absoluta. Del milagro de la
multiplicación de los bienes de consumo se benefician sólo unos
pocos, que se han habitua do a lucrarse y a enriquecerse en
detrimento de la inmensa mayoría de los que habitan el planeta
Tierra.
No se trata ya tanto
de multiplicar cuanto de dividir. Al menos este es el camino que
Jesús enseña en el relato mal denominado de la “multiplicación
de los panes”, pues la pala bra “multiplicación” no aparece en
él.
La situación de
aquella gente era similar a la de muchos de los hombres de hoy:
«Despide a la gente -dijeron a Je sús-; que vayan a las aldeas y
cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida; porque aquí
estamos en descampado» (Lc 9,1 lss). En descampado está la mayoría
de la humanidad, carente de las necesidades más vitales: pan y
habitación.
Inesperadamente,
Jesús invita a sus discípulos a realizar el milagro: «-Dadles
vosotros de comer. Y como ellos pien san que el milagro consiste en
multiplicar los alimentos, replican: -No tenemos más que cinco panes
y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este
gentío. (Por que eran unos cinco mil hombres.)» La vía de salida
que ellos piensan para resolver el problema es inviable: se trata de
comprar.
Pero Jesús trata de
mostrar que 'comprar' no es el camino. «-Decidles que se echen en
grupos de unos cincuenta. Lo hicieron así, y todos se echaron. El,
tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo,
pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los
discípulos para que se los sirvieran a la gente.»
Jesús no compra ni
multiplica, sino que parte y reparte. Tal vez éste sea el camino
para salir de este callejón sin salida en el que nos hemos metido
los humanos. Partir el pan entre todos, partirse por los demás,
repartir, dividir entre todos eso que la técnica, gracias a Dios, ha
conseguido multiplicar.
Y éste es el
símbolo de la eucaristía: un pan -cuerpo-persona- que se parte y se
entrega como alimento que genera vida alrededor.
II
AMAR TAMBIÉN CON EL BOLSILLO
No se trata de
tranquilizar conciencias con limosnas. Decimos amar, que
significa trabajar para que los que amamos sean felices, y según el
evangelio nadie debe quedar excluido de nuestro amor. Y
decimos también
con el bolsillo para
que el amor no quede reducido a un sentimiento más o menos
romántico. El amor cristiano es un amor -también económicamente-
revo lucionario.
UN LENGUAJE
TRASNOCHADO
Hablar de revolución
en la próspera Europa de finales del siglo XX suena a rancio.
Las revoluciones se
han desmoro nado todas (o han sido arrasadas a sangre y fuego, como
la sandinista). El capitalismo -nos dicen- se ha mostrado el menos
malo de todos los sistemas conocidos (eso se había dicho de la
democracia, pero nuestros progres quieren
hacer méritos y demostrar que son más demócratas que
nadie); sin embargo, como demuestran los millones de vidas que cada
año se cobra el hambre, el capitalismo es incapaz de resolver el
problema de la pobreza de dos
terceras partes de
la huma nidad porque está basado en la idolatría del dinero,
un dios que
premia a los que le ofrecen como sacrificio la vida de los pobres.
Pero éste es un lenguaje trasnochado; de hecho -o mejor, de
palabra-, nadie aconseja el capitalismo, sino la democracia, la
libertad..., aunque la única libertad que realmente interesa es la
del capital, que permite a los amos del dinero disponer de él a su
capricho. Pero hablar de todo esto es, sin duda, anticuado y de muy
mal gusto.
DESPIDE A LA
MULTITUD
Caía la tarde y los
Doce se acercaron a decirle:
-Despide a la
multitud, que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar
alojamiento y comida, porque esto es un descampado.
Al volver de la
primera misión importante de los Doce -Jesús los había enviado
para que anunciaran la Buena No ticia, la presencia del reinado de
Dios-Jesús quiere retirarse con ellos para revisar cómo han llevado
a cabo la misión y para ver el grado de maduración al que han
llegado en su comprensión del reinado de Dios. Pero las multitudes,
el pueblo, habían empezado a descubrir en el mensaje de Jesús la
posibilidad de la liberación tanto tiempo esperada y se van tras él.
Jesús aprovechará la circunstancia para enseñar, tanto a sus
discípulos como a las multitudes, que la justicia y la libertad se
logran siempre que -y sólo si- nos comprome temos a conquistarla.
