LUZ
DEL DOMINGO
Domingo,
7 de agosto de 2016
DECIMONOVENO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIOCICLO C
DECIMONOVENO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIOCICLO C
Primera
lectura: Sabiduría 18,
6-9
Salmo responsorial: Salmo 32
Segunda lectura: Hebreos 11, 1-2. 8-19
Salmo responsorial: Salmo 32
Segunda lectura: Hebreos 11, 1-2. 8-19
EVANGELIO Lucas
12, 32-48
32No
temas, rebaño pequeño, que es decisión de vuestro Padre reinar de
hecho entre vosotros.
33Vended
vuestros bienes y dadlo en limosna; haceos bolsas que no se
estropeen, una riqueza inagotable en el cielo, adonde no se acercan
los ladrones ni echa a perder la polilla. 34Porque
donde tengáis vuestra riqueza tendréis el corazón.
35Tened
el delantal puesto y encendidos los candiles; 36pareceos
a los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para, cuando
llegue, abrirle en cuanto llame. 37¡Dichosos
esos siervos si el señor al llegar los encuentra despiertos! Os
aseguro que él se pondrá el delantal, los hará recostarse y les
irá sirviendo uno a uno. 38Si
llega entrada la noche o incluso de madrugada y los encuentra así,
¡dichosos ellos! 39Esto
ya lo comprendéis, que si el dueño de la casa supiera a qué hora
va a llegar el ladrón, no le dejaría abrir un boquete en su
casa. 40Estad
también vosotros preparados, pues, cuando menos lo penséis, llegará
el Hijo del hombre.
41Pedro
le preguntó:
-Señor,
¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos en general?
42El
Señor prosiguió:
-Conque,
¿dónde está ese administrador fiel y sensato a quien el señor va
a encargar de su servidumbre para que les reparta la ración a su
debido tiempo? 43¡Dichoso
ese siervo si el amo al llegar lo encuentra cumpliendo con su
encargo! 44Os
aseguro que le confiará la administración de todos sus
bienes. 45Pero
si ese siervo sé dice: "Mi señor tarda en llegar", y
empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y
emborracharse, 46el
día que menos se lo espera y a la hora que no ha previsto llegará
el señor de ese siervo y cortará con él, asignándole la suerte de
los infieles. 47El
siervo ese que, conociendo el deseo de su señor, no prepara las
cosas o no las hace como su señor desea, recibirá muchos
palos; 48en
cambio, el que no lo conoce, pero hace algo que merece
palos, recibirá pocos. Al que mucho se le ha dado, mucho se le
exigirá; al que mucho se le ha confiado, más se le pedirá.
COMENTARIOS
I
PREPARADOS PARA EL
ENCUENTRO
En una sociedad como
la nuestra, con tantas casas aseguradoras, con tantos seguros de
bienes y de vidas, con tantas ofertas que garantizan un futuro
feliz, el evangelio suena a utópico, a algo que no tiene ya lugar,
irrealizable o realizable solamente por aquellos que tengan madera
de héroes o de locos suicidas.
«Tranquilizaos,
rebaño pequeño, que es decisión de vuestro Padre reinar de hecho
sobre vosotros. Vended vuestros bienes y dadlos en limosnas; haceos
bolsas que no se estropeen, un tesoro inagotable en el cielo, adonde
no se acercan los ladrones ni echa a perder la polilla. Porque donde
está vuestra riqueza, está vuestro corazón.
Tened el delantal
puesto y encendidos los candiles: pareceos a los que aguardan a que
su amo vuelva de la boda para, cuando llegue, abrirle en cuanto
llamé. Dichosos esos criados si el amo, al llegar, los encuentra en
vela... » (Lc 12,32ss).
La venida, la visita
de Jesús, el amo, a la comunidad cristiana, una comunidad de
siervos o servidores, pues no se puede ser cristiano si no se es
servidor de los demás, se efectúa en dos momentos: uno, en la
eucaristía, en la que Jesús se hace presente en medio de la
comunidad por la palabra y por la fracción del pan; otro, en la
persecución y en la muerte de cada uno.
