LUZ
DEL DOMINGO
Domingo,
26 de junio de 2016
DECIMOTERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIOCICLO C
DECIMOTERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIOCICLO C
Primera lectura: 1
Reyes 19, 16b.
19-21
Salmo responsorial: Salmo 15
Segunda lectura: Gálatas 5, 1. 13-18
Salmo responsorial: Salmo 15
Segunda lectura: Gálatas 5, 1. 13-18
EVANGELIOLucas
9, 51-62
51Cuando
iba llegando el tiempo de que se lo llevaran a lo alto, también él
resolvió ponerse en camino para enca rarse con Jerusalén. 52Envió
mensajeros por delante; éstos entraron en una aldea de Samaria para
preparar su llegada, 53pero
se negaron a recibirlo, porque había resuelto ir a Jerusalén. 54Al
ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le propusieron:
-Señor,
si quieres, decimos que caiga un rayo y los aniquile.
55Él
se volvió y los increpó. 56y
se marcharon a otra aldea.
57Mientras
iban por el camino, le dijo uno:
-Te
seguiré adondequiera que vayas.
58Jesús
le respondió:
-Las
zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hombre no
tiene donde reclinar la cabeza.
59A
otro le dijo:
-Sígueme.
El
respondió:
-Señor,
permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre.
60Jesús
le replicó:
-Deja
que los muertos entierren a sus propios muertos; tú vete a anunciar
por ahí el reinado de Dios.
61Otro
le dijo:
-Te
seguiré, Señor, pero permíteme despedirme pri mero de mi familia.
62Jesús
le contestó:
-El
que echa manó al arado y sigue mirando atrás, no vale para el reino
de Dios.
COMENTARIOS
I
EN LUCHA POR
LA LIBERTAD
Jesús fue a
Jerusalén, símbolo de la institución religiosa, con el ánimo de
enfrentarse a ella para liberar a los hombres de un modo de entender
la religión que los convertía en esclavos de Dios e incapaces para
la solidaridad con los hermanos. Dio su vida para hacernos libres
para el amor. Nada más y nada menos.
A ENFRENTARSE CON
JERUSALÉN
Cuando iba llegando
el tiempo de que se lo llevaran a lo alto, también él resolvió
ponerse en camino para encararse con Jerusalén.
La parte central y
más larga del evangelio de Lucas (casi diez capítulos: 9,51-19,46)
trata de la subida de Jesús a Jeru salén. En ella se narran los
acontecimientos que sucedieron a Jesús desde el momento en que
decidió ir a Jerusalén (el evangelio de hoy) hasta la expulsión de
los mercaderes del templo. No es un acercamiento pacífico, sino
polémico: Jesús va a enfrentarse, «a encararse», con las
instituciones judías, en especial con la institución religiosa.
Cabe preguntarse por
qué los evangelistas dedican tanto espacio a contarnos los
conflictos de Jesús con los dirigentes de Israel. ¿A qué se debe
este afán de
Jesús por entrar en conflicto con las instituciones religiosas
judías? ¿Cómo es posible que la ciudad que los salmos dicen que
fundó el mismo Dios (Sal 187) y que los profetas anunciaron que
sería el centro de atracción para todos los pueblos, sea ahora el
centro de todas las acusaciones de Jesús? ¿Qué ha pasado desde
entonces? ¿Qué representa ahora Jerusalén?
Las razones de este
enfrentamiento que acabará con la muerte de Jesús, las expone Lucas
a través de la narración de los acontecimientos que se van
sucediendo y de los temas que Jesús trata en su enseñanza a lo
largo de este viaje.
El centro del viaje
está ocupado por el lamento-denuncia que Jesús denuncia a Jerusalén
cuando unos
fariseos le sugieren que se vuelva, pues Herodes quiere matarlo.
«Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a
los que se te envían!» (Lc 13,34); esta
denuncia está incluida entre dos sectores del evangelio que tratan
acerca de la relación entre la Ley de Moisés y el reino de Dios
(13, 10-17M 14m 1-6), y al mismo tiempo, todo el viaje está incluido
en otras dos secciones en las que también se trata el tema de la ley
10, 25-37, la parábola del buen samaritano, que muestra cómo los
cumplidores de la ley no se sienten obligados a amar al prójimo y
10,18-30, el episodio del rico observante, que
muestra cómo es posible cumplir toda la ley y ser adorador del
Dinero y, por eso, negarse a seguir a Jesús. Este es el motivo
principal del enfrentamiento de Jesús con la religión judía; esto
es lo que significa Jerusalén: el modo de entender la relación del
hombre con Dios, lo mantiene en una permanente minoría de edad y
hace que el hombre tenga para el hombre menos importancia que un
burro o un buey (Lc 10,5).