Los Doce se dieron
cuenta de que había un importante problema que resolver: aquellas
personas tenían hambre. Pero no encontraron otra solución más que
dejar que cada cual lo resolviera por su cuenta
–“Despide a la multitud... “-. Y no allí, en despoblado, sino
en la civilización, en
donde había actividad económica y comercial y se podía comprar la
vida: el alimento y el descanso; así, cuando Jesús les dice «Dadles
vosotros de comer», no se les ocurre otra cosa que acudir
al mercado-«
¡ Si no tenemos más que cinco panes y dos peces! A menos que
vayamos nosotros a comprar de comer para todo este pueblo»-,
volviendo a la sociedad que divide a los hombres en pobres y ricos y
que, según el programa de Jesús, debe ser superada (Lc 6,20-26;
véase comentario núm. 34).
ESTO ES MI CUERPO
Y tomando él los
cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, los bendijo,
los partió y se los dio a sus discípulos para que los sirvieran a
la multitud. Comieron todos hasta saciarse y recogieron las sobras de
los trozos: doce cestos.
Lo que hace Jesús
no es un milagro en
el sentido en el que hoy se entiende esta palabra: es una lección
para que nosotros aprendamos a hacer el milagro y resolvamos esa
cuestión que la humanidad tiene pendiente desde que tenemos noticia:
el hambre. Si consideramos que los bienes que da la tierra, en
especial los que son necesarios para vivir con digni dad, no nos
pertenecen, sino que son don de Dios para toda la humanidad, si
obramos en consecuencia y compartimos lo que tenemos, si organizamos
nuestras relaciones económicas de acuerdo con esta convicción, si
superamos así la injusticia que estructura nuestra sociedad, nadie
pasará hambre, habrá pan para todos y sobrará.
Naturalmente que con
esto no basta: el evangelio no es un tratado de economía (nos indica
los efectos intolerables de cualquier sistema económico: todo lo que
hace daño al hombre: la injusticia, la explotación del hombre por
el hom bre, la desigualdad, la destrucción del medio ambiente); el
evangelio es un tratado acerca del amor: no basta con dar lo que
tenemos, tenemos que entregarnos por entero. Por eso el reparto de
los panes adquiere su pleno significado en el reparto del pan
eucarístico: «el Señor Jesús, la noche en que iban a entregarlo,
cogió un pan, dio gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi cuerpo,
que se entrega por vosotros; haced lo mismo en memoria mía”...»
(primera lectura). Para el cristia no, comprometerse en la lucha por
un mundo económicamen te más justo adquiere su pleno sentido
cuando, celebrando la eucaristía, se compromete a dar la propia vida
por amor, en unión con Jesús; pero es una traición celebrar la
Eucaristía sin estar comprometidos en la construcción de un mundo
más justo y solidario, y una blasfemia si se trata de
compati bilizar con el culto al dios dinero.
III
COMPARTIR LOS BIENES, SIGNO DISTINTIVO DEL REINO
Las multitudes
de seguidores, en
contrapartida, han sido acogidas por Jesús. Este “se puso a
hablarles del reino de Dios y fue curando a los que lo necesitaban”
(9,11). ¿Quiénes son estos “seguidores”? Recuérdese que al
comienzo del segundo tramo, cuando Jesús se dispuso a «atravesar
pueblos y aldeas proclaman do la buena noticia del reino de Dios»,
lo acompañaban «los Doce», de un lado, y «algunas mujeres,
curadas de malos espíri tus y enfermedades», de otro; María
Magdalena, Juana y Susana, «y otras muchas que habían puesto sus
bienes al servicio del grupo» (8,1-3). Aquí tenemos nuevamente «los
Doce» y «las multitudes que lo seguían», tan marginadas de Israel
como «las mujeres», entre las cuales algunas tienen necesidad
todavía de curación. Pero los Doce no pagan con la misma moneda:
las mujeres habían puesto sus bienes a disposición del grupo,
mien tras que los Doce no están dispuestos a compartir «los cinco
panes y los dos peces» que traen consigo. A lo sumo transigirían en
«ir a comprar de comer» para toda esta clase de gente, a la que
designan despectivamente («para todo el pueblo ese»).
El número de estos
seguidores contiene una cifra significati va: «Porque eran como
cinco mil hombres adultos» (Lc 9,14a). Esta misma cifra aparecerá
en el libro de los Hechos (Hch 4,4). El número «cinco», muy
subrayado en el contexto (vv. 14a: «cinco mil»; 14c: «como de
cincuenta en cincuenta»; 13d y 16a: «cinco»), es el número típico
del Espíritu (cf. 1Re [3Re LXX] 18,4.13: «de cincuenta en
cincuenta»; 2Re [4Re LXX] 2,7: «cin cuenta hombres adultos,
discípulos de los profetas»; así como el día de «pentecostés»).
