domingo, 19 de abril de 2020

lectura comentario domingo 19 abril 2020

HOY DOMINGO DE LA OCTAVA



José Antonio Espejo Zamora
Comentario:
Gracias a la biblioteca pública de mi pueblo, antes de ir al instituto, ya había superado a mis maestros; ni ellos ni yo la sabíamos. En la biblioteca conocí a Benina, salida de las manos de Galdós, que pedía en la puertas de las iglesias de Madrid, allá en el XIX; el dinero que recogía se lo entregaba a su señora. Benina trabajaba, criada en la casa, mendiga en la puerta de las iglesias, siempre al servicio de las apariencias de sus señores. Cada pueblo tiene su historia; pasado el tiempo, llegué de cura a un pueblo donde conocí a la verdadera Benina: era un hombre, siempre fue criado de unos “señoricos”, siempre trabajó por nada en las tierras de sus señores; durante la Guerra Civil, vino a Granada acompañándolos, huían de los republicanos; en la ciudad, lejos de las tierras alpujarreñas, él tenía que ir a trabajar a la Alfaguara y el dinero les permitió a sus señores vivir hasta que pudieron regresar al pueblo, a sus tierras; el minero, al volver, se suicidó. Había otro pueblo, al llegar septiembre, como  en la película Amanece que no es poco, en el que se reunían las madres de los niños y se repartían entre ellas la organización de las actividades extraescolares; la madre que sabía algo de inglés se lo enseñaría a los pocos niños del pueblo, la que era aficionada al arte les enseñaba a pintar, también decidían quién iba a ser la catequista ese año. A nada, había otro pueblo y ahí la cosa era muy distinta; el pueblo estaba dividido en dos: había dos tiendas, en una compraban unos; en la otras, los otros; había dos bares y a uno iban unos, y al otro, los otros; en la iglesia había dos filas de bancos; en una se sentaban los unos y en la otra, los otros; cuando les pregunté por qué se sentaban así me respondieron que de esa manera evitaban darse la paz; había dos partidos políticos: al PSOE pertenecían unos; al PP, los otros; cuando les dije que en todos los sitios estaban esos dos partidos y la gente convivía sin problema, me dijeron que la cosa venía de lejos, que antes de la democracia había dos caciques, si trabajabas para uno no podías trabajar para otro, que cuando cambió la cosa uno se hizo de un partido y el otro del otro; así, desde hacía muchas décadas, el pensamiento se dividió en dos y a nadie se le ocurría expresar pensamientos distintos a esos dos modelos. Dos modos de pensar y vivir, en el fondo muy parecidos; es como si hubiera un pacto entre dos líderes: sólo está permitido pensar según el modelo A o B, no hay más. El tema es que se puede pensar, sentir de muchas maneras distintas, que además se puede y se debe expresar de diversas maneras lo que uno es, pues cada persona es única; no sólo eso, una misma persona a lo largo de su vida es o puede ser, sentir y pensar de formas distintas. 
En Mateo 21,42 dice Jesús: “¿No habéis leído nunca en la Escritura: <<La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho ha sido un milagro patente?>>”. Aquí Jesús hace referencia a los líderes de su época que, como arquitectos sociales, piensan cómo tiene que ser la sociedad, esto es, qué esta bien y qué esta mal; qué es verdad y qué es mentira; para conseguir construir el tipo de sociedad que ellos quieren se valen de todos los instrumentos posibles, desde la economía a los medios de comunicación pasando por el sistema educativo, etc… En ese mundo irrumpe Jesucristo; su palabra, sus obras, su vida lo hicieron irritante para los ingenieros sociales de su época y deciden matarlo según la Ley judía y romana, como si a Dios se le pudiese silenciar con la muerte. Vistos desde el 2020, Pilato, el Sumo Sacerdote, los Escribas y los Fariseos resultan ridículos, marionetas de sus propias ambiciones y complejos.

Dios no queda superado por la muerte, vuelve a irrumpir; como hoy leemos en el Evangelio, Jesús penetra allí donde los discípulos estaban con la puertas cerradas por miedo a los judíos, también hoy nosotros celebraremos la eucaristía con las puertas cerradas por miedo y no precisamente ni a los judíos ni a los virus. Igual que Jesús les dijo a sus discípulos hasta tres veces la Paz a Vosotros, hoy nos lo dice a nosotros y nos envía a anunciar que el hombre tiene futuro, que ese futuro se prolonga más allá de la muerte pero que se inicia en el presente: “Los hermanos perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones”. En este tiempo en el que se nos impone el permanecer recluidos en nuestras casas, es el tiempo de enraizarnos a través de la oración en Dios; como sabemos, la oración no es ni más ni menos que el trenzado de mi propia alma con Dios; como dirá Teresa de Jesús, tratar con quien sabes que te quiere, mirar que te mira; contemplar y ser contemplado; de esto ni los líderes, ni los arquitectos saben nada, se les escapa de entre los dedos pues no es mensurable, sólo el alma que sabe que al mirar al Señor queda iluminada conoce algo de los secretos de la vida y de la muerte que ya quisieran para sí los ingenieros sociales. El Jesús que se presenta ha atravesado la muerte y, ante sus discípulos, les muestra las manos y el costado, de sus heridas ahora nace la paz, ni odio ni rencor por lo sufrido sino: “Paz a vosotros”; quien resucita es el mismo que vivió, que fue crucificado, con su historia; del mismo modo nosotros; nuestros difuntos resucitan siendo ellos mismos con sus heridas que, al ser amadas, provocan la reconciliación de la persona con su pasado, con su propia historia, con ella misma. Si para Marguerite Yourcenar la muerte es un sacramento del que sólo son dignos los más puros; muchos hombres se deshacen, pocos mueren, para nosotros la muerte y la resurrección es el gran sacramento, el gran encuentro con Dios.