Para estos dos
encuentros, el cristiano debe estar en vela. Y para estar en vela,
dos son las actitudes básicas del discípulo de Jesús:
- Primera: renunciar
a los bienes de la tierra: «Vended vuestros bienes y dadlos en
limosnas.» Tal vez la fórmula 'vender y dar' no sea hoy en nuestra
sociedad la más eficaz. Hoy habría que hablar de invertir en crear
puestos de trabajo, en hacer partícipe al obrero de la ganancia de
la empresa u otras fórmulas similares. Pero el espíritu de dicho
mandato evangélico es claro: ser solidarios, compartir, hacer
partícipes a los demás de los bienes que llamamos 'propios'; ser
misericordes, compasivos, justos.
- Segunda: ejercer
de servidores, pues la esencia del cristianismo es el servicio
incondicional al prójimo hasta la muerte. «Conque, ¿dónde está
ese administrador fiel y cuidadoso a quien el amo va a encargar de
repartir a los sirvientes la ración a sus horas? Dichoso el tal
empleado si el amo, al llegar, lo encuentra cumpliendo con su
obligación. Os aseguro que le confiará la administración de todos
sus bienes. Pero si el tal empleado, pensando que su amo tardará,
empieza a maltratar a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y
emborracharse, el día que menos se lo espera, y a la hora que no ha
previsto, llegará el amo y lo pondrá en la calle, mandándolo
adonde se manda a los que no son fieles» (Lc 12,42-47).
De lo que llamamos
'nuestro' somos meros administradores, no propietarios; y como
administradores debemos servir sin abusos ni egoísmos; cuanto más
elevados estemos en el escalafón social, más exigente será el
servicio que debamos prestar. Sólo así estaremos preparados para la
vuelta del amo de la boda, imagen del reino definitivo, que se
anticipa cada vez que celebramos la eucaristía.
II
A
DIOS ROGANDO...
Cuando el
evangelio dice que no debemos confiar en las riquezas y que toda
nuestra seguridad debemos ponerla en Dios no quiere decir que debamos
sentarnos a esperar a que la solución de nuestros problemas baje del
cielo; del cielo bajará, pero siempre que no esperamos sentados sino
activos confiados en que Dios no permitirá que se frustren nuestro
esfuerzo y nuestro compromiso
BUSCAD QUE EL REINE
No temas, rebaño
pequeño, que es decisión de vuestro Padre reinar de hecho entre
vosotros. Vended vuestros bienes y dadlo en limosna; haceos bolsas
que no se estropeen, una riqueza inagotable en el cielo, adonde no se
acercan los ladrones ni echa a perder la polilla. Porque donde
tengáis vuestra riqueza tendréis el corazón.
Jesús,
después de la parábola del rico
necio, se
dirige a sus discípulos para insistir en la necesidad de tener una
confianza absoluta en el amor del Padre: «No andéis preocupados
por la vida pensando qué vais a comer; ni por el cuerpo, pensando
con qué os vais a vestir... Pues si a la hierba, que hoy está en el
campo y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿cuánto
más hará por vosotros, gente de poca fe?» (Lc 12,22-28). Estas y
otras palabras semejantes han hecho pensar a algunos que no había
que preocuparse por la solución de los problemas de la tierra: el
mundo está como está porque Dios así lo ha decidido, porque ése
es el designio de Dios; ya se encargará él de compensar los
sufrimientos de aquellos a los que en este mundo les ha tocado en
suerte una mala vida; además, si alguien sufre... ¡por algo será!,
se lo tendrá merecido, pues el evangelio asegura que si Dios se
preocupa de los pájaros y de las hierbas del campo, ¡ cómo no se
va a preocupar de sus fieles devotos!
Y CON EL MAZO DANDO
« ¿Dónde está el
administrador fiel y sensato a quien el señor va a encargar de su
servidumbre para que les reparta la ración a su debido tiempo?
¡Dichoso ese siervo si el amo, al llegar, lo encuentra cumpliendo
con su encargo!»
