domingo, 12 de abril de 2020

domingo resurrección lecturas


DOMINGO DE RESURRECCIÓN
José Antonio Espejo Zamora

Comentario:
En mis últimos años de seminarista me tocó ir cada fin de semana a Víznar; allí, junto con otro seminarista, tuve la posibilidad de aprender mucho del buen sacerdote don José Ferrer Cruz. Recuerdo que una tarde nos llevó al lugar justo donde mataron a Federico García Lorca; en tal estado lo vio su padre, maestro de Alfacar, junto con otro hombre, y a los que llamaron una vez que Lorca dejó de respirar -esto con ciertos detalles se publicará pronto-; camino del lugar del fusilamiento, nos contó cómo en la época de la dictadura se reunieron en una pensión de Alfacar varios sacerdotes de distintos lugares de España, algunos de estos, más tarde, serían nombrados obispos por Pablo VI; la tarde que llegaron a la pensión, su dueño les avisó de que desde hacía dos días llevaba hospedado en la pensión un policía de paisano; efectivamente, el policía cada noche llamaba a la comisaría para dar cuenta de lo que había logrado escuchar de la reunión de los curas, cada noche el telefonista de la pensión informaba a los curas de lo que tal policía había informado a la comisaría. Cuando llegué en el 93 de cura aprendiz a Órgiva, también el párroco me contó cómo en aquella época superada en el 78, cuando se reunían los curas de la Alpujarra en Órgiva, la policía llegaba un día antes a revisar la parroquia y lo que realmente hacían era colocar micrófonos. ¿Qué podía temer el jefe del Estado de un puñado de curas, en Alfacar o en la Alpujarra?; él lo tenía todo en sus manos: la economía, el ejército, la policía etc…; ellos sólo una pequeña paga y la palabra; el jefe temía que estos curas reiteradamente le dijesen a la gente que el rey estaba desnudo, que los derechos individuales les pertenecía a cada uno de ellos, que cada persona era sagrada y que no podían ser tratados ni como delincuentes ni como posibles delincuentes, que los derechos humanos les pertenecían a ellos y que ningún jefe de estado ni primeros ministros podían ni arrebatarles sus derechos ni siquiera podían pensar que esos derechos se los concedía graciosamente el Jefe del Estado y que como eran suyos y no de ellos se los podía arrebatar cuando el jefe lo considerase oportuno. El rey está desnudo, todos lo sabemos, sabemos que la libertad la recibimos por ser hijos de Dios y no por ser miembros de un Estado o de una Nación, que cuando estos derechos se nos arrebatan se produce una violación en el alma de cada persona; esto me trae a la memoria las palabras del Papa Juan Pablo II a los profesores de la Universidad de la Habana: “que cada uno piense con su propia cabeza…”. En estos días en los que Iker Jiménez es más creíble que el ministro de sanidad, que el primer ministro, en  este tiempo donde incluso ignoramos dónde se encuentra el rey, dónde están enterrando a nuestros muertos, donde desconocemos plenamente cuántos son nuestros muertos; en esta época donde se nos invita a no salir de nuestras casas, bajo amenaza, donde se nos invita a hacer palmas en lugar de a llorar, en este tiempo hemos celebrado desde el fondo de nuestra alma la Semana Santa: nos hemos sentado en la Última Cena, y nos ha recordado cómo cada domingo, en la iglesia de nuestro pueblo, nos sentábamos como aquellos con Jesús para rezar juntos, para pedir perdón, para darnos la paz, para comer juntos, para pedirle a Dios que nos ayude a vivir; cada uno desde el fondo de uno mismo hemos entonado aquel canto de Verdi que recuerda el exilio de Israel a Babilonia; el viernes recordamos la muerte del Hijo de Dios: cómo los dirigentes del pueblo lo acusaron, lo detuvieron, lo juzgaron, lo torturaron, de él se burlaron y lo mataron; sólo aplaudían algunos dados a la burla ante la desgracia humana, María lloraba, sus amigos lo traicionaron, no sea que fuesen detenidos y también fuesen crucificados. Aquella noche del Viernes nadie durmió; cómo dormir si habían matado al amigo, al hijo. Cómo iban a dormir los que habían manipulado al pueblo si mañana tenían que seguir trabajando. Hoy celebramos que ese hijo, ese amigo, Resucita; Dios actúa en la noche; mientras unos lloran y otros maquinan, Dios, haciéndonos esperar en el silencio desesperante, baja al lugar de los muertos para que ellos participen de la justicia; bajó el Hijo de Dios al pasado para hacer justicia no sólo a los vivos sino también a los muertos, a esas generaciones que murieron injustamente, que vieron frustrados sus planes, etc…; de esto el filósofo Walter Benjamin sabe más que yo. Hoy Resucita el Hijo de Dios, nuestro hermano, para decirnos que somos nosotros también hijos de su Padre, que un día seremos semejantes a Él; mientras tanto, debemos hacernos a nosotros mismos cada vez más y mejores personas; cada vez más libres, cada vez amando más y mejor a nuestros semejantes, y cada uno a sí mismo. En este tiempo de pandemia, debemos profundizar en nuestras mejores posibilidades y que cuando salgamos del encierro podamos mirar al jefe y podamos sonreírnos porque cada uno vea que el jefe está desnudo; como nos dirá San Pablo en la Carta a los Romanos: “ A nadie debáis nada, mas que el amor mutuo; porque el que ama ha cumplido el resto de la ley. De hecho, el no cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no codiciarás, y cualquiera de los otros mandamientos, se resume en esto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal a su prójimo; por eso la plenitud de la ley es el amor. Comportaos así, reconociendo el momento en que vivís, pues ya es hora de despertaros del sueño, porque ahora la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está avanzada, el día está cerca: dejemos, pues, las obras de la tinieblas y pongámonos las armas de la luz. Andemos como en pleno día, con dignidad…

Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (10,34a.37-43):

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: 
«Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. A este lo mataron, colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos.
Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. De él dan testimonio todos los profetas: que todos los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados».

Palabra de Dios
Salmo
Sal 117,1-2.16ab-17.22-23

R/. Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia. R/.

«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa».
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor. R/.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente. R/.

Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (3,1-4):

Hermanos:
Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.
Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él.

Palabra de Dios

Secuencia


Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia 
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Juan (20,1-9):

El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: 
«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos. 

Palabra del Señor


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