En busca de la nada
Víctor
Ayllón ha levantado la voz, no para hablar de fincas, casas,
bancos..., sino de vidas humanas. Desde el primer relato, me ha
recordado las narraciones cortas del premio Cervantes José Jiménez
Lozano. Si en la obra de don José nos pasea por los pueblos de
Castilla y William Faulkner por el ficticio condado de Yonapatawpha,
Víctor lo hace por Huétor Tájar; sin embargo, la clave está, no
en el lugar sino en tocar lo universal partiendo de lo local, de lo
particular: “Allí estaba el hombre, al fin vencido. Como todos
los que habían tratado de cambiar las cosas,... -Un poeta, un
vencido no -respondió el hombre, don Antonio”.1
Cualquier
libro puede ser analizado desde distintos puntos de vista: literario,
histórico, filosófico, etc...; permítame el autor de En busca
de la nada una lectura filosófica de su obra pues aunque hice
teología me especialicé en los modos griegos.
La
filosofía no sólo queda expuesta en pesados ensayos, sino que
encuentra en la obra literaria un espacio abierto para el pensamiento
creativo; baste recordar a Machado, Dostoievski o a los antes citados
José Jiménez Lozano y William Faulkner.
El
pensamiento está presente constantemente en los actos humanos de
forma consciente o inconsciente; si analizamos las acciones y
circunstancias de cualquier persona, podríamos hacer su escala de
valores, hasta su teoría ética, aquello que afirmó Jesucristo:
“por sus frutos los conoceréis”; así mismo, para
cualquier estudiante de filosofía con tan solo leer el título En
busca de la nada, sabe que sin leer ni una sola página del
citado libro podría pasarse toda su vida analizando una palabra del
título: “nada”.
Con
estas reflexiones, pretendo simplemente rastrear algunos rasgos
filosóficos presentes en el libro así como recomendar su lectura,
aunque sólo sea como entretenimiento, aunque estos relatos te llevan
más allá; te hacen sentir y pensar.
Todo
el libro parece un testimonio del hundimiento de la Modernidad. Casi
todos los relatos terminan con el fracaso de los protagonistas. El
título de la obra refleja su contenido; es un esfuerzo, el de los
personajes, por vivir, por triunfar, por tener una vida con sentido;
sin embargo, terminan en el fracaso: “...qué he podido hacer
mal en la vida, en qué he fallado para que se haya ido al traste”.2
La nada está presente en cada personaje; a veces, como amenaza;
otras, de forma latente, como acechando, como esperando su momento,
como un viento huracanado y desértico capaz de arrasar todo lo
vivido: “Unos ojos perdidos que miraban a la lejanía, a esa
frontera entre el cielo y la tierra por donde vuelan los grajos
negros y se dibujan atardeceres muertos en los que los hombres de
campo se empeñan en buscar respuestas imposibles.”3
La
Modernidad como corriente de pensamiento tiene unos elementos que son
sus claves:
1.-Progreso
ilimitado (económico, político, social, científico, técnico).
2.-La
razón ilustrada como fundamento del conocimiento y del progreso.
Para
muchos pensadores, la Modernidad ha fracasado; así, la escuela de
Frankfurt pone el acento en que la idea de Razón, fundamento de la
modernidad, se convirtió ella misma en un mito en su intento de
desmitificar la realidad, las creencias. Se ha resaltado con mucha
fuerza cómo la idea de Razón estaba ligada a la idea de dominio,
conozco sólo lo que domino. No es de extrañar por tanto que
los totalitarismos se hayan dado en la Europa de la modernidad. Así
afirma el premio Príncipe de Asturias, Bauman:
“Las víctimas
de Hitler y Stalin no fueron asesinadas para conquistar y colonizar
el territorio que ocupaban. A menudo fueron asesinadas de una manera
monótona y mecánica, sin emociones humanas, sin odio. Fueron
asesinadas porque no se ajustaban, por una u otra razón, al esquema
de la sociedad perfecta. (…) Fueron eliminadas para poder
establecer un mundo objetivamente mejor, más eficiente, moral y
hermoso: un mundo comunista o un mundo ario, racialmente puro. (…)
Los dos casos más conocidos y extremos de genocidio no traicionaron
el espíritu de la modernidad.”4
Para
otros pensadores, la modernidad sigue vigente, y por ello no
deberíamos hablar de postmodernidad, sino de un momento débil de la
propia modernidad, generado y previsto por ella misma, inscrito en su
propio dinamismo.
