LUZ
DEL DOMINGO
Domingo,
14 de agosto de 2016
VIGÉSIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIOCICLO C
VIGÉSIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIOCICLO C
Primera
lectura: Jeremías 38,
4-6. 8-10
Salmo responsorial: Salmo 39Segunda lectura: Hebreos 12, 1-4
EVANGELIO: Lucas 12, 49-57
Salmo responsorial: Salmo 39Segunda lectura: Hebreos 12, 1-4
EVANGELIO: Lucas 12, 49-57
49Fuego
he venido a lanzar a la tierra, y ¡qué más quiero si ya ha
prendido! 50Pero
tengo que ser sumergido por las aguas y no veo la hora de que eso se
cumpla. 51¿Pensáis
que he venido a traer paz a la tierra? Os digo que paz no, sino
división.52Porque,
de ahora en adelante, una familia de cinco estará dividida: tres
contra dos y dos contra tres; 53se
dividirá padre contra hijo e hijo contra padre, madre contra hija e
hija contra madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la
suegra.54Y
añadió para las multitudes:
-Cuando
veis subir una nube por el poniente, decís en seguida: "Chaparrón
tenemos", y así sucede. 55Cuando
sopla el sur, decís: "Va a hacer bochorno", y lo
hace. 56¡Hipócritas!,
si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo
es que no sabéis interpretar el momento presente? 57y
¿por qué no juzgáis vosotros mismos lo que se debe hacer?
COMENTARIOS
I
UN EVANGELIO
DESCAFEINADO
Algunas palabras del
evangelio resultan desconcertantes, demasiado duras como para haber
sido pronunciadas por Jesús, presentado con frecuencia como
conciliador, cuya imagen dulce se ha utilizado para mantener el
‘desorden establecido’, cuya mansedumbre se ha confundido con
neutralidad; ese Jesús resulta inquietante y provocador cuando se le
devuelve su ros tro originario, libre de tanta ganga sobreañadida a
lo largo del tiempo.
«Fuego he venido a
encender en la tierra, y ¡qué más quie ro si ya ha prendido! Pero
tengo que ser sumergido en las aguas y no veo la hora de que eso se
cumpla. ¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? Paz no,
división; porque de aho ra en adelante una familia de cinco estará
dividida; se dividi rán tres contra dos y dos contra tres; padre
contra hijo e hijo contra padre, madre contra hija e hija contra
madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra su suegra» (Lc
12,49-53).
Desconcertante
párrafo con dos palabras claves: fuego y división.
- Fuego. Jesús
ha venido a prender fuego a la tierra, como había anunciado Juan
Bautista: «El os va a bautizar con Espíritu Santo y fuego» (Lc
3,16); fuego que es el mismo Espíritu, como aparece en Hch 2,3: «Y
vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que se repartían
posándose encima de cada uno de ellos.» Ese Espíritu-fuego viene a
prender en la tierra para devolverle la unidad perdida desde Babel,
momento en que Dios confundió las lenguas de los hombres,
dispersándoles por la faz de la tierra. El Espíritu-fuego, que
viene a traer Jesús, es la fuerza de la vida, de una vida
cualitativa mente distinta en la que la norma suprema no sea el
enfren tamiento con Dios o con el prójimo por la rivalidad, la
com petencia, la dominación, el egoísmo, el horno
hornini lupus.
Pero la sociedad,
basada en estos pilares, no está dispuesta a dejar prender este
fuego de vida solidaria y fraterna. Por ello llevará a Jesús a la
muerte: .... Tengo que ser sumergido por las aguas y no veo la hora
de que eso se cumpla.» Doloro so, angustioso momento que le llegará
a Jesús en Getsemaní, donde pedirá a Dios: «-Padre, si quieres,
aparta de mí este cáliz; sin embargo, que no se haga mi voluntad,
sino la tuya» (Lc 22,42).
- División. «Aunque,
por motivos opuestos, la situa ción de división que existía en la
humanidad en tiempos del profeta Miqueas (7,5), a causa de la
injusticia de los poderosos, se va a reproducir con el anuncio e
implantación del mensaje de Jesús en el seno de la familia; si
antes la práctica de la in justicia creaba la división, ahora será
el anuncio del reinado de Dios el que va a unir a todos los que se
oponen a él para luchar contra los que se adhieren al evangelio.