VOCACIÓN DE
LIBERTAD
Para que seamos
libres nos liberó el Mesías; con que manteneos firmes y no os
dejéis atar de nuevo al yugo de la esclavitud...
A vosotros hermanos,
os han llamado a la libertad; solamente que esa libertad no dé pie a
los bajos instintos. Al contrario, que el amor os tenga al servicio
de los demás...
Pablo era fariseo,
esclavo de la ley, hasta que Jesús lo tiró del caballo en el camino
de Damasco (Hch 9,1-9) y descubrió el gozo de la libertad; desde
entonces se dedicó a anunciar el mensaje de Jesús, expresando con
apasionada claridad su carácter liberador.
Según la segunda
lectura de hoy, la vocación cristiana es una llamada a la virtud o a
la perfección, es una invitación a la libertad, y para eso, para
que los hombres pudiéramos responder a esa invitación, subió a
Jerusalén, se enfrentó con la institución judía, se jugó la vida
y la perdió, y de tal modo esto es así, que si alguien intenta
volver la vista atrás y pretende someterse o someter a otros a la
ley está haciendo inútil la muerte del Mesías (Gál 2,21; véase
comentario núm. 39).
La ley para Pablo
mantiene al hombre en minoría de edad (Gál 3,24), y sólo
liberándose de ella el hombre puede llegar a ser hijo de Dios (Gál
4,5) por medio del Espíritu (Gál 4,6; Rom 8,15-17), que es
incompatible con la ley, pues «donde hay Espíritu del Señor hay
libertad» (2 Cor 3,17).
Por supuesto que
libertad no es lo mismo que libertinaje. Pablo
ya tiene esto al descubrir el cauce por el que la libertad se deberá
desarrollar: el amor. Y el que ama de verdad, nunca podrá ser
considerado un libertino. El hombre libre de la ley tiene capacidad
para profundizar, por medio del amor, en el camino de la libertad que
conduce a la vida y la paz (Rom 8,6); el que ama, guiado por el
Espíritu, nunca realizará «los deseos de la carne», nunca se
dejará dominar por los «bajos instintos» que consisten
precisamente en la fuerza contraria al amor, contraria al Espíritu
y, por tanto, a la libertad; son el impulso que nos lleva a actuar de
tal manera que rompamos la armonía en las relaciones humanas: la
falta de respeto a la dignidad y libertad de los demás (en el
terreno de la sexualidad y en todos los terrenos); los bajos
instintos «tienden a la muerte; el Espíritu, en cambio, a la vida y
la paz» (Rom 8,6), y en especial a la «codicia, que es una
idolatría» (Col 3,5); en una palabra : son el libertinaje «las
pasiones pecaminosas que atiza la ley» (Rom 7,5)
Por eso se enfrentó
Jesús a Jerusalén, a la ley; para liberarnos de ella dio su vida.
¿Estamos seguros de que en la Iglesia de Jesús no nos hemos dejado
“atar de nuevo al yugo de la esclavitud”, a la esclavitud de la
ley?
II
JESÚS SE DECIDE A ENCARARSE CON LA INSTITUCIÓN JUDÍA
Dándose cuenta
Jesús de que los Doce, que él había elegido como los
representantes del nuevo Israel, se negaban rotunda mente a aceptar
que el Mesías tuviese que fracasar, ve llegado el momento de atajar
el problema de cara, ya que de otro modo no logrará nunca hacerlos
cambiar. El comienzo de la nueva sección es muy indicativo: «Cuando
iba llegando el tiempo de que se lo llevaran» (9,5 la). Esta
determinación temporal sirve para relacionar la decisión que toma
acto seguido con el doble éxodo que emprenderá de inmediato fuera
de la institución judía (muerte) y hacia el Padre (ascensión). De
hecho, el término griego empleado por Lucas (lit. «Cuando se iban a
cumplir los días de su “arrebatamiento”) es
un término técnico: tan pronto dice relación con el arrebatamiento
de Elías (4Re [2Re LXX] 2,9.10.11; Eclo 48,9; 49,14; 1Mac 2,58) como
con la ascensión de Jesús al cielo (Hch 1,2.11.22).