Entender las cosas
así entraña un peligro mayor, que consiste en convertir el
evangelio en ideología legitimadora de la situación presente y en
opio adormecedor de la conciencia de los pobres: si Dios se preocupa
de los suyos, los que están bien serán los que reciben más
atención de parte de Dios, y los que están mal deben resignarse con
su suerte y no rebelarse contra la situación presente, pues será
rebelarse contra el designio divino; pero esta interpretación olvida
las palabras centrales de este párrafo: «No andéis preocupados
por... Por el contrario: buscad que él reine, y eso se os dará por
añadidura. No temas, rebaño pequeño, que es decisión de vuestro
Padre reinar de hecho entre vosotros» (Lc 12,31-32): Dios no
solucionará nuestros problemas de manera caprichosa, por arte de
birlibirloque, cuando él arbitrariamente vaya decidiendo, sino en
el contexto de la realización de su reinado.
Una de las causas de
la mala interpretación de estas recomendaciones de Jesús ha sido
la obstinación en reducir el reino
de Dios a
la otra vida: el reino de Dios no es ni el cielo ni la tierra,
sino las
personas sobre las que Dios reina, las
personas que se esfuerzan en vivir como Dios quiere y en buscar la
solución a los problemas de este mundo en la dirección que el
evangelio señala: la solidaridad y el amor; en la medida en que los
hombres acepten vivir así y se comprometan seriamente con el
proyecto de convertir este mundo en un mundo de hermanos, en la
medida en la que todos asuman seriamente su tarea de servir y prestar
ayuda a los demás como los buenos
administradores del
evangelio, en esa medida, más lo mucho que añada la inconmensurable
generosidad del Padre, se irán resolviendo los problemas del hambre,
del vestido... y los de la soledad y la tristeza, problemas estos que
no se pueden solucionar con el dinero de las bolsas que se estropean
y que tanto gustan a los ladrones.
NO TEMAS, PEQUEÑO
REBAÑO
Tened el delantal
puesto y encendidos los candiles... Estad también vosotros
preparados, pues cuando menos lo penséis llegará el Hombre.
Así adquieren pleno
significado las palabras del evangelio: renunciar a la riqueza no es
un sistema para hacer méritos para el cielo, sino para ser
coherentes con el proyecto del evangelio, para estar más libres a la
hora de comprometernos en preparar este mundo para que Dios pueda
realizar su decisión -que no la realizará si nosotros libremente no
la aceptamos- de reinar entre nosotros.
Porque tampoco debe
ser causa de preocupación, y menos de miedo, el encuentro último
con el Señor. No hay razón para el temor. Nadie debe asustarse: no
nos amenaza ningún peligro; él no viene a condenar. Como la primera
vez, que sólo vino a salvar, así será cuando muchas otras veces
vuelva para salir al encuentro de los que, entre los suyos, se vayan
dejando la piel por ser fieles a su proyecto. La piel, que no la
vida, que está en las manos del Padre. Será la época de la
cosecha. Los frutos, los del amor manifestado en la lucha por la
libertad y la Justicia, por la fraternidad, la paz, la felicidad...,
en la lucha por el reino de Dios. Por eso no debe haber lugar para el
miedo: hay que estar preparados, sí, pero no asustados ni
preocupados. Porque también eso está en manos del Padre y forma
parte de la «añadidura».
III
EL DOBLE ÉMBOLO DE LA ANTIGUA GASOLINERA: CONFIANZA O PREOCUPACIÓN
La tablilla
de la derecha (c. vv.
22-40) del tríptico no hace sino insistir en las advertencias
iniciales, convertidas ahora en recomendaciones, después
de haber dejado bien claro que el problema crucial era el de la
riqueza. El desprendimiento no se produce de golpe ni de una vez por
todas. De la misma manera, la confianza no se compra sino que se
gana. En la medida en que el cristiano experimenta que dar no es
perder, se va vaciando de
preocupaciones materiales y va
llenándose de
confianza en el presente de Dios (el futuro para Dios no existe, como
tampoco el pasado): «Porque donde tengáis vuestra riqueza, tendréis
el corazón» (12,34). Hay quien la tiene en un banco o una caja, en
posesiones o en acciones; hay quien la tiene en Dios, porque la ha
depositado en los pobres: no hay ladrón ni atracador que pueda robar
al que «vende sus bienes y lo da en limosna» (12,33). El que vendrá
como un ladrón, en cambio, es el Hombre Jesús... en la persona que
menos te esperas y cuando menos lo pienses (12,35-40).
