jueves, 9 de abril de 2020

Jueves Santo lecturas.



JUEVES SANTO
José Antonio Espejo Zamora
Comentario:

En mi casa hay un reloj que marca el tiempo; es viejo, ha soportado la mirada impaciente del que esperaba el fin de la primera guerra mundial, de la gripe española, de la guerra civil, de la segunda guerra mundial, hoy recorre la esfera, al mismo ritmo que vio escribir, al filo de la muerte, en el abril de Londres del 43: 
Hay una Realidad situada fuera del mundo, es decir, fuera del espacio y del tiempo, fuera del universo mental del hombre, fuera de todo dominio que las facultades humanas puedan alcanzar.
A esta realidad responde, en el Centro del Corazón del Hombre, esa exigencia de Bien Absoluto que siempre habita allí y que no encuentra jamás un objeto en este mundo…
El único intermediario por el que el Bien puede bajar desde donde se encuentra a un medio humano lo constituyen quienes de entre los hombres tienen su atención y su amor puestos en ella…En ese caso, tarde o temprano, desciende sobre él el bien que a través de él irradia a su alrrededor.
Cualquiera que reconozca esa otra realidad reconoce asimismo ese vínculo. A causa de él, considera a todo ser humano sin ninguna excepción como algo sagrado ante lo que está obligado a testimoniar respeto.” A mediados de abril del 43 en el Londres en guerra murió Simone Weil.
Años antes,  Stefan Zweig entre la espada y la pared, decía: 
¡Era preciso luchar contra la guerra! Tenía el material preparado dentro de mí… Había reconocido al adversario contra el cual tenía que luchar: el falso heroísmo que prefiere enviar al sufrimiento y a la muerte primero a los demás; el optimismo barato de profetas sin conciencia, tanto políticos como militares que, prometiendo sin escrúpulos la victoria, prolongan la carnicería y, detrás de ellos, el coro que han alquilado, todos esos <<charlatanes de la guerra>>… El que exponía una duda, entorpecía su actividad política; al que les daba una advertencia, lo escarnecían llamándolo pesimista; al que estaba en contra de la guerra, que ellos mismos no sufrían, lo tachaban de traidor. Era la pandilla de siempre, eterna a lo largo de los tiempos, que llamaba cobardes a los prudentes, débiles a los humanitarios, para luego no saber qué hacer, desconcertada, en la hora de la catástrofe que ella misma irreflexivamente había provocado. Era la misma pandilla que se había burlado de Casandra en Troya y de Jeremías en Jerusalén; yo nunca había comprendido tan bien la tragedia y la grandeza de estos personajes como en aquellas horas, demasiado parecidas a las que vivieron ellos… Escogí como símbolo a la figura de Jeremías, el profeta que predicaba en vano.

Esa pandilla que en este tiempo aplaude, cuando hay miles y miles de muertos, haciendo el juego a la ignorancia, falseadores de la realidad, como aquellos que aclamarán mañana, ¡Crucifícalo, Crucifícalo! No era el pueblo, sino gentes instrumentalizadas, como siempre, por el poderoso de turno, esas gentes se sienten arropadas y fuertes piensa que el poder las quiere por eso unos gritan Crucifícalo mientras otros aplauden al pie de la cruz. El pueblo llora.
María al pie de la Cruz, junto con unas cuantas mujeres y hombres, piensan en la comida que precedió, en la Cena de Pascua. Ahora se ha consumado, el Cordero está sobre la Cruz. El cordero sobre los platos, el pan ácimo, el vino. La gente que se quiere en torno a la mesa dispuesta a comer. Ahora el populacho duerme, el pueblo permanece despierto. 
Hay que permanecer despierto para ver, para oír, para sentir; durante la primera guerra mundial, Max Scheler escribirá:
Quien posee el Ordo amoris de un hombre posee al hombre. Posee respecto de este hombre, como sujeto moral, algo como la fórmula cristalina para el cristal. Ha penetrado con su mirada dentro del hombre, allá donde puede penetrar un hombre con su mirada. Ve ante sí, por detrás de toda la diversidad y complicación empírica, las sencillas líneas fundamentales de su ánimo, que, con más razón que el conocimiento y la voluntad, merecen llamarse núcleo del hombre como ser espiritual.
Jesucristo, antes de sentarse a comer, antes de arrodillarse para lavarle los pies a sus discípulos, había dicho: “aunque miran, no ven; aunque oyen, no escuchan ni entienden”. Quien ve, oye y entiende, está en vela. El pueblo de todos los tiempos ha aprendido a quererse, a sentarse juntos en torno a la mesa presidida por Jesucristo. Con las marcas de la cruz en sus manos. 
Las manos que lavaron los pies, las manos que tocaron al ciego y al leproso, las manos clavadas en la cruz, levantan, hoy, el pan de la eucaristía: Éste es el Cordero que quita el pecado del mundo.
Muchos piensan que el muerto al hoyo y el vivo al bollo. Y sería así si el tiempo fuese lineal, matemático, pero si el tiempo no es así, si el pasado no pasa, si los muertos no mueren, si los muertos nos miran !Qué¡ Si cada vez que celebramos la Eucaristía, vuelve a acontecer la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor; entonces los muertos no sólo tuvieron pasado; tienen presente y futuro.
Michael Löwy en su libro Walter Benjamin: aviso de incendio; una lectura de las tesis sobre el concepto de historia escribirá:
…, la rememoración, la contemplación -en la conciencia- de las injusticias pasadas, o la investigación histórica, no son suficientes a criterio de Benjamin. Para que la redención pueda producirse, es necesaria la reparación -en hebreo tikkun- del sufrimiento, de la desolación de las generaciones vencidas, y el cumplimiento de los objetivos por los cuales lucharon y no lograron alcanzar.


LECTURAS JUEVES SANTO
Primera lectura
Lectura del libro del Éxodo (12.1-8.11-14):

       En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto: «Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de Israel: "El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino de casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido. Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, comeréis panes sin fermentar y verduras amargas. Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor. Esta noche pasaré por todo el país de Egipto, dando muerte a todos sus primogénitos, de hombres y de animales; y haré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. La sangre será vuestra señal en las casas donde estéis: cuando vea la sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga exterminadora, cuando yo pase hiriendo a Egipto. Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta al Señor, ley perpetua para todas las generaciones."»                         Palabra de Dios
Salmo Sal 115,12-13.15-16bc.17-18

R/.
 El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo

¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. R/.

Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas. R/.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R/.

Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (11,23-26):

      Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.»      Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.» Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

Palabra de Dios
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (13,1-15)

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.
Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: «Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?»
Jesús le replicó: «Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.»
Pedro le dijo: «No me lavarás los pies jamás.»
Jesús le contestó: «Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.»
Simón Pedro le dijo: «Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.»
Jesús le dijo: «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.»
Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios.» Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.»

Palabra del Señor

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