Con una serie de
determinaciones análogas, Lucas irá indi cando el acercamiento
progresivo de este momento histórico (18,35; 19,11.29.37.41;
22,1.7.14), la hora de la muerte de Jesús, que acaeció
figuradamente el día de la Pascua judía, figura del Éxodo
definitivo del Mesías fuera de Jerusalén. Por eso continúa:
«Cuando iba llegando el tiempo de que se lo llevaran, también él
decidió irrevocablemente ir a Jerusalén» (9,51b). La frase
contiene una referencia clarísima a una actitud semejante narrada en
el Antiguo Testamento. Literalmente dice que «también él (Jesús
evidentemente) plantó cara a la situación encaminándose hacia
Jerusalén».
En el libro del
profeta Ezequiel, en la versión griega llamada de los Setenta,
hallamos una serie de expresiones análogas, en las que Dios invita
al profeta a encararse con una serie de situa ciones (once pasajes).
En concreto, el pasaje a que aquí se hace referencia es Ez 21,7:
«Por eso profetiza, hijo de hombre, y planta cara a Jerusalén, fija
la mirada contra su santuario y pro fetiza contra la tierra de
Israel. » (El original hebreo contiene algunas variantes: «Hijo de
hombre, gira tu cara contra Jerusalén y haz gotear tu palabra contra
el santuario y profetiza contra la tierra de Israel».)
Jesús, como en otro
tiempo Ezequiel, toma la decisión irrevocable de encararse con la
institución judía simbolizada aquí por el término sacro
«Jerusalén», término que empleaban los judíos y, casi de forma
exclusiva, los escritores del Antiguo Testamento. (Cuando Lucas
quiere designar simplemente la ciudad de Jeru salén, como lugar
geográfico, se sirve del término «Jerosólima», término neutro
empleado exclusivamente por los paganos y por los otros evangelistas,
si exceptuamos el logion de
Mt 23,37.)
FRACASO ESTREPITOSO
DE LOS MISIONEROS ENVIADOS A SAMARÍA
«Envió mensajeros
delante de él» (lit. «delante de su cara o persona») (9,52a). Los
mensajeros que envía Jesús tienen que realizar una misión
precursora en Samaría, semejante a la que había llevado a cabo Juan
Bautista en el país judío: «Habiéndose puesto en camino, entraron
en una aldea de samaritanos para prepararle (la acogida de la gente)»
(9,52b). Judíos
y samaritanos eran enemigos mortales. Era necesario, por tanto, que
los men sajeros preparasen convenientemente los ánimos de los
Samaritanos, a fin de que éstos recibieran a Jesús de buen grado.
Si los misioneros les anuncian que Jesús se dirige a Jerusalén para
plantar cara a la institución judía, no hay duda de que será bien
recibido. Precisamente lo que no podían soportar era que el Mesías
fuese el rey destinado por Dios como caudillo del pueblo judío y que
desde Israel debiese dominar a los demás pueblos. Si ahora resulta
que aquel de quien habían oído decir que era un gran profeta o
hasta puede que el Mesías, no iba a Jerusalén a tomar el poder,
sino a hacer frente al sistema teocrático judío, los samaritanos le
darán masivamente la bienvenida.
«Pero como él se
dirigía en persona a Jerusalén, (los samari tanos) se negaron a
recibirlo» (9,53). ¿Qué les han contado los mensajeros?
Literalmente han ido proclamando con aires triun falistas que «su
persona se dirigía a Jerusalén», ¡para coronarse rey de los
judíos! Jesús les había dicho que «iba a plantar cara a la
institución encaminándose hacia Jerusalén», ellos silencian lo
más importante y dicen simplemente que «su cara / persona se
encamina a Jerusalén». No es extraño que le cierren todas las
puertas. La misión precursora de los misioneros ha sido un fra caso
rotundo.
Un filtrado parecido
del mensaje, según las conveniencias de cada uno o de un grupo o
comunidad determinada, lo hacemos con frecuencia. Cuanto más
fanáticos seamos y más cerrados estemos sobre nosotros mismos, más
filtros interpondremos en tre la Palabra que nos quiere interpelar y
el mensaje que dejamos rezumar. «Profeta» es precisamente aquel
mensajero «por cuya boca habla» Dios o el Señor Jesús. Y lo es
cuando el contenido de la palabra que pronuncia no es lo que él
piensa, sino aquello que, desde lo más profundo, experimenta de
manera irresistible que debe comunicar.