BUENOS Y MALOS
ADMINISTRADORES
La intervención de
Pedro, portavoz del grupo de los Doce, conduce a un colofón. Pedro,
con su interpelación, trata de excluir a los discípulos no
israelitas (recuérdese que Jesús se ha dirigido en primer lugar «a
los discípulos», sin más, 12,1): «Señor, ¿has dicho esta
parábola por nosotros o por todos en general?» (12,41). La
respuesta de Jesús los engloba a todos: la figura del
«administrador» se aplica tanto a los de origen israelita como a
los que proceden de la marginación. Los administradores de la
comunidad, cualquiera que sea su procedencia, deben ponerse al
servicio de los demás y prestar ayuda para que en la comunidad no
falte nada (12,42). Jesús declara «dichoso» al «administrador
fiel y sensato» a quien «el Señor -término característico del
Resucitado-, cuando llegue, lo encuentre cumpliendo con su encargo»
(12,43: compárese con vv. 37-38). El que haga esto, como lo hace
Jesús, llega al mismo nivel que su Señor (cf. v. 37). «Os aseguro
que le confiará la administración de todos sus bienes» (12,44). El
primer encargo que le ha confiado ha sido el servicio de la mesa y
de la despensa: la distribución equitativa de los bienes de los
pobres; si cumple bien ese primer encargo, le confiará la
administración de los bienes espirituales de la comunidad. Mediante
la parábola de los «administradores» Lucas anticipa y prepara el
tema de la administración de los bienes de toda índole de la
comunidad creyente que desarrollará en el libro de los Hechos.
Por el contrario, si
actúa con autoritarismo y con aires de grandeza y de poder, como
hacen los que ejercen autoridad sobre los demás (cf. 22,25-26), «el
Señor cortará con él y le asignará la suerte de los infieles»
(12,45-46). Es de notar la dureza del lenguaje de Jesús con el grupo
de discípulos procedentes del judaísmo. A la falta de libertad
interna que aún padecen por no haber renunciado a la ideología
autoritaria judía, corresponde un lenguaje propio de esclavos: «El
siervo ese que, conociendo el deseo de su señor, no prepara las
cosas o no las hace como su señor desea, recibirá muchos palos»
(12,47), muchos más que los infieles que «desconocen su designio,
pero hacen algo que merece palos» (12,48a). La razón es obvia: «Al
que mucho se le ha dado, mucho se le exigirá; al que mucho se le ha
confiado, más se le pedirá» (12,48b). La responsabilidad va pareja
con los dones recibidos.
IV
Primera
Lectura
Los israelitas,
oprimidos en Egipto, experimentaron que el Señor era su salvador la
noche en que murieron los primogénitos de los egipcios. Por eso
aquella noche tuvo una significación trascendental para la historia
de los hebreos. Les recordaba las promesas que Dios había hecho a
sus padres; que desde entonces Israel fue un pueblo libre y
consagrado al Señor. La primera cena del cordero pascual sirve de
modelo a lo que había de ser centro de la vida religiosa y cultural.
La participación en
un mismo sacrificio simbolizaba la unión solidaria de un pueblo en
un destino común. La celebración pascual recuerda que Dios no cesa
de elegir a su pueblo entre los justos y de castigar a los impíos.