Con el anuncio del
evangelio se acaba esto que llamamos “paz social”, que no pasa,
con frecuencia, de ser un 'desorden consensuado'.
A este desorden ha
contribuido la presentación de un evangelio descafeinado por parte
de quienes debieran haber anunciado, 'sin pelos en la lengua', la
dureza del mensaje, aunque hubiera sido a cambio de tener que beber,
como Jesús, el amargo cáliz de la muerte.
II
GUERRA A LA
FALSA PAZ
¡ Qué
fácilmente nos engañan y nos dan otra cosa (pasividad,
indiferencia. y hasta muerte) con el nombre de «paz». Jesús no
quiere esa falsa paz, basada en la mentira y en la injusticia, ni la
unidad fundada en el sometimiento y la complicidad; y declara la
guerra a la falsa paz. Por supuesto que esta guerra no contradice su
compromiso de amor: nace de él.
PAZ, PAZ, Y NO HAY
PAZ
La palabra de Dios,
si se escucha, no puede producir indiferencia: o se acepta
apasionadamente, o provoca el más violento rechazo. Los profetas,
los voceros de Dios, han expe rimentado esta realidad al encontrarse
entre la fidelidad a Dios y las presiones de los que su palabra pone
en evidencia. Valgan como ejemplo estas palabras de Jeremías: «Me
sedu jiste, Señor, y me dejé seducir; me forzaste y me violaste. Yo
era el hazmerreír todo el día, todos se burlaban de mí. Siempre
que hablo tengo que gritar "Violencia", proclamando
"Des trucción". La palabra de Dios se volvió para mí
oprobio y desprecio todo el día. Me dije: No me acordaré de él, no
hablaré más en su nombre; pero ella era en mis entrañas fuego
ardiente, encerrado en los huesos; intentaba contenerlo y no podía»
Jr 20,79). No fue sólo burlas lo que sufrió el profeta: en la
primera lectura de hoy podemos leer uno de los graves conflictos en
los que estuvo a punto de perder la vida.
La razón de estos
conflictos reside en que la palabra de Dios tiende siempre a iluminar
los lados oscuros de nuestra realidad, y los que viven cubriéndose
por la tiniebla intentarán siempre apagar esa luz (véase Jn
1,5). Por
eso, para evitarse problemas, siempre ha habido quienes, queriendo
vivir a costa de la palabra de Dios -profetas profesionales- (Am
7,14), la han dulcificado, limándole las aristas, convirtiéndola en
apoyo del sistema establecido, en un mensaje de salvación para la
otra vida, sin nada que decir sobre la presente. A éstos son a los
que denuncia el profeta Jeremías, porque engañan al pueblo
ocultándole que está enfermo y haciendo así impo sible su
curación: «Porque, pequeños y grandes, todos procu ran
aprovecharse; profetas y sacerdotes practican el engaño. Pretenden
curar a la ligera la fractura de mi pueblo diciendo: paz, paz, y no
hay paz» Gr 6,13-14).
PAZ NO, SINO
DIVISIÓN
Fuego he venido a
lanzar a la tierra, y ¡qué más quiero si ya ha prendido! Pero
tengo que ser sumergido por las aguas y no veo la hora en que se
cumpla. ¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? Os digo que
paz no sino división.