SED DE VENGANZA
"Al
ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le propusie ron:
"Señor, si quieres, decimos que caiga fuego del cielo y los
aniquile"» (9,54). Santiago y Juan, en representación del
grupo de los Doce, después de haber comprometido con sus
sejemane jes el viaje de Jesús a través de Samaria, lanzan ahora el
grito al cielo y claman venganza. La propuesta que le hacen, la
formulan con palabras del libro de los Reyes, donde se dice que
Elías, en un caso parecido en que el rey Ocozías de Samaría le
envió unos mensajeros pidiéndole que acudiese para librarlo de la
muerte con que Dios lo había castigado por culpa de su idolatría,
«hizo bajar fuego del cielo» que consumió a los cincuenta hombres
que había enviado (4Re [2Re] 1,1-14 LXX). Piden, por tanto, a Jesús
que actúe al modo de Elías y se vengue de la mala acogida de los
samaritanos. No les basta con tergiversar el mensaje, sino que exigen
un castigo en nombre de Dios contra sus enemigos mortales.
«Jesús
se volvió y los increpó» (lit. «conminó», como si estu viesen
endemoniados) (9,55). De hecho, están «poseídos» por una
ideología que les impide actuar como personas sensatas: están
repletos de odio, de intolerancia religiosa y de exaltación
nacionalista. Jesús «se vuelve»: esto quiere decir que él no se
había inmutado y que proseguía su camino, mientras que los
discípulos se habían quedado atrás, esperando la venganza del
Mesías contra aquellos canallas samaritanos. El conjuro que les
lanza debía ser sonado. «Y se marcharon a otra aldea» (9,56). La
travesía de Samaria continúa. Ahora veremos las consecuen cias de
esta oposición sistemática de los Doce a los planes de Jesús.
NUEVA LLAMADA DE DISCÍPULOS, AHORA SAMARITANOS
La perícopa de
9,57-62 contiene
la reacción de Jesús. Como sea que los discípulos judíos le
llevan la contra y que algunos samaritanos que han comprendido su
actitud quieren incorporarse al grupo, Jesús hace una nueva llamada
de discípulos, ahora en territorio samaritano, precisando cuáles
han de ser las actitudes del verdadero discípulo. La escena tiene
forma de tríptico. En las tablillas laterales hay constancia de dos
ofrecimientos («Te seguiré»), si bien condicionados; en el centro
hay una llamada directa de Jesús («Sígueme»). El personaje
central ha sido invi tado por Jesús, en vista de sus disposiciones;
los otros dos han tomado ellos mismos la iniciativa, en vista de las
actitudes de Jesús. Lucas describe con estos tres personajes la
constitución de un nuevo grupo (tres indica siempre una totalidad).
Estos personajes, sin embargo, no tienen nombre. La situación que
describe tiene más de ideal que de real. Hay una referencia
implícita a la primera llamada de discípulos israelitas: Pedro,
Santiago y Juan. También tres. Las condiciones que les impone ahora
son más exigentes si cabe: les exige una ruptura total con el
pasado: casa, familia y, sobre todo, padre, como portador de
tradición.
Al personaje del
centro lo invita él mismo porque sabe que ya ha roto con la
tradición paterna (muerte del «padre», figura de la tradición que
nos vincula con el pasado). Le pide que se olvide del pasado
(«enterrar») y que se disponga a anunciar la novedad del reino. Al
primero, que se ha ofrecido espontánea mente, le exige que no se
identifique con ninguna institución («no tiene donde reclinar la
cabeza»). Jesús nos quiere abiertos a todos y universales. La
respuesta que da al tercero, quien también se ha ofrecido
espontáneamente, se ha convertido en una máxima: «El que echa mano
al arado y sigue mirando atrás, no vale para el reino de Dios. » La
«familia» es figura, en este contexto, de Samaria: la opción por
el reino universal rompe con cualquier particularismo.
III
Narra la
vocación de un profeta, Eliseo. Es un rico campesino. Estaba arando
su finca con doce yuntas de bueyes cuando lo encuentra Elías. Éste
le echa encima su manto y con esto adquiere sobre él como cierto
derecho. Eliseo no sabe negarse; sacrifica la pareja de bueyes con
que araba, abandona su familia y se pone al servicio de Dios. Se dan
en el caso de Eliseo las condiciones de una vocación especial:
llamada de Dios, respuesta a la llamada, ruptura con el pasado y
nuevo género de vida al servicio de su misión.