Se trata de un grupo de creyentes adultos. Jesús los hace sentar «en
grupos de cincuenta», como los círculos de profetas (Lc 9, 14c). Se
anticipa aquí la edad adulta de la comunidad judeocreyente de los
Hechos de los Apóstoles.
Jesús bendice los
panes y los peces, los parte y los va dando a los discípulos para
que los sirvan a la multitud (9,16). Con hechos palpables muestra a
los discípulos («los Doce») cuál tendría que ser la función del
nuevo Israel: el servicio de la mesa es el signo por excelencia del
tiempo mesiánico. Deben ponerse al servicio de los marginados de
Israel («la multitud» de segui dores).
«Comieron todos
hasta saciarse, y recogieron las sobras de los trozos: doce cestos»
(9,17). Cuando se comparte, hay de sobra para todo el pueblo de
Israel («doce cestos» para las doce tribus de Israel).
Lucas pone fin aquí
a la estructura simétrica: el programa que Jesús había propuesto a
Israel ha comenzado a realizarse. El acento está puesto en el
compartir. Este debería ser el rasgo distintivo del nuevo Israel.
Los bienes mesiánicos son extensivos a todo el pueblo. Se cumple así
la promesa que el Señor había hecho a Eliseo: «Comerán y sobrará:
"Comieron y sobró", como había dicho el Señor» (2Re
[4Re LXX] 4,43-44).
IV
La primera
lectura de hoy constituye una especie de prefiguración
sacerdotal-eucarística en la misteriosa persona de Melquisedec; la
segunda lectura nos hace pasar de la imagen a la realidad, a través
de la catequesis eucarística de Pablo a la comunidad de Corinto;
finalmente, el evangelio nos recuerda que la eucaristía es y debe
ser siempre expresión y fuente de caridad: nace del amor de Cristo y
se vuelve fundamento del amor entre los fieles reunidos en torno al
Pan donado por Jesús y distribuido por sus discípulos entre los
hermanos.
La eucaristía
sostiene toda la vida de la comunidad creyente. Mientras hacemos
presente el “amor hasta el extremo” por el que Jesús ofreció su
vida en la cruz (pasado), nos comprometemos a formar un sólo cuerpo
animado por la fe y la caridad solidaria (presente), “mientras
esperamos su venida gloriosa” (1 Cor 11,26) (futuro).
La primera lectura
(Gen 14,18-20) es un antiguo texto, originalmente quizás de
naturaleza política-militar, en el que el misterioso personaje
Melquisedec rey de Salem ofrece a Abraham un poco de pan y vino. Se
trata de un gesto de solidaridad: a través de aquel alimento,
Abraham y sus hombres pueden reponerse después de volver de la
batalla contra cuatro reyes (Gen 14,17). El pasaje, sin embargo,
parece contener una escena de carácter religioso, siendo Melquisedec
un sacerdote según la praxis teológica oriental.
El gesto podría
contener un matiz de sacrificio o de rito de acción de gracias por
la victoria. El v. 19, en efecto, conserva las palabras de una
bendición. Las palabras de Melquisedec y su gesto ofrecen una nueva
luz sobre la vida de Abraham: sus enemigos han sido derrotados y su
nombre es ensalzado por un rey-sacerdote. El capítulo 7 de la Carta
a los Hebreos ha construido una reflexión en torno a Cristo
Sacerdote a la luz de este misterioso texto del Génesis, según la
línea teológica ya presente en las palabras que el Sal 110,4 dirige
al rey-mesías: “Tú eres sacerdote para siempre al modo de
Melquisedec”.
La segunda lectura
(1Cor 11,23-26) pertenece a la catequesis que Pablo dirige a la
comunidad de Corinto en relación con la celebración de las
asambleas cristianas, donde los más poderosos y ricos humillaban y
despreciaban a los más pobres. Pablo aprovecha la oportunidad para
recordar una antigua tradición que ha recibido sobre la cena
eucarística, ya que el desprecio, la humillación y la falta de
atención a los pobres en las asambleas estaban destruyendo de raíz
el sentido más profundo de la Cena del Señor.
Se coloca así en
sintonía con los profetas del Antiguo Testamento que habían
condenado con fuerza el culto hipócrita que no iba acompañado de
una vida de caridad y de justicia (cf. Am 5,21-25; Is 1,10-20), como
también lo hizo Jesús (cf. Mt 5,23-24; Mc 7,9-13). La Eucaristía,
memorial de la entrega de amor de Jesús, debe ser vivida por los
creyentes con el mismo espíritu de donación y de caridad con que el
Señor “entregó” su cuerpo y su sangre en la cruz por
“vosotros”.