Jesús, ya anunció
el anciano Simeón a María, su madre, que sería una «bandera
discutida» (Lc 2,34), sabe que es necesario que la palabra de Dios
cree conflictos en medio de un mundo en el que domina la injusticia,
la miseria y la muerte. El sabe que la humanidad está dividida: en
pobres hambrientos que lloran y en ricos hartos que reían, y sabe
que, ante esta situación, hay falsos profetas que tratan de no
crearse conflictos, de quedar bien con todos, especialmente con los
que tienen poder para hacerles daño, y profetas ver daderos que por
decir la verdad y denunciar la injusticia son marginados, insultados
y proscritos (Lc 6,20-26); Jesús sabe que «anunciar la
buena noticia a los pobres» y «la libertad a los presos», devolver
«la vista a los ciegos», tratar de «poner en libertad a los
oprimidos» y proclamar sólo «el año favorable del Señor» y no
el día de su venganza (Lc 4,18-19; véase comentario núm. 31) le
traerá problemas con los ricos, los carceleros, los responsables de
la ceguera del pueblo, los opresores y los que hacen del rencor y de
la venganza el motor de sus vidas; y de la misma manera sabe que
tiene que entrar en conflicto y enfrentarse con la institución
religiosa, desvelando la mentira de quienes dicen que hablan en
nombre de Dios y lo que hacen en realidad es explotar al pueblo (Lc
5,12-16; 9,51; 19,45), y
anunciando que dicha institución ha llegado ya a su fin (Lc
5,33-39), y diciendo que el Hombre, el bien del hombre, es un
criterio de mayor rango que la ley religiosa (Lc 6,1-5),declarando
que la fe, esto es, la adhesión personal y libre al proyecto de Dios
es lo que de verdad importa y no la raza, la nación y la religión
(Lc 6,2-10), juntándose con descreídos (Lc 5,29-31), dejándose
acariciar por una prostituta delante de un grupo de beatos y
poniéndola de ejemplo para ellos (7,36-50), pre sentando como modelo
de oración la de un colaborador de los opresores romanos que había
tomado conciencia de su crimen (Lc 18,9-14) y diciéndole a todo un
pueblo que se sentía orgulloso de ser el pueblo
elegido de Dios,
que estaban a punto de dejar de ser la viña de Dios (20,9-19), y
sabía que, por ese enfrentamiento, se atraería el odio de los
letrados y de los sumos sacerdotes. Pero no le importó, como tampoco
se echó para atrás a la hora de llamarle «don nadie» al
mismí simo rey Herodes (Lc 13,31-33) o de declarar que no sólo no
había que pagar los impuestos a los romanos, sino que había que
romper con todo lo que representaba el poder del César (Lc 20,20-26;
véase el comentario al texto paralelo de Mateo en el vol. 1,
comentario núm. 50).
Estos son algunos
ejemplos de la guerra de Jesús: guerra contra la pobreza, la
injusticia y la explotación del hombre por el hombre, contra la
hipocresía, la manipulación de Dios y la opresión de los débiles;
pero en esta guerra no se derra mará más sangre que la suya -«tengo
que ser sumergido por las aguas... » y la de algunos de
sus seguidores, desde Este ban a Romero y a Ignacio y sus compañeros,
testigos apasio nados de la justicia y el amor.
Y nosotros, los
cristianos de final del siglo XX, ¿hasta qué punto estamos
dispuestos a complicarnos la vida para ser fieles a la palabra de
Dios que escuchamos y anunciamos?. «Aún no hemos llegado
a la sangre en nuestra lucha
contra el pecado» (segunda lectura).
III
Estamos en
camino con Jesús y sus discípulos en su último viaje a Jerusalén,
donde sabe que va a morir, y así se lo va diciendo varias veces.
Esta subida a Jerusalén se alarga en el evangelio de Lucas como en
ningún otro, pues aprovecha para situar ahí la mayor parte del
material peculiar, sobre todo los discursos, las parábolas y los
relatos que conoce por otro lado distinto a Marcos. Las frases que
leemos en este domingo aparecen también en el evangelio de Mateo,
pero en distinto orden y contexto. Esto hace que el sentido sea algo
diverso, pues el contexto forma parte del significado de las frases;
pero indica a la vez que muchos dichos de Jesús, como los de
cualquier persona, son polivalentes; tienen alcances diversos y
aplicaciones distintas según las circunstancias de los lectores u
oyentes de los mismos. Así se nos abre también a nosotros el camino
y la posibilidad de leerlos, con la libertad de los hijos de Dios,
desde nuestra propia situación y para nuestro propósito. No es una
traición, sino una fidelidad al Espíritu que inspiró a Jesús y a
los evangelistas; pues ellos también se tomaron su libertad para
situarlos diversamente y sacar sentidos distintos.