Nunca como hoy el
ser humano ha sido tan sensible a la libertad; el ser humano prefiere
la pobreza y la miseria antes que la falta de libertad. Pablo dice
con relación a este tema: el cristiano es libre: la vocación
cristiana es vocación a la libertad, esta libertad nos la conquistó
Cristo; la libertad se expresa y alcanza su plenitud en el amor; ante
el peligro de que muchos seres humanos caigan en el libertinaje so
pretexto de libertad, Pablo les advierte que la verdadera libertad,
la que viene del Espíritu, libera de la esclavitud de la carne y del
egoísmo.
El tema fundamental
del evangelio es la presentación de tres vocaciones. Lucas las
coloca en el marco del viaje de Jesús y sus discípulos hacia
Jerusalén. Jesús, al que quiere seguirle le exige: despego de los
bienes y comodidades materiales, pues el Hijo del Hombre no tiene
dónde reclinar su cabeza; llamamiento de Dios; ruptura con el pasado
y el presente, incluso con la propia familia, y seguimiento. Todo
esto para que el discípulo quede libre y disponible para poder
anunciar el Reino de Dios.
Las lecturas de hoy
tienen un tema común: las exigencias de la vocación. En ellas
descubrimos cómo subyace la necesidad del desprendimiento, de la
renuncia, del abandono de las cosas y personas como exigencia para
seguir a Jesús. Por eso, no existe respuesta a la llamada para
ponerse al servicio del Reino de Dios, en aquellos que anteponen a
Jesús condiciones o intereses personales.
El Evangelio nos
dice que el desprendimiento exigido por Jesús a los tres candidatos
a su seguimiento, es radical e inmediato. Se tiene, incluso, la
impresión de una cierta dureza de parte de Jesús. Pero todo está
puesto bajo el signo de la urgencia. Jesús ha iniciado “el viaje
hacia Jerusalén”. Esta “subida” interminable (que ocupa 10
capítulos en el evangelio de Lucas) no se encuadra en una dimensión
estrictamente geográfica, sino teológica: Jesús se encamina
decididamente hacia el cumplimiento de su misión.
El viaje de Jesús a
Jerusalén no es un viaje turístico. Por eso el maestro exige a los
discípulos la conciencia del riesgo que comparte esa aventura: “la
entrega de la propia vida”.
Se diría que Jesús
hace todo lo posible para desanimar a los tres que pretenden seguirle
a lo largo del camino. Parece que su intención es más la de
rechazar que la de atraer, desilusionar más que seducir. En
realidad, él no apaga el entusiasmo, sino las falsas ilusiones y los
triunfalismos mesiánicos. Los discípulos deben ser conscientes de
la dificultad de la empresa, de los sacrificios que comporta y de la
gravedad de los compromisos que se asumen con aquella decisión.
Por tanto, seguir a
Jesús exige:
- Disponibilidad
para vivir en la inseguridad: “No tener nada, no llevar nada”. No
se pone el acento en la pobreza absoluta, sino en la itinerancia. El
discípulo lo mismo que Jesús, no puede programar, organizar la
propia vida según criterios de exigencias personales, de “confort”
individual.
- Ruptura con el
pasado, con las estructuras sociales, políticas, económicas y
culturales que atan y generan la muerte. Es necesario que los nuevos
discípulos miren adelante, que anuncien el Reino, para que
desaparezca el pasado y viva el proyecto de Jesús.
- Decisión
irrevocable. Nada de vacilaciones, nada de componendas, ninguna
concesión a las añoranzas y recuerdos del pasado, el compromiso es
total, definitivo, la elección irrevocable.
Hoy como ayer, Jesús
sigue llamando a hombres y mujeres que dejándolo todo se comprometen
con la causa del Evangelio y, tomando el arado sin mirar hacia atrás,
entregan la propia vida en la construcción de un mundo nuevo donde
reine la justicia y la igualdad entre los seres humanos.
Por otra parte,
observamos una nota de tolerancia y paciencia pedagógica en el
evangelio de hoy. Un celo apasionado de los discípulos es capaz de
pensar en traer fuego a la tierra para consumir a todos los que no
acepten a Jesús... Llevados por su celo no admiten que otros piensen
de manera diversa, ni respetan el proceso personal o grupal que ellos
llevan. Jesús «les reprocha» ese celo. Simplemente marcha a otra
aldea, sin condenarlos y, mucho menos, sin querer enviarles fuego.