Víctor
refleja muy bien en su obra el espíritu de la modernidad cuando hace
decir a uno de sus personajes: “...La ciudad necesita seguir
adelante, progresar, avanzar hacia nuevos tiempos. No podemos
quedarnos atrás, estamos construyendo el futuro. Hay que olvidarse
del pasado. Tenemos que estar por encima de cualquier
particularismo”.5
En este párrafo aparecen casi todas las características de la
modernidad: idea de progreso ilimitado, olvido del pasado, y la
superación de lo particular en favor de lo común y general. Esta
idea de superación de lo particular suena con toda su fuerza a
Hegel; para el autor alemán lo individual no cuenta más que como un
elemento alienado del Espíritu Absoluto, de la totalidad; para
Hegel, en la historia, esa totalidad quedaría encarnada en el Estado
y por ello no es de extrañar que tanto Hitler como Stalin
irrumpiesen en la Europa Moderna. El individuo debe, según Hegel,
someterse al Estado, o al Partido, o a cualquier institución capaz
de encarnar a la Totalidad en la historia. Podríamos afirmar que el
personaje de En busca de la nada, sería un personaje propio
de siglos pasados.
Cuando
hablamos del fracaso de los personajes de En busca de la nada,
quizás estamos refiriéndonos al fracaso de la modernidad en ellos,
puesto que la vida es mucho más que el proyecto moderno. La vida
abraza, también, el fracaso. Es más, la mayoría de la humanidad
nunca fue moderna y tuvo vida. Wittgenstein, después de haber
participado en la I Guerra Mundial, haber sido encarcelado, haber
fracasado en las relaciones personales... y estando en su lecho de
muerte, se giró a los que lo rodeaban para decirles: “yo he
vivido”.
La
nada, el nihilismo, será visto por Nietzsche, como consecuencia de
la acentuación de lo puramente intelectual, racional y el olvido de
la voluntad; la pensadora María Zambrano, con claridad suprema,
habla en estos términos de la angustia:
“Y
con la virginidad del mundo, de las cosas, la razón al desconfiar y
alejarse, se afirmaba a sí misma con una rigidez, con un
'absolutismo' nuevo, en verdad. La razón se afirmaba cerrándose y
después, naturalmente ya no podía encontrar otra cosa que a sí
misma.
De
ahí la angustia.”6
No
quisiera extenderme más, aunque En busca de la nada da para
mucho, pues aborda o deja caer el tema de las minorías, de la
ecología; tendríamos que ocuparnos de las diversas concepciones de
la historia, la de nuestro paisano Américo Castro y la de Sánchez
Albornoz, con la que yo estoy más en sintonía. Y hablando de
historia y recordando a Walter Benjamin, quisiera traer a este
pequeño artículo el relato que me contó Manuel Gil, un feligrés
de Dílar, alumno que fue de Ruiz Aznar, el discípulo de Falla, que
a sus 85 años me contó cómo en 1943, estando él internado en el
Asilo de San Rafael de Granada, pues es ciego, coincidió en el mismo
espacio con dos niños de Huétor Tájar, Diego y Antonio; ambos
habían entrado en el Asilo porque su padre estaba en la cárcel, por
Republicano; me decía el organista de Dílar que los dos niños
estaban continuamente cantando una canción del carnaval de Huétor:
“Por
lo hondo Güetor
no
se puede pasar
porque
han puesto a Eusebio
de
guardia municipal
y
un poco más abajo
vive
Ana B....
que
tiene la cabeza
como
un zaco de pimientos;
poquito
más abajo
vive
Caridad,
que
todo lo que tiene
la
pobre lo da.”
En
busca de la nada, un buen libro.
1Jiménez
Lozano, José, Antología de Cuentos, Ed. Cátedra, 2005,
pp.: 152. 157.
2Ayllón,
Víctor, En busca de la nada, Ed.Artifícios, 2016, p. 58.
3Íbidem,
p.73.
4.Bauman
Zygmunt, Modernidad y Holocausto, ed. sequitur, tercera
edición, Madrid, 2006, p. 118.
5Ayllón,
Víctor, En busca de la nada, Ed.Artifícios, 2016, p. 132.
6Zambrano,
María, Filosofía y poesía, Ed. Fondo de Cultura Económica, 2013,
p. 87.
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