La lectura paulina
nos recuerda las palabras de Jesús en la última cena, con las que
cuales el Señor interpretó su futura pasión y muerte como “alianza
sellada con su sangre” (1 Cor 11,25) y “cuerpo entregado por
vosotros” (1 Cor 11,24), misterio de amor que se actualiza y se
hace presente “cada vez que coman de este pan y beban de este
cáliz” (1 Cor 11,26). La fórmula del cáliz eucarístico,
semejante a la fórmula de la última cena en Lucas (Mateo y Marcos
reflejan una tradición diversa), está centrada en el tema de la
nueva alianza, que recuerda el célebre paso de Jer 31,31-33. Cristo
establece una verdadera alianza que se realiza no a través de la
sangre de animales derramada sobre el pueblo (Ex 24), sino con su
propia sangre, instrumento perfecto de comunión entre Dios y los
hombres.
La celebración
eucarística abraza y llena toda la historia dándole un nuevo
sentido: hace presente realmente a Jesús en su misterio de amor y de
donación en la cruz (pasado); la comunidad, obediente al mandato de
su Señor, deberá repetir el gesto de la cena continuamente mientras
dure la historia “en memoria mía” (1Cor 11,24) (presente); y lo
hará siempre con la expectativa de su regreso glorioso, “hasta que
él venga” (1 Cor 11,26) (futuro). El misterio de la institución
de la Eucaristía nace del amor de Cristo que se entrega por nosotros
y, por tanto, deberá siempre ser vivido y celebrado en el amor y la
entrega generosa, a imagen del Señor, sin divisiones ni hipocresías.
El evangelio (Lucas
9,10-17) relata el episodio de la multiplicación de los panes, que
aparece con diversos matices también en los otros evangelios (¡dos
veces en Marcos!), lo que demuestra no sólo que el evento posee un
alto grado de historicidad, sino que también es fundamental para
comprender la misión de Jesús.
Jesús está cerca
de Betsaida y tiene delante a una gran muchedumbre de gente pobre,
enferma, hambrienta. Es a este pueblo marginado y oprimido al que
Jesús se dirige, “hablándoles del reino de Dios y sanando a los
que lo necesitaban” (v. 11). A continuación Lucas añade un dato
importante con el que se introduce el diálogo entre Jesús y los
Doce: comienza a atardecer (v. 12). El momento recuerda la invitación
de los dos peregrinos que caminaban hacia Emaús precisamente al caer
de la tarde: “Quédate con nosotros porque es tarde y está
anocheciendo” (Lc 24,29). En los dos episodios la bendición del
pan acaece al caer el día.
El diálogo entre
Jesús y los Doce pone en evidencia dos perspectivas. Por una parte
los apóstoles que quieren enviar a la gente a los pueblos vecinos
para que se compren comida, proponen una solución “realista”. En
el fondo piensan que está bien dar gratis la predicación pero que
es justo que cada cual se preocupe de lo material. La perspectiva de
Jesús, en cambio, representa la iniciativa del amor, la gratuidad
total y la prueba incuestionable de que el anuncio del reino abarca
también la solución a las necesidades materiales de la gente.
Al final del v. 12
nos damos cuenta que todo está ocurriendo en un lugar desértico.
Esto recuerda sin duda el camino del pueblo elegido a través del
desierto desde Egipto hacia la tierra prometida, época en la que
Israel experimentó la misericordia de Dios a través de grandes
prodigios, como por ejemplo el don del maná. La actitud de los
discípulos recuerda las resistencias y la incredulidad de Israel
delante del poder de Dios que se concretiza a través de obras
salvadoras en favor del pueblo (Ex 16,3-4).
La respuesta de
Jesús: “dadles vosotros de comer” (v. 13) no sólo es
provocativa dada la poca cantidad de alimento, sino que sobre todo
intenta poner de manifiesto la misión de los discípulos al interior
del gesto misericordioso que realizará Jesús. Los discípulos,
aquella tarde cerca de Betsaida y a lo largo de toda la historia de
la Iglesia, están llamados a colaborar con Jesús preocupándose por
conseguir el pan para sus hermanos. Después de que los discípulos
acomodan a la gente, Jesús “tomó los cinco panes y los dos peces,
levantó los ojos al cielo, pronunció la bendición, los partió y
se los iba dando a los discípulos para los distribuyeran entre la
gente” (v. 16).