El seguimiento de
Jesús es una invitación y un don de Dios, pero al mismo tiempo
exige nuestra respuesta esforzada. Es pues un don y una conquista.
Una invitación de Dios, y una meta que nos debemos proponer con
tesón. Pero sólo por amor, por enamoramiento de la Causa de Jesús,
podremos avanzar en el seguimiento. Ni las prescripciones legales, ni
los encuadramientos jurídicos, ni las prescripciones ascéticas
pueden suplir el papel que el amor, el amor directo a la Causa de
Jesús y a Dios mismo a través de la persona de Jesús, tiene que
jugar insustituiblemente en nuestras vidas llamadas.
Una vez que ese amor
se ha instalado en nuestras vidas, todo lo legal sigue teniendo su
sentido, pero es puesto en su propio lugar: relegado a un segundo
plano. «Ama y haz lo que quieras», decía san Agustín; porque si
amas, no vas a hacer «lo que quieras», sino lo que debes, lo que
Dios amado espera de ti. Es la libertad del amor, sus dulces
ataduras.
Una homilía para la
celebración de hoy también podrá enfocarse desde el núcleo de la
libertad religiosa. Jesús no acepta la intolerancia de los
discípulos, que quisieran imponer a fuego la aceptación a su
maestro. Y Pablo nos recuerda la vocación universal (de los
cristianos y de todos los humanos, y de todos los pueblos) a la
libertad, a vivir sin coacción su propia identidad, su propia
cultura, su propia religión... El Vaticano II tomó decisiones
históricas respecto a la libertad religiosa. Las posiciones de
"cristiandad", de unión con el poder político, no son
conformes con el evangelio. Y todo ello exige de los cristianos unas
actitudes nuevas desde el fondo de nuestro corazón.
Para la revisión
de vida
Deja que me
vaya a enterrar primero a mi padre... Permíteme que me despida de
los míos... ¿Qué ataduras me impiden seguir a Jesús?
¿Soy yo
de los que a veces querría “hacer bajar fuego del cielo”?
Para la reunión
de grupo
¿Quieres que
mandemos bajar fuego del cielo que los consuma? Utilización
religiosa del poder. Poner a Dios y sus poderes de nuestra parte.
Imponer nuestra verdad religiosa. Estar en una posición de poder...
¿Hay algo de todas estas actitudes en la actualidad de la vida de
nuestra Iglesia local?
Ver las condiciones
o exigencias del discipulado que aparecen en este pasaje del
evangelio y en otros pasajes. Hacer una síntesis sobre las
exigencias del seguimiento en el texto del evangelio. (Algún miembro
del grupo puede haber preparado el tema previamente y exponerlo en la
reunión). Buscar entre todos la aplicación al contexto actual:
¿cuáles son hoy las principales exigencias del seguimiento en
nuestro mundo?
Habéis sido
llamados a la libertad... ¿Cómo está la libertad hoy en la vida de
los cristianos? ¿Es la fe cristiana una potenciación real de la
libertad humana? ¿En qué? ¿Por qué?
Para la oración
de los fieles
Por todos los
cristianos que quieren seguir a Jesús pero sólo después de haber
atendido primero a otras muchas obligaciones menores, para que tomen
una decisión de radicalidad, roguemos al Señor...
Por todos los que,
convencidos de su verdad religiosa, quisieran imponerla al mundo, y
por todos los que han sufrido en la historia las consecuencias de un
proselitismo religioso compulsivo; para que, después de las
enseñanzas del Vaticano II, "nunca más" los cristianos
impongamos la fe a los pueblos ni a las personas...
Por todos los que
interpretan el poder religioso como un poder mundano, de coerción y
fuerza, de privilegio; para que comprendan que el poder de Jesús no
es ese poder...
Para que seamos
celosos cuidadores de nuestra libertad y comprendamos que ella acaba
donde empieza la libertad del otro...
Para que los deberes
familiares no dificulten la generosidad de los que quieren seguir con
radicalidad a Jesús...
Oración
comunitaria
Dios
Padre nuestro: tu Hijo Jesús, “decidió subir resueltamente a
Jerusalén”, sin importarle todo lo que aquel camino le iba a
acarrear de sufrimiento y de cruz; ayúdanos, a los que queremos ser
seguidores radicales suyos, a tomar también resueltamente la opción
de dar nuestra vida día a día en el servicio a la Causa que él con
su entrega nos mostró. Por el mismo J.N.S.
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