Hoy, toda esta
imagen de Dios, por más que la hayamos estado escuchando y venerando
durante milenios, desde siempre, aparece como profundamente
inadecuada, inaceptable. ¿Qué clase de Dios es ése que opta por un
pueblo, lo elige, le regala una tierra que está ya ocupada por otros
pueblos da poder a su pueblo elegido para que los expulse y los
destruya? ¿Es verosímil esta imagen de Dios? ¿No es propia de los
tiempos «tribales», donde cada tribu se imagina que tiene su Dios
protector que la defenderá contra las demás? (Recomendamos leer al
respecto, por ejemplo, de John Shelby SPONG, Un cristianismo nuevo
para un mundo nuevo, Abya Yala, Quito, Ecuador, www.tiempoaxial.org;
también se puede mirar en google y en youtube sobre este autor).
Segunda Lectura
La fe de Abraham y
de los patriarcas sirve de ejemplo. Para estimular la perseverancia
en la fe que lleva a la salvación, la carta a los Hebreos aduce una
serie de testigos. Abraham, lo mismo que los hebreos del siglo I,
conoció la emigración, la ruptura respecto al medio familiar y
nacional y la inseguridad de las personas desplazadas. Pero en esas
pruebas encontró Abraham motivo para ejercer un acto de fe en la
promesa de Dios.
La fe enseña a no
darnos por satisfechos con los bienes tangibles ni con esperanzas
inmediatas. Abraham creyó por encima de la amenaza de la muerte.
Sufrió los efectos de esterilidad de Sara y la falta de
descendencia. Esta prueba fue para él la más angustiosa porque el
patriarca se acercaba a la muerte sin haber recibido la prenda de la
promesa. Aquí se hace realidad la última calidad de la fe: aceptar
la muerte sabiendo que no podrá hacer fracasar el designio de Dios.
Más que el
sufrimiento, es la muerte el signo por excelencia de la fe y de la
entrega de uno mismo a Dios. Abraham creyó en un “más allá de la
muerte”, creyó le sería concedida una posteridad incluso en un
cuerpo ya apagado, porque le había sido prometida. Esta fe
constituye lo esencial de la actitud de Cristo ante la cruz. También
se entregó a su Padre y a la realización del designio divino, pero
tuvo que medir el fracaso total de su empresa: para congregar a toda
la humanidad, se encuentra aislado pero confiado en un por encima de
la muerte que su resurrección iba a poner de manifiesto.
Evangelio
El evangelio de hoy
nos presenta unas recomendaciones que tienen relación con la
parábola del domingo anterior del rico necio. Los exegetas se
diversifican en cuanto a la estructura que presente el texto y no
determinan las unidades de las que se compone. La actitud de
confianza con el que inicia el texto no debería de omitirse “no
temas, rebañito mío, porque su Padre ha tenido a bien darles el
reino”. Esta exhortación a la confianza, al estilo
veterotestamentario y que gusta a Lucas, expresa la ternura y
protección que Dios ofrece a su pueblo, pero expresa también la
auto comprensión de las primeras comunidades: conscientes de su
pequeñez e impotencia, vivían, sin embargo, la seguridad de la
victoria. La bondad de Dios, en su amor desmedido, nos ha regalado el
Reino. Desde aquí tenemos que entender las exhortaciones siguientes.
Si el Reino es regalo, lo demás es superfluo (bienes materiales).
Recordemos los sumarios de Lucas en el libro de los Hechos de los
Apóstoles.
Lucas invita a la
vigilancia, consciente de la ausencia de su Señor, a una comunidad
que espera su regreso, pero no de manera inminente como sucedía en
las comunidades de Pablo (cf. 1Tes.4-5). La Iglesia de Lucas sabe que
vive en los últimos días en los que el hombre acoge o rechaza de
forma definitiva la salvación que se regala. Cristo ha venido, ha de
venir; está fuera de la historia, pero actúa en ella. La historia
presente, de hecho, es el tiempo de la iglesia, tiempo de vigilancia.
Fitzmyer, ilustra
esta afinada concepción de la historia, aparecen varias
recomendaciones en lo que puede considerarse como los “retazos de
una hipotética parábola”. Lo importante será descubrir en cuál
de esas recomendaciones centramos la llegada que hay que esperar de
manera vigilante. La predicación histórica de Jesús tiene estas
máximas sobre la vigilancia y la confianza. Ahora, en este texto se
les reviste de carácter escatológico. El punto clave reside en la
invitación “estén preparados”; o lo que es lo mismo, lo
importante es el hoy. A la luz de una certeza sobre el futuro, queda
determinado el presente. Esta es la comprensión de la historia de
Lucas: “se ha cumplido hoy” (4,21), “está entre ustedes”
(17,20-21) y “ha de venir” (17,20).