El gesto de
“levantar los ojos al cielo” pone en evidencia la actitud orante
de Jesús que vive en permanente comunión con el Dios del reino; la
bendición (la berajá hebrea) es una oración que al mismo tiempo
expresa gratitud y alabanza por el don que se ha recibido o se está
por recibir. Es digno de notar que Jesús no bendice los alimentos,
pues para él “todos los alimentos son puros” (Mc 7,19), sino que
bendice a Dios por ellos reconociéndolo como la fuente de todos los
dones y de todos los bienes. El gesto de partir el pan y distribuirlo
indiscutiblemente recuerda la última cena de Jesús, en donde el
Señor llena de nuevo sentido el pan y el vino de la comida pascual,
haciéndolos signo sacramental de su vida y su muerte como dinamismo
de amor hasta el extremo por los suyos.
Al final todos
quedan saciados y sobran doce canastas (v. 17). El tema de la
“saciedad” es típico del tiempo mesiánico. La saciedad es la
consecuencia de la acción poderosa de Dios en el tiempo mesiánico
(Ex 16,12; Sal 22,27; 78,29; Jer 31,14). Jesús es el gran profeta de
los últimos tiempos, que recapitula en sí las grandes acciones de
Dios que alimentó a su pueblo en el pasado (Ex 16; 2Re 4,42-44). Los
doce canastos que sobran no sólo subraya el exceso del don, sino que
también pone en evidencia el papel de “los Doce” como mediadores
en la obra de la salvación. Los Doce representan el fundamento de la
Iglesia, son como la síntesis y la raíz de la comunidad cristiana,
llamada a colaborar activamente a fin de que el don de Jesús pueda
alcanzar a todos los seres humanos.
En el texto, como
hemos visto, se sobreponen diversos niveles de significado. El
milagro realizado por Jesús lo presenta como el profeta de los
últimos tiempos. Al mismo tiempo el evento anticipa el gesto
realizado por Jesús en la última cena, cuando el Señor dona a la
comunidad en el pan y el vino el signo sacramental de su presencia.
Por otra parte, el
don del pan en el desierto inaugura el tiempo nuevo de la
fraternidad, que prefigura la plenitud de la comunión escatológica
en plenitud. Además se pone en evidencia, como hemos señalado
antes, el papel esencial de los discípulos de Jesús como mediadores
del reino. A través de aquellos que creemos en el Señor debería
llegar a todos los hombres el pan que del bienestar material que
permite una vida digna de hijos de Dios, el pan de la esperanza y de
la gratuidad del amor, y sobre todo el pan de la Palabra y de la
Eucaristía, sacramento de la presencia de Jesús y de su amor
misericordioso en favor de todos los hombres.
Para la revisión
de vida
¿En mi vida
cristiana el misterio eucarístico se manifiesta como fuente de
unidad y de caridad?
¿Cómo podría
comprometerme concretamente en favor de las personas que viven en la
pobreza y sufren hambre de pan y de justicia?
Para la reunión
de grupo
¿En nuestra
comunidad la celebración eucarística genera mayor amor y compromiso
en favor de los más pobres o se limita a ser un simple rito
religioso?
¿Con cuáles
iniciativas concretas podríamos hacer que nuestra participación
comunitaria en la Eucaristía sea más activa y dinámica?
¿Cómo podríamos
como comunidad comprometernos más para llevar a los demás el pan
del bienestar material, el pan del amor y de la esperanza, y el pan
del evangelio del Reino?
Para la oración
de los fieles
Señor Jesús, que
en el misterio eucarístico has dejado para tus discípulos un
memorial vivo de tu vida, tu muerte y tu resurrección, haz que
participando con fe de tu Cuerpo y de tu Sangre seamos testigos
fieles del evangelio de la liberación en medio del mundo. Roguemos
al Señor...
Señor Jesús, que
congregas a tu Iglesia en torno al misterio de tu Cuerpo y de tu
Sangre, haz que nuestra comunidad viva el misterio de la comunión en
la diversidad, superando la intolerancia y el sectarismo, y así sea
signo e instrumento de tu reino. Roguemos al Señor...
Señor Jesús, que
alimentaste a la multitud en el desierto con el pan material y el pan
de la Palabra, haz que la comunidad cristiana viva atenta a los
signos de los tiempos, a través de una misión de evangelización
liberadora e integral, llevando a todos el anuncio del Reino y
comprometiéndose activamente en la promoción humana. Roguemos al
Señor...
Oración
comunitaria
Señor Jesús, Pan
Vivo de esperanza y de amor,
concede a cuantos
participamos en la cena eucarística,
vivir el misterio de
la comunión en el amor
y ser testigos de tu
reino en el mundo. Por nuestro Señor Jesucristo.
Estos
comentarios están
tomados de diversos libros, editados por Ediciones El Almendro de
Córdoba, a saber:
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro.
- Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en www.elalmendro.org
- El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro.
- Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en www.elalmendro.org
- El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico
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