La liturgia, a su
vez, nos pone estas frases en otro contexto diverso, al anteponer un
episodio de la vida del profeta Jeremías, que suele llamarse “la
pasión de Jeremías”; porque le toca sufrir golpes, burlas,
acusaciones y prisión en una cisterna llena de fango por causa de la
palabra de Dios que tiene que anunciar. El salmo que se nos propone
es una súplica y acción de gracias a Dios, porque libra al pobre de
la fosa; y parece así reforzar la situación del profeta, y
anticipar una situación semejante para las frases del evangelio. Con
ello se da un sentido de anuncio de la pasión, que ciertamente
parece tener, sobre todo si lo leemos junto con la frase semejante de
Marcos 10, 38; pero que no está muy resaltado en Lucas; apenas en la
frase del “bautismo” por el que ha de pasar. El resto apunta a
las diversas posturas que los hombres toman ante el mensaje de Jesús,
como ya le acontecía a Jeremías y a otros profetas. Pero la segunda
lectura, que nos presenta a Jesús como modelo germinal y definitivo
de nuestra fe, vuelve a insistir en su pasión y cruz, y en la
posibilidad de que también los cristianos nos veamos envueltos en la
persecución y muerte; y, en todo caso, en la dura lucha contra el
pecado, tanto personal como social.
Parece que Jesús
cambia aquí radicalmente su mensaje. La Buena Nueva nos parece tan
hermosa, tan atenta a los débiles y pequeños, tan llena de amor y
solicitud hasta por los pecadores y enemigos, que su mensaje no puede
ser otro que el de una gran paz y armonía entre todos los hombres.
Eso es lo que proclamaban ya los ángeles en el momento del
Nacimiento (Lc 2, 24) y lo que vuelve a proclamar el Resucitado
apenas se deja ver por los discípulos atemorizados (Lc 24,20-21).
Aquí, sin embargo, Jesús parece decir todo lo contrario. Su mensaje
no viene a producir paz y concordia entre todos, sino que lleva a la
división incluso entre los miembros más allegados de la familia,
padres e hijos, nueras y suegras. Pero no se trata de cualquier
mensaje, de cualquier propuesta, sino de la presencia misma del Reino
de Dios en sus palabras y sus gestos, en sus milagros y sus
actuaciones. No cabe oír esa Buena Nueva del Reino y permanecer
neutral o indiferente; no cabe entusiasmarse con Jesús y seguir en
lo mismo de siempre. Por eso hay que optar con pasión, hay que tomar
decisiones y actuaciones que implican cambios muy radicales en la
vida. Por eso nos van a afectar a todos profundamente, más allá
incluso de los vínculos familiares, por muy respetables que estos
sean. El que no pone por delante a Jesús, incluso sobre su propia
familia, no puede ser su discípulo (Lc 14, 26).
El episodio de
Jeremías nos pone un triste ejemplo de este sufrimiento que acarrea
al profeta su fidelidad a la palabra de Dios, cuando el pueblo y sus
líderes no la quieren escuchar. Él tenía que anunciar la
destrucción del templo, de la dinastía davídica y de la ciudad de
Jerusalén, por no querer someterse a Babilonia en ese momento. Era
como poner punto final a las solemnes promesas hechas por Natán y
otros profetas a David y a su ciudad capital, Jerusalén. Además,
este descendiente de sacerdotes, debe predecir la ruina del templo
salomónico. No le gustaban para nada esas desgracias que le tocaba
anunciar, y sufrió enormemente por causa de esa misma palabra dura
que debía predicar; pero lo que pretendía era precisamente que eso
no ocurriera, porque le hacían caso, se convertían y se evitaban
esas catástrofes. No logró esa conversión del pueblo, y menos aún
de los líderes religiosos y políticos. Más bien logró esa
división entre unos y otros, pues hasta entre el alto liderazgo
político encuentra opositores y ayudantes, mientras el rey se deja
llevar del viento político que sopla en cada momento. Pero la
palabra de Dios y su profeta no es un viento cambiante, sino una
palabra firme y segura, que exige darle fe y cambiar de mente y de
conducta; que pide una opción radical de parte de los oyentes.