El Reino es, al
mismo tiempo, presente y algo todavía por venir. De aquí la doble
actitud que se exige al cristiano: desprendimiento y vigilancia. Es
necesario desprenderse de los cuidados y de los bienes de este mundo,
dando así testimonio de que se buscan las cosas del cielo.
La vigilancia
cristiana es inculcada constantemente por Cristo (Mc 14,38; Mt
25,13). La vida del cristiano debe ser toda ella una preparación
para el encuentro con el Señor. La muerte que provoca tanto miedo en
el que no cree, para el cristiano es una meditación: marca el fin de
la prueba, el nacimiento a la vida inmortal, el encuentro con Cristo
que le conduce a la Casa del Padre.
La intervención de
Pedro, demuestra que la exhortación de Jesús sobre el significado
de actuar y perseverar en vigilancia es en primer lugar referido a
aquellos que son “la cabeza” de la comunidad, o mejor dicho para
los que “están al servicio” de la comunidad. La resurrección a
la vida depende del modo como ejercitaron ese servicio.
Para la revisión
de vida
¿Cuál es tu
tesoro, lo que valoras más, lo que te mueve desde lo profundo...?
¿Cómo está
de activa nuestra esperanza? ¿Somos personas apasionadas por el
futuro, por un «sueño loco», por una Utopía?
¿Reconocemos
al Dios-Misterio que viene en cada momento, y sobre todo en los
desafíos del amor, en los más necesitados?
Para la reunión
de grupo
Esta palabra
escuchada, ¿qué dice de importante y a qué nos alienta?
¿Cuál es la
intención de Lucas al insistir en este tema escatológico? ¿Qué es
«estar preparados»? «Preparados»... ¿para qué, frente a qué,
cómo...?
En http://www.servicioskoinonia.org/martirologio/hb11.htm hay
una paráfrasis latinoamericana de Heb 11. Leerla y comentarla.
Estudiar el artículo
de Karl Rahner, que propugna un "concepto ampliado y actualizado
de martirio" (http://servicioskoinonia.org/relat/142.htm).
Comentarlo. Y preguntarse: ¿Ya no es tiempo de martirio? ¿En qué
sentido?
Sobre el tema de la
fe: ¿puede ser que lo más importante que Dios puede querer de
nosotros sea que «creamos»? ¿Puede ser que el sentido de la vida
humana sea que «Dios lo ha creado para ponerle una prueba, y le pide
que confíen en Él y crea lo que no se ve? Ése fue el esquema
central de la explicación religiosa clásica, que hemos mantenido
durante dos mil años. ¿Puede seguir en pie? Dificultades actuales
para seguir pensando que la fe es la actitud central de la
religiosidad.
Para la oración
de los fieles
Ilumina nuestros
ojos para que podamos reconocerte en los acontecimientos y sobre todo
en los necesitados, roguemos al Señor...
Fortalece nuestra
esperanza en el futuro de la humanidad para que no muera nuestra fe y
amor, roguemos al Señor...
Que nuestra vida se
apoye en valores permanentes y no en los bienes materiales, roguemos
al Señor...
Oración
comunitaria
Dios Padre
Nuestro: danos un corazón grande y potente, capaz de ver con
claridad que, más allá de las apetencias y tentaciones de la vida,
los valores verdaderos son los valores de tu Reino, y que dar la vida
por ellos es lo que más puede alegrar y pacificar nuestro corazón,
tal como nos enseñó Jesús, nuestro hermano mayor...
Estos
comentarios están
tomados de diversos libros, editados por Ediciones El Almendro de
Córdoba, a saber:
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro.
- Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en www.elalmendro.org
- El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro.
- Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en www.elalmendro.org
- El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico
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