Pero no podía dejar de aparecer Tomás, al que muchos ven como un hombre de inteligencia despierta que busca la verdad y esto le lleva a decir aquello: si no meto mis manos en sus heridas no creo que haya resucitado; a mí, en cambio, me recuerda al garrulo del instituto que en esos debates adolescentes decía: yo sólo creo en lo que veo, aunque a veces el garrulo era el que cobraba la nómina del ministerio de educación; imagino que en esta pandemia tampoco creerá en un virus que difícilmente detectan los test y mucho menos el ojo humano. A esto argumentaría el garrulo que sí, que alguien lo ha visto; yo, desde luego, creo al garrulo, alguien ha visto al virus, pero dudo que si yo le digo que de Dios también sabemos, me creyese; es posible que argumentase que ahí están los miles de muertos provocados por el virus, aunque como esto es políticamente incorrecto, es probable que no lo dijese, y hay miles de muertos. Los garrulos y los arquitectos de este mundo tienen muy difícil creer en Dios, ni siquiera saber de Él, con lo fácil que es analizar la historia del siglo XX: Hitler, ateo; Stalin, ateo; Gandhi, creyente; Martin Luther King, creyente; Teresa de Calcuta creyente; Edith Stein, creyente; Oscar Romero, creyente…; no sé, por vuestros frutos os conocerán.

Pongámonos serios, volvamos a la Alpujarra; allí topé con una pregunta: ¿pero tú nunca has tenido dudas de fe? Cuando la maestra de primaria me hizo esta pregunta en la plaza del pueblo, le dije que no, pero por dentro pensaba: ¿ésta me pregunta para apuntalar su fe o para concluir que los cristianos somos unos dogmáticos irreflexivos que creemos porque no somos capaces de dudar críticamente de nosotros mismos por miedo a descubrir que no hay nada en lo que creer? La duda de Descartes encuentra su raíz en la filosofía griega, sí, pero después de 1500 años de cristianismo; el pensamiento ilustrado con todo su argumentario: igualdad, fraternidad, libertad y propiedad privada o la muerte, esto también tiene su raíz en el pensamiento griego y en 1800 años de cristianismo, igual que Marx o Nietzsche; qué inculta la maestra de primaria, preguntarle al cristianismo por la duda; la duda, la libertad, el pensamiento, el sufrimiento, la alegría, el amor, la muerte, la resurrección… ¿qué hay que no haya sido amado profundamente en el seno de la Iglesia Católica? Y digo Iglesia Católica pues es la que conecta directamente con los discípulos junto con la Ortodoxa, otra cosa son los anglosajones, de los que hablaremos otro día. En otra ocasión hablaremos también del libro de Bertrand Russell, Por qué no soy cristiano; este profesor inglés anotó en su diario: mi alumno Ludwig Wittgenstein me ha superado intelectualmente; Wittgenstein anotó en su diario: mi maestro Bertrand ha publicado el libro Por qué no soy cristiano, no hay que hacerle mucho caso pues la fe de Russell depende de la amante que tenga y ahora su amante es atea; cuando voy a la librería y veo el libro siempre me acuerdo de Wittgenstein en primera línea del frente durante la primera Guerra Mundial cuando escribe aquello de “mi único interlocutor es Dios”; hemos vuelto a la oración.


Antes, del pueblo surgían voces que hacían temblar a los gobiernos; hoy no hay una voz capaz de defenderlo; por ello le toca al pueblo mismo ser un Miguel de Unamuno, como en los tiempos de los franceses, cuando el pueblo abandonado tomó la iniciativa.

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (2,42-47)

Los hermanos perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones.

Todo el mundo estaba impresionado, y los apóstoles hacían muchos prodigios y signos. Los creyentes vivían todos unidos y tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno.

Con perseverancia acudían a diario al templo con un mismo espíritu, partían el pan en las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón; alababan a Dios y eran bien vistos de todo el pueblo; y día tras día el Señor iba agregando a los que se iban salvando.
Palabra de Dios

Salmo
Sal 117,2-4.13-15.22-24

Dad gracias al Señor porque es bueno, 
porque es eterna su misericordia

Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia.

Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos. 

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día que hizo el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.


Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (1,3-9)

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor, Jesucristo, que, por su gran misericordia, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha regenerado para una esperanza viva; para una herencia incorruptible, intachable e inmarcesible, reservada en el cielo a vosotros, que, mediante la fe, estáis protegidos con la fuerza de Dios; para una salvación dispuesta a revelarse en el momento final.

Por ello os alegráis, aunque ahora sea preciso padecer un Poco en pruebas diversas; así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, que, aunque es perecedero, se aquilata a fuego, merecerá premio, gloria y honor en la revelación de Jesucristo; sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo todavía, creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe: la salvación de vuestras almas.
Palabra de Dios


Lectura del santo evangelio según san Juan (20,19-31)

AL anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
«Hemos visto al Señor».
Pero él les contestó:
«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
«Paz a vosotros».
Luego dijo a Tomás:
«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».
Contestó Tomás:
«¡Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo:
«¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Palabra del Señor

No hay comentarios:

Publicar un comentario