Esto mismo y en
grado supremo le acontece al oyente de la Palabra que es Jesús. Por
eso, el radicalismo con que se expresa en esta ocasión, pues se
trata de la urgencia misma del Reino presente. Mateo dice en el
pasaje paralelo: “¿cómo es que no son capaces ustedes de
interpretar los signos de los tiempos?” (Mt 16, 3). Ver los signos
de la gracia de Dios, de la presencia del Reino en las palabras y
gestos humanos, en las acciones y hasta maravillas que acontecen en
la vida. También en nuestro duro y doloroso presente, pues no
existen tiempos sin gracia de Dios, sin presencia y fuerza de su
Espíritu en medio de la historia, por oscura que sea. Ciertamente
son los santos los que más perciben esto y donde mejor podemos ver
los demás esa presencia, misteriosa pero eficaz, de la gracia de
Dios en medio de esta empecatada historia humana; pero no faltan mil
pequeños gestos, incluso o tal vez precisamente, en pobres y
pequeños, en prostitutas y pecadores, en publicanos y hasta en ricos
zaqueos y centuriones extranjeros. Hay gestos de solidaridad y
simpatía con los pobres y pequeños, con los marginados y
despreciados, que nos muestran esa fuerza del Espíritu de Dios y de
Jesús actuando ya ese fuego en la tierra.
Tal vez donde más
brilla esa fuerza de la gracia de Dios es en los momentos en que los
hombres se parcializan hasta el extremo, y llegan a preferir sus
opciones a la misma vida. No en vano Jesús alude al “bautismo”
por el que ha de pasar, refiriéndose sin duda a la hora de su pasión
y cruz. Nunca la división entre los hombres, incluso dentro de una
misma familia, llega a polarizarse tanto. Por eso también es la hora
de las opciones más decisivas, que pueden llevar, y han llevado de
hecho a muchos cristianos a la gracia del martirio, de seguir al
Maestro hasta la hora de la cruz. Hay en nuestra reciente historia
eclesial, sobre todo en América Latina, mucha sangre martirial; y es
una tremenda ceguera el no saber reconocer ese “signo de los
tiempos”. Sin duda ellos son los que más claramente han optado por
Jesús, por la verdad esperada del Reino, y por la fraternidad humana
soñada y anticipada en su misma vida ordinaria o en sus mejores
gestos, como ese final glorioso. Si no hay que vanagloriarse, sí que
hay que captar esa señal, y tomar ejemplo de ellos para hacer la
misma valiente y radical opción que ellos hicieron con su vida
entregada. La parte de la carta a los Hebreos que hoy se proclama
está invitando a los lectores a tener ese coraje de dar incluso la
vida, en esa lucha contra el mal, en seguimiento entusiasta de ese
iniciador y consumador de nuestra fe, Jesús el testigo del fuego del
amor, el mártir del Reino.
Para la revisión
de vida
¿Trabajamos
por una paz como la que propone Jesús?
¿Emprendemos
con ánimo la misión que nos encomienda la iglesia o caemos
fácilmente en actitudes suavizantes por temor al conflicto?
Para la
reunión de grupo
Se dice que ya no es
tiempo de éxodo, denuncias, de profecía, de martirio, de
conflicto... sino de exilio, silencio, de sabiduría, de saber
sobrevivir con astucia a este momento difícil... Después de tres
fecundas décadas de mártires en América Latina, ¿será que ya las
palabras de Jesús en el evangelio de hoy no encuentran en nuestro
tiempo su mejor momento de aplicación?
Para la
oración de los fieles
Para que la Iglesia
de Jesús sea siempre la continuadora de aquel predicador que "vino
a traer fuego a la tierra", roguemos al Señor.
Para que predique la
Buena Noticia a los pobres sin temor al conflicto...
Para que "fijos
los ojos en Jesús" mantenga siempre en alto su utopía
evangélica precisamente con más fuerza en estos tiempos de desánimo
y de desaparición de las utopías...
Oración
comunitaria
Dios Padre
Nuestro, que en la muerte de Jesús nos has mostrado el destino
conflictivo que el amor tiene en este mundo de pecado, y en su
resurrección nos has evidenciado de qué parte te sitúas tú en el
conflicto; animados por esta tu toma de posición, te rogamos nos
concedas no avergonzarnos jamás de Jesús, y ponernos también
nosotros como él, de tu parte: del lado de los pequeños y de todos
los injusticiados de la historia, con la esperanza inclaudicable de
que triunfará siempre la resurrección. Por J.N.S.
Estos
comentarios están
tomados de diversos libros, editados por Ediciones El Almendro de
Córdoba, a saber:
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro.
- Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en www.elalmendro.org
- El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro.
- Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en www.elalmendro.org
- El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico
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